Carnavales Eran Los De Antes - 1 - El nacimiento

Es la historia del nacimiento de una travesti. Y las aventuras sexuales que esta situación origina.

Nací en una familia de clase media. Compuesta por mis padres, Laura, mi hermana un año y medio mayor, dos hermanitos pequeños, y yo, que soy Marcelo. Para el tiempo en que transcurre el relato, a mediados de los años 70.

Aclaro en este momento, que aunque nací varón, desde el tiempo que ocurrió esta historia me gusta referime a mí misma en género femenino, y así lo haré durante todo el relato.

Laura y yo, aunque de distintas edades éramos muy parecidas, teníamos casi la misma altura y contextura, las dos con pelo castaño claro y ojos oscuros. Nuestros rostros eran tan similares a esa edad que mucha gente se preguntaba si éramos mellizas de distinto sexo. Nuestra madre fomentaba las confusiones, ya que  acostumbraba a vestirnos con similar, aunque obviamente Laura usaba faldas a veces y yo no.

A pesar de ser físicamente tan parecidas, nuestras personalidades eran bien diferentes. Ella era muy sociable, simpática, alegre, y emprendedora, yo en cambio fui tímida y reservada, hasta que ocurrió lo que aquí les cuento.

Crecimos en un barrio de la periferia de Buenos Aires donde era normal tener muchos amigos entre los vecinos, no como sucede en nuestra sociedad actual en que vivimos aislados de nuestro entorno social. Ambas teníamos amistades, pero ella compartía mucho más con las suyas, se visitaban unas a otras a menudo, andaban generalmente en grupo y hacían todo tipo de conventillos y chismeríos, como suelen hacer las niñas de esa edad. En cambio, mis amigos eran unos pocos, todos muy serios, yo me limitaba a jugar a veces al fútbol, generalmente cuando me necesitaban por que faltaban jugadores para el equipo y alguna esporádica visita a la casa de uno de ellos. Lo que más me gustaba era salir a pasear en bici, sola o en grupo, aunque generalmente estaba en mi casa, metida en mis asuntos.

Todo comenzó ese verano, en época de carnavales. En el barrio había un club, una de tantas “Sociedades de Fomento” barriales que eran lugar de reunión obligada para todo el vecindario.

Desde mi punto de vista ese lugar tenía importancia por tres motivos: primero porque mi padre era miembro de la “Comisión” y eso implicaba que el poco tiempo que no estaba en su trabajo estaba en el club, segundo porque en ese lugar estaba el único teléfono del barrio, y tercero, pero no menos importante, era el hecho de que para toda conmemoración patria, día de lo que fuera o fin de año y sobre todo para carnavales se organizaban celebraciones que me resultaban muy divertidas y me daban la oportunidad de sentirme importante.

Les explico. Mi padre era técnico en electrónica y por esa razón en el club era el encargado del sonido, la música y la iluminación de las fiestas, entre otras actividades. Obviamente lo hacía ad honorem, porque le gustaba, y hasta había comprado a su cargo los elementos necesarios. Esas cosas, que además de los equipos incluían los discos, vinilos les dicen ahora, los guardaba en mi casa, y como los tenía a mi alcance paulatinamente fui aprendiendo a usarlos. Para el tiempo de este relato ya colaboraba con mi padre para montar todo, y también, durante las fiestas, cuando él necesitaba ayuda me dejaba a cargo de la musicalización.

Esos eran mis únicos momentos de gloria. Todos mis amigos venían a ver que hacía y pedir su tema favorito, los mayores se admiraban de que a esa edad pudiera hacer ese trabajo y me felicitaban. Eso me impulsaba a tratar de aprender y sobre todo a conocer los distintos gustos musicales de la concurrencia para complacerlos, así comencé con lo que luego sería mi profesión de sonidista y Dj. Pero eso es otra historia.

En mi familia la figura principal era mi hermana, por su empatía y por ser “La Nena” y “La Mayor”, yo siempre me sentía desplazada a un segundo plano. Inclusive cuando nacieron los pequeños no fueron ellos los protagonistas, sino que su presencia solo aumentó la importancia de mi hermana, ya que mi madre necesitaba ayuda y la candidata natural para esa tarea fue mi hermana. No importaba que me esmerara en ayudar a la par. Aprendí a limpiar, sabía cocinar aún mejor que ella, y siempre estaba atenta a lo que mi madre necesitara, pero igualmente me sentía siempre un escalón por debajo de Laura.

Presentado el cuadro de situación, paso a los hechos.

Era un sábado a la tarde, caluroso. Esa noche habría baile de carnaval en el club. Luego del almuerzo yo había estado dando vueltas en bici con otros chicos, hasta que las madres comenzaron a llamar para la merienda, y luego todos debíamos prepararnos para la noche. Mi madre no me llamó, como  siempre estaba ocupada con los chiquitos, igualmente supe que era momento de volver a casa. Entré y fui derecho a la cocina a tomar agua. Mientras lo hacía escuché a mi hermana y sus amigas charlando y sentí curiosidad, así que fui a su dormitorio.

La puerta estaba abierta, como siempre, ya que solo mis padres cerraban a veces su habitación. Ni Laura ni yo acostumbrábamos pedir permiso antes de entrar en la habitación del otro, por eso entré sin avisar, como siempre lo hacía. Apenas di un par de pasos comenzaron los gritos.

Las chicas estaban preparando sus disfraces y algunas estaban solo con su ropa interior. Eso no me llamó mucho la atención, estaba acostumbrada a ver así a mi hermana y a mi madre. Observé que sobre la cama había una cantidad de papeles y cintas de colores, tijeras, adhesivo, todo entremezclado con la ropa que se habían quitado.

Vi que estaban Luli, La Alta, Rubia, Chiquita, y Mary, esas eran las mejores amigas de mi hermana y casi siempre andaban juntas. Yo tenía buena relación con ellas porque me resultaban simpáticas. Como todas gritaban a la vez no pude entender lo que decían. Mi hermana inmediatamente me sacó de su habitación a los empujones.

—     ¿Qué hacés? Tarado. ¡No ves que nos estamos cambiando!

—     ¿Y?

—     No podés entrar sin avisar en un lugar lleno de chicas. Aunque sea mi habitación.

—     Bueno, disculpame. Me voy, pero no veo el problema, solo quería saber que hacían.

—     Estamos preparando nuestros disfraces. Y vos tendrías que hacer lo mismo.

—     No me voy a disfrazar, tengo que ayudar a papá esta noche, y además no tengo disfraz.

—     ¡Siempre sos tan aburrido! Todos van a ir disfrazados al club.

Las otras chicas dejaron de gritar y comenzaron a llamar a mi hermana. Mientras me retiraba, escuché que le preguntaban qué es lo que yo quería. Me detuve para oír la respuesta.

Les pidió que me perdonaran, que en casa todos estábamos acostumbrados a entrar así, sin avisar. Luego les contó que no pensaba disfrazarme. No escuché claramente la respuesta de las chicas dado que hablaron varias a la vez, como solían hacer, pero enseguida pude oír a mi hermana gritando.

—     ¡Marce, vení!

Esta vez me detuve en la puerta, esperando conocer el motivo del llamado.

—     ¡Pasá tarado! Ya les expliqué y ellas no tienen problema. ¡Y queremos que si o si te disfraces!

Al entrar vi que un par seguían en ropa interior. Eran casi nenas, así que no tenían muchas formas, pero una ya usaba bra. No hicieron nada por taparse.

—     Hola chicas. Perdón por haber entrado sin avisar. No quise molestar— Todas me miraron.

—     No hay problema, casi todas tenemos hermanos tan tontos como vos— Respondió Luli.

Mi hermana retomó las riendas de la situación, como era su costumbre.

—     Como te dije, estamos preparando nuestros disfraces. Si querés te ayudamos a preparar el tuyo.

—     ¿Que están preparando, de que se van a disfrazar?

—     De indias. ¿No ves las bolsas decoradas? Seremos indias salvajes esta noche. Vi que sonrieron.

—     ¿Todas irán vestidas igual?

—     Sí.

—     Ah… Ya me acuerdo. En la fiesta del Día de la Raza, en la escuela, estuvieron vestidas así.

—     Si… Parecidas. Nos gustaron esos disfraces y es fácil conseguir lo necesario y hacerlos.

Para eso usaban bolsas de papel grandes, les hacían orificios en los lugares y del tamaño adecuado para pasar la cabeza y los brazos. Las adornaban, las pintaban, les pegaban papel y cintas de color, todo imitando un diseño supuestamente aborigen. Lo que no entendí era porque se habían sacado la ropa, en la escuela usaron esos vestidos-bolsa sobre el uniforme escolar.

—     Estuvieron lindas en esa fiesta. A mí me quisieron vestir de indio pero no quise, me pareció ridículo. Por eso no participé— Comenté.

—     ¿Porque te pareció ridículo? Es actuar, representar un personaje por un rato, como en el teatro o el cine. Además… ¿Nosotras te vamos a parecer ridículas?

—     No, ustedes quedarán muy lindas— Miré a las que estaban semidesnudas.

—     ¿Van a usar solo las bolsas, sin otra ropa? Bueno… ¿Solo con ropa interior debajo? ¿No será incómodo?

—     ¡Ves que sos un tonto! Hace calor para usar tanta ropa. Y no es incómodo, es divertido sentir el papel sobre la piel— Respondió La Alta.

—     Ah..el calor… No lo pensé…

En realidad si lo había pensado, pero quise asegurarme de que solo usarían ropa interior, podrían haber usado shorts o mallas debajo. Me pareció raro que no hicieran eso.

—     ¿Querés probarte una? Te podemos hacer un traje de indio— Me ofreció La Rubia.

—     Gracias, a mí no me parece divertido disfrazarme.

—     ¡No importa! Sacate la remera y probate una bolsa. Y no te hagas el vergonzoso, algunas estamos también sin ropa— Ordenó mi hermana.

Podría haberme negado y salir de ahí, pero sentí curiosidad y accedí. Me quité la remera, pero no el pantalón corto, y dejé que me pusieran una de las bolsas. Me quedó como hecha a la medida.

—     ¿Ves? Te queda bien. ¡Te hacemos un traje y listo!— Intervino Luli.

—     No me gusta ese disfraz. No se preocupen, estaré bien sin disfrazarme. Como dije, voy a ayudar a mi papá y con eso estaré feliz.

—     Bueno, hacé lo que quieras. No te vamos a rogar. Ya te lo ofrecimos. Te aviso que todos tus amigos van a estar disfrazados, así que serás el único aburrido— dijo mi hermana.

—     Es cosa mía… Pero si quieren puedo ayudarles con sus disfraces. Se me ocurrió que puedo hacer unos accesorios divertidos para sus trajes— Dije mientras volvía a ponerme la remera.

—     ¿Qué pensás hacer?— Interrogó Rubia.

—     Puedo hacer lanzas. A unos palos les pongo puntas de cartón y cintas de color. ¿Qué les parece? Así me perdonan el haber entrado sin avisar.

—     Es buena idea, pero tienen que estar bien lindas— Dijo Mary.

—     Perfecto. Las preparo y vuelvo.

Salí pensando en usar cañas en lugar de palos, son más rectas y livianas, y sabía dónde conseguirlas, fui en bici y volví con una para cada chica. Ahora sé que mi idea fue bastante peligrosa, ellas andarían con sus “Lanzas” entre la gente durante la fiesta, y no eran chicas particularmente tranquilas, al igual que el resto de los chicos del barrio. Eran habituales las discusiones que se convertían en peleas a golpes. Generalmente causadas por alguna tontería. Pero en ese momento no lo pensé, me gustaba fabricar cosas divertidas, y me pareció una buena oportunidad para quedar bien con las chicas.

Volví con las cañas y fui directamente a la habitación, para mostrarles y buscar el resto de los elementos necesarios. Cuando estaba llegando escuche la voz de mi madre hablando con las chicas. Nuevamente entré sin avisar.

—     Ya volví. Miren que lindas lanzas van a tener, van a ser livianitas y…— No pude terminar la frase.

—     ¡Qué haces acá adentro! ¡No ves que las chicas se están cambiando!— Exclamó mi madre.

—     No pasa nada ma, nosotras ya hablamos de eso, y decidimos que no tenemos problema en que entre— Respondió mi hermana.

—     No sé... Si ellas no tienen problema quedate. ¿Qué haces con esa mugre?—Me dijo señalando las cañas.

—     Son lanzas para nuestros disfraces. Él se ofreció a hacerlas— Aclaró La Alta.

—     ¿Él también será un indio?— Preguntó mi madre mirándome.

—     No quiere, dice que no se va a disfrazar— Le respondió Luli.

—     Ya me parecía. Que haga lo que quiera. ¡Él se pierde la diversión! Ojalá tuviera su edad. Aprovechen para disfrutar ahora que son chicos. ¡Después se acaba la joda! Tengo que ir con sus hermanos. Y vos, Marce, cuando termines las “lanzas”, te vas a bañar y cambiar. Aunque no te disfraces tenés que estar vestido decentemente. ¿Entendiste?

—     Si ma— Mi madre pasó a mi lado y me miró raro por un momento. Como examinándome.

Busqué sobre la cama las cosas que necesitaba, luego fui al tallercito que tenía mi padre en el fondo de la casa. Mientras fabricaba las lanzas pensé en el asunto de mi disfraz, en las chicas sin ropa, y en cómo me había mirado mi madre.

Cuando terminé de hacer las lanzas volví para entregarlas. Encontré a todas las chicas con sus vestidos-bolsa puestos, algunas mirándose en un espejo que había en la habitación y otras manipulando maquillaje, supuse que para decorarse al estilo indio.

—     Están listas. ¿Qué les parece?— Dije, mientras mostraba orgullosamente mi obra artesanal.

—     ¡Son muy lindas!— Exclamó Luli.

—     Serán un accesorio muy adecuado y útil…— Agregó mi hermana.

—     ¡No son para pelear con nadie!— Le respondí. Comprendí perfectamente a que se refería.

—     ¿Cómo podés pensar eso de nosotras? ¡Unas chicas tan dulces y tranquilas!— dijo La Alta.

—     No se hagan las santas. Las conozco bien— Entregué una lanza a cada una de las indias. Las examinaron y las fueron dejando contra la pared, luego siguieron con lo que estaban haciendo.

—     Laura, si mamá pregunta por mí, decile que fui al club para ayudar a papá. Tiene que preparar los equipos. Que después vuelvo para cambiarme.

—     Sí, le digo. Y gracias por las lanzas. Ojo con decir nada a nadie sobre nuestros disfraces… ¡Y mucho menos que nos viste sin ropa!

—     Seguro, se guardar un secreto. Chau.

—     Eso espero. ¡O vas a tener problemas!— Amenazó La Alta.

—     No se preocupen por eso chicas… están muy lindas con esos trajes, nos vemos más tarde— Me fui mientras escuchaba como volvían a cotorrear.

Cuando llegué al club mi padre ya casi terminaba de preparar todo, así que solo pude ayudarlo un ratito.

Al volver me cruce con unos chicos del barrio. Luego de saludarnos, preguntaron de qué me disfrazaría. Cuando dije que no lo haría rieron, y me dijeron que siempre era un aburrido. Después me contaron que disfraz usaría cada uno. Me preguntaron si sabía que estaban haciendo las chicas, ellos sabían que estaban en mi casa. Les dije que estaban preparando sus disfraces. Quisieron saber cómo eran. Les mentí, dije que no sabía, que no las había visto.

En cuanto entré a mi casa escuché nuevamente la algarabía de las chicas y a uno de mis hermanitos llorando. Fui directo a cumplir lo ordenado por mi madre. Me llamó la atención que cuando pasé frente a la puerta de mi hermana repentinamente el cotorreo se convirtió en un cuchicheo suave. Pensé que algo tramaban y seguí de largo. Una vez en mi habitación me quité toda la ropa menos el slip, busqué otro limpio y fui a ducharme.

Era normal para toda la familia andar semidesnudo en casa, por eso no pensé cubrirme con una bata o algo similar.

Me duché rápidamente, deseaba volver pronto al club para estar con mi papá. Una vez limpia, peinada, y con el slip limpito, al salir del baño camino de mi dormitorio encuentro a mi madre cerrándome el paso.

—     ¿Qué hacés así, casi desnudo? ¡Están las chicas en casa y vos lo sabés!—

—     Eh…si lo sé... Pero no pasa nada ma. Paso rápido a mi pieza y listo. Además ellas no tuvieron problema en que las vea, así que yo tampoco tengo problema.

—     Marce, no es tan simple la cosa. Ellas son chicas y vos no. Y todas no son tu hermana. Ya están creciendo y tenés que tener un poco de cuidado con esos detalles, siempre debés respetar la intimidad de una chica— Entendí perfectamente a que se refería.

—     No son mis hermanas pero las quiero igual, las conozco hace mucho, de chiquitas. Son mis amigas también. Ya viste que no tuvieron problema en que las vea con poquita ropa. No te enojes ma. No lo hago más y listo— Dije tratando de calmarla y zafar de la situación.

Repentinamente aparecieron todas a la vez en el pasillo.

—     ¡Ya decidimos de que te vamos a disfrazar Marce!— Exclamó mi hermana.

—     ¡Que decís! Ustedes están locas.

—     No vamos a dejarte ir sin disfraz, como un tonto. Te vamos a disfrazar nosotras, quieras o no— Dijo La Alta en tono autoritario.

—     ¡Ma!

—     Pará de gritar Marce. Y vos Laura explicame que es lo que quieren hacer.

—     Como dijo ella. No lo vamos a dejar ir sin disfraz. Irá con nosotras. No va a pasar toda la noche solo, sentado al lado de los equipos. Queremos que también se divierta.

—     ¿Ah sí? ¿Piensan obligarlo? ¿Se puede saber cómo lo quieren a disfrazar?

—     No lo vamos a obligar, ma. Lo vamos a convencer, podemos hacerlo. Y el disfraz no es un  secreto. Estuvimos pensando, y como no tenemos tiempo de preparar nada especial, al ver toda nuestra ropa sobre la cama, se nos ocurrió disfrazarlo de chica. Al baile de carnaval siempre van  hombres disfrazados de mujer y mujeres de hombre. Debe ser divertido.

—     ¡Que ideas tienen! ¿Por qué no lo dejan tranquilo? Eso será divertido para quienes lo hacen. Ustedes son chicos todavía y no saben nada de esas cosas.

—     ¿Qué importa si es grande o chico? Más linda va a quedar, los tipos grandes que se disfrazan de mujer quedan muy ridículos siempre. Además como Marce es igualito a mí nos vamos a divertir con las confusiones. Diremos que es Laura. Y como nosotras vamos a estar todas pintarrajeadas no me van a poder reconocer— Mi hermana sonaba absolutamente convencida. Yo no podía hablar por la sorpresa.

—     No sé…Él tiene que decidir, no lo pueden obligar. Yo no tengo problema si el acepta, pero también habría que ver que dice tu padre.

—     ¡Gracias Ma!

—     No dije que lo hagan. Dije que hay que preguntarle a tu padre.

—     ¡Ma! Yo me encargo, sabés que papi siempre me da el gusto.

—     Sos terrible Laura. No quiero pensar lo que vas a ser de grande. Pobre de los tipos que se crucen en tu  camino… Está bien, pero primero hablan tranquilas con Marce. Si logran convencerlo quiero que venga en persona a decírmelo. ¿Está clarito?

—     Si ma, gracias.

—     ¿Ustedes están locas? ¡Ni soñando me voy a vestir con ropa de chica!— Finalmente reaccioné. En realidad respondí sin pensarlo, fue una reacción automática.

—     Vení Marce, vení…No te apures a decidir, primero vamos a hablar… Vení con nosotras.

Me agarraron y me arrastraron a la pieza entre todas. Simulé que me resistía, pero las dejé hacer. Me gustó sentir que me tocaban, y sobre todo, que se interesaran tanto en mí.

Cuando llegamos a la habitación me sentaron en la cama. Recién en ese momento recordé que seguía sin ropa, solo con el slip. Ellas estaban todas con sus trajes de india, algunas con la cara a medio pintar.

No supe que hacer ni decir y comencé a sentir vergüenza. En realidad no lo sentí por estar sin ropa frente a ellas, sino porque me empezaba a gustar la situación, aunque no sabía si era algo bueno lo que me proponían, no podía decidir si hacerlo o no.

—     Marce… ¿Te estás poniendo colorado? No te vengas a poner vergonzoso después que nos viste a nosotras casi desnudas. No pasa nada— Dijo mi hermana al ver que me ruborizaba.

—     Si ya sé, pero…— Luli no me permitió terminar la frase.

—     Nada de peros, queremos divertirnos y que vos también lo hagas. No podés estar siempre tan duro y a la defensiva. Como le dijiste a tu mama, somos amigos desde siempre y queremos que disfrutes con nosotras esta noche de fiesta.

—     Si… No se… No me animo. Me da vergüenza solo pensarlo. Y eso que ahora estoy solamente con ustedes. ¿Qué pasará cuando esté vestido de chica entre un montón de gente? ¡Cuando me vean papá y los chicos!

—     No pasará nada malo. Si vos estás contenta lo demás no importa. Y nosotras nos encargamos de que la pases bien. Ya has notado que solo llevaremos solo ropa interior bajo las bolsas. ¿No pensaste que eso también es atrevido?

—     No lo pensé.

—     Sí es atrevido, y por eso queremos hacerlo. Si a otros no les parece bien es su problema. Con vos será igual— Dijo Rubia.

—     Sí… pero ustedes son chicas y están haciendo algo que hacen las mujeres, yo no sé si me va a divertir vestirme con ropa de mujer.

—     Mirá, hagamos una cosa, te vestís, nosotras te ayudamos, te quedás acá adentro un rato disfrazado. Solo nosotras y mamá te veremos. Y después decidís que hacer. ¿Te parece bien?— Me pareció una opción aceptable, ya me estaba atrayendo la idea de hacerlo, pero lo del miedo era bien cierto. Dudando un poco les respondí.

—     Chicas, antes les prometí no decir nada. Ahora quiero que ustedes me prometan mantener el secreto si pruebo vestirme y después decido no salir— Todas a coro asintieron, obviamente. Se miraron sonrientes y cómplices.

—     Perfecto, mientras nosotras preparamos tu ropa, andá a contarle a tu mamá que aceptaste probar— Me dijo Mary.

—     Si chicas.

Fui con mi madre y le dije.

—     ¿Marce estás seguro? Mirá que eso puede ser divertido… o no. Me parece bien que pruebes acá un rato. Respetaré lo que decidas, y te apoyaré pase lo que pase. Estoy segura que tu padre va a compartir mi posición de respetarte, aunque se va a sorprender bastante si aparecés con ese disfraz. Quiero que sepas que si lo haces, habrá gente, incluso puede ser amigos, que te traten mal. Es un riesgo. Y dije específicamente “respetarte” porque esto que van a hacer, que ahora les parece un juego, no lo es tanto. Puede ser algo importante para tu vida futura. Estoy segura que tu hermana sabe lo que está haciendo, pero de vos no estoy tan segura.

—     Y yo menos, tampoco estoy seguro ma. Reconozco que me atrae la idea, pero también me da miedo. No quiero hacer algo que esté mal, pero tampoco quiero ser miedoso.

—     No vas a hacer nada malo, además solamente vas a probar. Puede gustarte o no. Y sé que no sos cobarde. Lo importante es lo que sientas vos. El hecho de que estés hablando sobre esto conmigo me muestra que sentís algo especial, o ya te habrías ido sin darle bola a las chicas. Tenés derecho a probar, a ser vos mismo.

—     Gracias ma, me aclaraste la situación. Gracias, te quiero muchísimo.

—     Andá a cambiarte que se hace tarde— Le di un beso y fui con las chicas, bastante contenta y más tranquila.

Ellas estaban terminando de pintarse. Sobre la cama vi que tenían mi disfraz preparado, había una faldita escocesa con tablitas, blusita blanca, medias cortas blancas con voladito rosa y zapatitos tipo Guillermina, como los que ellas usaban para ir a la escuela. Noté que, excepto por los zapatos, esa ropa no se la había visto nunca a mi hermana.

—     ¿Y Marce? ¿Hablaste con mamá?

—     Sí. Ya estoy listo para probar, como dijimos después vemos que pasa.

—     Así es el trato. Dejá que nosotras te ayudemos a vestir, sabemos hacerlo mejor y más rápido— Dijo Luli.

Mi hermana y Rubia, que ya estaban pintadas también, se acercaron. Primero me ayudaron a ponerme la blusita, intenté abrochar los botones, pero como estaba acostumbrado a que estuvieran ubicados en el otro lado de la prenda se me complicaba. Al ver como lo hacía, sonrieron pero no dijeron nada. Tuvieron que ayudarme a cerrar la faldita, ya que tenía un broche por detrás y no pude cerrarlo sola.

—     Como les dije, le queda todo perfecto— Dijo mi hermana, mientras me acomodaba la blusita bajo la pollera.

—     Hasta tiene algo de cinturita— Acotó Luli.

—     Ahora Marce, sentate para ponerte los soquetitos y los zapatos. Tené cuidado de colocar el talón en su lugar— Nuevamente mi hermana dando instrucciones.

Hice lo que dijeron mientras notaba la diferencia de textura entre esa ropa y la de varón. Su textura, la suavidad de la tela y los colores eran distintos, más agradables. Acomodé lo mejor que pude los soquetitos y luego, sin que me digan nada, me calcé  los zapatos. No tuve problemas para cerrarlos.

—     Muy bien. A ver, parate y da una vueltita— Dijo La Alta.

Me examinaron y parecieron satisfechas. Yo también lo estaba, aun sin haberme visto en un espejo, pensé que quizás por eso mismo.

—     Bueno, sentate de nuevo. No queremos que te mires hasta que esté todo listo— Nuevamente La Alta ordenando.

—     ¿Pero qué falta? Ya estoy listo.

—     No estás, falta el maquillaje— Respondió mi hermana.

—     No hace falta, somos muy parecidos. Sin maquillaje ya me parezco a vos. Además es solo para una prueba.

—     Si, ya te parecés. Pero las chicas nos maquillamos, es un detalle importantísimo. Así que dejanos hacer.

—     Puedo hacer la prueba, estar un rato por las casa y decidir así como estoy ahora, sin pintura. De esa forma no tienen que despintarme si no resulta.

—     No podés decidir sin estar completa, no es lo mismo. Falta el maquillaje, el peinado y los accesorios— La Alta respondió en tono imperativo.

—     ¿Qué accesorios? ¿La pintura se puede limpiar si no me gusta?

—     Seguro que se puede limpiar. Será un maquillaje muy suave, como el que usamos nosotras. No somos chicas grandes— Esta vez respondió Luli.

—     Si no hay más remedio sigan— Ya estaba en el juego, me resigné a que hicieran lo que quisieran.

Con mucho cuidado me pintaron, ojos, mejillas y labios. Luli me tomó una mano, eso me gustó mucho, rápidamente me pintó las uñas, luego hizo lo mismo con la otra mano. Vi que todo era en tonos muy claros como habían dicho. Me estaba gustando el juego, y como dije antes, me agradaba ser el centro de atención de todas ellas.

Cuando terminó con mis uñas, Luli me ordeno que no tocara nada ni moviera mis manos hasta que secara la pintura. Mientras yo obedecía ella estuvo un rato trabajando con mi pelo. Presté mucha atención a lo que hacía, no fuera que pensara en cortar. Pero no, solo peinaba, cepillaba y miraba el resultado. Luego consultaba con las otras y volvía a peinar y cepillar. Luego de varios intentos las otras asintieron y entonces me puso un spray como el que había visto usar a mi madre.

—     Listo. Tenés un lindo pelo, pero con corte de varón. Por suerte lo tenés un poco largo. Costó trabajo pero quedó bien. El spray es para que no te despeines, tu pelo no está acostumbrado a ese peinado. Ahora solo faltan los accesorios— Aclaró Luli.

—     Terminen de una vez, así puedo decidir. No hay mucho tiempo.

—     Si, tranquilo, ya casi estás listo. Un poco de perfume…— Trató de tranquilizarme mi hermana.

—     ¡Perfume! ¿Eso también es necesario para la prueba?

No respondieron, simplemente siguieron adelante. Me hicieron poner una pulserita, un collarcito de perlas pequeñas y rosadas, y una de ella me colocó unos aritos con broche de presión completando el juego. Eso me llamó la atención ya que mi hermana tenía las orejas perforadas desde chica y no usaba aros de ese tipo, mi madre menos. No supe si serían de otra o los habrían comprado. Pensé que en cualquiera de los dos casos era evidencia de que tenían todo planeado de antemano. Esa idea me inquietó.

—     Ahora sí estás listo y podés mirarte en el espejo—  Dijo mi hermana.

Me olvidé del tema de los aritos, me paré y fui directo al espejo. Quedé impactada.

—     Y… ¿Qué te parece?— Preguntó Luli, sonaba algo impaciente y nerviosa.

No pude hablar, estaba paralizada mirándome. Reaccioné lentamente. Comenzaba a gustarme lo que veía. Repentinamente caí en la cuenta de que todas estaban muy atentas observándome, a mí alrededor esperando la respuesta.

—     ¡Soy vos hermana! No me veo a mí. Estoy igual a vos.

—     ¡Sí! Eso queríamos lograr— dijo mi hermana con una sonrisa de oreja a oreja.

—     ¡Falta un detalle chicas! Se nos escapó algo muy importante— Exclamó Luli.

—     ¿Qué? ¿Qué falta?— Respondieron a coro las otras.

—     Miren su faldita. Se nota mucho que lleva slip y no bombacha, que hay algo fuera de lugar— Aclaró Luli. Yo sentí un escalofrío.

—     Tenés razón, eso puede arruinar todo— Dijo mi hermana.

—     Me temo que vas a tener que usar bombacha. Total no pasa nada— Me sentenció La Alta.

—     ¡Qué!... ¡Ni loco!— Exclamé gritando.

—     No pasa nada. ¿Cuantas veces usás mi ropa y yo la tuya? ¿Qué te va a hacer? Además acordate que solo es una prueba— Dijo mi hermana intentando convencerme.

Tenía razón en lo de la ropa. Dado que usábamos los mismos talles, era habitual que compartiéramos la indumentaria. Muchas veces teníamos que ir al armario del otro a buscar algo, porque al tener ropa igual o muy parecida solía estar mal guardada. Incluso los uniformes escolares solo se diferenciaban en que ella usaba falda y yo pantalón, el resto era exactamente igual. Camisas, corbatas, suéter, medias y blazers eran de uso compartido. Pero eso no incluía la ropa interior.

—     ¿Es necesario para la prueba? Por favor chicas. ¡Tengo que llegar a tanto!

—     Seguro, no solo es necesario, es fundamental para que estés exactamente igual a mí.

—     Pero no estoy igual a vos ahora. Esta ropa no es tuya. Solo reconozco los zapatos, esos sí son tuyos. Los aritos no son como los que usan ustedes… y me parece que todas estas cosas son nuevas. ¿También me compraron una bombacha? ¡Ya tenían todo esto planeado!

—     Tranquilo por favor. Si lo teníamos planeado, y sí, son cosas nuevas. Pero la bombacha se nos escapó, lo pensamos y no la creímos necesaria. Ahora se ve que es imprescindible.

—     Entonces no hay bombacha y listo. Será sin bombachita el disfraz... ¿Y tan seguras estaban que hasta gastaron dinero? ¿Y de donde salió ese dinero? ¡Aclárenme todo o se termina el jueguito!

—     No te enojes. Mamá y yo te conocemos muy bien, por eso pensamos que necesitabas hacer esta prueba y entre las dos planeamos todo. Sabemos que pensás, sentís que mamá y papá siempre solo piensan en mí, y puede parecer cierto porque yo llamo más la atención, pero eso funciona solo entre otras personas, no para ellos. Y menos para mí. Todos en casa estamos atentos a vos. Por eso notamos que aparte ser tímido y reservado, te gusta hacer tareas del hogar, cocinar y te interesás en cosas que a los chicos de tu edad generalmente no les gustan. Hasta ellas se dieron cuenta de esos detalles, y de que sos diferente a los otros chicos, por eso cuando les pedí ayuda, aceptaron colaborar. Date cuenta que nunca hubieran permitido que un chico… digamos “masculino”… las viera en ropa interior por ejemplo. Todas son tus amigas. Te queremos y te ayudaremos a conocerte, a ser vos mismo… ¡Y de paso vamos a divertirnos con las confusiones que se van a producir!

—     ¡Me vas a enloquecer hermana! Y sigo enojado porque me engañaron. Puede que sea como decís, que yo sea diferente. Pero se están aprovechando. Saben que las quiero mucho a todas… Que por eso no puedo enojarme de verdad con ustedes— Casi no podía controlar mis nervios, mientras hablaba sentí que mi voz temblaba.

—     ¡No te pongas a llorar! ¡Vas a arruinar tu maquillaje! Mejor vayamos rápido a mostrarle a tu mamá— Ordenó terminante La Alta.

Me volvieron a llevar entre todas. Esta vez me dejé llevar sin oponerme. Tenían razón no solo en lo que dijo mi hermana, también en que estaba a punto de llorar. Nunca me había sentido así. Nunca había sentido ganas de llorar de felicidad. Encontramos a mi madre en la cocina.

—     ¡Mirá a tu nueva Laurita ma! No le digas nada porque se va a poner a llorar. Está muy emocionada. ¿No está igualita?

—     Entiendo. Si está igualita a vos cuando te arreglás. Si no fuera su madre podría confundirlas… Y… ¡Si no se notara su slip hasta yo me confundiría!— Obviamente mi madre supo manejar la situación, todas comenzaron a reír, incluso yo tuve que sonreír, eso me tranquilizó. Me invadió una sensación extraña y muy agradable cuando la escuché tratarme en femenino.

—     ¡Viste Marce… digo Laura! Desde ahora sos Laura para toda la noche, acordate. Y teníamos razón, no podés usar el slip. Hay dos opciones. Te ponés una bombachita o te quedás sin nada bajo la pollera, a veces a las chicas nos resulta interesante hacer eso... Vos decidís— Dijo mi hermana.

—     Ma… ¿Qué hago?

—     ¡Laura! Ni se te ocurra. La bombacha Marce, digo Laurita, no hay otra opción, vas a estar cómoda, te lo aseguro.

—     En fin…

—     ¿Sabes hermanita? Lo de llamarte Laura también forma parte de la prueba, a ver qué te parece tener nombre de chica.

—     Ya me di cuenta. ¡Y también me doy cuenta que no puede haber dos Lauras la vez! Ni esta noche… ¡Ni nunca!

—     ¡Ah! ¡Escucharon chicas!— Exclamó La Alta y las otras asintieron.

—     ¡Si, ya decidió! Le gusta. ¡Ira así al club!— Respondió mi hermana.

—     ¡Yo no dije eso!

—     Si te gusta hermanito. Hasta estás pensando en hacerlo después. No te compliques la vida. Te gusta y listo… ¡Y yo tengo una hermana nueva!

—     Y nosotras una amiga nueva— Dijo Luli.

—     El tema de los nombres se soluciona fácilmente, yo seré… A ver chicas, un nombre que suene a india…— Intervino mi hermana.

—     ¿Anahí?— Le dije, sin muchas ganas, al ver que ninguna aportaba otra idea.

—     ¡Gracias! Eso mismo. Por esta noche seré Anahí. Acuérdense todas. Anahí, Anahí, me gusta. Y vos serás Laura por esta noche, después ya veremos.

Me quedé pensando en ese “después”. No supe contestar. Ellas habían decidido por mí, o mejor dicho, antes que yo. En ese momento no estaba totalmente decidida a seguir con el juego, pero si me tentaba la posibilidad. Poco a poco me había comenzado a gustar la idea de sentirme chica.

Fuimos todas a la pieza, incluida mi madre. Mi hermana fue directamente a su armario y vino con una bombachita rosa.

—     Laurita ponétela, seguro te va. Está nueva, nunca la usé, hasta tiene la etiqueta todavía.

—     ¿Tiene que ser rosa?

—     Es la única que tengo nueva… Y ya que lo hacemos, lo hacemos completo— Era cierto lo de la etiqueta. Agarré la prendita con vergüenza.

—     ¿Se van a quedar todas ahí paradas, mirando cómo me cambio?

—     No vamos a ver nada. Podés sacarte el slip y ponerte la bombacha sin subir la falda. No es difícil. Supongo que no vas a pretender que te ayudemos con eso. Y no vamos a salir a esta altura— Dijo La Alta.

—     No exageren chicas. Salgan un momento, yo le ayudo si hace falta— Intervino mi madre.

—     Si ma— Respondió mi hermana. Todas salieron de la habitación.

Hice como dijo La Alta. Con cuidado de no levantar la falda, bajé mi slip y me lo quité, luego tomé la bombacha, la examiné y le quité la etiqueta de papel.

—     La parte más ancha va para atrás. La etiqueta que está cosida también— Dijo mamá al ver que examinaba la prendita.

—     Si Ma, ya me di cuenta.

Pase un pie y luego el otro por los respectivos agujeros y la subí. Se me complicó acomodarla en su sitio sin levantar la falda. Me quedó mal calzada y estaba incómoda. Mis testículos quedaron dentro solo en parte, la punta de mi pene estaba apretada por el elástico superior, y la cola mal calzada. Miré a mi madre y ella se acercó.

—     Dejá que te ayude. Soy tu madre.

La deje hacer sin decir nada. Me levantó la falda, bajó un poco la bombacha, puso mi pene hacia atrás, la volvió a subir y me acomodó los testículos para que no escaparan. Luego me acomodó el trasero y finalmente volvió a bajarme la pollera.

—     Listo. ¿Viste que no es tan difícil?

—     Si ma. Gracias.

—      Decime algo antes que entren las chicas. ¿Ya se te para el pito?─ Esa pregunta me tomó por sorpresa, tarde un momento en responder.

—     No lo he notado, ma.

—     Bueno. Seguramente va a pasar pronto, es normal. Es muy probable que pase esta noche con esta ropa y toda esta situación. ¿Vos sabés por que pasa eso, cierto?

—     Si, papá ya me explicó todo en detalle. Se va a parar si me excito sexualmente. Pero eso no me pasó nunca y con el miedo que tengo no creo que pueda excitarme esta noche.

—     Si seguís así vestida, y ya es obvio que lo harás, seguro te vas a excitar. Ya se te pasarán los nervios. Por eso vamos a tomar una precaución. Sería muy incómodo que apareciera un bultito en tu faldita cuando estés en público— Dicho esto fue al armario de mi hermana y volvió con otra bombacha parecida a la anterior.

—     Ponétela sobre la otra. Seguro que entre las dos van a mantener tu pito bien guardado.

—     Si Ma— Me puse la otra bombacha sin problemas.

—     ¿Y, qué tal? ¿Es muy incómoda?

—     No. Está bien. Solo algo ajustada, pero no me molesta.

—     Bueno. Si te molesta mucho vas a un baño y te sacas una…A propósito, vas a tener que ir al baño de mujeres si te dan ganas. No te olvides de ese detalle.

—     No voy a ir al baño, y listo. ¿Cómo voy a ir con las mujeres? Y menos al de varones con esta pinta.

—     Si te dan ganas mejor vas al baño, sería peor si te ensuciás encima.

—     Si veo que me vienen ganas me vuelvo a casa rapidito y listo.

—     Espero que no sea necesario.

—     Iré antes de salir. Además puedo venir durante la noche por las dudas, antes de tener un apuro.

—     Es buena idea. ¡Chicas ya pueden volver!— Las chicas entraron automáticamente, me pareció que habían estado oyendo lo que hablábamos mí madre y yo.

—     Ahora si está perfecta, es totalmente Laurita— Dijo mi hermana mientras me examinaba en detalle.

Las otras asintieron. Yo estaba metida en la sensación de las bombachas ajustadas y calzadas en mi cola. Me pareció muy agradable.

—     ¡Vamos Laurita! Vamos a caminar un poco por acá, para ver cómo te movés. Habrás notado que las chicas caminamos y nos movemos distinto que los chicos— Dijo La Alta, siempre dando órdenes.

—     Sí. Vamos— Mi hermana apoyó esa orden.

Luli me tomó de una mano, y me llevó a dar una vuelta por dentro de la casa. Mary caminaba adelante nuestro, mostrando cómo moverme, y el resto detrás observando el resultado. Mi madre nos miraba de lejos. Traté de imitar a la modelo.

—     No Marce… digo Laura. Así no, con más suavidad. Lo hacés muy exagerado— Me dijo Luli.

—     Si más suave, como si flotaras— dijo mi hermana. Seguimos así un rato. Yo intentando y ellas dando indicaciones, hasta que mi madre interrumpió la clase.

—     Basta chicas. No va a aprender en un ratito. Se mueve mejor cuando no intenta imitarlas. No le compliquen la vida. Solo van a lograr que lo haga peor, se ponga más nerviosa y que esté incomoda toda la noche.

Al escucharla noté que continuaba refiriéndose a mí en femenino. Creo que fue en ese momento decidí que esa era yo. No justamente Laura como mi hermana, pero me sentí una chica por primera vez.

—     ¿Chicas, puedo probar yo sola? Creo que ya entendí como hacerlo.

—     ¡Dijiste “yo sola”! ¿Cómo te sentís?— Mi hermana siempre atenta.

—     Me siento bien, aunque me da vergüenza reconocerlo…Me siento chica, y me gusta mucho. Igualmente, todavía no estoy muy segura de salir así esta noche. ¿Podría quedarme y probar tranquila en casa? Cuando esté bien segura saldremos juntas en otra ocasión.

—     No. Si no lo haces ahora después será peor. Estar tratando de lograr seguridad sería una tortura. Ahora te sentís cómoda aquí, seguramente cuando estés en público vas a estar nerviosa, pero eso se irá pasando. De la misma forma que hace poco te parecía ridícula la idea de vestir ropa de mujer y ahora te gusta, cuando te acostumbres, vas a poder disfrutarlo en público sin ningún problema— Dijo mi mamá.

—     Y además nosotras no nos tomamos tanto trabajo para arreglarte por nada. Ya reconociste que te sentís cómoda, así que, vamos y listo. Nosotras estaremos con vos todo el tiempo— La Alta me cerró toda posibilidad de retroceso.

Me aleje caminando lentamente, sin esforzarme para parecer femenina, simplemente caminaba tratando de poner los pies un poco más juntos que lo normal y moverme con suavidad, esto último me costó bastante trabajo lograrlo, por los nervios que sentía.

—     Creo que está bastante mejor que antes. Tenés razón mamá. Mejor no insistimos en esto, lo importante es que se sienta cómoda— Opinó mi hermana.

—     Ya casi es hora de que salgan, es mejor que lleguen cuando no haya mucha gente, así conseguirán una ubicación adecuada. Seguro que tu padre debe haber reservado mesa, pero a él le gusta estar en medio del bullicio. Díganle que queremos estar en un lugar algo reservado, más tranquilas. Seguro va a entender el motivo— Dijo mi madre.

—     Si Ma— Mi hermana le respondió.

—     Bien. Pero antes de salir pasan todas por el baño. ¡Sin excepciones!

Preferí ser la última en ir al baño. Pensé que así tendría tiempo extra para arrepentirme, aunque ya tenía asumido que iría. Me estaba comenzando a intrigar que ocurriría cuando los conocidos, y sobre todo mi padre me vieran como Laura.

Las chicas fueron pasando al baño. Las que esperaban turno se revisaban su pintura india, atuendos y cabello. Casi todas tenían pelo largo y se lo habían atado con cintas de color, realmente no parecían indias, por lo menos no como las que veíamos en las películas. Estaban simpáticas así vestidas, todas casi iguales, solo se diferenciaban por los dibujos de sus vestidos-bolsa y de sus caras. Yo las identificaba perfectamente, pero seguramente quienes no las vieron prepararse tendrían dificultades para hacerlo. Solo La Alta y Rubia eran fáciles de reconocer, las otras eran bastante parecidas entre sí. Además de las cintas en su cabello también se habían puesto adornos en el cuello, brazos y piernas. En sus sandalias lucían botones, cuentas y otras cosas coloridas. Pensé que en realidad lo único que las definiría como indias serían las lanzas.

Mientras pensaba, caminaba por la casa sin esmerarme para parecer femenina. Sentí cómoda la ropa, principalmente los zapatos. Llevar falda era muy distinto a usar pantalones, tendría que tener cuidado con mis movimientos. Decidí probar como sentarme y lo hice tratando de ser femenina, me pareció que lo había hecho mal, me paré y repetí la maniobra varias veces. Tan concentrada estaba que no note que un par de chicas me observaban.

—     Seguí practicando. Ya casi te sale, pero todavía pudimos ver tu bombachita cuando te sentás y parás. Y cuando estés sentada junta las piernas, o cruzalas bien cerradas, con esa faldita corta se te ve todo si no lo hacés así, como lo hacemos nosotras— Me recomendó Luli— Se acercó a una silla y me mostró cómo hacerlo.

Continué practicando hasta que me tocó el turno del baño. Cuando estuve frente al inodoro baje con cuidado las bombachas y subí mi pollera. Ya estaba por soltar el chorrito de pié, como siempre lo hacía, pero pensé que no sería adecuado. Aun cuando nadie me viera, me pareció que ante mi misma debía portarme como señorita. Me senté y oriné. Mientras lo hacía noté que, aunque no me vieran, igualmente escucharían el ruido que hacía mientras orinaba parada, en cambio sentada casi no había ruido. Al terminar, como estaba sentada no pude sacudir mi pene para que saltaran las últimas gotas, como me había enseñado mi padre. Tomé un trocito de papel higiénico y me sequé cuidadosamente. No quería manchar mi ropita y menos tener olor desagradable. Eso me llevó a recordar el perfume que me habían puesto las chicas. Me pareció muy agradable, suave y notaba un ligero aroma frutal.

Una vez de pié llegó el momento de subir las bombachas y acomodar todo nuevamente. Al principio no pude hacelo ya que la faldita estorbaba. Se me caía o quedaba atrapada también. Tras algunos intentos lo conseguí, mi pene quedo hacia atrás y mis testículos bien guardados. Subí la segunda bombachita y me moví, como para sentir si estaba todo como antes y bien firme. Satisfecha, acomodé la faldita y controlé la blusa. Me miré en el espejo y vi que seguía siendo mi hermana la que estaba del otro lado. Salí tranquila del baño.

—     ¡Por fin!! Tardaste más que una niña real– Me atajó La Alta.

—     Es que me costó que todo estuviera en su lugar… la ropa digo— Las chicas se miraron entre si y sonrieron. Mi madre intervino.

—     Como ustedes mismas dijeron, quiero que se mantengan siempre juntas. Si necesitan separarse por algún motivo, que ninguna quede aislada. No es solo para cuidar a Laurita, tienen que cuidarse todas. Yo no podré ir hasta que llegue la chica que cuida los peques. Y todavía falta un rato. Mi esposo seguramente estará ocupado con los asuntos del club, aunque esta noche va a tener un motivo especial para prestarles más atención. Sus padres y madres también estarán para cuidarlas obviamente, pero entre tanta gente es difícil que lo hagan todo el tiempo, y ustedes seguro tampoco van a querer tenerlos encima durante toda la noche. Si quieren libertad tienen que ser responsables y cuidarse ustedes mismas. ¿Entendido?

—     ¡Si, si!— Respondimos todas a coro.

—     Si llego a ver que alguna está sola, Laurita y… Anahí se quedan en la mesa sentadas toda la noche, y el resto se va con sus familias. En cuanto llegue les diré a sus padres que hagan igual. Ustedes conocen el ambiente. Son todos buenos y amables hasta que algunos se ponen borrachos. Además siempre hay extraños. Por eso deben estar muy atentas a todo lo que ocurre a su alrededor.

—     ¡Sí!— Nuevamente el coro.

—     Bueno, vallan entonces. En cuanto lleguen van con su padre y le avisan que llegaron, para que conozca a la nueva Laura. Se la presentan en cuanto lo vean y le explican cuál es el juego que planean. Ni se les ocurra tratar de engañarlo también a él.

—     Si mamá— Respondió Anahí.

—     Y vos Mar… Laurita, me confundo con los nombres, espero que no pase, pero si te sentís incómoda o querés volver por cualquier motivo, se lo decís a ellas y vuelven inmediatamente. Si yo estoy allá, me avisan en el acto, así volvemos juntas.

—     Si ma— Respondí.

—     Si ma— mi hermana dijo lo mismo.

Mi madre nos  dio un beso a cada una. Luego fuimos saliendo mientras la oíamos decir que le gustaría tener nuestra edad.

La casa tenía un jardín al frente, al salir estuvimos en él. Ya era casi noche y estaban encendidas las pocas luces que había en la calle. Las indias fueron directamente a la puertita que daba a la vereda y salieron, yo las seguí. Sentí la brisa bajo la pollerita, era una sensación nueva y agradable. Me detuve antes de cruzar la puertita.

—     Vamos, se hace tarde— Me apuró La Alta.

—     ¿Ahora qué te pasa?— Preguntó mi hermana.

—     Quiero ver si hay alguien cerca en la calle antes de salir.

—     Tranquila. No veo a nadie. ¿Pero cuál es el problema? Si en un ratito vamos a estar entre mucha gente— Me dijo Mary.

—     Quiero caminar un poco tranquila, sola con ustedes, para acostumbrarme a estar afuera.

—     Dale, caminá y listo. Es como tomar un remedio feo, mejor de un trago y no darle vueltas— Nuevamente Mary.

La Alta y Luli  me tomaron una cada mano y comenzamos a caminar. A los pocos pasos Mary notó que habíamos olvidado las lanzas y salió corriendo a buscarlas, las otras esperamos que regresara.

En eso pasaron por la calle un par de chicos. Inmediatamente los identifiqué y quedé petrificada. Parecían algo apurados, nos saludaron sin detenerse.

—     Hola chicas. ¿Ya van al club? Todavía es temprano. Nosotros vamos a buscar a los otros y a ponernos los disfraces. Las vemos allá. Ah… ¡Están muy lindas así disfrazadas!— Las chicas respondieron el saludo, yo seguía congelada.

—     ¿Viste que no pasó nada? Ni se dieron cuenta quien es quien. Saben quiénes somos solo porque seguramente nos vieron salir de casa— Dijo mi hermana para tranquilizarme.

—     Si…Anahí. Ni siquiera se dieron cuenta de qué estamos disfrazadas— Dijo La Alta.

—     Será por la oscuridad— Opinó Luli.

—     No. Sin las lanzas no parecen indias. Realmente no se sabe de qué son sus disfraces— Les dije.

—     ¿Te parece?— Preguntó mi hermana.

—     Seguro. Se esmeraron en todo, menos en parecer indias. Están lindas y llamativas pero sin lanzas no son indias. Además no reconocieron quien soy en realidad porque está oscuro, en eso tiene razón Luli.

—     Lo de los disfraces puede ser, pero no importa, ya llegan las lanzas. Y tendrás a las indias guerreras. Pero quédate tranquila. Estás perfectamente igual a mí, vos misma te miraste al espejo y lo dijo mamá.

—     Si, somos tu escolta de indias guerreras— Dijo entusiasmada La Alta.

Llegó Mary con las lanzas, las repartió y pudimos continuar nuestro camino. Mientras avanzábamos algunas chicas agitaban sus lanzas y reían, una aullaba como se supone hacen los indios. Se las veía a todas muy felices. Yo seguía de la mano de mis dos custodias guerreras mientras caminábamos.

—     Laura, sé que estas nerviosa, pero no me estrujes tanto la mano. Me está doliendo, aflojá un poco— Me pidió Luli.

—     Perdoname, no me di cuenta— Al responder reparé en un  detalle. Mi voz no era igual que la de mi hermana. Aunque no tenía todavía  una voz muy masculina, no era ni parecida a la suya.

—     ¡Chicas! Cuando hable todos se darán cuenta que no soy Laura. Que ni siquiera soy una chica. Y los que me conocen sabrán quien soy.

—     Ya pensamos en eso. Estarás con anginas o algo en tu garganta, no podrás hablar y si necesitas hablar, lo harás muy bajito y como si estuvieras ronca. Probemos— Dijo mi hermana.

—     Mejor no hablo para nada y listo.

—     Probemos por las dudas. Para que te quedes tranquila. Dale intentalo— Insistió.

Hice lo que me pidió. Dije un par de frases con voz muy baja y tratando de sonar ronca. Hasta tosí un poquito.

—     ¡Perfecto! Te salió a la primera. Desde ahora hablá así y ya te vas acostumbrando

—     Ahora soy Laurita la mudita. Y me salió bien porque estoy temblando de miedo. ¡Siento que mis piernas se aflojan, quiero volver chicas!

—     ¡Dale! No seas tonta, no nos arruines la noche. Si querés paramos un poco hasta que te tranquilices— Dijo mi hermana.

—     No, mejor sigamos, es como dijo Luli, lo malo, mejor de un trago.

—     Quedate tranquila. Estás perfecta y muy linda. No lo decimos para convencerte. Es la verdad. Como varón no sos feo, pero a mí me parece que estás mucho más linda así. ¿Chicas que dicen?— Pensé que Luli solo trataba de darme ánimo. Todas asintieron, obviamente.

Nos acercábamos a las luces que adornaban la entrada del club. Pensé que las habría puesto mi padre, y que así vestida, ya no podría ayudarle a guardarlas al terminar la noche.

—     Chicas, todo está muy lindo. Les agradezco todo lo que hacen por mí, y espero que se diviertan mucho. Pero yo no voy a poder hacer esta noche lo que quiero. Lo único que me gusta de estas fiestas es ayudar a mi papá y poner música.

—     ¿Porque no vas a poder? ¿Acaso una chica no puede pasar música?— Me preguntó Luli.

—     Sí. Las chicas pueden. Pero si lo hago arruino todo su plan de la confusión. Todos sabrán en el acto quien soy porque papá no deja a nadie más tocar su equipo. Y segundo, no sé si a él y a los otros de la comisión les parezca bien que un chico disfrazado de chica suba al escenario. Los equipos están ahí arriba para evitar que los borrachos molesten o los rompan.

—     Mirá para nosotras importa menos el plan que vos. Además, no es necesario que pases música desde que lleguemos. Seguramente papá va a tardar un rato en necesitar ayuda, y para ese tiempo ya habrá terminado la broma— Mi hermana trató de convencerme.

—     Subir al escenario no es ningún problema. ¿Acaso no suben los participantes del concurso de disfraces? Siempre se anotan disfrazados del sexo opuesto, y te aseguro que ninguno de esos participantes va a estar tan linda como vos. Siempre son muy ridículos los hombres disfrazados de mujer, en cambio las mujeres vestidas de hombre generalmente están mejor producidas. Pero los tipos están muy grotescos, mal afeitados y con todas las piernas peludas, a mí en lugar de gracia me causan un poco de repulsión—Pensé que Mary tenía razón, las demás chicas coincidieron con ella.

—     Estoy de acuerdo con vos, pero la que tiene que subir soy yo. Como dijo Anahí, para ese momento  habrá terminado la broma y todos sabrán quien soy en realidad, y los que no lo sepan, lo sabrán en cuanto toque una perilla. No sé si me animaré a subir al escenario como Laurita.

—     Ya veremos qué pasa. Si te sentís muy mal, simplemente volvemos a casa para que te cambies y vuelvas como Marce. Por lo menos entremos y veamos qué pasa. ¡Por favor hermanita!

—     Como le dijiste a mami, siempre te salís con la tuya.

Seguimos caminando. Ellas charlando, jugando y riendo. Yo atenta al entorno, pensando en lo que vendría.

—     Laurita, no te encierres como siempre, estás con tus amigas. Hablá con nosotras, participá. Así te vas a tranquilizar y acostumbrar. Y terminá con la cantinela del miedo y la vergüenza— Me dijo Luli.

—     Me gustaría, pero en este momento no me sale hablarles de otra cosa.

—     Contanos que te parece la ropa que llevás. ¿Es más cómoda que la de hombre?

—     Si Luli, resulta más cómoda. Es más suave, y me parece mucho más linda.

—     ¿Incluso la bombachita?— La Alta logró que todas soltaran una risita.

—     Si, incluso las bombachas. Y por favor no se rían de mí, me hacen sentir mal.

—     Perdón, perdón. Es que resulta divertido.

—     ¿Escuché mal, o te equivocaste? Dijiste “las bombachas”. Tu hermana te dio una sola— Solo Luli notó ese detalle.

—     Mamá me hizo poner otra encima.

—     ¿Por qué?

—     Por seguridad…No me hagas explicar, ustedes no son tontas.

—     Ahhh… Si, entiendo…

—     Gracias.

—     No tenés que tener vergüenza de hablar temas como ese con tus amigas. O sea con nosotras. Entre chicos no hablan de eso, pero las chicas si lo hacemos. Somos mucho más abiertas y hablamos de todo, inclusive de sexo y de todo eso, no nos da vergüenza hacerlo— Dijo mi hermana.

—     Bueno. Como soy una chica nuevita, me da vergüenza todavía.

—     Ya te vas a acostumbrar.

—     Para nosotras ahora sos una chica más. Por lo menos mientras quieras serlo— Afirmó Luli.

—     Ya lo sé, gracias por tenerme tanta paciencia…

—     ¡No vuelvas a ponerte lacrimógena!— Exclamo casi con fastidio La Alta.

—      No, no.

Casi estábamos en la entrada del club. Vi que, aparte de los dos porteros, había un grupito de personas charlando y otro grupito que se acercaba a paso lento. Sabía quiénes eran esos porteros, los conocía bien, eran dos muchachos de unos veinte años, bastante fuertes y grandotes, y también bastante brutos de carácter, muy adecuados para esa función. Traté de evitar pensar en que tendría que pasar por su control. En lugar de eso, me dediqué a tratar de identificar a los otros, todos eran adultos, hombres y mujeres, y no pude reconocer a ninguno.

—     Vos tranquila, dejanos hablar a nosotras y seguinos— Me dijo mi hermana en voz baja.

—     Sí. Tengo miedo.

—     Ya lo sé. Tranquila que no pasa nada.

FIN DE LA PRIMERA PARTE