Carlos, mi Semental 07

Mi doble vida ha iniciado al ser incapaz de dejar a Carlos. Él hace conmigo lo que se le da la gana y cuando quiere. Y aunque sé que soy solamente otro juego para él, no puedo parar, lentamente me voy transformando en una perra insaciable (Sexo hetero, exhibicionismo y dominación solapada).

Carlos, mi Semental

VII

–         ¡Aaaahhhh, Sasha, sos una perra… una perra mamona buenísima… aaahhhh! – Chomp, chomp… mi boca se tragaba una y otra vez aquel inmenso garrote.

Sentía sus venas palpitando cada vez más fuerte, sentía como aquel musculoso órgano iba poniéndose más y más duro sobre mi paladar. Podía sentir claramente como ese pene se iba poniendo al rojo vivo. Y yo, inclinada sobre su colosal miembro, dentro de su carro y a pocas calles de mi casa.

–         ¡Sasha, Sasha… ya casi, ya casi! – rodeé su glande con mis labios como si estuviese chupando un chupa-chups y me preparé para recibir toda su simiente – ¡¡¡¡SAAAAASHAAAAAAHHHHHH, AAAAAAGGGGGGHHHHHHH!!!!

Sentí que el carro hizo un movimiento brusco antes de estabilizarse, mientras caía sobre mi lengua la última ración de semen que me daba ese día, ese hombre era un semental. Me enderecé y me arreglé la blusa justo cuando estaba aparcándose frente a mi casa… ¡mierda, no me gustaba bajarme allí, prefería bajarme una o dos cuadras antes! Nos dimos una suave caricia en las mejillas como despedida y me bajé, no sin antes mostrarle como me lo tragaba todo, le encantaba ver como lo hacía. Luego entré a mi casa e hice como si no hubiese pasado nada… o por lo menos traté.

–         ¿Y ese es tu novio o solo tu agarre? – no le respondí, tan solo le dediqué una mirada feroz al idiota de Benjamín – Te pregunto porque no nos lo presentaste… y como se despidieron tan románticos.

–         Andá a la mierda idiota… – le dije y desaparecí en mi habitación.

No me molestó tanto su comentario como la razón que tenía, yo solo era una amante para Carlos, una más. Tras lo del motel comencé a vivir una doble vida, viéndome con el hombre que logró sacar de mi a la perra insaciable que llevaba dentro a escondidas de todo el mundo, de mis amigos y, sobre todo, de mi familia. Pero no quería pensar en eso, no era bueno para mi autoestima, así que decidí que por lo menos iba a disfrutarlo, igual sabía que no iba a dejar a Carlos, tenía muy claro que me era imposible negarme a él y que, tarde o temprano, terminaría convertida en su puta personal… si es que no lo era ya, después de todo por él fue que perdí a mi novio.

Fueron semanas de tórridos encuentros llenos de placeres tan intensos que casi me vuelvo loca. De verdad, todavía no me lo creo: todo lo que hice y dejé que me hiciera y lo mucho que gocé con eso. Cogíamos en todos lados, donde se le daba la gana y cuando se le daba la gana, apenas se esforzaba para prenderme, su sola presencia era suficiente para tenerme mojada. Y aunque luego me mataban los remordimientos, era incapaz de detenerme, Carlos y su verga se convirtieron en una droga para mi.

Por ejemplo, después de 3 increíble semanas de lo del motel, un sábado, me invitó a una heladería lejana poco frecuentado por conocidos míos, donde pasamos una tarde muy agradable. Había descubierto que Carlos era un buen conversador y una persona muy agradable, no solo un patán y un perro mujeriego hijo de puta. En medio de la plática me hizo una propuesta…

–         Mirá Sasha, yo vivo por aquí cerca… ¿no querés ir a conocer mi casa? – instantáneamente lo fulminé con una mirada de muy pocos amigos.

–         ¡Ay mirá que coincidencia… tu casa queda cerca! ¡Me harta que no me digás las cosas claramente sino que me llevés engañada Carlos!

–         ¡Pero si no te engañé, de verdad vivo cerca y no te traje aquí solo para llevarte allí! – continué con la misma cara – Mirá, si hubiese querido cogerte ya, habría podido llevarte a otro sitio… solo te lo hubiese dicho y ya, ¿o no? – pues si, así era… me puse roja como un tomate.

Llegamos 15 minutos después, era grande, de 2 niveles, con la segunda planta rodeada de un balcón en el que su mamá tenía una especie de jardín colgante que le daba un hermoso aspecto. Su garage era grande, para 4 carros, con un acogedor jardín frente al ventanal. Quedé impresionada, siempre supe que Carlos era un niño bien, pero no sabía qué tanto dinero tenía su familia.

Esa tarde iba ni muy arreglada ni muy desarreglada, más bien normalita. Llevaba mi cabello lacio en 2 colas un tanto infantiles que junto con mi linda carita morena de ojos oscuros, nariz redonda y pequeña y boca delgada y también pequeña, me conferían un bonito aspecto aniñado, como de lolita. Vestía una sencilla playera a rayas azules pegada a mi abdomen. También llevaba una pequeñísima pantaloneta de lona, muy ceñida a mi trasero, que mostraba mi perfecto par de piernas largas y torneadas, de muslos gruesos. Por último zapatos tenis y un maquillaje muy liviano sin ningún otro accesorio.

Carlos dejó el carro afuera y entramos de la mano y poniéndose muy cariñoso conmigo, tal y como me gustaba que fuera. Nos besamos y acariciábamos suavemente al mismo tiempo que me susurraba cosas.

–         ¿Qué te parece mi casa Sasha? Está bonita, ¿verdad?

–         Si… muy bonita… y grande… – por más que trataba de disimularlo, no podía ocultar lo impresionada que estaba. Junto a esta, la mía parecía una covachita.

–         ¿Querés que te la enseñe por dentro también?

–         Mmmm… ¿y seguro que solo eso me querés enseñar?

–         Mmmm… bueno… la verdad es que soy yo el que quiere ver algo…

–         ¿Qué cosa? – pregunta tonta, je, je, je.

–         A ti… quiero que me modelés…

–         Ja, ja, ja, ja… ¿cómo modelarte?

–         Si, que me modelés… hacé como que si te estuvieran tomando fotos para un revista. – esbozó esa sonrisa suya que tango me gustaba, amplia y descarada, con un marcado aire infantil que lo hacían ver como un niño pícaro. Ya les dije que no podía negarle nada, así que comencé a modelarle.

Empecé payaseando y como broma, pero rápidamente tomé poses cada vez más sensuales y sugerentes, me encantaba verlo babear por mi. Empecé a ponerme seria cuando me anudé la blusa por encima de mi vientre, mostrándole mi abdomen plano y liso, mi lindo ombligo y mi cintura estrecha. Posteriormente comencé a presumir del que era mi mejor atributo, mi culito, grande, redondo, duro y bien parado. Me apoyé en una pequeña banca de cemento de espaldas a él, parando mis sentaderas y viéndolo con picardía. Flexionaba las rodillas y me acuclillaba, provocando que la pequeñísima prenda dibujara a la perfección la línea entre mis nalgas y hasta que se me metiera en medio.

Entonces hice algo que ni yo misma pensé hacer, pero simplemente me nació: empecé desnudarme en medio de su jardín. Despacio desabroché la hebilla de mi pantaloneta y la deslicé meneando las caderas, emergió mi calzoncito de franjas azules y celestes y le dejé a la vista mis gruesos y fuertes muslos. Me di vuelta rápidamente para que me viera el culo, sacándolo bien mientras me agachaba manteniendo las piernas rectas. Sabía que esa parte de mi anatomía lo volvía loco y me encantaba ponerlo así.

Seguí desnudándome, me saqué la blusa, mostrando mis senos pequeños, redondos y firmes, enfundados en un brasier blanco. Y cuando esa prenda voló aparecieron un par de oscuros pezones, puntiagudos y pequeños, en medio de una aureola ancha y que pedían a gritos ser lamidos y chupados. Luego voló mi calzoncito, dejando expuesta mi vulva completamente depilada, con unos lindos labios rosados y entrecerrados y quedando totalmente desnuda. Carlos ya casi echaba espuma por la boca

–         Enseñame el culo… – me dijo, con dulzura pero en un tono que no daba lugar a la duda.

–         ¿Qué creés que soy una puta? – le respondí, fingiendo una falsa indignación.

–         Solo un poquito… – me respondió, sinvergüenza como siempre. Pegué una risotada y me relajé, ya estaba en pelotas en medio de su jardín y enseñándole todos mis atributos y más caliente que una olla al fuego, negarme habría sido tonto e hipócrita de mi parte

Me subí a la banca y, en 4, paré el culo otra vez y se lo mostré en todo su esplendor, redondo y grande, con unas nalgas inmensas pero firmes, ocultando un agujerito oscuro y cerradito, con una vulva cada vez más gorda (por la sangre que se comenzaba a acumular allí) unos centímetros más abajo.

–         ¡Qué buena estás Sasha, tenés el mejor culo del mundo! – me dijo.

–         ¿Te gusta?

–         Mucho… mucho… enseñame más…

–         ¿Y qué más querés que te enseñe? – le pregunté con cara de niña inocente.

–         Acuclillate en el suelo… – flexioné las piernas y caí de cuclillas, mostrándole la belleza de mi sexo juvenil, – vení, vamos adentro… – me dijo, acercándome y besándome con pasión, al tiempo que me metía mano sin recato.

Entramos a la sala, Carlos me llevaba de la cintura y me apretaba contra su cuerpo. Nos quedamos de pié frente al sillón grande y al nomás cerrar la puerta empezamos a meternos mano y a desnudarnos. Él se puso a lamerme y a chuparme el cuello mientras me acariciaba los senos con una mano. Comencé a jadear suavemente, abrazándolo fuerte mientras bajaba poco a poco a mis pechos, apoderándose de ellos con labios y lengua, succionándome los pezones y mordiéndomelos con suavidad. Al mismo tiempo bajó la otra mano y me agarró el culo y lo apretó y amasó, rozándome la raja mojada.

Con maestría comenzó a restregarme el sexo, suave pero con firmeza. Despacio retrocedí y me apoyé en uno de los brazales del sillón, separé las piernas y eché mi cuerpo hacia atrás, entregándome a todo lo que él quisiera hacerme. Mi respiración se aceleraba, mi cuerpo brillaba más y más por el sudor, los dedos de Carlos se me metían muy adentro. Pero aunque me estaba haciendo gozar, el cabrón no me dejó acabar para mantenerme caliente.

Carlos me soltó y se alejó un poco para despojarse de la ropa, él era de piel morena clara con un cuerpo bien cuidado. Era corpulento y rollizo pero no gordo, tenía una masa muscular desarrollada y marcada, dibujando casi perfectamente los pectorales y los abdominales, así como los músculos de los brazos. Luego se bajó el pantalón y me dejó ver unas piernas igualmente gruesas y poderosas, fruto del fútbol y del Taekwondo que practicaba. Y, finalmente, se quitó el bóxer, enseñándome su miembro gordo y duro, enrojecido y listo para la acción. Les juro que se me hizo agua la boca en ese momento.

Tomó asiento y me tendió la mano, sabía que quería, así que me senté en sus rodillas y lo besé con pasión. Él no dejaba de meterme mano, restregándome la vulva y metiéndome los dedos hasta la fondo, arrancándome profundos suspiros de placer. Poco a poco y con habilidad, me acomodó al mismo tiempo que hacía lo mismo con su pene, hasta lograr colocarlo en la entrada de mi sexo. Para cuando me di cuenta ya me estaba metiendo la cabeza de esa macana por mi mojadísima abertura.

–         Despacio amor… suavecito… la tenés muy gorda… – le suplicaba en susurros al oído.

Con lentitud y cuidado me fue penetrando, moviéndome en círculos como si me estuviera atornillando. Yo jadeaba y cerraba los ojos, comencé a gemir calladamente. Y cuando por fin me sentí invadida hasta lo más profundo de mi ser, pegué un fuerte respingo y me aferré a los fuertes brazos de mi amante. Entonces inició a cogerme de una forma deliciosa y rica que gozamos hasta la ultima gota de sudor. Me puso de espaldas a él e inició un movimiento de sube y baja, alzándome de las nalgas ayudado por mis pierna que tenía en el suelo y por mis brazos apoyados en su pecho. Gemía cada vez más fuerte, según él iba acelerando los movimientos. Tras 10 minutos ya estaba rebotando enérgicamente sobre él.

–         ¡¡¡AAAHH!!! ¡¡¡AAAHH!!! ¡¡¡AAAHH!!! – gemía, con los ojos muy abiertos, sudando la gota gorda y sintiendo como ese ariete de carne me abría por completo.

Tras una docena de estocadas cambiamos, me di la vuelta y me senté sobre él pero de frente. Carlos me la clavó de nuevo hasta los huevos y yo reinicié el fuerte sube y baja, meneando las caderas de atrás para adelante y por momentos dibujando círculos. Al mismo tiempo él se aferraba a mis pezones y los lamía y chupaba con fuerza, los mordía y me arrancaba gemidos y hasta gritos, estaba fuera de control.

–         ¡¡¡MMAAAASSSS, MMAAASSSSS!!! ¡¡¡DAME MAAAAAASSSSS!!! ¡¡¡AAAHHH, OOOGGHH!!!

–         ¡¡TE VOY A PARTIR EN 2 PUTA RICA!!

–         ¡¡¡SSSSIIIIIIHHHHH!!! ¡¡¡PARTIME POR LA MITAAAAADDD!!! ¡¡¡ ¡¡¡AAAHHH, AAAHHH!!! – para ese momento mis movimientos ya eran frenéticos e incontrolables, siempre me impresionó la capacidad de mi propia vagina para adaptarse a ese garrote como un guante hecho a la medida.

Carlos también estaba fuera de control y en un arranque me levantó y me tiró en el sofá boca arriba, me arrinconó contra una esquina y volvió a penetrarme con renovados brillos. Y yo me aferraba con fuerza al asiento berreando como una loca, parecía una muñeca de trapo, tuve un fuerte orgasmo que casi me hace caer al suelo. Mientras tanto, Carlos, con todos los músculos de su cuerpo tensos, me daba como loco, como queriendo sacarme la matriz con su temible pene. Hacía que todas las carnes de mi cuerpo se estremecieran ante cada nueva arremetida.

–         ¡¡¡¡AAAAGGHHHH!!!! ¡¡¡¡OOOOOOUUUUHHHHH!!!! ¡¡¡AAAHHH, AAAHHH, AAAHHH!!! – gritaba como una desesperada, sintiendo como me barrenaba sin compasión.

–         ¡¡¡AHH, AHH, AHH, AHH!!! ¡¡¡VOY A ACABAR SASHA, VOY A ACABAAARRRRGGG!!! ¡¡¡¡AAAAOOOOOOOGGGGGGHHHHHH!!!! – rugió mi amigovio.

Carlos eyaculó copiosamente sobre mi cuerpo empapado de sudor, me sacó la verga y se la pajeó con fuerza mientras expulsaba abundantes borbotones de blanca y espesa esperma sobre mi vientre y mi vulva irritada y enrojecida como chorros a presión. Yo lo veía con los ojos brillantes, sorprendida y maravillada de la soberbia cogida que me acababa de dar, además de orgullosa porque sabía que era todo gracias a mi… Carlos realmente alimentaba mi ego de mujer.

Luego, con la cara roja y derramando gruesos goterones de sudor, se sentó a mi lado (más bien cayó a mi lado) respirando agitadamente y resoplando como un caballo. Me veía con una enorme sonrisa en los labios, orgullosa y presumida, además de ese brillo característico que siempre tenía cuando estaba caliente. Increíble, ¡ese hombre quería más, era un semental! Y yo seguía en la misma posición en que me dejó, con las piernas separadas, una apoyada en el suelo y la otra recogida sobre el asiento, mostrando mi vulva aun abierta e hinchada, además de enrojecida y cubierta de semen, seguro que me pasaría ardiendo por un buen rato. Sobre mi vientre también había una cantidad abundante de su esperma tibia. Tenía que dar una imagen decadente y sucia.

–         ¿Te gustó… perrita? – me preguntó con esa sonrisa cínica que tanto me gustaba.

–         Mmmm… me encantó… – llevó su mano a su sexo y lo rozó a lo largo lentamente, se me puso la piel de gallina al mismo tiempo que sentía que mi vagina se iba mojado nuevamente.

–         ¿Aguantás otro round?

–         ¡Otro! – exclamé con una carcajada – ¡Me vas a dejar escaldada Carlos!

–         Así es como te gusta… – introdujo 2 dedos dentro de mi vagina y me hizo respingar.

–         Mmmm… bueno… pero solo si me calentás bien… ¿será que vas a poder?

–         Haré mi mejor esfuerzo…

Con los dedos tomó un buen grumo de semen que tenía sobre el clítoris y me lo llevó a la boca. Y yo, como la perrita obediente en que me estaba convirtiendo, los chupé y limpié a conciencia, saboreando de ese delicioso manjar… lista para el segundo round.

Continuará…

Garganta de Cuero.

Pueden mandarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.