¡Carnaval, carnaval, carnaval te quiero!

Relato real (novelado) con fotos. Mayte vive la más erótica y alucinante noche de carnaval. No dejes de leerlo hasta el final. !Te sorprendera!

Hola soy Mayte otra vez, hace tiempo que no escribía, y la verdad me daba pena, pues se pueden contar por cientos los mensajes a mi correo electrónico que recibo pidiéndome que lo haga, tanta insistencia y aprecio merece una respuesta adecuada, ¡Seréis satisfechos!

Ya sabéis que somos una pareja de Cartagena (Murcia), él, Felipe de 39 años, y yo Mayte tengo 29 años, morena, media melena, atractiva, con un cuerpo bonito. Desde que escribo me ha gustado adornar mis relatos con fotos mías (juro que cuando digo que son mías, es que son mías), debido a lo que mi marido llama "formateo urgente" no quedaron fotos de este gran día, pero como no quiero ser mala os colocaré tres fotitos una al principio, otra enmedio y otra al final sólo mías y nada más que mías.

PRÓLOGO

En Cartagena (España), ciudad donde vivimos Felipe y yo, tenemos unas fiestas preciosas, a Felipe le encantan los desfiles de "Romanos y Cartagineses", con todo ese aparato militar, y profusión de espadas y túnicas, a mi en cambio me gustan los "Carnavales", donde la alegría, el desenfado, y el desenfreno es lo que prima, y el disfrute carnal lo que subyace.

A la llegada de los carnavales, mi marido comenzó con su petición de todos los años, que me disfrace de "cheerleader", por eso de la faldita cortita, la camisetita ajustadita y cortita, y los pompones.

Esta vez decidí darle gusto y disfrazarme de "cheerleader". Fuimos a Alicante a una extraña tienda en el barrio viejo donde alquilan ropa de carnaval. En la tienda sólo estaba el vendedor (flaco de unos treinta años) y un comprador (gordito, calvo de unos cuarenta años). Fui a la sección de vestidos para desfiles y encontré el traje de "cheerleader" deseado, lo cogí y pasé al probador.

Os pongo una foto para que os hagáis a la idea, he estado buscando hasta encontrar una que se pareciese en el color y hechura…. (esa no soy yo, aviso).

Cuando salí del mismo, el chico de la tienda, se quedó con la boca abierta, entendí que de admiración, en cambio a mi marido se le entrecerraron los ojos, supongo que pensando como disfrutaría enseñándome por toda Cartagena así vestida,

Una faldita tableada blanca inmaculada, (mucho más cortita que la de la foto), que por delante quedaba al ras del pubis, y que por detrás no podía tapar bien mi colita, dejando el pliegue y el comienzo de los cachetes de mi culito perfectamente a la vista. La parte de arriba no era tan indecente como la de de abajo, una camisetita ajustada, roja y blanca, que dejaba a la vista mi ombligo. Y un par de pompones de tiras rojas y blancas que hacía juego con el conjunto, ¡Espléndida!

Aproveché para darme una vuelta por la tienda parándome y levantando las piernas como hacen ellas, el empleado y el gordito, comenzaron a tararear una música de desfile americano, y yo a levantar un poco más mis piernas, mi marido movía la cabeza en señal de "!No puedo con ella¡", pero se notaba que disfrutaba. Torpemente, o a propósito, se me cayó uno de los pompones, y me agache doblando toda la espalda sin flexionar las rodillas, todo mi culito quedo a la vista de ambos, la tanga no tapa esas cosas, cesó la música y se oyó un corto suspiro y un silbido de aprobación.

Estaba decidido, ¡Ser cheerleader me encanta!

ACTO PRIMERO: "EL FOOTBALL UN DEPORTE MUY DUUUUUURO"

Por fin llegó el día de los carnavales, me arreglé sexy para la ocasión, mi marido se disfrazó de "Conde Drácula", que también era uno de sus sueños, porque según dice, eso le permitía morderle el cuello a toda moza que le guste.

Salimos a la calle dispuestos a divertirnos a tope, conscientes de que nuestros disfraces nos iban a llevar a situaciones inesperadas, y eso era precisamente lo que buscábamos.

Estuvimos tomando copas de aquí para allá, durante unas tres horas, los amigos nos felicitaban por nuestro buen gusto, ¡y por mi generosa exhibición de piernas!, nada interesante, salvo un par de cachetes en el culito que recibí en un pub atestado de gente y que no me di por aludida, para evitar problemas, y un par de "animaciones" con levantamiento de brazos y piernas que generosamente hice para unos amigos.

Se hicieron las cuatro de la madrugada y el cansancio se notaba en nuestras caras y cuerpos, así que decidimos tomar la última copa en un pub de reciente inauguración que nos habían recomendado unos amigos. Entramos, es bastante grande y muy bien decorado, con proyecciones en unas gigantescas pantallas en las paredes y un ambiente bullicioso, seguramente debido al día y a que estaba atestado de gente.

Mi marido que es más alto que yo, oteo el horizonte del pub y me indicó que fuésemos hacia un rincón, cuando llegamos entendí la causa, tres hermosa rubias disfrazadas de "Marilyn Monroe" con faldas de vuelo estilo años cincuenta, me recordó cuando en "La tentación vive arriba", el respiradero del metro levanta la falda de Marilyn, se hallaban en ese rincón bebiendo y parece que ya les había hecho efecto tanto alcohol, por su aspecto y gestos.

Mientras pasábamos apretujados entre la gente, observé un grupo de chicos de unos veinticinco años de media disfrazados de equipo de "football americano", camisetas blancas y... ¡Que casualidad… rojas!, hombreras inmensas, caras pintadas, pelo engominado, el casco en la mano, y una pelota de football que se pasaban de unos a otros.

  • Por fin ha llegado la "cheerleader".

  • ¡Nena! Los chicos del equipo buscamos chochito. ¿Para eso estáis las animadoras, no?

Todos me miraron con lujuria y me rodearon al pasar diciendo piropos algo soez y mostrando lascivamente sus lenguas. ¡Y Felipe… disfrutando… claro!

Mi marido nada más llegar y como era de esperar se desentendió de mí, al parecer conocía a una de las "marilynes", porque nada más llegar le dio un beso en cada mejilla y las alabó por su buen gusto en elegir el disfraz. Me quedé un tanto sola esperando que mi marido terminara con las presentaciones, de las que me excluyó totalmente.

De pronto, la pelota de football (no se como se llaman esas pelotas con forma ovoide) dio de forma suave contra mi culito. Y a mis oídos las risas del equipo de football.

  • ¡Perdona, perdona! Se nos ha escapado. Dijo uno que parecía el capitán.

  • Es que aún no dominamos bien este deporte. Dijo otro bastante atractivo.

  • ¡Hay que ver que buen gusto tiene esta pelota! Ha elegido el mejor culito. ¡Y al mejor cheerleader. Dijo uno flacucho.

Hice una mueca de que no me había hecho gracia, y les lancé la pelota, que hábilmente agarraron. Cosa que fue festejada por todos como si de un tanto se tratara.

Me di la vuelta e inmediatamente otro pelotazo me dio, esta vez en un muslo.

  • ¡Lo siento! ¡Lo siento! Dijo de nuevo el capitán.

  • Se ve que la pelota también le gustas. ¡Anímanos anda!

  • ¡Enséñanos esas braguitas!

No esperé más comentarios, lancé la pelota a los testículos del capitán del equipo, que la recibió de lleno, doblándose, sin poder evitar el impacto, y agarrándose los genitales.

  • ¡Ayyyyy! La madre que la parió. Dijo, mientras los demás se reían, esta vez de él.

El chico atractivo, un pedazo tío de 1.90 mts. de altura, fuerte, atlético, y muy guapo, cogió del suelo la pelota y me la lanzó de nuevo a las manos para que volviese a disparar. Volví a hacerlo, con mala puntería, pero lo que es peor, con la pelota, salió disparado también uno de los pompones, que debido a su poco peso, fue a parar cerca a los pies del flacucho. Intenté evitar que éste lo cogiera, pero no fui lo suficientemente rápida. Miré a mi marido, buscando su ayuda, no se enteraba, estaba rodeando con su capa a una de las chicas y mordiéndole el cuello, como si fuera Drácula, y la tía se dejaba. Así que, muy decidida, fui a buscar mi pompón yo solita.

El flacucho, lo levantó en el aire, y mi salto fue insuficiente para cogerla, eso sí, fue suficiente para dejar mi culito a la vista de todos, bueno las braguitas blancas y rojas de raso que me compré para la ocasión, ya que era evidente que con esa falda tan corta tuviera que enseñarlas.

El flacucho se la pasó al guapo, intente quitársela mientras se daba la vuelta, lo rodee con mis brazos quedando mi culito en pompa hacia atrás, momento aprovechado por alguno para poner toda la palma de la mano en uno de los cachetes. El guapo se lo paso a uno gordito, que intentaba pasar entre la gente para llevárselo, me moví detrás suyo, y cuando vio que lo cogía, lo tiró por alto hacia atrás, siendo recogido en el aire por el capitán. El juego estaba claro, paré, coloqué mis brazos en jarras y les miré de forma desafiante. De pronto me lanzaron el pompón a las manos, y hábilmente lo cogí, de pronto todos vinieron encima mío.

  • ¡Melé, melé, melé¡ gritaban, ¿Qué era una "melé"?, Pronto pude comprobarlo, todos me abrazaron, me apretaron, me sobaron, y sólo sé que todo eran manos, corpachones, y apretones.

De pronto el pompón, de nuevo no estaba en mis manos, otra vez empezaba el juego. A estas alturas había decidido simplemente esperar a que se hartaran, aunque sabía que era primordial recuperarlo para poder devolverlos en Alicante junto con el traje (todo era alquilado).

Comenzaron los pases de nuevo, esperaban a que llegara a su altura, levantaban el pompón, y mientras saltaba me tocaban por aquí y por allá, yo sonreía sin ganas como colaborando, y eso les animaba, en uno de los saltos, uno de los chicos me atrapó por detrás me apretó contra el que levantaba el pompón y sus manos repasaron mis tetas por encima de la tela. No me quejé, y eso les animó aún más, cada vez que podían me apretaban y me repasaban tetas y culito.

De pronto perdí de vista el dichoso pompón, el capitán lo llevaba en la mano y cuando lo levantó, con sorpresa vi, como avanzaba por el pub camino de la puerta de salida, la seguí y el resto de equipo también. Se abrió la puerta y el capitán salió del pub con el pompón levantado como si fuese una banderita de esas que llevan las guías en las visitas turísticas.

Le seguí y conmigo todo el equipo, todos calle abajo detrás del capitán, no había nadie en la calle, el resto del equipó extrañamente no me adelantaba, corría a mi lado, mientras alguno me daba algún palito en el culo, como de "ánimo". El capitán dobló la esquina hacia la derecha, la calle se notaba más antigua, me dio algo de miedo, y decidí dar por perdido el pompón. De pronto se metió en un portal a unos diez metros, de esos antiguos, y muy grandes, solitario por la hora.

  • ¡Vamos, vamos¡ Animaban los del equipo. ¡Es qué vas a dejar que se lo lleve!

Resuelta volví a correr y me metí sin pensar en el portal.

Allí estaba él, con el pompón en la mano, resollando por el cansancio, y mirándome con ojos de lascivia.

  • ¡Ahora me vas a pagar el pelotazo en los huevos que me has dado! Me dijo amenazante.

Sentí miedo y me giré para salir. La visión que tuve aún era más terrible. Los otros cinco chicos, cerraban con sus cuerpos la salida, ocupaban toda la puerta, y sus miradas no eran precisamente de comprensión.

  • ¡Dejadme salir!. Les dije autoritaria, no sé de dónde saque esa actitud, estaba muerta de miedo. Ni se movieron. Ni pestañearon.

  • ¡Dejadme salir!, dije mientras golpeaba el inmenso pecho de uno de ellos.

  • ¡Cabrones! ¿Qué os creéis? ¿Gilipollas? Decía mientras se me doblaban las piernas muerta de miedo.

El capitán del equipo tiró el pompón al suelo cerca de mis pies, rápidamente doblé las rodillas, me agaché y lo cogí, pero no pude llegar a levantarme. Unas manos me aferraban firmemente por los hombros, clavando unos inmensos dedos en mi clavícula, doblé las rodillas, y quedé en actitud suplicante.

Cuando varias manos me levantaron del suelo como si fuera de papel, mientras ascendía, notaba como buscaban debajo de mi falda y dentro de mi corta camiseta. Mis pies no tocaban el suelo, y mis brazos lanzaban golpes a sus cabezas y pechos sin lograr el menor resultado, seis hombretones tiraban de mi ropa, la camiseta salió hacia arriba por la cabeza, la falda bajó a mis pies, y la vi volar por encima de sus cabezas como si fuera un pañuelo, las braguitas (compradas para la ocasión) fueron rotas por los tirones (dejándome de recuerdo un morado en el lado derecho de mis caderas).

Sus manos peleaban por sobar mis tetas, y mi pubis era objeto de sus "caricias", mientras uno de ellos mordía mi culo (dejándome una marca dental, que duró días).

El capitán dijo:

  • ¡Tiradla al suelo que todos disfrutemos de ella!

Me pusieron en el suelo a la fuerza, mientras gritaba ¡Cabrones! ¡Hijos de puta!

Dos de ellos sujetaban mis brazos con una mano, mientras la otra se ocupaba del pecho más cercano. Otros dos tiraban de mis piernas (literalmente) impidiendo doblarlas. El flacucho lo tenía enfrente sacó su polla (no era nada de otro mundo, yo diría que como él, flaca y larga) y comenzó a masturbarse, imaginé que querría correrse encima mío. Sólo faltaba el "guaperas", de pronto lo vi, de un golpe apartó al flacucho de mi frontal colocándose él. Era tan enorme como guapo, ancho, fuerte, metió la mano a su paquete, bajo la cremallera y salto libre una polla tan enorme como él.

  • ¡Sujetad fuerte a esta puta que me la voy a follar entera! ¡Le voy a dejar el coño como un bebedero de patos! Dijo, y no sonaba a broma precisamente.

Se colocó de rodillas entre mis piernas, y echó su cuerpo adelante encima mío, colocando su enorme cipote en la entrada de mi cuevita, su mano agarró tan fabuloso miembro para aumentar su dureza y permitir su entrada. Cerré los ojos esperando el dolor inminente de una penetración carente de lubricación. Y….

  • ¡Joder tíos, creo que nos estamos pasando! Dijo el flacucho. ¡Hostias, la estamos violando! ¡Vamos a ir todos a la cárcel! ¡Hostia puta! ¡Me cago en la …!

De pronto todo se paró, no se oía ni un sonido, parecía que el mundo se hubiese detenido. Pasaron unos diez segundos sin que nada pasara, y nada se dijera.

El grandullón se volvió a poner de rodillas sosteniendo en su mano su inmensa arma, que iba perdiendo su grosor por momentos, como hipnotizada miraba la ahora flácida polla, mientras uno tras otro me fueron liberando de las ataduras de sus manos.

  • ¡Por favor, por favor, vístete, no ha pasado nada!, ha sido un mal entendido, perdónanos. Dijo uno de ellos.

  • ¡Por favor!, somos buenos chicos, es la bebida, se nos ha ido la olla. Dijo el capitán.

  • ¿Estás bien? Dinos algo, por favor. Dijo el flacucho.

Ya todo eran lamentos e imprecaciones.

  • ¡Me cago en la puta que nos parió! ¿Cómo se nos ha podido ir la cabeza así?

  • ¡Por favor, no se lo cuentes a tu marido!

  • ¡Por favor, no nos denuncies!

  • Toma, toma tu ropa. Dijo uno de ellos mientras me acercaba la falda y la camiseta.

Las cogí y burdamente me tapé con ellas (como si fueran unas toallas), me levanté con toda la dignidad posible, ante la situación, y comencé a andar rápido hacia la puerta, cuando salí por ella materialmente corría, y así seguí calle arriba, no había nadie, así que nadie se tuvo que extrañar de ver a una joven desnuda, intentando vestirse mientras corría.

ACTO SEGUNDO: "SEX SERVICIO DE SEÑORITAS"

Cuando llegué al pub, ya llevaba la minifalda y la camiseta puesta también, y, evidentemente sin bragas.

Entré en el local, el bullicio y el humo seguían siendo los mismos que cuando salí del local, me dirigí instintivamente hacia el lugar donde había dejado a mi marido, debatiéndome entre los deseos de decirle lo que había pasado y las dudas, imaginaba que se enfadaría y me reprendería por salir del pub sola detrás de seis tíos, y lo que es peor, igual buscaba camorra. Empujando y maniobrando entre la gente (no sé si alguien se fijo en mi estado, ni si este era tan lamentable como yo imaginaba), llegué donde antes estaba mi marido, sólo encontré el hueco.

Giré sobre mi cuerpo, buscando y oteé el pub en busca de Felipe, no lo veía.

Si que pude observar dos de las tres "marilynes", ligando descaradamente con dos "señores", que podían ser sus padres y que por la forma de mirarlas, albergaban claros deseos de intimar con ellas.

En ese instante los chicos (los del equipo de football) llegaban al pub, con su altura podían verme desde la entrada, sus cabezas sobresalían del resto de la gente, me localizaron y tras señalar mi posición vinieron hacia mí. ¡Cuánto necesitaba en ese momento el apoyo de mi marido!

  • ¡Lo sentimos! Me espetó de nuevo el capitán del equipo.

  • ¡Por favor, perdónanos!

  • ¡No nos denuncies, por favor! ¡Haremos lo que digas!

Sus frases se amontonaban unas encima de otras, sólo excusas y promesas.

  • ¡Somos buenos chicos! ¡Se nos ha ido la cabeza! ¡Al menos no ha pasado nada irremediable!

Dijo el capitán.

  • ¡Mira!, continuó. Somos estudiantes de medicina, estamos en el cuarto año, somos de Murcia, hemos bebido mucho y queremos pedirte perdón. He pensado darte nuestros datos, número de teléfono, y todo lo que necesites, para que veas que somos buena gente.

  • Nuestros padres son gente de clase social alta, y no podrían soportar que nos echaran de la Universidad, ni la vergüenza de ser denunciados por esto…. Queremos que sepas que siempre estaremos en deuda contigo sino nos denuncias, y que te respetaremos, y ayudaremos cada vez que lo necesites. ¿No es así Froilán? Dijo mirando al grandullón, que no había dicho palabra ni había levantado la cabeza.

  • ¡Sí, es así! ¡Haremos lo que digas! ¡Seremos tus esclavos! Dijo mirando hacia el suelo.

No tenía ganas de contestarles, y empezaba a desechar la idea de denunciarlos, pero también quería dejarlos con la duda, sin media palabra di media vuelta y me dirigí al servicio de señoras que se encontraba a escasos metros detrás mío.

Entré en el aseo, no había nadie, aunque se notaba por la suciedad del suelo que había tenido mucho uso en una noche tan especial, donde tanto se bebía, y, se orinaba.

El espejo del lavabo reflejaba una cara con aspecto de cansada, pelo alborotado, rímel en parte corrido, un morado en el cuello, la camiseta con muestras de haber sido tironeada, la falda corrida hacia el lado izquierdo, y las rodillas con arañazos, en fin, un desastre, aunque esperaba algo peor. ¡Con razón no se apercibió nadie de mi estado al pasar entre los clientes del pub! Pensé.

Comencé la labor de colocar cada cosa en su sitio y arreglar en lo posible de mi imagen.

De pronto un inequívoco ruido del roce de ropa, me indicaba que no estaba sola en el lavabo.

Giré mi cabeza y presté atención. Dentro de uno de los tres servicios que tenía a mi espalda, había alguien, yo diría que más de una persona.

Con algo de miedo me acerqué y pegué mi oído a la puerta.

Eran dos personas y los ruidos de ropa indicaban claramente que estaban desnudándose de forma apresurada, el ruido de los labios y la saliva me confirmaron que se trataba de sexo.

De pronto a mi mente asomó la sospecha. Algo me decía qué estaba pasando, y también quiénes eran los personajes. Debía comprobarlo, la curiosidad podía mas, no podía irme sin mirar, tenía que saberlo.

Entré al servicio de la derecha, cerré la puerta para no ser descubierta por extraños, el suelo estaba totalmente mojado, ni siquiera me paré a pensar el asco que me daba, subí a la taza del water, puse mi pie izquierdo en el expendedor de papel, esperaba que cediera, pero aguantó mi peso gracias a que ayudé con las manos sujetándome a la parte superior de la pared de división, jalé con los brazos y me icé, con una decisión en mi ánimo para mi desconocida hasta el momento, metí la cabeza entre el hueco del techo y el fin de la pared medianera y

Mis ojos se abrieron, en una mezcla de sorpresa y confirmación de mis dudas

Efectivamente, era mi marido, mi Felipe, sobaba y chupaba los pezones de la zorra vestida de "Marilyn", y los mordía con tal ganas, que la chica le daba golpecitos con los puños en señal de que le hacía daño, pero no muy fuertes, lo que denotaba que al mismo tiempo le excitaba.

Ninguno de los dos miraba hacía arriba, tampoco sé si habría sido capaz de retirarme a tiempo de su vista.

De pronto, Felipe levanto la falda azul claro de ancho vuelo, y se la dio a coger a la altura del pecho para que ella la sujetara, se colocó en cuclillas y bajo las bragas de la chica. Ella para facilitar lo que tanto deseaba, se arqueó hacia atrás, sacando su pubis y poniéndolo a la altura de la cara de mi marido. Al echarse hacia atrás levantó la cabeza

Me escondí, echándome hacia atrás rápidamente, y a punto estuve de caer y partirme la cabeza, parecía un equilibrista sobre alambre, manteniéndome en una posición casi imposible.

La tía zorra, gritaba, ¡Cómeme la pepitilla, cabrón! ¡Cómemelo todo!, ¡Cómemeeeeeeee!

Se notaba por el ruido que la lengua de mi marido estaba actuando, y parece que bien, pues no tardó ni quince segundo en que oí.

  • ¡Me corro, me corro, me cooooooorroooooooooooooooo!

  • ¡Madre mía! ¡Cómo me gusta como te comes mi almejita! ¡Ahora fóllame, como follas a la puta de tu mujer!

Para que se la follara no necesitaba insultarme. ¡Digo yo!, pero si a la chica la anima decir que la puta soy yo, pues adelante.

Se oyeron ruidos de cambio de posición y de bajada de bragueta y pantalones. Así que me animé a volver a mirar. ¡Joder si me pillan, que se jodan! Acaso no es mi marido quien estaba jodiéndola.

Lo que vi, era lo que debía de ser. Mi marido cogió a la "zorra marilyn" y le dio la vuelta poniéndola de cara a la pared, puso su mano sobre la nuca y le hizo bajar la cabeza hacia el water, aún le pareció poco y empujó más la cabeza hacía abajo, ella sumisa se agachó más todavía, su sexo debía estar rozando los genitales de mi marido. Para sujetar su difícil posición se agarró con ambas manos a la cañería exterior del water (era uno de esos antiguos o colocados después de los azulejos).

Mi marido cogió su polla con una mano, mientras con la otra se abría el culito tirando del pulgar, creí que la iba empalar analmente, pero no… Puso la polla, en la entrada de su coño. Menuda polla, tenía la cabeza roja como un tomate, y un tamaño de impresión, mi marido tiene un rabo, que no es tan grande como el que había estado a punto de meterse dentro de mí, pero grande si que es, pero sobre todo es duro, es como un palo que te quema cuando entra, y que te deja exhausta de placer y dolorida de la intensidad, sentí una cierta envidia, hacía tiempo que mi marido no me deseaba así, con tanta fuerza.

Clavó su polla de un golpe, sin miramientos, como un cuchillo penetra en un trozo de carne.

La "puta marilyn" gimió como un animal, le había hecho daño.

  • ¡Qué se joda! Pensé

Mi marido metía dulcemente su tranca, y pausadamente la sacaba. Me extrañó que fuera tan equilibrado y prudente, conociéndolo como lo conozco.

¡Jódeme cabrón! ¡Jódeme, no decías que llevas más de un año deseándolo! ¡Rómpeme el coño de una vez!

La tía era vulgar, no cabía duda. Se ve que el hábito no hace al monje y que la ropa de Marilyn, no le prestó más educación. Pero la malsonante frase hizo el efecto esperado.

Mi marido clavó su polla hasta dentro, doblando sus brazos por el impulso. Atrajo hacía sí su cuerpo y comenzó un mete y saca frenético. Desde donde estaba podía contemplar su cilíndrica polla por décimas de segundo y luego oír como el pubis de Felipe chocaba contra el abierto culo de la "zorra marilyn". Otro, y otro, y otro, y otro, y otro más, el ritmo era brutal parecían dos animales, a cada pollazo de mi marido, la fuerza de ella disminuía, de vez en cuando parecía levantar del suelo sus piernas, sus brazos ya no podían sujetarla a la cañería y bajaban por ella hacia la taza del water, exponiendo más aún su coño a las embestidas de Felipe.

Mientras ella seguía con sus "amables y cariñosas frases"… ¡Cabrón! ¡Hijo de puta! ¡Fóllame bien que no me vas a follar más en la vida! ¡Disfruta de un buen coño y no el de la sosa de tu mujer!... Y dale con insultarme, estaba por abrir la puerta del aseo y arrearle un par de guantazos.

Las manos de la "marilyn" ya estaban apoyados en la taza del water, y su cabeza contra la pared estaba doblada, en una posición bastante incómoda que aguantaba debido a que estaba a punto de correrse, era evidente por sus estúpidos grititos de placer. ¡Ni eso hacía bien, la zorra!

De pronto mi marido la cogió por la cintura con ambas manos y la elevó del suelo, bajando aún más su cabeza por la pared. Entendí que iba a correrse y quería hacerlo bien dentro de ella.

  • ¡Córrete! ¡Lléname de tu leche! ¡Pero no pares! Dijo la muchacha

  • ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah! Grito mi marido.

Imaginé por la posición que para correrse levantaría la cabeza, y rápidamente me agaché. Nunca he sabido si me llegó a ver, porque lo último que vi fue como su frente se elevaba y sus ojos subían hacia el techo del servicio.

  • ¡Me coooooooooorrooooooooooooooooooo! Grito ella. Mientras bajaba como podía del dispensador de papel, poniendo los pies en la taza del water.

  • ¡No la saques todavía, aguanta dentro, no quiero que me chorrees entera! Escuché mientras salía a toda prisa de servicio, fue lo último que oí de la "zorra marilyn".

ACTO TERCERO: "UNA CHEERLEADER ES UNA… …CHEERLEADER"

Traspasé la puerta y salí al salón del pub, el aire seguía siendo espeso, por causa del humo del tabaco, y no sabía muy bien que hacer ni donde ir.

Como un cortejo de esos que acompañan a la novia al entrar en la iglesia para casarse, se encontraban colocados a ambos lados de la puerta los chicos del football.

  • Bueno qué, ¿Nos has perdonado?

  • Ya ves, que no te hemos hechos nada.

  • Pídenos lo que sea, lo que quieras, dinero, regalos, lo que quieras.

  • ¡Dejadme en paz, me tenéis harta! ¡Iros a la mierda! Les dije airada. Y me acerqué a la barra, apoyándome en ella.

Las otras dos marilynes ya estaban morreando a los dos maduritos, y se dejaban meter mano de forma descarada delante de todos. Los "señores" hurgaban dentro de sus sujetadores y debajo de su falda sin miramiento alguno. No entendía como podían hacerlo delante de todos. Pensé que no serían de Cartagena y por eso les daba igual.

  • En vez de Cartagena deberíamos llamar a esta ciudad, Sodoma o Gomorra. Pensé.

  • Por lo visto, aquí la única que no folla soy yo. Dije en un susurro casi imperceptible.

Me volví y me apoyé con la espalda en la barra, sujetándome con los antebrazos al más puro estilo cowboy. Los chicos del equipo seguían mirándome embelesados, con ganas de que les dijera algo de una vez.

  • Voy a decirles algo que les sorprenda. Pensé

  • ¡Oye, vosotros! ¡Sí, sí, vosotros! ¡Venid aquí! Dije un tono elevado sin gritar, mientras movía la cabeza en señal afirmativa.

Inmediatamente me vi rodeada de los seis hombretones.

  • Vamos a ver. Empecé diciendo.

  • Habéis jugado conmigo. Me habéis sobado todo lo que habéis querido. Me habéis llevado a un oscuro portal y me habéis desnudado. Me habéis casi violado. ¿Os parece bonito?

  • No, no, no. Todos decían a un tiempo.

  • Perdónanos, perdónanos. Comenzaron a decir como si fueran niños.

  • Además he perdido el pompón. Añadí.

  • Ninguno ha sido tan galante, de devolvérmelo. Ahora perderé la fianza que deje en el alquiler del disfraz. ¿Así es como queréis que os perdone?

  • Ahora mismo voy a por el pompón. Dijo solicito el capitán.

  • No iré yo. Dijo el basturrón.

  • Que he sido quien peor se ha portado. Añadió bajando la cabeza.

  • No, no, no. Iré yo. Les dije para sorpresa de los chicos. Y espero que seáis lo suficientemente hombres para terminar lo que habéis empezado. Mi marido está follándose a una zorra. Todo el mundo parece que busca sólo eso, y yo me estoy comiendo los mocos. Añadí, mientras observaba sus caras de sorpresa y sus bocas abiertas de estupor.

  • Mucho cuerpo, mucho rabo, pero nada, no sé para qué los queréis. Ahora me diréis que estáis sin desvirgar y os da miedo una mujer de verdad.

  • No, no, no, no, que va. ¡Joder tía que maja eres! Dijo el capitán

  • Maja, maja, no sé. Puta es un rato. Dijo el flacucho.

  • Te voy a meter la polla hasta que te salga por la boca, puta. Dijo el grandullón.

  • ¿A ver si es una trampa? Dijo otro. Yo no me fío de esta tía, añadió.

  • Bien, pensad lo que queráis. Yo voy a buscar mi pompón. Si cuando llegue allí, hay alguien para satisfacerme y hacer lo que yo diga, ¡Bien!, sino ¡Pues nada! ¡A joderse! Dije mientras daba media vuelta y me encaminaba hacia la puerta.

Por el rabillo del ojo podía observar que se pusieron a hablar entre ellos. Así que no me di mucha prisa en salir.

De pronto, el grandullón, levantó el brazo con un signo inequívoco de mandarlos a la mierda, y echó a andar detrás de mí. El resto le siguió, pues pude contar que los seis salían de pub en tropel detrás mío.

Extrañamente me seguían a prudente distancia. Mi coñito empezó a rezumar, lo notaba por que caía por mis muslos algo de lubricación, y el frío de la noche lo enfriaba.

Llegué al portal. Antes de entrar giré la cabeza hacia la derecha, de forma descarada, comprobando que venían los seis, sin hablar, se les notaba nerviosos.

Entré en el portal. Allí en el lugar donde lo dejé, la intempestiva hora no era propicia para el paso de algún vecino. Me agaché, lo recogí, me volví, y se lo tiré al capitán a las manos.

  • Vamos a ver, ¿Tú eres el capitán no?

  • Sí, yo soy.

  • ¿Sois un equipo de football de verdad o no?

  • Sí lo somos. Somos el equipo de la UMU (Universidad de Murcia).

  • Bien. ¿Y qué hacen los miembros de los equipos de football con las cheerleaders?

  • ¡Follárselas! Dijo convincente y seguro de sí mismo

  • ¿Y acaso yo no soy una cheerleader? ¿Sé puede saber por qué no me habéis follado todavía? ¿Es qué no me lo merezco? Dije mientras levantaba mi faldita, enseñando parcialmente el pubis.

Cuando vieron que les mostraba mi filita de vello púbico y mi rajita, invitándoles a romperla, se abalanzaron sobre mí como animales.

  • ¡Joder otra melé no! Vais a hacer lo que yo diga. ¡Mira que sois burros! ¡Qué bestias!

  • Vamos a ver. Todo el mundo desnudo

En vez de desnudarse se empezaron a mirar unos a otros.

  • Pero yaaaaaaaa... ¡Qué pasa! ¡Acaso tengo que desnudaros yo también!

De pronto, comenzaron a moverse como locos, no daban abasto para quitarse camisetas, hombreras, pantalones, y zapatillas. Alguno llegó a caer al suelo. El alcohol no facilitaba su equilibrio precisamente.

Todos se desnudaron y se pusieron en fila delante de mí, sin que yo se lo pidiese. Me hizo gracia y sonreí de lado.

Era una imagen graciosa. Seis tíos, grandes, altos, fuertes (menos el flacucho), con los cuerpos afeitados de vello, y con sus pollas colgando. No todas, alguna ya estaba mirando al techo.

  • ¡Voy a colocar al equipo en posición de ataque! Les dije

  • Tú el capitán, siéntate en la escalera. Me obedeció de inmediato, aunque tuvo la precaución de coger la pesada camiseta y ponerla debajo del culo (el escalón de mármol debía estar frío).

  • Tú Froilán, ¿Te llamas así, no? Me dirigí al hombretón. Que puso cara de extrañado al ver que conocía su nombre.

  • Prepárate. Voy a comerle la polla a tu amigo el capitán, y me voy a poner de rodillas. Quiero que metas esa hermosa polla dentro mío, y me des polla hasta que me corra. Ni se te ocurra correrte antes que yo. ¿Te has enterado? Movió la cabeza arriba y abajo en señal de afirmación, mientras su polla se levantaba de nuevo, así pude admirar que hermosa tranca me iba a penetrar.

  • Y vosotros vais a cumplir un sueño mío. Quiero que os deis pajas mirando lo que pasa y os corráis sobre mí, podéis llenarme de leche la parte del cuerpo que queráis. ¡Venga! Dije animándolos mientras tiraba de mi camiseta y mis pechos saltaban al aire. Baje mi falda y la puse con la camiseta y el pompón todo junto, no se me fuera a olvidar de nuevo.

Me dirigí a la escalera donde esperaba mi capitancito. Me arrodillé frente suyo, Le di un beso en los labios, y al no encontrar olor a alcohol me decidí a meter mi lengua dentro de su boca y jugar con la suya.

  • ¡Joder que golfa es la tía! Escuche que dijo alguno detrás mío.

Baje la cabeza por su pecho. Mordisqueé sus pezones, y seguí por su barriguita hasta su polla, que a esta altura había cogido vuelo. Era como la de mi marido, pero un poco más morcillona, sería por causa del frío.

La cogí con mis manos y golosa la metí en mi boca. Aspiré el agridulce olor genital de macho, y esperé a que mi saliva y la caricia bucal cambiara su sabor. Pronto se hizo sabrosa y me deleité chupando y lamiendo polla y huevos.

De pronto unas manos se posaron en mis caderas. Había olvidado al semental que le había pedido que me follara. Casi me dieron ganas de cambiarlo, semejante atributo podía hacerme daño.

Paré de chupar cuando noté la cabeza de su tranca chocar contra mi vulva. Era inevitable, me l iba a tragar quisiera o no quisiera, no había marcha atrás.

Volví la cabeza para observarlo, y pude ver que los otros cuatro se colocaron dos a cada lado de mí, y ya se pajeaban, arriba y abajo con destreza masculina.

  • ¡Toma, puta! Dijo el hombretón. Vas a conocer una polla como nunca has probado otra.

Y comenzó a clavarla dentro de mí.

  • Para, para. Échame algo de saliva en el coño o me vas a hacer mucho daño. Le dije.

Paró, y llevó sus grandes dedos a su boca llenándolos de saliva.

  • Espera, espera. Dijo el flacucho. Utiliza esto….

Me volví para mirar que era lo que quería utilizar de lubricante. Solo llevaba su polla en la mano. Al principio no lo entendí bien. Pronto adiviné sus intenciones.

Acercó su polla a mi culo, cerca de mi rajita, y….

  • ¡Aaaaaahhhhh! Se corrió dejando caer su semen por mi culito hacia mi vulva, que se empapó de él.

No sabía muy bien como reaccionaría Froilán. Su reacción fue simplemente aprovechar el nuevo "lubricante" y apoyar fuertemente la polla en la entrada de mi vagina. Colocó ambas manos en mis caderas, y… tiro de ellas hacía sí, mientras acercaba su corpachón a mi culo.

No podía ser de otra manera, el enorme glande abrió mis labios vaginales como si nada, y comenzó a entrar dentro de mí. Notaba como abría mi carne, y la sensación no era precisamente placentera, un dolor lacerante hizo que me volviera y colocara mi mano en su pecho a modo de señal para que parara en su empeño.

  • ¡Paaaara! ¡Me haces mucho daño! ¡Tienes una polla muy gorda! Debí elegirte para chupártela. Me vas a partir en dos. Le dijo con claros gestos de dolor.

  • No te preocupes todas dicen lo mismo, pero enseguida se les pasa y disfrutan como locas.

  • Pues a mi no se me pasa. Me duele.

  • Lo haré despacio, pero esta vez te follo. No voy a parar.

Su empuje disminuyo, y comenzó una introducción milimétrica. El dolor fue pasando, y decidí dedicarme a la polla del capitán que había cogido un buen tono y sabor. Me lo agradeció con la mirada y me sujetó la cabeza para que no sacara más la boca de su caliente polla.

Mientras Froilán, estaba a punto de meterme toda la parte de polla que podía meterme, ya imaginaba que todo eso no cabria en mi chochito, así que note como la punta de su tranca daba contra el final de mi vagina, lo que hizo que me estremeciera de placer y desapareciera el dolor de la penetración.

Entonces comenzó un mete y saca, despacio y goloso, su polla recorría mi vagina para dentro y para fuera, una y otra vez, una y otra vez.

El chico estaba bastante caliente o hacía tiempo que no follaba, pues no paso ni un minuto cuando empezó a aumentar el ritmo, cada vez más rápido, pensé que intentaba darme placer, pero no, sólo es que notaba que se iba a correr.

A esas alturas estaba como loca, y pedía más y más con la mente, no podía hacerlo con el habla pues tenía la boca muy ocupada.

La polla de Froilán golpeaba una y otra vez el final de mi cuevita, temiendo que se corriera, y me quedase a medio, baje mi mano derecha y comencé a acariciarme el clítoris para acelerar el orgasmo.

Cuando con los dedos notaba la mole que me estaba entrando y saliendo del coño, subían mis ganas de estallar en un orgasmo y se acercaba más su tiempo.

De pronto Froilán grito

  • ¡Me corro, me corro! ¡Zorra, me coooorroooooooooooo! Te voy a llenar de leche…. ¡Toooooooomaaaaaaaaaa!

Y se corrió, me clavo su polla todo lo dentro que mi anatomía le permitido, y comenzó a soltar semen, mientras se estremecía una y otra vez, clavaba los dedos en mis caderas, y me levantaba del suelo. Su fuerza era tal, que me metí a la boca más polla de la que podía soportar, y tuve que sacar rápida la cabeza.

Siguió gimiendo y gimiendo, apretándome y soltando semen, unos segundos que me parecieron muy largos, de pronto con la poca fuerza que le quedaba para mantenerla dura, comenzó un último mete y saca, que le provocó auténticos espasmos.

Yo no pude aguantar más, era demasiado para mí.

  • Yo también me corro. Les dije. Soy una puta y quiero correrme en un baño de semen.

Al principio no me entendieron, pero por alguna razón decidieron complacerme.

La mano con la que sujetaba y metía la polla que tenía en la boca comenzó a notar que su propietario iba a derramar su preciado tesoro. Saqué rápida la cabeza, y lamí mi mano derecha, comenzando a acariciar su glande con movimientos circulares. Fue inmediato, comenzó a retorcerse como una serpiente, gritando… ¡No, no, no, ahhggggg! ¡Me cooorroooo!

Froilán comenzaba a coger flacidez, pero debido a su enorme tamaño aún aguantaba, aunque se ayudaba con la mano para proseguir sus penetraciones.

El semen del capitán salió disparado hacia mi cara, yendo a parar a mi ojo izquierdo y dejando mi pestaña llena de líquido seminal. Para evitar más accidentes apliqué mi boca al capullo del chaval, y comencé a succionar todo lo que salía. Se retorcía y me cogía la cabeza, para que dejara de chupar, debido a los espasmos que la corrida le estaba produciendo, pero al mismo tiempo impedía que la levantara, por lo que seguí y seguí tragando todo lo que salía.

Los otros tres (el flacucho) no había conseguido una nueva erección, supongo que debido al frío, habían acelerado su masturbación para hacerla coincidir con el clímax, y como un buenos amigos, se corrieron casi al mismo tiempo, se acercaron más para que su lechita me cayera encima, uno apuntó a mi culito, otro a la espalda, y el otro intentaba acercar en mi cara por el lado derecho, no podía apuntar bien pues la tenía metida entre las piernas del capitán, pero se las ingenió para llenarme el pómulo, y la pierna de su amigo.

Froilán ya no podía más, su polla estaba a punto de no tener suficiente rigidez para metérmela, cosa que sólo conseguía apoyándola con sus manos y empujando con su corpachón.

Ya no pude más, grité….

  • ¡Hijos de puta! ¡Cabrones! Me corro, me corro. Ahhh, ahhhggggg, Me corro, sigue, sigue Froilán.

Froilán aguantó un par de embestidas más, y su polla no pudo volver a entrar en mi agujerito. Pero yo ya me corría como una posesa, la mano izquierda había sustituido a la derecha en mi clítoris y me daba un inmenso placer y ésta la tenía agarrando la polla del capitán con tal fuerza, conforme me corría apretaba más y más, y por su cara debía de hacerle algo de daño, él nada dijo y yo apreté hasta que quise.

De pronto, paré, todo paro. Me senté en el suelo exhausta apoyada hacia atrás con las manos abiertas y las pierna de par en par a la vista de todos. De mi coño rezumaba semen, igual que el sabor que sentía en mi boca, y que se secaba en mi cara y espalda. El suelo estaba húmedo, pero no de la humedad del frío, sino de que el culo había sido objeto de otra corrida.

  • Me ha gustado mucho chicos, sois unos buenos chicos, era verdad. Estáis perdonados.

  • Bonita forma de perdonadnos, me encanta la tía esta. Dijo uno de ellos.

  • Te lo agradecemos mucho. Dijo el capitán.

  • Yo el que más. Dijo Froilán. Cuando quieras te pegamos otro polvo. Continuó.

  • Sí, sí, pero entonces la metemos todos. Dijo el que se corrió en mi culo.

  • Vale, vale, pensaré en vosotros para la siguiente vez. Ahora acompañadme al pub.

Nos vestimos en silencio, en unos minutos estábamos camino del pub, preguntándonos como nadie había pasado por la calle, ni entrado al portal, en el tiempo que estuvimos allí. O a lo mejor pasaron y quien fuese fue discreto.

Les pedí a los chicos que no entraran conmigo que se esperaran quince minutos o se fueran ya para Murcia. Decidieron irse para Murcia, ya era tarde y había que coger el coche.

Entré al pub, mi marido, se hallaba hablando con la "zorra marilyn", cuando me vio se despidió de ella como si fuera una conocida más, con aire indiferente y vino hacia mí.

  • ¿Dónde estabas? Llevo esperándote desde hace una hora, no sabía con quien hablar ni que hacer, me tenías preocupado.

  • Lo siento cariño.

  • ¿Dónde te has metido?

  • He visto a Lola (una amiga) y su marido, y les he acompañado a su casa, que sabes que viven cerca de aquí, luego su marido me ha traído a la puerta del pub en su coche. Es que Lola no se encontraba bien.

  • Pues podías habérmelo dicho, me habría ido con vosotros. Me he aburrido como una ostra. Me he puesto a hablar con las tías esas, pero son unas pesadas, ¡Joder que tontas!

  • Vale cariño no te enfades. Dame un besito.

Después del beso, salimos del pub, cogimos el coche y nos fuimos a dormir. Me hacía falta.

EPíLOGO

Durante al menos dos meses no quise sacar el tema de los carnavales. Un día que ojeábamos juntos una revista del corazón, aparecía un pequeño artículo sobre Marilyn Monroe, y fue el momento en que me decidí a contárselo.

  • Por cierto, nunca te he felicitado por el pedazo de polvo que le metiste a la zorra esa vestida de Marilyn la noche de carnavales. Le espeté en su cara.

  • Acaso crees que no me enteré. Continué diciendo. Pues no sólo me enteré sino que además lo oí (no le iba a decir que lo había visto mientras hacía de funambulista dentro del water, ¡claro!).

Me divertía ver su cara de estupefacción.

  • Eres un capullo, tuve que irme del pub para darte tiempo a terminar. Lo de mi amiga Lola era mentira. Eres un idiota. Esa tía era vulgar como ella sola. ¡Tonto!

Me levanté con aire de dignidad para que no le diera tiempo a preguntar y me fui a la cocina a hacerme un café.

Al rato entró a la cocina, se despidió y se fue a trabajar.

¡Te jodes! Pensé

Durante el resto de la tarde, saboreé mi triunfo. Lo había humillado, había demostrado ser una mujer de bandera, no le había demostrado rencor y además ahora sabía que yo lo sabía.

Unas tres horas después sonó mi móvil. El número oculto. No me gustan las llamadas con número oculto. Pero lo cogí.

  • ¡Dígame!

  • Hola, ¿Eres Mayte?

  • Sí, sí, soy yo, tú quien eres.

  • Bueno, por mi nombre no me conoces, me llamabas "el capitán".

En ese instante no caí a que personaje se refería. De pronto me llegó la inspiración.

  • ¿El capitán del equipo de football? Le pregunté

  • Sí efectivamente. ¿Tú eres la cheerleader no?

  • Sí, sí. Pero como has conseguido este número de teléfono.

  • Me lo ha dado tu marido. Hace un par de horas me ha llamado y yo se lo he pedido. Sólo quería darte las gracias por no habernos denunciado y por la excelente mamada que me hiciste. Cuando quieras me tienes a tu disposición. ¿Ahora ya tenemos intimidad no?

  • ¿Cómo qué tenemos intimidad? Tú eres idiota. Y ¿Cómo que me felicitas por la mamada? Además eres un chulo de mierda. Pero lo que más me preocupa es… ¿Cómo sabe mi marido tu número?

  • Eso es cosa nuestra. Contestó.

  • Bueno ya veo que no te ha hecho gracia mi llamada. Sólo era para agradecerte como nos habéis tratado. Tú has sido muy amable y no digo nada tu marido que nos ha financiado la nueva equipación del equipo a cambio de follarte todo lo que quisiéramos. Ojalá todo el mundo fuera así. ¡Ah! Una última cosa. Le contamos a tu marido que lo viste follar al día siguiente de Carnavales, y nos dijo que el también te había visto a ti, y que le encantó follarla delante tuyo.

  • ¡Eso es mentira! Eres un mentiroso. Le dije enfadada.

  • No lo soy. Tu no eres una cheerleader, las tres chicas disfrazadas de Marilyn si lo son, son las chicas del equipo, y los tíos con los que estaban son el entrenador y el delegado de campo, fueron a Cartagena para poder cepillárselo lejos de Murcia, y además animar a tu marido a financiar la equipación. No podíamos imaginar que nos la cobraría contigo.

Durante un rato se hizo el silencio.

  • Bueno ¡Adiós!, eres un encanto, te repito, qué cuando quieras repetimos. ¡Au revoir!

Y colgó. Nunca más supe de él. Ni hablé de esto con mi marido.