Carolina - 3 (fin de semana: sábado en mi casa

El viernes concluye en casa de Susi, después de una sesión de sexo trepidante con ambas familias. Pero el fin de semana no ha terminado aún. Concluirá el sábado con nuevas experiencias y una nueva incorporación.

TELON AL FIN DE SEMANA: SABADO EN MI CASA

Era media tarde del sábado cuando yo desperté; mejor dicho: me despertaron. Estaba en una habitación pequeña. Me llevaron al servicio para que me duchase y me pusiera un poco “decente”, dejándome la ropa que traje la noche anterior. Cuando termines te esperamos abajo, en el salón. Todos los demás ya estamos arreglados.

Una vez aseada, me vestí y bajé al salón. Lo encontré todo recogido y bien limpio; como si no hubiera ocurrido nada la noche anterior.

--Vamos, perezosa -dijo Susi-. Ya está bien; parecías la bella durmiente. Menuda forma de “sobar”.

--¿Cómo se encuentra mi princesa? Dijo mi padre.

--Mal, mi Rey, contesté de coña. Me duele un poco la cabeza y tengo el coño hinchadísimo y algo escocido.

--No me extraña, cariño. Anoche tuviste un estreno de lo más accidentado. Ya verás, ya verás. Toma, ponte un poco de pomada. Te aliviará y eliminará las rozaduras.

--Me acuerdo de lo que hicimos en casa, pero de lo de aquí tengo muchas lagunas. Solo recuerdo el principio.

--Pues luego lo verás. Venga. Nos vamos a casa. Hoy es sábado y todavía estamos solos. Podemos aprovechar todos otra noche de fiesta. ¿Te apetece?

--Yo qué sé. Todo esto es nuevo para mí y voy un poco sobre la marcha. Lo que tú digas, papá. Me tendré que ir haciendo a la idea. ¿Viene Susi también?

--Claro. Nos vamos los cinco. Hoy seremos nosotros los anfitriones.

--Perdona, Antonio. Me da mucho corte decírtelo, pero es que tengo un pequeño problema y te lo quiero consultar, dijo Susi.

--Pues pregunta, Susi, pregunta. Yo no me como a nadie. Vamos, di lo que sea.

--Vale, pero que conste que no quiero comprometerte a nada. Me ha gustado mucho todo lo de anoche y estoy muy contenta de ir a tu casa esta tarde para repetirlo, pero es que tengo un problema.

--Eso ya lo has dicho antes, Susi. Vamos, no tengas miedo, Dime lo que sea.

--Es que ayer en el insti quedé con una compañera de clase; Soledad, -Carol la conoce- para que viniera a casa a pasar la tarde y la noche conmigo, mi padre y mi tío. Para estrenarse; vamos, que es todavía virgen y lo quería hacer ya. He visto esta mañana un whatsapp suyo en mi móvil, de que sus padres le han dado permiso y me pregunta a qué hora viene. ¿Qué le digo, si yo me voy con vosotros?

--¿Te refieres a Sole? Pregunté yo. La morenita de las trencitas.

--Esa, Carol. Parecía tan modosita, pero ya ves; se ha decidido a probarlo.

--Pues sí que es un rollo tener que decirle que no.

--Pues eso. A ver como se lo digo. Otra cosa sería que nosotros no fuéramos a tu casa y que Sole viniera aquí, tal como lo habíamos planeado.

--Papá, se me ocurre una idea. ¿Por qué no se viene Sole también con nosotros? Qué importa una más. Para ti sería, además, un chochito nuevo y, además, virgen.

--¿Vive Sole muy lejos de aquí?

--Que va. En menos de diez minutos la tenemos en casa, si es que no te importa que venga.

--Por mí no hay problema. No la conozco, pero no os conocía tampoco a vosotros y nos lo hemos pasado guay, como decís vosotras. Anda, llámala y que se dé prisa. Claro que cuando nos vea a todos, a lo mejor se asusta y es ella la que no quiere venir.

--No creo. Sabía que tendría que follar con mi padre y con mi tío. Uno más no creo que le importe. Está loquita por hacerlo. Al menos eso es lo que me ha dicho. Lo tenía planeado desde hace un mes pero no se atrevía a decirlo en casa hasta que no tuviera las notas.

Susi llamó a Sole, que debía estar con el móvil pegado a la oreja porque en un segundo las oí quedar en que venía en un pis-pas.

Diez minutos después apareció Sole. Se quedó muy cortada al vernos a mi padre y a mí, pero Susi le explicó un poco la razón de nuestra presencia y que iríamos a nuestra de inmediato.

--Claro que si no te atreves a venir, dilo, le acucié yo.

--Cómo no me voy a atrever. Además, cómo vuelvo ahora a mi casa y qué les digo. Es que me he sorprendido al verte, Carol. Pareces tan prudente en clase que no podía imaginarme que estarías aquí con Susi.

--Le conté, más o menos, que me acababa de estrenar con mi padre el día antes, celebrando las notas y con eso Sole se tranquilizó bastante.

--Bueno entonces seré la novata, pero Carol casi es tan novata como yo. La verdad es que tenía ganas de hacer una locura de estas cualquier día.

--Pues te lo vas a pasar guay; vas a flipar, dijo Susi, pero has de prometer que el primero que te joda será el padre de Carol; vamos a estar en su casa. Te tratará muy bien. Luego lo harán mi padre y mi tío. ¿De acuerdo?

--Vale, como queráis. Yo pienso hacer todo lo que me digáis.

Sole es una jovencita muy guapa; morena, de pelo un tanto largo, recogido en un par de trenzas a ambos lados de la cabeza. Tiene ojos oscuros y una sonrisa que nunca se borra de su cara. Tiene tetas bien desarrolladas para su edad, solo tiene 13 años –seis meses menos que yo-. No es alta, pero está bastante buena en conjunto y tiene cierto éxito con todos los chicos del curso. Está apetecible. Tiene una hermana un año menor que ella, pero de esa sé poco porque está haciendo primero.

Llegamos a nuestra casa sobre las 6 de la tarde y lo primero que hice fue prepararme una buena hamburguesa. Estaba muerta de hambre -los demás habían comido mientras yo dormía-.

Después de comer ellos, en casa de Susi, editaron las imágenes de mi actuación en la orgía, que Susi y Fidel habían tomado con los móviles durante la noche. En conjunto montaron algo más de media hora, en la que yo aparecía ya completamente despendolada, y la “traca final” con el último polvo y las meadas.

Mientras comía la hamburguesa las estuve viendo en la tele grande del salón en compañía de Sole. Quedé alucinada de mi manera de comportarme, sobre todo el ansia con la que pedía que me jodieran a lo bestia, y la cantidad de whisky que pude beber.

--Joder, Carol ¿Tengo que hacer todo eso yo también?

--No sé si lo harás, Sole. Solo te puedo decir que ayer por la mañana yo ni soñaba hacer nada de esto. Pero luego la cosa se fue liando: me emborraché y follé con mi padre en mi casa -eso no está grabado- y fuimos a casa de Susi y terminé así como acabas de ver.

--Yo no me he emborrachado nunca, Carol.

--Yo tampoco lo había hecho, pero al final lo hice. No te compliques, Sole. Haz lo que nos veas hacer a nosotras y si no te gusta no lo hagas. Aquí no te vamos a obligar a que hagas nada que no quieras.

Los comentarios que me hacían, alabando mi forma de actuar, empezaron a ponerme de nuevo cachonda y mi coño empezó a segregar flujo, humedeciéndose.

--Papá, no sé cómo pude hacer todas esas cosas, pero veo que me lo pasaba guay.

--Lo pasamos muy bien todos, añadió Susi. Jodimos durante más de tres horas, pero yo estoy deseando repetir.

--No preocuparos, chicas –añadió mi padre-. Vamos a joder tanto como anoche. Mi mujer no vuelve hasta casi las 10 de la noche de mañana. Podemos organizar hoy otra orgía como la de anoche.

--Pues cuanto antes mejor, terció Fidel. Estoy loco por sacar la polla de paseo, pero tengo que pediros un favor. El colega que me pasa la “maría” le tiene echado el ojo a Susi. Está loco por follársela. Si le invito me traerá el “costo” por la cara. Es un poco bruto, pero tiene una tranca de cine. Lo pasaréis muy bien con él, chicas.

--No es mala idea, -dijo mi padre-. Puede completarse con el que me proporciona a mí la coca. Le van las crías de estreno y Carol es “kilómetro cero”. Y Sole es virgo total. Qué os parece, chicas: ¿Podréis encargaros de cinco tíos? Tendremos toda la noche y por lo menos os echaremos un par de polvos cada uno.

--Joder, Carol. Diez polvos en una noche. Ni en sueños lo he imaginado. Yo me apunto sin dudar, dijo Susi.

--Para mí todo es una novedad. No tengo ni puta idea de si seré capaz de aguantarlo, pero ahora mismo mi coño está empezando a chorrear. Papá; tú tienes la palabra.

--Yo no digo nada, añadió Sole. Procuraré divertirme y follar. A eso pensaba ir a casa de Susi y es lo que quiero hacer aquí. Follar y follar.

--No se hable más. Les llamaremos para que vengan.

Hicieron las llamadas y consiguieron la aprobación de los dos proveedores. Hablarles de Susi y de Carol, una cría casi para estrenar, de tan solo 13 años, derribó todas las posibles barreras. Lo de Sole fue el remate.

Durante la espera preparamos el salón para dejarlo sin ningún mueble que entorpeciera nuestros movimientos. Retiramos la mesa de centro a una habitación contigua, la mesa del comedor la arrimamos a una pared y colocamos el sofá junto a los sillones, de forma que todo el centro del salón quedase despejado. Las sillas las apilamos en el pasillo, que es bastante amplio.

En la cocina almacenamos las botellas de bebida que utilizaríamos a lo largo de la fiesta, para no tener que sacar nada del mueble-bar y preparamos vasos de plástico para evitar la rotura de las copas de cristal o de porcelana.

Subimos del garaje una buena provisión de latas de cerveza y unas mantas viejas para cubrir el piso del salón y evitar en lo posible manchas que fueran difíciles de limpiar. Con todo listo nos dispusimos a esperar la llegada de los invitados, cosa que no tardó en producirse.

A las 7 de la tarde ya estábamos todos reunidos en el salón, en condiciones de dar comienzo a la fiesta.

Para entrar en ambiente, sobre todo referente a Luis y Raúl, invitados de Fidel y mi padre respectivamente, nos dispusimos en los sillones y el sofá para proyectar en la tele que hay en la pared la grabación de la orgía de anoche, que teníamos en un pendrive. Arrancó la grabación y la vimos provistos de una cerveza cada uno.

Nos situamos dando la preferencia a los invitados: Quedamos así: Antonio; Sole; Luis; Carol; Raúl; Susi; Javier. Fidel quedo para encargarse de la intendencia.

--Una cervecita para cada uno y unos porritos que os voy a preparar que van a haceros volar hasta las nube

Según avanzaba la proyección se hacía imposible que los invitados contuvieran sus ímpetus; sus manos volaban a nuestras tetas y muslos, que nosotras abríamos sin recato para facilitar el correspondiente sobo de la zona vaginal, que teníamos ya convenientemente libre de obstáculos: vamos, que las tres estábamos sin bragas y mi hinchazón vaginal había casi desaparecido en esas horas. El resto de ropa no tardó en volar lejos de nuestro cuerpo.

Al acabar la proyección Luis y Raúl mostraron su alegría por lo que, según ellos, esperaban disfrutar a lo largo de la noche.

--No habéis exagerado nada sobre las cualidades de estas preciosidades. Todo apunta a que ésta será una noche hermosa e inolvidable, dijeron.

Nosotras estábamos desnudas y bastante cachondas; nos habíamos terminado nuestra cerveza y pedimos otra, que nos trajo mi padre, al tiempo que nos daba una anfetamina a cada una.

--Para que no os haga mucho efecto el alcohol. Luego pasaremos a otros aditivos más enérgicos. Pero habéis de dosificar bien el alcohol que bebáis. ¿Cómo lo llevas, Sole?

--Hasta ahora bien. Cerveza sí había bebido antes.

--La pastilla está bien, -dijo Susi-, pero yo prefiero un buen porro a medias con Carol y con Sole ¿Qué os parece, preguntó?

--Tía; eso me gusta más. Creo que un buen canuto me pondría a volar en menos de media hora.

--Yo no puedo opinar. De canutos también estoy en ayunas; pero lo probaré.

--Vale, dijo Fidel. No preocuparos; en un minuto lo tendréis. Mientras tanto, haced a los nuevos una buena mamada para qué sepan lo que es bueno. Ah, Antonio me ha encargado de que lo grabe todo en su video-cámara para que luego lo podáis ver, como hice ayer.

--Eso sí lo sé hacer, dijo Sole. Ya he mamado varias.

--Eres una caja de sorpresas, Sole. Quién lo diría con lo mosquita muerta que pareces, le dije.

Luis y Raúl habían comenzado ya a desnudarse y les ayudamos a que se quitaran toda la ropa.

Cuando les vimos nos quedamos patidifusas. Sus pollas no estaban todavía erectas, pero les colgaban en una longitud tal que hacía presagiar que cuando estuvieran empalmados sobrepasarían con creces las de nuestros familiares. De inmediato nos pusimos a la tarea de hacer crecer la hermosa verga que cada una tenía entre sus manos. Me encargué de tomar la iniciativa y propuse cómo lo haríamos: Sole, con mi padre; Susi, con Luis y yo con Raúl.

Nos arrodillamos frente a ellos, comenzando con unas buenas lamidas alrededor del glande, cubriendo bien de saliva toda su extensión. Poco a poco empezamos a introducirnos el capullo en la boca -casi la ocupaba en su totalidad- así que tuvimos que abrirla todo lo que éramos capaces para admitir una mayor cantidad de esa hermosa barra de carne palpitante.

Sin embargo aún no había alcanzado la dureza precisa para actuar como ariete y taladrarnos la garganta, por lo que comenzamos a procurarles una suave paja, deslizando nuestra mano a lo largo del falo, arriba y abajo, creciendo en amplitud los desplazamientos, cada vez más rápidos. Con esas maniobras las pollas empezaron a alcanzar el conveniente grado de rigidez que les permitiría mantener la intensidad de sus embates, sin perder dureza.

Entonces Fidel nos alcanzó el porro, ya encendido, al que de inmediato di una profunda calada.

--Uno para cada una. Uno para tres no tocaríais a casi nada. El de Sole, flojito, porque dice que será el primero que se fume. Veremos cómo le sienta.

Tras el acceso de tos que me produjo la llegada del humo a los pulmones, me dediqué de nuevo a conseguir la mayor dureza del falo del amigo de mi padre y suministrador de coca. Al poco tiempo la polla de Raúl estaba ya como una barra de hierro: muy larga, y dura y tiesa como si fuese de acero. Entonces se dirigió a mi padre.

--Antonio: ¿Cómo debo tratar a tu hija? Ya sabes que deseo hacerle de todo, pero no sé si debo darle “mimitos” o la puedo considerar como si ya fuera una jodida golfa.

--Carol es principiante, pero anoche dio buena cuenta de mi polla y se la tragó hasta el fondo. Es cierto que ya estaba algo tocada a causa del whisky que había bebido, pero como tenía recién esnifada una rayita de tu coca, aguantó como una jabata. Hazle todo lo que se te ocurra y lo que ella te permita.

--Eso, Raúl, respondí. No te cortes. Trátame como a una vulgar puta. Es en lo que me quiero convertir y sois vosotros ahora los que tenéis la tarea de enseñarme. Mi padre me estrenó ayer por la tarde y el de Susi y su tío me remataron por la noche –lo acabas de ver en la tele-, así que ahora es vuestro turno. Estoy más salida que una perra cachonda.

--Joder, como hablas, Carol. Yo digo tacos a menudo, pero aquí me da corte, me dijo a la vez que dio una calada a su porro y rompió a toser.

--Pues no te cortes, Sole, dijo mi padre. Te excitarás más si dices palabrotas y no te asustes si Carol o Susi nos insultan. Tú también puedes hacerlo. Y ten cuidado con el porro; fúmalo despacio y no des caladas profundas. Poco a poco cada vez te molestará menos.

--Gracias, Antonio. Has dicho que Carol se la tragó ayer toda entera. Yo no creo que pueda. He chupado varias pero eran de compis del instituto. La tuya es muy grande. Tócame las tetas; me pone cachonda y así me animo más y me da menos vergüenza chupártela.

--Haz lo que puedas y no te preocupes, Sole.

Yo estaba expectante a su conversación y Raúl se dirigió a Sole instándole a que se fijara y aprendiese.

--Pues pon mucha atención, Sole, y aprende lo que debes hacerle a los tíos para que disfruten de lo que es una buena mamada. Tienes que tragarte su polla por completo; hasta el fondo. Así.

De un tremendo empujón Raúl metió su polla en mi boca hasta que tropezó con la campanilla y se atascó. La sacó e insistió en su intento. En el siguiente ataque empujó con más fuerza, repitiendo una y otra vez sin descanso, hasta que vio las abundantes babas que escurrían por mi barbilla, empapaban mis tetas y resbalaban por mi tripa, llegándome hasta el pelo del coño.

--No seas bruto, Raúl, dijo mi padre. Vas a acojonar a la pobre Sole. No le hagas caso, le dijo a ella.

Me dejó descansar un momento para que tomase aire, ya que mi respiración era muy agitada -aproveché para dar otra buena calada al porro- y enseguida volvió a meterme la polla en la boca. Sus embestidas eran tan bestiales que pronto sufrí los primeros accesos de náuseas, hasta que terminaron en un vómito que echó fuera de mi estómago la hamburguesa y la cerveza de la comida.

Sin darme el más mínimo respiro Raúl siguió con sus acometidas, sin tener en cuenta mis padecimientos.

--Raúl, cabrón. Déjame descansar un poco.

--No hay descanso para ti. ¡Puta, cómete mi polla!

--Es que no puedo. ¿No te das cuenta, cabrón? Es muy gorda y yo solo tengo 13 años. Todavía soy una niña.

--Para joder y fumar porros ya no eres tan niña, ¿No? Ayer jodiste, bebiste whisky y esnifaste cocaína –eso dice tu padre-, ¿Eso es lo que hacen las niñas? Así que: déjate de malos rollos, trágate toda mi polla y calla.

Dirigí los ruegos a mi padre, creyendo que él me daría abrigo intercediendo por mí ante Raúl.

--Papá; porfa. Dile a Raúl que pare. Ya no puedo aguantar más.

No obtuve respuesta. Mi padre estaba en plena faena con Sole y actuaba a la vez de voyeur: miraba cómo Luis estaba haciendo con Susi lo mismo que Raúl hacía conmigo. Creo que  ni se enteró de lo que le decía. Pero sí que se había enterado. Me contestó.

--Déjate de lloriqueos, Carol. No he hecho venir a Raúl para que escuche tus quejas. Si quieres convertirte en una puta: mámala como lo hacen ellas. Sin contemplaciones y hasta el fondo. Mira cómo se afana Sole en comérmela entera y no se queja de nada.

A pesar de mis súplicas, mis sollozos y las lágrimas que recorrían mi rostro, Raúl continuó, impertérrito, hasta que por fin consiguió que me tragara toda su polla.

Noté cómo su enorme verga penetraba a lo lardo de mi garganta y sentí que ese enorme trozo de carne, tieso y duro, me dejaba sin que pudiera respirar.

Al darse cuenta de ello pareció volverse loco. Presa de una gran excitación metía y sacaba su polla en mi boca con una gran velocidad y fortaleza.

Yo boqueaba tratando de llevar aire a mis pulmones, pero sus ataques eran cada vez más rápidos y la cantidad de aire que inhalaba era menor. No podía hacer otra cosa que llorar y esperar que el suplicio terminase, ya que Raúl mantenía mi cabeza sujeta con sus manos y no dejaba que me retirase.

En una de esas arremetidas me sujetó completamente la cabeza contra su vientre y mantuvo su polla en el fondo de mi garganta, al tiempo que gritaba:

--¡¡Toma, puta!! ¡¡Toma!! ¡¡Me corro!! ¡¡Trágate toda mi leche!! ¡¡No desperdicies ni una gota!!

Sentir dentro de mi garganta la repentina descarga de semen me produjo un ahogo casi inmediato: era incapaz de tragar la avalancha de leche que su verga me enviaba. El aire no llegaba a mis pulmones y me debatía intentando separarme de Raúl, que sujetaba fuertemente mi cabeza contra su bajo vientre.

No podía gritar por tener la boca completamente ocupada por su polla, así que golpeaba desesperadamente sus muslos y glúteos con mis manos, con toda la fuerza de que fui capaz.

Mi padre, que había contemplado cómo Luis eyaculaba en la garganta de Susi, observó la última fase de mi tortura y, dándose cuenta de mi apuro, acudió rápido en mi auxilio.

Dejó por un momento a Sole y se dirigió a Raúl.

--¡¡Para, Raúl!! ¡¡Para!! No seas bestia. ¿No te das cuenta de que la estás asfixiando?

Raúl estaba fuera de sí y no hacía otra cosa que gritar:

--¡¡Traga!! ¡¡Traga!! Sin aflojar para nada su presión sobre mí cabeza.

Mi padre tuvo que abofetearle con fuerza para sacarle del paroxismo en que Raúl había caído, al tiempo que Fidel le retiraba sus manos de mi cabeza, dejándome en libertad.

Caí redonda al suelo, entre convulsiones. Boqueaba ansiosamente en busca del aire que, poco a poco, fue llegando a mis pulmones, revitalizándolos.

Minutos más tarde tenía restablecida la normalidad de mi respiración, después de haber vomitado de nuevo y echar fuera casi toda la descarga de leche de Raúl.

Mi padre se dio cuenta de que yo ya estaba bien y se dirigió a Sole.

--No te asustes. Esto no suele ocurrir. ¿Quieres seguir o lo dejamos?

--Si tú dices que todo está bien, seguimos. Quiero que tú también te corras.

Sole no era capaz de tragar más de la mitad de la polla de mi padre, según pude comprobar porque no les quitaba ojo de encima.

--Sole me falta muy poco para correrme. Sácatela de la boca que me corra en tu cara.

--¿No te gusta correrte en la boca? Creía que eso era lo que más les gusta a los hombres. Me lo ha contado una amiga.

--A mí claro que me gusta, pero ¿Ya se te han corrido en la boca alguna vez?

--Todavía no porque solo se la he chupado a críos, pero a Carol y a Susi si se les han corrido dentro y quiero hacerlo como ellas. No te importe. Córrete en la boca.

--De acuerdo, pero si no quieres no te lo tragues.

Mi padre le echó la primera corrida del día, abundante, dentro de la boca de Sole, que se lo tragó como pudo. Al momento dio las últimas caladas a su porro.

--¿Te ha dado asco, Sole?

--No, Antonio. No sé si me gusta o no. Sabe algo salado y ácido, pero no me importa seguir tragándomelo.

Cuando me vio recuperada, Raúl quiso hacer las paces conmigo por no haberme avisado de que iba a correrse, para que tomara aire antes de recibir su descarga.

--Perdóname, Carol. Lo siento muchísimo, pero es que me has vuelto loco. Cuando te he visto ante mí, arrodillada, entregada y suplicándome clemencia, me he vuelto loco. Mis sueños se estaban convirtiendo en realidad y ya no fui capaz de controlar mis impulsos. Desahogué las fantasías que había estado acumulando sobre ti cada vez que tu padre me decía cómo crecías y te hacías apetecible. Pero te juro que no volverá a suceder.

--Pues no te haces idea de lo mal que lo he pasado. Casi me ahogas, cabronazo. Me debes una buena ración de coca. Dásela a mi padre. Es más: me la deberías regalar de por vida cada vez que te la pida, si acabo enganchándome.

--Perdona otra vez, Carol. Hacía tanto tiempo que soñaba contigo y con el momento en que te tragarías toda mi polla, como lo hacen tus primas, que cuando al fin supe que mi sueño se hacía realidad perdí completamente el control. Tu padre no dejaba de alimentar mis deseos cada vez que le veía para entregarle material. Siempre me decía lo preciosa que eres, lo buena que te estabas poniendo y que no tardaría mucho en llegar el día en que te podría follar. Claro, él te convencería… si me seguía portando bien y le traía coca de la mejor y a buen precio. En cuanto a regalarte la coca; no habría ningún problema. Pero, Carol: no te enganches. Consume de vez en cuando, en ocasiones como ésta, por ejemplo, pero no te habitúes. No serías feliz dependiendo de ella.

--Joder, papá. Tú sí que eres un cabronazo. Pero un verdadero CA BRO NA ZO, recalqué con énfasis. Resulta que planeabas entregarme a Raúl como moneda de cambio para conseguir la coca a mejor precio. ¿A cuántos más me has ofrecido?, cabrón. Por cierto; Raúl acaba de confesar que soñaba con que yo me tragara su polla “como me hacen tus primas”, ha dicho. ¿Qué pasa con ellas? ¿También follan con Raúl? ¿También se las has vendido?

--Carol; siempre he estado convencido de que, tarde o temprano, acabarías llegando a lo que ahora estás viviendo –tengo la experiencia previa de tus tres primas-. Pero de eso hablaremos luego. Mi impresión se confirmó ayer por la tarde cuando vi tu comportamiento al darte la posibilidad de  que empezases a beber. No lo dudaste. Cada propuesta que te hacía la aceptabas sin reparo. Eso sí; te encargabas de dejarme claro que yo sería el responsable de todo lo que te pudiera pasar. En el fondo estabas deseando explorar el camino que yo te proponía; te justificabas a ti misma para no admitir que te atraían sobremanera las experiencias que se abrían ante ti. Lo vi claro desde el primer momento; en cuanto te acurrucaste en el sofá y permaneciste pasiva ante la exploración que hacía mi mano sobre tu pecho. Qué mejor que hicieras ese recorrido en mi compañía y no en la de cualquier desaprensivo.

--Puede que tengas razón, papá, pero te falta un pequeño detalle. Yo calculaba que algo así podría pasar, aunque no sabía hasta donde podríamos llegar. Pero tenía el deseo de conseguir la Tablet y pensé que dejarte hacer era un buen camino para ello. Yo también jugaba mis cartas.

--Ya me daba cuenta, Carol, pero me venía bien que creyeras que así podías alcanzar tu objetivo. Cada uno de nosotros perseguíamos nuestro fin por un camino diferente que, inevitablemente, acabó confluyendo. Al final ocurrió lo que tenía que pasar y los dos tan contentos ¿O no?

--Si no me quejo, papá. Todo esto me está pareciendo cojonudo. Solo me decepciona que me hayas utilizado con Raúl. Bueno; lo pasado, pasado está. Dejémoslo. Ya me contarás lo de mis primas. Pero, contesta: ¿Solo ha sido con Raúl? ¿A cuántos más me has ofrecido?

--A nadie que no forme parte de la familia. A tus tíos y a tus primos mayores.

--¿Seguro que a nadie más? Mis notas han subido bastante últimamente y yo no estudio ahora más que antes. ¿Quizá a algún profe…? Contesta. Empiezo a dudar de tu sinceridad.

--Bueno, alguien más sí que hay. Pero te prometo que solo a algunas pocas persona; muy escogidas, eso sí. Pero eso es otra historia, que te pensaba contar a su debido tiempo. Raúl ha sido un bocazas y lo ha precipitado todo. Confía en mí, Carol. Ten en cuenta que estás empezando a descubrir un mundo que ni sospechabas que existía. Pero te gustará. Estoy seguro que te gustará. Confía en mí.

--Todo esto es muy misterioso, papá, pero ahora, mientras me lavo un poco en el aseo y me pongo decente, prepárame otro porro y otra cerveza. Necesito recuperarme de todo lo mal que lo he pasado. Deseo progresar en el conocimiento de ese mundo que dices que ni sospecho que existe. Hasta hoy lo que he descubierto es el sexo, el alcohol y algo de la droga, pero deseo ampliar mi actividad. Si lo sigo haciendo, y es con un buen porro, mucho mejor.

--Sigue con tus descubrimientos, Carol. Mantente ojo avizor. Como pista te diré que te vendría bien mejorar notas en las asignaturas de Geografía e Historia. Está a tu alcance que lo consigas. Ya te diré cómo puedes hacerlo.

No quiero dejar de contaros que Susi acabó más o menos como yo: con la garganta llena de leche, pero de una forma más suave porque Luis sí le avisó de que iba a correrse.

Susi y yo fuimos juntas al lavabo.

--Ya verás, ya verás, Carol; creo que esta noche lo vamos a pasar guay.

--¿Mejor que ayer?

--Mucho mejor, Carol. Hay cinco tíos para nosotras tres y cinco pollas son siempre mejor que solo dos ¿No?

--Pues yo no sé si aguantaré con cinco tíos, Susi.

--Dependerá de lo que bebas y lo que fumes. Yo, si tengo a mano cerveza y un buen porro, a medida que me voy colocando más necesito que me den más marcha.

Al volver al salón los “chicos” nos esperaban con más cerveza. Tenían preparado otros porros y nos lo ofrecieron: fumáoslos que tenéis que acabar de colocaros.

--Sole estaba allí un poco cohibida, con su cerveza en una mano y el porro en la otra.

-- Sole, parece que estás un poco asustada, dije.

--Asustada no, bueno un poco. Estoy muy sorprendida porque no me imaginaba esto así. Pensaba que me iban a desnudar, a sobarme un poco y luego a meterme la polla.

--Eso es lo que hacen los críos, Sole. Pero ya ves que todos son hombres de cierta edad. Ellos hacen las cosas de otra manera. Yo como he aprendido con mi padre y mi tío esto no me asusta. Pero se te pasará enseguida. En cuanto te fumes este porro y te bebas un par de copas de whisky te subirás por las paredes. Ya lo verás; te lo dice… Susi.

Las tres les agradecimos su gentileza e hicimos los honores a la cerveza, al tiempo que dábamos cuenta del segundo porro de la tarde/noche, que nos fumamos todas con verdadero deleite.

Al terminarlo, me sentía transportada al séptimo cielo. Era mi segundo porro de la tarde, lo que, por mi total falta de costumbre, me producía unos efectos que podía calificar como devastadores, a la vez que fantásticos.

Mi visión se volvió un tanto distorsionada y perdí parte del sentido del espacio, al extremo de no calcular bien el lugar en que estaba la lata de cerveza; tenía que palpar para conseguir alcanzarla y continuar bebiendo. El sentido del oído también lo tenía algo afectado; percibía los sonidos como si yo estuviera dentro de una campana, oyendo en primer plano las frases que yo pronunciaba, como si las palabras se quedaran en mi interior; el resto de los ruidos eran como un eco lejano, vacío, como si formaran parte de un ambiente independiente, aislado, llegándome bastante amortiguadas. Eso producía el efecto de que, para que me entendieran los demás, yo me expresara a gritos, ya que percibía mi voz como si se produjera fuera de mí, en algún punto lejano y a un nivel audible muy inferior al que me rodeaba.

--¿Por qué gritas tanto? Preguntó Susi.

--Le expliqué cómo percibía lo que me rodeaba.

--Eso es a consecuencia de tu falta de adaptación al consumo de la marihuana. Dos porros casi seguidos es demasiado para una principiante. Estás bajo el efecto euforizante de la droga, pero no temas; se te pasará muy pronto. Yo ya he superado esa fase y ahora todo esto lo disfruto mucho más, sin ningún inconveniente. Es cuestión de tiempo y perseverancia. Si todos los días le dieras unas caladitas a un porro flojito, te habituarías rápidamente.

El caso de Sole era muy diferente. Tenía la mirada perdida y se desplazaba de un lado a otro del salón dando saltos y tropezando con cualquiera de nosotros, como si no nos viera o no estuviéramos allí. Nos ignoraba. No se dirigía a nosotros para decirnos cómo se sentía: lo exteriorizaba con sus gestos y actuaciones. Era como si hablase consigo misma y con una tal Nati a la que le pedía cosas que a mí me parecían raras. Me explicaré.

“No sé qué cojones me habrán dado estos cabrones, pero mira, Nati: estoy volando” “Me siento en el aire” “Me arde el coño; anda méteme más dedos; solo dos no, más, méteme más” a la vez que decía eso intentaba meter sus dedos dentro de su coño. “El chopped, tráete la barra del chopped y métemelo” “Lo necesito” y se revolcaba en el suelo en medio de gritos estentóreos.”

Todo eso lo transcribo de la grabación que hizo Fidel.

Sole tardó casi diez minutos en volver un poco a la realidad y entonces nos aclaró su comportamiento.

--Sentirte volar es parte de los efectos de los porros que te has fumado, le dijo Fidel. Tu falta de costumbre y el haberte fumado dos en poco más de una hora ha hecho que tu “viaje” haya sido demasiado intenso. Pero no te preocupes; a Susi y a Carol también les pasó la primera vez que lo fumaron. Y eso que los tuyos fueron flojitos.

--Pero decías muchas cosas a una tal Nati: Le pedías que te metiera más dedos, que te ardía el coño, que trajera la barra de chopped y te la metiera. ¿Nos puedes explicar lo que significa todo eso, Sole? Preguntó mi padre.

--¿Eso decía? No lo recuerdo. Me parecía volar y como estoy cachonda intentaba masturbarme, pero no recuerdo nada más.

--Pues nosotros no nos lo inventamos. Todos lo hemos oído, Sole. ¿Quién es Nati?

--Os lo explicaré. Nati es mi hermana. Tiene un año menos que yo: 12 años y medio. Está en primero y las dos hace más de un año que nos masturbamos en casa. Nos acariciamos el clítoris y nos metemos dedos en el coño. Yo a ella solo le meto un par de ellos, pero a mí me caben ya más. A veces, cuando estamos solas en casa y sabemos que nuestros padres tardarán en venir cogemos una barra de chopped; la cubrimos con una bolsa de plástico y me la mete en el coño. Por eso hacía un mes que yo quería joder. Quisimos venir las dos a casa de Susi, porque mi hermana también se quiere estrenar, pero mi madre dijo que las dos era demasiado para ir a casa de Susi. Hoy va Sole y si a Susi y su familia no le importa otra semana vas tú, Nati.

--O sea, que tu hermana también quiere joder cuanto antes ¿No?

--Eso es, Susi.

--Pues tendrá que esperar un par de semanas, hasta que vuelva a estar con mi padre. Pero entonces estaremos ya de vacaciones. Las dan la semana que viene.

--Vale; de acuerdo sois unas hermanas cachondas y deseando follar, pero yo también estoy tan cachonda como tú o más, dije yo. Así que ¿Jodemos ya? A que esperamos.

--No te preocupes, Carol –dijo mi padre-. No tengas prisa. Claro que joderemos todos; y enseguida: en cuanto te tomes un par de whiskys y esnifes una rayita de coca lo pasarás en grande. Ya sabes cómo te pones cuando bebes y te drogas un poquito. Eso sirve también para Susi y Sole. A beber y a joder.

--Yo nunca he bebido cosas tan fuertes, dijo Sole.

--Pues hoy vas a hacerlo, y te va a gustar. Si no bebes no jodes, la incitó Susi.

--Vale dijo Sole. ¿Quién va a joderme?

Quedamos en que sería el padre de Carol, si no te da miedo la polla que tiene.

--Que va. Los porros me han puesto a mil y estoy loca por tenerla dentro. Ah, y no me importa que miréis.

Mi padre fue a la cocina y trajo un vaso de plástico con Baileys y le dijo a Sole que lo bebiera.

--Está rico, dijo. Muy suave y dulce. Sabe a bombón.

--¿Quieres otro?

--Bueno.

Le llevó un segundo, pero en ese le puso ya la mitad de whisky.

--Este es más fuerte, pero también me gusta, dijo a la vez que se lo bebía casi sin respirar.

--El próximo será solo de whisky. Veremos si te gusta tanto.

--Este sí es fuerte, dijo Sole torciendo el gesto cuando lo probó.

--No te lo bebas todo ahora. Hazlo poco a poco a la vez que te voy jodiendo.

El polvo del desvirgue de mi padre a Sole apenas duró diez minutos, ya que su coño estaba algo dilatado. Eso sí, cuando mi padre arremetía contra ella con una embestida brusca y hasta el fondo, Sole chillaba como una cerda a la que están degollando, pero no se quejaba. Gritaba de gusto y pedía más.

--¡Joder! Esto es cojonudo. Métemela fuerte, cabrón. Hasta el fondo. Me duele pero no importa. Dame más caña. Esto es mucho mejor que el chopped. Lo que se pierde mi hermana.

--Pues todavía te falta lo mejor, la dije yo.

--¿Sí? ¿Todavía hay algo mejor? Pues claro. Ya verás cuando se corra mi padre dentro de tu coño. Entonces sí que vas a disfrutar.

--¿Se va a correr dentro? Me puedo quedar preñada.

--Claro, pero yo ya me he preñado dos veces y he abortado. Lo haces tú también y en paz, dijo Susi. Pero no te puedes perder una buena corrida en el coño.

--Y también te la van a meter luego los demás, así que lo vas a pasar guay. Vas a flipar, Sole.

--Bueno, hacedme lo que queráis. Mi hermana si que va a flipar cuando se lo cuente.

--Pues te la traes un día y se lo hacemos también a ella, dijo mi padre. Prepárate que me voy a correr ya.

--Dame, dame más fuerte, mamón. Yo también voy a correrme. Así, así, más fuerte, métela de golpe toda hasta el final. Me quiero correr. ¡¡Ya me estoy corriendo!!

Sole daba saltos o lo que se parecía sobre las mantas que habíamos puesto en el suelo, gritando sin parar.

--¡¡Cojonudo!! ¡¡Esto es cojonudo!! Venga tío; ahora córrete tú. Quiero tu leche en mi coño.

--Allá voy, Sole, dijo mi padre, al tiempo que enterró su polla hasta el fondo del coño de Sole con un brutal empujón y la mantuvo inmóvil en el suelo mientras regaba su vagina con sus calientes chorros de semen.

Unos minutos después, ya recuperada del esfuerzo, Sole, todavía sudorosa, se bebió el resto del whisky, y mi padre le renovó la ración con una nueva copa.

Toda la escena quedó convenientemente registrada por la cámara que manejaba Fidel.

Los nuevos invitados, Luis y Raúl, junto con mi padre, pasaron a la fase de recuperación, ya que hacía poco tiempo que habían tenido una buena corrida, así que pasamos a ser “víctimas” de Javier y Fidel, al tiempo que mi padre quedó libre para encargarse de la “intendencia”: procurar que no nos faltase bebida o lo que le pidiésemos. También descansó Sole. Bueno, descansó su coño, porque no dejó de beber whisky bajo la supervisión de mi padre.

Entre Susi y yo acordamos no ceder la exclusiva del sexo a ninguno de ellos. Compartiríamos todos sus deseos, de forma que nos podrían utilizar a cualquiera de las dos a su capricho, indistintamente o al mismo tiempo. Follarían a la que más les apeteciera en cada momento y pasaríamos de una polla a otra cada vez que nos lo pidieran, hasta que los cuatro nos hubiéramos corrido y satisfecho por completo nuestras apetencias.

A consecuencia de la “complicada” experiencia sufrida al final de la mamada que le hice a Raúl, decidí empezar chupándole la polla a Fidel, garantía de que recibiría de su parte un trato de lo más “gentil”.

Puse boca a la obra. Comencé con una suave lamida a lo largo y ancho de su glande, bajando por el tronco hasta encontrar su raíz, salivando en abundancia. Repetí la operación unas cuantas veces, al tiempo que daba buena cuenta de mi lata de cerveza. Al poco rato su polla estaba completamente cubierta de babas, que permitían su fácil deslizamiento en el interior de mi boca.

A la vista de ello me atreví a profundizar más en la penetración y pronto logré la completa introducción de su verga en mi cavidad bucal, hasta conseguir estrellar la punta de mi nariz en el bajo vientre de Fidel. Era imposible que me la metiera más adentro. Consideré entonces que ya había recobrado toda la confianza en mi capacidad de tragar y decidí atreverme con la polla de Javier, el padre de Susi, considerablemente más gruesa que la de Fidel.

Javier fue muy agradable y considerado conmigo al decirme que tendría en cuenta mi juventud y poca experiencia -tranquila, Carol, no voy a lastimarte, dijo- y me proporcionó una follada bucal que se podría calificar de campeonato.

Conseguir engullirla por completo me exigió un gran ejercicio de perseverancia y dedicar casi media hora a un continuo mete y saca, procurando alcanzar una mayor profundidad en cada intento. A lo largo del ejercicio fueron varios los accesos de náuseas que sufrí, y un par de pequeños vómitos, pero al fin conseguí el objetivo: Javier enterró sus más de 20 ctm de polla en mi boca y garganta.

Las cervezas y los porros me habían puesto en órbita; me sentía etérea; no tenía sensación de mi peso corporal; era como si estuviera flotando en el salón y tenía el coño mojadísimo. No podía esperar más. Deseaba ser jodida inmediatamente. Me coloqué a cuatro patas en el centro del salón, apoyada sobre los codos para ofrecer el coño y el culo en pompa y más accesible. Empecé a gritar como si estuviera poseída.

--¡Estoy cachondísima! ¡Quiero que llenéis mi coño con vuestras pollas! ¡No quiero dejar de joder en toda la noche! ¡Vamos, cabrones, folladme sin descanso!

Javier y Fidel se turnaban, metiendo su polla en mi coño alternativamente, de manera que siempre tuviera una polla bien dentro. Fidel pasó a ocuparse de Susi y el padre que estaba libre de follarme se ocupaba de la intendencia.

Durante casi una hora no hubo un solo minuto que no tuviera una buena polla metida hasta el fondo del coño. Al tiempo que hacía continuas visitas a una botella de vermut que mi padre me acercó, diciendo que el vermut es más suave y flojo y que el whisky lo reservase para después. Bebía pequeños sorbos para evitar emborracharme muy rápido.

Al final, decidí que debía lanzarme “a tumba abierta” y le pedí a mi padre que me permitiese beber un poco más a lo bestia y fumarme otro porro. Quería estar drogada hasta el culo, porque luego quería eso: que me rompieran el culo, lo mismo que veía que estaba haciendo Fidel con Susi.

--Otro porro es demasiado, Carol. Mejor sería que  esnifases una rayita de coca. Evitará que te emborraches y luego no tendrás que recuperarte de la borrachera.

--De acuerdo. Prepárame una buena raya, pero deja que me fume también el porro. Lo necesito ya.

--Javier se puso a follarme a lo bruto, a la vez que mi padre preparaba un porro muy ligerito para mí.

Cuando me lo entregó me lo fumé con ansiedad; le di caladas profundas y muy seguidas, al tiempo que no dejaba de beber vermut. Me duró apenas cinco minutos.

--Vamos, Carol, dijo Javier. Prepárate que ahora me toca a mí follarte, mientras tu padre te prepara la cocaína.

Me puse a cuatro patas en el suelo apoyada en los antebrazos y con el culo en pompa para facilitar la entrada en mi coño de la gruesa polla de Javier. Inmediatamente sentí en mi interior su gran verga, dilatando mi vagina una barbaridad, -todavía la tenía un poco resentida de la noche anterior-. El porro me ayudó a soportar el dolor y al poco rato mi padre me dijo que ya tenía la raya “a punto”.

Colocada como un perrito, con el pollón de Javier bien dentro, -me destrozaba el coño con cada embestida-, yo estaba incapacitada para esnifar la coca, a no ser que dejara de follar. No hizo falta. Con la ayuda de mi padre, que sostenía ante mí el espejito con la coca y me ponía el canuto en la nariz, esnifé la rayita casi de un tirón,  sin que Javier me sacara la polla del coño, a la vez que veía como Susi se estrenaba también con la coca, ayudada por Raúl que la enseñó cómo la tenía que esnifar.

A partir de ese momento todo fue un completo y total desmadre por mi parte. Los tres tíos me follaron sin compasión, uno tras otro. Su polla entraba y salía de mi coño sin cesar y yo no tenía ni puta idea de quién era el que me follaba, ya que me había colocado como una perra salida, en medio del suelo del salón y ellos metían su polla por detrás de mi culo que se ofrecía en pompa. Al poco la cocaína se unió al porro y sus efectos se multiplicaron, debido a la considerable cantidad de vermut y cerveza que había bebido, y empecé a desvariar.

--¡¡Quiero ser una puta y estar follando toda mi vida!! Al que me haga correrme le regalaré mi culo para que me lo rompa. ¡¡No dejéis de follarme en toda la noche!! ¡¿Quién es el que me la mete ahora?! ¡¡Casi no la noto!! ¡¡Quiero una polla más gorda; bien dentro, de golpe y hasta el fondo!!

--Prepárate, Carol, que voy a correrme.

--¿Quién es el cabrón me lo dice? No sé quién me está  jodiendo ahora.

--Soy Javier y voy a llenar de leche tu puto coño.

--Yo soy tu padre, Carol. Mientras Javier te llena el coño de leche yo voy a meterte un dedo en el culo, para que se vaya dilatando y no te duela mucho cuando te meta la polla y te desvirgue el ojete. Javier dice que debo tener el honor de ser yo quién te estrene también el culo. Luego, si es que te animas, te la meterán Javier y Fidel, también por detrás. Pero te estás olvidando de Raúl y de Luis. ¿Te atreverás también con ellos?

--Creo que me atreveré con todos vosotros, pedazo de cabrones. Pero eso dependerá del efecto que me haga la coca y la cantidad de whisky que luego me dejes beber. El vermut se me acabará pronto. Ya he bebido casi la mitad de la botella.

--Podrás beber todo el que seas capaz de aguantar, Carol. Te va a hacer falta, porque te aseguro que te dolerá mucho cuando te la metamos por el culo.

--Pues, venga Javier, cabrón. ¡¡Córrete de una puta vez!! Espero que me llenes de leche. A lo mejor hasta me dejáis preñada esta misma noche.

Javier follaba mi coño como un bárbaro, con fortísimos golpes de su polla en lo más profundo de mi vagina, que me producía un dolor muy agudo –luego supe que era que su polla impactaba en el cérvix-. Tras unas cuantas embestidas más sentí sus chorros de semen inundarme por completo el coño, al tiempo que yo me convulsionaba en un tremendo orgasmo.

No pasó más de un minuto, el suficiente para beberme un buen trago de vermut, cuando sentí que mi padre inició su tarea de romperme el culo.

Primero metió un dedo en mi interior y se entretuvo en hacerlo deslizar dentro y fuera; pronto el primer dedo fue acompañado por otro. Eso fueron palabras mayores, ya que el dolor era muy agudo y constante. Pero no acabó ahí mi sufrimiento. Al segundo dedo no tardó mucho en unirse un tercero. Los tres dedos comenzaron con la demolición de la resistencia de mi esfínter, entrando y saliendo una y otra vez de mi agujero.

Mi padre intentaba suavizar la operación a base de untar mi zona anal con una pomada que, al tiempo que ejercía un efecto lubricante, mitigaba en algo el dolor que me producía admitir en esa parte tan delicada y sensible de mi anatomía el grosor de dos o tres dedos de un adulto.  Ni siquiera las frecuentes visitas de mi boca a la botella de Martini conseguían evadirme de ese sufrimiento. Solo los efectos del alto nivel de drogas que tenía en el organismo me permitieron soportar ese tormento.

Cualquiera que observase la escena sin haber tomado parte en ella, diría de mí algo así: esa chiquilla está hasta el culo de droga. Y tendría razón, ya que desde las siete de la tarde había consumido un par de cervezas, me había fumado tres hermosos porros, ayudada, eso sí, por Susi en alguno de ellos y había esnifado una raya de coca.

Por esa razón y perdida totalmente la noción de lo que me rodeaba, yo no cesaba de dar viajes al Martini y seguía animando a mi padre a que concluyese definitivamente su labor.

--¿Me queda mucho de este martirio? Acaba de una puta vez, cabrón y métemela por el culo de una jodida vez.

--Agarra la botella y no la sueltes, Carol. Bebe cuanto quieras porque ahora te voy a meter la polla. ¿Sigues pensando que deseas que te sodomice?

--¿Eres gilipollas o qué? ¿Es que no lo he dicho antes? ¡¡Quiero ser una puta toda mi vida!! ¡¡Beber, drogarme y joder sin descanso!! Así que: adelante. ¡¡Rómpeme el culo de una puta vez!! Grité, completamente descontrolada.

--Pues allá voy. Bebe, que te va a hacer falta.

--Pero papá; si ya estoy borracha. Siento que hablo con mucha dificultad pero, ¡Por lo que más quieras! ¡No pares ahora! Me has hecho sufrir mucho preparándome y si no me metes la polla no me habrá servido de nada.  Espero aguantar. ¡¡Métemela rápido!! ¡¡No me hagas sufrir más!!

--A la de tres te la meteré. Una; dos, tres: ¡¡¡Toma!!!

Al tiempo que oí el tres sentí un enorme dolor en el culo. La polla de mi padre se abrió camino en mi interior, y fue como si una barra de hierro ardiente me taladrase. Creí notar que los huesos de la pelvis se me separaban, como si me los apartaran muy a lo bestia. Pensé que me partía en dos mitades, una a cada lado de su polla. Me produjo el dolor más insoportable que había sufrido nunca. Agarré la botella de Martini y de un solo trago vacié lo poco que le quedaba.

--¡¡¡Cabróóóóónnnnnn!!! Me estás destrozando el culo. ¡¡¡Meeeee dueeeleeee muuuuccchhhhoooo!!! ¡¡¡Sácamela!!!

Mi padre sacó su polla de mi culo. Susi le hizo una foto con su móvil y me la enseñó.

Cuando solté la botella de vermut, completamente vacía, miré el móvil. ¡Qué enorme agujero tenía! Estaba muy abierto y tenía todo el borde circular completamente rojo. También era muy roja la parte que se veía del interior.

--Si quieres lo dejamos, cariño, pero lo peor ya está hecho. De ahora en adelante te dolerá cada vez menos y luego empezarás a disfrutar.

--Creo que ya estoy muy borracha, papá, pero no quiero que la cosa se quede a medias. Me he bebido toda la botella de vermut y no sé si podré beber más, pero estoy dispuesta a seguir hasta que me folléis el culo los cinco. Os lo había prometido.

--Eso ahora ya no importa, Carol. Solo seguiré si de verdad es lo que quieres. Ya tendrás otra ocasión para que te rompamos todos el culo.

--Con todo lo que ha dolido no sé si me atreveré de nuevo a intentarlo. Ha sido terrorífico, papá.

--Claro que te atreverás Carol. Todo dependerá de la cantidad de alcohol y de drogas que hayas tomado antes.

--Bueno, si tú lo dices. Pero ahora aprovecha que sí que estoy borracha y bien drogada y córrete dentro. Quiero experimentar qué se siente cuando te corras en mi único agujero en el que aún no te has corrido.

Mi padre volvió a la carga y sus palabras eran ciertas. Cada vez me dolía menos y me gustaba más.

--Vamos, sigue, cabrón, le decía. ¡Córrete dentro de mi culo! Y le seguía estimulando, hasta que se corrió y yo le acompañé con un interminable orgasmo.

Luego me jodieron Fidel y, por último, Javier. Más o menos fue lo mismo, pero con mucho menos dolor y algo más de placer, aunque disfrutar de ello no llegué a hacerlo.

Javier sí me hizo sufrir de nuevo. Su polla, bastante más gruesa que la de mi padre y Fidel, volvió a abrirme de par en par el agujero y repetí la experiencia de la primera de las metidas de mi padre.

--¡¡¡Me deeeestrooozzzaaaaassss!!! ¡¡¡Hijo de puta!!! No sigas, no sigas.

--Lo siento pero ya no hay vuelta atrás, Carol. Has de sufrir primero si quieres gozar después, me decía, a la vez que no dejaba de meter y sacar su pollón de mi culo. Sin sufrimiento no hay gloria. Recuérdalo.

--Pues entonces, ¡¡¡¡Sigueeeee y no pareeees!!!! Soy una jodida puta y con las putas no se  tiene compasión. Me estoy corriendo otra vez, Javier ¡¡¡Esto es la gloriaaaa!!! Qué gusto, no paro de correrme. Dame más leche, cabrón.

Pronto recibí la segunda descarga de semen de Javier, esta vez en mi culo, y al fin me derrumbé.

--Papá: estoy completamente borracha. Creo que voy a desmayarme, dije tras ver el enorme agujero en que mi culo se había convertido tras recibir la polla de Javier. Y aún me quedan Raúl y Luis. No creo que pueda soportarlo.

--Puedo darte otro poco de cocaína. Eso te recuperará.

--¿Si esnifo otra raya podré seguir jodiendo y bebiendo?

--Creo que sí. He visto a chicas de tu edad esnifar dos o tres rayas y no parar de  joder a lo largo de toda una noche. Pero no te conviene beber mucho más. Son más de las 12 de la noche y tienes que recuperarte bien para que mama no se dé cuenta de nada cuando vuelva mañana. A lo sumo un par de vasitos de whisky.

--De acuerdo, papá. Prepáralo todo y continuamos. Hoy quiero aprovechar al máximo. ¡Cualquiera sabe cuándo lo podré repetir!

--¿Tanto te gusta, Carol? ¿Tan cachonda estás? Me preguntó Susi. Yo no lo podría aguantar.

--Yo también alucino, añadió Sole, que había estado contemplando todo con una cara de asombro inaudito.

--Lo he cogido con muchas ganas: es verdad. Acabo de descubrirlo, pero es que joder y beber me vuelve loca. Tú tienes las sesiones con tu padre y tu tío cada dos semanas y con los chicos del insti cada vez que te apetece. Yo no tengo ni idea de cuándo lo podré repetir. Con mi madre en casa, esto es imposible.

--Si tú quieres y a tu padre no le importa, yo puedo recomendarte a alguno de mis amantes. Los hay que son muy discretos y todos follan de maravilla. Podrías joder con ellos durante la semana, añadió Susi.

--¿Has escuchado a Susi, papá? Me dejarías hacerlo.

--Tienes mala memoria, Carol. No hace falta que me preguntes. Ya sabes que sí. A partir de ahora eres libre de hacer con tu cuerpo lo que te salga del coño.

--Joder, Antonio, dijo Susi. Yo creo que Carol no está pensando en lo que le salga del coño, precisamente, más bien estará pensando en lo que le pueda entrar en el coño: ENTRAR EN EL COÑO, NO SALIR. ¿Lo has entendido, papá?

--Eres una cachonda, Susi. Me parece que las dos os vais a compenetrar cojonudamente.

Mi padre terminó de prepararme una minúscula raya de coca.

--Con esto debes tener suficiente para rematar la fiesta, Carol. Ya no habrá más. Solo un poco de whisky cuando termine todo.

Yo la esnifé sin demora y ofrecí mi culo a Raúl.

--Cariño, -me dijo-, voy a procurar no hacerte daño. Te debo una reparación por lo que te hice sufrir hace unas horas, cuando casi te asfixio.

--No te preocupes, Raúl. Eso ya está olvidado. Quiero que me la metas bien metida y que disfrutes. Lo que me debes es la cocaína que te pida cuando sea mayor y te la reclame. Me parece que la voy a necesitar muy a menudo. Me gusta mucho cómo me pone.

En menos de quince minutos Raúl estuvo dándome por el culo. No me dolió gran cosa, pues ya lo tenía muy dilatado debido a la polla de Javier.

Cuando Raúl se corrió me bebí un vasito de whisky que mi padre me había preparado y animé a Luis para que él pusiera fin a mi aventura sabatina.

--Vamos, Luis. Es tu turno. Ya has visto que soy capaz de aceptar todas vuestras pollas, pero hazlo pronto porque siento que la cabeza empieza a darme vueltas.

Mientras Luis me follaba el culo mi padre me acercó el segundo vasito de whisky, que me bebí con mucho gusto. Luis fue más rápido que Raúl y se corrió enseguida.

Era más de la 1 de la madrugada del domingo.

Casi de inmediato se me aflojaron las piernas y quedé derrumbada en medio del salón balbuceando incoherencias, presa de una considerable borrachera. Varias cervezas, una botella de vermut y dos vasitos de whisky tuvieron la culpa. Eso sin contar los porros y las rayitas de coca.

No fui la única, como pude ver en la grabación de Fidel. Mientras me dieron por el culo los dos últimos, Sole se había escurrido hasta la cocina y había vuelto al salón con la botella de whisky en la mano.

Como todos tenían su atención puesta en mí no vieron que Sole daba continuos tragos de whisky y cuando vio que me desmayaba ella le dijo a mi padre.

--Antonio; yo también estoy muy borracha. Me gusta el whisky y he bebido mucho. Creo que también me voy a desmayar, como Carol.

Susi fue la que sacó buen partido de las corridas que me habían echado en el culo. Se puso a lamérmelo con ansia, recogiendo con su lengua cuanto semen rezumaba, con la ayuda de Sole, arrastrándose, había llegado donde estaba yo, y la imitaba lamiendo también mi culo.

Cuando Susi y Sole terminaron, estaba completamente exhausta y dormida. Mi padre me subió a mi habituación y me acostó para que durmiera la borrachera, acompañada por Sole que no resistió más su ingesta de whisky.

Ellos continuaron con la fiesta. Los invitados dieron por el culo a Susi, que continuó bebiendo cerveza, fumando porros y follando con los cinco.

A las tres de la mañana mi padre los llevó a su casa.

Así acabó el fin de semana del 7 al 9 de Junio de 2013 en el que mi vida dio un giro radical.


Este capítulo ha quedado algo largo; me resultaba complicado cortarlo porque creo que las acciones merecían no acelerarse. Deseo que, si has llegado hasta aquí, te haya merecido la pena.


Aquí no terminan las aventuras de Carolina. En el próximo capítulo planea con su padre estrategias de futuro muy sabrosas.