Carlos, mi Semental 05

Mi encuentro con Carlos llega a su fin, hizo conmigo lo que se le dio la gana y hasta inauguró mi culito. Traicioné a mi novio y a mi mejor amiga... y a esta última también la perdí (Infidelidad, sexo hetero y anal y dominación solapada.).

Carlos, mi Semental

V

Me puse de pié y nos dirigimos a una habitación para proseguir con nuestra aventura y poder coger más cómodamente. Carlos me fue manoseando en todo el camino, me llevaba con una mano en el culo, apretándomelo y metiéndome los dedos entre las nalgas y acariciándome suavemente el ano. Era una sensación extraña pero no me molestaba, me provocaban sacudidas que jamás había sentido antes, no lo podía creer pero me calentaron más de lo que ya estaba. Con la otra me tocaba y restregaba las tetas, me pellizcaba los pezones erectos y yo me sentía morir del deseo.

Por mi parte lo llevaba tomado de la verga como si fuese alguna especie de correa o agarrador, apenas lograba abarcar todo su grosor. Sentía que palpitaba entre mi mano y que cada vez se iba poniendo más y más dura, pero no al punto de parecerme una roca, más bien un gran palo metálico recubierto de una fina y mullida esponja. Con el pulgar le acariciaba el glande y lo oí suspirar de placer, eso me llenó el ego. También sentía como le salían gotas lubricantes del meato.

Al nomás entrar en la habitación me tumbé en la cama con las piernas abiertas para enseñarle el camino mientras veía incrédula como su enorme miembro ya había alcanzado todo su esplendor nuevamente y apuntaba amenazante hacia mi mojada e inflamada vulva. Dudé por un segundo que semejante aparato pudiera entrar en mi, pero estaba tan lubricada y caliente que sólo podía pensar en sentirlo adentro.

Recordé a mi novio y me hizo gracia la comparación al mismo tiempo que me lastimaba y me hacía sentir morbo. Me imaginé a mi misma con las piernas abiertas y el sexo empapado, exigiéndole a Carlos que me cogiera ya mientras el pobre de mi Alex nos veía desde un rincón, llorando y humillado, con cara de perrito apaleado… Dios mío, ¿en qué me estaba convirtiendo?

–         ¡¡¡AAAAAAYYYYYGGGGGHHHHHH!!! – Carlos me tomó de las piernas, se las puso en los hombros y de un golpe me la metió entera. No pude evitar pegar un grito de dolor al sentirme taladrada por ese mástil, hasta sentí que me desvirgaban por segunda vez… solo que ahora sin delicadeza alguna.

Pero a él pareció no importarle, pues casi de inmediato empezó a cogerme con fuerza, con un mete y saca potente que me hizo derramar algunas lágrimas. Pero poco a poco la sensación de dolor fue pasando y dio pié a una de auténtico placer y lujuria, sentirme perforada por ese enorme palo, sentir que forzaba y estiraba las paredes de mi vagina me elevaron a un nivel de excitación que no imaginaba.

–         ¡¡¡AAAHHHH, OOOHHHH… DIOS MIO… OOOHHHH… AAAGGGGHHH!!! – empecé a gemir con fuerza, sintiendo como me atravesaba una y otra vez.

Era increíble, no podía creer que se pudiera gozar tanto, con razón Arla gritaba como una loca aquella tarde que los vi. Tenía mis rodillas a escasos centímetros de mi rostro, por encima de él y justo al lado del poderoso pecho de mi amante… no, de mi domador, porque eso era Carlos, era el hijo de puta que había logrado domarme. Me aferraba a sus gruesos brazos que sostenían su cuerpo, apoyados en la cama a cada lado de mi cabeza, mientras mi vagina era violada sin parar, me sentía literalmente llena por dentro. Gocé como loca y gemí hasta casi quedarme ronca, aunque estaba tratando de acallar mis gimoteos para no despertar a mi amiga. Pero entonces noté un intenso cosquilleo en mi sexo que acabó en un magnífico y potentísimo orgasmo como jamás había tenido:

–         ¡¡¡CARLOS, CAAAARRRRLOSSSSGGGGHHHHH!!!… ¡¡¡¡AAAAAAHHHHHH!!!! – fue el mejor de mi vida hasta entonces. Nuevamente pensé en Alex y me di cuenta que todos los que había tenido con él no le llegaban ni a la suela del zapato al que acababa de tener.

Continuamos cogiendo en la misma postura por varios minutos más y yo me seguía regodeando en sus magníficos pectorales, acariciándolos y pellizcándole suavemente los pezones, descubrí que le gustaba mucho. Al mismo tiempo él no paraba de penetrarme con fuerza sin dar muestras de querer acabar, asegurándose de no dejar un solo espacio dentro de mi a donde su ingente garrote no hubiera llegado.

Esa tarde me revelé como una perra multiorgásmica, no paraba de encadenar orgasmos y sentía que me volvía loca, que el aire me faltaba y que el calor me sofocaba, pero no paré, seguí gozando de esa manera así me diera un infarto por tanta agitación. Mi piel morena ya estaba cubierta de sudor y mi corazón amenazaba con salírseme del pecho… ¡increíble!

Carlos se tumbó encima de mi para hacer más profunda las penetraciones y yo le rodeé la cintura con las piernas mientras mis manos se perdían en su ancha espalda y en su duro culo. Mi cabello estaba hecho una maraña revuelta y desorganizada que se me pegaba a las sienes como con pegamento, no recordaba haber estado así antes en mi vida. Él también estaba cubierto de sudor, empapado, las gotas resbalaban por sus costados y me mojaban a mi.

Cogimos durante un cuarto de hora, sudando a chorros, gritando y deseándonos hasta que él empezó a bufar y a ponerse más rojo de lo que ya estaba. Al mismo tiempo sentí dentro de mi que su pene se endurecía más. No necesitaba mucha experiencia para darme cuenta que estaba a punto de acabar.

–         ¡¡¡AAAHHH, OOOOHHH!!! ¡¡¡CARLOS… CAARR… CARLOS… ADENTRO NO… ADENTRO NOOOHHHH!!! – le dije.

–         ¡¡¡¡OOOOOHHHH, AAAAAHHHHH, SASHA, SAAAASHAAAAHHHHH!!!!

–         ¡¡¡ADENTRO NO POR FAVOOOORRRGGGGHHHHHH!!! – un último orgasmo interrumpió mis palabras y me hizo olvidar qué estaba diciendo. Entonces me embistió con violencia y me clavó en lo más profundo de mi ser antes de salirse y acabar a chorros.

–         ¡¡¡¡SAAAAASHAAAAAHHHHH… PEEEEERRRRRAAAAAAHHHHHHHHH!!!! – Carlos me sacó la verga y acabó con 4 largos y potentes chorros, abundantes de esperma, que me mojaron la cara, el cuello y el pecho, dejándome toda pegosteada.

Carlos rodó pesadamente a mi lado y se quedó boca arriba como una ballena varada, respirando aceleradamente, hasta yo podía escuchar el sonido de su corazón desbocado. Por mi parte quedé rendida y agotada por esa tremenda sesión de sexo y con el cuerpo dolorido por el aparato de ese semental. Sentía que  mi vagina palpitaba lentamente y que la tenía hinchada. Me ardía un poco también, pero supongo que así tenía que ser luego de ser cogida de esa manera.

¡Me dejé someter por el novio de mi mejor amiga por Dios Santo! No pude evitar pensar en Alex y en Arla nuevamente, nunca me había pasado por la cabeza llegar a traicionarlos de esta manera. Incluso pensé en mi tía y en lo que me diría si me viera allí en ese momento, dejándome llevar por mis impulsos y no pensar con la cabeza. Los remordimientos se apoderaron de mi por un momento, pero luego desaparecieron cuando pensé que fue inevitable, ninguna mujer habría podido resistírsele a ese hombre por extraño que ese pensamiento parezca. Además mi novio, por mucho que se esforzara, me tenía muy mal atendida. Y sobre mi hija… bueno, preferí no pensar más.

–         ¡Qué cogida tan increíble! – exclamo él, devolviéndome a la realidad por segunda vez. Volteé a verlo y lo encontré de costado, apoyado en uno de sus codos y viéndome con una sonrisa de oreja a oreja… me ruboricé y apené mucho.

Supongo que aquello a Carlos le hizo gracia… o simplemente no le importó en lo más mínimo, pues comenzó a limpiarme su semen con 2 dedos para luego llevármelos a la boca. Y yo, idiota de mi, ¡se los acepté! Es más, ¡le lamí los dedos con fruición, como si fuesen alguna especie de golosina exótica y deliciosa! Varias veces lo hizo hasta que me hubo limpiado casi todo, entonces me di la vuelta para quedar boca abajo y abrazada a mi portentoso amante, en parte para evitarme la vergüenza de seguir recibiendo su semen de esa forma, en parte solo para sentirlo. Pero él aun no se daba por vencido, de hecho su miembro seguía bien duro y brillante de mis jugos.

Me dejó sobre la cama relajándome con los ojos cerrados por unos minutos, respirando pausada y profundamente. De pronto sentí movimiento en la cama y entreabrí los ojos, lo vi por el rabillo agarrando dos almohadas. Luego sentí que me levantaba y las ponía en mi estómago, dejándome todavía boca abajo. Entonces si abrí los ojos.

–         Carlos, ¿qué estás haciendo?

–         Nada Sasha… solo que te voy a romper el culo…

–         ¡¿Que qué?! ¡¿Qué me vas a hacer?! – casi me da un ataque de pánico al comprender que quería penetrar mi virgen culito, al imaginar esa tremenda barra de carne horadándome el ano.

–         Viniste en busca de sexo y lo vas a conseguir completito, ya te lo dije. ¿Te ha partido el culo el cornudo de tu novio?

–         No, nunca me ha dado por culo… – le respondí atemorizada y tratando de no sonar tan melosa. Pero el morbo de sentirme un objeto usado y la tremenda calentura que aun sentía fueron mayores, comprendí que Carlos me tenía a sus pies me gustara o no, así le respondí con mucha coquetería – Bueno, que… pues… para todo hay una primera vez. – se echó a reír.

–         Sos igualita a todas, sobre todo a Arla… muy santa, muy inocente… que no quería… y ya viste como le gusta que le den, je, je, je…

–         Si querés seguir usándome a tu antojo – le dije muy seria y molesta – no hablés de mi amiga ni de mi novio… – Carlos me sonrió de nuevo haciendo como si se cerraba la boca con candado.

Carlos llevó sus gruesos labios a mi ano y comenzó a comérmelo suavemente y moviendo muy diestramente su larga lengua. ¡Dios mío, nunca había probado eso pero me encantó, jamás imaginé que esa pudiera ser una zona tan sensible de mi cuerpo! Su lengua pasaba por todo lo largo de mi raja, acariciando mi ano y provocándole rápidos estremecimientos. Luego trató de meterme su lengua por allí y el placer fue mayor. Realmente podría describir por horas todo lo que me hizo sentir, pero no tiene lógica, solo diré que perdí la noción del tiempo.

–         Ya estás lista putona, ahora viene lo mejor… – me dijo y noté algo duro intentándose abrir paso a través de mi esfínter anal, el cual, a pesar de estar dilatado por el beso negro, no podía engullir lo que se le venía encima.

–         ¡¡OOOOOHHHH, DIOS MÍO… AAAYYYYYY!! – parecía que no acababa nunca, no paraba de empujar y el dolor se hizo tan insoportable que quise zafarme, aunque él me sujetó con fuerza.

–         Quieta yegua… ya va a pasar.

Sentí cada uno de los más de 19 cm de verga que le calculé y que él empujaba dentro de mi. El culo me ardía y yo sudaba a chorros, trataba de quitármelo de encima, pero por más que lo empujaba él no paraba. Al final tuve que morder las sábanas para no dar un alarido de dolor. Por fin me la clavó por completo y lo pude sentir en su totalidad e inició un mete y saca a un ritmo endiablado al mismo tiempo que, tras pasar su brazo por debajo de mi, empezó a frotarme el clítoris con frenesí. La terrible sensación inicial de desgarro se fue transformando paulatinamente en una de placer, un placer diferente y nuevo para mi que me llevó al clímax enseguida.

–         ¡¡¡AAAAHHHHH, OOOOHHHH!!! ¡¡¡¡AAAAAAUUUUUUGGGGGHHHHH!!!! – me revolví como loca debajo de él, que o se detuvo, fue un tipo de gozo que no imaginé que existiera.

Carlos se apoyó en mi espalda y me besaba con lujuria mientras me sodomizaba y me susurraba frases soeces al oído que me calentaban más todavía. Yo seguía sin poder creer mis respuestas automáticas a esa forma sucia y grosera de tratarme. Me puso tan mal que estuve a punto de mandarlo todo a la mierda y aullar de placer así despertara a mi amiga, con tal de expresar el placer y los orgasmos que ese hombre me provocaba. Pero logré contenerme al contrario que él, quien bufaba y no se cortaba nada.

Finalmente, tras 15 largos y deliciosos minutos de enculada, Carlos llegó a su tercer y último orgasmo del la tarde. Noté como su pene se ponía más grande y duro y hasta como vibraba dentro de mi recto. Entonces, tras un largo alarido suyo, este expulsó una última y muy copiosa cantidad de leche dentro de mi, regándome las entrañas.

Carlos me la dejó adentro un rato más mientras se recuperaba, me besaba y acariciaba. Luego me la sacó y sentí como su semen se salía a borbotones de mi culo. Ahí llegó a su fin nuestro caliente encuentro, me sentí totalmente satisfecha, como jamás lo había estado. Además estaba tan relajado que abría podido caer rendida en ese momento sobre la cama sin que no hubiese nada que pudiera perturbarme… excepto los amigos de Carlos que nos veían desde el lindero de la puerta y detrás de ellos, a varios metros de distancia, mi amiga Arla, sollozando en voz baja y bañada en llanto. ¡Mierda, mierda, MIERDA, MIERDA, ¿qué hice!

Continuará…

Garganta de Cuero.

Pueden mandarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.