Carlos, mi Semental 04

Finalmente caigo víctima de mis propios deseos y de aquel experimentado seductor, aquella noche él hará conmigo todo cuanto se le da gana (Infidelidad, sexo oral y dominación solapada).

Carlos, mi Semental

IV

Mierda, vaya viajecito que resultó ser, de nuevo me quedé observando absorta e ida como una idiota a ese hijo de puta de Carlos Ko cogiéndose a mi mejor amiga… ¡y hasta la sodomizó, mierda! Una mezcla de sentimientos invadió mi interior, por un lado estaba la sorpresa por haberla visto actuando como una perra por segunda vez, la decepción por lo mismo y el miedo, pues estaba claro que no era la primera vez que le daba por el culo y temí que ese tipo estuviese pervirtiendo a mi amiga. Por otro lado, y era lo que más me costaba aceptar, estaba una insana envidia hacia ella, pues en el fondo de mi ser, y a pesar de la vergüenza que me daba admitirlo, me moría de ganas por ser tomada de esa forma por él.

La pareja llegó a la casa como a la hora de que yo lo hice y me llevé un susto de muerte cuando vi que Carlos traía en brazos a mi amiga que había tomado un feo color verdoso. Se me había olvidado que a Arla le cae muy mal el sol, le da migraña, pero por suerte llevó consigo su medicina. Lo único malo es que esas pastillas son analgésicos tan fuertes que la noquean por horas, así que 30 minutos después me quedé sola entre esos 3 hombres indeseables.

–         Bueno… ¿y qué hacemos? – preguntó Carlos.

–         Pues… Marito y yo nos vamos otra vez a la playa… a ver qué nos sale… – Tono se refería a un grupo de turistas gringas o canadienses que andaban por allí.

–         Ahí nos vemos más tarde mano… – le dijo el otro y bajaron, me quedé sola con Carlos.

Bueno, la verdad es que no lamenté que Marito y Tono se hubiesen ido, no después de lo que les permití hacerme en la playa, acabé con los dedos del Tono navegando libremente dentro de mi vulva, me moría de la vergüenza. Lo que no me gustó fue quedarme sola con Carlos y con mi amiga inconsciente. Bajamos a la sala de la primera planta (estábamos en la segunda, en el cuarto del tal Ricky donde recostamos a Arla) y nos quedamos allí en silencio, sin saber qué decir o qué hacer.

–         Bueno, aquella va a estar durmiendo por un buen rato… ¿no querés algo? Hay de todo aquí…

–         No gracias, no quiero abusar de la hospitalidad de su amigo… – dije eso dejando claro que la casa no era suya, aunque traté de mantener un tono cortés… creo que no lo logré.

–         No hay problema, el Ricky nos dio permiso de tomar lo que querramos…

–         Si, pero no gracias…

–         …también hay comida… de todo tienen guardado aquí…

–         …no gracias…

–         ¿Una cervecita no querés? Puedo poner un pedazo de carne a asar también…

–         …no… gracias…

–         ¡De verdad, podemos tomar lo que querramos de la refri y de la alacena, no se van a enojar!

–         Dije que no… – ahora mi tono había dejado de ser educado.

–         ¡Mirá, ¿qué te pasa a vos?! ¡¿Te ofendimos o te hicimos algo o qué?!

–         Yo no tengo nada… y auque lo tuviera no es asunto suyo.

–         ¡No será la gran puta, has estado bien pesada con todos desde que llegamos! Mis amigos hasta prefirieron irse, porque con vos ni siquiera una conversación agradable iban a tener.

–         No es mi problema si no les gusto a esos 2, igual a mi tampoco me interesa caerles bien.

–         Puta… de verdad que no te entiendo. ¿Para qué viniste si no querías estar con nosotros?

–         Pues para cuidar a Arla… no sé si ya se habrá dado cuento que no confío para nada en usted. – mi tono rebosaba sarcasmo – Quizás pudo engatusarla a ella, es muy crédula… pero lo que es a mi…

–         ¡Ja, ja, ja, ja, ja! Mirá patoja, primero: yo, a Arla, nunca la engatusé, sencillamente le di lo que ella quería desde un principio. Y segundo: según creo yo, a la única a la que le tengo que gustar es a ella y no a vos, ¿verdad?… porque igual a vos no te gusta nada y no sabés ni lo que querés… sos bien hipócrita Sasha. – entonces monté el cólera.

–         ¡Mire Carlos, yo sé perfectamente que Arla es solamente una conquista más en su haber y que solo la quiere para pasar el rato, así que mejor mírese al espejo cuando quiera llamar hipócrita a alguien! ¡Y usted no es más que es un pervertido mierda y un hijo de puta! – le dije roja del enojo, no le grité solo para no despertar a mi amiga.

–         ¡Chupame la verga! Por lo menos yo no niego lo que soy ni lo que quiero. Lo que realmente tenés es envidia, por eso te quedaste espiándonos el otro día mientras cogíamos, ¿verdad?… – ¡me cagué! – te vi y te vi bien, me di cuenta de lo caliente que estabas, ¡tenías una cara de sexo…!

–         ¡Imbécil, infeliz! ¡Esa tarde me quedé parada viendo porque… porque… bueno… para asegurarme que no le iba a hacer nada malo a mi amiga, hijueputa!

–         ¿Y hoy también? Es que, Sasha, James Bond no sos, je, je, je, je. – me volví a cagar – Entonces no sé porqué te caigo tan mal, vos misma viste que no le hice nada malo… al contrario, ¡solo cosas buenas le hice, vos viste como gozó la pisada!

–         ¡Es usted una mierda y un pervertido hijo de puta que solo se está aprovechando de ella!

–         Pues por lo menos ella si tiene a alguien que aproveche que es mujer. – ¿qué? – Lo que pasa es que sos una reprimida mierda y una frígida hija de puta que jamás ha probado una buena verga en su vida. Decime, ¿tu novio Alex te coge como yo me cojo a la Arla? – me puse roja de la ira y la indignación – ¿Gozás con él igual que como goza tu amiga conmigo?

–         ¡Hijo de… de puta! ¡Yo no soy como las perras que…! ¡A mí mi novio me respeta y…! – ¡maldito desgraciado, ¿cómo se atrevía a preguntarme eso?! Lo malo es que en el fondo no pude evitar hacer comparaciones y, muy a mi pesar, tuve que aceptar que Carlos le sacaba mucha ventaja a Alex – ¡No es asunto suyo! ¡Y para que lo sepa hacer el amor es mucho más que solo tener sexo, es algo mucho más profundo y especial que seguramente un orangután como usted no entiende!

–         Estás mintiendo Sasha, de lejitos se te nota que no estás roja de enojo sino de calentura… ¡de algo te acordaste picarona! – se estaba burlando de mi, ¡ese hijo de puta se estaba burlando de mi! – Yo sé perfectamente que jamás has gozado tanto con su novio… estás toda mal cogida…

–         ¡Váyase a la mierda hijo de…! – no pude terminar pues el tipo se empezó a desnudar.

¡Se estaba desnudando, ese hijo de puta se estaba desnudando y yo no pude decir nada, mierda! Mi mente me traicionó en ese momento y empecé a recordar las 2 cogidas que le metió a mi amiga, su cuerpo enorme y potente bañado en sudor, esa verga poderosa taladrándola salvajemente mientras ella no paraba de aullar y de pedirle más… y luego a mi amado pero recatado y timorato novio, esforzándose inútilmente en darme placer. Sentí despreció de mi misma por esa odiosa comparación.

–         Si no fueras tan pesada todo esto sería tuyo en cuanto me lo pidieras. – me dijo cuando se quedó solo en calzoncillo, devolviéndome a la realidad.

Me veía con una gran sonrisa de suficiencia, estudiando mi rostro. Y yo allí frente a él, mirándolo incapaz de decir algo, petrificada y llena de sensaciones que no lograba comprender ni controlar. No podía dejar de ver su imponente figura, alta y llena de músculos, impresionada y con cara de idiota. ¡Dios mío, ¿qué me estaba pasando?, sentía que me quemaba por dentro, que la tentación de tocarlo y un morbo que jamás había sentido antes me desbordada rápidamente!

–         Si de verdad gozaras con el Alex tanto como tu amiga goza conmigo no estarías allí parada ni me estarías viendo la verga con esa cara de sexo que tenés. – Carlos se me acercó despacio, con el desparpajo de alguien que se sabe ganador de la partida, hasta quedar a escasos centímetros de mi. – La verdadera razón por la que aceptaste la invitación de Arla de venir era para poder coger conmigo y que te haga gozar tanto como a ella.

Supongo que a esas alturas ya era inevitable hacer lo que hice, algo que a la fecha no puedo creer aun. Sin mediar palabra, y guiada por una fuerza mayor a mi voluntad, me arrodillé y le bajé decididamente el calzoncillo hasta dejar a la vista la mayor verga que había visto en mi vida. Aun no estaba dura pero ya era el doble de la de mi novio y era muy gruesa. Le acaricié el glande suave y despacio, quería ver hasta donde podía crecer así que empecé a pajearlo. Carlos no opuso resistencia ni mucho menos, obvio, y dejó que su gran pene fuera creciendo poco a poco entre las manos cálidas de su última conquista… yo.

–         ¿Ya ves Sasha?, ya sabía yo que lo que te faltaba era una buena verga, je, je. – era un sinvergüenza y un patán, algo que ya sabía de sobra, por ello es que no comprendía lo que estaba haciendo.

¡Por Dios, ¿qué me estaba pasando?! ¡Me sentía completamente descontrolada y fuera de mi misma por la calentura! Tanto así que me llevé su pene rápidamente a la boca y comencé a hacerle una mamada con mucha dedicación. Lo tomé con la lengua como si fuese una gomita, chupándolo y moviéndolo por toda mi boca. Por mi poca experiencia no pude evitar morderlo, aunque a él no le importó mucho.

Sentía como iba ganando tamaño dentro de mi boca hasta que ya no me cupo y me la tuve que sacar, logré hacer que alcanzara su tamaño máximo y eso me hizo sentir muy satisfecha y orgullosa. Pero al mismo tiempo quedé asombrada y atemorizada al ver ese descomunal y poderoso garrote, enrojecido y palpitante, surcado de venas. Le calculé unos 20 cm de largo y era considerablemente grueso, con un glande pequeño y estrecho, cubierto por el prepucio y con un tronco que se engrosaba en la mitad.

En ese momento mil pensamientos pasaron por mi mente. Estaba traicionando a Arla, mi mejor amiga, quien estaba muy enamorada de Carlos y a Alex, mi novio, quien me amaba y al que yo amaba. Estaba traicionándome a mi misma pues siempre me prometí que jamás caería en manos de un hombre como este, pues sabía que yo tan solo pasaría a engrosar la lista de sus conquistas. Por otro lado estaba esa tremenda necesidad que tenía de sentir aquella barra de carne barrenándome sin piedad como mi novio no supo hacer. Esa incomprensible y extrema excitación que me hacía sentir el haberme rebajado a ser el nuevo juguete de Carlos Ko, ese morbo pérfido y sucio de sentirme un objeto en sus manos.

Esos sentimientos tan opuestos eran una tortura para mi otrora perfectamente ordenada mente y por escasos segundos estuve a punto de salir corriendo. Al final, sin embargo, la balanza se decantó por el deseo y el placer cuando él me sujetó de la cabeza con fuerza y empujó su glande dentro de mi boca.

–         ¡Chupá perra! – me ordenó al mismo tiempo que su verga me llenaba completamente la boca.

Debí haberme ofendido, lo sé. De hecho, en cualquier otra circunstancia le habría devuelto la grosería por otra peor. Pero ese día me dejé hacer sin dudarlo un segundo, abrí la boca y comencé a mamársela con esmero mientras le acariciaba y masajeaba sus pesados huevos con la mano derecha. Tenía serios problemas, ya que el enorme tamaño de su falo me asfixiaba y me impedía tragármelo todo.

Carlos me agarró del pelo y empezó a cogerme por la boca, metiéndome y sacándome su miembro. Si antes ya me sentía un objeto, ahora la sensación era peor pues me estaba utilizando de la forma más grosera, violenta y descarada que podía… ¡y además diciéndome obscenidades!

–         ¡Mmmmm, si, qué rico! ¡Chupá así perra, ya sabía que te gustaba, je, je, je! ¡Ya sabía que te tenían toda mal cogida… aaaahhhh si, Sasha! – un patán, un grande y enorme patán.

Yo hacía esfuerzos por aguantar y no vomitar, pero al final mi boca se amoldó al enorme aparato de mi amante. Rápidamente deduje una forma de hacerlo bien: abriendo la boca lo más que podía para que mis dientes no estorbaran, recibía la cabeza de su verga con la lengua y la guiaba al interior de mi garganta. Permanecimos así varios minutos, yo chupándole la verga al amor de mi mejor amiga y él gozando como un loco de mi sometimiento. Lo cierto es que estaba encantada mamando con frenesí y al mismo tiempo dejándome coger por la boca. Era una sensación extraña, un morbo inmenso que me hacía sentir como una cosa de su propiedad. Él me estaba dominando a su antojo y yo lo sabía, y aun así no tenía ni fuerza ni deseos de pararlo.

Carlos demostró tener mucha resistencia pero tarde o temprano debía acabar y yo me di cuenta. Noté dentro de mi boca como su verga se inflamaba más y se ponía más dura. No es que supiera mucho de sexo, pero lo poco que si sabía me indicó que ya estaba a punto. Intenté sacármela de la boca pero él me tenía agarrada con tal fuerza de la cabeza que no pude zafarme.

–         ¡¡¡UUUUAAAAAGGGGHHHHH!!! ¡¡¡¡OOOOHHHHH… SAAAASHAAAAHHHH!!!! – tras un sonoro rugido estalló echando cantidades ingentes de semen dentro de mi boca y yo apenas pude engullirlo con la suficiente rapidez para no ahogarme allí mismo, tragué todo lo que pude.

Por segunda vez en mi vida probé el sabor del semen y de nuevo no me molestó… para mi mayor vergüenza, pues ahora no era el de mi novio. Aunque no sabía a ciencia cierta porqué, si en verdad me había gustado su sabor (porque rico no es) o si era por el morbo y la excitación que me daba el sentirme utilizada como una cosa. Cuando terminó de vaciarse sacó su miembro de mi dolorida boca y un poco de su esperma cayó sobre mis rodillas y en el suelo. Nuestro primer round había llegado a su fin.

–         ¡Que puta sos Sasha, te lo tragaste todo y no dejaste ni gota! – dijo burlonamente mientras se frotaba la verga para que volviera a estar dura. Al mismo tiempo me limpié la boca con el dorso de la mano y escupí los restos que me quedaron sobre la lengua.

Pero yo no le estaba poniendo atención, apenas era conciente de lo que me estaba diciendo. Aun me hallaba arrodillada frente a él, paladeando el sabor de su semen, estaba perdida en mis pensamientos calenturientos y mórbidos. Si le di una mamada, ¿qué podía importarme ya cogérmelo? De hecho, ¿qué podía importarme ya cualquier cosa? Mi dignidad, mi amor propio, el afecto que sentía por Arla, el amor que sentía por Alex y la vergüenza que me daba traicionarlos eran puras banalidades frente a mi imperiosa necesidad. Aun quedaba lo mejor del día y no estaba dispuesta a dejarlo pasar.

–         Deja de hablar ya y cogeme de una puta vez… ¿o qué, ya te cansaste? – le espeté con voz exigente. Ni yo misma lo pude creer… yo, que siempre había sido tan recatada.

–         ¡Ja, ja, ja, ja, ja, así se habla Sasha, así me gusta! Todas las mujeres son iguales, muy modosita y recatadas al principio, todas llenas de babosadas, pero en cuanto prueban una buena verga no paran de pedirla, quieren más y más todas las noches.

Me puse de pié y caminamos tomados de la mano hacía una habitación…

Continuará…

Garganta de Cuero.

Pueden mandarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.