Carla y arturo 2
El deseo crece.
II
Pasaron varios días desde aquella noche en la que fui poseído por ese lado bestial habitaba en mi interior y que yo mismo desconocía. Carla no había hecho ningún comentario respecto a lo sucedido. No se mostraba enojada ni nada por el estilo.
En ese tiempo yo me había documentado más del tema del BDSM, con videos, fotos y varios textos. Cada vez me interesaba más en el tema y aprendía todo lo que podía al respecto. También obtuve varias direcciones de locales que se especializados en el área y estaba pensando seriamente hacer algunas visitas a algunos de ellos.
Esa tarde llegué a la casa a la hora de comer como siempre. Encontré a carla vestida únicamente con un camisón de franela. Si, la franela es poco sexy, lo sé. Pero ella no llevaba nada debajo. Y a veces se le veía el culo o el coño. Sin hablar de esos ricos pezones que tiene. Al verla así, tan apetecible, la bestia que vive en mi volvió a hacer acto de presencia.
Me acerqué a ella y la abrasé de espalda. Con una mano apreté uno de sus pechos y con la otra comencé a masturbarla. La cocina se había convertido en zona de guerra
La noche pasada ocurrió algo muy extraño entre mi marido y yo. Algo extraño, pero muy excitante. Y es que esas cosas después de veinte años de matrimonio pueden sorprender mucho, les explicó.
Eran eso de las dos de la madrugada cuando sentí a Arturo acostarse a mi lado y comenzar a tocarme. Yo sabia lo que quería, pero ha esa hora y con lo cansada que estaba, no me apetecía. Así que me intente hacerme la dormida. Pero no funcionó. Arturo me dio un apretón en un pezón que me sacó de mi adormilado papel.
Se me lanzó encima y me quitó las bragas. Luego comenzó a tocarme el coño. Yo me resistía un poco, le dije que estaba cansada, y otras cosas que ahora no recuerdo. Pero él en vez de hacer lo que hacia siempre, que era dejarme tranquila y hacerse una paja, escupió su mano y untó mi coño de saliva.
Yo me enojé mucho e intente apartarlo, pero él no desistía. Hasta que metió toda su polla de un empujón en mi coño. Mira que meter esa tranca sin la previa preparación. Eso me enojo mucho más, hasta el punto que le di una mordida en el pecho, a lo que el respondió con una bofetada. Nunca esperé eso de él. Lo que tampoco esperé de mí fue mi reacción: me excité. Rayos. Nunca le había visto así. Tan dominante. Tan macho.
Me hizo de todo. Me sujeto las muñecas, me tapo la boca, incluso me dio varias nalgadas que me pusieron aun mas caliente. Me dominó totalmente. Fue una cogida estupenda, como hace muchos años no habías tenidos. Al final hasta se corrió en mi cara. Me cayó un poco de su leche caliente en la boca, pensé en escupirla, pero el morbo pudo más, así que me la tragué.
Habían pasado ya unos días desde entonces. Para serles sincera, tenía un poco de curiosidad por saber que le había puesto así. Pero no quería preguntarle. Y para serles aun más sincera, quería que me repitiera la dosis. Hacia años que no me sentía tan mujer. Tan bien conmigo misma, estaba muy satisfecha. Pero al parecer Arturo no estaba en la labor de repetirme la cogida, así que decidí provocarlo un poco a ver lo que pasaba.
Esa mañana me depilé el coño y las piernas totalmente. Y solo me vestí con un camisón de franela. No lo elegí porque me gustase ni lo considerara sexy, pero era lo que más a mano tenía. El camisón apenas me cubría el culo y dejaba notar mis pezones, los cuales mojé con hielo para endurecerlos. Me sentía bien, no sé como explicarles, me sentía sexy, revigorizada.
Sentía un cosquilleo en mi coño y unas ganas incontenibles de tener sexo. Así que no aguanté más y me masturbé. En realidad no soy muy dada a las pajas, pero la situación lo requería o era seguro que algo en mi iba a explotar.
Me senté en el sofá de la sala y subí las piernas sobre una mesa de tope de cristal que tenía en frente. En la pared que me quedaba en frente había un espejo de cuerpo entero en el cual podía verme completa.
La imagen de mis piernas abiertas y mi coño depilado me excitó aun más. Comencé a frotar mi coño con un ahínco casi demencial. Pero no me era suficiente, parecía que todo el morbo que tenía guardado explotaba de golpe. Tomé un pequeño adorno de cristal que había sobre la mesa, era de forma ovalada y muy conveniente para pajearme.
Lo entraba y sacaba con suavidad de mi coño. Pero me parecía muy pequeño, comparado con la polla de mi marido. Eso era lo que yo quería tener dentro, la polla de Arturo. Y si tenía suerte y jugaba bien mis cartas obtendrían una buena cogida, porque Arturo estaba llegando.
Rápidamente me fui a la cocina. Intenté calmarme y disimular lo mejor posible mi calentura vaginal. Arturo me saludo como siempre y se sentó en el comedor de la cocina mientras yo preparaba la comida. Pasé frente a varias veces, me agachaba a recoger cosas que tiraba intencionalmente para que él me viera el culo, que aunque está gordo sé que le encanta.
De repente, ¡VOILA! Me abrazó por la espalda. Tocó mis pechos y mi comenzó a masturbarme. Yo separé un poco las piernas para facilitarle el trabajo. Eché mi mano atrás para meterla en su pantalón y tocar su polla que no tardó en poner muy dura.
Sacó su mano mojada de mi coño y me la metió en la boca. Yo le chupe los dedos saboreando mis propios jugos. Intente darme la vuelta pero él me sujetó fuertemente por el cabello tirando mi cabeza hacia atrás y me lo impidió. Subió una de mis piernas sobre la meseta de la cocina e hizo que me reclinara hacia delante.
Pensé que me metería su gruesa polla por mi habido coño, pero en vez de eso se agachó y comenzó a chuparme el coño. Luego me separó las nalgas y continúo lamiéndome el hoyito del culo. Era la primera vez que me lo hacia. Se sentía muy rico. Me lo frotaba con la lengua e intentaba metérmela. Yo frotaba mi clítoris y me metía dos dedos por el coño.
No me lo creía. Aquello parecía una escena porno de esas películas que veía a escondidas cuando estaba sola en casa. Muchas veces deseé se una de esas mujeres, pero nunca tuve el valor de expresarle mis deseos a Arturo. Ahora estaba cumpliendo mis sueños.
Arturo sacó su polla y sin ninguna mediación la metió de un solo tirón en mi coño. Aquella posición le permitía metérmela por completo, a la vez que apretaba mis nalgas. Todo eso era maravilloso. No pude contener tanto placer y me corrí mientras daba gritos como una loca. Las piernas me temblaron y casi me orino. Arturo sostuvo mi cuerpo y me colocó en el suelo. Yo estaba casi inconsciente por la corrida, pero sabía que Arturo estaba lejos de terminar.
Me agarró las dos piernas a la atura de las rodillas y me las llevó a los hombros. Si la posición anterior provocaba una penetración profunda, esta hacia que sintiera su polla tocar mi estomago. Él aun tenía la camisa puesta, estaba muy sudada y se le marcaban los músculos del pecho. Y es que mi Arturo se conserva muy bien.
Sujeté su camisa y la abrí rompiéndole todos los botones. Creo que eso lo calentó más, porque continúo metiéndomela con más fuerza. De no ser porque nuestra casa esta un poco retirada, era seria seguro que los vecinos escucharias mis gritos.
Ya Arturo no me agarraba las piernas, era yo quien lo hacia para darle mayor libertad a él. A veces sacaba su tranca y me golpeaba el coño con ella. También me frotaba el clítoris y el hoyito del culo. Sentí la tentación de decirle que me la metiera por el culo, pero el miedo pudo más. Aquella masa de carne no era cualquier cosa.
Yo estaba a punto de correrme de nuevo y él lo notó. Aceleró sus movimientos y con ello la llegada de su corrida. Sentí toda su leche llenar mi interior mientras me corría y gritaba de placer hasta perder la voz. Su cuerpo quedó sudado y rendido sobre mí.
Fue una cogida fabulosa, pero solo era el principio de nuestra nueva vida sexual