Carlita la más bonita

La novia de mi amigo, me traía como loco.

La mujer de mi amigo siempre me había gustado. Era una alegría tenerla cerca, aunque sólo fuera para admirarla, gozarla con la mirada.

Con el tiempo se fue acercando más a mis fantasías, se me hizo una obsesión, buscaba chicas parecidas a ella, pero ninguna era igual, ninguna era ella.

Me gustaría decir que mi amigo era un cabrón, un poco hombre, pero carajo, era cómo mi hermano, leal, abierto, sincero. Un buen tipo. Físico no le faltaba, a sus 30 tenía la estampa de un hombre de venti tantos

Carla trabajaba en un bingo, íbamos por lo general los viernes después del trabajo en la oficina, intentaba por lo general ir bien acompañado, una o dos amigas bien buenas, que compensaran mis ganas de Carla. Aunque me saliera luego más costoso y no me garantizara un desahogo. Después de su turno, Carla se quitaba el ceñido uniforme, de falda corta y chaleco de espalda descubierta, para ponerse algo más tapadito. Igual de provocativo.

Dábamos con nuestros huesos en un bar o alguna disco de ambiente relajado y entre baile y trago, no se me perdían de la vista Carla y Jesús, se veían tan bien juntos.

Celo, envidia, una mezcla de todo, pasado con alcohol me brotaba por los poros, traducido en deseo. Deseo por Carla, la mujer de mi mejor amigo, deseo de su cuerpo entre mis brazos. Creía que no se me notaba. Hasta que una noche ella me sacó a bailar. Miré a Jesús por instinto y cuando él acepto salí apurado a la pista, bailamos desenfrenados, una música incomprensible, narcótica decía: "tu eres mi cachorrita mamá, yo soy tu perro y voy a morderte,… mami, vamo’a da un paseo, porque no te atreves a baila’el zandungueo, eo"

Y yo tomaba a Carla por la cintura, ella de espaldas a mí, ella se inclinaba hacia delante y sus hermosas nalgas impactaban mi zona genital, produciendo descalabros en mi pene. Yo la tomaba por el cabello, en ese baile erótico y alucinante. Se enderezaba y sus redondos pechos iban a dar contra mi pecho. No se si ella notaba la excitación que producía en mí. Y en ese momento no pensé en Jesús, viéndonos desde la mesa. Me dije a mi mismo, es sólo un baile.

Pero había algo más, lo sentía. Carla, me tomaba del cuello y balanceaba las caderas. "Esto está suave, suave bien suave, quieres un poco casabe…" Y yo, sentía mi miembro duro, con cada vaivén. La apretaba y la estrujaba a mi antojo y ella feliz, entregada, desinhibida.

Volvimos a la mesa, ella sudada, con sus brazos y su cuerpo brillante y yo viéndola sentarse en las piernas de Jesús, besarlo y mirarme. Un corrientazo de placer, me llegó hasta la cabeza, la de abajo, obviamente. No quise darle importancia. Y entonces la pregunta de Jesús… ¿Chino, cual de estas mujeres te parece mejor? Yo, con la garganta seca, responder era descubrirme, admitir que me gustaba Carla, significaba también que Jesús se había dado cuenta. El alcohol, los nervios, el ambiente y mi excitación actuaban en mi contra. Me apresuré a decir: Carla esta bien buena y tú y tú, señalando a las otras dos chicas en un gesto que me mostraba más ebrio de lo que estaba en realidad. La única neurona de mi cerebro que estaba aun de guardia había logrado responder.

Respiré, me salvé, creí.

Al día siguiente sólo la resaca, desperté con una de las chicas a mi lado, sin saber si sólo habíamos dormido o habíamos hecho algo más. Se despidió cariñosa, por lo que me di una palmadita en el hombro.

Dos semanas después, repetimos la ida al bingo. Todo se fue dando de manera extraña esa noche. Mis amigas, se despidieron temprano y se fueron, diciendo estar cansada. Carla dijo que mejor nos fuéramos a su casa y Jesús, acepto.

Al llegar, yo me senté en una de las butacas, comenzamos a tomar y a conversar. Carla se fue al cuarto de nuevo y el chino y yo nos sentamos en el sofá para hablar mientras ella volvía. Hablamos de Formula 1, de los Ipod, del Internet, hasta de los viajes del hombre a la luna, cuando sale Carla del cuarto, con una especie de corpiño verde manzana, con copas que marcaban sus senos de una manera colosal, abajo una mini falda, aun llevaba las medias. Repitió la escena del bar, se sentó sobre el chino, lo besó y me miraba, maliciosa, provocativa. A diferencia del otro día, yo estaba más lúcido, intenté despedirme.

  • Ustedes como que tienen ganas de estar solos y no quiero hacer mal tercio. Mejor me voy. El chino me retuvo. Me pidió que me quedara. Volví a mi sitio en el sofá, mientras Carla seguía sentada en las piernas de él. Trataba de no mirarla, pero era imposible, su risa abierta, descarada, sus piernas, a la vista. Y luego de nuevo su mirada, el reto, la invitación. Se acercó a mí, puso su mano en mi mejilla y me dio un beso, el chino, seguía acariciándola y yo correspondía a su beso como un autómata. Deleitándome en sus labios, jugando a atrapar su lengua, sintiendo sus dientes por momentos morder mis labios y sus manos hurgando entre mis piernas. El chino cedió espacio, colocándose a su espalda y levantó por el borde el corpiño verde, dejando al descubierto el hermoso torso de Carla, sus pezones erectos, las aureolas rosadas coronando su piel tersa, que mis manos, regaban de caricias, confundiéndose con las del chino. Llevé mis manos a su falda, la levanté desde el borde, siguiendo la silueta de sus piernas y me topé con su sexo desnudo, suave acariciable. Sus manos, ya daban cuenta de mi polla, mientras me pajeaba suavemente y el Chino, mi amigo, se desvestía.

No me lo podía creer, tampoco quería detenerme, ya bajaba de su cuello a sus senos, cuando el chino le besaba el culo al Carla, su cara un poema, mordía su labio inferior para no gritar, mientras mi amigo y yo le dábamos placer a la vez. Lleve mis dedos a su sexo y constaté que estaba muy húmeda, ella separó las piernas y yo me aplique a masturbarla mientras seguía acariciando en mi boca sus ricos senos.

Estaba a punto de correrse, arqueó la espalda y dejó salir un sonido gutural, bajé mi boca a su sexo y recibí sus jugos en mi cara, los bebí con fruición, rozando de tanto en tanto mi lengua con la del chino que la chupaba desde atrás.

Su vagina estaba cálida, húmeda, hambrienta de sexo. El chino la besaba de pié a mi lado, ella sobre el sofá. La acomodamos entre los dos y se ensartó en mi verga erecta, mientras se aplicaba a mamar al chino. Aquella escena no me la había imaginado ni en mis mejores pesadillas, mientras la novia de mi amigo movía sus caderas en un ir y venir; describiendo toda suerte de figuras, mientras mi pene se hundía una y otra vez en ella, yo le masajeaba el ano, rosadito y apetecible. Miré a mi amigo y con una mirada, pareció darme el permiso que necesitaba, rematando con, los invitados se sirven primero. Así que acto seguido desencajé a Carla de mi verga y se la acomodé por el ano, la metí a pulso, poco a poco y sin apuro, sintiendo como el gracioso agujero se iba tragando centímetro a centímetro. Cuando la tuve a tope, siendo apretado por su ano, la menee afuera adentro, despacio, disfrutando de esa caricia apretadita, hasta que mi urgencia se hizo mayor y aceleré el ritmo, tomando a Carla por las caderas, ante la mirada de su novio.

Estaba a mil y sin poder meter el freno, me descargue en su culo y poco a poco mi lefa corrió por sus piernas, mojando sus medias y mi pene abandonó su prisión.

El Chino dijo: mami, límpiasela a Jesús y ella obediente y con los labios hinchados de tanto mamarlo se volteó hacia mi y con su lengua se aplicó su tarea, mientras Jesús miraba su culo dilatado ya acariciaba sus nalgas. El Chino, metía dos dedos en el culito de Carla y se los acercaba a ella a la boca, ella los lamía y seguía lamiendo mi pene, el cual recuperaba la erección, ante aquella escena. Él atrajo una silla se sentó en ella y Carla se sentó sobre él. Se besaban, él acariciaba sus tetas y se las comía a besos y yo que no quería perderme el festín, decidí irme por lo bajo y lamer a Carla.

Dejé mi lengua hacer libremente, entrar en contacto con todo a su paso, y cuando ambos se corrieron, mi mano daba cuenta de mi pene que descargaba de nuevo. Nos tumbamos los tres en el piso, nos besamos, en un intercambio completo de fluidos, que no conocían sexo.

Al amanecer, me desperté desnudo en el sofá. Bajo la cobija estaba desnudo. Ubiqué mi ropa y me fui a la ducha. No quería pensar, quería despertarme para irme. Sentí la puerta deslizarse y unas manos acariciar mi espalda

Hoy por hoy seguimos siendo los mejores amigos del mundo.