Carlos
Tras descubrir su verdadera naturaleza de sumiso entregado, P busca en la app de contactos gays y conoce a alguien con... lo que él necesita.
P conducía por la autopista. Una carretera sinuosa cuesta arriba, con pinos a ambos lados. Iba a unos 100km/h, pero casi no veía la carretera. Su mente estaba bullendo con mil imágenes e ideas. Nervios, muchos nervios.
“¿Y por qué iba a quedar contigo?” le preguntó Carlos a P.
Los nervios inundaban a P al ver esa pregunta en el chat con Carlos de la app de contactos gays. Después de estar con el primer semental que había probado en su vida, y con el que a pesar de todo no hubo feeling, P estuvo buscando otro. Y no buscaba cualquier semental.
“Porque seré capaz de tragarme tu falo hasta la base, si pasa el paladar. Solo dependerá de si eres demasiado grueso o no”.
“Eso ya me lo dan otros.” Respondió Carlos. P no quería dejar escapar esta oportunidad. Carlos era lo que estaba buscando. Al contactar con él, Carlos le pasó una foto de su verga. 30. Así a ojo 30 cm. Y el grosor a juego, pero sin ser excesivo. Una maravilla de la naturaleza.
“Yo soy muy sumiso. Muy entregado. Podrás darme por la boca y por el culo lo que desees”.
“Vamos a hacer una cosa. Ven a la dirección XXXX pasado mañana, a las 12h. y ya veremos”.
Y ahí iba P. En su vehículo hacia una ciudad a unos 40km de donde él vivía. Inquieto, ansioso. Esa misma mañana se había hecho un enema súper profundo. Y el día anterior había regulado estrictamente qué comía, para regular perfectamente su puerta trasera. Se había depilado de nuevo, rasurado su sexo, lavado por dentro y por fuera. Afeitado, con un aroma que le acompañaba. Estuvo comprando gomas XL, sabía que las normales no servirían. Nunca había visto una verga XL en vivo y en directo. Y mucho menos nunca la había tocado, o chupado.
Superó un puerto de montaña, llegó a una zona de meseta y condujo otros 15 minutos, entrando en una ciudad mediana. Llego hasta la dirección indicada por Carlos, aparcó con facilidad, era una zona de nueva construcción con amplias avenidas. Busco un bar con terraza, el lugar del encuentro. Allí estaba él, sentado tomando un café.
“Hola, ¿puedo sentarme?” pregunto P.
“Si, pídete algo, invito yo”. P pidió otro café. Y empezó el interrogatorio.
“Bueno, dime unas cosas antes. ¿Te gusto en persona?”
“Si”. Respondió P tímidamente.
“Tú a mí también, pero lo que busco no es cualquier persona. Quiero alguien que se cuide y que a la vez sea mi… pareja exclusiva. No me malinterpretes, no quiero un marido, ni un amigo, ni alguien con quien vivir un romance. Busco alguien que le guste… lo que a mí”. Al oír aquello P notó como su sangre poco más o menos hervía. Adrenalina a litros por sus venas. La seguridad que rebosaba Carlos evidenciaba que estaba acostumbrado a elegir con quién yacía. Parejas no le faltarían con semejante instrumento entre las piernas, y un buen rostro y cuerpos para acompañarlo.
“Y… ¿qué te gusta?” pregunto P.
“Me gusta más o menos lo mismo que a cualquiera, pero tengo una gran verga, que no todo el mundo puede manejar adecuadamente. Solo hay una forma de saber si tú podrías. Pero eso no es la parte más… difícil de encontrar. Culos y bocas tragones hay por doquier. Lo que busco es alguien que mientras esté conmigo… se entregue.”.
“Creo que solo hay una forma de averiguar todo lo que quieres saber”. Le dijo P, al borde de un ataque de nervios. Necesitaba estar con ese macho. Su barba, su traje elegante. Iba bien vestido. Denotaba una posición si no acomodada, si por lo menos no tener carencias en lo económico. Mediana edad, ningún niño, un maduro con experiencia. Y más con esa tranca, seguro que había entrado en más orificios que la mayoría… Y hoy le tocaría a P. ¿Superaría la prueba?
“Vivo aquí alado, si quieres subes a mi casa”. P asintió. Pagaron la cuenta y anduvieron unos pocos metros, hasta un portal. Dentro llamaron al ascensor, del que salió un matrimonio entrado en años. Una vez pasaron y pulsaron el botón de subir, Carlos cogió el brazo de P “Ven” y acercó su boca a la de P, besándole. P se derritió al instante, la lengua de Carlos entraba en su boca. Cesaron de besarse y Carlos le cogió con una mano el rostro a P, le sacaba unos cuantos cm de altura, y le dijo “Vas a ser mío”.
Entraron en una vivienda con muebles modernos, evidenciaba que algún decorador había metido mano en el asunto, demasiado bonito para ser casualidad ese mobiliario. Carlos se quitó la corbata y le dijo a P “Voy a ducharme un momento, ahí tienes un bar y alado la nevera. Yo tomaré una cerveza”. Y le dejó a P ahí mientras iba a ducharse. P se encontró solo, en un piso que no conocía de nada, mientras Carlos se duchaba. Sacó la cerveza de Carlos y otra para él mismo, sin ganas de nada porque los nervios atenazaban su estómago. Tuvo que abrir varios cajones y armarios de la cocina, hasta que localizó un abridor y dos vasos. El ruido de la ducha cesó. Oyó a Carlos en la puerta de la cocina. Llevaba un albornoz totalmente blanco, como los de los hoteles. Se acercó a P, que le pasó un vaso con cerveza recién echada. “Gracias”.
Carlos bebió, mirando de reojo a P, que también bebió, sin ganas. Carlos le espetó a P “Quieres verla, ¿verdad?”. P asintió, ruborizándose. “Bien, antes quiero explicarte una cosa. He visto en tu perfil de la app de contactos que pedías sexo seguro. Bien, mi interés en ti, entre otras cosas, radica en esto. Si pides sexo seguro es por una de dos, o porque tienes una enfermedad y no quieres contagiarla o porque no quieres coger nada, ¿cuál de las dos es?”.
“La segunda, estoy sano”. P sabía que era un momento clave, mucha gente le rechazaba en la app por ser alguien que pide sexo seguro, pero a estas alturas no iba a ceder. Sexo seguro si o si, aun a riesgo de perder semejante verga.
“Bien. Yo también estoy sano y puedo demostrártelo. Tengo análisis recientes”. Y le dejó a P unos papeles, resultados de un laboratorio. P ya no estaba nervioso, la sorpresa le inundaba ahora. Nadie le había enseñado nunca algo así, y menos en una app de contactos gays. No entendía nada…
“Mira, es muy sencillo. Busco alguien que se cuide. Mis análisis son correctos. Antes he tenido un periodo sin contactos suficiente. Así que puedes estar tranquilo”. P leía intentando a la vez escuchar… Resultado negativo en todo. Todas las enfermedades que él conocía como ETSs ahí estaban, Clamidia, Gonorrea, Sífilis, Hepatitis A B y C, VIH, Herpes…. Todas negativo.
“¿Y cómo sé que estos análisis son tuyos?”. Pregunto P, dudando. Carlos rio “Claro, es lo más normal del mundo, cualquier saca unos análisis así…” Mientras se daba la vuelta, iba a por su cartera, sacó su DNI y se lo enseño a P. El nombre era correcto.
“¿Y cómo sabes que yo estoy bien? ¿Qué quieres hacer, sin goma?”. Pregunto P. “Si y no, por ahora no quiero sin goma más que el oral, la penetración con goma. Si todo va bien me enseñarás algo así más adelante tú a mí. Si estás de acuerdo claro.” Le dijo Carlos.
P no podía creerlo. Tenía delante un semental, que estaba buenísimo, posiblemente desnudo bajo un albornoz que le quedaba genial, diciéndole con papeles que estaba sano y que quería sexo oral con él a pelo… No hubo más palabrería.
P se lanzó a por Carlos, se besaron. Carlos le sujetó a P mientras poseía su boca. P se dejó hacer. Era una forma de besar muy muy profunda la de Carlos. “Abre la boca” ordenó Carlos. P la abrió y Carlos bombeo su lengua dentro, lamiéndole por dentro. “¿Te gusta la saliva?”. P asintió y abrió la boca de nuevo, bajo la de Carlos. Un hilo grueso de saliva salió poco a poco de la boca de Carlos y entro en la de P, sumiso.
“De rodillas” ordenó él. P obedeció. El abrió el albornoz. Un falo con venas, enorme, salió a la luz. P lo miró, recordó los papeles con el texto “Resultado negativo”. Abrió la boca y aspiro el sabor que le inundó a carne mientras se metía todo eso en la boca. Chupo y chupo. Y no perdió el tiempo, sabía que si tardaba no podría meterla a fondo, así que sin esperar apenas, estando aún morcillona pero ya bien grande, abrió su garganta mientras se la tragaba, toda. Entera. Noto como la masa de carne bajaba, y bajaba, y bajaba… No llegó al final, una potente arcada le vino, con lágrimas en los ojos. Se la saco llorando y controlando no vomitar. Lo volvió a intentar y tomando aire previamente, la engulló de nuevo. Un cuarto y la boca llena, la mitad y bajando por la garganta ya, tres cuartos donde antes tuvo que parar, notaba más adentro que nada que se hubiera metido antes la punta de ese enorme falo. No dudo, se olvidó del aire que no podía respirar, de las arcadas y de nada más, abrió aún más su garganta y tragó. Perdió la precisión en la sensación, bajaba tanto que no sabía exactamente donde llegaba en su esófago esa verga. Noto su nariz contra el abdomen de Carlos, se quedó ahí un rato. Carlos cogió su cráneo y empujo, bloqueando la penetración. 5, 10… los segundos pasaban. La arcada insistía en llamar a la puerta, P apoyó sus manos contra los muslos de Carlos y este le dejo liberarse del asalto a su boca.
P echo la cabeza atrás, y mientras lo hacía le parecía que salía una boa de su garganta, interminable. La visión borrosa mientras miraba a Carlos. Respirar, respirar. Abrir la boca, adentro de nuevo, dar placer. Glag… adentro. Está más dura ahora. Baja aún por la garganta, no se atasca por ahora, bien. Tragar, ahí está la arcada, contrólala, dale placer. Sus manos en mi nuca. Noto como se mueve ahora, está bombeando. Cierro los ojos para no vomitar. Su polla es enorme, no me cabe apenas. La saca, otra vez la boa fuera, interminable. Respirar… respirar….
“Coge bien aire y dime cuando estés listo” le dijo Carlos.
Respira…. Respira…. Nervios, muchos. ¿Qué va a hacer?
“Aguanta lo que puedas, avísame cuando no puedas más”.
Dile que sí. Abre la boca…. Dios, está más grande aún. Boca llena. No pasa, no entra en el paladar. Espera, él empuja… Joder que salto ha dado su polla dentro de mi garganta cuando ha pasado. Esta ENORME. Ahí va… baja y baja…. ¡Me va a estallar el cuello de toda la carne que llevo dentro! Ya, su abdomen tocándome la cara. Sus manos en mi cabeza. Me empuja… más fuerte que antes contra su abdomen. Relaja la garganta, dale placer… dale placer… dale placer… Mis lágrimas por el rostro, aprieta los ojos. El aire aún me llega, aun puedo más, no le decepciones. Está gimiendo, le gusta. Me siento puto. El placer me inunda. Hace calor… cada vez más. ¿Cuánto tiempo lleva ahí? Me empiezan a arder los pulmones. Aguanta…. No le decepciones.
Carlos sujetaba a P, que estaba cada vez más rojo. Su cuerpo se notaba tenso pero intentando relajarse, lo hacía muy bien. No sabía si llevaban ya medio minuto y P no pedía parar. El falo de Carlos empezaba a estar realmente duro, doblado en la garganta de P, que resistía el asalto sin protestar… aun. Carlos quería ver el grado de entrega. Era alto… muy alto. P no protestaba, ni se movía.
El aire le faltaba. Empezaba a notar como la conciencia se iba, poco a poco. P empezó a apoyar sus manos, sin empujar, pero sujetando los muslos de Carlos, que estudiaba sus movimientos, atento a la señal inminente, mientras un enorme placer le llegaba desde todo su enorme falo. Poca gente era capaz de tragarlo entero, y nadie tanto tiempo… Ni tan entregado. Esto era algo nuevo.
Las manos de P empujaron, se iba desmayar. Carlos saco su falo rápidamente y P aspiro aire como si fuese la primera vez que lo hacía en toda su vida. Delante suyo la polla de Carlos goteaba un hilo de saliva enorme, hasta el suelo. P respiro un poco más y lo recogió con la boca, subiendo por el hilo hasta la polla, lamiéndola. Interminable. Desde los huevos hasta el capullo. Una puta maravilla de la naturaleza… Y a pelo. El sabor a carne, a falo, inundaba la boca, la garganta y a saber hasta donde.
Carlos levantó a P cogiéndole del rostro mientras lo besaba. Escupitajo en la boca, otro en la cara… Y luego lo lamió. P se sintió sucio, usado, humillado y… cachondo. Notaba el deseo en los actos de Carlos, por degradantes que fuesen, y eso lo encendía más.
Pasaron al dormitorio. Una cama grande donde P se tumbó, a cuatro patas. Carlos se puso delante y P chupaba y chupaba… Ya era simplemente imposible tragarse ese falo, no cabía, no se doblaba de lo duro que estaba. Carlos cogió un bote de lubricante y le echo a P en el ano una buena cantidad… lo esparció por fuera, en la entrada, generosamente. P lo agradecía lamiéndole los huevos. Se los metió los dos en la boca alternativamente. Slurp slurp goloso.
Carlos cogió un condón de la mesita, de los que había traído P y no se lo puso. Lo desenrollo parcialmente, metió dos dedos mientras P lo miraba sin parar de chupar. Carlos desapareció de la vista de P mientras se echaba hacia delante, hacia el culo de P, y lo penetraba con los dedos dentro del condón. P notaba como entraba poco a poco, lo abría y bombeaba con dos dedos… Una pausa… Tres dedos…. El culo de P protestaba, los dedos eran algo duro, con huesos, P quería otra cosa…
“Métemela” rogó P.
Carlos cogió el albornoz, se secó las babas del falo con él. Mientras P cogió otro condón XL, lo puso en el enorme pollón de Carlos y lo fueron bajando a lo largo del mismo entre los dos. Carlos y P se besaron mientras Carlos terminaba de estirar la goma por su gigantesco miembro, la goma no llegó hasta el final, así de simple. P vio que no lo cubría entero y Carlos le leyó la mente “No te preocupes, no pasaré de donde no lo cubre”.
P estaba re caliente… Se giró a cuatro. Necesitaba sentirlo. Noto una mano en su cadera y vio como Carlos guiaba con el ceño fruncido su falo a la entrada. Notó como apoyaba la cabeza de su pene en su culo.
Presión. Su culo no paraba de abrirse no notaba nada dentro. Era un pene mucho más grande que los que había conocido. Notó como su ano se iba estirando… Lentamente. Carlos no la metía, pero hacía un leve vaivén, sin parar de empujar. P se iba abriendo…. Hasta que notó como algo entró. Su culo se iba estirando más y más… “Así…. Puta, se mi puta” le dijo Carlos. No hizo falta mucho más… El calor brotó de los poros de la piel de P, que empezó a moverse él también. Notaba como esa polla enorme no terminaba de pasar. Hasta que pasó.
La carne de él le entró por sus entrañas, abriéndole como nada le había abierto hasta entonces. Más y más dentro…. P no podía dar crédito al increíble placer que le embargaba, superior a todo lo que había conocido hasta ese momento. Y de repente… Carlos paró.
“¡Métela más!” pidió P.
“Ya está en el final del condón”.
“Quítalo, si quieres…” oyó P salir de su propia boca, sin entender quién había dicho eso con su propia voz…
Carlos la sacó, se quitó la goma, echó lubricante a tope y… Entró de nuevo. Ahora deslizaba aún mejor. Estuvo bombeando hasta donde había llegado y poco a poco fue abriendo más y más a P. Cada vez más profundo, cada vez más adentro. P notaba como su intestino no se abría como otras veces, con otras pollas, quedando con holgura en su interior. Esta vez sus entrañas estaban llenas, pletóricas de carne. Y el placer era enorme.
Carlos notó como llegó al segundo esfínter. Quedaba un buen tramo de su verga por entrar… La sacó, echo otra ración de lubricante y la insertó de nuevo, llegando a ese tope. Empujó. No se abría. P protestó gimiendo. Un azote, fuerte. Bombeó un rato más, rápido para putearle bien a P, que no paraba de gemir. Le cogió con ambas manos de los glúteos, con fuerza y llegando al tope, esta vez empujo sin ceder, hasta que abrió a P completamente y entró… Hasta los putos cojones.
P notó como su interior se abrió. No le dolió, simplemente no se esperaba que semejante vergón pudiera pasar su segunda barrera. No imaginaba que le pudiese caber tan adentro, así de simple. Notó como Carlos entraba hasta el fondo, hasta que sus pelotas le tocaron el culo.
La verga entraba y salía en todo su recorrido. La boa atacando de nuevo, esta vez por detrás. P no paraba de gemir. No podía hablar. No podía pensar. Solo sentía. Sentía su interior con algo que entraba y salía por su ano, largo, grueso. Le llenaba. Se deslizaba y al hacerlo goteaba el lubricante. Cualquier exceso del mismo era expulsado, de la presión que había entre el falo y el ano, así como con las entrañas de P.
Carlos empezó a bombear, cada vez más rápido. Cada vez más fuerte. Toda la longitud que le apetecía. P apretó los dientes y cerró los ojos. Dolor… Y placer. El primero se fue poco a poco, pero no del todo. El segundo fue a más.
Carlos no paraba de bombear, sudando. Azotó una vez a P, fuerte. Repitió el golpe sin parar de bombear. P gimió de dolor y placer. Carlos se apoyó con una mano con fuerza en la nuca de P, obligándole a tumbar su rostro en el colchón. La polla estaba reventando el culo de P, que no paraba de gemir. El placer era increíble. Había dolor, pero no le importaba.
Carlos no paraba de bombear, P le dijo “Córrete en mi boca”. Carlos empezaba a emitir unos sonidos guturales, antesala del clímax que vendría después.
La saco de un golpe, P se giró y Carlos le empotró la punta del nabo dentro de la boca, mientras iban saliendo los primeros chorrazos de semen, espeso y caliente. P lo recibió como se recibe a un Dios… Y se lo tragó todo.
(Continuará)