Carmín rojo

Los viajes de trabajo siguen dando para muchas aventuras...

Llovía a cántaros fuera del coche. Las luces pasaban rápidamente por la amplia avenida sin que ni Ewa ni yo nos miráramos ni un momento, ambas estábamos caladas hasta los huesos. En la radio daban noticias, no entendía lo que decían pero por la emoción del comentarista deberían ser noticias deportivas, en todos los sitios del mundo los hombres se emocionan al hablar de su equipo de fútbol; dado que ninguna de nosotras contestaba nada, el taxista había dejado de preguntarnos hace rato. Inesperadamente Ewa me cogió suavemente la mano, nos miramos, nos sonreímos, nos besamos nuevamente.

¿Quién era Ewa? Ewa, difícil... En el vuelo de Madrid a Varsovia me tocó un asiento junto a la ventana, ideal para trabajar. Cuando llegué a él, ella estaba ocupando mi asiento y, dado que estaba claro que no era española, le hablé en polaco. Tenía una sonrisa enorme, unos labios pintados sensualmente con carmín rojo, unos preciosos ojos azules, un pelo castaño muy claro y unos pechos perfectamente contorneados bajo su ajustada camiseta rosa. En seguida renuncié a mi asiento, no a cambio de una generosa conversación, unas más que generosas sonrisas y varias miradas a su cuerpo esbelto que desgraciadamente únicamente duraron cuatro horas; podría haberme quedado otras cuatro horas más allí con ella.

Cuando fuimos a recoger el equipaje me fui al baño; estaba excita... Ewa era preciosa y de camino a la cinta pude disfrutar de su cuerpo entero... delgada y más alta que yo, su estrecho pantalón dejaba imaginarse su culo, sus largas piernas... No podía quitarme sus pechos de la cabeza mientras estaba en el baño y me sentí mal; mis bragas me demostraron que Ewa me gustaba mucho más de lo que me hubiera gustado reconocer.

Salí a recoger la maleta de la cinta y sin decir nada más me acerqué a ella por detrás pegando mis pechos a su espalda y pude notar unos instantes su respiración profunda y pausada, su cuerpo emanaba un calor agradable; aproveché para oler su pelo y su cuello; ella no reaccionó y pareció no sentir absolutamente nada; ¿habría cerrado los ojos?. Me desplacé suavemente hacia su lado derecho y ella giró lentamente su cabeza, me sonrió dulcemente, su aliento olía suavemente a mentol.

  • ¿Coges el tren esta noche ? – le pregunté mirando fijamente a sus labios carnosos. Ella cogía el tren a una ciudad del sur.

  • No, duermo en Varsovia en casa de unos amigos. Cojo el tren mañana por la mañana

  • Es tarde, ¿te apetece cenar juntas?

  • Encantada de cenar contigo pero es tarde para cenar en Varsovia y tendré que avisar a mis amigos para que no se preocupen –cogió su teléfono, se separó de mí y estuvo hablando un largo rato.

Salimos del aeropuerto y cogimos un taxi juntas a mi hotel en el centro de la ciudad. Subí mi maleta a la habitación y di al taxista la dirección de mi restaurante favorito. Desgraciadamente estaba ya cerrado y anduvimos un rato hasta encontrar una pizzería que estaba a punto de cerrar, nos sentamos solas en una pequeña mesa junto a un gran ventanal y una lámpara iluminaba tenuemente nuestra mesa. Nos atendió un camarero bastante desagradable, pedimos pizza y una botella de vino.

  • Cuéntame qué tal con los chicos en España, una semana habrá dado para mucho, ¿no? – le pregunté intencionadamente, quería saber cómo una preciosidad como ella “se había portado” una semana sola en Málaga.

  • He estado bastante atareada trabajando durante toda la semana- respondió

  • No me lo puedo creer Ewa... una chica tan guapa como tú seguro que no sólo ha trabajado en Málaga durante una semana; ¡conozco perfectamente a los españoles!

  • Bueno...- se ruborizó- mi tutor me invitó varias veces a ir a su casa a cenar; ¡imagínate que vivía con su madre! Yo le dije que no me apetecía cenar con él y al final de la semana la situación se puso violenta.

  • ¿Violenta?

  • Sí, me trataba muy mal e intentaba humillarme delante de mis compañeros; al final el trabajo con él fue muy desagradable.

  • ¿Y no saliste por la noche a tomar algo con los compañeros?

  • Sí, una noche...-tomó un largo sorbo de su copa de vino- pero fue imposible bailar o tomar algo tranquila. Los chicos venían contínuamente a mí para preguntarme cosas, invitarme a tomar algo, a bailar. ¡Imagínate!

  • Sí me imagino sí... los hombres en España son distintos que en Europa... son más descarados, no le dejan a una tranquila ni un momento, no entienden que una mujer quiera bailar sola – le dije mientras le acariciaba suavemente la mejilla bajo la luz de la lámpara, ella me regaló una de sus sonrisas más generosas de la noche y me besó ligeramente la mano moviendo la cabeza. Me ruboricé y me excitó enormemente su beso; me di cuenta de que mi manó quedó marcada con una pequeña mancha roja.

Trajeron la pizza y la comimos rápidamente. Seguimos hablando de hombres, me enteré que estaba soltera y que por el momento no quería una relación seria porque no quería una relación “normal” con nadie. Pedimos la cuenta y ella bajo ningún concepto dejó que yo le invitara a cenar. Ambas pagamos nuestra pizza y la mitad de la botella de vino, salimos a la calle, estaba diluviando.

  • ¿Coges un taxi a casa de tus amigos? – le pregunté triste de que llegara aquel momento

  • Hoy duermo contigo – me dijo al oído

No me dejó contestar, sus labios rojos me besaron y su lengua buscó mi lengua. Como única contestación mis manos cogieron su nuca y apreté su boca contra la mía... no quería que su lengua caliente y suave saliera de mi boca. Acto seguido mis manos apretaron su cuerpo conta el mío... noté sus pechos, sus piernas, el calor de su vientre en el mío.

El restaurante cerró y apagó las luces, estábamos caladas hasta los huesos pero no podía dejar de besarla. Me adelanté al borde de la calle y excitadísima paré un taxi, Ewa vino arrastrando su maleta bajo la lluvia y el taxista la metió en el maletero a regañadientes. Apenas hablamos durante el viaje y no contestamos al conductor. Cuando llegamos le dejé una propina generosa y subimos rápidamente a la habitación. No sabía qué decir, no sabía cómo actuar en el ascensor lleno de gente elegante. Ewa estaba preciosa con el pelo mojado pegado a la cara y el carmín de sus labios casi borrado.

Entramos a la habitación a trompicones, excitadas... le quité el abrigo y cogí sus pechos en mis manos fuertemente, le mordí el cuello y olí su sudor mezclado su perfume. Ella echó la cabeza hacia atrás y gimió... su pelo caía pegado a su cara, a su cuello, a mis labios, se mezclaba con mi pelo húmedo.

Me separé de ella un momento y me empecé a desnudar, separándome de ella y dejando toda la ropa por el suelo; abrigo, camisa, falda, sujetador, medias, bragas.

  • ¿Te parece que me dé una ducha? – le pregunté sin esperar respuesta

No respondió, cuando pasé junto a ella me acorraló en el marco de la puerta y me volvió a besar... su mano derecha se metió entre mis piernas y tocó mi vulva... sabía que estaba húmeda. Me sentí morir, estaba excitadísima, quería sentir su piel.

Cuando dejó de besarme me metí rápido en la ducha, creo que no tardé ni dos minutos en ducharme de los cuales la mitad me la pasé con la alcachofa de la ducha limpiándome el sexo y metiéndome dos dedos en él, el placer era inmenso. Pude comprobar que estaba excitadísima, cerré el grifo, me sequé rápidamente y salí desnuda del baño.

Ewa estaba tumbada sobre la cama, se había quitado los pantalones y sus largas piernas estaban ligeramente morenas, sus bragas eran transparentes y a través de su camiseta se notaban sus pezones. Anduve hasta ella, le besé y lamí los pezones por encima de la camiseta y una mancha de saliva generosa quedó a ambos lados de su camiseta. Se levantó ágilmente y se dirigió al baño.

  • Ahora vuelvo- me dijo tirándome un beso desde la puerta del baño.

Me metí en la cama desnuda, hacía frío y la lluvia golpeaba los cristales pero la imagen Ewa al otro lado de la pared duchándose me calentaba lo suficiente como para retorcerme en la cama y acariciarme todo el cuerpo. ¿Quedará decepcionada con mi cuerpo de mujer de treinta y seis años?, ¿seré lo que ella está buscando?, ¿podré hacer que...?

La puerta del baño se abrió y Ewa salió con una toalla que le tapaba el cuerpo pero con los labios nuevamente pintados con su pintalabios rojo. Se dirigió hasta mí y vestida se metió en la cama. Noté su cuerpo a través de la toalla e intenté besarla, pero ella apartó su cabeza; me sentí confundida y desesperada.

Ella cogió unas medias de su maleta, subió su cuerpo hasta quedarse a horcajadas sobre mi cara, me cogió la mano derecha y me la ató al marco de la cama. “Entiendo”, pensé, “ahora quiere jugar un ratito conmigo!”. Podía oler su sexo a pocos centímetros de mi boca pero cubierto aún por la toalla; podía intuir sus pechos un poco más lejos de mis labios. La toalla calló sobre mi cara mientras me ataba la mano izquierda al marco de la cama... noté su sexo húmedo y caliente bajar por mi pierna izquierda y sus labios me besaban apasionadamente el pezón izquierdo. El placer era intensísimo, me sentía derretir, gritaba, me revolvía, quería ver el cuerpo de Ewa, tocarlo, estrecharlo contra el mío y sentir su piel.

Con gran esfuerzo conseguí quitarme la toalla de la cara y lo que vi era su lengua lamiendo mis pezones que habían adquirido el color rojo de sus labios. Ewa me besaba el lateral de mis pechos, mis axilas, mi cuello.

  • Déjame verte – le ordené

Ella se levantó inmediatamente y se sentó sobre mi vientre. Era preciosa, sus pechos perfectamente marcados, sus pezones, su cuello frágil y sutil, su sonrisa, sus enormes ojos azules, su pelo suelto cayendo sobre sus pezones. Como me había imaginado, era preciosa, una maravilla de arriba a abajo.

  • Quiero besarte- volví a ordenar

  • ¿No son muchas órdenes hoy? – me contestó acercando su pecho a mi boca.

Apenas lo pude saborear un segundo porque ella se separó de mí y tapándome sutilmente la boca con la mano bajó besándome el vientre hasta mi vulva. Yo era agua, lo sabía, lo había comprobado antes de que Ewa se metiera en la cama y yo sabía que ella lo descubriría rápido. Mandándome un beso, se volvió a dar carmín rojo en los labios.

Efectivamente, sus dedos se pasearon suavemente sobre mi sexo, lo abrieron, noté su lengua pasearse suavemente por mis labios, besarme, lamerme. Mi sexo era una fuente y quería que Ewa me bebiera entera. Sentí mis labios abrirse, su lengua caliente se introdujo en mi cuerpo y yo me sentí desfallecer... bajé la cabeza y disfruté, claro que disfruté.

¿Cuánto tiempo estuvimos así aquella noche? Imposible recordarlo, estaba drograda por sus besos, su cuerpo suave que me envolvía, sus pechos. En algún momento me desperté y la habitación estaba en calma, las sábanas estaban completamente rojas de carmín, igual que mi cuerpo. Busqué a Ewa pero no estaba en el otro lado de la cama, fui al baño, vacío. Su maleta había desaparecido y su abrigo también.

  • ¿Ewa? –volví a preguntar desesperada; no esperé respuesta alguna, tampoco la hubo. ¿Qué hora será?

Sobre el escritorio había una nota escrita con un pintalabios rojo: su dirección de correo electrónico y sus labios grabados en un beso. Una barra de carmín rojo olvidada daba el único color al baño vacío.