Carmen y sus hijos II

(m/F, incesto)

A la mañana siguiente, Carmen se despertó la primera. Se levantó de la cama y se puso su bata sobre su cuerpo desnudo. Miró a sus hijos, que estaban durmiendo plácidamente sobre su cama boca abajo y sonrió pensando en lo que habían hecho la noche anterior. No sentía remordimientos, ya que sabía que los tres lo habían hecho por voluntad propia y que no se había forzado a nadie a hacer algo que no quisiera.

Fue a la cocina a coger un vaso de leche y luego se fue al salón a ver la tele. Había salido un día lluvioso y estaba todo gris afuera. A Carmen le gustaba ese tipo de días y sonrió contenta. Hacía mucho tiempo que no se levantaba tan animada y feliz, tan satisfecha como aquella mañana. Nunca en su vida se había pasado tanto tiempo sin follar y nunca tampoco la habían follado tanto como aquella noche. Además, sabiendo que sus dos hijos habían sido vírgenes hasta entonces, no había nada que temer sobre enfermedades. Tampoco había nada que temer sobre embarazados, ya que Carmen se había hecho una ligadura de trompas cuando tuvo a Luis, porque su economía no daba para mucho por aquel entonces.

Carmen quitó la tele cuando comprobó que, como de costumbre, la televisión española era abominable. Se quedó mirando la lluvia fijamente y más imágenes de la noche anterior pasaron por su mente. Recordó lo mucho que le había gustado chupar las pollas duras de sus hijos y lo bien que se había sentido al tenerlas dentro y cuando le echaron su semen caliente dentro. Se empezó a poner caliente otra vez, sintiendo cómo sus pezones se endurecían y su coño se ponía algo más húmedo. Comprendía que tanto tiempo como se había llevado sin sexo antes de aquella noche la había hecho desearlo más que nunca y con mucha frecuencia.

Como si hubiera sido llamado por su madre, Carlos apareció en aquel momento, completamente desnudo y con su miembro semierecto. Carmen lo miró llena de lujuria y después procuró comportarse un poco no fuera a ser que el chico no tuviera ganas de nada aquella mañana. Carlos se sentó a su lado en el sofá y Carmen le mesó el pelo.

-¿Te lo pasaste bien ayer? -le preguntó al adolescente.

-Mucho.

-No te arrepientes de nada, ¿verdad?

-De nada. ¿Tú sí?

-No, ni mucho menos.

Hubo un breve silencio entre los dos. Tras él, Carmen observó que el pene de su hijo se había empinado otra vez y que de nuevo su glande rojizo asomaba reluciente. Sin pensárselo dos veces, lo agarró y lo acarició de arriba abajo despacio. Se estaba poniendo tan caliente que creía que se iba a derretir entre las piernas.

Sin mediar palabra, Carmen se puso de pie y se quitó la bata y la dejó caer al suelo. Las tetas enormes de su madre bailotearon un poco cuando se acercó a él y el adolescente vio cómo su madre se ponía encima de él y ponía sus rodillas una a cada lado de sus muslos. Agarró su polla y la colocó en posición, para justo después dejarse caer sobre su hijo y hundirse su polla dura en su lubricada vagina. Carmen hizo un gesto de placer con los ojos cerrados al sentirse de nuevo penetrada.

Muy despacio, la madre caliente empezó a cabalgar sobre su hijo. Se movía de delante hacia atrás y al mismo tiempo sacándose y metiéndose la polla de su hijo un poco. Sus tetas se movían de una lado a otro y Carlos las sobaba ansiosamente mientras sentía la suavidad del coño de su madre envolviendo su polla dura.

No pasó mucho tiempo antes de que Carmen empezara a botar con fuerza sobre su hijo y a sentir su primer orgasmo. Cerró los ojos con fuerza y arqueó un poco la espalda al ponerse rígida a causa del orgasmo potente que tuvo. Después siguió follándose lentamente a su hijo, que continuaba sobando sus tetas y muslos. A pesar del frío que hacía afuera los dos estaban sudando mientras seguían unidos y copulando. Carmen se corrió por segunda vez jadeando y gimiendo justo antes de que lo hiciera Carlos, que volvió a echar su esperma caliente en el coño de su madre. No echó mucho y lo que echó estaba bastante líquido, pero Carmen disfrutó sintiendo su calor dentro. Los dos se quedaron en la misma postura, aunque la polla de Carlos se salió de su madre cuando se puso fláccida.

-Seguramente piensas que soy una puta... -le dijo Carmen a su hijo mirándolo de frente.

-No, para nada, mamá. Es más, yo creo que debería haber más madres que follaran con sus hijos.

-Sí, la verdad es que muchas veces se desaprovechan las oportunidades de darse gusto que hay dentro de una misma familia. Pero yo no voy a permitir que esto ocurra aquí en casa. Yo no sé tu hermano qué pensará, pero a ti te lo digo ahora: el mi chocho, el chocho de tu madre, es ahora para vosotros y cada vez que se os empine y tengáis ganas, estaré dispuesta. Os quiero mucho y quiero que estéis contentos y además sé que el sexo es lo que más os gusta -dijo Carmen.

-Sí, por lo menos a mí me encanta.

-Pues ya sabes que el chochito de mamá es tuyo.

Los dos sonrieron y Carmen se levantó y se puso la bata y unos zapatos abiertos de tacón que le sujetaban el pie sólo con una cinta sobre los dedos de los pies.

-¿Te gustan estos zapatos sexis? -le preguntó Carmen a su hijo.

-Mucho. Tienes unos pies muy sexis cuando tienes las uñas pintadas de negro.

-Gracias, cielo. Bueno, ahora me voy a dar una ducha. ¿Te la quieres dar conmigo?

-Sí.

Los dos se dirigieron al cuarto de baño y se metieron en él. Cuando Carmen hubo graduado la temperatura del agua se metió dentro y la siguió su hijo. El agua empezó a correr por sus cuerpos y la polla de Carlos empezó a empinarse otra vez al ver el cuerpo mojado y voluptuoso de su madre. Carmen se dio cuenta y enseguida se la tocó.

-¿Quieres que te la mame, cielo? -le preguntó a su hijo.

Carlos asintió. Carmen se puso de rodillas y lamió el miembro erecto de su hijo por fuera y luego se lo metió en la boca, comenzando así a comérselo. Se la metía y sacaba de la boca despacio, disfrutando de cada segundo. Carlos tenía los ojos cerrados y la mirada hacia el techo, alucinado por el placer que le estaba dando su madre. Carmen aceleró el ritmo de la mamada y Carlos empezó a sentir que se acercaba su orgasmo. Los labios de su madre pasaban rápidamente por su polla y su boca la engullía con ferocidad. Un poco después, un chorro fuerte de semen bastante diluido se estrelló contra la garganta de Carmen y ésta lo tragó. Tragó también un segundo y un tercer chorro, aunque estos fueron muy poco abundantes. Cuando terminó, se relamió y los dos acabaron de ducharse. Cuando salieron Luis estaba ya levantado y viendo la tele. Estaba vestido y algo serio.

Carmen y Carlos hablaron con él y descubrieron que el chico se arrepentía de lo que había ocurrido y que no pensaba hacerlo más, aunque dijo que no diría jamás nada de lo que pasaba entre ellos dos. Él pasaba de hacerlo con su madre, pero no tenía nada absolutamente contra la relación de su hermano con su madre. La única condición que puso es que no hicieran nunca nada delante de él y Carmen y Carlos estuvieron totalmente de acuerdo.

Madre e hijo durmieron juntos a partir de aquel día como otra pareja cualquiera. Follaban a diario y a veces más de una vez en un mismo día. La boca y el coño de Carmen recibían la dosis de semen que habían necesitado durante tanto tiempo y sus tetas y coño eran lamidos a diario como necesitaban. Para Carmen su hijo era maravilloso y adoraba tenerlo en la cama con ella, porque le adoraba y le encantaba que fuera él quien la satisficiera. Los dos habían encontrado la felicidad.