Carla, el volcán sexual

Cómo me follé a una compañera de instituto cuando tenía 18 años.

Me llamo Rakenaar (es mi sobrenombre, claro), soy un chico. Tenía 18 años cuando fue el que hasta momento, el mejor polvo de mi vida. Todo comenzó una fría mañana de Abril, cuando estaba esperando como todos los días el bus para ir al instituto. Vivía en un pequeño pueblo; la parada del autobús estaba en la carretera general, solitaria en medio del monte, y justo un poco más adelante estaba el desvío de la carretera general que iba al pueblo, que estaba a un kilómetro. Faltaban unos minutos para que llegara el bus, cuando a lo lejos divisé una silueta femenina. Cuando estaba más cerca, vi que se trataba de Carla, una chica a la que conocía "de vista" del instituto, ya que iba en otra clase. Me sorprendió, ya que nunca cogía el autobús aquí sino en las afueras de la ciudad, donde me habían dicho que andaba su casa por allí.

Carla tenía también 18. Medía un poco menos que yo, tenía una larga melena morena rizada, ojos verdes y unas curvas... que ni el circuito de Suzuka: culo redondeado, caderas explosivas, piernas largas... y un buen par de tetas bastante grandes. Resumiendo, un auténtico bombón que aún encima me había enterado días atrás que cortara con su novio. Me saludó, la saludé.

Ella a mí me conocía nada o casi nada; nos habían presentado hace mucho tiempo unos amigos; pero fijo que ya ni se acordaba. Le pregunté que porqué cogía el bus aquí, por hablar de algo. Me respondió muy amablemente que se iba a quedar cuatro días en casa de su abuela (me señaló a distancia cuál era: estaba en el pueblo) ya que sus padres estaban de viaje. Aproveché la situación y le dije: ‘¿Ves aquella?. Es la mía.’

Pasaron dos días, y al tercero vino lo ‘bueno’. Ya había notado los días anteriores en la parada que me había estado echando alguna que otra miradita mientras esperábamos el bus (yo a ella también; lógico, con lo buena que estaba...). Pero el tercer día, aunque era por la mañana, hacía bastante calor. Apareció Carlita con su melena suelta. Llevaba un top rojo impresionante, muy ceñido al cuerpo, dejando al descubierto su precioso ombligo con piercing; y una minifalda que dejaba al descubierto sus bellas y largas piernas. Miré casualmente hacia ella y mi sorpresa fue ver dibujados los pezones de sus tetas en su top. Me quedé como unos 3 segundos mirándolos, no me los imaginaba tan grandes; sus tetas si lo eran pero nunca habría pensado que sus pezones lo fueran tanto.

Ella se debió dar cuenta de ello, ya que un instante más tarde se puso una sudadera que llevaba en la mano; y disimuladamente se la puso. No le di mucha importancia al asunto, aunque lo cierto es que siempre podemos haber visto chicas que a veces se les erizan un poquito los pezones y se les notan algo; pero lo de Carla era demasiado... aún encima los tenía enormes. ‘Ojalá me liara con ella’ pensé.

Por la tarde, yo estaba tranquilamente en casa estudiando. Mis padres estaban trabajando y tenía la casa vacía, sólo para mí. A lo lejos, por la ventana; apareció Carla. Llevaba el mismo atuendo que por la mañana. Pensé que estaría dando un paseo y me quedé mirando para ella, pero me "asusté" cuando llamó al timbre. Mientras iba a abrir me vino a la mente la imagen de sus grandes tetas y sus pezones dibujados en el top. Abrí. ‘Hola’ dijo. ‘Hola’ dije. ‘Oye, ¿a ti te da Sánchez?’. Se refería al de Geografía; ya que aunque íbamos en clases distintas, íbamos en el mismo curso y teníamos algún que otro profesor en común... ‘Si’ le dije. ‘Es que no entiendo una cosa, ¿me la puedes explicar?’. ‘Cla...claro, claro. Pasa, pasa.’. Mi habitación estaba en la planta de arriba.

Dejé que ella fuera delante; para que mientras subiéramos las escaleras pudiera ver moverse su encantador culito. ‘Por aquí, por aquí’ le indicaba. Yo estaba pensando que nos liaríamos a secas, nada más; no me vino a la cabeza el tema sexual. Llegamos a mi habitación. Le fui pasando unos apuntes míos para que los fotocopiara en los que venía bien explicado lo que ella me preguntaba. Yo estaba sentado y ella también, a mi lado.

Carla se fue arrimando a mí sin que yo me diera cuenta; hasta tal punto que cada vez que movía mi brazo para pasar página, le tocaba sus pechos... De nuevo, con otra miradita de una décima de segundo, los vi otra vez: tenía los pezones duros, se había puesto cachonda. Ahí me empecé a dar cuenta que iba a haber algo más que simples besitos. Yo me empecé a poner un poco nervioso, y entonces acabé: ‘...y con esto supongo que entenderás lo del tema 10’. Le di los apuntes y se volvió hacia la puerta. Yo aún estaba recogiendo lo que había en mi mesa y no la estaba viendo puesto que estaba de espaldas a ella.

Le iba a decir que la acompañaba hasta abajo, pero antes que pudiera decirlo me espetó en tono muy meloso ‘Me di cuenta, no soy tonta’. Sabía perfectamente a qué se refería, (y el que esté leyendo esto, también) pero me hice el sueco pensando que me fuera a largar un sopapo si se lo decía directamente. ‘¿De qué?’ dije muy nervioso revolviendo en mis papeles. De repente, siento algo que viene hacia mí por el aire y se posa en mi hombro; era una prenda de vestir, la cojo: era su top. ‘De esto’ me contestó. Me volví hacia ella, pero estaba de espaldas a mí mirándome por el espejo que había junto a la puerta. Estaba desnuda de cintura para arriba y con los apuntes en la mano.

Me quité la camiseta que tenía y me quedé en calzoncillos con mi polla a medio empalmar. Me fui acercando muy despacio. Llegué junto a Carlita y empecé a besarla suavemente en el hombro y a sobar su culo con mis manos (al tiempo que veía por primera vez sus preciosas tetas y codiciados pezones rosados a través del espejo). Empecé a tantear su cuerpo con mis manos mientras le besaba en el hombro y después en el cuello: pasé del culo a sus piernas. Una vez en las piernas fui subiendo las manos por la minifalda buscando las bragas; pero... otra sorpresita: no tenía. Carla ya soltó los apuntes al suelo y me agarraba la cabeza, que la tenía pegada a su cuello besándola.

Me dijo mientras: ‘En la parada del bus me imaginaba esto, por eso...mmm’. No le dio tiempo a acabar la frase. Con la mano izquierda le quitaba como podía una especie de cinturón que tenía la minifalda, y con la derecha pude tocar la entrada de su coño: rasurada, estaba muy bien depiladito. ‘Perfecto’ pensé. Por fin le quité la puta minifalda. Luego seguí subiendo con las dos manos y alcancé sus dos pechos. Chupé un dedo de cada mano mía y luego se los pasaba por los pezones. Carla empezaba a susurrar cálidos mmm. Mi polla ya estaba muy empalmada y se me salía del calzoncillo, por lo que me lo quité y nos quedamos los dos completamente en pelotas.

Cogí la mano de Carla y se la llevé hasta mi pene. Mi pene, todo sea dicho, no era demasiado grande, pero era bastante grueso... Empezó a manosearlo con una mano. Pero ya, por fin, se giró y quedamos frente a frente. Se arrodilló y empezó a chupármela. Al principio, muy despacio: eran largas mamadas, se la metía hasta el fondo de su boca y jugaba con la lengua. Pero luego ya iba cambiando el ritmo; era rapidísimo, yo ya empezaba a jadear un poco. Estuvo unos 4 minutos chupando sin parar. Al final, retiró su boca de mi pene dejándomelo totalmente lubricado... Era mi turno. La agarré por la cintura, la levanté en el aire y la posé en el escritorio después de tirar todo lo que había encima al suelo. Comencé con un apasionado beso, corto pero muy intenso. Luego bajé y llegué al objeto de deseo: su par de tetas. Estuve unos minutos lamiéndole ese par de globos y succionándole los pezones. Carla ya empezaba a soltar algún que otro ¡oh! y me apretaba la cabeza contra sus pechos.

Después pasé a la parte más caliente. Le separé bien las piernas y comencé a comerle la almeja. Ahora sí que Carla empezaba a gemir. Empezaba con el clásico mmmm pero a medida que se la chupaba más fuerte ‘¡sigue!, ¡sigue!, ¡oh! ¡oh!’. Cansado ya de chupar quería saber si Carla era ‘completa’: es decir, tenía buenas tetas, buen culo, coño depilado... faltaba lo que le encontré acto seguido. Introduje dos dedos en su coñito buscando el preciado punto G, y lo encontré: porque tan pronto como lo empecé a estimular empezó a gritar y a gemir como una descosida. Hasta tal punto que pensé que le estaba haciendo daño; por lo que paré unos 3 segundos de acariciarlo; tiempo suficiente para decirme ‘¡más! ¡más!’. Seguí pues con mi tarea hasta que se corrió. Empezó a echar flujo vaginal en abundancia que yo utilizaba como lubricante para acariciarle el clítoris (resbalaba mucho mejor) y ella estalló de placer.

Yo me extendí en mi cama; Carlita estaba excitada de más... Se tomó un respiro pequeño sentada en el escritorio: cogió un folio y se limpió el fluido vaginal para no manchar la cama. Yo quedé boca arriba y Carla, después de darle unas pocas mamadas más a mi verga para que estuviera bien dura, se la metió en el coño. Empezó a balancearse lentamente y luego empezó más deprisa. Fue el mejor momento. Para mí, personalmente, no hay nada mejor que ver como se balancean ese par de melones al tiempo que estás follando y le ves la cara a la tía que gime de placer. Yo de vez en cuando se los manoseaba cuando podía; al final ya no porque se movía demasiado deprisa y sólo ya podía jadear. Carla no paraba con el ¡ohh! ¡ohh!. Menos mal que en mi casa no había nadie y que estaba aislada de las demás... porque la Carlita tenía un chorro de voz que los gemidos se oirían en un edificio de pisos, por ejemplo.

Ella ya iría por el cuarto o quinto orgasmo cuando me la quité de encima. Carla se puso a cuatro patas. Las manos las tenía en la cabecera de la cama y las rodillas apoyadas en la cama. Me puse por atrás y se la metí por el coño. Estábamos los dos ya sudando de tanto follar. Ya pasé de empezar lentito, se la metí vigorosamente con una salida y entrada de mi pene por segundo. Fue el momento en el que la Carla gritó, gimió y jadeó más: ‘¡ohhhh! ¡ohhhh!’. Luego se me ocurrió algo mientras la follaba en esa posición. Le empecé a dar cachetitos en el culo cada medio minuto o así para ver si le gustaba y parecía que sí, ya que hasta se reía y todo.

La Carlita parece que quería reservarme algo para el final. Pues sí. Le retiré la polla de su coño y fue a una especie de microbolso que traía. Sacó un condón especial y me lo colocaba en la polla al tiempo que yo le comía sus deliciosos pezones de nuevo. Una vez colocado, se puso boca arriba y apoyó sus piernas totalmente abiertas sobre mis hombros. Comencé a penetrarla por el culo muy suavemente, era muy delicado su ojito. Cada vez que intentaba acceder mi polla a su ano Carla decía un débil ‘ohh’. A los pocos minutos ya estaba dándole por culo fuertemente, metiéndole mi polla hasta el fondo y gritando los dos como gatos en celo. Mientras la follaba analmente le grité: ‘¿Te gusta la leche?’. ‘¡Sí! ¡Sí!’ respondió entre gemidos.

Un minuto más tarde retiré rápidamente mi polla, me saqué el condón y acabé el trabajo corriéndome en toda su boca. Fue una corrida larguísima, nunca había soltado tanta lefada junta. Y más placer me daba soltarla al ver a Carlita relamiéndose los morros llenos de corrida y tragándosela.

Fue el mejor polvo de mi vida. Carla era un volcán follando. Lo más curioso fue la manera de despedirse de ella. Yo me quedé tumbado en la cama, en pelotas, y con mi verga todavía empalmada como si hubiera tomado 50 viagras y fumando el clásico pitillo después del polvo. Ella estaba en el baño limpiándose un poco lo que le quedaba de lefa en el cuerpo (que no estaba al alcance de su lengua que sino, se lo hubiera tragado...). Acabó y se iba a marchar. ‘¡Oye!’ grité. Vino a mi habitación. ‘Qué’. ‘Los apuntes, te los vas a olvidar’ Se dirigió hacia mí con una sonrisa irónica y en vez de darme un clásico beso de despedida en la boca, mejilla... pues no; aprovechando que mi verga estaba todavía empalmada le dio una última larguísima mamada. ‘No tengo Geografía, soy de Ciencias, cariño’.