Carla y arturo 1: (bdsm)

Arturo presa de la excitación viola a su mujer... o al menos lo intenta.

Lo primero que deseo dejar claro es que yo no soy escritor, ni estoy remotamente cerca de serlo. Lo que si tengo es un alto grado académico ya que soy catedrático en una universidad privada, pero vuelvo a repetir, lo mío no es la literatura. Lo dejo claro porque sé que encontraran algunos fallos que se escaparan a mis escasos conocimientos en el área de la escritura, pero procurare que sean los menos posibles dentro de lo que cabe. También quiero pedir disculpas a los verdaderos escritores por mancillar su arte.

Empiezo por decir que mi nombre es Arturo, como ya saben soy profesor universitario. Llevo veinte años de casado, y tengo dos hijos de veinte años. Mi esposa y yo nos casamos a muy temprana edad, a los quince, porque ella estaba embarazada.

Nuestros hijos viven fuera del país hace ya dos años, por motivos de estudios. Y nuestra esposa y yo vivimos solos casa que se ha hecho demasiado grande con los años.

Mi relación con mi esposa es buena, no tenemos más discusiones de las necesarias y convivimos en día a día con normalidad. Pero veinte años de matrimonio terminan matando la pasión; no digo que no ame a mi esposa, al contrario, la amo con locura, nunca le he sido infiel ni la he maltratado en ningún sentido. Pero la pasión…esa hace tiempo que se fue de viaje.

Lo malo es que cuando empieza a suceder no nos damos cuenta, y al final pasamos de tener sexo todos los días a tenerlo solamente una vez al mes, con suerte. Y es que el trabajo y las cosas cotidianas se hacen un espacio en la cama, justo en el medio de los dos. Ella agotada por su trabajo, yo pensando en muchas cosas ¿y el sexo? Bien, gracias por preguntar (eso fue sarcasmo, por si no lo expresé bien).

Bueno, ya planteado el problema, pasemos a contar los acontecimientos que llevaron a una relación agonizante a ser…como decirlo…una película porno digna de Rocco sigfredi y belladona, y algunos invitados más.

Yo no era muy dado al uso del Internet. Es mas, ni siquiera tenía ordenador en casa. Pero por motivos laborales me vi obligado a comprar uno e instalar una línea Adsl. Poco a poco me fui habituando al ciber mundo, incluso abrí un blog e hice una comunidad con otros profesores y estudiantes de la universidad en la cual exponíamos temas de estudios y otras cosas de interés.

Una noche, a eso de las dos de la madrugada, cuando carla -mi esposa- dormía, me puse a punchar enlaces y a ver páginas. Uno de esos enlaces me llevó a una página porno. Yo no era reacio al porno, peri nunca me había llamado mucho la atención, me parecía monótono y falso. Pero como no tenía sueño...

Había varias galerías, las típicas, pero una de ellas me llamó mucho la atención. Su encabezado tenía cuatro letras, las cuales yo desconocía su significado: BDSM. Ese clic me llevó a un nuevo mundo sexual que yo desconocía por completo, bueno, casi por completo.

Vi docenas de imágenes de torturas y sumisión. Cada vez me parecían más interesantes y sin darme cuenta, ya estaba descargando un video. Cuando finalizó la descarga confesare que dudé un poco en visualizarlo, pero al final lo hice.

Era en una especie de mazmorra en la que había varios instrumentos de tortura. Había una mujer atada en el suelo como un animal. Estaba desnuda y sucia. Después llegó un hombre que la desató para acostarla en una mesa. Allí le puso pinzas en los pechos y en sus partes íntimas. La mujer aullaba de dolor, pero no hacia nada por detener a su torturador.

Luego la mujer fue amarrada a un potro. El hombre le introdujo un consolador enorme por el ano y otro por el coño, sin ninguna contemplación. Acto seguido comenzó a propinarle latigazos en la espalda. En ese momento, mi pene estaba a muy duro. Todo aquello me había excitado mucho. Los gritos, las pinzas, el control y la sumisión.

Al final el hombre le metió todo el pene, que era bastante grande, de un empujón en la boca y comenzó a meterlo y sacarlo como si fuese una vagina, hasta que eyaculó y le llenó la boca de semen a la mujer.

Yo ya estaba a tope. Mi pene estaba duro como un trozo de madera. Apagué el ordenador y subí las escaleras en dos pasos hasta mi habitación. Me desnudé mientras veía el cuerpo de carla tendido en la cama. Para tener cuarenta y cinco años, su cuerpo está en unas condiciones envidiables. Tiene todo duro y en su sitio. Y aunque ella se queja del tamaño de su culo, que es enorme vale decir, a mi siempre me ha encantado.

Me acosté a su lado y comencé a tocarla suavemente. Metí mi mano por debajo de su camisón y acaricie sus pezones. Las imágenes de aquellas pinzas me llegaron a la cabeza, y sin darme cuenta me encontraba estirándole los pezones a carla. Ella se despertó un poco sobresaltada, no sabia lo que pasaba, pero lo supo pronto.

Me le eché arriba como un animal en celo, mientras ella me aun estaba algo adormilada. Le quite las bragas y toque su coño. Ella intentó resistirse diciendo que no, que estaba cansada y esas cosas. Pero yo no le hacia ni puñetero caso — hago un paréntesis para hacer notar que estoy cambiando mi lenguaje. Ya que he leído otros relatos eróticos para orientarme, y descubrí que escribir en un sentido muy técnico mata un poco el texto— escupí mi mano y unté su coño de saliva.

Ella se estaba enojando e intentaba apartarme de si, pero no lo lograba. Comencé a meter mi polla en su coño mientras ella se revolvía. Le sujeté fuertemente de las manos mientras aumentaba la fuerza de mis embestidas. Debo decir que mi pene no es muy largo, tiene un tamaño promedio. Pero su anchura si es un poco…ya vale…tengo un buen trozo de polla. Mi mujer no logra abarcarla con la mano y una vez casi se le desencaja la mandíbula mientras me la chupaba.

Por eso era que gritaba, ya que su coño no estaba bien lubricado para la entrada de mi colosal —He aquí mi ego en su máxima expresión, esto de escribir mola— polla en su coño. En un acto desesperado, la pobre me pegó una mordida en el pecho, de la cual aun conservo la marca. Yo, como poseído por una bestia salvaje, le propine una sonora bofetada y le tapé la boca con una mano, mientras sujetaba sus muñecas contra la cama.

Dios. Nunca me había puesto así en mi vida. La sensación de poder y dominio invadía todo mi cuerpo. Mi polla entraba y salía de su coño que empezaba a humedecerse por sus propios medios. Cada embestida hacia saltar la cama, provocando mucho ruido.

Carla movía la cabeza e intentaba safarce, pero entre más se resistía, mas violento me ponía yo. Con un rápido movimiento gire todo su cuerpo poniéndola boca abajo. Le sujete la cabeza por el cabello y le hundí la cara en la almohada, a la vez que le volvía a meter la polla por su ya bien mojado coño.

Continúe arremetiéndola con el mismo fulgor. Dejé de sujetar su cabeza para agarrarle ambas muñecas en la espalda y darle sendas nalgadas en su culo. Cuando dejó de tener la boca tapada por la almohada la escuche gritar, no de dolor, sino de placer. Estaba jadeando. Con cada nalgada lanzaba gritos y su coño se contraía apretando mi polla.

Le solté las manos y ella sola se colocó a cuatro patas. Yo la sujeté por la cintura y la chocaba con más fuerza contra mi polla que no paraba de entrar y salir por su choreante coño. Volví a sujetarla por el cabello, tirando hacia atrás de su cabeza. Si yo era en ese momento una bestia, ella era una perra caliente.

La muy perra — ¡huy! Como me calienta eso de decirle perra a carla— se corrió. Su cuerpo se desplomo en la cama sin fuerzas, mientras yo la hacia saltar con mis embestidas animales. Cuando sentí que estaba cerca de correrme, saque la polla de su coño y la acerque a su cara. La sujeté con fuerza del cabello mientras me masturbaba. Toda mi leche le cayó en la cara y yo se la esparcí aun mas usando mi polla como pincel. Uno de los chorros le llego a la boca y para mi sorpresa ella se lo tragó.

Ninguno dijo nada y nos quedamos dormidos.