Carolina 7

el último dia ¿Carolina se saldrá con la suya?

Carolina se levantó y empezó a desperezarse, pero se dio cuenta con horror que hoy era el ultimo día, ¡tenia que tomar a Eleuterio hoy! Sino, ¿qué le contaría a sus amigas?, se quitó el pijama y se dirigió a la cocina.

Eleuterio se levantó excitado, su erección competía con los sementales equinos, hoy es el ultimo día, tenia que evitar a Carolina a toda costa, sino, ¿quién sabe lo que podría pasar?

Entró en la cocina bostezando, pero se quedó paralizado de la sorpresa cuando vio a Carolina.

¡desnuda! Con sus pechos tapados en bacón, su seductora boca estaba llena de cerveza, su abdomen había huevos fritos y en su concha había nata con fresas, al lado suya había un cartel que ponía entre corazones.

Desayúname cuanto quieras, tío querido.

Eleuterio nunca huía de nada, pero esta vez huyó de la cocina, se dirigió a la puerta y salió de la casa, llamaba al ascensor desesperado, pero cuando abrió las puertas oía la voz de una de las trillizas que decía.

-¡oh! ¡aleluya! ¡me ha escogido a mi!.

Eleuterio vio que su erección señalaba a una de las trillizas, huyó escaleras abajo como alma que lleva al diablo hasta que se encontró con el técnico del ascensor que había traido dos amigos musculosos suyos.

-¿te acuerdas de aquel día? Gilipollas, ¡vas a pagar! – decía el técnico que le faltaban los dientes.

Eleuterio sonreía, ¡por fin descargaría sus tensiones!.

Después de una pelea en la que dejó inconscientes a los musculosos y al técnico (además de tener el tracto rectal roto y lleno de leche de Eleuterio) el guardaespaldas se fue al bar a tomarse unas tapas, estaba más relajado, hasta que...

-¡hola tío Lute!

Eleuterio escupió el café que le habían preparado y miró a su lado ¡era ella! ¡con una camisa escotada para dar infartos y minifalda! Carolina se acercó y le preguntó si podía sentarse con el.

-NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO – decía Eleuterio (más tajante imposible).

-¡gracias! – decía Carolina mientras se sentaba en la entrepierna de Eleuterio, el cual, aguantaba lo que podía, pero Carolina se "acomodaba" moviendo su trasero en la entrepierna de Eleuterio, el cual notó que Carolina ¡no tenia bragas!.

-¡por Dios! ¿¡quieres quitarte de ahí!? – susurraba Eleuterio.

-¿por qué? ¡no hay sitios libres! – decía Carolina.

Eleuterio miró el bar, había asientos de sobra, pero notaba como su verga aumentaba poco a poco tocando con su punta la entrada de Carolina.

-¿a-aquí? ¿delante de todos? S-si lo deseas – decía Carolina sonrojada.

Eleuterio la apartó y se fue corriendo mientras el dueño del bar gritaba que pagase los que había desayunado.

Eleuterio corría y corría, llegó hasta una casa abandonada.

Recuperó aire y miró hacia la pared ¿la santa magdalena? ¿qué sitio es ese?.

-venid hermanos y hermanas, es hora de iniciaros – decía unas tres voces al unisonó, unas voces horriblemente familiares.

¡se había metido de lleno en una secta! ¡no en una secta cualquiera! ¡EN LA DE CAROLINA!, fue a ocultarse para evitar que lo vieran, se metió en una taquilla, pero a través de las rendijas lo vio todo.

Habían decenas de personas, todos con túnicas rojas, no oía calzado, las trillizas se arrodillaron ante la santa y dijeron.

-¡oh! ¡santa Magdalena! ¡os ofrecemos nuestro sudor, nuestro calor y nuestro gozo para que nos guíes a la senda de Dios!.

Se dirigieron a sus seguidores y dijeron.

-¡despojaos de vuestras túnicas! ¡es hora de que os améis los unos a los otros! .

Todos se despojaron de sus túnicas ¡Dios! ¡hombres y mujeres de todas las edades ¡algunas de las chicas son modelos que buscaban nuevas experiencias! Empezaron una orgia que superaba con creces lo de Sodoma y Gomorra, eso era demasiado incluso para el, su falo crecía y crecía abriendo la taquilla, dejándolo al descubierto.

-¡oh! Hermano Eleuterio ¿has venido a que te inicien? – decía una de las trillizas que se ocupaba de cuatro hombres a la vez.

Eleuterio gritaba como un poseso mientras huía, se dirigió a los barrios marginales, allí donde nadie le seguiría, hubo varios que intentaron atracarle, pero la superior destreza en el combate de Eleuterio hizo que se lo pensaran mejor, en ese momento vio a una prostituta, tenia un cuerpo de infarto, con confianza (y una erección que espantaba).

-hola semental ¿cómo te llamas? – decía la prostituta.

-Eleuterio, hembra, ¿cuál es tu nombre antes de llenarte la boca de carne? – decía Eleuterio.

-Carolina, amor – decía la prostituta.

Eleuterio se quedó en blanco, retrocedió unos pasos y salió corriendo.

-¿tendría que haberme llamado Vanessa? – preguntaba la prostituta.

Eleuterio huía, ¿pero adonde? ¡no había ningún lugar donde Carolina ejerciese su influencia! Sentía que la veía en cada sitio, cada lugar, tras la cara de Cada mujer veía a Carolina, tras cada cartel leía el nombre de Carolina.

-¡tío! ¡te he encontrado! ¿qué hacías? – decía Carolina sonriente con su conjunto provocativo.

-¡ella! ¡era ella! ¡no lo dejaría en paz! ¡tenia que acabar! Agarró a su sobrina y la llevó en brazos a su casa, mientras subían en el ascensor, la miró a los ojos como una bestia mientras le decía.

-¡lo has conseguido! ¡vas a recibir lo que pedias desde que llegaste a esta casa! ¡cuando acabe contigo caminarás escocida el resto de tu vida!

En ese momento, Eleuterio besó a Carolina mientras la manoseaba, cuando se abrieron las puertas del ascensor, abrió la puerta de su casa con una patada, lanzó a Carolina a la cama y le arranco las ropas, se puso encima de ella, dispuesto a descargar toda su tensión sexual.

Pero vio algo que lo detuvo.

Los ojos de Carolina mostraban miedo.

Eleuterio retrocedió, pero Carolina le preguntó.

-¿por qué no me tomas? ¿tan fea soy?.

-¿por qué quieres que te haga esto? – preguntaba Eleuterio.

Carolina, cabizbaja, sabia que no podía dar ese paso, no si no la forzaban, decidió confesar.

-yo, era una empollona, lo se, pero mis compañeras se metían conmigo, se mofaban de mi, me hacían de lado, solo porque me gustaba estudiar, cuando iba a los recreos, o me tiraban de las coletas o me ignoraban, pero un día en la clase de gimnasia, me equivoqué de vestuario, al abrir la bolsa, recogí unos calzoncillos, oía unos pasos que se acercaban, me asuste y me oculté, eran chicos más mayores, estuve viéndoles mientras se cambiaban, cuando se fueron, yo salí, pero me encontré con mis compañeras, ellas me miraron rara y miraron los calzoncillos que tenia en la mano, no hablamos ese día.

Carolina cogió aire y prosiguió.

-al día siguiente me preguntaron como eran esos chicos, si era verdad que tenían colita, yo, tímidamente les dije que si y que algunas las vi duras, ¡como alucinaron! Cada vez más chicas venían a preguntarme cosas de los chicos, ¡nunca había tenido tantas amigas! ¡nunca antes había sido el centro de atención! Y ¡joder! ¡me encantaba!, año tras año me volvía más atrevida, hacia fotos a los chicos, robaba revistas pornográficas, e incluso llegué a chuparla hasta el final, no quería perder esa popularidad, no quería.

Carolina empezaba a llorar mientras decía.

-¡Dios mío! ¡debes creer que soy una puta! ¡yo a veces pienso que soy una ramera!

Eleuterio abrazó a Carolina mientras ella seguía llorando, cuando se le acabaron las lagrimas, el dijo.

-tranquila, tranquila, tu no querías estar sola, de modo que te soltaste, pero admite que te has pasado un poco soltándote.

Esas palabras hicieron reír un poco a Carolina, que luego se quedó pensativa y le preguntó.

-¿de verdad soy bonita?.

-demasiado bonita, más bien, casi tanto como las chicas que traigo aquí – decía Eleuterio sonriendo.

Carolina se apoyó en el pecho de Eleuterio, acariciaba sus músculos con dulzura.

-¿cuándo crees que estaría preparada para mi primera vez? – preguntaba Carolina.

-¿por qué preguntas eso? – preguntó Eleuterio.

Carolina miró a los ojos de Eleuterio y le dijo.

-Me gustas, me gustaría que tu fueses mi primer hombre, si tengo que esperar, esperare.

Eleuterio la abrazó con fuerza, el resto del día fueron tío y sobrina hasta que la madre de Carolina fue a buscarla, Carolina le dijo con su mirada, te echaré de menos.

Al llegar al colegio, pensaba en escusas, no quería perder a sus amigas, pero eso tenia que acabar, al llegar al recreo se arrepintió de no acostarse con Eleuterio, pero al ir al aseo, antes de poder hablar sus amigas le dijeron.

-¿sabes que hay una nueva religión en la ciudad? ¿qué sus fundadoras son...?

-¿unas trillizas de dieciséis años? – preguntó Carolina automáticamente.

Las chicas se quedaron con la boca abierta.

-¿las conoces? – preguntó una de las chicas.

Carolina empezó a contar sonriente como las conoció y como llegaron a fundar esa religión ante las miradas atónitas de sus amigas.

Epilogo

Han pasado varios años, Eleuterio disparaba en un campo de tiro, seguía estando en forma, disparando un rifle , pero sus compañeros le dijeron que se levantase, que había una chica que tiraba incluso mejor que el.

Eleuterio no se lo creía, se levantó y se dirigió a la jovencita que disparaba un Águila del desierto.

-oye nena, ¿nos apostamos una cerveza a ver quien tira mejor? – preguntaba Eleuterio.

-¡claro! – decía la joven con una voz realmente familiar.

Ambos dispararon, Eleuterio se sorprendía lo bien que disparaba esa chica, tuvo que esforzarse al máximo, ambos tiradores eran observados en silencio ante toda la gente.

Eleuterio ganó por un punto ante los aplausos de la gente.

-¿podemos hablar a solas? Lute – decía la jovencita que tenia gorra y unas gafas ahumadas.

-claro – decía Eleuterio sonriente ante los animos y las felicitaciones sexistas de sus compañeros.

Ambos fueron a las duchas, Eleuterio bloqueó la puerta para no tener interrupcines.

-¿siempre eres así de lanzada? Preciosa – decía Eleuterio sonriente.

-tío, soy yo – decía la joven mientras se quitaba las gafas y el gorro.

Eleuterio no tenia palabras, ¡Era Carolina! Ahora era una hermosa jovencita de dieciocho años, de hermosa figura, cintura de avispa, vientre de bailarina, largas piernas y generoso busto.

Pero su cara, todavía se le reconocía la cara de aquella chavala que tantos quebraderos de cabeza le dio.

-vaya ¿no decías que no te gustaban las armas? – dijo Eleuterio sorprendido.

-no como arma, sino porque me recuerdan a ti, he venido a cumplir la promesa – decía Carolina.

-¿qué promesa? – preguntaba Eleuterio.

Carolina se acercaba contoneándose y apoyó sus pechos en el pecho de Eleuterio, mientras le miraba a los ojos le decía.

-que tu fueses mi primer hombre.

-¿nunca has estado con ninguno? ¡debes haber dejado un gran resto de corazones rotos! – decía Eleuterio.

-no me interesan los corazones débiles, sino el tuyo – dijo Carolina antes de ponerse de puntillas para besarle los labios.

Ambos se besaron largo tiempo mientras sus ropas abandonaban sus cuerpos.

Fin (para quejas sobre el no poner más detalles en la escena final, rellenar el expediente 34/1993-W, cinco solicitudes de continuación en Castellano, Alemán, Ruso, Zulú y Cantonés, rellenar el impreso XY y pagar gastos de correo y material)