Carlos, mi Semental 12
Se suponía que solo hablaría con él, que solo le pondría las cosas en claro para que no creyero que lo de la noche anterior iba a repetirse. Juro que solo eso quería... por eso no entiendo como acabé en sus brazos (Sexo hetero, jovencitos).
Carlos, mi Semental
XII
Desperté en brazos de Carlos a las 7 de la mañana, una fea canción de su radio-despertador fue la culpable. A mi lado mi hombre… no, mi macho, dormía plácidamente como un ángel. ¡Infeliz, qué conveniente era eso de no tener conciencia! ¡Después de todo lo que había hecho conmigo dormía como un bendito! Y yo atormentándome sola… aunque no era así del todo…
Era cierto que los remordimientos estaban torturándome nuevamente, después de todo me volví un mero objeto sexual para mi novio y su mejor amigo. Pero extrañamente, junto a la resaca moral, venía también un sentimiento de resignación que no había sentido antes. Si, hasta ahora había dejado que me cogiera como una perra, ¿y qué? Seguía siendo la misma muchacha de siempre y me seguía yendo bien en el colegio, nada a mi alrededor había cambiado, salvo la pérdida de Alex y de Arla… pero eso era algo que nunca iba a dejarme de doler, jamás iba a dejar de extrañarlos.
El punto era que, a la par de los remordimientos venía un sentimiento de “¿y que?”, un sentimiento de indiferencia que me decía que, poco a poco, por fin, ser una perra estaba dejando de importarme. Y lo que era peor, ¡lo estaba asumiendo y me gustaba! Al parecer había comprendido que de nada me servía lamentarme de lo hecho, pues igual lo volvería a hacer de tener oportunidad, y eso me daba miedo, pues por lo visto mi libido no tenía límites… no lo podía permitir. Así que me levanté roja como un tomate y de mal humor, con ganas de llorar y exigiéndole a Carlos que me llevara ya a mi casa.
– Pero amor, podemos pasar desayunando por allí… es sábado y no hay prisa de que llegués…
– Mi papá ya va a estar esperándome y ya sabés como se pone por cualquier cosa.
– Pero él cree que estás en la casa de una amiga…
– ¡No importa Carlos, tengo que regresar a mi casa YA! – no se dijo nada más, me duché y luego él.
Mientras lo esperaba, movida por una fuerza extraña, tomé su celular y busqué la letra R. Encontré el teléfono de Ricardo, lo vi tan solo 10 segundos pero fue suficiente para que se me quedara grabado. Luego salió y 30 minutos después estaba bajándome frente a mi casa. “Ya vine” anuncié cuando entré, pero nadie me contestó salvo el silencio, aparentemente todos estaban dormidos. Justo cuando iba a entrar a mi cuarto apareció mi hermano menor, Gabriel, entrando con un inequívoco rostro de resaca.
– ¡Puta, ¿y vos?! – la única respuesta que recibí fue un fuerte “SHHH” – ¿Estás llegando a esta hora?
– ¡Callate idiota, ¿querés que papa nos oiga o qué putas?!
– ¡El único idiota aquí sos vos! – le espeté… en susurros porque tampoco quería despertar a mi viejo, ya sabía como se ponía y tampoco era cosa que la agarrara contra todos.
– …y si, hasta ahorita estoy volviendo… la fiesta se puso muy buena.
– Si… hasta aquí huelo lo buena que estuvo… – me sacó el dedo de una forma muy grosera.
– ¡PAPA, YA VINIERON, SALÍ A VERGUEARLOS! – Gabriel y yo pegamos un brinco cuando nuestro hermano más pequeño, Benjamín, salía a nuestro encuentro gritando… inmediatamente le dedicamos una mirada asesina y este rompió a carcajadas – Ja, ja, ja, ja… no se ahueven, que el viejo no está… no vino a dormir…
– ¿No vino a dormir? – pregunté con cara de “qué raro” chorreando sarcasmo por todos lados.
– Na… de seguro se consiguió algún su culito y se quedó dándole duro toda la noche…
– …o anda de juerga y regresa borracho todavía… – le contesté, dándole una opción más probable.
– ¡Puta, y yo ahuevado! – agregó Gabriel, dirigiendo a su cuarto.
– Lo malo es que va a pasar hoy y mañana con un humor de perros… si es que viene bolo…
– Si… tenés razón. – le contesté a Benny, usualmente mi papá no era muy agradable, pero de goma era peor. Yo también me encerré en mi habitación.
Pasé el resto del día dando vueltas por toda la casa como león enjaulado, una y otra vez las imágenes de lo que había hecho venían a mi mente sin poder controlarlas. Y con ellas el recuerdo de todo lo que esos 2 pervertidos me hicieron sentir… o sea que estaba caliente… mierda. Eso de andar mojada ya se me había vuelto algo crónico y sinceramente no me agradaba para nada. Pero lo peor era esa terrible necesidad de repetir, pero no solo de que Carlos me cogiera, quería volverlo a hacer todo.
¡No, aquello tenía que parar, definitivamente no podía continuar así o terminaría por enviciarme sin remedio y convertirme en una mujerzuela en toda regla! Decididamente tomé el teléfono y marqué el número de Carlos, con el firme propósito de mandarlo a la mierda, que no volviera a buscarme y que me dejara entrar… nunca terminé de discar su número, je, je, je, mierda. Entonces pensé en Ricardo, si me era imposible alejarme de Carlos, por lo menos debía dejarle las cosas claras al imbécil de su amigo y que no creyera que lo volveríamos a hacer. Aunque en el fondo sabía que era otra la razón que me llevó a memorizar su número, lo marqué… él me contestó…
– Haló…
– Haló… ¿Ricardo?
– Si, con él habla…
– Buenos días, soy Sasha, la… “novia” de Carlos, ¿cómo está?
– ¡Ah… hola… mucho gusto… ¿cómo está?! – se le salió un gallo y me quedó claro que mi llamada era lo que menos se esperaba.
– Bien, bien… pasándola… ¿y usted? – le dije titubeante.
– Bien también… ahí pasándola… – me contestó igual.
– …-…
– …¡¿?!… – un tenso silencio reinó en la línea durante varios segundos… qué incómodo era.
– Bueno… supongo que querrá saber el motivo de mi llamada… – dije finalmente, resignada a que ese idiota no iba a hacerme las cosas más fáciles – necesito hablar con usted… en persona…
– ¿Qué, cómo… qué?
– Si… necesito hablar en persona con usted… es sobre lo que pasó ayer…
– Ah… si, si, claro… pero… bueno… ¿y de qué es de lo que tenemos que hablar? – nuevamente se hizo un largo silencio en el teléfono… yo no encontraba las palabras adecuadas para responder a su estúpida de mi pregunta.
– ¿Puede hoy por la tarde? – le preguntó secamente.
– Pues… si, si, puedo… solo dígame en donde…
– ¿Le parece bien en la Zurich de la zona 10?
– Si, si… perfecto…
– Bueno… entonces… nos vemos…
– Si, si… nos vemos… – y colgamos. Estaba hecho, ahora faltaba pensar en qué decir y en cómo.
Elegí esa conocida chocolatería porque estaba totalmente alejada de mi ruta habitual y era improbable que me encontrara con alguien conocido allí, no quería que nadie me viera con ese tipo. Luego vino otra cuestión a mi cabeza, ¿debía contarle a Carlos? Inmediatamente deseché esa idea, ¿para qué, para que luego él me convenciera de no hacerlo? ¿O para que se apareciera en ese lugar y terminara metida en un motel cogiendo como loca con 2 hombres? No, no le dije nada.
La tarde se me hizo larguísima, estaba tan nerviosa que no podía concentrarme en nada. Se me quemó la comida y se me cayeron varias cosas, mis hermanos no paraban de pelear conmigo porque tenían hambre pero yo simplemente los mandé a la mierda y mi tía Esther me veía extrañada, yo no solía ser tan torpe. Nuestro padre nos llamó a medio día solo para ver si seguíamos con vida, tal y como pensábamos estaba emparrandado saber en dónde.
Salí a las 4:30 de mi casa, la cita era a las 5 y me daba tiempo de llegar aunque me quedaba lejos. El cielo estaba gris y el ambiente húmedo y pesado, igual como me sentía. Iba nerviosa y algo confundida, no sabía a ciencia cierta qué decir… de hecho ya ni siquiera tenía claro porqué lo había citado. “Es para mandarlo a la mierda y que sepa que no volverá a pasar jamás” me repetía una y otra vez, y mi mente lo comprendía perfectamente, pero mi cuerpo no… sentía la humedad crecer entre mis piernas.
Baje del bus puntualmente, pero entonces el cielo rugió como una bestia herida y comenzó a llover a cantaros, y como la cafetería quedaba a varias calles de distancia de la parada quede hecha una sopa y calada hasta los huesos. ¡Mierda, maldita sea mi suerte! Me fui corriendo bajo los chorros de agua, llorando de la ira y maldiciendo al mundo hasta que llegué. Gracias a Dios Ricardo era puntual…
– ¡Mierda, mire como me mojé! – me quejé cuando llegué con él – ¡Y lo peor es que no tengo saldo en mi celular como para llamar a mi casa!
– La voy a dejar si quiere…
– ¡No hay nadie ahorita! – le respondí a punto de romper en llanto y haciendo pucheros.
– Bueno… usted sabe que yo no vivo lejos… vamos a mi casa y le meto la ropa a la secadora… – lo volteé a ver llena de suspicacia – No le voy a hacer nada, solo le voy a secar la ropa…
– Si, si… por favor… gracias… – le respondí, aunque sin fiarme un pelo de él… ni de mi, mi vulva palpitó de entusiasmo cuando empezamos a caminar a su carro.
¡Mierda, juro que mi intención era la de dejarle claras las cosas! ¡Juro que mi intención era la de hacerle cumplir su promesa de que no me iba a hacer nada, mierda! Pero supongo que solo me estaba mintiendo a mi misma, pues desde que lo vi sentado en el café una fuerte excitación nació de mi sexo. Quería coger con él, me moría de ganas por probar su poderoso e impresionante falo y lo sabia… y sabía que él también quería, pues en cuanto me vio se le abrieron los ojos con codicia.
A su favor puedo decir que eso último no fue totalmente su culpa. Esa tarde llevaba una ajustada y delgada blusa rosa de encaje con detalles de flores, de tiritas y semitransparente, con un top blanco debajo y una falda de lona azul a medio muslo. Pero como estaba empapada la blusa era prácticamente diáfana y el top, de por si muy ajustado a mis pequeños pero firmes senos, dejaba ver claramente mis oscuros pezones erectos por el frío, iba dando un espectáculo. Por lo menos se portó gente conmigo y tuvo un gesto de caballerosidad al prestarme su suéter para que me tapara.
Llegamos a su casa y por más que traté no pude evitar que se me cayera la quijada, aquella era una mansión señorial que hacía ver mi casa (una muy normal casa de clase media) como una covachita… ¡incluso la casa de Carlos se veía pequeña! Admito no pude apreciar más allá de un jardín enorme solo para que él no se diera cuenta, pero en cuanto entramos nuevamente se me cayó la baba, el lujo con el que vivía esa familia me pareció impresionante. No perderé el tiempo describiéndoles la casa, se que no es por ello que están leyendo esta historia. La cosa es que me bajó su bata de baño (que me quedaba como una carpa) y yo me desvestí en el servicio de abajo. Metí mi ropa en una canasta pequeña y se la di para que la metiera a la secadora…
– ¿No sabe usar la secadora… verdad? – le pregunté muy seria cuando lo vi rascándose la cabeza como un mono mientras veía el aparato con un infinito gesto de estupidez.
– No… no sé cómo se usa… – admitió.
– ¡Todos los hombres son iguales! ¡Carlos, mi papá, mis hermanos… usted, todos son iguales! – le dije quitándolo de en medio y haciéndolo todo yo misma.
– ¿Tiene hermanos?
– Si… 2… menores…
– Mmmm… yo solo tengo a mi hermana mejor… ya la conoce.
– Si, si… muy linda por cierto.
– Si… salió a mi mamá.
– Mmmm… de seguro es una señora muy elegante también… – platicamos de algunas otras cosas, banalidades todas, mientras yo ponía a funcionar su modernísima secadora.
La dejamos funcionando y nos sentamos en la sala en silencio y en medio de una tensa y pesada atmósfera. Él tenía cara de idiota (¿cómo no?) y yo estaba muy nerviosa, lanzándole miradas recelosas a cada rato, no me fiaba ni un pelo de él a pesar de que o había intentado nada. Sin embargo, si quiero ser sincera, creo que solo estaba proyectándome, pues la que estaba rara era yo, cada vez sentía mi vulva más sensible y más mojada, quería verga y la quería ya. Al final acabé por enojarlo con mi actitud.
– Bueno… ¿qué? – me dijo con brusquedad.
– ¿Qué de qué? – le respondí poniéndome roja y haciéndome la tonta.
– Esas miraditas… ¿está esperando que me le tire encima? – guardé silencio clavando la vista en el suelo – Mire, lo que pasó ayer fue algo que no esperaba, nunca imaginé meterme en un juego de ese tipo con el Ko… y esa noche no imaginaba que… que… bueno…
– …que yo fuera tan puta… – dije resignada.
– No, no era eso lo que quería decir…
– ¿Y qué más podía decir? – tomé la palabra – Mire, a mi no me obligó nadie… yo conozco bien a Carlos, y aunque es muy terco sé que se habría detenido si yo hubiese sido más firme… pero no lo fui… y sobre su pregunta… – volví a bajar la mirada avergonzada y rindiéndome al fin – pues…
– ¿Qué?… ¿qué pregunta?
– Usted sabe “qué pregunta”… “¿está esperando que me le tire encima?”… y la respuesta es si… – entonces perdí el control de mi misma e hice algo que no imaginé hacer jamás… por lo menos con alguien que no fuera Carlos. Me puse de pié, me abrí la bata y la dejé caer.
Ricardo se quedó frío y de nuevo con cara de idiota, incrédulo y casi conmocionado, viendo a la novia de su mejor amigo totalmente desnuda, sentada en la sala de su casa y ofreciéndosele como una perfecta perra ninfómana. La verdad es que no le estaba poniendo los cuernos, sabía muy bien que era solo cosa de tiempo para que Carlos me convenciera de coger con otro. Solo estaba adelantándome a sus planes. No tardó mucho en volver a la normalidad, rápidamente se sentó a mi lado pero aun sin atreverse a ir más allá a pesar que el pantalón ya casi le estallaba. Fui quien tomó la iniciativa y le comencé a acariciar la pierna, aunque todavía muy tensa y sin poder despegar los ojos del suelo… me desconocía yo misma.
El me dejó hacer y yo inicié en su rodilla y poco a poco fui subiendo hasta empezar a acariciarle la verga por encima del pantalón, encontrándola parada y dura tal y como la esperaba. Entonces subí la mirada, mi cara ruborizada se encontró con la suya, igual de ruborizada, le esbocé una leve sonrisa y susurró algo para mi misma: “¿qué me hiciste Carlos?” mientras me acercaba para besarlo. ¡Qué rico besaba ese hombre! Sus labios eran suaves, menos carnosos que los de Carlos pero más tiernos y delicados… ¡mi libido se elevó más todavía!
Ricardo era un joven 18 años y de apariencia normal, tirándole guapo (tengo que admitirlo). Era delgado y con cuerpo atlético por los deportes. Su cabello era negro rizado que usaba corto, sus ojos cafés claros y su piel morena, con un rostro varonil aunque de rasgos finos. Además estaba armado con una verga soberbia que más adelante averiguaría que era de 23 cm y bastante gruesa, aunque no tanto como la de mi novio, pero si más larga. Además poseía 2 pesados huevos.
Rápidamente empezó a perderme el respeto y también me tocó, probó el tacto de la piel morena de mis muslos, firmes y rotundos como un par de columnas. Me sintió suspirar mientras nuestros labios estaban unidos y yo tenía los ojos cerrados. Él continuó acariciándome y subiendo cada vez mas que sus dedos al fin se encontraron con la delicada piel de mi feminidad, totalmente afeitada.
Me encantó esa caricia, tanto que le tomé la mano a Ricky y comencé a guiarla, apretándola contra mi vulva que se iba mojando cada vez más. Pronto logró meterme 2 dedos entre la vagina y empezó a realizar el conocido movimiento de pistón con el que logró enloquecerme un poquito más todavía. Comencé a gemir, poniendo los ojos en blanco y mordiéndome los labios, notando claramente cómo mi sexo se iba inundando y como aumentaba mi temperatura.
Tuvo la intención de hacerme acabar pero lo detuve, lo empujé hasta dejarlo boca arriba en el sofá y comencé a acariciarlo. Él cerró los ojos mientras mi delgada mano recorría su cuerpo, iniciando en sus piernas y subiendo lentamente hasta llegar a su sexo. Le bajé el cierre suavemente y metí mi mano entre su pantalón, encontrando su caliente y ansiosa verga. Sentí que su respiración se agitaba, entonces abrió los ojos y me vio bajando lentamente, llevándomela a la boca, pero metiéndome solo la puntita.
Se la chupé muy suavemente, como si fuese un caramelo, lamiendo y succionando al mismo tiempo mientras le masajeaba el tronco frotándolo vigorosamente. Empecé tímidamente, pero tras unos minutos ya se lo hacía como toda una profesional, si algo me había enseñado Carlos era a mamar una verga como una auténtica puta. Pronto me la tragaba como siempre se lo hacía a mi novio, con la diferencia que la de Ricky era menos gruesa, por lo que tragármela se me hacía más fácil. Incluso llegué a lamerle los huevos varia veces con su pene trabado en mi garganta.
Por su parte, Ricardo me metía mano por todos lados y me agarró las tetas, tomó uno de mis morenos y puntiagudos pezones, en medio de mis oscuras y anchas aureolas, y se puso a acariciarlo lentamente con movimientos circulares y apretándolo con sus dedos. Yo siempre he tenido los pechos muy sensibles, el menor roce me transmite sensaciones muy placenteras, por lo que sus caricias me obligaron a sacarme la verga de la boca para gemir y pedir más.
– ¡¡¡AAAAAHHHHH, Ricardo, sos muy bueno, AAAHHHHH, qué ricoooohhhh!!!
Ricky se paró, me rodeó con sus brazos y me besó apasionadamente. Luego me tomó las tetas y se las llevó a la boca, me las chupó con fuerza y me mordisqueó suavemente los pezones. Me di cuenta que disfrutaba mucho jugando con ellas, le encantaba sentirlos en su boca. Mis gemidos aumentaron, le pedía que me las chupara y apretara con más fuerza, y él dándose un festín con las chiches de la novia de su mejor amigo. Se detuvo un momento y se puso de pié para sacarse la ropa, en un santiamén quedó empelotado igual que yo… mmmm, estaba bastante bueno, la verdad. Al mismo tiempo me senté a mis anchas en el sofá y quedé con las piernas muy abiertas y ofrecida a él. Apenas vio mi rasurada cuca y se lanzó sobre ella, arrodillado en el suelo se puse a lamérmela sin prisas.
¡Oh, qué placer, que boca, qué lengua! Definitivamente compartía con Carlos mucho más que la amistad. Recorría mi vulva empapada y caliente con la legua y los labios y me acariciaba el clítoris con los dientes sin morderlo, lo “roía” delicadamente. Al mismo tiempo me se bebía mis abundantes jugos que ya se me estaban saliendo a chorros, era un maestro. Yo le aprisioné la cabeza con mis manos y lo apreté contra mi sexo, completamente abierta de piernas para darle todo el espacio que necesitara me entregué al placer y alcancé un intenso orgasmo que Ricardo se tragó completo.
– ¡¡¡AAAHHH, AAAHHH, AAAAAYYYYYYGGGGHHHHHHH!!! ¡¡¡¡AAAAAAHHHHH, QUE RICO, QUEEEERRRIIIIICOOOOUUUGGGHHHHH,!!!! – me revolvía como un gusano y le aprisionaba la cara contra mi sexo chorreante con fuerza, casi no lo dejaba respirar.
Aparentemente mi orgasmo enardeció a mi anfitrión y aumento su calentura hasta que casi perdió el control, pues con un brusco empujón se separó de mi, que aun no había terminado de agitarme enloquecida. Me separó las piernas y las levantó y así me penetró sin ninguna contemplación. Inesperadamente me sentí completamente llena hasta el fondo, abrí los ojos como platos, irritados y vidriosos, y los clavé en él sin dejar de gritar, su súbita penetración prolongó mi clímax.
– ¡¡¡¡UUUOOOOGGGHHHH… DIOS MÍO… OOOOOGGGGHHHHH!!!! ¡¡¡¡PARTIME POR LAAAAAMIIIITAAAAAADDDDDGGGGHHHHH… AAAHHHH!!!! – le pedía entre gritos.
Mi anfitrión se hartó de apalearme una y otra vez, con furibundas embestidas que me llegaban hasta el fondo mientras me levantaba las piernas en el aire, bien sujetas de las pantorrillas. Mis pequeños senos morenos se mecían con violencia con cada embestida, entre gritos yo misma me los tomé y empecé a restregármelos con fuerza y a pellizcarme y jalonearme los pezones.
Podía ver en su rostro que para él aquello era extraordinario, lo mismo para mi. Aun no había salido de un orgasmo cuando me sobrevino otro, como si mi clímax se hubiese prolongado indefinidamente y mi calentura hubiese aumentado a niveles más allá de nuestra comprensión. Yo no dejaba de gritar ni de pedirle más, mis ojos, muy abiertos, brillaban con vehemencia y un deseo que por más que trataba no lograba controla y que, es más, iba aumentando exponencialmente. Ricardo me cambió de posición rápidamente, me puso de costado hacia el respaldo mientras él se tendía detrás. Me levantó la pierna izquierda y me volvió a meter la verga. Se aferró a mis tetas desde atrás y me las apretaba y tiraba tan fuerte que me lastimaba. Pero yo en vez de quejarme y protestar me excité más.
– ¡¡¡MAS, MAS, MAAAASSSGGHHHH… AAHH, AAHH, OOHH!!! ¡¡¡ME ENCANTA RICKY, ME ENCANNNNNTAAAAGGGHHHH, OOOHHH!!!
– ¡¿Te gusta que te domine, perra?! – me preguntó, jamás lo había escuchado con ese tono pero me encantó, me dio mucho morbo que me tratara y sometiera de esa manera.
– ¡¡¡¡SSSSIIIIIIIIIIIIHHHHHH, ME ENCANTAAAAAHHHHHHH!!!! ¡¡Someteme más, dame más Ricardo, HOY YO SOY TU PERRA, TU PEEEEERRRRAAAAGGGHHHHH!!
Poco a poco, la fuerza de sus embestidas me fue empujado hasta que quedé boca abajo y él encima mío. Yo misma me abrí las nalgas con las manos para que me pudiera penetrar sin problemas. Y así lo hizo, mi anfitrión comenzó a darme duro de nuevo, estrellaba con violencia sus caderas contra mi gran trasero, redondo y mullido, apoyado sobre sus brazos estirados mientras yo mordía el asiento, gritando desaforadamente. Ricky gozaba como un loco montándome, pero ya no podía seguir más.
– ¡¡¡YA CASI, YA CASI SASHA, VOY… VOY… AAHH, AAHH, VOY A ACABAR!!! – me dijo.
– ¡¡¡DALE, DALE, LLENAME DE LECHE HIJUEPUTA, PREÑAME INFELIZ… AAAHHH, AAAHHH!!! ¡¡¡ LLÉNAME DE LEEEECHEEEEEHHHHH!!!
– ¡¡¡¡AAAAAAAHHHHHH, SAAAAAASHAAAAAAAGGGGHHHHHH, AAAAHHHHH!!!! – me sacó la verga de adentro y acabó en medio de un fuerte y violento estertor, derramando grandes chorros de blanca y espesa esperma sobre mi culo y grupa.
Los 2 quedamos agotados, cubiertos en sudor y jadeando casi sin aire, sentía que mi corazón se me quería salir por la boca. Ricky perdió el equilibrio y cayó estrepitosamente al suelo mientras yo me quedaba igual, con los ojos cerrados y mi rostro de putita aun congestionado por el placer. Perdí la noción del tiempo y hasta en donde estaba y me entregué al dulce sopor post-coital que siempre me venía. Me habría encantado quedar profunda y plácidamente dormida, pero tuve que abrir los ojos y ver hacia el ventanal… un desgarrador grito salió de mi garganta cuando me topé con un rostro que nos observaba atentamente desde el jardín… ¡era su madre!
Continuará…
Garganta de Cuero.
Pueden mandarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.