Carla follada por desconocidos en un callejón
Carla vuelve a saber lo que es ser follada por muchas poyas desconocidas.
Dedico este relato y el anterior a Obseso, que fue quien me dio la idea para mi primera historia.
Carla y Obseso tenían que volver a quedar. Carla necesitaba verle y ser follada por él, así que se fijó una segunda cita. En principio parecía una noche tranquila; un paseo, una cena.....pero el postre sería explosivo. En el restaurante, durante la cena el tono de la conversación fue subiendo de tono, quizá también por el vino, convirtiéndose en una conversación con contenido no apto para menores de 18. Los dos estaban ya muy cachondos, así que se apresuraron a acabar la cena rápidamente y a salir del local. Una vez fuera, sin haber andado más de 2 metros doblaron la esquina y se metieron en un callejón. Sin mediar palabra Obseso apoyó la espalda de Carla en la pared y mirándola fijamente a los ojos con cara de vicio comenzó a introducir su mano muy lentamente por debajo de su falda. Carla también miraba con cara de viciosa fijamente a Obseso y su respiración empezaba a entrecortarse debido al placer que le proporcionaban las caricias acertadas de Obseso en su coño. Carla empezó a soltar flujos y Obseso introdujo despacio un dedo y luego otro sin dejar de mirar fijamente la cara de placer de Carla.
Cuando él creyó que era el momento oportuno, la apartó de la pared y se apoyó él. Sacó su poya, levantó la falda de Carla x detrás, observó su culo, abrió sus piernas y la levó hacia él clavándosela en el coño por detrás de una sola vez. Carla soltó un gemido de placer. Obseso comenzó a meterla y a sacarla fuertemente, con un ritmo continuo, para ello hizo que Carla se agachara, dejando el culo en pompa. Ella no dejaba de gemir, el placer que estaba recibiendo de esa poya era inmenso.
No sabía cuanto tiempo había pasado, ellos seguían bombeando cuando oyeron un ruido. A obseso no le importó, sería algún salido. Carla en un principio se alarmó, pero estaba tan cachonda recibiendo en su coño tanto gusto que le daba igual todo. A los 30 segundos un hombre se plantó frente a Carla y dijo:
Abre la boca y chupa, zorra-
Como si esas palabras fueran mágicas, ella abrió la boca y recibió un trozo de carne que comenzó a saborear. El desconocido sujetaba su cabeza mientras follaba su boquita. Al poco tiempo Obseso se corrió, y al sacar su poya, mientras chorreaba la leche por las piernas de su puta, se acercó a su oído y le dijo:
Ya me he corrido dentro, mi querida zorra, ahora dejaré pasó a mis sustitutos a ver si ellos también te dan el placer que yo te doy-
Justo en este instante el desconocido que tenía su miembro introducido en su boca se corrió, y con toda la lefa por la boca y la cara, Carla levantó la vista y vio que se encontraba en el centro de un círculo formado por unos 15 hombres de todo tipo y de todas las edades que miraban el espectáculo con los ojos bien abiertos. Algunos tenían ya sus aparatos preparados para participar. Fue en aquel instante cuando ella se dio cuenta de que absolutamente todos aquellos tíos se la follarían por todos los agujeros que pudieran, sin darle descanso, sin parar. Se correrían uno detrás de otro en su boca, en su coño, en su culo, sus tetas, donde fuera, porque ella simplemente era una guarra que haría lo que le pidieran.
Cuatro brazos desconocidos la pusieron a cuatro patas en el suelo. Uno de esos desconocidos se la metió por detrás y comenzó a embestirla como un verdadero animal. Carla gritaba de placer. Mientras, otras poyas pasaban por su boca. Ella succionaba con verdadera maestría, disfrutando cada trozo de carne, cada gota de leche.
Había perdido la cuenta de cuántas poyas habían estado ya en ella. Carla estaba fuera de sí. Sólo quería más y más. Estaba siendo follada por el culo, por el coño y por la boca sin parar. La leche de tipos a los que no había ni visto la cara estaba resbalando por sus muslos, por su cara y por todo su cuerpo, pero ella quería más, era una verdadera viciosa.
El ritmo fue bajando, los tíos se iban corriendo y desaparecían del lugar satisfechos. Sólo quedaban dos tipos que aún no la habían tocado. Cuando los anteriores se hubieron ido, le dijeron que ellos sólo querían que se las chupara. Sacaron sus poyas ya empalmadas. Ella se puso frente a ellas y mientras pajeaba una chupaba la otra. La sacaba y la metía lentamente, jugando con su lengua. También quiso comerles los huevos muy despacio. Ellos estaban disfrutando como nunca con esa guarra del callejón. Llegó el momento en el que se iban a correr.
-Quiero toda vuestra leche, no quiero perder ni una gota. Venga, correos en mi boca de puta.- dijo Carla
Estas palabras les excitaron muchísimo y se corrieron, como ella había pedido, en su boca. Ella intentó meterse toda la lefa que se le había escapado y limpió muy despacio y con esmero cada una de las poyas que quedaron relucientes. Entonces se marcharon sin decir nada más.
Carla se quedó en aquel sucio callejón. Estaba desnuda. Seguramente le habrían quitado la ropa, que ahora estaba tirada en el suelo. La leche estaba por todo su cuerpo. También había tragado mucha de esa leche. Leche de desconocidos, su bebida favorita. Obseso como siempre había conseguido que pasara uno de los mejores ratos de su vida, y seguro que habrían más.