Caricias furtivas 1

Hacía mucho desde el episodio en el coche regresando de la excursión a la playa, pero la fugaz visión de su cuerpo desnudo en la semioscuridad de aquel pasillo, lo llevó a aquel momento como para revivirlo como si acabara de ocurrir.

CARICIAS FURTIVAS 1

Para mi amiga Fernanda

Hacía mucho desde el episodio en el coche regresando de la excursión a la playa, pero la fugaz visión de su cuerpo desnudo en la semioscuridad de aquel pasillo, lo llevó a aquel momento como para revivirlo como si acabara de ocurrir.

Hacía al menos cuatro años que no visitaba este adosado donde vivían mi amigo y su familia, ¿o quizá hacía más tiempo? Necesitaba ir al baño y sin preguntar subí al primer piso dónde había dos, me parecía recordar. Al final de la escalera, doblé hacía el pasillo y casi nos tropezamos, ella salía precisamente de un baño, los dos nos quedamos parados. La miré y se sonrojó, bajando la mirada, pero al mismo tiempo dibujó una sonrisa, tímida pero llena de complicidad y picardía.

La conocía desde que era una niña, sus padres eran amigos míos y habíamos coincidido en algunos viajes de vacaciones y asimismo en comidas familiares tanto en la ciudad, una ciudad no demasiado grande del levante español, como en nuestras respectivas casas en la playa, pero desde que yo me había separado apenas nos habíamos visitado, ya se sabe en estos casos, cuando una pareja se rompe, es difícil para los amigos mantener el mismo tipo de relación, o se decantan por uno de los dos miembros de la pareja separada o, directamente, dejan de verse con ambos. Al principio algunas llamadas, algunas conversaciones delante de una cerveza o un gin-tonic en la barra de un bar, algunos consejos, alguna tímida oferta de ayuda, “ya sabes, aquí estoy para lo que necesites”, “ven a comer cuando te encuentres solo, “…” y poco a poco se pierde el contacto, así que la última vez que la había visto, ya no era una niña, era una adolescente que ya apuntaba maneras, no era lo que se dice un pibón, era una adolescente de 15 o 16 años quizá un poco rellenita sin exagerar,  con unos ojos marrones muy expresivos y una boca, eso sí, preciosa, yo diría que lujuriosa, que destacaba sobremanera en el conjunto.

Ahora he recordado lo que pasó aquella tarde de verano, decidimos acercarnos a una cala nudista y su padre se empeñó en ir en un solo coche, los chicos mayores se quedaron jugando con la PlayStation, éramos 4 adultos y 2 niños y ya estábamos bastante apretados cuando Massi, ella, sorprendentemente decidió venir con nosotros.

Durante el viaje de ida su padre conducía y yo iba de copiloto, las dos mujeres y los tres chicos iban detrás. En la playa, era una playa nudista como he dicho y no había demasiada gente, y tampoco estaba todo el mundo desnudo, había algunos “textiles” como les gusta decir a los “naturistas” y algunas mujeres en topless, estuve jugando con los 2 niños pequeños al fútbol, o algo parecido y bañándonos, Massi llevaba el biquini todo el tiempo, pero finalmente y ante la insistencia de su madre se quitó  la parte de arriba, no sin que su rostro adquiriera un intenso color rojo, pero intentaba en todo momento darnos la espalda.  Tomamos la comida y la bebida que habíamos llevado desde casa y todos se fueron a pasear y Massi, seguramente para evitar las miradas, se metió al agua a bañarse. Yo me quedé y me tumbé a reposar un poco el exceso de alcohol y de comida y me dormí. Me desperté con un sabor amargo en la boca, sudado, con la piel enrojecida y con una erección como hacía tiempo que no tenía, creo que mis escasos 17 centímetros eran ahora 18 y estaba tan dura que al llevar mi mano instintivamente a ella y sujetarla sentí aquel palo casi como un extraño, ¡ya ves!, cosas del calor y el sopor de una comida y bebida copiosas.

La intuí más que la vi, con los ojos entrecerrados y todavía con mi mano derecha sujetando mi sobre estimulado miembro vi una figura borrosa a pocos metros a mi derecha. Abrí los ojos de pronto y allí estaba ella semidesnuda, con la piel húmeda y dos bonitos pechos ni grandes ni pequeños, pero eso sí, coronados por dos imponentes pezones de color oscuro. Estaba mirando fijamente mi cuerpo y sobre todo, creo que al elemento extraño que saliendo de entre mis piernas, apuntaba al cielo. Nos quedamos unos segundos mirándonos fijamente, más por la parálisis del hecho de habernos sorprendido mutuamente que por otra cosa. De pronto ella se dio la vuelta y corrió hacia la orilla del agua. Me incorporé y vi que el resto de la tropa se acercaban a lo lejos riendo y parecía que comiendo helados. Me levanté y sin correr, pero caminando rápidamente me metí en el agua, tenía que bajar aquello.

A la vuelta la madre de Massi, preguntó si me podía pasar a los asientos de atrás, que al venir se había mareado bastante con las curvas de la carretera.

Ahora, pensando después de tanto tiempo me pregunto si no fue todo casualidad y en realidad lo había decidido ella o simplemente fue una repuesta a los impulsos de cada momento. Yo quedé sentado a la izquierda de los asientos traseros y mi esposa a la derecha con nuestro niño sentado sobre ella, a su izquierda el otro niño y entre su hermano y yo Massi, pero a  los pocos momentos de salir de la playa mi hijo decidió que no iba cómodo y se sentó empujando al otro niño y a Massi contra mí. No sé cómo, pero Massi terminó sentada sobre mí.

Al principio todo fue bien, si bien al poco tiempo el movimiento del coche y aquellos glúteos adolescentes sobre mí hicieron su trabajo y mi polla comenzó a reaccionar poniéndose “algo más que morcillona”. Yo me sentía violento, ella tenía que notarlo. Por suerte, ya había anochecido y todavía no había salido la luna por lo que la visibilidad en el interior del coche era muy escasa y además los dos niños sin parar de moverse y gritando ayudaban a pasar desapercibidos. Pero el movimiento y el roce fueron en aumento y, de pronto, el recuerdo de la playa me invadió como una ola, una ola de calor que desde mi polla se extendió a todo el cuerpo. Como un resorte mi polla reaccionó, volvió a recuperar la dureza de esa tarde, yo quise salir de aquella presión placentera al tiempo que perturbadora y culpabilizadora.

Comencé a tirar para sacar “aquello” de sus glúteos, y lo que ocurrió es que ella se movió, abrió ligeramente las piernas y mi polla quedó encastrada entre sus muslos, ella arrastró sus glúteos hacia adelante y hacia atrás creo que intentando liberarse, movimientos que coincidieron con los míos, pero en sentido contrario, mi polla se deslizó entre sus glúteos y rozó dos veces su coño que ya llevaba una carga de profundidad desde la tarde.

Creo que las luces se apagaron, en nuestros cerebros quiero decir, y dejamos de luchar, noté como cerraba sus piernas tratando de aprisionar mi polla con su coño, durante unos minutos se limitó a apretar lentamente sus muslos entre sí y a estrujar mi polla, pero al poco tiempo comenzó a deslizarse lentamente arriba y abajo sobre “ella” que lo único que necesitaba y quería era explotar, sin embargo me quedé quieto, todo lo hacía ella que intentaba no mover el cuerpo demasiado para que nadie en el coche notara nada, pero cada vez se aplastaba más contra mi polla y cada vez apretaba más sus muslos entre sí.

Yo no podía verle la cara me estaba aplastando con la espalda contra el asiento, pero a pesar de la ropa notaba su coño exprimiéndose y aunque no gimió si noté su respiración cada vez más profunda, incluso le preguntó su madre si iba mareada, dijo que no con una voz ronca que salía del fondo de su cuerpo, de su coño a través de su estómago. De pronto me agarró el muslo izquierdo con la mano izquierda y apretó y apretó hasta clavarme las uñas pese al tejido vaquero de los shorts, apretó los muslos entre sí y los mantuvo apretados como treinta segundos, de pronto se aflojó y quedó apoyada contra el cristal del coche le sujeté la mano que me había martirizado y que ahora colgaba al final de su brazo exangüe junto a la portezuela del coche y temblaba ligeramente yo no me corrí aunque varias veces estuve a punto, la polla me dolía como pocas veces, pero eso tendría que esperar a la noche, ya vería cómo.

Todo esto me había venido a la cabeza cuando me la encontré en el pasillo, por supuesto, ella no esperaba encontrar a nadie, salió del baño con una toalla rodeándole el cuerpo, pero inmediatamente tiró de ella en el momento que no vimos de frente, sin poder detener su movimiento, y  quedó desnuda ante mí, ahora tendría 19 0 20 años y había cambiado, ya no le sobraban aquellos pocos kilos de adolescente su figura se había estilizado, seguía sin ser una top-model, ni falta que le hacía, pero allí seguían aquellos dos pezones oscuros coronando aquellos pechos que se habían redondeado y, sí, allí estaba también aquel coño que no había visto pero había intuido a través de nuestras ropas veraniegas gordezuelo y totalmente depilado.

Se quedó paralizada unos segundos y después intento recoger y taparse con la toalla, pero me reconoció y me dedico aquella sonrisa mitad tímida, mitad pícara antes de desaparecer detrás de una puerta.

Mi intuición me decía que aquello, de alguna forma, tendría que continuar.