Carlos, mi Semental 11
La noche llega a su fin, y mientras me quedo tendida, desnuda, sobre el fuerte pecho de mi amigovio, soy conciente que nada volverá a ser como era antes (Trío, exhibicionismo, dominación solapada y sexo oral).
Carlos, mi Semental
XI
Quedé en blanco, sumida en una relajación profunda y en una deliciosa sensación de comodidad. Estaba conciente de lo que había hecho, de hasta qué punto me había rebajado y que luego los remordimientos me torturarían, pero no quise pensar en eso, preferí estar en ese dulce sopor. Adelante estaba Ricardo con su enorme pene descansando sobre su regazo, junto a mi, aun entre mis piernas, mi amante se entretenía esparciendo su semen sobre mi cuerpo. Si, estaba satisfecha y tranquila y nada me sacaría de ese estado… por lo menos no hasta que fui conciente que aun estaba desnuda, dentro de un carro en medio de la nada y, de paso, cubierta de semen… ¡mierda, cómo funciona la conciencia!
– Carlos… necesito bañarme… – le dije al oído, totalmente desnuda, roja de vergüenza y tratando de taparme con las manos. No me atrevía a vestirse pues podía llenar de semen mi vestido.
– Si, si… vaya… Ricky, vonos a mi casa porfa… – dijo Carlos.
– Vaya vos… – le contestó Ricardo y emprendimos el viaje de regreso.
Hice lo imposible por no pensar en nada en el camino, aunque a medida que mi calentura bajaba, mi conciencia crecía y con ella la resaca moral, acabé sintiéndome muy mal unos 5 minutos antes de llegar y con un nudo en la garganta, no podía creer lo que había hecho. Por suerte el lugar de la fiesta no estaba muy lejos de la casa de mi novio, así que en menos de 15 minutos estuvimos allí.
En cuanto Ricardo metió el carro al garaje salí corriendo al baño de Carlos, tapándome como pude, y me metí bajo la regadera, entonces me quebré, me sentí sucia y acabé llorando, preguntándome una y otra vez cómo caí en esto. Lo dejé hacerme lo que se le dio la gana, me convertí en el juguete sexual de 2 hombres. De Carlos ya lo era y ya casi me había resignado, pero de Ricardo… ¡Ricardo, ese hijo de puta pervertido de mierda que tan mal me caía! ¡Le hice una paja, Dios mío! ¡Y mientras Carlos me cogía frente a él, por Dios! ¿Qué me estaba pasando, por qué no me podía detener, qué me dio Carlos para volverme así… en qué me estaba convirtiendo?
Justo en ese instante Carlos entró y me abrazó, y yo rompí en un llanto incontrolable sobre su hombro. Creí que luego de la pérdida de Alex y de Arla no volvería a llorar como lo hice esa noche, pero así fue, lloré a cántaros y me desahogué con él, que no trató de hacerme nada, se limitó a abrazarme con ternura. Fue un duchazo rápido, solo para limpiarme, luego me sacó envuelta en una toalla y él con una bata. Bajamos a la sala y nos sentamos en un sillón en total silencio, fui yo la que lo rompió.
– Carlos… decime… ¿en qué me he convertido? – no me contestó, hizo como si no me entendió – Yo antes era una chava muy recatada y correcta… ahora me dejo coger por vos como se te de la gana… y hasta frente a un amigo tuyo… ¿en qué me convertí?
– En nada… solo sos vos…
– ¿Oíste algo de lo que te acabo de decir?
– Si, si… pero es que así es, no te convertiste en nada, solos sos vos…
– ¡O sea que soy una perra desde el momento que nací! – mi agresiva mirada inyectada de ira hizo que pensara muy bien qué responderme.
– Mirá… vos sabés como pienso… el bien y el mal es solo una variación entre cosas buenas y malas.
– Entonces, según vos, el mal no existe…
– No, no es eso… mirá, miralo como el blanco y el negro. La gente cree que las cosas tienen que ser o blancas o negras, y esas son muladas, porque todo viene siempre en tonos de grises. El mal si existe, pero muchas veces depende de cómo lo tomés vos. Lo que hiciste hoy no te hace una mala persona, es simplemente parte de ti, una parte que nunca había salido y que salió hoy.
– Qué fácil se oye… pero yo nunca había hecho cosas así, jamás me había portado como un objeto, ni había disfrutado tanto tampoco… – Carlos solo se encogió de hombros – ¿Seré normal?
– Totalmente… lo que pasa es que el resto de la gente son unos reprimidos de mierda, pero en el fondo a todos les habría gustado hacer lo que hicimos hoy.
– Pero es que… yo… ¡yo todavía sigo mojada queriendo más! – dije finalmente y estallando en llanto nuevamente, la vergüenza me estaba matando.
¿Qué me estaba pasando, acaso no había tenido ya suficiente? Sentía mi vulva inflamada, al rojo vivo, palpitándome como si me suplicara por otra verga. Además la sentía empapada, inundada de jugos. ¿Por qué, en qué me transformé? ¡No era posible que aun quisiera más, ¿dónde estaba el límite?! O tal vez era como Carlos decía, que esto no era nada más que una parte de mi que tenía escondida muy adentro de mi inconsciente, quizás desde el principio siempre fui una mujerzuela.
– Carlos… ¿y mi ropa? – le pregunté.
– Uy… creo que se quedó entre el carro…
– ¿Me la traés?
– Fijate que le pedí al Ricky que se fuera a traer a mi hermana y sus amigas.
– ¡Carlos, ¿entonces qué putas me voy a poner yo?!
– ¡Tranquila, tranquila, que aquel va a regresar! Y si no igual vos tenés permiso de dormir afuera y mis papás no van a volver hoy!
– ¿Y tu hermana?
– La Adri se va a quedar en la casa de Ricky… es como uña y mugre con la Majitos…
– ¡Carlos, ya tuve suficiente de que el Ricky me esté viendo desnuda!
– Tranquila, te metés a mi cuarto cuando venga y ya… – volvió a abrazarme – pero no creo eso de que ya tuviste suficiente… vos nunca tenés suficiente. – con un rápido movimiento me arrebató la toalla con la que me cubría y yo, obviamente empecé a luchar con él otra vez.
Comenzó a sobarme las nalgas y los senos mientras yo seguía forcejeando inútilmente. Por otro lado tampoco podía ignorar el hecho de que aun estaba mojadísima… y que probablemente iba a ponerme peor en breve. En el fondo ya sabía que igual terminará aceptando y que, además, gozaría como una perra. Y así fue, empezó a hacerme una vigorosa paja y pronto mis protestas bajaron de tono hasta que cesaron y me entregué a las caricias que, una vez más, me estaban poniendo al rojo vivo. De hecho pronto los 2 nos metíamos mano impetuosamente y nos besábamos con brusquedad, casi a mordiscos
Mi novio bajó un poco y comenzó a chuparme las chiches y a manosearme por todos lados, sus labios se adherían a mis oscuros pezones, los chupaba y mordía sin mucha delicadeza mientras yo gesticulaba mi placer. En un momento de efímera lucidez reflexioné sobre lo caliente que estaba y me impresioné yo solita, me sentía tensa y me movía torpe y sin coordinación, así de excitada estaba. Le apretaba el culo con fuerza, casi le arañaba las nalgas y le frotaba vigorosa y ansiosamente la paloma. Lo mismo él, que me agarraba de mi turgente y firme trasero y me metía una mano entre las piernas para restregarme el sexo, arrancándome largos gemidos de satisfacción y suspiros profundos. Entonces yo misma interrumpí las acciones cuando, con voz áspera y agresiva, y casi como un grito ahogado, le dije:
– ¡Carlos… cogeme ya!
– ¿Qué… no te oí, qué querés? – me respondió haciéndose el tonto.
– ¡¡¡que me cojás ya imbécil!!! – le repetí, separándome de él con un violento empujón, estaba tan caliente que prácticamente le exigí que me cogiera.
Me subí al sofá y me senté en el respaldo con los pies sobre el asienta abierta de piernas, frotándome la vulva enrojecida e inflamada (además de brillante de tantos líquidos que le brotaban), mostrándosela para provocarlo. Y tuve éxito, él me tomó con tosquedad de los muslos y me penetró de un solo golpe.
– ¡¡¡AAAAAHHHH, OOOOOHHHH!!! ¡¡¡Dame duro Carlos, DUROOOOOHHHHHH!!! – ¡qué cosa tan increíble era tener esa tremendamente gruesa y larga tranca entrando dentro y saliendo de mi!… literalmente me hacía ver estrellas.
Era tanto el ímpetu y la potencia de sus acometidas que resbalé y quedé apoyada del respaldo apenas por los codos mientras él me taladraba sin piedad. Cada golpe de sus caderas se escuchaba como un fuerte aplauso y hacía que todo mi cuerpo se estremeciera, al tiempo que me mojaba en sudor. Cada músculo de mi cuerpo estaba tenso, tan solo mis suaves senos se mecían y zarandeaban libremente sobre mi pecho. Yo gemía y gritaba roncamente, con los ojos cerrados y el rictus congestionado. Estaba tan caliente que tardé una nada en alcanzar un ruidoso orgasmo.
– ¡¡¡¡CARLOS, CARLOS… CAAAARRRRGGGGLOOOOSSSSSGGGGGHHHHH!!!! – comencé a estremecerme y a gritar frases inconexas y palabras ininteligibles, mi novio tuvo que tomarme de la cintura para que no me cayera, atrayéndome hacia él. Siguió cogiéndome de pié.
– ¡¡¡Dale Sasha, orgasmeate perrita mía!!! – me decía.
– ¡¡¡SI, SI, MÁS, MÁAAAASSSGGGGHHHH!!! ¡¡¡AAYYY, AAYYY, AAAAAHHHHHHH!!!
Carlos me tenía firmemente sujeta de las nalgas con una mano y de la espalda con la otra, yo me aferraba a su cuello y con las piernas le rodeaba la cintura. Cogíamos con tanta intensidad que de pronto tropezó y caímos en un sillón, donde comencé a cabalgarlo desbocadamente mientras el me chupaba y mordía los senos y me manoseaba. Yo berreaba con el cuerpo echado hacia atrás y me sostenía con los brazos en sus rodillas, él me lamía el cuello y la cara y me metía la lengua entre la boca, embistiéndome desde abajo y elevándome violentamente. En una de esas volteé hacia atrás y me topé con Ricardo (¿y con quién más?), parado junto a nosotros y viéndonos absorto con cara de idiota.
– ¡Mierda Ricardo! – mi primer reacción fue levantarme y taparme, pero Carlos no me dejó, simplemente me sujetó con fuerza y siguió taladrándome.
No pude levantarme y taparme, pero a diferencias de la primera vez el placer que me estaba dando mi novio no disminuyó un gramo, al contrario, aumentó. Entonces hice algo que el otro no se esperaba, sencillamente no dije nada y me dejé llevar, seguí cogiendo como si nada. Bueno, no “como si nada”, ahora volteaba involuntariamente a cada rato para verlo. No podía creerlo pero tuve que aceptar la verdad, su presencia ya no me incomodaba, ahora me estimulaba… ¡infelices, me estaban pervirtiendo! Ahora mi mirada era de una profunda excitación, sentí que entraba en una especie de transe, a partir de ese momento, cuando mis ojos se clavaban en Ricky era para aumentar mi calor y placer. Y lo demostré acabando por segunda (o enésima) vez en la noche.
– ¡¡¡OOAAAHHH, OOAAAHHH, AAAAAYYYYYGGGHHHHHHH!!! ¡¡¡¡CARLOSSSGGHHH, AAAAAAAHHHHHHHHHH!!!! – mis saltos sobre mi novio se volvieron frenéticos y violentos, literalmente estaba rebotando sobre él, ensartada con ese gran tolete hasta el fondo.
– ¡¡¡YA CASI SASHA, YA CASI PERRITA, YA, YA, – me dijo él con el rostro congestionado, estaba a punto – YA, YAAAAAYYYYYYYHHHHHH!!! – gritó… más no de placer.
– ¡¡¡VOS TODAVÍA NO PODÉS TERMINAR, INFELIZ!!! – le espeté irritada y caliente, viéndolo con ojos feroces ojos y una mano estrujándole cruelmente los huevos para cortarle el clímax. ¿Qué se creía ese cabrón?, ahora era yo la que quería más y aun no estaba dispuesta a dejarlo terminar.
Je, je, aun en medio de mi enajenación lo desmonté y solté sus adoloridos testículos, el pobrecito se los tomó con las manos lamentándose en voz baja y con la erección perdida. Medio temblando (aun estaba orgasmeándome) me planté frente a un intimidado Ricky desnuda, enrojecida y cubierta de sudor. Y entonces, ante su incredulidad y asombro, y con la misma mirada que le dediqué a su amigo momentos antes, le ordené que terminara de entrar y que cerrara la puerta.
– ¡¿Se va a quedar allí parado con cara de idiota?! ¡Cierre la puerta y termine de entrar de una puta vez, me basta con un solo mirón hijueputa, no necesito que nadie más se apunte! – obviamente Ricardo obedeció al instante, pero apenas podía creerlo – ¡Carlos, que se te pare esa mierda que yo todavía no he terminado! – la mirada de mi novio era un poema, jamás lo había visto tan desconcertado, mucho menos con esa expresión de temor en sus ojos.
Carlos todavía se cubría los huevos adolorido y la erección se le había bajado por completo, así que decidí ayudarlo. Me puse en 4 en el suelo y empecé a mamarle la verga, inicié con un lametón por todo lo largo de ese pene medio dormido, luego vino otro y otro más, estaba tan alterada que hasta me puse a saborear mis propios jugos con deleite. Logré poner a palpitar esa verga rápidamente, pero aun no empezaba a crecer, así que rodeé el glande con los labios y me puse a succionarlo simultáneamente que lo acariciaba con la punta de la lengua, eso hizo que Carlos pusiera los ojos en blanco.
Esa mamada no era como las de otras ocasiones, mi actitud era otra, aunque estaba ardiendo no se lo hacía enloquecida y desaforadamente, al contrario, se la mamaba despacio y con esmero. Y la razón era Ricardo, estaba exhibiéndome para él. No podía ser de otra manera, esa desesperante lentitud, esa prolijidad, esa cara de satisfacción. Además estaba en 4 con el culo levantado y la espalda arqueada, con Ricky justo detrás de mi… ¡incluso lo meneaba para que me lo viera mejor!
Poco a poco esa verga fue poniéndose dura dentro de mi boca, algo que me encanta sentir. Mis labios iban abarcando más poco a poco, cada vez me la metía más adentro y me ponía más roja y empezaba a derramar lágrimas por el reflejo vomitivo. Hasta que, finalmente, empecé a hacer gárgaras con esa cosa metida hasta el cogote. Carlos, gozaba intensamente, casi no podía mantener los ojos abiertos y me decía cosas constantemente, impresionado de mi transformación.
– ¡¡¡AAAAAHHHHH, SASHA… qué bueno está esto, perra!!! ¡Vos Ricky, sentate y hacete una buena paja mano, no seás aburrido! – Ricardo no encontró razón para no hacerlo, así que se sentó frente a nosotros y liberó su rígido garrote.
Desde su asiento contemplaba mi espléndido culo, con sus nalgas enormes y firmes, que por la posición quedaban entreabiertas y le mostraban la gran dilatación que aun tenía mi inflamada y enrojecida vulva y el oscuro agujero de mi ano. Al mismo tiempo se frotaba lenta y parsimoniosamente su enorme verga, dándose placer sin ninguna prisa y haciéndome agua la boca a mi… ¡si, se me antojó su verga también! Seguimos así por un rato hasta que me puse de pié y me apoyó en una pared, con el culo bien parado y las piernas separadas, asegurándome de darle una vista perfecta a Ricky. Carlos se fue detrás de mi y me penetró con furia y me empezó a dar duro
– ¡¡¡AAHH, AAHH, AAHH… CARLOS, CAAARRRRLLLLGGGGGSSSS!!! – estaba enloquecida de gozo y de lujuria y gritaba y pedía más y más, balbuceando y sin poder pronunciar bien.
– ¡¡GOZÁ PERRA, GOZÁ ESTA COGIDA QUE TE ESTOY DANDO… PERRRRAAAA!! – mi novio me embestía con más fuerza y violencia cada vez.
Con una mano me asía fuertemente del cabello, con la otra me agarraba de las caderas o me nalgueaba con fuerza, lo que estimulaba más aun mi delirante placer. Yo no dejaba de chillar ni de pedir más, mis pequeños senos se sacudían impetuosamente, de mi rostro congestionado y ruborizado caían gruesas gotas de sudor y de mi boca abierta y vociferante caían babas en abundancia.
De nuevo los sorprendí y a mi misma, con un movimiento súbito me quité de encima a mi amante y me tiré al suelo en pose de perra con la cara a un palmo de distancia de la tranca tremendamente dura y excitada del amigo de mi novio. Carlos vino y continuó cogiéndome acuclillado y agarrándome del pelo con fuerza. Ricardo no se movía ni dejaba de verme asombrado, y yo lo miraba a él con ojos lascivos, fijos y penetrantes, cargados de mi inconmensurable excitación y movidos por un incontrolable ímpetu, era una cara de puta. Carlos se dio cuenta y empujó mi rostro hasta que topé con el pene de su amigo…
– ¡Dale Sasha, dale una mamada al Ricardo, enseñale lo rico que lo hacés y lo puta que sos! – me dijo.
Abrí la boca y engullí más de la mitad de aquel pene al mismo tiempo que clavaba los ojos en su rostro con una mirada aun más sucia que la que tenía. ¡Mierda, ¿es que mi lujuria y locura ya no tenían límites?! Carlos se puso a “manejar” mi mamada, levantando y bajando mi cabeza al ritmo de sus embestidas… o sea que la mamada era infernalmente rápida, profunda e intensa. Más de la mitad de ese pene desaparecía dentro de mi boca una y otra vez, se me salían las lágrimas y me atragantaba constantemente, pero igual seguía succionando con fuerza y de mis ojos no desaparecía ese brillo de lujuria. Ricky estaba tan caliente, tan excitado, que no pudo aguantar mucho tiempo…
– ¡¡¡Ya, ya casi… ya casi acabo!!! ¡¡¡AAAAHHHH, AAAAHHHH, OOOOOOHHHHHH!!!
– ¡¡¡DALE HIJO DE PUTA… LLENAME LA CARA DE LEEECHEEEGGGHHHHH!!! – le grité, sacándome su verga de la boca y desembarazándome de la mano de mi novio en mi cabello. Acabó a chorros y entre gritos mientras yo abría la boca y sacaba la lengua.
– ¡¡¡¡OOOOOAAAAAAGGGGGGHHHHH… AAAAAAAWWWWWMMMMMHHHHHH!!!! – Ricardo escupió largos y potentes chorros de abundante semen que se estrelló contra mi cara, dándome en la frente y entre los ojos, por lo que virtualmente toda mi cara quedó cubierta – ¡¡¡¡DIOS MÍIIIOOOOOUUUUGGGHHHHH… AAAHH, AAAHH!!!!
– ¡¡¡¡PERRA, PERRA… PEEERRRRAAAAGGGGGHHHHH!!!! – pletórico y congestionado, Carlos sacó su pene de mi interior y acabó a chorros también, pintándome de blanco la espalda.
Los estremecimientos del clímax hicieron que Carlos me soltara, yo me encogí en el suelo en posición fetal, con una mano metida y apretada entre mis piernas y la otra pellizcándome fuertemente los senos. Tenía los ojos cerrados y en blanco, estaba trabada en medio de un potentísimo orgasmo que no acababa nunca. Finalmente quedé en el suelo, en medio de un charco de semen y semi inconsciente, aun en medio de los últimos estertores de esa locura tan larga como estremecedora.
Realmente no sabría decir que pasó después de eso, caí en una especie de sopor, no estaba dormida o inconsciente, pero tampoco estaba despierta. Percibía todo lo de afuera como un eco ajeno a mi, como cuando uno cierra los ojos en el cine y se queda solo oyendo la película. Pero en medio de ese caos… de ese sereno y perfecto caos que era mi cerebro, pude distinguir la voz de mi novio.
– Ricardo… mano… ¿te puedo pedir un favor?… ¿Podrías limpiar este charco mientras la llevo al baño? – sentí que 2 brazos poderosos me levantaban del suelo con una suavidad y una delicadeza que hicieron que casi no reconociera a Carlos.
Me metió a su ducha tibia de nuevo, limpió mi cuerpo y mi cara de semen y luego se metió conmigo en la cama. No dijo nada, pero para mi las palabras habrían estado de más, fue más que suficiente con la enorme ternura que me mostró. Ricardo subió al poco tiempo y nos encontró juntos entre las frazadas.
– “Toc, toc”… ¿Se puede?…
– Pasá mano… – le respondió Carlos. Estaba medio dormida y tremendamente cómoda, pero me di cuenta de cómo se nos quedó viendo… aunque sin morbo. Me hallaba acurrucada sobre el pecho de Carlos, cubierta por una frazada de la cintura para abajo, los 2 totalmente desnudos.
– Bueno… esteeemmm… solo quería despedirme…
– Vaya vos, te vas con cuidado… llevate mi carro y mañana me lo traés, ¿si?
– Si… vaya mano… – solo lo vi con los ojos medio cerrados, pero sin incomodidad o molestia, nada, como si me hubiese dejado de importar – Bueno… entonces me voy, que pasen buenas noches…
– Órale mano… con cuidado… y ahí te encargo a esa babosa… – le dijo Carlos refiriéndose a su hermana Adriana.
– Vaya vos… adiós Sasha… – y se fue… yo solo le dediqué una tímida sonrisa.
Continuará…
Garganta de Cuero.
Pueden mandarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.