Caricias robadas II

Nuevo encuentro homoerótico en el transporte público, esta vez con un final diferente

Este año no hay dinero para ir la playa, así que tocaba quedarse este inmenso horno que es Madrid en verano.

Entretenerse no es fácil, los amigos están fuera, y la calle arde durante el día, un pasatiempo de nuestro protagonista es viajar en los autobuses urbanos, para ver la cuidad desierta desde un cómodo asiento con aire acondicionado, salir de casa de ayudaba a alejarse un poco del recuerdo de lo que pasó en el metro hace unos meses, solo con recordarlo se empalma en pocos segundos.

Han pasado casi 3 meses desde entonces y hace mucho que perdió la cuenta de las veces que se ha masturbado haciendose pajas o abriéndose el ojete  con dildos, recreando ese momento una y otra vez.

Volvió a hacer ese trayecto muchos dias, a la misma hora, también media hora antes y media hora después, un día estuvo 3 horas en la estación en la que se bajó el chico buscándolo, sin exito, ese tatuaje en la nuca que tenía grabado a fuego en la memoria era su única herramienta para reconocerlo, una estrella de david con un atrapasueños en el centro.

Ensimismado en recordar por enesima vez los más mínimos detalles de aquel día olvidó el destino de ese viaje y llegó a una parte de la ciudad que no conocia.

Cuando empezó a ser consciente de que no reconocia las calles que pasaban los ventanales una mano empezó a acaricierle el pelo, con suavidad y ternura.

-¿Sería él de nuevo? ¿Cuánto llevaría detrás de mi? ¿Me estaba siguiendo o nos hemos encontrado por casualidad? ¿Nos esta viendo alguien?- Se preguntó a si mismo.

Sólo pudo responder a la última pregunta y no, no había nadie más en el autobus, o al menos de donde estaba el hacía delante, a extepción del conductor estaban solos.

Decidió cerrar los ojos y disfrutar de estas nuevas caricias robadas mientras durasen, imaginando como sería sentir esa mano acariciando su cuerpo desnudo, descubriendo y explotando cada nervio y poniéndolo al servicio del placer.

El contacto cesó sin aviso, asi como empezó acabó, cuando abrió los ojos lo vió, si era él de nuevo, ahí estaba el tatuaje, y ese pelo negro despeinado, bajo un escalón...no, estaba salvando al distancia entre el autobus y el suelo, estaba fuera en la calle y el dentro.

Pero esta vez no se escaparía, se levantó y corrió a hacia las puertas del autobus que ya se cerraban, la ventaja frente al metro en estos momentos es que el conductor te ve y suele abrir las puertas de nuevo.

Mientras seguía a una cierta distancia al chico del tatoo en la nuca, se cruzó con una señora mayor que le miró escandalizada y le espetó -Pervertido!!- antes de cruzar la calle, entonces se dió cuenta de que estaba empalmado y era muy evidente ya que no llevaba ropa interior, se cogió la polla con la mando metida en el bolsillo, el clásico truco para dismimular.

Callejeo unos 10 minutos siguiendo al chico del tatoo, lo vio sacar una llave abrir una puerta y entrar aunque la puerta no se cerró del todo.

La erección ya le había bajado y con ella su valor, dio un paso hacia atrás.

-Sube- dijo una voz que salida de la puerta aún sin cerrar del todo. No era una petición, una sugerencia o una invitación, era una orden y después de tantas pajas, después de abrirse el culo con dildos tantas veces, recreando lo sucedido en el vagón del metro e imaginando miles de variaciones a cada cual más morbosa aún dudo unos segundos si cumplir la orden o no.

Pero la razón cedió ante el deseo.