Carmela
Mi recurrente fantasía de los últimos tiempos ha sido verla poseída por dos o tres hombres distintos a mí y yo solo observando. Al hacer el amor en la intimidad ayudados por alguna película, esa hablada fantasía nos hizo llegar a ambos a grandes orgasmos, pero también lo mismo siempre comenzó a ser rutinario. ¿La misma fantasía?, ¿la misma película?, ¿otra vez lo mismo?.
Carmela, mi esposa, se ha ido convirtiendo en una mujer madura, 53 años aunque aun muy atractiva. Elegante, de muy buen porte y rostro hermoso. Labios muy sensuales y grandes senos. Ejecutiva de gran carisma y clase, aunque detrás de esa fachada formal se ha manifestado a veces una bomba sexual insospechada.
En los últimos tiempos comenzó a demostrar poco o ningún interés sexual, a diferencia de antes en que la cama era una gran aventura.
Rutina, no cabe duda, siempre lo mismo. Las mismas posturas, las mismas caricias, orgasmo apresurado y a dormir.
Cada vez fue siendo más difícil llegar al sexo. Una, dos, tres semanas y hasta un mes y mas sin nada. Yo manifestaba a veces que si estaba vivo, haciendo lo posible para que de vez en cuando sucediera algo.
Alguna vez nos planteamos ser liberales y de hecho así ha sido. Tiempo atrás disfrutamos de placenteras experiencias extramaritales, cada uno por su lado o eventualmente juntos y con otras personas. Fueron experiencias muy excitantes, nos llenaron de vida, pero esa llama fue extinguiéndose, ¿stress?.
Mi recurrente fantasía de los últimos tiempos ha sido verla poseída por dos o tres hombres distintos a mí y yo solo observando. Al hacer el amor en la intimidad ayudados por alguna película, esa hablada fantasía nos hizo llegar a ambos a grandes orgasmos, pero también lo mismo siempre comenzó a ser rutinario. ¿La misma fantasía?, ¿la misma película?, ¿otra vez lo mismo?.
Un día decidimos dar un vuelco. Acordamos salvarnos de un prematuro fin de los sentidos y agarrar el toro por las astas. Decidimos publicar un aviso en Internet, pero, ¿qué es lo que queríamos?. Dudas, desconfianza, vergüenza y arrepentimiento entorpecieron un tanto nuestra intención hasta que por fin lo publicamos. Comenzamos a recibir respuestas las que desechamos una por una; Mala ortografía, debe ser un patán. Este es muy grosero y estos dos no me dan nota, hasta que por fin alguien nos llamó la atención y contactamos.
Dos jóvenes amigos compartían nuestra fantasía y complementábamos perfectamente, por lo menos y hasta entonces en lo escrito. Nosotros los buscábamos jóvenes, ellos querían una pareja con experiencia.
Asistimos a la cita nerviosos, asustados, sospechando de una burla o trampa a pesar de que antes habíamos chateado, hablado por teléfono y supuestamente habíamos aliviado el exceso de sospechas. La cita resultó excelente. Aclaramos al principio que la intención primera era el conocernos y que el estar sentados allí frente a una taza de café no implicaba el compromiso de correr de una vez hacia la cama. Mentira, esa era la defensa.
Nos gustaron a los dos. A mi como personas agradables y bien parecidas, a Carmela lo mismo y además con el muy agradable agregado de que si le parecieron un par de hombres atractivos. Ambos parecían tener entre 24 y 27 años, perfecto para nuestro deseo.
Fuimos hasta nuestra casa y liberamos presión con algo de vino, aunque en el viaje a casa Carmela fue en el asiento de atrás con Pablo, uno de ellos, y comenzaban ya a entablar un diálogo de miradas, tomarse de las manos, acariciarse las piernas mutuamente y uno que otro beso cómicamente furtivo.
Ya en casa después del vino y para facilitarlo todo desaparecí del escenario por algunos momentos, pero observando por una estratégica mirilla inventada antes entre Carmela y yo desde la cocina.
Entre latidos furiosos de mi corazón excitado comprobé gozoso que ya estaban juntos y comenzaban a besarse. Permanecían de pie. Carmela acariciaba las piernas de uno y otro y subía hasta sus bultos ya crecidos. Besaba a los dos apasionadamente y abrió sus respectivas braguetas, ya tocando la carne erecta de cada uno de sus acompañantes. Sacó sus miembros del pantalón de cada uno a lo cual los muchachos algo inseguros preguntaron; ¿y tu esposo?. Todo está bien, por supuesto, les tranquilizó Carmela, ¿acaso ya no lo hablamos?. A máximo le encanta verme con otro hombre y ha soñado con algo así, le encantaría verme hacer el amor, gozar con dos o tres hombres, ver que me gocen mucho y ahora está sucediendo. Tranquilícense, y los llevó a sentarse en el sofá. Entonces entré yo con la excusa de los vasos, hicieron amago de guardarse los miembros pero Carmela que se había sentado en el suelo entre los dos, riendo lo impidió tomándoselos con ambas manos, me miró con picardía y dijo; por fin mi amor gozaremos mucho, verás como me como a estos muchachitos. Dicho esto acercó su boca y comenzó a chupar golosamente uno y otro miembro alternativamente. Presa de gran excitación me senté en la butaca a mirar a mi antojo la tan deseada escena. Pablo y Emilio ya confiados se quitaron la ropa y desnudaron a Carmela. Pablo se puso de pie y metió su pene erecto y húmedo en la boca de Carmela sujetándola por la cabeza y atrayéndola contra sí. Con movimientos convulsivos y lleno de placer la poseía por la boca. Emilio buscando también participar los cambió de posición, hizo sentarse a Pablo de manera de que Carmela quedará con la grupa levantada mientras chupaba golosamente el pene de Pablo y comenzó a lamer su trasero, luego le abrió las piernas para desde atrás poder alcanzar su sexo con la boca, pero Carmela dio la vuelta y buscó desesperada e robusto miembro de Emilio y lo mamó con gran deleite mientras masturbaba a Pablo con la otra mano manteniendo su erección. Los hombres gemían de placer, Carmela los chupaba ruidosa y plenamente, buscaba ver mis ojos que llenos de placer miraban la exquisita escena.
Me pidió buscar la cámara, deseo que cumplí rápidamente y comencé a filmar. Busque los close-up lo más cerca posible de su cara mientras chupaba y gemía. El que yo la filmara tan de cerca más la excitaba. Me miraba de manera lujuriosa, se quitaba por momentos los miembros de la boca y relamía sus labios, húmedos ya por el líquido seminal de los hombres excitados, mientras me miraba delirante.
De pronto Emilio se incorporó bruscamente, tomó con ambas manos la cara de Carmela e introdujo apresuradamente el miembro erecto y lustroso en su boca. La copuló estremecido con el rostro convulsionado y acabó copiosamente. Carmela absorbió con gran deleite el semen del muchacho y lo tragó mientras miraba mi cara. Luego Pablo que entretanto se masturbaba hizo lo mismo. Quiso derramar la leche tibia en el rostro de mi esposa, pero esta encerró su pene en la boca ansiosa recibiendo hasta la última gota el líquido del hombre. Lamió después las cabezas y los glandes de los chicos hasta no dejar gota y posteriormente se recostaron los tres donde pudieron descansar.
Aquí acabó todo pensé yo, excitado e insatisfecho. Fue muy corto me decía al interior.
Nada de eso. La juventud de los hombres y la boca y manos expertas de Carmela reiniciaron al poco tiempo la función.
Otra vez los penes erectos revolvían la boca de Carmela, pero esta vez buscó ella la penetración. Primero uno y después el otro obteniendo varios orgasmos, hasta que se dio algo que yo deseaba y que no había sido posible nunca por el miedo y el dolor:
Pablo, después de lamer por algún tiempo el trasero de mi esposa y masturbarla con los dedos, logró ponerla en tal estado de excitación, que previamente lubricada con la crema apropiada que nosotros mantuvimos a la mano, logró introducir la cabeza de su pene en la colita de ella. Carmela dio un respingo, le ordenó sacarla, pero él se dio la maña de convencerla mediante el placer de movimientos suaves y la introdujo casi a la mitad. Carmela ya ensartada en el pene de Emilio sentía con agrado como Pablo poco a poco la penetraba por detrás. Llena de alegría por al fin poder lograrlo, levantó ella misma su grupa y se la metió completamente. Comenzó a retorcerse clavada por ambos lados y gemía, gritaba. Me miró y dijo; amor, ya pude, que rico, mira que rico me cogen mi amor, mírame, y convulsivamente se movía hacia arriba y hacia abajo buscando la plenitud de una penetración completa.
Yo desesperado y mojado, me acerqué intentando unirme a la fiesta. Puse mi pene en la boca de Carmela que me lo chupó con la mayor ansiedad, casi como nunca me lo había hecho. Gemía, se quejaba de manera gutural y acabó una y otra vez, larga, ruidosamente. Luego me retiré un momento de modo de que ambos jóvenes se cambiaran de puesto y Emilio, el del pene más grande perforó también su ano casi sin dificultad. Carmela gemía, gozaba, lloraba de placer y yo otra vez acerqué mi pene hasta su boca. Me lo mamó al principio con gran gusto y luego me pidió que siguiera filmando, que prefería poner su atención en los dos amigos que significaban novedad, carne nueva. Accedí con gusto y seguí contemplando la deliciosa escena. Otra vez Pablo y Emilio acabaron en su boca y otra vez Carmela lamió con gran placer hasta la última gota de semen mientras me miraba febril, con los ojos enrojecidos y vidriosos.
Transcurrió la noche de esa manera, yo filmaba tembloroso una y otra escena hasta que por fin agotados nos encontró el amanecer. Terminó la fiesta. Pablo y Emilio se marcharon quedando de volver en otra ocasión y nosotros, con el registro filmado de aquella noche memorable y planeando revivirlo a solas en cualquier momento, nos dormimos plenos de perfecta placidez.