Carolina

basada en una canción que escuché hace tiempo.

La dulce niña Carolina, no tiene edad para hacer el amor, su madre la estará buscando o eso es lo que creo yo. No puedo echarla de mi casa, me dice que no tiene donde dormir, después se mete en mi cama, esto es mucho para mí. Esa va a ser mi ruina, pequeña Carolina, vete por favor. Carolina, trátame bien, no te rías de mí, no me arranques la piel. Carolina, trátame bien o al final te tendré que comer. No queda en la ciudad esquina, tras la que yo me pueda esconder, siempre aparece Carolina, con algún tipo de interés. La reina de las medicinas que no se venden en farmacia legal, vinagre para las heridas, dulce azúcar al final. El diablo está en mi vida, pequeña Carolina, vete por favor Carolina, trátame bien, no te rías de mí, no me arranques la piel. Carolina, trátame bien o al final te tendré que comer. Dulce niña Carolina

En un colegio, durante el recreo, varias chavalas salían sonrientes, tenían una cinta métrica en la mano.

-¡me han crecido dos centímetros! – decía una alegre.

-¡a mi cuatro! – decía otra con alegría.

-¡y a mi la vergüenza de veros como ñiñatas! – decía una chica rubia que estaba frente a ellas.

-¡Carolina! Joder, nos has asustado – decía el grupo al unísono.

-huy, las niñas se han asustado, tienen que ir a sus camitas para abrazarse a sus peluches – decía Carolina de forma burlona.

Carolina era una chavala muy desarrollada para su edad, todas sus amigas la envidiaban y la admiraban, no solo por su carácter atrevido, sino por su físico de infarto, un físico que atrajo la mirada de varios hombres.

-¡no todas tienen tu cuerpo de diosa! – decía una de las chicas disgustada.

-no lo digo por eso, venid conmigo al baño – decía Carolina.

Todas se reunieron con ella, Carolina, al ver que estaban todas, se sacó de su escote un cigarrillo y lo encendió para fumar, todas admiraban la naturalidad con la cual disfrutaba ese placer prohibido.

-¿para que nos has reunido? – preguntó la chica disgustada.

-chicas, he decidido dejar de acostarme con peluches y empezar a acostarme con hombres – decía Carolina con naturalidad.

Las chicas enmudecieron, Carolina adoraba que reaccionaran asi.

-bueno, n-no es tan malo dormir con los padres – decía tímidamente una de las chicas.

Carolina la miró de forma intimidatorio, se acercó a la chica y le dijo al oído.

-nunca he dormido con mis padres, ni pienso hacerlo, lo que he querido decir es que me voy a la cama con un hombre y no para dormir.

-¿y con cual de nuestros compañeros de cole lo harás? – decía una de las chicas temerosa de que el elegido sea su amor platónico.

Carolina rió con ganas, cuando dejó de reír dijo.

-¡¿esos alfeñiques?! ¡Que va! Pienso hacerlo con alguien experimentado, con un adulto!.

Las chicas enmudecieron de nuevo, Carolina se quedaba extasiada al verlas.

-¿d-de verdad lo harás? – decía una de las chicas.

-después de estas vacaciones de semana santa, seré toda una adulta y os traere la prueba de ello – decía Carolina sonriente.

Los ojos de las chicas la miraban con admiración.

-¿vas a ir a una discoteca? – preguntaba una de las chicas.

-no, ya tengo una presa, alguien que le tenia ganas desde hace tiempo – decía Carolina pensando.

Eleuterio le pitaban los oídos, ¿alguien hablaba de el? Él era guardaespaldas y muy cotizado, había trabajado para mucha gente importante y le apodaron el hombre sin miedo.

Levantaba sus pesas con ganas, tenia que mantener un físico impecable, ahora estaba retirado del servicio debido a que había abatido a un encapuchado que intentaba secuestrar a la hija del empresario que escoltaba y estaban investigando si era o no necesario.

Pero sus forzosas vacaciones pronto serán problemáticas.

En el ascensor, Carolina tenia una camisa con una falda muy larga, no le gustaba esa prenda, pero sabia que sus padres no le permitirían ir a verlo de otra forma, cuando subió en el ascensor, rápidamente se despojó de la ropa hasta quedarse desnuda, cogió sé su maleta un top, un tanga, unos pantalones muy cortos y unas zapatillas deportivas que se puso a toda velocidad y se pintó los labios, se miró al espejo.

Una larga y ondulada cabellera rubia con unos labios medianos de color rojo carmín, un top que mostraba la parte de abajo de sus pechos, un abdomen duro con un piercing en el ombligo y el tatuaje de un halcón en el bajo vientre, sus pantalones tenían dos botones desabrochados y denotaban un trasero respingón, sus largas y torneadas piernas acababan con unas viejas zapatillas deportivas.

-el toque final – decía Carolina colocándose unas gafas de sol tapando sus ojos verdes.

-perfecto – decía Carolina para sí.

Al abrirse la puerta del ascensor, ella salió contoneándose arrastrando su maleta con ruedas, segura de sí misma, tocó el timbre.

-¡no me interesan enciclopedias! – decía Eleuterio gritando.

Vaya, que necesitado está, pensaba Carolina mientras tocaba de nuevo el timbre.

Eleuterio abrió violentamente la puerta mientras gritaba.

-¡no quiero libros, religiones o promociones telefónicas! ¡Fuera!.

Carolina se asustó al principio, pero al ver los músculos de Eleuterio se quedó con la boca abierta.

-¡que maromo! – decía Carolina débilmente.

Eleuterio miró abajo, Carolina era más pequeña que él.

-¿quién coño eres tu? – decía Eleuterio.

-tío – dijo Carolina quitándose las gafas siguiendo la línea de los ojos – soy tu sobrina Carolina.

-vaya, lo siento, pero no creo que sea momento para una visita – decía Eleuterio.

-¡no puedes dejarme fuera! ¡Mis padres se han ido de viaje! ¡No tengo a donde ir! – decía Carolina poniendo cara de pena.

Parece que se ha escapado de casa, pensaba Eleuterio, la dejó pasar y se dirigió al teléfono, su hermana debe de estar rastreando toda la ciudad para buscar a su hija, tenia que avisarle.

-¡hola hermano! ¿Cómo te va? – decía su hermana por la línea telefónica.

-hola, te llamaba sobre Carolina...

-¡ya ha llegado! ¡Que rápida! Tengo que darte las gracias por ocuparte de ella, pensaba que debido a que faltaba un asiento en el avión se fastidiarían las vacaciones a Australia, pero Carolina me dijo que te ofreciste a acogerla, debe darle miedo los viajes largos – decía su hermana.

-¡¿qué?! ¡Un moment... !.

-perdona, nos llaman para embarcar ¡gracias de nuevo! ¡Te debo una! – decía su hermana.

-¡oye no cuelgues! ¡No...! ¡Mierda! – decía rabioso Eleuterio.

Carolina no estaba y la puerta de su dormitorio estaba abierta, fue directo allá para decirle cuatro cosas.

Pero cuando entró en el dormitorio, vio a su sobrina acostada de forma muy sensual en la cama, se había esposado ambas manos a la espalda con unas esposas que había encontrado.

-tío, he jugado con eso, pero no se como quitármelo ¿me ayudas? Me siento tan atrapada y tan indefensa, tan poseible – decía Carolina con una actitud sexy.

Eleuterio se excitaba ante esa visión, pero se golpeó la cara y cogió las llaves de su mesa de noche, dio gracias a que las esposas estaban fuera y no en el cajón, donde ocultaba su arma.

-nunca vi una pistola tan enorme, debe ser muy potente – decía Carolina sensualmente.

Eso encogió el corazón de Eleuterio ¡Carolina había visto su pistola! ¡Tal vez la haya tocado! Agarró a Carolina aún esposada y le dijo.

-¡no vuelvas a tocar mi arma! ¡¿Estamos?! ¡Podría matarte! – decía angustiado Eleuterio.

-no me interesan las pistolas de la muerte, prefiero las pistolas de la vida – decía Carolina acariciando el paquete de Eleuterio con su pierna.

Eleuterio, alarmado, lanzó boca abajo a Carolina y le quitó las esposas mientras ella decía.

-¡¿t-te gusta tan violento?! – decía Carolina sensualmente.

Eleuterio tenia ganas de apretarle las esposas, pero se contuvo, la miró a los ojos y le dijo.

-escucha niña, ya que no tendremos más remedio que vivir juntos vas a seguir unas reglas, la primera, no tocar ninguna arma de fuego, la segunda, no me ocasionarás problemas, la tercera... ¡mírame a la cara! ¡Joder! – decía Eleuterio cabreado.

Carolina estaba mirando el paquete de Eleuterio, pero puso sus ojos en la mirada marrón de su tío.

-bueno, la tercera, no me mires "ahí" – decía Eleuterio.

-¿ahí? – preguntaba Carolina señalando la mesita de noche que había la pistola.

-¡no! ¡Ahí! – decía Eleuterio cabreado señalando sus genitales.

-¡lo siento! Pero creo que ocupan un 8% de tu cuerpo, de cada cien encuentros, ocho serán mirándote "ahí" y si no, no tenerla tan grande – decía Carolina.

Eleuterio sentía ganas de darle una bofetada, pero se contuvo.

-en resumen, aquí te portaras bien y obedecerás mis ordenes, ahora ¡quítate esa ropa tan vulgar y ponte algo decente! – decía Eleuterio de forma autoritaria.

-¿¡Quuueeee!? – decía alarmada Carolina.

-¡AHORA! – dijo Eleuterio como un instructor militar.

-esta bien, amo – decía Carolina mientras se quitaba el top.

Eleuterio alarmado agarró de forma instintiva la sabana de su cama y la tapó con ella.

-¡delante de mi no! ¡Joder! – decía Eleuterio alarmado.

-joooo, haberlo dicho antes – decía Carolina mientras se iba.

Eleuterio se calmaba, esto fastidiaba sus planes, tenia que hacer obligaciones de tío, lo primero desmantelar sus armas para que no haya accidentes, tal vez tenga que darle dinero para que ella vaya de compras, mirándolo por el lado bueno, tenia que protegerla, ser su guardaespaldas, guardar las espaldas del tesoro de su hermana, un ejercicio practico para no oxidarse.

-¡ya esta! – decía Carolina mostrando una minifalda recortada y una camisa transparente.

La cara de Eleuterio era un poema, podía ver sus pechos perfectamente.

-¡ponte otra cosa! – decía entre el enfado y la sorpresa.

Carolina se fue disgustada, pero volvió con unos pantaloncitos y una camisa llenos de rotos que mostraban zonas "sensibles" de su cuerpo.

-¡¿no tienes otra cosa?! – preguntaba Eleuterio disgustado.

-¡¿qué quieres?! ¡¿qué vaya desnuda?! – se quejaba Carolina.

Eleuterio fue bufando hacia la maleta de Carolina y encontró entre prendas atrevidas el unico vestido decente, provocándole a la joven una mueca de asco.

-¡cambiate! – decía Eleuterio con autoridad.

Pero cuando Carolina empezaba a desnudarse delante de su tio, Eleuterio se fue corriendo y cerró la puerta.

-¡Dios mio! Pero si antes era una niña dulce e inocente ¿cómo coño se ha convertido en un putón verbenero? – decía Eleuterio sudando.

Y lo peor, era una chica muy bien desarrollada y sabia como tocar su fibra sensible, mañana mismo, tiraría toda la ropa de esa niña y irían juntos de compras a buscar algo más decente, Carolina apareció diciendo de forma sugerente.

-¿puedo dormir contigo?.

-¡duermes en el sofá! ¡y deja de seducir! Niñata – decía Eleuterio cabreado.

-¡no soy una niña! – decía Carolina disgustada.

Pero los ojos llenos de odio de Eleuterio la intimidaron.

-escucha, niña, en el cajón de la izquierda de la tele hay dibujos animados, míralos y duérmete, ¡entendido! – decía Eleuterio.

-e-esta bien – decía Carolina temblando y con los ojos llorosos.

Eleuterio respiró aliviado, se fue a su baño y después de despojarse los pantalones se dio una ducha fría, estaba satisfecho de ponerla en su sitio, ahora estará mirando mazinger z, transformers, Blood the last vampire y otros dibujos japoneses o americanos.

De repente recordó una cosa, ¿dijo izquierda? ¡en la izquierda guardaba dibujos animados hentai!.

Salió corriendo de la ducha con tropiezos y al llegar a la sala donde estaba Carolina, la vio acariciándose mientras sus ojos absorbían las morbosas escenas de los dibujos que veía.

Entonces Carolina lo vio, Eleuterio se miró ¡estaba desnudo!

Carolina se recostó y bajándose lentamente los pantalones y abriendose de piernas de forma sugerente le dijo.

-estoy preparada.

Eleuterio se fue del lugar y se agenció unos pantalones y al regresar, quitó la película y le dijo.

-tu duerme a la cama, yo al sofá – decía Eleuterio sintiéndose algo culpable por el equivoco.

-¡¿toda la cama para mi?! – decía alegre Carolina.

-si, quitaré mi pistola, es mi forma de disculparme por equivocarme de cajón – decía Eleuterio.

-¡que va! ¡he aprendido posturas muy interesantes! ¡mañana las practicaré contigo! – decía Carolina sonriente.

-¿cuánto tiempo te quedaras aquí? – decía Eleuterio con temor.

-hasta el lunes por la noche, que es cuando vuelven mis padres – decía sonriente Carolina.

¡santo cielo! Y estamos a miércoles por la noche ¡¿he de aguantar a esa pesadilla durante cinco días?!.

-buenas noches – decía Eleuterio con algo de temor.

Mientras Carolina se iba a la cama, decía para si.

-si, esta como un tren, pensaba que lo haríamos esta noche, pero será divertirlo "domarlo" mañana mismo comenzará la diversión.