CARLA 3 y 4

Continua la sumisión de Carla

Los capítulos 1 y 2 de esta historia están en la categoria de Dominación

3

Desde la cafetería se dirigieron a casa del amo, nada más entrar él ordenó que se desnudase, quería ver su cuerpo, quería evaluar qué clase de mercancía había adquirido. Carla se desnudó rápidamente, estaba ansiosa por cumplir cada orden de su amo.

  • Muy bien zorra, ahora recibirás tu primer castigo. ¿Creías que se me había olvidado que el otro día en la terraza me mentiste y me insultaste? Aprenderás que no olvido nada, y cada cosa que hagas tendrá su respuesta. Inclínate sobre el sofá y deja bien expuesto tu culo, voy a azotarte con el cinturón. Quiero que vayas contando los azotes y que me des las gracias por educarte como una buena zorra.

Carla sintió miedo, no sabía cómo iba a reaccionar ante aquello, pero no dudó ni un momento en adoptar la posición que su amo le había ordenado y se preparó para recibir su primer castigo. Sin previo aviso su amo descargó el primer cintarazo, lo hizo con fuerza pero mucha menos de la era capaz. Carla se sorprendió, sintió calor y dolor, y a la vez sus piernas temblaron por la excitación de sentirse absolutamente entregada.

  • Uno, gracias amo por educar a su zorra.

Los azotes siguieron cayendo, el amo recorrió toda la extensión de su culo dejándolo rojo por completo, Carla sentía el dolor cada vez más intenso, pero no dejó de contar ni de agradecer a su amo cada golpe, incluso estuvo a punto de correrse. Cuando llegó a cincuenta el amo paró y empezó a acariciar aquel culo maltrecho, Carla pensó que su castigo había terminado, pero entonces el amo empezó a magrear sus tetas, las aplastaba con sus grandes manos, estiraba y retorcía los pezones, y también les daba algún cachete. Carla no soportó más y se corrió sin tocarse, nunca le había ocurrido algo así.

  • Vaya, perra, parece que te gusta el dolor, eso está bien, yo te daré dolor en abundancia, veremos hasta donde llegas. Ahora ponte de rodillas y chúpame la polla, quiero correrme en tu boca.

Carla se arrodilló inmediatamente, ya había chupado alguna polla antes, pero nunca dejó que se corriesen en su boca pues le daba un poco de asco, sin embargo ni se planteó decir nada. Sacó la polla del amo de su pantalón y se la metió en la boca con avidez, le supo a gloria y deseó que su amo le llenase la boca con su corrida. Puso toda su atención en aquella mamada, le acariciaba los huevos, le chupaba la punta con su lengua, y se esforzó por metérsela entera aunque no fue capaz del todo. Al cabo de un rato Jaime se corrió abundantemente y Carla bebió su leche como si fuese un néctar maravilloso.

  • Para ser la primera mamada no está mal, pero tendrás que mejorar, tienes que meterte mi polla por completo en la boca, ya te acostumbrarás.

Aquella crítica sentó a Carla como una puñalada, no podía creer que se sintiese tan mal por el comentario de aquel hombre, que ya era su amo para bien o para mal. Carla supo en aquel instante que se entregaría sin condiciones a su dominio, y se propuso ser la mejor perra que su amo pudiera tener nunca.

  • Perdón mi amo, aprenderé a complacerle, me esforzaré para que mi amo se sienta orgulloso de su perra.

  • Bien, así me gusta, ahora debes irte, tengo asuntos que atender. Ya seguiremos con tu adiestramiento. Te llamaré y te daré instrucciones, quiero que estés muy atenta a tu móvil, puedo requerirte en cualquier momento. Tengo que follarte y estrenar ese culo que me parece que está virgen.

  • Si, mi amo, nunca me la han metido por el culo, me da un poco de miedo, debe doler bastante.

  • No importa, sí que te dolerá, pero a partir de ahora no debes pensar en eso, si deseo metértela por el culo lo haré, tú culo me pertenece y haré con él lo que me dé la gana.

  • Si amo, mi culo le pertenece y toda yo le pertenezco, soy su propiedad y puede usarme como desee.

Cuando Carla regresaba a su casa sentía una extraña mezcla de sensaciones, por una parte miedo ante lo desconocido, miedo al dolor, aunque su culo palpitante le recordaba que ya había sentido y disfrutado de él, por otra parte sentía una íntima satisfacción, su entrega parecía hacerla como debía ser, una esclava, una perra al servicio de su amo. Aquellas ideas la mantenían excitada y orgullosa. Al recordar la humillación que sintió en la cafetería, mostrándose ante el camarero, se sonrojó de nuevo. Sabía que esa parte de su nueva condición le costaría, era vergonzosa y tímida. De pronto cayó en la cuenta de que su amo podría decidir exponerla ante sus amigos e incluso ante su familia, y sintió un súbito ataque de pánico, tendría que hablar con él sobre este tema, establecer esos límites que le había explicado que podían ponerse. Decidió que se entregaría sin restricciones en la intimidad y le pediría a cambio que respetase su vida y sus relaciones.

4

Al cabo de cuatro días Carla recibió una llamada de Jaime, solamente le dijo que debía estar en una determinada esquina del centro a las diez de la mañana del día siguiente, y que tenía que vestir “como una puta”. Allí esperaría a que él llegase, y durante su espera tendría que sonreír y mostrarse amable con cualquiera que le dirigiese la palabra, aunque fuese grosero o desagradable. Pero no podía irse con nadie, si le hacían proposiciones debía decir que estaba esperando a su amo. Aquellas instrucciones perturbaron profundamente a Carla, pero no tuvo tiempo de pronunciar palabra, porque Jaime le dio su mensaje e inmediatamente colgó. Carla no se planteaba dejar de obedecer, pero sentirse tan expuesta le daba miedo, además existía la posibilidad de ver a alguien conocido y eso no lo soportaría.

Al día siguiente llegó al lugar en que la había citado su amo a las diez en punto. La tarde anterior compró algo de ropa para la ocasión, pues no tenía nada que pudiera parecerse a lo que imaginaba que su amo deseaba que llevase. Así se vistió con una minifalda muy corta, con la que mostraba todo a poco que se agachase, y un top también corto y muy escotado, que además era de una tela semitransparente, para rematar el conjunto se calzó unos zapatos de tacón bien alto y se cubrió con un llamativo abrigo que imitaba la piel de leopardo, abrigo que por supuesto llevaba desabrochado y bien abierto. No se puso ropa interior, por lo que en cuanto salió a la calle el aire frío hizo que sus pezones se erizasen sin remedio.

La zona estaba muy concurrida, pasaba gente continuamente y muchos hombres se fijaban en ella. Carla se sentía terriblemente avergonzada, aunque también muy excitada. De pronto un hombre, bastante mayor y poco agraciado, se paró ante ella y le dijo que estaba muy guapa. Siguiendo las instrucciones de su amo Carla le dedicó su mejor sonrisa y le agradeció el cumplido.

  • Vaya, parece que eres una putita desvergonzada – continuó el hombre ya sin recato alguno – ¿te gusta que te miren, zorrita?

Carla no sabía cómo reaccionar ante aquella grosería, pero recordó las órdenes de su amo y decidió que debía seguir el juego de aquel hombre desagradable.

  • Si señor, soy un poco puta y me gusta que los hombres me admiren.

  • Eso está bien, veo que no llevas nada debajo del uniforme de zorra, ¿tampoco debajo de esa faldita llevas nada? Se te va a enfriar el coñito.

  • No señor, no llevo nada debajo.

El hombre, viendo que la chica no rehusaba su conversación y parecía disfrutar con lo que le decía, se animó a ir un poco más allá y empezó a acariciar el culo de Carla metiendo su mano entre la falda y el abrigo. La gente pasaba a su alrededor y nadie parecía prestar atención a lo que sucedía. Carla no estaba segura de si debía dejar que aquel hombre siguiera sobándola, era un tipo muy desagradable, viejo y gordo, pero sentirse tan puta le hacía permanecer tan excitada que sintió como su coño palpitaba y se humedecía cada vez más. No podía entender por qué sentía aquello, cómo podía excitarse ante aquella humillación. Mientras el hombre, que había levantado la falda por la parte de atrás y estaba sobando el culo de Carla directamente, empezó a meter un gordo dedo en la raja del culo y a jugar con su ano directamente.

  • Muy bien puta, ya veo que te gusta que te traten como lo que eres, una vulgar zorra. Ahora vamos aquí al lado, conozco un hotelito muy agradable donde podemos pasar un buen rato tú y yo, estoy deseando que te metas mi polla hasta la garganta y correrme en esa boquita tuya.

Carla sintió un estremecimiento, era increíble pero sintió deseos de hacer lo que el hombre le decía. Deseaba acompañarle y así sentirse tan sucia como nunca imaginó que podría llegar a sentirse. Deseaba entregarse a los caprichos de alguien que la desagradaba profundamente, su excitación se hacía insoportable, y no podía entender tantas sensaciones contradictorias, de deseo y de asco, de repulsión y de sometimiento. Sin embargo una vez más recordó las indicaciones de su amo y sonriendo como mejor sabía contestó al hombre, que ya había metido su dedo en el ano de Carla.

  • Señor, muchas gracias por su ofrecimiento, pero no puedo moverme de aquí, debo esperar a mi amo.

  • Ah, ya me extrañaba, así que eres la perra de alguien, bueno zorra, cuando venga tu amo le vas a dar mi tarjeta, que ahora te la daré y le dices que me interesaría hablar con él, seguro que volvemos a vernos.

Y tras decir esto introdujo completamente el dedo en el ano de Carla, lo que produjo en ella un fuerte dolor a la vez que estuvo a punto de correrse. Después sacó de su cartera una tarjeta y se la metió entre las tetas.

  • Adiós guarra, espero que tu amo me llame pronto.

En cuanto el viejo se hubo alejado apareció Jaime en su coche, paró a su lado y le indicó que subiese.

  • ¿Quién era tu amigo?

  • Mi amo, solo era un viejo verde que quería llevarme a un hotel para que se la chupase. Me dio esta tarjeta para ti, para que le llames.

  • ¿Te has puesto cachonda? Dime qué has sentido.

  • Resultó muy humillante venir así por la calle, todos los tíos me miraban, y cuando me puse en la esquina me pareció que era una auténtica puta esperando clientes. Luego vino el viejo y me habló, y yo fui amable con él tal como me ordenaste, y él se puso a sobarme y a decirme guarradas, incluso me metió un dedo en el culo y me hizo daño.

  • Pero te ha gustado, ¿a que sí?

  • Si mi amo, no lo entiendo, pero me he excitado muchísimo. Sentirme tan puta, y sentir que estaba a merced de cualquiera que quisiera usarme, incluso de alguien tan asqueroso como ese viejo, me ha puesto a mil. Pero sobre todo sentir que estaba obedeciendo a mi amo, que no era más que una propiedad tuya y no tenía más voluntad que la tuya.

  • Muy bien, eres más cerda de lo que pensaba.

Cuando entraron en casa del amo le ordenó que se desnudase, ella lo hizo con rapidez, estaba deseando ser usada por su amo. Él la llevó al dormitorio y la hizo tumbarse sobre la cama con las piernas totalmente abiertas.

  • Voy a azotarte en el coño con una correa, te va a doler mucho, pero no dejaré de azotarte hasta que te corras. Después te follaré y por supuesto no puedes tocarte, tendrás que correrte disfrutando con el dolor y la sumisión.

  • Si mi amo.

Jaime se desnudó y comenzó el castigo. Utilizaba una correa ancha de cuero, no demasiado gruesa, bastante flexible, que se adaptaba a cada rincón y pliegue del coño de Carla. Los golpes fueron cayendo y ella no sabía si sería capaz de aguantar mucho, el dolor de los correazos en una zona tan sensible era muy intenso, sin embargo también sentía excitación. La correa empezó a mojarse con los fluidos del coño a la vez que los labios se hincharon y enrojecieron. Carla sufría intensamente, cada correazo parecía traspasarla, pero notó como un orgasmo se acercaba y llegó a desear que los golpes no parasen, de pronto una ola de calor y placer la inundó completamente, se retorcía y gritaba presa del mayor orgasmo que jamás había tenido, nunca imaginó que pudiera sentirse algo parecido. Se corrió con tal intensidad que estuvo a punto de desmayarse. En aquel momento su amo soltó la correa y le metió la polla de un golpe en el dolorido coño. Sintió un nuevo dolor, intensísimo también, cada vez que la polla salía y entraba parecía que estuviera apuñalándola, pero mientras fue encadenando orgasmos, no supo cuantos, hasta caer en una especie de sopor del que sólo salió cuando el amo se corrió dentro de ella, y entonces se sintió feliz y completa.