Carlos 3
De como entregué mi culito
Antes que nada quería agradecer la gran cantidad de mensajes que recibí. Todos muy bonitos, son divinos!!
Como les conté en mi relato anterior, había llegado el momento de pagar mi apuesta perdida con Carlos y aceptar que su tremenda pija se clavara en mi culo. Con las consecuencias que sean, ya había decidido que lo iba a hacer. Se mezclaban en mí sensaciones contradictorias: por un lado el miedo a que el dolor me hiciera perder el gusto por el sexo que recién había descubierto; por el otro, la tentación de gozar locamente si lo que había visto en videos era realmente cierto.
Ya unos días antes venía pensando en mi atuendo, había tomado sol desnuda en mi terraza y lucía un tenue tostado parejo en todo mi cuerpo.
Cuando llegó el día me desperté ansiosa y mojada, buen presagio. Fui a entrenar como siempre y luego a la facultad. Ya allí no aguanté más y salí antes de la clase envuelta en los silbidos y aullidos de mis compañeros cuando me vieron caminar hacia la salida. Desde que Carlos me cogió la primera vez se notaba que mis movimientos eran distintos, me manejaba con más seguridad y no ocultaba mi culo con forma de manzana ni mi tetas de 100 que a veces exhibía hasta el límite.
Llegada a casa procedi a prepararme tal cual lo había investigado, para no sufrir ningún problema.
Me puse una lencería negra con una tanga bien chiquita y definida, el triangulito quedaba bien dentro mis cachetes y el hilo que recorria mi culito lo sentí tan lindo...
Me calcé un pantalón fino capri que alzaba bien mi cola, me miré al espejo y la verdad es que se me notaba la tanga. Eso me encantó, si me dejaba pasar delante de él en algún momento iba a ponerse muy caliente con la visión que tenía.
Agregué unos tacones no muy altos y una remera ajustada, mis tetas felices de estar casi todas afuera.
Volví a mirarme al espejo y el conjunto me hizo pensar que estaba lo suficientemente elegante pero incitante. Me gustó el resultado.
Cuando Carlos pasó por mi nos saludamos con un beso corto pero húmedo. Él también estaba muy elegante con una camisa blanca y un pantalón crema, tenía como siempre su barba de tres día y olía maravillosamente a macho distinguido.
Mientras conducía me tomó de la mano y hablamos de generalidades. Fue directo hacia el Acceso Oeste de Buenos Aires y entró en un hotel que estaba sobre el mismo. Yo no lo conocía pero me había contado una amiga que sus habitaciones eran muy lindas y con todo lo necesario.
Cuando entró a la cochera y el portón se bajó detrás nuestro se quedó un instante en silencio, me miró fijo y me dijo: “ hoy vas a darme tu cola, eso me calienta mucho Orian. Voy a ser muy suave y cuidadoso, pero al final estaré dentro tuyo hasta el fondo”
En ese momento tomé conciencia de lo que iba a pasar, de mis negaciones y miedos anteriores. De esa frase que siempre me disgustó de que te rompían el culo, y no era justamente una pija normal la que me lo iba a romper.
Bajé un poco la cabeza algo avergonzada, y le apenas entre susurros le respondí: “Quiero que me cojas por el culo y me la metas hasta los huevos. Yo te diré cuando me duele, en ese momento pará, pero no abandones. Quiero salir de esta habitación distinta a como entré”
Dicho esto salté sobre él y me lo comí a besos.
Entramos a la habitación, yo primera (jaja), e inmediatamente Carlos me abrazó por detrás y me apoyo su pija ya agrandada. “No podés tener esa cola tan parada Orian, me vuelve loco”
Sin más nos comimos a besos. Yo no estaba húmeda, sentía un rio caliente saliendo de mi concha y bajando por mis piernas.
Rapidamente nos sacamos la ropa y me avalancé sobre su pija. La chupé como poseida, la lamí de punta a rabo, jugue con mi lengua en su glande y su cabeza que ya a esta altura estaba morada y muy dilatada.
Él me giró de forma tal que comenzamos un hermoso 69, su boca se poderó de mi clítoris y sus dedos juguetearon con mis labios hasta entrar en mi conchita. Tres veces vi las estrellitas del orgasmo mientras chupaba su pija hasta que no aguantó más y me llenó la boca de leche tibia que tragué con placer.
Nos separamos, recién en ese momento ví que sobre la mesa había un dildo mediano/grande, unas bolas anales y un lubricante.
Yo estaba ya con pérdida de noción y de pruritos. Quería probar esos aparatitos cuanto antes, le pregunté que iba a hacer. “Sólo dejame a mi Orian, acuéstate boca abajo y pon la almohada debajo de tu vientre” Así lo hice y mi culito quedó expuesto a lo que vendría....
Carlos se puso detrás mío y comenzó a comerme el culito, pasaba su lengua en círculos y después succionaba el hoyito y metía su lengua...que hermosa sensación!!! El cuerpo manda y mis caderas se elevaron aún más y mis piernas se abrían para ayudar a que mi culito quedará bien libre.
Tomó las bolas anales y despaciosamente las fue introduciendo, al tiempo que con sus dedos jugueteaba con mi clítoris. Mi culo se fue acostumbrando al tamaño de las bolas, pero casi inmediatamente que las metió hasta el final las sacó y apuntó el dildo que ya había lubicado.
Despaciosamente fue jugando con mi agujerito, lo apoyaba, empujaba un poquito y retrocedía. Yo estaba en las nubes, sentir como se abría me encantaba.
Asi fue por algunos minutos, cuando lo metía un poco más acompañaba el movimiento con calientes besos es mi nalgas o mi espalda. Su mano libre iba de mis tetas a mi clítoris. No aguanté más en tuve un orgasmo profundo y húmedo.
Era el momento que Carlos esperaba, yo había tocado varias veces su pija y era una torre de acero caliente.
Se retiró un poco, untó de lubricante su pija y mi culito y sin más apoyo su cabezota en él. Empujó un poco, aflojó, volvió a empujar y con una grito mío de dolor metió su cabeza.
“Voy a quedarme quieto así te acostumbras” me susurró mientras acariciaba mis nalgas.
“Si, me duele” le contesté. Aunque saben? Mis caderas se elevaron un poquito y tímidamente fui empujando hacia atrás? Noté que me la iba metiendo, ya dolía menos. Él por su parte ayudaba empujando también suavemente. Y así entre dolor y mutuas ganas lo metió unos centímetros más.
Yo estaba muy caliente, me gustaba la sensación de ser empalada por el culo y además era muy agradable el calor que sentía en las entrañas.
Puso más lubricante en la parte de su pija que no había entrado y, aprovechando mi relajación por otro orgasmo, volvió a empujar, a taladrar, a someterme. Yo sentía que me partía en dos, mis manos estrujaban las sábanas y mis jadeos eran interminables. Ya no había dolor, había gozo.
“Quiero que me la metas toda, aunque duela. Me encanta como me rompes el culo” le dije y volví a empujar hacia atrás acompañando sus movimientos.
Entonces él perdió la compostura y empezó a moverse más rápido y fuerte. Ya no guardaba ningún reparo por mi y entre sus gemidos y mis gritos pegó sus huevos a mi concha.
Ya estaba, ya me había metido tremenda verga y sentía que me llegaba al corazón.
“Ahora Orian que está metida hasta los huevos te voy a coger muy rico”
“Si, por favor, rompeme toda y dame tu leche”
Y así fue, la sacaba unos centímetros y la dejaba caer hasta el fondo rapidamente. Yo estaba perdida, me apretaba las tetas, me tiraba del cabello, gemía y gritaba como poseída. Cuando me la metía me pegaba al colchón, me aplastaba, pero mi cola seguía haciendo fuerza hacia atrás. Los orgasmos se repetían casi sin cesar, ya no sabía que hacía. Solo gozaba como loca con tremenda verga taladrándome.
Sentí que se ponía tenso, aceleró aún más lo movimientos y descargó su leche tibia y abundante en el fondo de mi culo.
Luego de unos momentos la sacó, la leche se corrió por fuera de mi culo y mojó mi conchita.
No terminó allí, pero se los contaré en otra oportunidad.
Mientras me recuperaba descubrí que amaba que me rompieran el culo, que es hermoso sentirse empalada, sometida. Sentir al macho grunir mientras rompe todas las barreras.
Seré una puta porque me gusta entregar mi culito? No sé que pensar, el gozo no reconoce etiquetas
Oriana