Carmen, la amiga de mi mujer 2
Lo que empezó como una infidelidad por sorpresa, se convierte en un juego que, casi sin darme cuenta, empieza a involucrar a mi mujer.
Ha pasado un tiempo desde mi última aportación a la página. Este relato es el segundo de una serie sobre Carmen. Creo que sería bueno que leyeseis antes el primero para poneros en situación. Espero que os guste.
El mismo día que ocurrió todo, por la noche, cuando se acostó su hija y ella se fue a su cama, me envió un WhatsApp:
Carmen- Hola
Yo- Holaaa, buenas noches
Carmen- ¿Puedes hablar o estás rodeado?
Yo- Puedo hablar. ¿Todo bien?
Carmen – Mi cama huele a ti
Yo – ¿Y eso es bueno o malo?
Carmen – Me he mojado toda en cuanto he notado tu olor, cabronazo. Y ahora te estoy escribiendo con el dedo índice, mientras el dedo corazón lo tengo mojado de mis flujos…
Os podéis imaginar que aquella conversación también me puso a mí la polla morcillona, pero desgraciadamente yo no estaba solo, y en ese momento no pude seguirle el juego, así que tuvo que seguir ella sola, sin mi ayuda y sin la del vibrador. Al fin y al cabo, el viejo método “digital” también funciona de maravilla. Por mi parte, me habría encantado poder descargar mi excitación con mi mujer, pero para variar, ella tenía sueño y no tenía ganas, así que esperé a que se fuese a la cama, y en cuanto me quedé solo en el sofá escribí a Carmen. Había pasado casi una hora desde el último mensaje.
Yo- ¿Cómo vas? ¿Duermes? ¿Has terminado de aliviarte?
Tardó menos de un minuto en responder
Carmen- Holaaa, que sorpresa. Ya no te esperaba. ¿Has estado follándote a mi amiga?
Yo- Jajajaja, Ojalá. Tu amiga tiene sueño, para variar, así que me temo que estoy peor que tú. Tú al menos te has aliviado, y yo todavía ni eso he podido hacer.
Carmen- La verdad es que sí, que me he quedado muy a gusto. Si te digo que me he corrido tres veces…. Hacía tiempo que no enlazaba yo sola tantos orgasmos. Pero claro, es que hoy estoy alborotada pensando en el pollón que me he follado.
Yo- Bufff, joder Carmen, se me pone morcillona solo de leerte. Que sepas que me ha encantado el polvo que hemos echado. Yo también te tenía ganas. Desde el primer día que nos conocimos aquí en mi casa estaba claro que entre tú y yo había buena química.
Carmen – Así que no sólo eres un tío atractivo y varonil… también eres intuitivo. ¿Eso de la intuición no era una cosa propia de las mujeres?
Yo – Jajaja. Gracias por tus cumplidos. No sé si soy intuitivo o no, pero contigo siempre he tenido la sensación de que la atracción era mutua. Además tu forma de vestir tan femenina y elegante me han excitado siempre mucho, y la verdad es que hoy no me podía creer mi suerte.
Carmen- ¿Ah si? ¿Te gusta mi forma de vestir? No me lo digas… te ponen las tías con tacones, ¿a que sí? Los tíos sois demasiado previsibles…
Yo- No todos los tacones son elegantes y mucho menos sexys, pero sí, tu forma de vestir y tus tacones me han resultado siempre muy sexys
En ese momento me entró una foto suya vestida con un elegante traje de falda y chaqueta ajustada y unos zapatos de tacón muy alto, unos Stiletto negros. Evidentemente era de su día a día, nada extraordinario ni atrevido, pero es que en su día a día era una mujer terriblemente elegante.
Yo- Mmmm, efectivamente, ese estilo tuyo es el que me gusta. Eres muy femenina y muy sensual. Y me sigue sorprendiendo que llevases tiempo sin follar, porque con lo buena que estás te deben atacar los leones a todas horas y en todas partes.
Carmen- Pues sí, me atacan bastante, no te lo voy a negar, pero ya te he dicho lo que me pasa con los hombres y mis gustos sexuales. Aparte de lo que te he contado, me gustan con personalidad, y no creas que hay muchos que sepan manejar a una mujer independiente. A la mayoría parece que les diese miedo una mujer con personalidad. Además, no quiero mezclar mi vida privada con mi entorno de trabajo.
Yo- Bueno, pues no quiero resultar muy grosero o muy atrevido, pero que sepas que este hombre se está haciendo una buena paja mientras habla contigo.
Carmen- Jajajaja, que cerdo eres. Me encanta que seas así. Menos mal que no te has encogido cuando te he rechazado al principio esta mañana, porque me has echado un polvazo buenísimo. Ahí ha sido cuando me has terminado de conquistar, cuando he visto que no te cortabas. Tu personalidad me ha excitado casi más que tus caricias. No sabes las ganas que te tenía.
Yo- Como las que te tengo yo a ti ahora.
Carmen- Pues siento dejarte así, pero yo me voy a despedir en este momento, que mañana tengo que madrugar, y como sigamos veo que me vuelvo a hacer otros tres dedos seguidos.
En ese momento le escribí unos emojis llorando, y vi que dejaba de estar conectada. Dejé el tf y continué con mi paja, cuando unos segundos después me suena otro mensaje. Lo abrí, y era una foto suya tumbada en la cama. Estaba con el mismo pijama de la mañana. No se le veía nada, pero aquello me iba a servir para terminar de masturbarme a su salud. Me mandó unos emojis de besos, y nos despedimos.
Durante los siguientes días estuvimos hablando en distintas ocasiones por whatsApp. Yo no quise ser muy incisivo en las conversaciones intentando repetir lo ocurrido, porque una vez en frío no quise que ella se sintiese presionada, así que la dejé espacio y esperé a ver si ella seguía interesada. Los mensajes eran mayormente chistes o algún meme gracioso, de vez en cuando alguno pícaro, pero las conversaciones no terminaban nunca de ser muy largas o de llegar a ponerse demasiado calientes. Le dejaba ver mi interés, pero no quería ser pesado. Al fin y al cabo, ella era una mujer muy atractiva con suficientes moscones, y su activación sexual del domingo quizás la había animado a levantar algo sus reticencias y aceptar alguna de las muchas propuestas que seguro recibía.
El viernes me llamó mi mujer para decirme que acababa de hablar con Carmen y que le había dicho que nos invitaba el sábado a comer en su casa. Que nos llevásemos los bañadores y nos fuésemos pronto para aprovechar el día en la piscina. Me preguntaba si me parecía bien, y aunque evidentemente me apetecía mucho, no mostré demasiado interés, pero al final decidimos que iríamos.
Cuando colgué, escribí a Carmen
Yo- Así que mañana sábado te voy a ver en bikini……
Carmen- Jajaja, Holaaa. Me vas a ver como tú quieras… si es que quieres, claro.
Yo- Claro que quiero, pero va a estar complicada la cosa con tanta gente en la casa ¿No te parece?
Carmen- Tú ven con ganas, que ya veremos cómo lo hacemos. No me digas que no te va a dar morbo la situación….
Yo- Por supuesto que me da morbo. Carmen, yo soy un tío muy morboso. Probablemente mucho más de lo que te imaginas. Y que hayas sido tú la que ha tomado la iniciativa invitándonos a tu casa el sábado, y con ello abrir la puerta a que se pueda dar una situación muy morbosa… me hace pensar que tú también lo eres. A lo mejor también más de lo que yo pensaba…
Carmen– Jajaja, ya me irás descubriendo si te apetece hacerlo. Ya te dije que soy una mujer independiente, con personalidad y con las ideas muy claras. Si quisiera follar sin más, no me faltan candidatos, y algunos realmente espectaculares físicamente, pero ya te dije que no es eso lo que a mí me da morbo. Al menos no así de fríamente. A mí me encienden otras cosas de un hombre. Ahora bien, con un hombre que sepa encenderme… los límites de difuminan.
Yo – Mmmmmmm, eso suena muy interesante.
Carmen – Lo es. Pero no corramos más de la cuenta. No dés nada por hecho, que esa es la forma más rápida de echar algo a perder.
Yo- ¿Has tenido estos últimos días la sensación de que doy algo por hecho? Lo del domingo fue buenísimo, y probablemente muchos hubiesen ido a saco para repetir cuando antes. Pero estas cosas solo son buenas si las dos partes las buscan.
Carmen – Exacto. Y efectivamente has sido todo un caballero. Eso es precisamente lo que me hace querer más. Tienes personalidad, eres decidido, atrevido, un follador de primera y además sabes respetar los espacios y los tiempos. Veremos qué es lo siguiente….
Yo – Perfecto. Pues mañana nos vemos.
Al día siguiente, mientras mi mujer preparaba unos bañadores y unas toallas para llevarnos, yo bajé a comprar un par de botellas de vino y algo de picar para llevarnos a casa de Carmen, y a eso de la 1 del medio día nos fuimos para su casa.
Al llegar nos abrió la puerta del chalet y metimos el coche dentro. Había ya varios coches aparte del suyo, por lo que los demás se nos habían adelantado. Como había hecho ya ella el domingo anterior cuando fui yo solo, salió a recibirnos. Llevaba un vestido de verano muy ligero que le llegaba hasta el muslo, por encima de las rodillas. Se ajustaba a su cuerpo en la cintura y le hacía una figura muy atractiva. Calzaba unas chanclas y no pude evitar fijarme en sus pies. Yo siempre he sido un fetichista con los pies de las mujeres, y unos pies bonitos me resultan casi tan sensuales como un buen escote. Y Carmen tenía unos pies muy sensuales, con un tobillo fino, y sus piernas definidas, casi me costó disimular mi mirada. Y todo adornado con una bonita sonrisa. Estaba realmente guapa y sensual.
Nos saludó con dos besos a cada uno con toda normalidad, como siempre, y nos acompañó al interior. Fuimos directos al patio de atrás, donde tenía la piscina. Había una mesa grande en un cenador donde estaban ya su hermana y su cuñado, y otra pareja. La chica de la pareja era otra de las amigas de sus años adolescentes y el hombre era el marido de ella. Nos saludamos y nos servimos una copa de vino.
La verdad es que de las cuatro mujeres, las dos mejores eran Carmen y mi mujer. La hermana de Carmen era muy simpática, pero físicamente tenía bastante sobrepeso, y la otra, estaba delgada y no tenía mal culo. Las tetas eran pequeñas y operadas. Siempre había estado totalmente plana, pero hace unos años decidió operarse y no se puso mucha talla. Pese a intentar resultar graciosa, era de esas personas artificiales que nunca me había caído bien, y pese a que la conocía desde hacía ya muchos años, nunca me había sentido atraído sexualmente por ella.
Los maridos de las dos eran unos tíos simpáticos, especialmente el cuñado de Carmen, con el que me llevaba bastante bien, y como ellos ya llevaban alguna cerveza, se les veía a todos de muy buen humor.
Llevaríamos unos 15 minutos o así, y yo no paraba de mirar disimuladamente a Carmen. Joder, estaba realmente buena. O eso me parecía a mí. Ella también me miraba de vez en cuando y sus miradas eran como las mías de las que sin decir nada, lo dicen todo.
Yo – Carmen, no te ha vuelto a dar problemas la instalación eléctrica, ¿no?
Carmen- Pues sabes que compré un cargador nuevo para el tf, pero al enchufarlo de nuevo en el enchufe donde estaba el otro, me volvió a saltar la luz. ¿Puede ser que sea el enchufe lo que está mal? Porque lo he enchufado en otros enchufes y ahí sí que funciona y no salta la luz.
Yo- Pues si te ha pasado eso, es posible que el corto esté en el enchufe. Si quieres le echo un vistazo antes de tomarme otra copa, que sino luego seguro que me termina dando calambre.
Carmen- Pues sí, te lo agradecería mucho. Ven, te acompaño y te doy el cargador nuevo para que lo pruebes allí.
Nos dirigimos los dos al interior de la casa, ella delante de mí. No podía apartar mi mirada de su culo, sus piernas y sus tobillos al andar. Joder, no era normal el morbo que daba esa mujer. Estaba deseando entrar dentro, fuera de la vista de los demás para pegarme a ella y besarla.
Nada más entrar al interior, la agarré de la cintura y la pegué contra mí. Seguíamos andando, aunque ahora más despacio hacia las escaleras, pero ella había vuelto la cabeza y me besaba con pasión mientras sus brazos rodeaban mi cabeza y mis manos rodeaban su cintura y la pegaba contra mí. La muy cabrona apretaba el culo para atrás para provocarme, y mi polla poco a poco se fue endureciendo. Al llegar a las escaleras se dio la vuelta y subió una pierna alrededor de mí, lo que aproveché para agarrarla del culo y cogerla en brazos. Seguíamos besándonos como locos. Empecé a subir las escaleras con ella en brazos y me dirigí hacia su habitación.
Carmen – Pensaba que no ibas a dar el primer paso nunca.
Yo – Pero si estamos en tu casa. ¿No debías haber sido tú la que tuviese algo preparado?
Carmen – Ya sabes que me pone mucho que seas tú el que demuestre su personalidad.
Al entrar en su habitación, sin soltarla, con cuidado la dejé sobre la cama y me quedé tumbado sobre ella. Seguíamos besándonos con pasión, con mucha lengua, respirando muy fuerte los dos. Sin ni siquiera decir una palabra me desabroché como pude las bermudas que llevaba y me saqué la polla, que estaba dura como una piedra. Fui a apartarle la braga hacia un lado para metérsela, y me llevé la primera sorpresa del día…. Me estaba esperando sin bragas. Noté su coñito totalmente encharcado. Al notar mis dedos emitió varios gemidos y apretó su pubis contra mí en un gesto claro de que quería que la penetrara. Acerqué mi polla a su entrada, la froté un par de veces por toda su vagina de arriba abajo, mojándola bien en sus flujos y jugando ligeramente con su clítoris. Al hacerlo volvió a emitir un gemido. Y sin esperar más, se la metí de un solo golpe hasta el fondo.
Carmen emitió un gemido ahogado pero fuerte, que no cesó pese a que al llegar el fondo me quedé quieto para que se acostumbrase, y para sentir todo el calor de su coño rodeando mi polla.
Carmen- Pero qué hijo de puta eres, me pones como a una perra, y encima me metes ese pollón de golpe ¿Me quieres matar o qué?
Yo – Calla y disfruta, zorra, que hace falta ser muy zorra para estar follándote al marido de tu amiga, con ella abajo.
Empecé a follarla con un ritmo frenético. La follaba duro y le daba con todas mis ganas al llegar al fondo, lo cual aumentaba su placer al sentir mi presión en su clítoris y su pubis. Iba a decirle que se corriese pronto para no estar mucho tiempo allí arriba al margen del resto de la gente, cuando me abrazó fuerte del cuello atrayéndome contra ella mientras con una mano se tapaba la boca para poder gritar el orgasmo que le estaba viniendo en ese mismo momento.
Al notar las contracciones de su vagina, yo que también estaba a tope, no me quise aguantar más y dejé venir mi orgasmo, derramando toda mi leche dentro de ella mientras gritaba mi placer pegando mi boca contra su cuello para evitar que se me escuchase desde abajo. Fue un orgasmo brutal por la intensidad del mismo, pero también por la pasión del momento, por sentir su cuerpo tan pegado al mío y su placer explotando tan intensamente como el mío. Fue realmente especial e intenso. De esos que recuerdas durante mucho tiempo.
Al terminar, nos dimos un minuto para recuperar la respiración, mientras nos besábamos aún muy intensamente y apretábamos nuestros pubis intentando que no se terminase nunca esa sensación, pero en cuanto pudimos respirar decentemente, empezamos a hablar de nuevo.
Yo – Oye, ¿lo del enchufe era verdad o te lo has inventado para traerme aquí?
Carmen – Jajajajaja, al enchufe no le pasa nada, tontito. Estaba loca por pillarte a solas. La verdad es que no pensaba follar, era más bien con la intención de comerte la boca, pero como eres así de lanzado, te has puesto como un toro y menudo polvazo me has echado en un momento, cabrón!!
Yo – Ya, no pensabas follar, ¿no? Por eso vas sin bragas, hijaputa!! Jajajaja
Carmen – Jajajaja. En serio, no pensaba que nos fuese a dar tiempo a echar un polvo, pero iba sin bragas para enseñártelo si por casualidad nos quedábamos solos un momento en algún sitio y tenerte cachondo todo el día.
Yo- Jajajaja, me encanta tu forma de pensar… Definitivamente eres morbosa como yo. Te gusta jugar.
Carmen – Mucho. Bueno, y ahora me voy a poner la braguita del bikini, que habrá que darse un baño, y no nos lo vamos a dar sin ropa, ¿no?
Yo – Mmmmmmm, no me preguntes, que te contesto… jajajaja
Nos volvimos a besar, nos recompusimos y nos bajamos para unirnos a la fiesta.
El día estaba pasando realmente divertido. Al bajar estuvimos tomando el aperitivo y nos dimos todos un baño en la piscina. El alcohol iba haciendo de las suyas, y mi mujer se arrimó un par de veces dentro del agua y me restregaba el culo. Me miraba con esa mirada cómplice que hacía tiempo que no le veía y me daba muchos piquitos. Le estaba gustando jugar a provocarme allí delante de todos… No es que fuese nuevo, porque al principio de casarnos habíamos sido muy activos sexualmente y nos había gustado jugar en sitios “delicados”, pero desde que nacieron los niños, nuestra vida sexual había decaído muchísimo, hasta el punto de que no solamente había desaparecido cualquier atisbo de juego atrevido en público, sino que de hecho apenas teníamos sexo en casa, y cuando lo teníamos, era siempre lo mismo, realmente monótono, y un solo polvo como mucho. Se había convertido en poco y malo. En todo caso, me encantaba el efecto del alcohol en ella, o lo que fuera que le estuviese pasando.
Decidimos ir saliéndonos del agua y empezamos a preparar la barbacoa y la comida. El alcohol siguió corriendo como el agua mientras los niños seguían jugando en la piscina, y el ambiente era muy divertido entre todos. Ellas empezaban a contar aventuras de sus vacaciones de juventud, sus ligues de verano, y allí salieron algunos de esos secretos morbosos que llevaban muchos años silenciados. Nada muy gordo, pero todo muy divertido.
Mi mujer seguía con su actitud pícara y provocadora conmigo, y Carmen que no había perdido detalle de lo que estaba pasando, se reía todo el rato divertida viendo mi cara de sorpresa. De vez en cuando ella también me provocaba con algún gesto.
Después de comer, la cosa ya estaba más calmada. Los otros dos hombres se habían quedado dormidos en las tumbonas y la hermana de Carmen y la otra amiga se habían metido dentro a llevar los restos de la comida a la cocina y preparar café. Entonces Carmen se acercó a decirle algo a mi mujer, que estaba sentada a mi lado, y en vez de ir por el otro lado que podría haber utilizado una silla libre, vino por el lado que estaba yo y se sentó en mis rodillas, bien pegada a mi polla, y mientras cuchicheaban ellas algo, Carmen no paraba de mover el culo y apretarlo contra mi polla. La conversación era sobre alguna de sus aventuras de antaño, y cuando terminaron de cuchichear, Carmen se sentó ya más verticalmente sobre mí, de lado, con sus piernas sobresaliendo por mi derecha hacia donde estaba mi mujer, y echándome un brazo sobre el hombro se pegó a mi pecho y le habló a mi mujer.
Carmen – Tía, que cómodo resulta tu marido como asiento.
Ana – Jajaja, sí, no está mal. Aunque igual empiezas pronto a notar que el asiento tiene algún bulto, que este no respeta a nadie.
Carmen entonces me miró y dijo bajito para que solo lo oyésemos mi mujer y yo
Carmen – Eso que estoy notando… ¿es el móvil por casualidad?
Yo estaba un pelín violento y sorprendido con la situación, porque como decía antes, la relación con mi mujer en lo personal era estupenda, pero en lo sexual hacía años que carecía de esta picardía para sentirme cómodo con la situación en la que estaba en ese momento.
Miré a mi mujer, que al verme la cara ya sabía que me estaba empalmando, y con un cierto brillo en los ojos que hacía tiempo que no veía, se rio encogiéndose de hombros. Aquello no parecía ser un gesto de reproche, así que le seguí el juego a Carmen. Cogí el teléfono que lo tenía sobre la mesa y sin decir nada se lo enseñé.
Carmen entonces me miró a los ojos muy intensamente, y a continuación miró a mi mujer, y sonriéndola se removió sobre mí para seguir provocándome, y supongo que para notar mejor mi erección. Entonces le volvió a hablar a mi mujer, esta vez bajito por si alguno de los dormidos no lo estaba tanto,
Carmen- Oyeeeee, Ana, tía, pues si no es el móvil… lo que sea tiene pinta de tener un tamaño curioso…
Ana – Jajajaja, sí, la verdad es que si es lo que yo creo, el tamaño es bastante curioso.
Carmen – Que envidia, hija, con el hambre que pasa una…
Ana – Jajajaja, pero tía, si tú siempre has sido la que más ligaba. No me digas que ahora que estás soltera otra vez y encima con pasta no pillas nada.
Carmen seguía removiéndose sobre mí, y pegaba su cuerpo a mi pecho sin ningún disimulo
Carmen – Ana, tía, ya sabes que yo siempre he sido muy echada p’alante de primeras, pero a la hora de la verdad no me vale cualquiera.
Ana – Pues ten cuidado, que este tiene ya la cara congestionada… como te descuides te quita la tontería de golpe
Carmen me miró a los ojos y me dijo
Carmen – Ah, ¿si? ¿Aquí delante de tu mujer me ibas a quitar la tontería? No te veo yo tan lanzado
Entonces le puse a Carmen la mano izquierda sin ningún disimulo rodeándole la cintura, procurando que lo viera bien mi mujer, y la miré al tiempo que hacía como que resoplaba
Ana – A mí no me mires… jajajaja
Y justo al decir eso, vi como mi mujer cruzaba las piernas, gesto inequívoco de que estaba poniéndose cachonda y quería apretar un poco su coñito. Además sus pezones se habían empezado a marcar en el bikini. Aquello fue como el pistoletazo de salida para mí, porque a continuación, puse mi mano derecha sobre las piernas de Carmen, y empecé a acariciárselas sin ningún reparo, a lo que ella respondió abriéndolas ligeramente. Fue realmente poco lo que las abrió, pero el gesto era claro.
Me aseguré que los otros siguieran dormidos, y entonces acerqué mi mano al centro de sus muslos, y la subí hasta acariciar su coñito sobre el bikini. Lo hice muy suave, pero de forma que ella lo pudiese notar, y empujando la tela ligeramente dentro de su raja. Noté la tela humedecerse inmediatamente y Carmen resopló e hizo un pequeño movimiento hacia delante, como buscando más contacto.
Entonces miré a mi mujer, que no perdía detalle, mordiéndose el labio de abajo y con las piernas muy apretadas. Presioné el dedo contra el clítoris de Carmen, y en ese momento ella emitió un leve gemido y dijo muy bajito
Carmen- Cabrón
Y lamentablemente en ese momento, salían de la casa las dos chicas con los cafés, así que tuvimos que interrumpir el juego. Mi mujer se descojonaba de la risa viéndonos a los dos acalorados, y Carmen se levantó y se fue de nuevo a su silla, dejándome allí con una erección brutal. Mi mujer no paraba de reírse pero seguía con las piernas cruzadas, y viendo el bulto imposible de disimular que tenía, me echó por encima un pareo suyo.
Aquello había sido la situación más atrevida y excitante que había vivido con mi mujer en todos nuestros años juntos, porque pese a nuestros atrevimientos de novios y de recién casados, nunca antes habíamos jugado con una tercera persona, y esta vez había sido claramente la inclusión de Carmen lo que había excitado, y mucho, a mi mujer. Pese a no haber podido hacer más, me sentía totalmente eufórico por el paso adelante que significaba.
El resto de la tarde continuó muy divertida, pero ya no pudimos recobrar aquel juego que prometía tanto, aunque mi mujer siguió todo el tiempo con las miradas pícaras y las provocaciones permanentes. La verdad es que me pasé media tarde con la polla morcillona. De hecho, más de una vez me tuve que meter al agua para disimular el bulto y la mancha de flujo en el bañador.
Cuando ya nos íbamos a casa, al despedirnos de Carmen, a mí me dio dos besos pero muy cerca de los labios sin cortarse por el hecho de que estuviese mi mujer delante, y al darle dos besos también a ella, le estuvo cuchicheando algo al oído, a lo cual mi mujer reaccionó con una sonora carcajada. Ya en el coche, le pregunté a mi mujer qué era lo que le había dicho Carmen, y sonriendo, se volvió hacia atrás para mirar a los niños y me dijo
Ana – Tira para casa, anda, que los niños están cansados después de tanta piscina, ¿verdad chicos?
No llevábamos ni un minuto en el coche cuando los niños ya estaban dormidos como troncos. Mi mujer los miró y tras asegurarse que dormían, me miró, y sin decir nada empezó a acariciarme la polla sobre el bañador, que enseguida se empezó a empalmar. Se agachó y la sacó de su prisión, y empezó a hacerme una mamada como hacía tiempo que no me hacía. De hecho, hacía años que no me la chupaba en el coche, y menos aún en marcha.
La muy cabrona conocía mi polla mejor que nadie, eso estaba claro, y me la estaba chupando justo como a mí me gusta. Succionaba del glande como si de verdad estuviese mamando; fuerte, seco, para a continuación hacerlo suave y ensalivando abundantemente. Mientras tanto con la mano me acariciaba los huevos y se la metía hasta el fondo de la garganta. No le entraba entera en la boca pero siempre se la metía hasta donde podía, casi provocando la arcada.
La avisé que se diese prisa que nos estábamos acercando a casa, así que empezó de nuevo a mamar fuerte del glande al tiempo que con la mano me masturbaba. Enseguida empecé a notar que me iba a correr. La avisé y ella puso aún más empeño, no dejando escapar ni media gota de mi corrida, tragando todo lo que consiguió sacar. Cuando terminé de correrme, me limpió bien con la boca, y me volvió a guardar la polla dentro del bañador.
Yo – Buffff, joder cariño, no sé qué cojones te ha dicho Carmen al despedirse, pero evidentemente te ha puesto bastante cachonda.
Ana – Cállate cabronazo, que hoy nos tenías cachondas a las dos. Si me lo comes bien cuando lleguemos a casa, a lo mejor te cuento lo que me ha dicho….
Al llegar a casa, cogimos en brazos cada uno a uno de los niños y nos subimos. Una vez ya en casa, los acostamos y mi mujer se metió en la ducha mientras yo ponía la colada con los bañadores y las toallas. A continuación me fui a la habitación y me desnudé para meterme en la ducha yo también. Al entrar al baño estaba ella con una pierna apoyada en el bidet untándose crema en las piernas.
La verdad es que siempre se pone crema por todo el cuerpo tras la ducha y eso hace que tenga una piel muy suave que da gusto acariciar. Me arrodillé detrás de ella y abriendo los cachetes del culo con las dos manos, empecé a lamerle el ano. Ella al notarlo se quitó y me dijo que esperase, que me duchase y que me esperaba en la cama.
Así lo hice. Me metí en la ducha, y al salir, fui directo a la habitación. Al entrar el espectáculo me sorprendió porque hacía de verdad mucho tiempo que no la veía tan desmelenada y tan atrevida. Estaba con la espalda apoyada en el cabecero de la cama, totalmente desnuda y abierta de piernas. Se había puesto un antifaz y estaba masturbándose ella sola. Lo hacía despacio. Con los dedos de la mano izquierda se abría el coñito, y con los de la derecha mojaba en sus propios flujos y recorría toda la longitud de su coñito, hasta llegar arriba del todo, a su clítoris, que se acariciaba muy lentamente. Hacía leves movimientos de cadera como queriendo más contacto, más placer.
Yo- No sé qué cojones te pasa hoy, pero llevas todo el día hecha una verdadera zorra
Ana – Efectivamente, no sé qué me pasa hoy, pero sí, estoy muy cachonda y muy zorra, y necesito que alguien me coma el coño ahora mismo y me haga correrme varias veces seguidas.
Yo- ¿Alguien? Eso quiere decir que te da igual quien te lo coma con tal de que te haga correrte, ¿verdad zorra?
Ana – ¿Por qué crees que me he puesto el antifaz? Me lo vas a comer tú, pero como yo no te voy a ver, me voy a imaginar a quien yo quiera comiéndomelo. ¿Algún problema?
Entre el espectáculo que estaba dándome, y lo que acababa de decir, mi polla estaba ya dura como una piedra. Habría podido follármela como un loco y desahogar todo el deseo y el vicio que sentía en ese preciso instante, pero después del juego a tres hoy en casa de Carmen y el pedazo de mamada que me había hecho en el coche, no podía negarle una buena comida de coño. Además, que a mí es al primero que me encanta comerme un buen coñito, y el de mi mujer es realmente apetecible, especialmente cuando está así de zorra.
Yo – Ningún problema cariño. Sabes que lo que más me gusta es verte disfrutar, así que si quieres disfrutar imaginando que es otro macho el que te lo come, por mí sin problema. De hecho, me pone desmesuradamente cachondo saber que imaginas a otro tío comiéndotelo, y con más ganas te voy a follar luego.
Ana – Deja de hablar y empieza ya, cerdo!!! Que estoy como una perra de cachonda
Me tumbé en la cama boca abajo, justo entre sus piernas y empecé a besarle la parte interior de sus piernas, poco a poco acercándome a su coñito. Mientras tanto ella subió las manos a sus tetas y empezó a apretárselas y a pellizcarse los pezones, que estaban ya duros y apuntando al techo. No os he descrito a mi mujer, pero solo deciros que la vista desde donde estaba era mejor que una peli porno. Su vientre liso y sus tetas de tamaño medio pero aún muy bien puestas pese a haber amamantado a dos niños, ofrecían una imagen que al verla a ella sola tocárselas, era una visión única.
Sin usar las manos en ningún momento mi lengua fue recorriendo cada rincón de su coñito, desde la entrada, llena de sus flujos, hasta arriba del todo, por encima del clítoris, donde le mordisqueaba el monte de venus, para volver a bajar de nuevo hasta abajo, y jugar también con mi lengua en su ano. Lo hacía sin ninguna prisa. Eso a mi mujer le encanta, la excita una barbaridad. Cuando su respiración ya estaba bastante agitada, decidí que era hora de centrarme en su clítoris, y empecé ese movimiento circular en torno al botoncito del clítoris, succionando de vez en cuando de todo el vértice superior, para volver a jugar haciendo círculos con la lengua sobre el botón del clítoris.
Entre lo excitada que llevaba todo el día y además imaginando ahora que era otro el que se lo estaba comiendo, el morbo hizo que su primer orgasmo llegase enseguida. Pese a la tremenda agitación que demostraba su respiración, lejos de dejarla descansar y recuperarse, conociendo como conozco su coñito y sus sensibilidades, enlacé con un segundo orgasmo, y un tercero. Al tercero ya empezaba a estar muy sensible y las caricias tenían que ser muy muy suaves, porque si no no podía aguantarlo. Empecé entonces a jugar con un dedo dentro. Eso la hizo estremecerse. Introduje el dedo corazón y fui directo a su punto G, y acompañando con nuevas caricias de mi lengua en su clítoris, conseguí varios orgasmos más.
Debía llevar fácil 20 o 30 minutos comiéndoselo. Ella ya llevaba al menos 8 orgasmos cuando se quitó el antifaz y me pidió que parase. Subí entonces con mi boca por su vientre, me paré en sus tetas y se las comí y se las masajeé a conciencia, y cuando llegué a su boca ya estaba de nuevo jadeando, deseando ser penetrada.
Yo - ¿No quieres ponerte el antifaz y que te folle ese cabrón que te ha comido el coño antes?
Ana – No, ese cabrón ya me ha hecho correr varias veces, ahora quiero que me folles tú. Pero quiero que te pongas el antifaz, y ahora seas tú el que imagine que se folla a otra. Que seguro que hoy te has quedado con las ganas de follarte a Carmen. Es tu oportunidad…. Puedes follártela ahora mismo si quieres.
En ese momento no pude reprimir comerle la boca con toda la pasión de quien ama a su mujer con locura. Definitivamente es como si hubiese recuperado el morbo y la pasión que tenía años atrás. Esta nueva versión me estaba volviendo loco.
Yo – Ok cariño, así va a ser. Me voy a follar a tu amiga Carmen, y lo voy a hacer con tu permiso, que es lo que más cachondo me pone. Y para tu información, y si no te parece mal, voy a imaginar que tú estás al lado nuestro, mirándonos con la misma cara de vicio que tenías esta tarde cuando la he tocado el coño, masturbándote mientras yo me la follo.
Ana – Mmmmm, cabronazo, sí, me gusta imaginarlo a mí también. ¿Has visto lo cachonda que estaba? Cuando te ha llamado cabrón, pensaba que me corría solo mirando.
Yo - Pues tan cachondo como ella estaba yo. Tenía la polla que me reventaba bien apretada contra su culo.
Ana – Pues venga, fóllatela.
Me puse el antifaz y empecé a besarla. Acerqué el glande a la entrada de su coñito y mientras jugaba con él restregándolo y poniéndola más cachonda, le dije al oído
Yo – Ahora te voy a follar Carmela, te voy a meter la polla que has tenido esta tarde pegada a tu culo. Te voy a follar porque tu amiga Ana quiere que te folle. Y a continuación la penetré de golpe.
Lo que acababa de decirle, hablándole como si fuese Carmen y la penetración inmediata provocaron que tuviese un orgasmo casi inmediatamente, y aunque una vez dentro, me quedé quieto un momento, ella se estaba corriendo temblando descontroladamente.
Cuando terminó su orgasmo, empecé a moverme despacio, pero efectivamente estaba imaginando a Carmen ahí debajo, y me estaba acordando del polvazo de por la mañana en su cama, y empecé a acelerar el ritmo y a follarla como un animal, embistiendo con fuerza y todo lo profundo que podía.
Mi mujer se corrió varias veces más, con muy poco espacio de tiempo entre orgasmos. Me mordía el hombro para no hacer ruido y despertar a los niños, pero no paraba de llamarme cabrón, hijo puta, cerdo y todo tipo de lindezas, que no hacían nada más que ponerme aún más cachondo.
Después de la mamada que me había hecho en el coche, este segundo orgasmo yo lo estaba controlando mucho, pero en un momento determinado tuve que parar porque el ritmo de la follada era muy intenso y necesitaba coger aire. Me apoyé en ella y ella aprovechó para acercarse a mi oído y hablarme.
Ana – Vaya polvazo le estás echando a Carmen, cabrón…. Sí que la tienes ganas.
Yo – Sí Carmela, la verdad es que te tenía muchas ganas, y ya que mi mujer me ha dado permiso para follarte, te voy a follar bien follada, zorra, que estás hecha toda una zorra follándote al marido de tu amiga.
Ana – Hijo de puta, me voy a correr solo escuchándote… Llámame Carmen cuando te corras, cerdo
Aquello fue definitivo. Empecé a bombear otra vez con todo el vicio que tenía acumulado del día, y cuando me iba a correr volví a hablarle.
Yo – Sí Carmen, eso es, mueve el culo de zorra que tienes, que me voy a correr dentro, que me tienes todo el día muy cachondo. Llevaba todo el día deseando echarte un buen polvo. Sí, sí, ya viene. Me voy a correr Carmen, síiiiiiiiiiii
Y me corrí casi como si fuese a la mismísima Carmen a la que me estaba follando.
Cuando recuperé el aliento, me quité el antifaz y me tumbé de lado junto a mi mujer. No podíamos parar de besarnos, con pasión, con suavidad, con deseo, entre sonrisas y caricias. Era una situación que hacía años que no vivíamos, solo que aderezada por el morbo tan grande de lo que acababa de pasar. Nos mirábamos en silencio entre beso y beso y tras una leve sonrisa volvíamos a besarnos.
Yo – Bueno, ¿me vas a contar ya lo que te ha dicho Carmen que te ha puesto así de cachonda?
Ana – Jajajajaja, estabas tardando ya mucho en preguntar.
Yo – No, estaba esperando a cumplir tu petición para ganarme la respuesta.
Ana – Jajajaja. Pues la verdad es que sí, una comida de coño de este calibre, bien se merece la respuesta. Cabronazo, que hoy te has salido.
Yo – Jajajaja, pues venga, no te hagas de rogar, hijaputa.
Ana - Me ha dicho, literalmente…. “Pásatelo bien, zorra, que tú te le vas a follar esta noche. Pero que sepas que yo ahora me voy a hacer un dedazo en condiciones pensando en tu marido”
Me quedé de piedra. No por el hecho de que se fuese a masturbar pensando en mí, que tras lo que había pasado ya entre nosotros no me sorprendía especialmente, sino porque se hubiese atrevido a decirle eso, y más aún por el hecho de que mi mujer, lejos de mosquearse, se hubiese puesto tan cachonda. Aquello tenía que seguir explorándolo como fuese, y conseguir hacer realidad mi sueño de follarme a las dos juntas.
Yo – No me puedo creer que te haya dicho eso así de directa.
Ana – Con esas mismas palabras.
Apagué la luz, me acerqué a besarla de nuevo, y nos fundimos en un abrazo lleno de pasión y amor. Saber que tu pareja y tú empezáis de verdad a compartir fantasías y morbo, es una de las mejores sensaciones de la vida. Sentía que la quería más que nunca. Le susurré al oído
Yo - Me encanta cuando estás así de zorra. Gracias por un día inolvidable.