Carlota

Un chico, una chica, una dominación

“Las aulas de secundario son lugares donde podemos ver todo tipo de cosas. Compañeros peleándose o parejas besándose, alumnos dormidos sobre sus pupitres o alumnos que ni parpadean ante el profesor. Las aulas son espectadores de grandes cambios en los alumnos que por ellas pasan. El alumno tímido puede terminar el instituto siendo uno de los compañeros más extrovertido o la estudiante modelo puede transformarse en una pésima estudiante. Los diferentes grupos de amigos y amigas se reparten por todo el centro, unos más aceptados y otros menos. Las aulas ven como pasamos de niños y niñas a adolescentes. En definitiva, las aulas de secundaria son un elemento fundamental en nuestras vidas.

Sin embargo, nuestras aulas son bien sencillas: un puñado de mesas y sillas organizadas en tres filas de dos en dos; una pizarra gastada por el uso acompañada por la mesa del profesor y un armario empotrado...”

-No hace falta que sigas -me dijo el profesor de literatura- ya es suficiente.

Me quejé para mis adentros: “buah, dos folios de redacción para que me haga leer dos párrafos. Menuda pérdida de tiempo. No se por qué nos hacen hacer redacciones, problemas y toda esa mierda para que después apenas la corrijan. Cuanto idiota cobrando por no hacer nada...”. La clase continuó aburrida como siempre. No hay nada peor que una clase aburrida, esos cincuenta y cinco minutos de interminable aburrimiento, es casi una tortura, insoportable. Pero algo interrumpió mi ejercicio, casi rutinario, de queja contra el sistema educativo. Me estaban pisando, con bastantes ganas además. Carlota me estaba pisando. ¿Qué querría?

-No me pises, tu.

-No pongas tus pies debajo de mi silla

-Sabes que no me entran las rodillas debajo de la mesa

El profesor comenzó a mirar en nuestra dirección y la conversación terminó fulminante. Y yo tuve que encoger mis piernas debajo de la mesa y es que ser alto, a veces, es una putada, sobre todo si te tienes que sentar en un pupitre de instituto.

La clase continuó como siempre, el profesor soltando el discurso sobre el tema que tocase mientras algunos, en los que me incluyo, buscábamos alguna distracción para que pasara más rápida la hora. No fue difícil, estaba sentada delante mio, se llama Carlota y llevamos en el mismo curso dos años, dos años cascándomela pensando en esa tía. No era especialmente alta ni especialmente delgada, pero tenía una carita de lo más provocativa, siempre con una sonrisa pícara en la boca. Y ese pelo corto medio teñido de rubio con el lado derecho rapado la hacían verdaderamente deliciosa, por no hablar de las tetas que se gastaba la tía. Me quede un buen rato mirándola, imaginando me como estaría desnuda, con todas sus curvas en pleno esplendor, a cuatro patas, cachonda y a mi completa disposición, con sus enormes tetas colgando mientras le rellenaba el coño con mi polla. La clase se acababa y comenzaba el recreo.

-¿Por qué me pisas siempre?- le dije mientras salíamos de clase

-¿Por qué siempre pones tus pies debajo de mi silla?

-Yo no tengo la culpa de medir lo que mido.

-Pues búscate la vida.

-Venga va, que no te molesta tanto.

Pasó de mi, qué tía más antipática, no creo que sea tan difícil ser amable. Baje las escaleras hasta la cafetería del “insti” con un par de amigos, pedimos nuestro desayuno y nos sentamos en un banco en la cafetería.

-Os habéis enterado de que ha palmado Tommy Ramone- dije -vaya cagada

-Si, tío. Vaya cagada, parecía que iba a durar un poco más. La vieja guardia se nos va poco a poco.

-Mientras Mick Jagger no caiga, por mí no hay problema

Siempre hablábamos de dos cosas: música y mujeres. Hoy tocaba rendir nuestro particular homenaje a Tommy Ramone, el último de los Ramones , que la acababa de palmar. De los Ramones pasamos a temas más banales, que si el punk esto, que si el metal lo otro, etcétera, etcétera. Las discusiones inútiles de siempre.

A mi me fascina el rock en toda su amplitud, pero sobre todo lo que el rock implica. El Born to be wild , ser salvaje, recorrer el mundo sin mayor preocupación que disfrutarlo, darte rienda suelta. Tomar aquello que se desea cuando se desea. Ser salvaje donde lo único que importa es vivir un día más para follar y emborracharse. Como dice la canción: la vida pirata, la vida mejor.

Sin embargo, por mucho que me gustara la vida pira, la piba que copaba mis sueños húmedos era un chica que seguía las modas, le gustaba el pop, el techno y toda la música comercial, vestía Primark, Bershka y Mango, vamos una chica de lo más normal. Aún así me seguía poniendo muy cachondo. Esa miradita de zorra y esas tetas.

Aún quedaba un buen rato de recreo, la conversación no parecía mejorar y decidí pirarme a buscar los libros para la clase de la siguiente hora. Los pasillos estaban vacíos, todos estaban en el patio, puestos al sol como plantas haciendo la fotosíntesis, solo algún alumno despistado circulaba por los pasillos. Nuestra clase estaba en la peor zona del centro, apenas llegaba el sol y siempre hacía frío. Estaba vacía por supuesto, caminé hasta mi mesa y busqué en mi mochila el libro de historia, la libreta y los bolígrafos.

“Historia Contemporánea” un libro que se antojaba de lo más aburrido pero abrí una página al azar. “El liberalismo tiene su auge en la Revolución Francesa aunque ya se había materializado en la fundación de Estados Unidos”. Tan coñazo como me imaginaba. Levanté la vista, las mesas y sillas estaban tal cual las había descrito en mi redacción, justo delante de mi mesa estaba la mesa de Carlota, había libros de texto y folios sueltos desordenados sobre la mesa, moví un par de folios y allí, olvidado, estaba su móvil. Un smartphone con una funda, como no, rosa. Aprete el botón de desbloqueo y descubrí para mi sorpresa de que no tenía ni contraseña ni patrón que impidiera el acceso a un extraño al teléfono. La curiosidad mató al gato.

Navegue por las distintas pantallas del smartphone sin encontrar nada mínimamente interesante: cientos de fotos, mensajes de publicidad, etc. Buscando un poco más encontré sus mensajes. Casi todos sus mensajes eran con compañeros de clase, conversación banales sin más. Pero había un par de números con los que había tenido conversaciones recientemente que no estaban registrados en la agenda. La curiosidad siguió matando al gato. Abrí los mensajes y se cargó una foto: una polla de tamaño medio acompañado de un mensaje: “Para ti, putita”. Guau. De primeras me sorprendió que una chica que se las daba de normal intercambiara fotos de miembros vireles , pero después subí en la conversación para ver mensajes más antiguos y la sorpresa fue mayor. No solo había fotos de pollas. Mis imaginaciones sobre Carlota se hacían ahora realidad: completamente desnuda, a cuatro patas, agarrándose las tetas, etc. Decenas de fotos de Carlota, todas con una cara de zorra impresionante. No solo intercambiaba fotos con tios que no conocía, sino que le iba que le dieran caña, que la dominaran. Se trataban en las conversaciones como “amo” y “esclava” o “puta” y, al parecer, la muy zorra hacía todo lo que le pedían como una buena perrita obediente. Por lo menos una docena de números con los que intercambiaba fotos, varios relatos eróticos de dominación guardados, cientos de fotos comprometedoras.

Me sentí abrumado ante tanta información y empalmado, con la erección de mi viva. ¿Qué puedo hacer yo con todo esto? Para empezar lo copié todo en mi teléfono, así como mínimo tendría material para pasármelo bien en la ducha para bastante tiempo.

Joder, a Carlota le gusta que la dominen, que le metan caña. ¿Qué hago?. No tenía ni idea. Miré el reloj y quedaban un par de minutos para que terminara el recreo. Deje el teléfono de Carlota tras guardarme la jugosa información que había descubierto.

Las tres horas restantes de clase las pasé completamente centrado en Carlota, en qué hacer con las fotos y la conversaciones. ¿Me aprovecho o no me aprovecho? ¿Me lo guardo sin más?

Acabaron las clases y llegue a casa, me metí en mi habitación y me tumbé en la cama para seguir meditando sobre mis siguientes movimientos. Una idea empezó a rondar mi cabeza. Quería que Carlota fuera mi putita, que fuera mi perrita. No solo quería follarmela sino que quería dominarla.

CONTINUARÁ