Carmen, la amiga de mi mujer 3

Mi mujer también se empieza a sentir atraída por Carmen

El domingo amanecimos con otro polvo antológico.  Ninguno hablábamos, era como si ambos tuviésemos miedo a decir algo inapropiado, pero los dos estábamos como poseídos por el morbo y nos follábamos con desesperación, cambiando constantemente de postura, gimiendo más alto de lo normal, agarrándonos fuerte, casi haciéndonos daño, besándonos con ansia.

A partir de ese día, follábamos todos los días.  Algunos días incluso más de una vez.  Y durante el día, cada vez que podíamos nos enganchábamos a besos y apretones.  Nuestra sexualidad se había disparado.  Después de varios años viendo como nuestra relación caía en la monotonía, y diría que casi en el aburrimiento de la rutina, desde el fin de semana estaba claro que algo había cambiado para los dos.

Mientras tanto, con Carmen seguía hablando por WhatsApp y ella me decía que estaba igual, que no podía excitarse cada vez que se acordaba del sábado, el polvazo de la mañana, pero sobre todo del tonteo con mi mujer delante.  Me dijo que se había comprado otro juguete nuevo porque con el dedo solo no le bastaba, que se estaba corriendo todas las noches hasta 5 veces.  Que nunca se había sentido tan activa sexualmente.

Le dije que quería verla.  Que si yo era el responsable de esa excitación, mi obligación era ponerle también remedio al menos de vez en cuando.  Además me apetecía hablar con ella y sondearla para ver qué pensaba ella sobre la posibilidad de hacer un trío con mi mujer.  Así que un día entre semana esa misma semana le dije a mi mujer que iba a tomar algo con los compañeros de trabajo, y quedé con ella.  Ella también se había inventado algo y había dejado a su hija con su hermana, por lo que teníamos su casa disponible.

Cuando llegué, ella estaba vestida como si acabase de llegar.  Imaginé que debía hacer poco que había llegado también.  Llevaba un pantalón gris muy ajustado que le hacía un culo espectacular y unas caderas muy femeninas, con una blusa blanca totalmente entallada a la cintura que hacía que sus tetas pareciesen más grandes de lo que eran, y todo subida en los mismos taconazos que llevaba en la foto que me envió la primera noche.   La verdad es que me alegraba que no le hubiese dado tiempo a ponerse cómoda, porque me excitaba más verla así que en pijama.

Nos enganchamos a besarnos como si hiciese años que no nos veíamos.  Se colgó de mí como el sábado cuando la subí en brazos por las escaleras, solo que esta vez no la subí a su habitación.  La llevé en brazos hasta el cenador donde habíamos estado tonteando el sábado delante de mi mujer.   Al llegar allí, la apoyé en la mesa y le desabroché la blusa mientras ella hacía lo propio con mi camisa.  Nos seguíamos besando como locos, cargados de deseo y lujuria.  Le saqué la blusa y el sujetador y me lancé a comerle las tetas.  Le mordía los pezones y estaba tan excitado que se los apretaba más de lo que debía, pero el dolor, lejos de asustarla, la hacía llamarme todo tipo de palabras obscenas y se ponía más cachonda.

La bajé de la mesa, le desabroché el pantalón y le di la vuelta.   Se lo bajé hasta los tobillos y se lo quité.  A continuación volví a ponerle los zapatos deleitándome en sus pies. Eran realmente sensuales, tenía ganas de masajeárselos y excitarla uno de estos días sin prisas.  Quería follármela con esos preciosos zapatos puestos que la hacían tan extremadamente atractiva.  La empujé contra la mesa y sin esperar más, ensalivé mi polla para facilitar la penetración, la apunté a su coño por detrás, y se la hundí.   Le pegué el cuerpo contra la mesa y cogiéndole de los brazos, se los inmovilicé en la espalda y empecé a bombearle fuerte.  Mi cuerpo chocaba contra su culo en cada embestida y ella no paraba de gemir y de pedir más.

Carmen – Sí, sí, sí, sí, sí,

Cada embestida era un sí.

Carmen – fóllame cabrón, que llevo toda la semana masturbándome como una loca pensando en ti.

Mientras le sujetaba con mi mano izquierda los brazos inmovilizados en la espalda, metí mi mano derecha por un lado.  Alcancé su coñito depilado y empecé a masturbarle el clítoris mientras que la seguía follando.   Aquello fue definitivo, y enseguida empezó a contraerse y a gemir, respirando entrecortada para no gritar allí en el jardín, corriéndose.  Como ya me había pasado otras veces, al notar las contracciones de sus músculos internos yo también me corrí.

Al terminar mi orgasmo, la solté los brazos, me salí de dentro de ella y le di la vuelta.   La subí de nuevo a la mesa quedando ella sentada sobre ella y nos besamos.  Me terminé de desnudar ahora ya sin prisas y nos fuimos a tumbar en una hamaca junto a la piscina.

Yo – ¿Has hablado con Ana desde el sábado?

Carmen – Jajajaja.   Sí, he hablado con ella.

Yo – Bueno, pues cuéntame…  ¿Qué habéis hablado?

Carmen – Me ha contado que al llegar a casa, tuvisteis una de las mejores sesiones de sexo desde que estáis juntos.

Yo - ¿Eso te ha dicho?

Carmen – Sí

Yo – ¿Pero te ha contado algo más?

Carmen – Jajajaja.  Sí amor.  Me ha contado con pelos y señales lo que pasó desde que salisteis de mi casa, hasta el polvo que le has echado esta misma mañana antes de irse a trabajar.  También me ha dicho que los dos estáis anormalmente sobre excitados todo el tiempo y que parece que tuvieseis 18 años otra vez.

Yo – ¿Y tú por qué crees que es eso?

Carmen – Pues no sé.  Dímelo tú.  No te lo voy a decir yo todo, ¿No?

Yo – Jajajaja.  Pues es por tu puñetera culpa, evidentemente.  O mejor dicho, gracias a ti.  Ella y yo no lo hemos vuelto a hablar desde el sábado por la noche, pero evidentemente es todo debido a lo que pasó justo aquí en tu casa el sábado.  Y desde entonces, precisamente por lo que ella misma me dijo mientras follábamos en casa el sábado, mi mente está disparada imaginando situaciones muy divertidas y muy morbosas, en las que por supuesto, apareces tú.   Pero no he querido proponerle nada a Ana sin antes saber qué pensabas tú al respecto.

Carmen – Jajajaja.  Te estoy viendo venir, pero me voy a hacer la ingenua….    Cuéntame…  ¿Qué me quieres proponer?

Yo – Bueno, no es proponerte nada, es saber qué piensas tú al respecto.  No se trata de que hagas nada que no te apetezca hacer, sino de ver si te apetece o no.

Carmen – Venga, no te pongas serio, que sabes que estoy bromeando.  Dime lo que has pensado.

Yo – Pues verás…  Lo primero interesante es que, viéndonos tontear, Ana se puso muy cachonda el otro día.  Y después, lo que le dijiste tú directamente de que te ibas a masturbar pensando en mí, no solo no le molestó, sino que la puso tan cachonda que me la chupó incluso yendo los niños en el asiento de atrás.  Evidentemente la excita mucho ese tipo de situaciones, así que había pensado que, si tú estás de acuerdo, a lo mejor podríamos intentar hacer un trío.  Igual si se lo proponemos abiertamente tú o yo, nos dice que no, pero si surgiese así como el otro día, como algo imprevisto….   Pero estando solos, evidentemente, sí que hay muchas posibilidades de éxito.

Carmen se quedó callada, mirándome con una medio sonrisa pícara que la hacía estar guapísima.  Llevó su mano a mi cara y me besó de un modo tan dulce, que habría derretido un iceberg.  El beso se alargó, y se alargó.  Nuestras manos recorrían el cuerpo del otro sin parar, acariciándonos mutuamente, pegando nuestros cuerpos por completo.  Mi polla fue inevitablemente recuperando vigor poco a poco, y sin ni siquiera hablar ni una sola palabra Carmen se subió sobre mí, abrió sus piernas y ella sola se la metió.  Estaba totalmente tumbada sobre mí, con sus piernas abiertas lo justo para meterse mi polla y estaban estiradas junto a las mías, una a cada lado.  Apoyó sus codos en la hamaca y sin dejar de besarme, empezó un leve movimiento de cadera, lento, rítmico.   No dejamos de besarnos en ningún momento.  Esta vez no estábamos follando, estábamos haciendo el amor. Yo la abrazaba y la sentía completamente pegada a mí.  Estábamos como conectados.  Poco a poco fue acelerando el ritmo y en un momento juntó sus piernas completamente poniéndolas sobre las mías, sin sacársela y noté como las apretaba fuerte estrechando aún más su vagina.  Despegó su boca de la mía y pegando su cara contra mi cuello empezó a correrse.

Yo habría seguido follándola, pero teniendo en cuenta lo activos que estábamos mi mujer y yo, preferí reservar algo para poder follar a Ana y no despertar sospechas.  Carmen pareció leer mi mente.

Carmen – Reserva lo que te quede para Ana, que cuando llegues querrá que cumplas.  Y sí, claro que me apetece hacer un trío contigo y con ella.  La verdad es que me apetece mucho.  Pero tú no le digas nada de momento, salvo que sea ella la que saque el tema.  Deja que yo me encargue, que ya sabes que las mujeres somos mucho más sutiles.

Yo – OK.  Conociéndote casi lo doy ya por hecho… jajajaja.

Estuvimos un rato más allí acariciándonos, hasta que se empezó a hacer tarde.  Me di una ducha, me vestí y me fui a casa.

Menos mal que me reservé y no me corrí la segunda vez con Carmen, porque al llegar a casa ese mismo día, Mi mujer estaba esperando con ganas de guerra.

Después de cenar y acostar a los niños, nos sentamos en el sofá a ver un rato la tele, y ella se tumbó en el otro extremo del sofá, poniendo sus pies sobre mí sin decir nada, pero con la evidente intención de que le diese un masaje.  Como creo haberos dicho ya antes, los pies son una parte de la anatomía femenina que me resulta tremendamente sensual, y acariciarlos y masajearlos me suele excitar casi tanto como un masaje en las tetas, así que se los empecé a acariciar.

Los tenía tan suaves como siempre.  Se los recorría enteros, desde los dedos hasta por encima del tobillo, llegando a aplicar un leve masaje en la parte baja del gemelo, pero sin subir más arriba.  Ella estiraba la punta de los pies, haciendo que tomasen la forma como si estuviese calzando un zapato de tacón muy alto, como los estiran las nadadoras de sincronizada.  En esa postura el pie femenino me resulta tan excitante, que junto con las caricias y el morbo de todo lo que estábamos viviendo, enseguida me provocaron una erección de campeonato.

Diez minutos después, ella ya jadeaba con mis caricias, y con sus pies buscaba y masajeaba mi polla, que ya la notaba dura como una piedra bajo el pantalón del pijama.  Me encanta cuando hace eso, así que la dejé y empecé a subir con mi masaje por sus piernas.  Al notar mis manos más arriba no pudo evitar emitir un gemido y se puso boca arriba, abriendo ligeramente las piernas y ganando con ello capacidad para agarrar mi polla mucho mejor con sus pies, lo que la animó a empezar como una paja con ellos.

Yo seguía subiendo con las caricias por sus piernas, y llegué hasta su pantaloncito corto del pijama, que afortunadamente era lo suficientemente ancho como para permitir que mis dedos entrasen a acariciar su coñito por encima de la braga.   Solo tocarlo sobre la braga ya noté que estaba chorreando, y ella al sentir el ligero tacto sobre la tela dejó escapar otro gemido.

Con los dedos aparté a un lado la braguita y pasé mis dedos por todo su coñito, mojándome en una humedad desbordante.  Su flujo era abundante y espeso, y mis dedos se abrieron paso por todo el recorrido exterior sin ninguna dificultad, y al hacer un poco de presión, entraron en su interior sin la más mínima dificultad.   En ese momento cogió un cojín y se lo puso en la boca, amortiguando con ello  un gemido mucho más sonoro que los anteriores, y haciendo que su otra mano se subiese la camiseta y empezase a apretarse las tetas.

Seguí masturbando su clítoris con la mano derecha, mientras con la izquierda no dejaba de acariciar sus pies, que tampoco paraban de apretar y masturbar mi polla.  No tardó demasiado en tener su primer orgasmo, que expresó sonoramente, gracias a que sabía que el cojín amortiguaba sus gritos.

En cuanto terminó de correrse, se quitó el pijama y las braguitas, se levantó y se puso frente a mí de rodillas, y sin decir nada me agarró del pantalón del pijama esperando que me ahuecase un poco para poder quitármelo.  Una vez lo hizo, se agachó sobre mi polla y empezó a chupármela.  La notó tan dura que incluso me lo dijo.

Ana – Me pone como una perra notarte tan cachondo

Yo - Ya sabes cómo me pone acariciarte lo pies.  Y si encima te veo tan cachonda, es inevitable ponerme así de duro.

Ana – ¿Pero eran mis pies los que masajeabas, o los de Carmen?

Por fin volvía a sacar a Carmen en medio de una sesión de sexo…   Llevaba toda la semana esperando que ocurriera.  Y evidentemente aquello sí que me ponía cachondo.

Yo – Pues lamentablemente aun no sé cómo son sus pies (mentí), pero sí me di cuenta el sábado que tiene unos tobillos muy sexys.  A poco que los pies sean como los tuyos, ya sabes que sí, que me encantaría sobárselos un buen rato.

Y al decirle esto, se levantó y se acomodó sobre mí.  Me puso las tetas en la boca para que se las chupara y mientras tanto ella jugaba con mi glande en su coñito, masturbándose con mi polla.   Yo pensaba que solo iba a mojarla un poco y que enseguida se sentaría introduciéndosela y dándome una buena follada, pero se quedó ahí, jugando, masturbándose con mi glande haciendo círculos en su clítoris mientras yo le devoraba las tetas.  Estuvo así un rato hasta que su cuerpo empezó a tensarse, apretó mi cabeza contra sus tetas y empezó a correrse.

Se quedó en esa misma postura, sin moverse, y aquello me estaba desesperando, porque yo estaba loco por que se sentase sobre mi polla, así que tiré de ella, y ahora sí se dejó caer hundiéndosela entera, y quedándose sentada sobre mí, apoyando su cabeza en mi hombro.   Solo estuvo así unos segundos, porque en cuanto se acostumbró a tenerla dentro, empezó ese movimiento tan suyo y tan placentero con su culo hacia atrás hasta casi sacársela del todo, y hacia delante volviendo a introducirla por completo hasta hacer chocar su pubis contra el mío, lo cual evidentemente le proporciona doble placer.

A ratos su único movimiento era quedarse pegada a mí, empalada con toda la polla dentro y limitándose a dar apretones de su pubis contra el mío, emitiendo gemidos ahogados.  Cuando menos me lo esperaba repetía los movimientos de largo recorrido, casi sacándola y jugando con la punta en su entrada, introduciéndosela apenas unos pocos centímetros y volviendo a salir, repitiendo el movimiento en una sucesión rápida, que ella sabía bien que podía hacerme correr en diez o quince segundos.

Para que dejase de hacer eso y poder alargar un poco más el polvo, me humedecí el dedo corazón de la mano derecha y lo llevé a su culo, introduciendo la primera falange, lo cual la hizo empujar el culo para delante, consiguiendo con ello que volviese a meterla entera.   Pero aquello no me detuvo, y seguí jugando con su culo.  Al verla tan cachonda sabía que hoy podría ser uno de esos pocos días que me deja follarle el culo, así que quise insistir, pero ella que no es tonta, al adivinar mis intenciones, se rio, me besó y aceleró el ritmo, empezando una follada mucho más salvaje que hasta ahora.   En un par de minutos consiguió lo que quería y al empezar a correrme le metí un segundo dedo en el culo, lo cual la hizo dar un pequeño gemido e insultarme.

Ana – Cabrónnnn,   me corrrooooooooooo

Y nos corrimos juntos, yo sintiendo no solo su corrida, sino disfrutando además de la presión que mis dedos ejercían desde su culo sobre mi polla a través de la fina pared que separa los dos conductos.  Fue otro de esos polvazos memorables que esta semana estábamos echando.

Al recuperar el aliento, entre besos y caricias, volvió a mencionar a Carmen.

Ana – He estado pensando hoy en invitar a Carmen a comer este fin de semana.   A lo mejor no quiere, porque teniendo una casa como la suya, venirse aquí meterse en un piso en pleno verano, a lo mejor le parece un poco absurdo, pero después de que nos invitó ella la semana pasada…   ¿Qué te parece la idea?

La miré con una sonrisa pícara.

Yo – ¿Y qué le vamos a dar de comer?

Ana – Jajajajaja, ¿Tu polla?

Yo – Ufff, cariño, no me digas eso que te echo otro polvo ahora mismo

Ana – Jajajaja, no puedes…  que ya no eres un crío, y necesitas tiempo para recuperarte.

Yo – ¿Has vuelto a hablar con ella desde el sábado? (Yo ya sabía la respuesta, pero quería saber cómo de dispuesta estaba a llevar esto adelante.  Si mentía, es que estaba realmente interesada)

Ana – No, me daba un poco de vergüenza.

Aquello era justo lo que quería que contestase.  Ahora estaba casi seguro de que las dos iban a ser mías.

Ana - ¿Te gustaría que te la chupase?

Yo – La pregunta no es si me gustaría a mí.  ¿Te gustaría a ti ver cómo me la chupa?

Ana – Llevo pensándolo desde el sábado y no paro de mojarme cada vez que me acuerdo.  Ya te dije que casi me corro solo mirando lo cachonda que se puso la muy zorra notando tu polla.  Creo que me gustaría ver cómo te la chupa, y verte a ti disfrutar con ello.

Yo – Bufff.   Cariño, si no fueras ya mi mujer, te pediría ahora mismo que te casases conmigo.

Nos fundimos en otro beso interminable y acordamos que ella se encargaría de llamarla.

El resto de la semana se me hizo casi hasta largo esperando la llegada del sábado.  Al final Carmen aceptó la invitación y el sábado a la hora del aperitivo llegaba a casa con su hija.  Traía una botella de vino y unos pasteles.   La verdad es que yo ya había preparado un par de botellas de lambrusco bien frío, que al estar dulce entra de maravilla, pero que a mi mujer le causa un efecto relajante y desinhibidor de lo más interesante.  Mi esperanza era que a Carmen le gustase y le causase un efecto similar.

Mi mujer y yo llevábamos toda la mañana tonteando.  Ya desde que nos despertamos estuvimos jugando en la cama.  Mi mujer estaba extremadamente cachonda, y al mismo tiempo se había puesto en plan perverso… Había empezado a jugar con mi excitación.  Quería tenerme fuera de mis casillas, y lo empezó haciendo de maravilla desde primera hora.

Nada más despertarnos, me estuvo sobando la polla hasta que se me puso bien dura.  Entonces se puso sobre mí, y bajó para hacerme una mamada.   Se notaba que no era una mamada para mí, sino para disfrutarla ella.  Se deleitó comiéndome los huevos y ensalivándome todo abundantemente al tiempo que con una mano ella misma se estaba haciendo un dedo, y cuando ya lo tenía todo bien mojado, se sentó a horcajadas sobre mí estando yo tumbado boca arriba, sin metérsela la agarraba con la mano derecha y apretaba con ella hacia su coñito.

En ese momento me di cuenta que la muy cabrona no iba a darme el gusto de follarme.  Me estaba utilizando para darse placer.   Teniendo mi polla apretada contra su coño pero sin metérsela, empezó ese movimiento que tan bien se le da, delante y atrás, delante y atrás, rozando todo su clítoris, deslizándolo contra todo el recorrido de mi polla.   Lo hacía a un buen ritmo y no tardó casi nada en empezar a correrse, mientras yo aprovechaba para sobarle bien las tetas.  Una vez se recuperó del orgasmo, me dio un beso y me habló.

A – Terminantemente prohibido terminarte con una paja.  Hoy no puedes correrte hasta que yo te diga.

Y – Joder cariño, no me puedes dejar así.  Córreme, joer

A – sí puedo, y lo voy a hacer.   Hoy te quiero muuuuy muy cachondo.  ¿No quieres jugar con Carmen?  Pues vas a jugar, pero al juego que yo te diga.

Y – Ufff, ok.  Pero que sepas que todo lo que me hagas sufrir, te será devuelto…..  jajajaja

Cuando sonó el timbre mi mujer me dijo que abriese yo la puerta.  Ahí estaba mi nueva amante, y la que si todo se daba bien, ese mismo día se iba a convertir en la primera con la que íbamos a hacer un trio.

La Primera en entrar fue su hija, que enseguida se fue a jugar con nuestros hijos, y a continuación entró Carmen, que tenía una sonrisa de oreja a oreja.  Venía vestida bastante informal para sus costumbres habituales, pero daba igual, estaba guapísima.  Traída una minifalda vaquera blanca y una camiseta sin mangas también blanca ajustada, y calzaba unas sandalias de cuña de esas que son con la cuña como de esparto, con dos tiras cruzadas sobre el empeine no muy anchas, que dejaban ver prácticamente todo el pie, y al hacer la cuña un tacón de unos 8 cm resultaban súper sensuales.  Estaba para comérsela.

Al entrar se hizo un poco la remolona en la puerta hasta que comprobó que los niños ya se habían metido hacia las habitaciones y entonces ya fue cuando se acercó a mí, me puso su mano derecha en la cintura y me plantó dos besos, directamente en la comisura de los labios, uno a cada lado, y sin separarse apenas para cambiar de un lado al otro, de forma que casi rozó sus labios con los míos para pasar de un lado al otro.  Además no fueron de esos besos de compromiso, fueron dos besos, de los de dejar los labios apoyados un segundo, y al retirarse me aguantó la mirada clavada en los ojos con toda la intención de provocarme ya desde el principio.

Si ya mi mujer me tenía cachondo desde por la mañana, aquello solo lo empeoró, y mi polla reaccionó de inmediato poniéndose morcillona.   Pero aquello no fue nada para lo que estaba a punto de ocurrir.   Sin retirar su mano de mi cintura, se giró para saludar a mi mujer, que se acercó a darle también dos besos, y al hacerlo, le puso la mano derecha en la cintura a ella, y la izquierda en mi cintura, y repitieron las dos la misma operación que había hecho Carmen conmigo, esta vez a escasos 20 cm de mi cara, se dieron dos besos exactamente igual, en las comisuras de los labios, diría que incluso aguantando un pelín más los labios juntos, y al separarse del segundo, apenas se separaron 5 cm, se quedaron mirándose a los ojos sonriendo las dos, y se volvieron a juntar dándose un beso directamente en los labios.

Mi polla al verlo continuó llenándose de sangre y terminando de crecer hasta alcanzar una buena erección.  El beso en los labios duró un par de segundos, y fue seguido de otro, esta vez con los labios abiertos, en el que desde los 20 cm escasos que me separaban de sus caras, vi claramente como juntaban sus lenguas, y se deleitaban en un dulce y suave beso que ya tuvo una duración bastante más larga.

Cuando se separaron, se sonrieron mirándose a los ojos, y a continuación me miraron las dos, y primero mi mujer y después Carmen, me dieron un beso en los labios que me sacó de mi trance.  Las dos rieron al ver mi cara de sorpresa y al comprobar como el bulto de mi pantalón marcaba una considerable erección.

Mientras pasaban a la cocina delante de mí y yo terminaba de asimilar lo que acababa de pasar, le miraba a Carmen el culo y las piernas desde atrás, y aproveché para darme un buen apretón en la polla, y de paso colocármela, porque la situación se estaba convirtiendo en algo tan sensual que por un momento tuve la sensación al apretármela, que podría correrme en cualquier momento, como un adolescente.

El día tenía pinta de que iba a ser de lo más interesante, pero para que no decayera, abrí la primera de las botellas de lambrusco, que junto con el aperitivo, cayó en un visto y no visto.  Mientras terminábamos de preparar la comida, estábamos en la cocina charlando y ellas no paraban de provocarme, y Carmen se arrimaba mucho con la excusa de probar la comida y le echaba la mano por encima a mi mujer, y esta le devolvía las caricias.  Entre pruebas y bromas, aún se dieron algún beso más, y yo las observaba desde donde estaba sentado, y estaba cada dos por tres con la polla morcillona, y lubricando tanto que notaba el interior del calzoncillo empapado.  Me sorprendía la naturalidad con la que estaban actuando, así que me decidí a preguntarles,

Y – Bueno, que vosotras habéis hablado bastante más de lo que me habéis contado, es evidente, pero lo que me sorprende es este buen rollito que os traéis….     ¿Hay algo que no me habéis contado?

Ana – ¿A qué te refieres?

Y – Pues que tengo la impresión de que esto ocurre con mucha naturalidad   ¿Había pasado antes o es la primera vez?

Carmen – No corazón, no había pasado nunca. Es verdad que Anita y yo siempre hemos tenido muy buen rollo, pero en aquellos tiempos no éramos tan atrevidas.  Pero para ser sinceras… hemos hablado, sobre todo de lo que pasó el otro día en mi casa.   Porque yo estaba muy cachonda pero era porque estaba notando tu polla en mi culo, y eso ya me tenía mojada, pero cuando vi a Ana tan cachonda animándonos a tontear… entre su consentimiento, y tus caricias, estuve a punto de correrme allí encima de ti sin que casi me tocases.

Y – ¿Y puedo saber qué habéis hablado?  ¿O si habéis llegado a alguna conclusión?

Ana – A ninguna cariño, salvo a que nos apetecía pasar el día juntos los tres, disfrutar del día y ver a donde nos llevaba, si es que nos lleva a algún sitio.  Me ha parecido muy morboso el beso que te ha dado Carmen al entrar, y me ha apetecido participar, y bueno…  ha pasado lo que ha pasado, y si os digo la verdad a los dos, si seguimos así, voy a tener que cambiarme el tanga antes de comer, porque me noto chorreando.

Carmen – Mmmmmm, pues que se sepáis que yo estoy igual, y no me he traído tanga de repuesto.

Estaba claro que ninguna de las dos tenía pensado cortarse, así que decidí pasar a la acción.

Y – A ver cuánto de verdad hay en lo que estáis diciendo las dos

Me acerqué a ellas, metí mi mano primero bajo la falda de Carmen, y apartando el tanga con los dedos, mojé dentro de su coñito depilado, que efectivamente estaba empapado.  Me deleité moviendo el dedo en su coñito mientras ella abría la boca al sentirlo en un gemido silenciado.  Estuve tentado de metérselo dentro, pero al ser la primera vez que era tan directo con Carmen delante de mi mujer, preferí no correr demasiado y dejarlo ahí.  Al sacarlo me lo llevé a la boca y lo chupé ante la mirada de vicio de las dos.  Acto seguido, hice lo mismo con mi mujer, que llevaba un vestido de verano bastante suelto.  A mi mujer le hundí el mismo dedo bien dentro, subiéndolo hacia su punto G, y moviéndolo dentro con varios movimientos enérgicos, que consiguieron arrancarle un buen gemido.  Al sacarlo me lo volví a llevar a la boca y lo dejé bien limpio.  Las dos me miraban con la boca abierta, con cara de morbo y excitación, pero también con deseo.

Y – Tenéis las dos un sabor delicioso.

Carmen – Jajajaja, pero serás cabronazo…   ¿Tú te das cuenta de cómo nos has dejado a las dos de cachondas?

Ana -  Serás cabrón.  Ven ahora mismo a terminarme lo que has empezado.

Yo -  No cariño, no tengo ni la menor intención de hacerlo.   ¿Te acuerdas de cómo me has dejado esta mañana?   ¿Y te acuerdas lo que te he dicho yo?

Ana – No seas rencoroso hombre, que estoy tan cachonda que me voy a correr con tres toquecitos de nada que me des.

No le dije nada más.  Con una sonrisa de oreja a oreja les di a ambas un buen beso antes de volver a sentarme para intentar que se me bajase un poco la erección que tenía.

Durante la comida me costaba conservar la compostura, pero estando los niños delante, no había más remedio, así que estuvimos todos muy comedidos.  Eso sí, me encargué de que no les faltase vino en ningún momento para que se fuesen desinhibiendo y rompiesen las últimas barreras, si es que les quedaba alguna, que empezaba a pensar que no.  La conversación seguía a base de indirectas, gestos, roces y todo tipo de picardías disimuladas, para que los chavales no se dieran cuenta, pero el ambiente entre nosotros tres era súper morboso.

Al terminar la comida, pasamos a sentarnos a la zona del sofá donde estuvimos tomando el café.  Los niños estaban sentados en el suelo o arrodillados alrededor de la mesa comiendo unos pasteles, mi mujer se sentó en el sillón individual y Carmen y yo estábamos sentados en el sofá.    Como estaba el aire acondicionado puesto, Carmen dijo que tenía algo de frío en las piernas y se echó una manta por encima y subió los pies al sofá porque decía que se le habían quedado fríos.

Aquello no podía dejarlo pasar, y aproveché la ocasión

Y – Trae aquí los pies, anda, que te doy un masajito y te los caliento con las manos

C – Ay si, por favor, que se me han quedado helados.

Mi mujer sabía perfectamente lo que iba a pasar, y se le puso una sonrisa cómplice y me miraba con cara de morbo.   Empecé a acariciarle los pies, haciendo fuerza con los dedos en los puntos donde sabía que causaba un efecto relajante irresistible, y lo acompañaba todo el tiempo con caricias permanentes, recorriéndoselos desde los dedos, entre los dedos, y aprovechando la cobertura de la manta,  subiendo por su tobillo y masajeando también un poco el gemelo.

Apenas habían pasado 5 minutos y Carmen se había quedado callada y nos miraba alternativamente a mi mujer y a mí, y se notaba que su respiración se estaba alterando.

Por mi parte, tocar sus pies ya me había provocado una erección tremenda.  Mi mujer disimulaba como podía, pero había cruzado ya las piernas y también nos miraba con cara de deseo.  Yo apretaba los pies de Carmen contra mi polla y esta no rehuía el roce.  Apretaba queriendo devolverme parte del placer que le daba mi masaje.

Por fin los niños terminaron los pasteles y se fueron a la habitación a seguir jugando con la Play Station, y en cuanto salieron del comedor, mis manos empezaron a acariciar las piernas de Carmen por encima de las rodillas, que al sentir mis manos subir, las separó para facilitarme el camino.  Pero mi intención no era llegar a su coñito todavía, sino aumentar su temperatura.  De momento me apetecía seguir jugando con sus pies.  Apenas pude seguir acariciándoselos unos minutos más, porque de repente mi mujer se levantó, y cerró la puerta del comedor que da al pasillo de las habitaciones, y acto seguido se vino directa hacia mí, apartó los pies de Carmen, me desabrochó el pantalón, me sacó la polla que estaba totalmente empalmada y sin decir ni media palabra, se la metió en la boca y empezó a hacerme una mamada espectacular, como solo ella saber hacérmelas.

Carmen al principio estaba un poco cortada por si venían los niños.  Extendí mi mano y le acaricié el coñito sobre la braga

Y – No te preocupes Carmen, que si vienen les oigo

C – ¿Tú estás seguro que vas a ser capaz de pensar en algo más aparte del pedazo de mamada que te está haciendo esta zorra?

Mi mujer ni se inmutaba.  Estaba a lo suyo, concentrada, succionando de mi glande con una fuerza que me hacía casi temblar.  Se nota que estaba también muy cachonda.

Carmen por fin se relajó, abrió las piernas y mientras con la mano izquierda apartaba el tanga a un lado, con la derecha empezaba a hacerse un dedo mirando el espectáculo que le estábamos dando, y dejándome ver su coñito depilado bien abierto y muy brillante de tanta lubricación.

Mi mujer seguía a lo suyo y ahora empezó a acompañar la mamada con la mano, convirtiendo la mamada al mismo tiempo en paja.    Si seguía así, sabía que yo no iba a aguantar mucho, así que la paré y le dije que estuviese pendiente de que no apareciesen los niños.

Yo – Carmen, deja de hacerte eso y ven a sentarte aquí encima, que te folle de verdad delante de tu amiga, que ya va siendo hora.

Carmen miró a mi mujer como pidiendo permiso y mi mujer se limitó a acercarse a ella y comerle la boca como si fuese la mía.   La visión era increíble.  Habría dicho que era un sueño, pero era realidad.  Se estaban besando con verdadero deseo.   Yo me agarré la polla y me empecé a masturbar mirando el espectáculo, pero no duró mucho porque mi mujer paró de besarla y le habló,

Ana – Venga, fóllatelo hija de puta, que llevas toda la semana deseándolo, y él también

Carmen – ¿Solo es por eso? ¿O es que tú también estás deseando ver a tu marido follando con otra?

Ana – Cállate zorra, y fóllatelo de una puta vez, que van a venir los niños y nos van a cortar el rollo.

Carmen le dio otro beso con mucha lengua a mi mujer y a continuación se vino sobre mí, se subió la falda a la cintura y se puso a horcajadas.   Me agarró la polla y me la masturbaba despacio mirándome a los ojos, miró a mi mujer y lo siguiente fue que Carmen y yo nos fundimos en un beso súper profundo, con mucha lengua y mucho vicio.  Terminó el beso, y mientras se colocaba ella sola mi polla en la entrada de su coño, acercó su boca a mi oído más alejado de mi mujer y me dijo muy bajito

C – Por fin vamos a follar sin escondernos.  Vete acostumbrando, porque a partir de hoy esto se va a repetir con mucha frecuencia

Y se dejó caer sobre mi polla metiéndosela entera.   Estaba tan lubricada que entró casi sin roce pese a que lo noté muy cerrado y estrecho.  Carmen empezó a bufar y a gemir en mi oído.  Me besaba, me mordía los labios, me metía la lengua entera en la boca, aceleraba el ritmo.  Me follaba con sus rodillas clavadas en el sofá, intentando subir y bajar, pero así el movimiento de entrar y salir de mi polla en su coño no era de mucho recorrido, lo cual me estaba viniendo bien porque con el calentón que yo tenía desde por la mañana, si me hubiese dado mucho ritmo, no habría podido aguantar nada, pero mi mujer que lo estaba viendo, se acercó a nosotros, y metió su cara en medio, besándonos a los dos simultáneamente.  El beso se convirtió en un beso a tres, de lo más morboso.

Ana – Carmen, apoya el culo en sus piernas y empieza a mover el culo adelante y atrás, verás como la sientes mucho mejor

Yo – Hija de puta, si me folla así no voy a aguantar nada.  ¿No ves que me tienes desde esta mañana al borde del infarto?

Ana – Ya, pues te jodes, cabronazo, que los niños pueden venir en cualquier momento.  Ya tendremos ocasión de desahogarnos los tres sin prisas en otra ocasión   ¿O te crees que yo no estoy como una perra en celo ahora mismo?  Que aquí la que se va a quedar si follar soy yo.

Carmen- Pero seguro que te lo has follado esta mañana, zorra.

Yo – La verdad es que no me ha follado, pero ha estado jugando con mi polla y se ha pegado una corrida como una loba en celo, y a mí no me ha dejado correrme para tenerme más cachondo todo el día.

Carmen – Bueno, pero esta noche te va a tener a su disposición, y yo me voy a tener que hacer un dedo acordándome de lo que está pasando ahora.   Pero bueno, la voy a hacer caso, porque la verdad es que tiene razón, que como vengan los niños, nos joden el rollo y nos quedamos los dos sin corrernos.

Y tras decir eso, Carmen empezó a follarme como la había enseñado mi mujer.  Al mismo tiempo, mi mujer metió su mano en medio de los dos, y empezó a hacerle un dedo justo en el clítoris a Carmen mientras me follaba, lo cual hizo que esta gimiera y acelerase el ritmo de la follada.

En apenas un minuto noté esa sensación indescriptible de cuando ya viene el orgasmo.

Yo – Hijas de puta, coño me voy a correr

Carmen – Yo también.  No pares Ana, no pares el dedo por favor que me corroooooooooo

Y empezamos a corrernos los dos al mismo tiempo, sin parar Carmen de moverse hasta que finalizó su orgasmo.  Dejó su coño pegado a mi pubis, con mi polla dentro perdiendo vigor poco a poco, pero en vez de besarme a mí, se fundió en un beso dulce y profundo con mi mujer, allí las dos pegadas a mi cara.  Era la realización de un sueño.  No me lo podía creer.   La sensación era de relajación física, y de una felicidad y satisfacción total.  En ese momento no se me ocurría que alguien pudiese sentirse mejor.

No pudimos disfrutar mucho más del momento, por si salían los niños.   Mi mujer nos dio un beso cargado de sensualidad y pasión a los dos, y nos dijo:

A – Me debéis una, cerdos!!!