Carmela

Cuando un hombre se enamora, ella se vuelve la luz que ilumina su camino. esta es la historia de mi vida, una mujer, un romance y llantos que se reprimen por la fuerza de la nostalgia...

Nostalgias del pasado

II. Carmela.

Era una tarde de abril cuando la conocí; su cabello lacio, largo, y su sonrisa apremiante la hacían una mujer dulce y atractiva; era alta, con ojos rasgados, pero muy expresivos; delgada, de pechos pequeños y de caderas medianas. En resumen era una niña bien; la vi bajarse de una camioneta pick up, y se dirigió hacia el maestro que nos imparte las clases de baile; ellos hablaban y se notaba como el maestro en cuestión le daba instrucciones a la misteriosa chica.

Mi edad en ese entonces, 20 años; y aunque comencé a verla en la misma clase, conseguía atraer mi atención, muchas veces me cachó mirándola, pero siempre pude disimularlo correctamente. Ella con 16 años cumplidos, era la promesa de una excelente bailarina, y con ese ángel; ese optimismo que la caracterizaba, fue familiarizándose más en el grupo hasta que prácticamente se hizo una de nosotros.

La primera vez que platicamos, fue sobre un amigo a quien ella le gustaba. Lo que ella no sabía es que cada día que pasaba algo muy dentro de mi se afianzaba a ella irremediablemente; me gustaba su cabello, sus labios, medianos, pero carnosos, su sonrisa coqueta y esa libertad que siempre la caracterizaba. Después de esa plática, comenzamos a frecuentarnos de una manera increíble; a 1 año y seis meses de habernos conocido, parecía como si nos hubiésemos conocido de toda la vida; para mi, era como si ya la hubiese conocido antes; tenía ese aire tan familiar que no podía dejar de confiar en ella. Muchas personas afirman que un Deja Vuh solo demuestra el amor a primera vista.

Su nombre Carmela, y solo bastó la frecuencia de nuestras entrevistas para que naciera algo hermoso entre nosotros; aun ahora, puedo evocar esos momentos con deleite y un sentimiento de amor mezclado con nostalgia se adueña de mi corazón, entonces una lágrima reprimida moja la herida ya cicatrizada, muestra fiel de que hubo fuego alguna vez.

Como cuando nos hicimos novios, también fue la primera vez que la besé. Era de noche, ambos fuimos invitados a una fiesta de un amigo en común; era un rancho, grande, con un portón de entrada alejado de la casa; en ese portón sucedió todo. Recuerdo que apostábamos a ponernos retos sencillos (jamás presioné mucho la situación con ella, por que realmente me gustaba), y decíamos de pretexto que nos enojábamos, ya sea ella o yo, para contentarnos con un regalo fabricado por nosotros mismos.

Esa vez solo le dije que cerrara los ojos, y cuando por fin la bese, pude sentir la suavidad de sus labios húmedos y temblorosos. No se si por miedo o por nerviosismo; la verdad, yo también lo estaba, y mucho; para colmo del destino, en ese momento miles de gotas diminutas comenzaron a caer, y con el reflejo de la luz que emitía el poste, parecía como si estuviera nevando. ¡Fue hermoso!, es como si la vida quisiera que ese momento quedara grabado en nuestras mentes como algo mágico reservado solo para ambos.

Eso no es lo único que mi mente enfoca; pasa por mi mente, aquella vez que la ví sin ropa por primera vez. Me alcanzo en la universidad; en ese tiempo, estaba dando mi servicio en uno de sus laboratorios, así que tenía que quedarme a lo último y cerrarlo. Cuando ya no había nadie en ese lugar cerré, la tomé del brazo y la guíe hasta las oficinas de los maestros, que eran unos cuartos cerrados y se iluminaban con luz artificial. Ahí, le di un beso, cabe destacar que nuestros besos eran tiernos, con pasión pero tiernos, las mordidas que me asestaba en los labios eran únicos y el masaje de su lengua sobre mis labios o sobre mi lengua, lento, rítmico; el sabor de sus labios era dulce, y sus caricias eran expresivas por completo.

Como si ambos lo supiéramos, le quite la blusa; permitiendo a sus senos liberarse, aprisionados solamente por su bra. Ya antes le había visto los pechos, en su cuarto, una vez que sus padres salieron; pero como dije antes no quería pasarme de la raya por que todo era diferente. Pero en aquel laboratorio, todo sería diferente; y su mirada llena de amor y confianza me decía estoy lista para dar un paso más.

Cuando liberé por fin sus pezones, estaba rígidos, por el erotismo involucrado en el momento; tenía una piel morena - amarilla, tersa; cuando le quite los pantalones comprendí que no solo la estaba despojando de la ropa, también me estaba enamorando mucho más de ella, y aunque la lascivia se apoderó de mi mente, podía razonar todo, sabía que lo que hacía era con permiso de ella, y me atrevería a mucho más. Sus panties, eran de algodón y los usaba de color blanco.

Cuando por fin me deshice de aquella prenda que funcionaba como un afrodisíaco para mí, pude ver su cuerpo al natural, hermoso, virgen, sin terreno explorado; tan excitante que me puso duro, pero tan bello que era como la afrodita solo que morena. Su vello era negro, y cuando lo ví sentí que jamás podría sentir lo mismo por otra mujer.

Ella solo me desvistió, mientras me besaba, y cuando estábamos antes completamente desnudos nos miramos a los ojos y entonces supimos que no pasaríamos de estimularnos mutuamente. La tome entre mis brazos y la recosté en el escritorio, mientras lentamente le separaba las piernas, un olor dulce, el olor de su sexo llego hasta mi nariz, que jura es el único olor que le ha gustado. Así fue cuando comencé a besarle su sexo, poco a poco mi lengua pasaba por sus labios, mientras que ella solo jadeaba y respiraba entrecordamente.

Sus ojos cerrados, me comunicaban que lo estaba disfrutando, y cuando sentí que fue suficiente, besé todo su cuerpo, sus brazos, sus piernas, sus nalgas, sus senos, sus tetas, que eran como dos jugosas uvas que esperan ser saboreadas. Cuando ella me dijo que le tocaba a ella ayudarme, solo me empujo sobre el otro escritorio y busco mi miembro mientras que lo acariciaba.

Fue la primera vez que me hacían una pajilla con la boca, sentí como su boca, cálida engullía mi falo; podía sentir su lengua y la textura que tiene; cuando ella vio que ya estaba jadeando, continúo con mi cuerpo, mis piernas, mis brazos, mis pechos, mis labios, mis pompas, en fin no quedo parte de nuestros cuerpos sin recorrer.

Cuando salimos de ahí lo hicimos como una pareja consumada, aun nos faltaba experimentar el coito, pero habíamos dado un paso importante que toda pareja debe de dar en su momento.

Cabe mencionar que sí tuvimos relaciones sexuales, pero mucho después; todo fue cuando tuve que hacer un viaje a otro estado, yo no la vería hasta dentro de tres semanas, y la verdad no me había separado de ella por mucho tiempo. Ella inteligentemente se puso de acuerdo con mi hermano y consiguió el cuarto de un amigo, mi hermano solo me dijo que su amigo le pidió que cuidara su casa, pero que el tenía que hacer otras cosas y no podía. Cuando el me lo pidió estaba ocupado, y me molesté, pero jamás le he negado algo a mi hermano; así que fui a ese cuarto.

Estaba acostado en la hamaca de ese lugar, viendo tele cuando escuche que alguien tocaba ala puerta, creí que sería mi hermano para ocupar mi lugar y permitirme continuar con lo que deje pendiente, así que corriendo me dirigí hacia la puerta; cual no sería mi sorpresa que ahí, frente a la puerta, estaba ella, sonriéndome, y con una mirada pícara que hacía que me apenara. Lucía un short corto y una playera, se hizo dos colas a los lados y llevaba unas sandalias.

Cuando la ví me puse muy alegre y la abracé, la recibí con un beso tierno y la hice pasar. En ese cuarto, ambos, solos, me dijo que me ya me empezaba a extrañar desde antes de irme; y se recostó a mi lado, con la tele prendida y con el correcaminos de testigo, la besé y le dije que la amaba, que también la extrañaría (y no mentía). Cuando nos besamos nuevamente, todo fue diferente; ella se paró y se quitó la ropa, quedando solo en ropa interior.

No podía creerlo (ella haciendo algo así), le seguí el juego, me desvestí y me quede en bóxer, Carmela se quitó el bra, y se quedo solo en panties, comenzando a besar por todos lados en mi cuerpo; cuando tuve la oportunidad, me senté y comencé a comerme sus pechos, con succiones muy suaves, cuando llegué a las tetas, las chupe, las mordisquee, hasta que pude sentir como su cuerpo se contorsionaba, mientras que sus manos abrazaban mi cabeza, y mis manos hurgaban debajo de las panties, metiendo mis dedos en su cueva de amor.

Cuando ella se decidió, me empujo en la hamaca, y por encima de nuestra ropa interior, comenzamos a hacer el clásico movimiento de mete y saca; mi pene se acomodó en su raja, y lo único que nos detenía eran nuestra ropa interior. Así en movimiento continuos, mi pene se salio del bóxer, y ataco directamente a su cueva por encima de sus panties; ella mientras hacia su movimiento, deslizaba poco a poco su pantie a un lado, hasta que quedo exactamente a la mitad de mi cabeza, ella sentía la mitad de mi pene y la otra mitad luchaba por liberarse.

Cuando comprendí lo que sucedía, la recosté sobre la hamaca y le quite su pantie; me quite mi bóxer y comencé a masturbarla con mi palo, le ponía mi miembro exactamente en la entrada y cuando parecía que se introduciría inevitablemente, hacía un movimiento que desviaba la estocada. Ella tomó mi pene y lo ubicó exactamente en la entrada pero lo aprisiono en el tronco permitiendo solamente que entrara la pura cabeza.

Estuvimos así hasta que llego un momento que ella solo soltó mi miembro y dejo que se fuera hasta el fondo. Jamás olvidaré la expresión en su cara, una expresión que nunca se borrará de mis recuerdos, que se quedó grabada en mi alma; mientras que habría su boca, en expresión de placer, cerraba los ojos como si lo que sucedió fuera lo más rico que hubiera sentido.

En el movimiento de la relación, comencé a penetrarla, al principio despacio pues el espacio explorado era nuevo tanto para mí como para ella; pero después, bombeaba más, y más fuerte, mientras que nuestras respiraciones se hacían más pronunciadas. Era la primera vez para ambos que probábamos el sexo; pude percibir el olor característico del dicho acto; en aquella ocasión, solo lleve sus piernas a mis hombros y le hice el amor, mientras ambos perdíamos la inocencia.

Esa no solo fue la única vez que tuvimos relaciones, lo hicimos 6 veces más, y tengo que admitir que aunque fueron pocas las disfrute; pero no tendría caso describirlas pues para mí la mejor fue la primera vez. Estaba tan enamorado de ella que le pedí matrimonio, y ella aceptó; pero 1 año después ella decidió cortar nuestra relación y se mudo a otro lado, sus razones eran incomprensibles para mi, pero ahora, después de cuatro años de pensarlo, creo que comprendo su situación.

Me queda el gusto de haber sido el primero, no solo al disfrutar su cuerpo, sino que también fui su primer amor. En mi caso, también fue la primera en todo, la única diferencia es que me enamoré tanto de ella que no he conseguido tener una nueva relación con otra persona; cuando ella se marchó, dejo un vacío que aun no logro llenar, por que se llevo consigo algo que no he podido recuperar… mi corazón.