Carlos, mi Semental 06

Incapaz de volver a ver a los ojos a Alex, terminé con él y me sumí en una profunda soledad. Un gran vacío había nacido en mi interior... y solo se llenaba cuando Carlos me llenaba a mi (Sexo hetero y dominación solapada).

Carlos, mi Semental

VI

El regreso se me hizo larguísimo y el silencio imperante insoportable. Pero lo peor fue ir junto a mi amiga, lo peor fue ver sus ojos vacíos, ausentes y la nula energía que su cuerpo manaba. Estaba como muerta, sentada a la par mía y respirando, pero como muerta. Ojalá me hubiese gritado y maldecido, ¡incluso habría preferido que se me lanzara a golpes pero no esto, no verla tan abatida! Y yo ni siquiera podía verla a los ojos. La había traicionado, había defraudado su confianza de la forma más vil y baja, le había roto el corazón, yo, que hasta ese día había sido como su hermana. Y yo que ni siquiera pude hilvanar palabras que pudieran justificar un poco mi conducta, nada.

40 minutos más tarde estaba bajándome del carro, llorando y sintiéndome cada vez peor. Traté de despedirme de ella pero no recibí respuesta y me quedó claro que la había perdido. Con paso lento y mi sexo aun mojado y palpitando de gusto entré a mi casa y me encerré en mi cuarto (gracias a Dios no encontré a nadie). Me mataban los remordimientos, así que lo primero que hice al calmarme un poco fue tomar el teléfono y hacer una dolorosa llamada:

–         Alex… tenemos que hablar…

.     .     .     .     .

–         Ya sé que te quedo debiendo muchas explicaciones, que nada de lo que te pueda decir será suficiente para justificarme… pero por favor Alex solo confiá en mi.

–         No te entiendo amor… ¿qué está pasando Sasha? – Alex me veía con los ojos muy abiertos y sorprendido por mi forma de iniciar esa conversación. Quería negarlo, pero yo sabía que en el fondo de su corazón ya sabía lo que iba a decirle

–         Desde que iniciamos has sido el mejor novio que pude haber pedido, me has cuidado y respetado como no pensé que alguien lo haría… ¡no, por favor, no digás nada, solo oíme! Ya sé que será difícil para ti, pero si lo estoy haciendo es porque no hay otra salida. Se acabó Alejandro, no podemos seguir adelante… – se me quebró la voz y los ojos se me llenaron de lágrimas, pero me obligué a tragar mi dolor y vergüenza – tenemos que separarnos, yo ya no puedo estar contigo más.

Vi dibujado en su rostro la sorpresa, el dolor, el miedo y una pizca de ira de no saber qué estaba pasando. Casi me le lanzo al cuello para llorar amargamente pero me contuve, él no se merecía a una mujerzuela que se dejara coger por el novio de su mejor amiga como una perra… yo no lo merecía a él.

–         ¡¿Pero por qué, qué está pasando?!… amor yo…

–         ¡No, por favor, no me preguntés nada, solo confiá en mi por última vez, te lo suplico! – mi mano temblorosa se estiró para tapar sus labios, mientras sus ojos mojados y suplicantes me herían en lo más profundo del alma.

–         ¡Pero…!

–         Tu… tu merecés algo mejor que yo y lo vas a tener, solo tené fe… te lo prometo. No me busqués ni me llamés por el bien de los 2, no te voy a contestar… y no es por falta de amor, pues dejarte hoy me está costando la mitad del alma, pero te amo demasiado como para obligarte a estar con conmigo… te amo Alex, y por eso te tengo que dejar… adiós…

Le di un ultimo beso y salí corriendo del café sin ver atrás, no soportaría verlo con el corazón roto en mil pedazos y derramando lágrimas que yo no merecía… pero era lo mejor, yo no podía andar con él y me moriría si se llegase a enterar de mi traición. Él se merecía a alguien mejor que yo…

.     .     .     .     .

En medio de 24 horas perdí a mi mejor amiga y a mi novio, los 2 al mismo tiempo, y pasé de ser una muchacha común y corriente, decente y recatada, a una mujerzuela que se dejó coger como una perra por el novio de su mejor amiga y que se dejó manosear por los2 amigos estúpidos de este. No podía comprender qué pasó, por qué me calenté así, ¡la excitación pasó a gobernar mi buen juicio, por Dios! ¡Qué bajo caí, me convertiría en la comidilla de su pandilla, todos lo sabrían! No es que me importara mucho, total, no los conocía nada, pero me mataba saber que todo lo que dijeran sería verdad.

Arla no quiso saber nada de mi, obvio, no hubieron gritos ni insultos, ni siquiera miradas llenas de odio. Habría sido mejor, la verdad, porque sus ojos llenos de dolor incapaces de verme a la cara me mataron peor, pues sabía que le había roto el corazón y que estaba devastada. Esa amistad tan hermosa que habíamos cultivado durante años, desde niñas, de la noche a la mañana había desaparecido por culpa de una estúpida calentura que no pude controlar, yo la destruí.

En cuando a Alex, pues lo evadí a partir de ese día, no tenía valor para darle la cara. ¿Cómo le iba a explicar que su conservadora y recatada novia había cogido como una perra con el novio de su mejor amiga y que se había dejado manosear impunemente por un par de imbéciles? No, el no se lo merecía, él era un buen muchacho que me amaba y me respetaba, no se merecía estar con una mujer como yo. Lo peor de todo era la soledad que me atenazaba.

Pero ahí no paraba la cosa, después de eso pasé 7 larguísimos días permanentemente caliente y mojada. ¡Mierda, mierda, mierda! Mis labios vaginales estuvieron inflamados y mis pezones duros y erectos todo el tiempo, era insoportable. Y lo único que podía hacer era masturbarme y masturbarme, tratando de saciar así mi apetito, evadiendo al mismo tiempo a mi novio pues me sentía indigna de él. También evadía a Carlos Ko, pues en el fondo sabía que si lo volvía a ver repetiría mi aventura con él con los ojos cerrados. Pero todo dio al traste el sábado siguiente…

–         Sasha, te vinieron a ver…

–         ¿A mi? ¿Quién?

–         Un tipo… – ese era mi otro hermano, Gabriel. Cuando me asomé me quedé fría, era Carlos dentro de su carro. Me apresuré a salir con la firme idea de mandarlo a la mierda.

–         Hola Sasha, ¿cómo estás?

–         ¡Carlos, usted… qué… mierda!

–         …solo pasando por aquí, visitándote y viendo como andabas… y veo que bien buena, je…

–         ¡Mire, cállese y váyase que no quiero que lo vean aquí!

–         ¿Y quién me va a ver aquí?

–         ¡Sasha y no quiero tener que darle ninguna explicación después!

–         Pues no se la des…

–         No todos podemos darnos el lujo de vivir sin reglas ni principios morales, hay muchas cosas en el mundo que debemos respetar, responsabilidades que debemos asumir… algunos teníamos dignidad y amor propio, y principios y éramos leales…

–         Sasha, ¿vos mirás que mis brazos están todos piqueteados? ¿O que tengo la nariz toda hecha mierda de tanto meterme coca? Se pueden tener principio pero no ser esclavos de ellos… vos lo que tenés es que desde chiquita te dijeron que tal cosa era pecado y ahora creés que todo lo es.

–         Usted no entiende…

–         No, si lo entiendo, vos sos la que no lo entiende. Nadie te está juzgando, solo vos… lo que hagás o dejés de hacer es cosa tuya, tu vida y nadie tiene derecho a decirte lo contrario. Ahora, ¿querés irte a tomar algo conmigo… un cafecito talvez?

–         ¿Cómo se le ocurre que voy a salir con usted?

–         Bueno… entonces me tendré que quedar estacionado aquí, frente a tu casa, hasta que tu amiga se de cuenta… y quien sabe, talvez tu novio pase y lo pueda conocer… – un minuto después estábamos camino a una cafetería.

.     .     .     .     .

–         ¿El café de tres leches?

–         Para la señorita…

–         …entonces el capuchino con Amaretto para usted…

–         Así mero jefe…

–         Servidos, que disfruten su café… – el mesero se retiró y yo me quedé mirando fijamente mi café de tres leches sintiéndome la mujer más sucia del mundo… solo de estar cerca de ese hombre mi cuca se me empapó y me comenzó a palpitar como loca.

–         Bueno… brindemos por nuestro reencuentro y por los posibles “reencuentros” futuros…

–         Por favor… no trate de ser amable conmigo… solo vine para que no se quedara parado frente a mi casa y pudiera verlo Arla o mi ex novio. Yo no soy como usted, que de seguro se la ha pasado como si nada, para mi ha sido un suplicio…

–         ¿Tu ex novio?

–         ¡¿Y cómo iba a seguir con él sabiendo la forma tan baja y sucia con que lo traicioné?! ¡¿Cómo iba a ser tan hipócrita de jurarle fidelidad y amor luego de revolcarme como una cerda con usted?!

–         Pues solo siéndolo… – de nuevo los insultos se me atragantaron en la garganta y sentí que los ojos se me querían salir para agarrar a ese patán a mordidas – Mirá, lo que pasó en la playa es tan malo como vos querrás verlo… simplemente pasó y nadie más tenía que saberlo, ni siquiera tu novio…

–         ¡Lo saben ese par de imbéciles y de seguro ustedes 3 se lo han contado a todo el mundo!

–         Yo no, eso de andar presumiendo son mariconadas, yo no necesito palmaditas en la espalda de ningún pisado porque me pasé por la piedra a sutana o mengana… ahora lo que hagan esos 2…

–         ¡No es cosa suya, ya entendí… nada es cosa suya!

–         Pues fijate que no, porque no te obligamos a nada, ¿o sí? – no pude responderle – ¿Viste? Mirá Sasha, voy a ser pelado con vos, lo que pasó en el puerto fue porque todos lo quisimos así, ¿ya? La pasamos muy bien también, ¿no? Y podemos seguir pasándola bien si tu quisieras…

–         ¿Qué cree que soy?… una perra, ¿verdad? – le respondí apenas con un hilillo de voz, a punto de llorar y sintiéndome muy humillada.

–         A mi eso no me importa, todos tenemos derecho a ser lo que queramos. En todo caso serás vos la que crea si lo es o no… igual todos somos santos y todos somos malos… es la naturaleza humana. Solo tenemos que evitar ir en contra de ella…

–         Para usted será muy sencillo…

–         Porque lo es… lo es…

Nos quedamos en silencio tomándonos nuestros cafés en pequeños sorbos. Me puse a pensar con objetividad, o por lo menos a traté… y creo que fue un error. En el fondo estaba muy caliente, su simple cercanía era suficiente para evocar en mi el recuerdo de la sesión de placer más intensa que había tenido. Sentía que mi intimidad estaba empapada y palpitando, rogándome a gritos algo de guerra, que ese hombre me volviera a poseer. Por más que luchaba no podía dejar de recordar ese enorme pene, de cómo me barrenaba las entrañas, de cómo me tomó y sometió… ¡casi lo podía sentir adentro todavía!

De reojo vi que él me vigilaba de reojo a la espera. Pero al ver que no me relajaba, se cambió de lugar y se sentó a mi lado, provocándome una intensa oleada de calor. Estábamos en una mesa de asientos fijos y largos, por lo que él podía sentarse a mi lado fácilmente. Carlos retomó una conversación informal e intrascendente en apariencia, pero era solo pantalla. Comenzó a dedicarme piropos subidos de tono y poco recatados acerca de mi cuerpo y haciendo alusiones a la cogida que habíamos protagonizado. Y obviamente yo le respondía con toda la hostilidad que me era posible.

–         Pero no seás enojada que te vas a arrugar muy rápido, de verdad yo solo quería pasar a saludarte y saber de tus huesitos… y de tus carnitas, je, je, je. – lo fulminé con una mirada que prometía violencia – Y por lo visto todo… absolutamente TODO, sigue donde lo dejé… – ¡imbécil!

–         ¡Imbécil, patán, déjeme en paz! ¡En serio Carlos, ¿qué quiere usted de mi?! – la verdad era una pregunta muy tonta, pero fue lo único que se me ocurrió decir.

–         Bueno, mejor preguntate qué querés vos de mi… ya sabés cómo soy de complaciente…

Reaccioné molesta otra vez, pero él, despacio y como quien no quiere la cosa, deslizó su mano a lo largo de mi pierna. Yo llevaba un vestido de mezclilla de estar en casa, sencillo y cómodo, abrochado en el cuello y con un escote poco revelador. Ese sencillo pero íntimo roce me provocó un fuerte escalofrío que me recorrió la espalda y el vientre, naciendo directamente de mi caliente y mojada entrepierna.

Obviamente eso no le pasó desapercibido a Carlos quien, sonriendo triunfante, no solo no me quitó su mano a pesar que yo se la quería sacar, sino que siguió hacia adentro y llegó a mi empapado calzoncito. ¡Mierda! No pude detenerlo, en parte porque era mucho más fuerte que yo y en parte porque no quise, tengo que admitir que lo intente muy débilmente. Siguió hablando como si nada, mientras sus dedos me masturbaban discretamente, en voz baja me decía cosas que buscaban encenderme más y hacerme perder el control mientras yo me iba poniendo más roja y sudorosa a cada momento.

–         Ya sabés que no me gusta ser hipócrita, vos sabés tan bien como yo qué estamos haciendo aquí y qué es lo que queremos. – me dijo mientras presionaba sobre mi clítoris a través de la delgada tela de mi ropa íntima… ¡mierda, qué rico se sentía!

–         No… yo no… no… no quiero… – le respondí, con muy poca firmeza y fuerza en mis palabras.

–         No te engañés Sasha, no tenés un pelo de tonta. – con un hábil movimiento apartó la parte baja de mi calzón y sorteó mi vello púbico para acariciarme directamente sobre los labios… me estremecí – Vos querés repetir tanto como yo, me querés volver a sentir adentro, entrando y saliendo, tocando esas tetas duras que tenés, besándolas, lamiéndolas y mordiéndolas… – ¡Dios mío, ese hombre…! Sus palabras me calaban en lo más profundo, era como si estuviese leyéndome la mente… aunque cualquiera se habría podido dar cuenta de cómo estaba.

Ya tenía 2 dedos nadando libremente adentro de mi y yo sin fuerzas para sacármelos. Sentía mis propios jugos salirse de mi cálido conducto íntimo como una fuente, inmediatamente supe que estaba perdida en las manos de ese hijo de puta. Ya ni me enteré de que más me estaba diciendo, sencillamente cerré los ojos y me dejé hacer hasta que acabé. No aguanté tanto placer y me orgameé tratando de hacer el menor ruido posible y de disimularlo lo mejor que podía.

Apoyé los codos sobre la mesa y la frente sobre las manos como si estuviese meditando, con la esperanza de que nadie notara mi rostro descompuesto de placer. Aun así no pude evitar que los fuertes espasmos de mi clímax sacudiera mi cuerpo delicado y me acelerara la respiración de forma muy visible, con mi tórax hinchándose y estrechándose con veloz cadencia. Simultáneamente suaves gemidos salían de mi pecho congestionado. De reojo vi Carlos, que continuaba hablando con los ojos clavados en mi y una gran sonrisa en los labios, una sonrisa cínica que anunciaba su triunfo total sobre mi débil voluntad.

Espero que se me pasara un poco, luego, sin decirme nada, me levantó la cara con la otra mano y me llevó sus dedos empapados de mis flujos a la boca. Y yo, mansa y sumisamente, se los chupé y lamí en medio del café. No podía creerlo, estaba totalmente entregada a ese hombre y frente al que se le diera la gana vernos. Enrojecí como un tomate y bajé la mirada, incapaz de volver a levantarla.

–         Sasha… nos vamos… – me anunció inesperadamente.

Carlos se tomó su café y el mío de un trago, dejó el importe del consumo sobre la mesa (más una generosa propina) y me tomó de la mano, llevándome fuera sin que yo pudiera despegar la mirada del suelo. Subimos a su carro y nos fuimos… ¡ni siquiera sabía a dónde! Dentro del carro siguió hablando de cualquier cosa, igual yo ni me enteraba de nada, tan solo de sus dedos que me recorrían por todos lados y me tocaban con impunidad. Me acariciaba una teta por encima del vestido como si tal cosa y yo me dejaba, de ahí pasó a meterme la mano entre el escote y agarrarme y apretarme los senos.

Entrecerraba los ojos y me dejaba hacer, empeñada en no pensar, solo en sentir, después tendría tiempo para los remordimientos, ahora solo quería saciar mi sed de sexo. Supe a dónde me llevaba cuando paramos en un motel y rápidamente entró a uno de los garajes. Me tomó de la mano y así entramos a la habitación, en total silencio, él a la expectativa y sopesando mis reacciones y yo sin atreverme a decir nada. Nos quedamos en el umbral de la puerta y allí comenzamos a besaros apasionadamente, terminé de perder el poco autocontrol que aun me quedaba y comprendí que sería capaz de hacer cualquier cosa que ese hombre me pidiera. De pronto me soltó y me dejó allí para tomar asiento en la cama…

–         Sasha, quitate el vestido… – me dijo con voz suave y dulce, pero con mucha autoridad.

Y yo le obedecí inmediatamente, ansiosa de comenzar. Solté los broches de mi vestido lo dejé caer, quedando en interiores. Llevaba un conjunto blanco de algodón, cómodo y muy deportivo, de top y calzoncito sin adornos, nada del otro mundo. Sentía que su mirada me quemaba.

–         Ahora quitate el top… – me ordeno y yo, nuevamente, obedecí, dejando mis senos pequeños expuestos con los pezones puntiagudos y morenos completamente erectos.

Instintivamente me bajé el calzón antes que me lo pidiera, quedando desnuda por completo. Incluso giré para mostrarle la maravilla de mis grandes y paraditas nalgas mientras él me veía alucinado. Con un ademán me indicó que me acercara y luego me abrazó, tocándome y acariciándome las tetas. De ahí pasó a chuparlas y morderlas con suavidad, iniciando el lento e inexorable proceso de volverme loca. Sentía su lengua jugando con mis pezones que se endurecían entre sus dientes y me enloquecían del placer. Al mismo tiempo me introducía un dedo en mi mojadísimo sexo, aumentando todavía más la calentura que ya tenía. Sin embargo me separé de él súbitamente:

–         Ahora me toca verte desnudo. – le dije y comencé a desvestirlo.

Le saqué la camisa y aluciné al ver su cuerpo poderoso otra vez y recordé la cogida que me dio. Luego me arrodillé para quitarle el pantalón y el calzoncillo, ansiosa por volver a ver esa increíble verga que tanto placer me había dado. Por su parte, Carlos me agarraba y estrujaba el culo, acariciándomelo y metiéndome los dedos entre las nalgas. También me frotaba las tetas y me pellizcaba los pezones. Finalmente aquella imponente barra de carne emergió dura y enrojecida en todo su esplendor frente a mis ojos ávidos. En ese momento dudé, estaba a punto de traicionar de nuevo a mi amado Alex y a mi mejor amiga, Arla. Pero de nuevo la excitación y la lujuria me hicieron su presa, volví a dejar de pensar y me tiré de cabeza, sabía que a partir de ahí me metía a un callejón sin salida donde no valían ni mi novio ni la fidelidad ni nada. Esa verga era demasiado para una perra hambrienta de sexo como yo.

Comencé a mamársela con devoción, saboreando cada centímetro de su exquisito manjar de carne dura, caliente y palpitante. Con los labios le rodeaba el glande como un guante y luego me la tragaba entera hasta que los vellos de su pubis rozaban mi nariz. Al mismo tiempo mis manos acariciaban su torso duro y musculoso y mis ojos se perdían en su inmenso rictus de placer. Él apenas podía mantener los ojos abiertos, me decía lo bien que mamaba, que era una chupavergas experta y que se notaba que me encantaba. Esos comentarios despectivos me ponían peor, mi boca cada vez trabajaba más rápido, comiéndome literalmente ese apreciado y viril trozo. Tuvo que detenerme antes que lo hiciera acabar.

–         Bueno perrita, vení y clavate vos solita sobre la estaca que ya me muero de ganas por partirte en 2. – en mi mente se agolpaban los recuerdos de la tremenda sesión de placer que me dio en el puerto, no podía olvidar como esa verga me penetraba y me daba un placer inmenso.

No perdí el tiempo y lo monté, pero dejé mi vulva rozando su glande, solo sintiéndolo. Mis instintos desesperados decían que necesitaba sentir ese pene reventándome las entrañas. Él se adelantó y me jaló con fuerza, de un golpe quedé ensartada en su maravillosa verga. Nos quedamos quietos mientras mi vagina se acomodaba a su invasor. Luego inicié con movimientos ligeros y el roce en las paredes de mi feminidad me dieron un maravilloso placer. Carlos inició como un artista, mientras me sostenía de las caderas, su insaciable tronco desaparecía una y otra vez dentro de mi y su boca se pegaba a mis pezones como lampreas. El sonido de nuestros cuerpos unidos era un concierto de ruidos lúbricos y lujuriosos: jadeos, respiraciones agitadas, palabras soeces y el sonido de nuestros sexos chapoteando en acción.

Carlos cambió de posición, sin sacármela hizo que me girara para quedar de espaldas a él y así seguimos cogiendo y yo lo notaba más profundamente, incluso rozando el fondo de mi útero. Me tenía en la luna, observado y sintiendo como entraba y salía esa verga de mi vagina hasta verla desaparecer, acariciándole los huevos con mis dedos y uñas. Tras unos minutos yo misma cambié de postura, me acosté boca arriba y él se me puso encima y me la metió mientras nos besábamos, me penetraba con fuerza y extasiado, ¡cuánto me encantaba tener a ese hombre encima, ver sus musculosos brazos apoyados a ambos lados de mi cabeza, sosteniendo ese poderoso cuerpo! ¡Sentía como su pelvis se empotraba una y otra vez en contra de la mía, llevándome rápidamente al clímax!

–         ¡¡¡¡CARLOS, CARLOS… CAAAAARRRRLOOOOSSSSGGGGHHHHH!!!! – alcancé el orgasmo entre gritos y gemidos de placer, mientras él continuaba barrenándome sin piedad como un loco.

Él también disfrutó mucho de mi acabada, pues sabía que era por él, que él me la había regalado. Comenzó a apretarme más fuerte, aplastando mis sensibilizadas tetas contra su pecho duro. Su cuerpo chocaba contra el mío violentamente y yo gritaba más cada vez, pidiéndole más. Ya no tardó mucho en acabar, solo que él quiso hacerlo de otra forma: en mi boca.

–         ¡Vení… ponete aquí… te voy a llenar de leche perra…!

Carlos me giró, me dejó la cabeza colgando del colchón y se acuclilló frente a mi con su tremenda verga apuntándome a la cara. Ya sabía qué quería y yo no me negué (obviamente), de hecho ansiaba probar de nuevo su leche caliente sobre mi lengua aunque para ello tuviera que dejarme humillar de cualquier forma. Me la clavó y empezó a cogerme por la boca, no tardó mucho en acabar…

–         ¡¡¡¡SAAAAASHHHHAAAAAAGGGGGHHHHHH… OOOHHH, AAAAAHHHHH!!!! – sus chorros bañaron mis labios, lengua y dientes uno tras otro y yo luchaba por tragar cuanto pudiera.

Cuando los estertores de su clímax acabaron retrocedió y cayó pesadamente sobre un sofá descolorido y viejo, respirando agitadamente y resoplando. Una enorme sonrisa iluminó su rostro cuando me vio dándole un último espectáculo: jugaba con su semen con mi lengua y labios, lo saboreaba y me deleitaba con él antes de tragármelo. No dijo nada, pero yo sabía que ya me había convertido en su perra favorita, la más caliente y hambrienta del mundo, y desgraciadamente eso me dio un enfermizo orgullo. Quedamos abrazados y besándonos como una amorosa pareja.

Continuará…

Garganta de Cuero.

Pueden mandarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.