Cariño, te quiero

Al abrir la puerta de casa me di cuenta que era una mujer afortunada. La escena no podía ser más sugerente. Mi marido, vestido únicamente con un ceñido boxer de color blanco que resaltaba su bonito trasero, estaba tendiendo mi ropa, incluyendo mis prendas más íntimas. Me acerqué a él y le rodeé con mis brazos, besándole con pasión y ternura.

Al abrir la puerta de casa me di cuenta que era una mujer afortunada. La escena no podía ser más sugerente. Mi marido, vestido únicamente con un ceñido boxer de color blanco que resaltaba su bonito trasero, estaba tendiendo mi ropa, incluyendo mis prendas más íntimas. Me acerqué a él y le rodeé con mis brazos, besándole con pasión y ternura.

-Tesoro, ¿Quieres que te prepare un baño? Debes de haber tenido un día agotador en la oficina y te sentará bien relajarte. Si Quieres también puedo hacerte un masajito

-No es necesario cielo, voy a refrescarme un poquito con una ducha rápida y después prepararemos juntos la cena.

Nuestra relación de pareja era idílica. Ambos rondábamos la treintena y vivíamos un momento muy dulce tras cumplir nuestro primer aniversario de bodas. Aunque no podíamos cometer excesos a nivel económico, es cierto que no pasábamos apuros. Podíamos permitirnos unas vacaciones de vez en cuando y nuestro piso, situado en un lugar céntrico de la ciudad tenía todas las comodidades posibles. Gracias a que había dejado la puerta entreabierta, mi marido podía observarme en la distancia, mientras me desnudaba en la habitación de matrimonio. A él le fascinaba ver cómo me quitaba las prendas poco a poco, mientras iba descubriendo mis femeninas curvas. Lentamente fui desabrochando los botones que se ubicaban en la parte delantera de mi liviano vestido y sin llegar a quitármelo, en unos instantes quedaron a la vista mi conjunto formado por unas braguitas y un sujetador de color blanco con encajes y transparencias que hacían visible la desnudez de mi monte de Venus. La braguita era tipo bikini, cubría algo más de la mitad de mi culito y tenía unas finas tiras en los laterales que dejaban casi al descubierto esa zona de mi cuerpo. Dejé caer al suelo mi vestido con sensualidad y me senté en la cama frente al espejo, para a continuación comenzar a quitarme la fina capa de maquillaje que llevaba.

Mi chico ya había terminado las tareas domésticas y me miraba sin perderse detalle. Sin dejar de mirarle a los ojos, me quité las bragas y separé las piernas, mostrándole mi humedecido sexo. A mi chico le encantaba verme únicamente con el sujetador, por lo que decidí ofrecerle esa imagen tan sensual para él. Tras desprenderme de la prenda que escondía mis pechos, me sumergí bajo el agua templada de la ducha, la cual caía con intensidad desde la cabeza hasta los pies, abriéndose camino por mi sudoroso cuerpo. Mientras tanto mis manos acariciaban con fuerza mi cabello, realzando mis firmes senos perfectamente terminados por grandes aureolas y unos pezones que se endurecían por momentos. Tras la empañada mampara se dibujaba mi sensual figura. Siempre me había gustado la sensación de sentirse observada, me hacía sentir poderosamente atractiva, especialmente si era mi hombre quien me contemplaba. Sin dejar de frotar mis pechos comencé a acariciar mi vientre, haciendo descender mi mano hasta encontrar la calida humedad de mi sexo, haciéndome suspirar profundamente al instante. Estaba disfrutando de aquel momento, yo era plenamente consciente de mis refinadas artes amatorias y sabía como doblegar de placer a mi marido

-¡Esto es lo que me vuelve loca de ti! Ver que después de tanto tiempo juntos, aún capaz de excitarme con solo mirarme.

Mientras le decía aquellas palabras con voz de niña traviesa, palpaba su precioso pene completamente erecto y sus testículos por encima de la tela de su ropa interior. Sin apartar mi mirada felina de sus ojos, comencé a lamerle, jugando con su sexo sin liberarlo de la presión de su ropa interior, pero él se reveló y tras desprenderse de la única prenda que llevaba puesta me introdujo su pene en la boca, algo que agradecí profundamente. La polla de mi chico era una delicia, firme aunque ligeramente curvado, larga y sobretodo muy gruesa, rodeado de su bien cuidado vello. Hacerle una felación me hacía disfrutar muchísimo, alternaba lamidas rápidas e intensas con otras más delicadas llenas de lujuria, volví a mirarle a los ojos antes de que desapareciese completamente en mi boca

Me incorporé y comencé a frotar mi culo con su polla a la vez que él comprobaba la humedad de mi coño al introducir dos dedos, los cuales se movían con gran habilidad. Separé las piernas para que pudiese maniobrar con comodidad, sus manos palpaban con delicadeza las formas de mi cuerpo y al rozar mi enrojecido clítoris mi primer gemido no se hizo esperar. Desnuda y mojada salí de la ducha, cogiendo a mi chico de la mano y dirigiéndolo a la cama. Una vez allí, separé mis piernas mostrándole mi parte más íntima, la cual el conocía con todo detalle, completamente depilada y en todo su esplendor... Mi chico no tardó en comprender lo que anhelaba y su lengua comenzó a recorrer mis muslos hasta encontrar la calidez de mi sexo. Mientras yo le acariciaba el pelo, el hombre de mi vida, saboreaba, besaba y lamía mi alterado clítoris, mientras yo me retorcía de placer

Ciertamente era un maestro en el arte del cunnilingus y sabía como variar el ritmo hasta hacerme llegar al éxtasis. Su lengua se había hecho dueña y señora de mi coño, el cual no oponía resistencia alguna a semejante invasión, inevitablemente el momento del clímax se acercaba, las contracciones de mi sexo indicaban que iba a tener uno de los orgasmos más intensos que recordaba… y así fue. Rendida y con las piernas temblorosas me estiré en la cama, a la vez que suspiraba profundamente y mandaba un beso a mi marido, quien erguido me miraba con una mezcla de masculinidad y dulzura desde las alturas, satisfecho por tenerme rendida a sus pies. El hombre del que estaba enamorada se tumbó a mi lado y con voz serena me susurró al oído: -Cariño, te quiero