Carmen (spin-off)
Fue genial: la hizo lavarlo con esponja y jabón, luego al secarlo pudo comprobar como cambiaba de forma y se ponía muy duro. Ahora olía bien, estaba suave y no sabía mal.
Siempre ha sido buena chica. En el cole las monjas se lo dijeron muchas veces. Era obediente, atenta y no se metía en líos. Incluso dejaba preguntas sin contestar en los exámenes para que no le acusaran de empollona y le hicieran cosas malas… como a Angela. Hasta ella tuvo que escupirle para que no creyeran que era como ella, que era su amiga. Pero sí que lo era… desde la escuela infantil. Después se arrepintió, ni siquiera le escupió mucho porque no sabe escupir, pero quiso disculparse. No pudo. El teléfono no daba señal y nunca volvió por el instituto.
Por suerte a Carmen no la llamaron de jefatura para regañarles, las “chicas malas” no eran tan malas porque no la denunciaron. Mejor ser amiga de ellas porque a Carmen le asustan los golpes.
En casa nunca le pegaban. Bueno, solo esos cachetes cuando se portaba mal, los “normales” de padres a hijos. Nada que ver con los que le daban a su madre, hasta la noche que le hizo acompañarla al hospital, el ojo se recuperó pero desde entonces debía llevar cuidado al abrazarla por la costilla.
De todos modos pocas veces se abrazaban. Sigue dudando de si la querían o no. Todos los padres quieren a sus hijos pero se supone que eso hay que demostrarlo con abrazos y cosas de esas. Cuando se enfadaba, su madre decía que era culpa suya, que Carmen le había arruinado la vida. Alguna vez después se arrepentía y la besaba y le pedía perdón. Su padre nunca.
Alguna vez oyó que decían que ella fue un accidente, que sus padres no la esperaban y que eso provocó que las relaciones entre sus padres fueran de mal a peor. Bueno, eso y el paro de su padre. Carmen, su madre, tenía que trabajar muchas horas, no recuerda en cuantos trabajos ni todo lo que hacía, solo que unos años apenas la veía por casa, algún día a comer o cuando la despertaba para ir al insti. Su padre sí que pasaba mucho tiempo en casa. Cuando coincidía con su madre, Carmencita no quería salir de su habitación, le asustaban los gritos, más de una vez lloraba aun con los cascos puestos.
Desde los 10 años aprendió a cocinar, poca cosa, tampoco había mucha variedad y a su padre no le gustaba lo que hacía, sobre todo cuando venía tarde no quería cenar. Alguna vez vino la policía porque se quejaron los vecinos.
También llegó la policía al hospital donde fue con su madre, le hicieron muchas preguntas que Carmencita cree haber contestado bien. Su padre no volvió a casa. Quizás lo hizo, porque sus cosas desaparecieron el finde que Carmencita pasó en casa de la abuela.
Hasta sus 14 pasaron muchos padres por casa pero ninguno llegaba a estar muchos meses… hasta Pepe.
Las dos querían mucho a Pepe, era atento, sabía cocinar, las llevaba a la Feria y cuando mamá tenía vacaciones viajaban por España… ¡hasta fueron a Port Aventura!
Pepe tenía un taller. Bueno, no era suyo, pero le querían mucho también allí. Pepe la enseñó a conducir. Claro que no podía sacarse el carnet, pero la dejaba conducir en descampados y carreteras con apenas tráfico.
Pepe era un cielo. Le enjabonaba el pelo cuando se duchaba. A Carmencita le gustaba la sensación, solo iba a la peluquería cuando iban de bodas y eran pocas las bodas que les invitaban, al menos a ella.
También la espalda. Se le erizaba la piel cuando Pepe le pasaba ese guante de esparto por la espalda, también por el resto porque Pepe decía que era bueno para quitar las células muertas, pero nada como la espalda, porque ahí las manos de Carmen no llegaban.
Y le decía que era muy guapa, que estaba hecha toda una mujer… A Carmencita le gustaba oírlo, aunque le hacía ponerse roja.
El mejor regalo de su vida se lo hizo Pepe. La moto. Después de soplar las velas le hizo asomarse a la ventana. Esa moto rosa la hizo llorar de alegría… a ella y a su madre, aunque después le estuviese diciendo que llevase cuidado y cosas de esas.
No era nueva, pero Pepe la había dejado como si lo fuera en su taller.
Lo del taller fue una pena, porque desde que cerró su madre tuvo que trabajar más horas. En el Hotel cambiaba el horario con las compañeras para hacer noches y fiestas porque se pagaban mejor. Pepe cobraba el paro, pero parece que era muy poco. Esperaba “no-se-que-del-fogasa” que nunca llegaba.
Pepe era el padre que nunca tuvo Carmencita. Ahora que pasaban más tiempo juntos hablaban mucho y se contaban cosas, Carmen le hacía confidencias y él le daba sabios consejos.
Hablaban de Sergio. Sergio era un buen chaval, a Pepe le gustaba, a Carmencita no tanto… o no sabía si le gustaba o no, pero si a su padre le parecía bien.
Les dejaba estudiar juntos en casa. Al final acabó por echarlos del salón porque no le dejaban oir la tele y desde entonces estudiaban en la habitación pero con la puerta abierta.
Pepe le dió las charlas sobre sexo que ni su madre ni sus padres le habían dado nunca. Le insistió mucho en que debía ser virgen hasta el matrimonio porque si no nunca encontraría un hombre bueno. Pero que eso no significaba que no pudiese disfrutar del sexo, le enseñó a masturbarse y a masturbar a los hombres. Para Carmen eso fue un gran descubrimiento. Sabía que le gustaba tocarse “ahí” pero se avergonzaba de hacerlo… ahora Pepe le descubría que eso no era malo sino todo lo contrario, que el placer es necesario para una vida plena.
El pene de Pepe fue el primero que tuvo Carmen en sus manos. Claro que los había visto antes pero le resultaban asquerosos, por ahí salían meados. Fue genial: la hizo lavarlo con esponja y jabón, luego al secarlo pudo comprobar como cambiaba de forma y se ponía muy duro. Ahora olía bien, estaba suave y no sabía mal. Pepe le tomaba de la mano para enseñarle el ritmo, más lento y largo, más rápido, un besito de vez en cuando… hasta que le llenó la mano. La mano y algo en la cara, cuando aquello “escupió” no pudo evitar que cayera un chorro en la cara, cerca del ojo. Pepe le dijo que no se limpiase, que estaba muy graciosa y le hizo una foto mientras ella sonreía.
Resultaba curioso ese líquido blanquecino, cuando lo probó le supo raro pero Pepe la calmó diciendo que ya se acostumbraría y acabaría gustándole.
Aunque no estaba segura de si le gustaba o no lo cierto es que con la práctica ya no le desagradaba la textura ni el sabor. Su padre la hacía practicar mucho con la boca, más que con la mano, decía que así se acostumbraría antes al sabor y que, además, si lo hacía bien eso evitaría que su novio quisiera quitarle la virginidad antes del matrimonio.
Pepe le advirtió que no le dijese nada a Sergio hasta hablase con él y le advirtiese de que debía respetarla. Tampoco tenía claro qué podía saber sobre sexo y que él se encargaría de darle consejos.
En poco tiempo las prácticas comenzaron a ser diarias. Cada noche que su madre trabajaba y después de irse Sergio tenían sus sesiones de masturbación, también veían videos en el ordenador e, incluso, le compraba algunas de las prendas tan bonitas que aparecían en esos videos y hacían sesiones de fotos para que viera lo bien que le quedaban, que no tenía nada que envidiar a las actrices que salían en ellos.
Una noche Pepe llegó con un amigo, Marcos. Marcos había estado otras veces en casa cuando estaba su madre en fiestas, con más amigos y amigas... Marcos le dió un par de besos en las mejillas, cerca de los labios, mientras la tomaba fuerte por la cintura. Pepe les separó y llevó a Carmen a su habitación. Allí le contó que sabía que Sergio también era virgen y que tenía mucho que aprender, así que Marcos la ayudaría a conocer otro tipo de hombre y como complacerlo para cuando llegue el momento, con Sergio u otro novio.
Carmencita tenía un tremendo lío en la cabeza pero ni siquiera cuestionó a Pepe cuando este le dió la ropa que quería que se pusiese para estar con él. Pepe guardaba la ropa detrás de un armario para que su madre no se pusiera celosa porque a ella no le sentaban bien ese vestuario.
Carmencita solo se había mostrado desnuda ante su madre y Pepe, le daba una vergüenza tremenda salir con esa susanita que transparentaba todo y se tabapa con la mano y el brazo. “No tengas vergüenza chiquilla, aparta las manos”- le dijo su padre cuando apareció en la salón
“Joder, ¡está buenísima!” dijo Marcos cuando la ruborizada niña apartó los brazos “Ven, deja que te toque”
Marcos la recorría con las manos todo el cuerpo entre exclamaciones mientras Carmen miraba interrogante a su padrastro quien le asentía sonriendo.
“¿En serio es virgen?” “por supuesto! eso ni se toca!” era la conversación entre los hombres cuando los dedos de Marcos se quedaron acariciando el tanga de la niña.
“Vamos, arrodíllate” - le ordenó Marcos mientras se soltaba el cinturón y bajaba su pantalón y ropa interior rápidamente para liberar su pene.
Carmen ya había sentido olores parecidos en algunas de las sesiones con su padrastro pero esa resultaba especialmente desagradable… además ese hilo transparente que colgaba de la punta del pene hasta el calzoncillo.
“venga, empieza”, Marcos cogió su cabeza para dirigirla hacia su pene. Carmen mantuvo la boca cerrada pero la presión de Marcos le hizo limpiar primero con los labios el líquido preseminal y finalmente tuvo que abrir la boca. No era la primera vez que en las prácticas de felación sentía arcadas pero esta vez sentía que no podría resistirlas… por “suerte” tomándola del pelo Marcos liberó su boca entre halagos… halagos que no calmaban la tristeza de Carmen
“Ahora tú sola, a ver que tal lo haces” elevando un poco su cintura y llevándose las manos tras la cabeza, Marcos se dispuso a ser servido.
En las última “clases” con Pepe éste le había indicado que era mejor no usar las manos para una buena mamada, así que procuro esmerarse en las enseñanzas de su padre.
“Muy bien, putita, muy bien, pero un poco más adentro” dijo Marcos mientras la tomaba de la nuca para presionar más para que la boca albergara más su miembro
“putita”. Era la primera vez que se l decían y su cabeza estaba hecha un lío mientras subía y bajaba por ese trozo de carne al ritmo cada vez más rápido que le daba la mano en su cabeza.
“¿En serio se lo come?” “Prueba” La conversación entre los hombres pronto la entendió. Marcos tomaba firmemente su cabeza con ambas manos mientras su pene comenzaba a llenarle la boca a la chiquilla que llorosa, aguantaba intentando tragar cada sacudida…
Cuando por fin pudo apartar la cabeza vio a su padrastro con el pene fuera que le hacía señas para que se acercase… aunque le dolía la mandíbula, el pelo por los tirones que le había dado Marcos y la boca pastosa se acercó gateando hasta Pepe. Ni siquiera quiso levantar la cabeza para que no viese sus ojos inundados de lágrimas.
Él fue más amable, solo mantenía su cabeza para acariciarla, pero Carmen supo que debía esforzarse para que acabara pronto, el dolor de las rodillas comenzaba a ser insoportable, el sabor de su boca era desagradable y tanto mover la cabeza le estaba dando jaqueca… por suerte Pepe no duró mucho y entre bufidos le llenó la boca… este sabor ya le era conocido, costó menos de pasar…
Cuando Marcos se fue era tarde. Carmen en su habitación permanecía sentada sobre la cama, sin haberse desvestido. Su cabeza era un hervidero de preguntas, dudas, sensaciones…
Su padre la encontró en esa posición “¿Aún no te has acostado? vamos, Carmen, sácate eso que lo guarde y ponte el pijama”. La chica obedeció con la mirada perdida, se puso el pijama mientras Pepe guardaba de nuevo la bolsa con su “ropa sexy” tras el armario.
“Papá… ¿soy una puta?” La cara de Pepe evidenciaba la sorpresa ante la frase, se acercó serio a ella y se sentó en la cama mientras le arropaba con la sábana “¿Porqué? ¿de dónde te has sacado eso?” - “Marcos… Marcos me ha llamado puta”
El rostro de Pepe cambió a una amplia sonrisa “Jaja, no chiquilla, no es eso… Marcos lo ha dicho con cariño. Yo también te llamo “conejita” y eso no significa que seas una comezanahorias, jeje” Carmen bajó la vista avergonzada mientras su padre seguía “Tú no eres una puta, preciosa, tú eres un ángel… las putas son sucias, feas, se drogan y tú no eres así, verdad” tomándola de la barbilla la giró hacia sí y le dió un suave beso en los labios “tú eres un cielo y ésto que hacemos es para que cuando encuentres el hombre de tu vida sepas mantenerlo a tu lado y no necesite a nadie más que tí” “El hombre de mi vida ¿es Sergio?” “Ya veremos, chiquilla, ya veremos. Ahora solo es un mozo de almacén pero si acaba bien los estudios y encuentra un buen trabajo… pero basta de hablar, descansa, cierra los ojos y duerme que mañana tienes cole. Y no pienses en cosas extrañas que tu papá te protegerá siempre” La niña se abrazó a la cintura de Pepe fuertemente “¡Te quiero papá, quiero estar contigo siempre!” “Yo siempre estaré cerca, pero tienes que tener tu propio hogar, preciosa. Yo cuidaré que sea el mejor, ahora duerme”
Carmen recuerda esa noche, esas sensaciones, mientras espera su turno ante la puerta de ginecólogo. ¡Cuántas pollas han pasado por su boca desde entonces! Ninguna tan grande como la de Ben, pero no puede recordar tantas… y en unos días no solo irán a su boca, algo le asusta y le excita, va a pedir los anticonceptivos que le ha dicho Don Mauro para dejar de ser virgen, con un desconocido, por dinero… ¿Eso es ser una puta?
Marcos vino más noches… y otros también. Cuando su madre tenía turno hasta las dos de la noche ya no solo su padre sino otros amigos también venían a enseñarle a ser una experta mamadora. Una vez incluso fue el premio de una partida de cartas. El resto de jugadores también pasaron por sus labios pero tuvieron que dejar parte de lo que habían ganado sobre la mesa. ¿Era una puta?
Su padre evitaba que lo viera pero ella sabía que le pagaban “¡Guarda eso!” le dijo enfadado a uno de sus amigos cuando sacó la cartera del bolsillo estando ella aún de rodillas limpiándose los labios.
Por “suerte” a su padre no le gustaba meter su pene en el culo, decía que eso era de maricones, que los hombres hacen el amor, los maricones “follan” y por eso se mueren de sida y sífilis y cosas peores.
Marcos dejó de visitarlos por eso. Mientras su padre estaba ocupado en la cocina la hizo ponerse apoyada sobre la mesita del salón, le bajó las bragas y le puso el pene sobre el culo… Su padre se enfadó muchísimo, nunca le había oído gritar así. Marcos le decía que así seguía siendo virgen, que no pasaba nada, pero Pepe lo sacó a empujones de casa, apenas si le dió tiempo de vestirse… y no volvió más.
Ese fue el día que le habló de los maricones, de las enfermedades, que no debía dejar que nadie pusiese su cosa en ese lugar tan sucio “¡imagina si después te lo mete en la boca!”
Pero Don Mauro ya ha dicho que va a usar su culo, se la va a follar. Don Mauro no es maricón… seguro que no. Carmen se siente tonta a veces. Muchas veces cree ser más listas que los demás, como cuando se guarda el semen en la boca pero luego va a escupirlo al lavabo sin que se enteren. No lo hace porque no quiera tragarlo, ya le da igual, pero es una travesura, le hace sentirse bien, es capaz de engañar a cualquiera… Pero Don Mauro le da miedo. Tendrá que portarse bien. Como Ben vio a tres hombres más igual de grandes… y ese dogo enorme, negro. Si intentaba salir corriendo seguro que el perro la alcanzaría.
Carmen adoraba a Pepe. Odiaba a todos los hombres que traía pero su padre era especial, le acariciaba como nadie, ni siquiera su madre le acariciaba así, ni ella se atrevería a pedírselo… sentía unas sensaciones maravillosas cuando la masturbaba, cuando la besaba, cuando le decía lo guapa que era, le acariciaba el pelo…
A veces sentía celos de su madre… ellos sí que podían besarse y tocarse aún en público, pero ella lo tenía prohibido. Y todas las noches dormían juntos. Y seguro que con ella si que podía hacer el amor… ¡cómo deseaba que fuese su padre el que le quitase esa virginidad tan engorrosa!
Pero él no quería. Le decía que debía guardarla para su marido. Si un marido desvirga a la esposa ésta siempre será fiel y él también. Sergio no podía ser su marido porque cobraba poco y, aunque aprobara luego la Universidad es muy difícil… ¡y son muchos años! ¿cuantos años se puede mantener una virginidad? Carmen no conocía ninguna amiga virgen. Todas hablaban de que habían estado con chicos y follaban… ¡qué tontas! seguro que no era por el culo, llamaban “follar” a hacer el amor. Claro que ellas no tenían un padre como Pepe.
¿Y si no era Sergio, quien? A Carmen le preocupaba que fuese uno de esos señores mayores que la visitaban, porque Pepe decía que la edad no importaba. Lo importante es que tuviese mucho dinero para que nunca les faltase nada a ella y a sus hijos para que no tuviese que trabajar e, incluso, prostituirse como hacen las chicas que no tienen dinero para vivir.
Carmen quería un hombre bueno como Pepe, que nunca había pegado a su madre como hacía su verdadero padre, y les hacía regalos, y les acariciaba, daba besos, fregaba los platos y arreglaba los enchufes… todo en él era estupendo, dijera lo que dijera su madre.
Porque su madre lo echó de casa. Aquel maldito día que se cortó la mano y llegó a casa enfadada porque papá no le había cogido el teléfono para recogerla y tuvo que pillar un taxi. Un día de mierda. Empezó a gritarles cuando la vió arrodillada entre sus piernas y… No paró de insultarlo, golpearlo, él intentaba calmarla, pero entró hecha una fiera en la habitación y le vació los cajones y le tiraba las cosas por la ventana y le decía que iba a llamar a la policía, que era un pederasta… ¡pero ella tenía ya casi 16! ¡no era una niña!
La última vez que Carmencita le vió fue a través de la ventana, como recogía su ropa para meterla en el coche. Pero su madre cerró la ventana y bajó la persiana.
La policía llegó alertada por los vecinos, por el escándalo, pero Carmen no quiso decir nada. Una pelea familiar, que había echado a su novio de casa y no quería volver a verle.
Pepe desapareció del pueblo. La amenaza de Carmen podía arruinarle la vida y al ver los dos coches de policía puso tierra por medio… mucha tierra… y agua.
Carmen se disculpó a su hija cuando quedaron solas por haberla insultado “zorra, guarra”... Carmencita le contó todo lo que su padre no quiso nunca que le dijera.. y Carmen entendió muchas cosas, como que Marcos le confesase los abusos y ella nunca le diese crédito, siempre creyó que eran solo celos pues Marcos también quiso salir con ella antes de que conociese a Pepe. Se sentía estúpida mientras abrazaba compulsivamente a su hija y le pedía, más bien le ordenaba, que nunca más le ocultase nada… nunca.
Pero la relación estaba rota. Mientras Carmencita vivió en la casa ningún otro hombre volvió a pasar la noche allí. Sus abuelos, su tío y algunos amigos de su madre vinieron a comer, o hacer una barbacoa… pero las dos Carmen siempre durmieron solas.
Carmen nunca le contó a Sergio que había pasado. Como su madre su explicación siempre fue que habían discutido. Sergio ni siquiera mostró la más mínima curiosidad por saber más. Ese hombre le caía mal, francamente mal y que hubiese desaparecido era un alivio… Se asustó mucho cuando vió un hombre parecido, pero con barba, en el supermercado. Corrió a casa de Carmen y pasó allí toda la tarde pero ese hombre no había aparecido cuando se fue a las doce menos cuarto y se sintió aliviado.
Porque ahora ya podían estar juntos hasta las tantas, se acabó dejarla a las nueve y media o tener que irse antes de las 10… ahora su madre solo le obligaba a estar a las 12 en casa pues a las 8 entraba al almacén de su tío.
A Carmen le caía bien Sergio, era muy educado y se le veía muy enamorado de Carmencita… quizás por eso tampoco creyó a Marcos. Cuando estaban juntos se les veía una pareja muy dulce... el odio hacia Pepe aumentaba conforme repasaba su memoria. ¿Cuánto tiempo llevaba abusando de su hija? Maldito cabrón. Y luego iba a su cama y tenían sexo, le hacía chuparsela… grandísimo hijodeputa ¿para comparar quien lo hacía mejor, la madre o la hija?
Sergio tenía ya pasaba de 18 cuando Carmencita, Carmen, cumplió los 17. Ese mismo día, tras la tarta se lo dijeron a la madre. Fue Sergio el encargado, el más valiente de los dos: querían irse a vivir juntos.
Carmen dudó, quería decir algo pero nada salió de su boca. Hacía tiempo que la relación con su hija se había enfriado. El pasar tantas horas fuera de casa tampoco ayudaba… y este chico parecía muy buen chico.
Como madre diligente les dió su aprobación, condescendiente invitó a su hija a volver a casa si la relación no funcionase “tu habitación seguirá como la dejes, siempre estará esperándote igual, mi niña”... abrazos, lágrimas de los tres y el fin de semana comenzó el traslado.
Es complicado vivir dos personas en 40 metros, pero le pusieron voluntad y ganas. Había voluntad y, si no era amor, algo parecido… al menos para Sergio. Carmen conservaba un trocito de nostalgia de Pepe, no terminaba de aceptar lo que había pasado, lo que decían de él. El no la obligó a nada, ella le quería, le necesitaba como el padre que nunca tuvo.
La fiesta fin de curso fue un desastre. Ambos acababan el “Insti”. Sergio iba retrasado porque las paperas le hicieron perder un curso cuando era crío. Pero ahora agradecía a esa enfermedad haber coincidido con Carmencita en clase.
El chalet de Nino era una pasada. Los más espabilados “pasaron” de la fiesta oficial que habían organizado las monjas para ir a la de Nino, los jardines, el futbolín, el ping pong… ya habían hecho alguna fiesta allí pero esa era especial. Era la última, después cada uno tomaría destinos diferentes: a unos les esperaba la “Uni”, otros el curro, y unos pocos deberían repetir.
Sergio recibió ilusionado la invitación de Nino. No se lo podía creer y se lo contó a gritos a Carmen. A ella no le hacía tanta gracia. Quería olvidar el instituto, quería olvidar los profes, las monjas, los malos rollos, a Pepe cuando iba a recogerla, quería olvidarlo todo… hasta a Sergio. Pero su vida no dejaba muchas opciones de olvido… y sonrió a Sergio: “¡qué bien!” y volvió a centrarse en poner los cubiertos en la mesa.
Carmen quería ir con vaqueros y camiseta pero Sergio le pidió que se pusiese guapa. Era la primera vez que le invitaban a una fiesta en casa de Nino y quería “fardar” de novia. La de Nino era Paloma, el sueño de todo el insti, pero Carmen cuando se ponía… ufff! Sergio se sentía muy orgulloso cuando iban al Eroski y los hombres la miraban de reojo: era “su” novia.
Ni siquiera le incomodó que Nino le diese un pico delante de él. Carmen sí que se quedó cortada pero no dijo nada. Estaba guapísima. Ese traje de cuero le quedaba como un guante. No era muy corto pero sus piernas eran tan estupendas que lucían espectaculares y el escote… tenía un cordón que juntaba almas piezas, pero a Sergio le gustaba más sin él. Así cuando la miraba desde arriba podía verle el sujetador.
Sergio respetaba la virginidad de Carmen, “cuando nos casemos”. Como pronosticaba Pepe, con ser una experta mamadora puedes complacer suficientemente a un hombre... y Sergio era un hombre. Con su boca y su mano ya tenía más que suficiente… esperaría. Su tío decía que al encargado le quedaban 3 años para jubilarse, Sergio esperaba ser el nuevo encargado...y casarse.
Carmen rechazó la mayoría de vasos que le ofrecieron. En lo de las monjas seguro que no había ni cerveza sin alcohol y aquí… alguno se llevó una gran bronca por vomitar en el jardín.
Carmen y Sergio siempre estuvieron rodeados de chicos… en realidad no es que le hicieran mucho caso a Sergio, pero éste se sentía el centro de la fiesta. Tampoco había probado el whisky hasta esa noche.
Sergio propuso a Carmen irse cuando ella estaba bailando con Armand. Armand era francés, había llegado a medio curso pero pronto se hizo amigo de Nino. A Carmen le gustaba estar con Armand, no solo porque era alto y guapo, también le resultaba gracioso su acento… pero Armand estaba “pillado”: su novia era Anabel, mucho mayor, de veintitantos decían, y además era motorista ¡y tenía una “motarra”!... nada que ver con la “49” de Carmen.
A Sergio le molestaba que bailasen tan pegados, además que su mano ya no estaba en la cadera sino más abajo. Pero Nino le ofreció otro whisky con hielo. Sergio lo rechazó, quería irse y Nino le soltó aquello: “vete si quieres, ella se queda”
El atontamiento se le fue de golpe, un sudor frìo le recorrió y el corazón comenzó a latirle desaforado… “No… nos vamos, es mi novia”
“Vamos, chico, solo queremos pasar un rato con ella, te la devolveremos entera” NIno tomaba del hombro a Sergio mientras le decía eso. En cualquier otro momento, en cualquier otra situación se hubiese sentido orgulloso de que le tocase Nino, pero ahora… solo quería salir cuanto antes de ahí… ahora descubría que solo quedaban los 7 amigos de Nino, su “pandilla”, nadie más; todos los chicos y chicas ya se habían ido sin que Sergio se hubiese enterado.
Armand intentaba besar sin éxito a Carmen, que le apartaba la cara e intentaba despegarse, con sus brazos en los hombros de él. Pero Armand era más fuerte, sus manos en el culo y la espalda eran una pinza… además Pablo se había puesto tras ella, tomándola por la cintura y llevando su boca al cuello de la chica.
“Dejadla, por favor” sonaba como una súplica, pero sin fuerza, sin convicción,sintiéndose vencido “O te vas o te quedas a ver el espectáculo, pero tu chica va a disfrutar esta noche”
Pablo ya le levantaba la falda mostrando su tanga de encaje, Carmen intentaba inútilmente apartar con sus manos a quienes le aprisionaban por delante y detrás
“¡Es virgen, por favor!”... Si creía que esa información iba a afectar a Nino acertó, pero no en el sentido que esperaba, sus ojos se le iluminaron “¿virgen? va a ser una noche estupenda!”
Ahora eran tres los que rodeaban a Carmen, un bosque de manos y brazos que la recorrían por todas partes e iban descubriendo todo su cuerpo…
“¡¡¡NOOOOOOO!!!” El grito les cogió por sorpresa. Carmen logró separarse e ir junto a Sergio, cobijarse entre sus brazos.
Siete tíos, siete jóvenes depredadores se plantaron ante ellos, a menos de dos metros, arrinconándolos contra el sofá.
“Por favor, dejadnos en paz” “Ni lo sueñes, tu chica ha estado haciendo de calientapollas toda la noche y se va a ir de aquí llena de leche… por las buenas o por las malas”
“No. La vais a violar. Os denunciaré” “No te hagas el valiente, tú también puedes participar. Tú eres el que la ha traído aquí vestida como una buscona… de todos modos será tu palabra contra la nuestra”
“Es virgen… por favor” Sergio imploraba pero Carmen… Ella se separó de él, se plantó ante las siete amenazas y… se arrodilló: “sacaros las pollas”
Uno a uno fueron acabando en su boca. El primero Nino, pero cuando acabó la ronda ya estaba de nuevo empalmado “Cogedla y ponedmela en la mesa”
Pablo, Pérez y Antón arrastraron a la chica a la mesa, atenazando sus brazos en la espalda y aplastando sus pechos sobre la madera.
“NO!, por favor!” Armand sujetó a Sergio para impedir que fuese hacia la mesa, “Tranquilo, seguirá virgen, solo voy a hacerme su culo” Nino hablaba con una mano en su pene y la otra bajando el tanga de Carmen
Los gritos de Carmen fueron decisivos. En la primera presión del pene sobre su minúsculo agujero comenzó una sesión de berridos insoportables. Si algo había evitado toda su vida era el dolor y ese, apenas iniciado, ya le parecía horrible, insoportable. Quienes le presionaban los brazos le soltaron espantados y Carmen pudo darle un empujón a Nino que le hizo caer de espaldas, enredado en sus pantalones a media pierna. También Armand descuidó a su presa y la pareja consiguió salir corriendo… nadie les siguió, pero no miraban atrás, ni siquiera intentaron coger la moto, corrieron, corrieron, corrieron...
Pablo les llevó la moto dos días después… y se disculpó. Las excusas bastaron a la pareja: demasiado alcohol, que él no sabía las intenciones de Nino, que creía que Carmen se lo estaba pasando bien… mil perdones.
Pablo llegó a ser un buen amigo. Su arrepentimiento parecía sincero, al menos para ellos. Les ayudó con algunas chapuzas en casa; era un manitas Pablo. Salían juntos, algunas veces se quedaba a cenar… nunca volvió a poner una mano encima a Carmen, nunca más de un par de besos en las mejillas, sin manos.
Y fue Pablo el que les sugirió vender su virgo, lo había visto en internet y su economía iba muy mal, la moto entró en un ciclo de reparaciones que les sangraba. Pablo se ofreció a vivir con ellos pero duró dos semanas, el sofá y tener un tercero rondando en 40 metros de piso…
“¿Qué pedimos?” Los tres hicieron cálculos ante el anuncio de “vende tu novia”.
“20.000 euros. ¡para pedir, pedir fuerte!” los tres se rieron, Sergio escribió el mensaje y Carmen pulsó “enviar”.
Carmen tomó la cara de Pablo y le dió un piquito en los labios “Gracias, eres un buen amigo”. Pablo se ruborizó, se emocionó: le habían perdonado.
(spin-off: Vendiendo mi virgo)