Carlos, mi Semental 10

La noche continúa y yo sigo enfiestada por Carlos... y por su mejor amigo (Sexo hetero, exhibicionismo, dominación solapada, trío y masturbación).

Carlos, mi Semental

X

–      No te enojés amor, pero tenés que aceptar que fue bien divertido… ¡la cara que puso el pobre!

–      ¡“la cara que puso el pobre” será mi culo! ¡Los 2 son iguales, están hechos el uno para el otro, un par de degenerados mierdas! ¡Con razón son tan buenos amigos! – y por toda respuesta solo recibo una enorme risotada por parte del idiota de mi novio que me puso más para balazos.

Carlos no me dijo nada más, solo se alejó un par de metros riendo como tonto y mirándome de reojo, parecía que le encantaba verme echando chispas. Vi como se dirigió a su armario y sacó un pantalón y una camisa rosa que le quedaba muy bonita… ¡él todavía pretendía ir a la fiesta como si tal cosa!

–         ¡Y todavía pretendés ir a la fiesta como si tal cosa!

–         Pues si… ni modo que ya no vayamos…

–         ¡Ni se te ocurra pensar que me voy a ir en el mismo carro con Ricardo Centeno! – me senté en la cama ahogada en indignación y crucé las piernas.

–         Pero amor, fue un accidente, de seguro que el Ricky ni siquiera sabía que estabas aquí conmigo.

–         ¿Y qué no sabía que yo también iba a ir?

–         Se le olvidó de seguro, ese siempre anda en la luna…

–         ¡Ay, qué conveniente!

–         No, de verdad… mirá, aquel subió como si nada porque hemos sido amigos desde hace años y así es la confianza que hay. Mi mamá lo quiere como si fuera otro hijo y en la suya me adoran igual…

–         …y también es coincidencia que me hubiese visto desnuda, ¿verdad?…

–         Pues si, también… – puse los ojos en blanco y siseé molesta.

–         ¡Pero me vio desnuda y hasta peló los ojos como bolas de billar!

–         ¿Y quién no se iba a quedar viéndote con cara de idiota? Casi siempre que estoy contigo cargo esa misma cara, je, je, je. Además amor, – se me acercó con brillo lujurioso en la mirada – también te gustó que ese cerote se quedara mula al verte, ¿o no? – quise replicarle pero me tapó los labios con un dedo – No me negués que te conozco… además una parte de ti sí se puso muy emocionada. – no pude evitar que uno de sus dedos, tras un veloz movimientos, se internara en las profundidades de mi sexo, encontrándolo (¿cómo no?) mojado y provocándome un estremecimiento de placer.

Me dejó y se alejó sonriendo cínicamente, se llevó el dedo intruso a la boca y se chupó mis jugos como si fuesen miel,  luego se comenzó a vestir. Y yo, aunque aun hervía en indignación, respiré profundo y empecé a arreglarme también, de nuevo me convenció, aunque igual no servía de nada pelear con él. Me sequé cuidadosamente y me vestí, me puse un conjunto negro de hilo dental y sostén de encajes, strapless y semitransparente, de inmediato puso cara de perro famélico. Me puse un vestido negro de tirantes y escotado que me quedaba como un guante, marcándome perfectamente las caderas y mi estrecha cintura. La falda no era demasiado corta, tampoco era parecer puta en una fiesta de 15 años.

Así emprendimos el camino hacia la fiesta en el carro de Carlos, él y yo adelante y Ricardo en el asiento trasero con cara de idiota. A este último lo veía con cara de muy pocos amigos y no le dirigí la palabra en todo el camino. Carlos, por su parte, seguía con la misma sonrisa tonta. Primero pasamos a casa de nuestro indeseado acompañante por su hermana, por la hermana de Carlos y otras 2 niñas. María José, o Majo, la hermana de Ricardo, iba “echada a perder” de bella y sensual.

–         Majitos… – la muchacha volteó a ver a su hermano – y… bueno… ¿no te podés cerrar un poco el escote? – me hizo mucha gracia, pues se le notaba que no estaba de acuerdo con el escote de su joven (tenía 14) y curvilínea hermana, pero que tampoco quería armar un lío frente a mi.

–         Mama me vio salir vestida así y no me dijo nada Ricky… – le replicó, llevaba un largo vestido color marfil pegado al cuerpo, con un generoso escote que descubría bastante de sus grandes senos.

–         Bueno pero… es que… hay frío… – a mi lado vi a Carlos tragarse una sonora risotada y detrás de él a Adriana, su hermana, poniendo los ojos en blanco en señal de fastidio.

–         ¡Pues yo no tengo frío! – Ricardo no dijo nada más aunque se quedó muy inconforme… y yo tratando de aguantar la risa igual que mi novio.

Pasamos dejando a las niñas a su fiesta y luego llegamos a la nuestra, en el Club de Oficiales, sitio de moda para celebraciones en aquellos tiempos. En cuanto entramos al salón tomé de la mano a Carlos y me lo llevé a la pista, perdiéndonos entre toda la gente y dejando a Ricardo solo… algo que me tenía sin cuidado obviamente. Nos pusimos a bailar, Carlos era muy bueno y yo no me quedaba atrás, y como pusieron salsa pronto estábamos recorriendo la pista como 2 trompos.

Me la estaba pasando súper, bailar con ese hombre era casi tan bueno como coger (perdonen, es que me encanta bailar) y aunque aun estaba muy molesta rápidamente terminé perdida entre sus brazos como siempre que me encontraba a su lado. Sentía el calor emanando de nuestros cuerpos pegados y la lujuria que flotaba alrededor de nosotros como un cálido y espeso vaho de gusto dulzón. Carlos me besó suavemente, apenas rozando mis labios con los suyos y eso fue suficiente para despertar mi exacerbado deseo sexual. Literalmente sentí una urgencia incontrolable de ser poseída por ese semental.

–         Vamos a caminar afuera un rato. – me propuso y yo comprendí en el aire lo que se proponía.

–         Solo dame tiempo para ir al tocador. – le dije.

En el baño hice lo que necesitaba hacer y de paso comprobé lo caliente que estaba, estaba chorreando. Salí con Carlos de la mano a “caminar inocentemente” bajo el manto de la noche, pero fuimos al carro directamente, estacionado en un sitio apartado y estratégicamente elegido, despacio y platicando como si nada. Me besó con pasión junto a la puerta del copiloto y sus manos empezaron a recorrer mi espalda descubierta. No perdió el tiempo y rápidamente sentí como me bajaba lentamente el cierre del vestido.

–         ¡Carlos… estamos en el parqueo! – le dije algo atemorizada.

–         No importa, estamos solos y tú lo estás deseando tanto como yo. – me respondió.

Sentí, en medio de un profundo escalofrío de placer, como mi vestido caía al suelo y quedaba en ropa interior en medio de aquel parqueo oscuro. Una fría corriente de aire me acarició la espalda al tiempo que él me lamía y besaba el cuello. Sentí mi entrepierna mojarse como nunca mientras vigilaba a mi alrededor. Tuve que admitirlo, estar medio desnuda y tan vulnerable en un sitio como ese hizo que mi sexo se derritiera en jugos y me puso muy mal.

De pronto la diestra lengua de mi novio me devolvió a la realidad, me estaba chupando las tetas y yo ni siquiera me di cuenta de cuando me quitó el brasier. Sus labios se adueñaban de mis pezones morenos y enhiestos y los succionaban con fuerza al tiempo que su lengua jugaba con ellos, se me prendía como un bebé de pecho. Al mismo tiempo sus manos me bajaron la tanguita hasta los tobillos, ahora si estaba completamente desnuda en la calle. Me metió 2 falanges entre la raja, entraban y salían de mi  interior inundado y enfebrecido, volviéndome loca de calor y doblegándome por completo a su voluntad.

–         ¿De quién sos perra?… decime…

–         Tuya… soy… soy tuya Carlos… – el placer apenas si me dejaba hablar.

–         Y si sos mía, entonces, ¿qué cosas puedo hacerte?

–         ¡Lo que… lo… lo que querrás amor, cualquier… cualquier cosa… aaaahhhhhh!

–         ¿Segura que cualquier cosa?

–         ¡Si… si… mi vida… lo que tu… cualquier cosa… AAAAAHHHHH! – en ese momento no me di cuenta, pero acababa de darle permiso para llegar conmigo muy, muy lejos aquella noche.

Carlos me llevó los dedos embadurnados de mis jugos a la boca y luego se separó de mi, entró al carro por el asiento del copiloto pero me dejó afuera. Antes de que entrara en pánico le quitó el seguro a la otra puerta y yo tuve que darle la vuelta al carro para poder entrar. “Imbécil” le dije cuando entré, pero no pude seguir hablando porque la boca se me hizo agua en el acto, ya se había bajado el pantalón y el calzoncillo, mostrándome su impresionante erección.

Aun le lancé una ultima mirada de ira antes de inclinarme sobre su tolete y tragármelo entero. Comencé a mamárselo ávidamente, tal y como siempre hacía, no lo comprendía bien pero mamarle la verga me ponía a mil. Le daba lamidas largas y lentas, recorriendo todo ese miembro duro y grueso, de la base a la punta. Y luego me prendía del glande chupándoselo en círculos, como si fuera un chupete. Al mismo tiempo él me acariciaba la raja y me metía 2 dedos, abriéndomela para recibirlo adentro. Yo suspiraba y gemía, mi novio era tan bueno usando sus dedos como su pene o su boca, era una máquina de sexo. Subí la vista un momento y vi su inmenso gesto de placer, con los ojos entrecerrados y la boca abierta, y me sentí muy satisfecha de mi misma. Así pues repetí todo el proceso desde el inicio varias veces.

Tras un rato, Carlos me tomó del pelo y me levantó con brusquedad, me besó con ardor sujetándome de la cabeza. Me gustaba su rudeza, sobre todo cuando estaba al rojo vivo como en ese momento, por calentura sería capaz de dejarme hacer cualquier cosa. Me acomodé y lo monté a horcajadas, sin importarme que alguien me pudiera ver desde el frente del carro.

Comencé una cabalgata suave y serena, haciendo círculos para evitar que el carro se balanceara mucho. También trataba de controlar mis gritos y gemidos, pero estos apenas si me los podía tragar, ya estaba gozando como condenada. Sentía como su gran pene horadaba mi cálida y suave vagina hasta el fondo, dilatándola y llenándomela por completo. Estaba gozando con cada músculo de mi cuerpo tensado. Echaba la cabeza hacia atrás y abría la boca con lo ojos cerrados, como si le suplicara algo al techo.

Tras otros 10 minutos, con mucha habilidad Carlos se pasó al asiento trasero junto conmigo, me puso en 4 con la cabeza tras el asiento del piloto (el único que estaba erguido) y volvió a penetrarme, ahora con todo. Estrellaba sus caderas contra mis nalgas con gran estruendo y zarandeando el vehículo. Además yo ya no me pude reprimir más y empecé a gemir cada vez más fuerte, mi clímax estaba cerca.

–         ¡¡¡AAAAAAHHHHHH, AAAAHHHHH!!! ¡¡¡¡MI AMOR, AAAAMOOORRRRGGGGHHHH!!!! ¡¡¡¡AAAAAYYYYYYGGGGGGHHHHH!!!! – estallé en un ruidoso e intenso orgasmo que se tuvo que escuchar desde lejos, habíamos perdido toda precaución.

–         ¡¡¡SI PERRA, GRITÁ, GOZÁ PUTITA, GOZÁ!!! – me respondió él también a viva voz.

–         ¡¡¡MAAASS… MMMAAAASSSSGGGGHHHH!!! – le pedía aun atrapada en el clímax, totalmente ajena a cualquier cosa fuera de ese carro… hasta que súbitamente me bajaron a la cruda realidad…

–         ¡Vos mula, ahí viene un wachimán! – grité asustada cuando apareció la cara desencajada de Ricardo en la ventana del lado de Carlos advirtiéndole de un “wachimán”… que es un guatemaltequismo, adaptación a la palabra anglosajona “watchman”. A 25 metros de distancia venía caminando un guardia de seguridad del lugar, haciendo su ronda.

–         ¡Agarra las llaves y arrancá cerote, vámonos a la mierda! – le respondió Carlos, mientras yo trataba de cubrirme totalmente horrorizada.

Rápidamente Ricardo entró al carro y salimos de allí, pasó rápido por la garita de la entrada sin que se dieran cuenta que llevaba gente desnuda atrás (no sé cómo). Yo llevaba el corazón y los ovarios en la garganta, sudaba frío e iba casi temblando, además lloraba en vos baja del susto. Ricky también se veía cagado… solo Carlos, fiel a su forma descarada y sinvergüenza de ser, pudo encontrar algo gracioso.

–         ¡Je, je, casi nos cachan muchá, ja, ja, ja!

–         ¡¡¡NO LE VEO LA GRACIA A ESTO, CARLOS!!! – le espeté, colorada del enojo.

–         ¡¡YO TAMPOCO… imbécil!! – dijo Ricardo.

–         ¡¡¡Y USTED CÁLLESE, PERVERTIDO HIJO DE PUTA!!! – le dije yo a él – ¡Mirándonos estaba, ¿verdad?… HIJO DE PUTA!

–         ¡Aaaaaahhh… ja, ja, ja, ja, ja! – y Carlos seguía riendo a carcajadas – Tranquilos que no pasó nada…

–         ¡¡PERO PUDO PASAR!! ¡Dios mío, qué vergüenza si hubiesen llamado a mi papá! – agregué. Carlos aun tardó bastante en dejar de reír, de verdad le hacía gracia esa situación, no lo entendía. Por mi parte comencé a buscar mi ropa viendo a Ricardo de reojo y con recelo

–         Esperate amor, que todavía no hemos terminado… – me dijo Carlos, forcejeando un poco conmigo para que no me pudiera poner la tanga.

–         ¡Si, ya terminamos Carlos!… ¿tu creés que después de esto voy a poder seguir?

–         Pues, no creo que te vaya a costar mucho… con lo caliente que sos… – se me llenaron los ojos de lágrimas, estaba tan furiosa que le descargué un sopapo en el rostro, era el colmo del cinismo.

–         ¡Ricardo, lléveme a mi casa! – le dije.

–         No mano, buscá un lugar oscuro y solitario para estacionarte… – le dijo Carlos a su vez, abalanzándose sobre mi – Sasha y yo todavía no hemos terminado…

Carlos me tomó de la cintura y me jaló hacia él, traté de resistirme pero la diferencia entre tamaño y fuerza era mucha. Comenzó a besarme, a lamerme el cuello y a rozar mi sexo con los dedos, yo luchaba con fuerza, lanzándole una sarta de fuertes improperios y maldiciones que a él solo le resbalan. Por su lado Ricardo nos veía medio asustado, con cara de no saber qué hacer, pero no intervino.

–         Dejate Sasha, que a vos te gusta estar zampada sobre el tronco…

–         ¡No Carlos, pará!… – yo seguía protestando y forcejeando, pero cada vez más débilmente… no quería aceptarlo, pero sentirme forzada me comenzó a calentar.

–         ¡Sos una perra caliente y lo sabés, una sucia mujercita que le gusta la verga… te encanta!

–         ¡No… no es cierto… Carlos, no quiero!

–         Claro que si, ya te estás mojando… – dijo metiéndome la mano entre las piernas – dale nena, sabés que esto te calienta mucho…

–         Que Ricardo se salga… – dije al fin y pude ver la cara de perplejidad que este puso… ¡ya le había dicho que si, qué mierda conmigo!

–         No te hagás que te da morbo la situación… fijate Ricky que cuando le conté de nuestros juegos se puso como una moto… ¡puta madre, estaba tan caliente que quemaba!

–         ¡No es cierto Carlos!

–         Claro que si… y vos lo sabés…

Carlos prosiguió manoseándome mientras yo oponía menos resistencia cada vez. Entrecerraba los ojos, balbuceaba insultos y perdía la coordinación de mis manotazos, tenía razón, yo ya no era más que una sucia mujercita amante de las vergas, una perra caliente. Mientras tanto, Ricardo seguía tras el volante, viéndonos nervioso por el espejo retrovisor, pues no quería perder el control del carro pero tampoco perderse de nada. Al final decidió estacionarse en un punto poco iluminado en de una colonia.

Carlos se agachó en medio de mis piernas y me comenzó a lamer la vulva. Yo aun traté, por última vez, de sacármelo de allí, pero perdí frente a mi enorme excitación. Pronto ya me estaba dando un mete y saca con 2 dedos que, sin mucho esfuerzo y con ayuda de su lengua, me fue elevando al cielo del placer.

–         ¡¡¡AAAAAHHHHHHH, Carlos… aaahhhh!!!

–         ¿Estás gozando Sasha?

–         ¡¡SIIIIIIIHHHHHH… muuuuchooooohhhh!!

–         Y decías que no querías…

Poco a Poco comenzó a subir, lamiéndome toda, erizándome y haciéndome jadear. Llegó a mis senos y se prendió de ellos, lamiéndomelos y chupándomelos, se aferraba a mis pezones oscuros y los mordía suavemente. Al mismo tiempo seguía pajeándome con sus dedos, que ya estaban empapados de mi abundante lubricación. Finalmente se enderezó y me puso en 4 de nuevo, ahora de frente a Ricky, con la cabeza en medio de los asientos delanteros y viéndolo a la cara y empezó a penetrarme con fuerza.

¡Dios mío! Me daba duro, chocaba violentamente sus caderas contra las mías, me clavaba hasta el fondo y me arrancaba largos y fuertes gemidos que yo trataba de acallar sin éxito. La presencia de Ricky aun me cortaba, pero cuando trataba de desviar la cara, mi novio me la tomaba y la devolvía al frente, quería que lo viera observándome. De verdad sentí un morbo que empezó a aumentar más aun mi calentura.

–         ¡Ay no! – grité viendo hacia fuera, a unos 10 metros estaba parado un viejo que observaba indignado lo que estaba pasando en el interior de nuestro carro.

Quise zafarme pero Carlos no me dejó, me sujetó con fuerza y siguió cogiéndome como si nada. Pero Ricky, mucho más prudente que su amigo, arrancó y salió de allí para buscar otro sitio mientras nosotros seguíamos en lo nuestro. Olvidándome de todo y centrándome únicamente en el enorme placer que me estaba dando, lo volví a montar dándole la espalda a Ricardo de nuevo e inicié un enérgico sube y baja, ensartándome hasta el fondo cada vez. Ricardo no perdía detalle del grueso garrote de su amigo entrando y saliendo de mi suave, húmeda y apretada gruta, lo veía en medio de mis 2 carnosas y duras nalgas. Sentirme observada por él, tan descaradamente, me calentaba todavía más.

Pronto mis movimientos se hicieron descarados y desvergonzados y a ninguno de los 2 les quedó duda de que lo hacía para Ricky viera y admirara la maravilla que su amigo se estaba cogiendo. Comencé a exhibirme para él y eso me encantó. En ese momento se estacionó en otra colonia, bajo unos tupidos árboles para que pudiéramos hacerlo con comodidad y él poder vernos mejor. Carlos me echó hacia delante, de forma que mi cabeza quedó entre los asientos delanteros, al lado de Ricardo.

–         Vos Ricky, sacate la verga y hacete una paja… que esta perra te ayude… – no podía creer lo que Carlos nos estaba pidiendo… y menos podía creer que yo estuviera dispuesta a hacerlo

Ricardo se sacó su impresionante verga parada (tuve que admitirlo, él también estaba muy bien dotado) y comenzó a masturbarse, pero pronto mi suave y delicada manita lo ayudó. Se la agarré de la punta y me puse a frotársela con los dedos, tal y como acostumbraba a hacérselo a Carlos. Mientras tanto, él se concentraba en darme cada vez más duro, metiéndomela a un ritmo infernal y causándome fuertes estremecimientos en todo el cuerpo cada vez que me penetraba. Estábamos cubiertos de sudor con nuestros cuerpos brillando bajo la poca luz del alumbrado que se colaba, estábamos a punto.

–         ¡¡¡AAAAHHHH, OOOOOUUUHHHH!!! ¡¡¡¡SASHA, SAAASHAAAAHHHH!!!!

–         ¡¡¡¡CARLOS, ME MATAS CAAAAARRLLLOOOOOSSSGSGGGHHHHHH!!!!

–         ¡¡¡¡SAAAAAASSSHHAHAAAAAAAAGGGGGGHHHHH!!!! – Carlos y yo estallamos al mismo tiempo, él me sacó la verga y me bañó el pecho y el vientre con una copiosa cantidad de semen caliente mientras yo seguía retorciéndome víctima del más dulce de los tormentos.

Ricardo no tardó mucho tampoco, pegó un ronco alarido y acabó a chorros entre mi mano, que no había parado de pajearlo ni aun en medio de mi intenso clímax. Ahí terminó nuestro encuentro, yo quedé acostada con la cabeza al lado de Ricardo, agotada, con los ojos cerrados, acariciándole la verga casi amorosamente. Y mientras esperaban que me recuperara, Carlos se entretenía esparciendo por mi cuerpo el semen con el que me había regado

Continuará…

Garganta de Cuero.

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