Carmen..., gordi, caliente y morbosa...

Mi penúltima aventura me llega de la mano de una casada madurita muy especial no exenta de carne de sobra.

Rememoro aquel momento en que me llamó el martes pasado.

-          Hola Carlos, soy Carmen la mujer de Félix tu excompañero. ¿Te acuerdas de mí?

-          Claro, Carmen, como olvidar a una mujer tan especial. ¿En qué te puedo ayudar?

-          Quería verte, si tuvieses un momento cualquiera de estas tardes, me gustaría preguntarte algo.

-          Por supuesto, Carmen. ¿Qué tal esta Félix?

-          Está bien, en el nuevo trabajo, muy contento. Le pedí tu número. Necesitaba llamarte. Espero no te molestes.

-          Tranquila Carmen. Siempre dispuesto a ayudar a una colega.

Ambos teníamos la misma profesión y aunque inevitablemente, mi mente calenturienta voló de inmediato, supuse que simplemente sería una consulta profesional.

Habíamos hablado tan solo diez minutos la semana anterior.

El matrimonio estaba de compras en aquel centro comercial. Félix me había visto tomando algo en la cafetería y quiso presentarme a su esposa. Realmente nos habíamos tratado poco pero fue algo especial.

Félix, era y es  muy buena persona. Me había hablado de su familia y yo de la mía.

Habíamos intercambiado conversaciones interesantes no solo sobre nuestras profesiones, sino sobre hábitos saludables, sobre solidaridad, sobre decenas de cosas ajenas a la política, la religión y el deporte, esos temas de conversación que generalmente nos hacen perder tiempo y a veces hasta amigos y familiares.

Me había contado que Carmen, que tenía un cierto cargo de responsabilidad en una dependencia administrativa en la capital.

Aquellos diez minutos de conversación en la cafetería de aquel centro comercial habían sido excepcionales.

Le di la enhorabuena por tener ese marido.

-          Tengo que decirte algo de tu marido.

-          ¿Será bueno?

-          Por supuesto. Es una gran persona, un gran padre y un nuevo estupendo abuelo.

-          Lo sé. Estoy casada con él.

Félix era delgado.

Carmen era gordita.

Carmen era gordita pero sin exagerar, al ser más alta de lo normal sus kilitos no se apreciaban tanto.

Carmen medía aproximadamente 1,70, su cuerpo con formas, su barriguita, sus buenas tetazas y sus grandes caderas era lo de menos. Me había gustado desde que me fije en sus enormes ojos negros y especialmente, como me miraba con ellos por encima de la masacrilla anti Covid.

Me había gustado todo de ella: su cazadora vaquera, sus pantalones a juego, su bolso de cuero marrón, su corte de pelo..., y especialmente como les decía esos ojazos.

Fue educada, cortes y simpática en aquellos minutos en que conversamos los tres.

Entendí deseo en sus ojos.

Desde el primer segundo hubiese dado cualquier cosa por ver su boca y por besarla.

Se han dado cuenta todos ustedes de la gran diferencia de las fisonomías de las personas con y sin mascarillas.

Mis feromonas se había disparado y mis endorfinas habían jugado con mi mente y mi polla, provocando imágenes eróticas que me provocaron alguna que otra gota de líquido preseminal.

Después de aquella llamada, habíamos quedado para el siguiente día.

En aquella terraza la esperaba impaciente aquella tarde del pasado diez de febrero. Ella había seleccionado el sitio.

Las mujeres lo tienen todo controlado. Estábamos cerca de un hotel y de un parking.

La vi venir y mi corazón se aceleró.

Me levanté a recibirla.

-          Hola Carmen. Estas..., preciosa.

-          Eres muy amable, Carlos.

-          Siéntate por favor.

La ayudé a sentarse.

Estaba muchísimo más guapa e increíblemente sensual que el sábado de la semana anterior.

Hoy traía una falda que dejaba apreciar sus hermosas piernas y sugerentes caderas.

Incluso más maquillada. Su perfume era embriagador.

Fue directamente al grano.

-          Carlos, quería verte porque quería follar contigo y decírtelo a la cara.

Lo primero que hice fue pensar en Félix.

-          ¿Félix lo sabe?

-          No, pero se lo supone. No hablamos de esos detalles. Nos conocemos de más.

No tuve que responderle. Ella sabía desde el primer segundo en que la miré el sábado anterior, que deseaba follarla igualmente.

No quiso tomar nada. Lo llevaba claro y no quería perder tiempo.

Se levantó y me ofreció su mano.

Diez minutos después cruzábamos el umbral de la puerta de una habitación de aquel hotel próximo.

Este mes de febrero tiene días fríos y calurosos. Iba prácticamente sudando.

Nos poníamos cómodos, nos sobraba toda la ropa. Me quitaba mi cazadora y le ayudaba con su chaqueta y bolso.

Nuestras miradas lo decían todo.

Nos quitábamos las mascarillas.

Su boca era preciosa, unos dientes blancos muy cuidados con unos labios generosos y sensuales, deseando ser besados.

Nos uníamos salvaje y apasionadamente.

Su saliva estaba caliente y muy sabrosa.

Su lengua grande y juguetona.

Nuestras respiraciones se aceleraban.

Nos desnudábamos precipitada y apasionadamente, mientras nos acomodábamos sobre aquella enorme cama de matrimonio, unidos, abrazados, sin dejar de besarnos.

Prácticamente desnudos, salvo sus preciosas bragas transparentes que dejaban traslucir su coño labiado y abultado totalmente depilado.

No pude dejar de sacarle su última prenda íntima e irremediablemente devorar su caliente coño ya humedecido de más.

Los gemidos no se hicieron esperar.

Mi intuición me había predispuesto como especialmente clitoriana y multiorgásmica. No me equivocaba.

Su primer orgasmo llegaba. Apenas le había lamido unos pocos segundos aquel coño ardiente ya viscoso, gracias a sus íntimos fluidos que la preparaban para el deseado sexo.

El sabor de aquel enorme coño ya bien abierto, no dejaba de excitarme.

Cuando Carmen se había corrido media docena de veces, lamiéndole y mordiéndole toda su íntima abertura, dedicándome especialmente a su enorme clítoris, rosado, terso y sabroso, me suplicaba que la follara.

-          Métemela Carlos.

Su rostro morboso, caliente y deseoso, lo decía todo.

-          Métemela por favor, la necesito.

Mi polla estaba preparada desde hacía mucho tiempo.

Me había tumbado sobre su pubis desde aquel primer momento para devorarla oralmente.

Mi enorme polla estaba endurecida desde el primer instante, notaba su dureza frente a las sábanas blancas y como estas ya estaban humedecidas gracias a mi abundante presemen.

Me incorporé.

Me preparé, se la metía, despacio, muy despacio..., disfrutándolo.

Ella quería más rapidez.

Sus manos buscaron mi culo y lo empujaban hacia ella. Quería mi polla urgentemente.

Mi enorme pollón estaba dentro palpitante, disfrutando de aquel calor excitante.

Quería follarla despacio y disfrutar de aquella hembra caliente.

Ella no compartía mi deseo.

-          Fóllame con ganas. Dame más fuerte. Carlos, por favor...

Ante todo hay que ser caballero. Soy un educado amante.

Nuestras barriguitas se encontraban en la fricción, especialmente la suya.

Sentía el sudor dual, caliente y resbaladizo.

La follaba con ganas, con muchas ganas. Tuvo su primera corrida mixta, un corrida doble, una corrida vaginal con roce clitoriano, según me confesaría después.

Su coño era profundo, más profundo de lo habitual.

Mi polla entraba a placer.

-          Sigue dándome, quiero correrme más veces.

-          Lo que quieras Carmen.

-          ¿Aguantaras?

-          Aguantaré, hasta que quieras.

Buscaba mi boca. Me abrazaba. Volvía a correrse.

Sus manos y brazos me apretaban mis hombros y cuello con ganas y deseo.

Llevábamos casi una hora follando cuando me pidió mi semen por primera vez..., semen, de otra parte ansioso por salir desde hacía un buen rato.

-          Córrete, quiero sentir tu leche.

Cuando aceleraba mi follada buscando que el calor de mi fricción promoviese nuestros clímax, Carmen volvía a correrse y me miraba con ganas de ultimar la llenada de su vagina con mi caliente eyaculación que llegaba inexorablemente.

-          Toma..., toma..., toma..., toma leche, mi leche, tu leche.

Mi respiración se aceleraba al máximo y mientras me corría como un animal en celo, Carmen ultimaba otro orgasmo al sentir los golpetazos de lechaza en el fondo de su sexo hambriento de mí.

Sin duda, su coño tenía ganas de ser follado.

Fueron unos segundos grandiosos que nos llevaba a ambos a buscar nuevamente nuestras bocas calientes a zafarse del deseo acumulado.

No podía dejar de seguir soltando mi jugo sexual dentro de aquella enorme cueva aun palpitando por su último enorme orgásmazo.

Aún estuvimos varios minutos unidos por nuestros sexos.

Notaba sus palpitaciones internas que hacían reflejar en mi tronco de polla al mismo tiempo sensaciones épicas de placer que conformaban micro orgasmos gota a gota que ultimaban sus llegadas, gota a gota de restos de mi caliente néctar.

Conforme nuestras respiraciones se relajaban y mi polla se amorcillaba, abandone su cuerpo pero no sin antes devorar aquel pequeño rio de elche que empezaba a manar.

Volvería a correrse mientras yo me alimentaba con aquel manjar sabroso.

Nos besamos después. Saboreo algo de restos.

-          Me encanta el sabor, aunque no suelo ser muy tragona.

Nos abrazábamos como amorosos amantes.

-          Fue genial. Hacía meses que no disfrutaba de esta forma. Carlos eres un amante de primera.

-          Tú sí que eres una mujer única, Carmen.

-          Lo sé, soy muy cachonda, demasiado para solo tener un hombre.

-          ¿Félix te folla mucho?

-          Todas las noches, ya ves como lo tengo de seco. Normalmente es suficiente solo con él, pero a veces necesito algo más.

-          ¿Tienes más amantes?

-          No, solo cuando mis feromonas me llevan a uno. El último has sido tú. Desde antes del Covid, no había necesitado a nadie.

-          Es un honor.

-          Ya veremos qué dices después de follar una docena de veces más. (Sonreía mientras me lo decía y me  miraba fijamente).

-          Me encantara.

-          Por cierto tiene una polla enorme. Me encanta.

-          Gracias.

Repasaba con detalle su cuerpo.

Mi mano acariciaba su orondo cuerpo.

Sus kilitos de más, anclados en su vientre, caderas y tetas estaban bien repartidos.

-          ¿Estoy gorda, verdad?

-          Estas, como me gusta.

Follaríamos varias horas más.

Le encantaba follar a perrito.

Comprobé agradablemente que empezaba a gustarle la leche, pero especialmente desde mi boca.

Fue una tarde inolvidable, que pretendíamos repetir varias veces más.

Solo me preocupaba Félix.

Ella se dio cuenta.

-          Tranquilo, Félix no lo sabe, pero lo intuye. No dirá nada. Me ama ciegamente. Me conoce mucho más que o misma.

FIN.

Espero sus correos. Me encanta mantener correspondencia con lectores y escritores.

PEPOTECR.