Carlos, mi Semental 08

No ha quedado entrada alguna, en mi cuerpo, que ese hombre no hubiese abierto y probado ya (Sexo anal, dominación solapada).

Carlos, mi Semental

VIII

Quedé extasiada de placer tras ser cogida brutalmente como una perra por ese semental de Carlos. Había eyaculado sobre mi como una manguera a presión, mojándome el vientre y mi vulva irritada y enrojecida. Me dejó con las piernas separadas, una apoyada en el suelo y la otra recogida sobre el asiento, mostrando mi sexo aun abierto e inflamado, además de enrojecido y cubierto de semen. Sobre mi vientre también había una cantidad abundante de esperma tibia, estaba segura que mi imagen era decadente y sucia. Pero aun no era suficiente, no tardé mucho en darme cuenta que él quería más.

–         ¿Te gustó… perrita? – me preguntó con esa sonrisa cínica que tanto me gustaba.

–         Mmmm… me encantó… – llevó su mano a su sexo y lo rozó a lo largo lentamente, se me puso la piel de gallina al mismo tiempo que sentía que mi vagina se iba mojado nuevamente.

–         ¿Aguantás otro round?

–         ¡Otro! – exclamé con una carcajada – ¡Me vas a dejar escaldada Carlos!

–         Así es como te gusta… – introdujo 2 dedos dentro de mi vagina y me hizo respingar.

–         Mmmm… bueno… pero solo si me calentás bien… ¿será que vas a poder?

–         Haré mi mejor esfuerzo…

Carlos tomó con los dedos un buen grumo de semen que tenía sobre el clítoris y me lo llevó a la boca. Y yo, como la perrita obediente en que me estaba convirtiendo, se los chupé y limpié a conciencia, saboreando ese delicioso manjar y lista para el segundo round. Hizo lo mismo unas 2 veces más hasta que me metió uno de esos mismos dedos entre el ano.

–         ¡¡AAUUUHHH!! – pegué un respingo, aquella intrusión me tomó por sorpresa, pero no me molestó, al contrario, supe instantáneamente lo que mi amante pretendía me calenté de nuevo. Él me tomó de la mano y me jaló para ponerme de pié.

–         Subamos amor… arriba vamos a estar más cómodos…

–         Vamos papi… – le respondí dándole la mano, como una mansa y amorosa novia… y como la puta más caliente, la vulva me comenzó a palpitar pues sabía todo lo que me esperaba en su habitación.

Me abrazó y caminó detrás de mi restregándome la verga sobre la espalda (ya saben, por la diferencia de tamaños) y agarrándome de las tetas. Yo iba loca de la calentura, no podía creer que tras la soberbia cogida que me acababa de meter siguiera con ganas de más y me preguntaba yo sola si era que Carlos me estaba convirtiendo en una ninfómana insaciable. Mientras subíamos aproveché para restregar mi enorme trasero contra la dura tranca de mi novio, ansiando tenerlo dentro nuevamente.

Al nomás entrar a su habitación, Carlos me puso en 4 patas sobre la cama, con el trasero bien parado, y comenzó a cogerme el culo con un dedo. Comencé a gemir quedamente, con los ojos cerrados y concentrada únicamente en sentir ese apéndice dactilar entrando y saliendo de mi interior. De pronto sentí un piquete, rápidamente me di cuenta que me había metido 2 dedos y que ahora también los estaba girando adentro. Al mismo tiempo me sujetaba firmemente del pelo, haciéndome sentir su dominio sobre mi, algo que me encanta sentir.

–         Perrita, hacete una paja mientras te abro el culo… – me dijo, y yo, de nuevo, obedecí encantada y con total mansedumbre.

Una de las cosas que aprendí a hacer desde que inicié mi doble vida fue a masturbarme. Primero porque siempre andaba caliente y mojada y no lo soportaba. Segundo porque a él le gustaba verme haciéndolo, le encantaba verme alcanzar el orgasmo y lamerme y chuparme los dedos al finalizar. Me sentía como la perra más vulgar cuando lo hacía, pero eso solo aumentaba mi calor. Continuamos así, conmigo en 4 patas y sujetada firmemente del pelo mientras recibía dentro de mi cada vez más distendido ano los dedos de mi novio, al mismo tiempo que me masturbaba enérgicamente. Entonces, con los ojos cerrados con fuerza y la boca abierta, alcancé el clímax y lo celebró a berridos.

–         ¡¡¡¡AAAHHHH, OOOOHHH… CARLOS, AMOOOORRRRRGGGGHHHHH!!!! – mi orgasmo fue tan intenso que perdí el equilibrio y casi me caigo, pero él me sostuvo, sujetándome con fuerza del pelo y del culo, dentro del cual formó un gancho con los dedos que le tenía metidos.

Al final mis brazos ya no me sostuvieron y me derrumbé, Carlos me soltó el pelo y quedé con la cara y el pecho pegados al colchón y el culito parado y respingón. El hombre me metió sus dedos entre la vagina para embadurnárselos y luego me penetró por allí un par de veces antes de atacar mi culito. Y yo, que tenía el sexo hipersensible luego de mi orgasmo, me estremecí cuando sentí ese enorme pene abrirse paso dentro de mi. Entonces Carlos se puso de pié sobre la cama y, finalmente, comenzó a presionar sobre mi esfínter dilatado hasta que su gran miembro empezó a penetrarlo.

–         ¡¡¡AAAOOOOUUUUURRRRGGGGGHHHHHH!!! – me aferré con fuerza a las sábanas y las mordí mientras gruñía roncamente al sentirme atravesada por semejante garrote.

Llegó hasta el fondo de mi ser y comenzó con un mete y saca suave y lento para permitirme amoldarme a su aparato. Comencé a gemir sin dejar de frotarme la vulva con fuerza. Ya era costumbre que me cogiera por el culo y yo ya casi estaba acostumbrada, era una sensación muy diferente cuando me la metía por el sexo, pero no me desagradaba, sobre todo si me pajeaba al mismo tiempo. Eso me calentaba mucho, me daba mucho morbo y me hacía sentir más puta todavía. También me nalgueaba con fuerza, descargando violentos manotazos sobre mis carnosas nalgas que me excitaban más y más.

Tras un rato de encularme cambiamos de pose, Carlos me levantó sin sacarme la verga del culo y tomó asiento en la cama dejándome arriba. Así, de espaldas a él, comencé a botar sobre su cuerpo y a ensartarme solita su garrote, rodeada por el frente por sus fuertes brazos que me manoseaban y masturbaban. Sus dedos atraparon mi clítoris y comenzaron a frotarlo vigorosamente mientras me amasaba las tetas con la otra mano. Yo me moría, por un lado me sentía partida por la tremenda verga de mi amante penetrándome por el culo, por el otro sus hábiles manos sobre mi sexo me transportan a otros mundos. El placer que me daba era demasiado y de nuevo acabé en un poderosos orgasmo.

–         ¡¡¡¡AAAHHH, POR DIOS CARLOS… ME MATAAAAASSSGGHHH… UUUUGGGHHH!!!! – grité y me revolví con fuerza como un gusano, no me caí solo porque él me apretaba con fuerza contra su pecho.

Carlos se salió de mi interior y volvimos a cambiar de pose. Me puso boca arriba en la cama con las piernas abiertas y así me volvió a penetrar por el ano. Ahora podía abrazarlo y besarlo apasionadamente mientras él continúa sodomizándome. Él me rodeaba por completo con sus brazos como si temiera que me fuera a escapar, casi inmovilizándome y haciéndome sentir de su propiedad. Lo vi muy enrojecido y totalmente empapado de sudor, con los ojos vidriosos, rojos y abiertos como platos, además lo oía jadear mucho. Lo conocía muy bien y sabía que estaba a punto de acabar. En el fondo de mi ser sentía un extraño orgullo, pues sabía que lo había hecho gozar muy intensamente.

–         ¡¡¡Dale… dale mi chinito lindo… UUUUUUGGGGHHHHH!!! – le susurré al oído – ¡¡¡¡Acabame adentro… llename con tu esperma caliente hasta que quedés vacío y saciado, AAAAAGGGHHHHHH!!!! – mi poderoso amante ya no podía durar mucho tiempo más y, finalmente, terminó dentro de mi ano, en medio de un largo y poderoso rugido de placer.

–         ¡¡¡¡¡SAAAAAASHAAAAAAGGGGGGGHHHHHH, AAAAAAAOOOOOOOOHHHHHHHH!!!!! –sentí cada chorro de semen caliente que llenaba mis entrañas, sentía como su pene se había puesto muy duro y como palpitaba cada vez que eyaculaba. Vi su rostro congestionado de placer, al mismo tiempo que sentía como si fuera a triturarme entre sus brazos de tanto que me apretaba.

Carlos cayó pesadamente sobre mi cuerpo, jadeando y resoplando, estaba tan agitado que hasta podía escuchar con claridad el retumbar de su corazón. Nuestros cuerpos quedaron pegados, aun unidos por mi caliente y exageradamente abierto ano, empapados de sudor y colmados de un placer casi infinito. Yo me quedé quieta debajo de él, casi inconsciente, sentía mi ano aun lleno y palpitándome, sabía que me ardería después. Pero no pude evitar pensar que había valido la pena, Carlos me había cogida de una forma bárbara.

.     .     .     .     .

–         ¿Qué… ya viniste? – “no, soy solo una proyección astral de mi misma” pensé, realmente era una pregunta muy tonta pero por obvias razones no atreví a contestarle así.

–         Si, si… ya vine…

–         ¡Pues ya era hora… todo el día en la calle, ¿muy bonita, no?! – no le quise responder, ya sabía lo que quería y no tenía nada que ver con mi horario de llegada, estaba de mal humor y solamente buscaba pelea – A ver si por lo menos te dignás a ordenar un poco por allí… es el colmo, uno rompiéndose el lomo como una mula solo para mantener a unos ingratos desagradecidos…

Dejé mi mente en piloto automático y me puse a ordenar algunas cosas solo para no darle más razones para pelear, que para eso él se pintaba solo. Así era mi papá y por ello es que en parte comprendía que mi madre lo hubiese dejado para irse con otro, ¿quién iba a aguantar a un amargado como él? Pero eso era solo por ese lado, por el otro tampoco la tenía a ella en gran estima tampoco, después de todo no solo lo abandonó a él, también abandonó a sus hijos.

Me dirigí a mi cuarto y pasé frente al de mi tía Esther, allí estaba Arnoldo, mi primo, leyendo uno de sus pesados libros. Estudiaba Ingeniería Mecánica en la universidad y era alguien con quien me llevaba muy bien y en quien confiaba mucho.

–         ¿Y tu mami? – le pregunté, él solo se encogió de hombros – ¿No está?

–         No… dijo que tenía que salir un rato… creo que la llamaron de un gimnasio o lago así…

–         Mmmm… con razón mi viejo anda de tan mal humor. – Arnoldo solo rió – Bueno, el mal humor es casi su buen humor. – agregué, mi primo rió más.

–         Sasha, entrá… – me dijo, yo me senté en su cama – ¿Qué pasó? – no entendí su pregunta.

–         ¿Cómo así?

–         Si, decime, ¿qué pasó? No andás bien, eso se te nota…

–         Pues… no nada… creo… bueno… – comencé a balbucear como una tonta, roja como un tomate y sin que se me ocurriera algo – creo… creo que todavía no me he recuperado de mi ruptura.

–         ¿Y por qué cortaron?

–         Bueno… las cosas ya no funcionaban… – Arnoldo – se me quedó mirando con unos ojos de claro escepticismo, a mi primo no le podía mentir… pero tampoco le podía decir la verdad.

–         Sasha… vos adorabas al Alex, si tronaron tuvo que ser por una razón muy importante. Pero hasta ahora no has contado nada, así que esa razón no puede ser buena

–         Es solo eso Arnoldo, de verdad… ya no funcionaba…

–         ¿Tenés a otro? – su pregunta tan directa me dejó muda y desarmada, no sabía ni qué contestar.

–         N… no… Arnoldo, todo está bien… de verdad…

–         Eso ni vos misma te lo creés… ¿y Arla? Ya no te veo salir con ella, ya no te viene a ver ni vas a su casa… ni siquiera platican por teléfono… ¿tampoco pasó nada? – me quedé petrificada luchando por no llorar, sin saber qué responderle. Gracias a Dios mi primo era un hombre que sabía hasta donde llegar – pero bueno, si no querés hablar te respeto eso… solo prometeme que vas a tener cuidado, vos no sos así y estoy seguro que hay mucho más detrás de su ruptura con Alex… solo cuidate, ¿si? – asentí con los ojos llenos de lágrimas y le di un beso en la mejilla.

Me di la vuelta y entré a mi habitación, cerré la puerta y me tiré sobre la cama. Al lado estaba la cama de mi tía, perfectamente tendida y con su ropa del otro día preparada. Inconscientemente llevé una de mis manos a mi entrepierna y me la toqué por encima de mi ropa. Je, je, je, me ardía, aunque no tanto como mi culito, me entristecí un poco cuando admití que estas situaciones eran cada vez más comunes en mi vida. Lo peor es que no me sentía mal en absoluto.

Me quité la ropa y me dispuse a ponerme algo más cómodo, aun podía sentir el sabor del semen de Carlos en mi boca, el hijo de puta aun me sacó una mamada antes de que me dejara bajar de su carro. Quedé totalmente desnuda frente a mi espejo de cuerpo entero y me llevé una mano a mi trasero… si, mi ano seguía abierto como un boquete… y me seguía ardiendo.

¡Mierda, ¿en qué me había convertido Carlos, qué había hecho con la muchacha tranquila y correcta que era antes?! Lo que si me molestaba mucho era mentirle a mi primo, él y su madre eran las 2 únicas personas, más allá de Arla y de Alex (cuando aun estaba a mi lado) en la que hallaba el cariño y amor que mi familia tenía que darme pero que no me daba. Solo ellos eran mis únicas vías de escape del ambiente de mi casa, solo ellos me comprendían, me apoyaban y me ayudaban a llevar con más facilidad la convivencia con mi padre y con mis 2 hermanos, tan malos e hijueputas como él. Las relaciones en mi familia nunca fueron buenas. Mamá optó por lo más fácil: irse la mierda; a papá le tocó lo duro: “aguantarnos”, y siempre que podía nos demostraba con su indiferencia y malas maneras que éramos una pesada carga para él.

Realmente estaba sola y las únicas personas que me seguían dando amor y apoyo eran mi tía Esther y mi primo Arnoldo. Ella era la hermana menor de mi papá, una hermosa mujer que vivía con nosotros desde que se separó de su marido, una mujer muy buena y generosa que prácticamente tomó el lugar de mi mamá cuando nos dejó y asumió el cuidado mío y de mis hermanos a cambio de que mi padre les diera un sitio en donde vivir. Era la única persona, más allá de Arla y de Alex, en la que podía confiar con la certeza de que me apoyaría sin juzgarme… aunque claro, lo mío con Carlos era, probablemente, lo único que no le podía contar.

–         Sasha… teléfono… – me vestí rápidamente y salí, no quería que nadie que me conociera tuviera que platicar mucho tiempo con mi viejo.

Y justo cuanto estaba llegando a la sala lo vi junto a mi tía, platicando en voz baja y forzada, con él visiblemente molesto. Eso no era extraño, ya dije que ese era casi su estado permanente… lo que si no era normal eran los ojos llorosos de mi tía y su mirada avergonzada. No sabía porqué estaban discutiendo, pero odiaba que mi papá la hiciera llorar. Y tampoco pude dejar de notar que estaba vestida como si viniera de algún lugar muy bueno.

Continuará…

Garganta de Cuero.

Pueden mandarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.