Carlota e Isabel

Comienzo de una serie en la que Isabel obliga a su hija a convertirse en su esclava sexual. Viene con un poco de reto, porque Carlota es sumamente religiosa.

ESTO ES UN RELATO DE PURA FICCIÓN. MI CABECITA VICIOSA QUE IMAGINA TODAS ESTAS PERVERSIONES. CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES PURA COINCIDENCIA Y POR FAVOR, ESCRIBANME PARA FELICITARME O CRITICARME, PERO NO PARA PREGUNTARME SI HARÍA UN TRIO CON MI HIJA, PORQUE VUELVO Y LES REPITO QUE ESTO ES FICCIÓN, OSEA, TODO MENTIRA. IMAGINACIÓN PURA Y DURA. DISFRUTARLO!

Mi hija y yo teníamos discusiones diarias. Por la limpieza de su cuarto, por la vida que yo llevaba, por mis preferencias sexuales, por todo. Lo cierto, es que yo provocaba una pelea con ella para poder ver lo mal que me contestaba y luego encerrarme en mi cuarto a masturbarme mientras imaginaba como la convertía en mi esclava sexual, como la rompía, como la hacía mía de todas las maneras posibles. Carlota ha tenido mal carácter desde muy pequeña. Tiene de quién heredarlo, porque yo soy exactamente igual. Somos dos leonas en la casa y solo tendría que haber una, yo. Jamás he hecho nada para dejarle ver mis verdaderas intenciones a mi hija, pero imaginarme dominando a Carlota, y hacerla mi esclava sexual es mi mayor deseo, pero no creo que alguna vez lo pueda cumplir.

La tuve muy joven, con 14 años. Fue producto de un aquí te pillo aquí te mato con un desconocido. Nunca fui maternal, ni siquiera era heterosexual, solamente era muy curiosa y me apeteció acostarme con un imbécil muy guapo pero que no conocía de nada. Así que nunca la sentí como hija, ni como nada, sólo como un estorbo. El día que cumplió 18 años, yo tenía 32 y parecíamos hermanas en lugar de madre e hija. Todos sus compañeros y alguna compañera de instituto soñaban con verme desnuda. Lo que pasa es que éramos y somos hermosas. Ambas pelo negro, largo hasta el culo. Piel aceitunada y ojos entre almendra y felinos. Ella sacó el color de ojos de su padre, o de mi familia materna, un verde claro como una playa caribeña. Yo, tenía los ojos café claro. Yo alta, ella bajita. Ambas con talla 36DD y culo caribeño, en pompa y firme.

Siempre fui muy liberal y después que ella nació, seguí siéndolo. Ella veía entrar y salir mujeres diferentes de mi casa todas las semanas y a veces todos los días.  En más de una ocasión discutimos porque no la había dejado dormir con los gemidos que soltaba la compañera de turno. Se declaró totalmente heterosexual y homófoba. Además de convertirse en evangélica, tipo falda a los tobillos, cero maquillaje y pudor nivel extremo. Ahora para discutir conmigo sí que no tenía problemas. Nos decíamos de todo menos bonita y eso le parecía bien. Tenía una boca, además de mamadora, muy sucia. Sé que era uno de sus talones de Aquiles, porque después de una discusión, casi siempre la escuchaba llorando y pidiendo perdón a su dios por el lenguaje horroroso que había usado, según sus mismas palabras. Carlota se había convertido en todo lo contrario a mí, una viciosa comecoños que era fanática de las relaciones D/S, relaciones incestuosas, sadismo, humillación y todo lo que se refiriera al sexo sucio con mujeres.  Ella era religiosa, estudiosa, no fumaba, no bebía y yo dudaba mucho que hubiese tenido novio y muchísimo menos novia. Que fuera tan mojigata, me ponía mucho más burra todavía porque sabía que sería mucho más doloroso para ella convertirse en algo parecido a mí.

Una mañana unos dos meses después de su cumpleaños, comenzamos a discutir porque era la quinta mujer diferente que veía salir en puntillas de mi cuarto en la semana. Ella me gritó lo puta viciosa que era, que no era más que una prostituta barata y que merecía arder en el infierno. De repente, entró como en un trance y comenzó a hablarme en un lenguaje ilegible y se puso de rodillas con los brazos extendidos hacia mí y con los ojos llenos de lágrimas. Verla llorar me puso tanto que sentía como mis jugos corrían por mis piernas como sus lágrimas por su cara. Estaba tan cachonda, como nunca lo había estado. Mis pezones oscuros y grandes querían reventar. Mi coño entero estaba duro y chorreante, yo sudaba, mi cuerpo entero temblaba y fue cuando decidí que ya era el momento.

Me puse de pie a sus espaldas y le agarré los brazos extendidos y se los até a la espalda con el tiro del albornoz que llevaba puesto. Una vez la tenía atada, me quité el albornoz, quedándome completamente desnuda. A todo esto, ella gritaba, así que le quité el tiro de su albornoz y la amordacé. Le rompí el albornoz y para mi sorpresa, estaba desnuda también.

-Ahora me vas a escuchar maldita perra. Ya está bien de sentirte superior a mí. Aquí la que manda soy yo y de ahora en adelante solo se hará lo que yo ordene. Se acabaron las mojigaterías y serás tan puta como yo, es más, serás mi puta. Ya te graduaste del instituto, así que se acabó el estudio, la secta esa a la que vas, la ropa de monja, y tu mal genio. Como que me llamo Isabel que te haré desear que te folle como a una perra. Haré que aprendas a chupar coños con maestría y serás la puta de mis sueños y mis fantasías. Nunca más saldrás de aquí, sólo te vas a dedicar a darme placer y a hacer muchas guarradas.

A ella se le quedaron los ojos pegados, el miedo se reflejaba en su rostro y eso me tenía a mil por segundo. La llevé a mi habitación a rastras y la subí a la cama. Ya en la cama, le até las dos piernas abiertas y mostrándome ese coño rico y peludo que exhibía con miedo, pudor y odio hacia mí. No podía gritar pero emitía sonidos que indicaban todo lo que sentía en esos momentos. Eran gemidos angustiados, enojados, tristes, aterrados y yo me ponía más viciosa cuanto más los escuchaba. Luego le tocó el turno a los brazos, que desaté y volví a atar, abiertos como las piernas en una cómoda cruz de san Andrés. Agitaba la cabeza de un lado al otro en una negación casi salvaje de lo que le iba a pasar.

Para que todo fuera aún más dramático para ella, con un proyector, puse la imagen de un Baphomet en la pared. Puse en el ordenador un video con lecturas de versos de la biblia satánica, encendí velas negras y me maquillé los ojos y la boca como una verdadera puta. Le dije al oído. -De ahora en adelante me pertenecerás a mí y a mi Señor Satanás. No dudes ni por un instante, que su presencia está aquí y que yo soy uno de sus demonios. Sus ojos no dejaban de llorar y su cuerpo de agitarse descontrolado. Busqué todos lo que necesitaba y comenzó la función. Le puse pinzas en los pezones y en los labios del coño. Le puse un collar de perra, ancho, que le mantenía la barbilla en alto. Me puse un arnés doble, que tenía pegados los jugos de la chica que había salido de casa esa mañana y busqué un plug anal para desvirgarla por todos los agujeros. Al ver el plug, se puso más nerviosa aún y me rogaba que no lo hiciera. Había prometido no gritar más, así que le había quitado la mordaza.

Le metí el plug de golpe y bien lubricado. Aún así, soltó un grito desgarrador; menos mal que era verano y estaban todos de vacaciones y los que no, por las horas que eran, estarían en la terraza, siendo domingo. Esperé un rato para seguir, no fuera ser que tocara algún vecino rezagado que se hubiese preocupado por los gritos.  Nadie vino y al darme la vuelta a mirar a Carlota, casi me corro del gusto. Sus ojos estaban anegados en lágrimas y su mirada era perdida. Si seguía así, muy pronto estaría completamente rota y moldeable para mí. Tenía las pinzas puestas, y realmente no me importaba si le hacían daño. Hacerla sentir dolor, me hacía perder el control, mi mente sádica era incontrolable. Apretándole los pezones, le metí la lengua hasta la campanilla y comencé a besarla de una manera lasciva, sexual, salvaje, cerda. Ella no me devolvía aún los besos, pero sus lágrimas no paraban de salir, eso era mucho mejor. Bajé de su boca a sus pechos, le quité una de las pinzas y enseguida me metí ese pezón en la boca, lo chupé duro y un gritito ahogado salió de su boca tapada con una mordaza en forma de pene que le había puesto. Ya tenía dos agujeros llenos, sólo me faltaba el principal, el que yo más quería. Fui bajando de sus pechos a su cintura, dándole mordiscos que dejaban marcas moradas en su piel. Cuando llegué al coño y me di cuenta de que estaba empapado, un orgasmo enorme me poseyó y puse los ojos en blanco, estiré las piernas y me metí la mano hasta donde pude y recogí mis jugos y se los pasé por la cara y le lavé la boca a Carlota con ellos. La estaba marcando, dejándole saber que era mi territorio, mi propiedad. Su cara en ese momento, además de miedo, era de vergüenza. Vergüenza de ser parte de eso que ella odiaba, y ponerse cachonda. Le abrí el coño con las manos y pude ver su himen intacto. Me abalancé sobre su clítoris para chupárselo con delicadeza y constancia, con lametones largos y lentos. Veía como la excitación continuaba e iba in crescendo. De golpe le metí tres dedos y sentí como su inocencia se rompía en mis manos

Extendí los brazos hacia los lados y clamé:

“Oh tú, el ángel más hermoso y por ello el más sabio.

Dios ajeno a la suerte y ayuno a tus alabanzas,

¡Oh Satán ten piedad de mi larga miseria!

Y recibe mi ofrenda lasciva, incestuosa, lesbiana

Recibe a esta puta en tu seno y conviértela

En tu más repugnante cerda.”

Chupé mis manos manchadas con su virginidad y con su saliva y mi sangre, se las metí en la boca a ella. Acto seguido le empujé la polla que llevaba puesta y con rabia la follé en contra de su voluntad, salvajemente y sin piedad. Al fin y al cabo, ya era mía. Me corrí muchas veces mientras le metía la polla hasta el fondo. Luego le saqué el plug del culo y le metí la polla para terminarle de romper el culo de zorra que tenía. Por último, me senté en su cara y me corrí en su boca muchas veces más. Luego me dediqué a hacerla correrse. Con la boca y las manos la hice estremecer, hay cosas que no podemos controlar. Pero la vida me tenía más retos. Carlota se mojaba, pero no se corría.

Apenas comenzaba la diversión…