Caricias en el transporte público de bogotá
Esta es una historia real de un encuentro caliente con un desconocido en el transporte público colombiano que fue una serie exquisita de caricias.
A pedido de muchos de mis lectores les relatare una de mis anécdotas de jovencita.
A esa edad iba a estudiar y en muchas ocasiones debía volver a casa en transporte urbano, usualmente repleto al cual debía acceder con mi falda escocesa. La verdad que empezaba a sentir curiosidad por el sexo opuesto, y muchas veces el roce en los buses llenos me hacían sentir una serie de cosquilleos en mis cositas, cada vez más agradables.
Ese día había salido de estudiar y me traslade a la casa de una compañera para hacer un trabajo, lo cual nos tomó toda la tarde y salí a tomar el transporte cuando ya había oscurecido.
Así, cuando tome el bus ya no habían puestos vacíos por lo que me ubique en la parte de atrás pues el viaje seria largo y aun más con los trancones de ciudades como Bogotá.
Poco a poco se empezó a llenar el bus. Coloque mi mochila en la parte de adelante de mi como medida de protección, hasta que sentí que alguien se había acomodado detrás de mí.
No le preste mucha atención, más con la poca luz que había en dicho transporte, pero poco a poco empecé a sentir el roce de su cuerpo en la parte de atrás de mí ser. Al principio pensé que era algo natural, pero poco a poco eran más constantes. Lo curioso es que no me eran indiferentes, es más, me estaban gustando y excitando. De manera instintiva en uno de sus roces, saque mi culo para pegarme más a él y sentir como su pene ya venía ganando en dureza y tamaño.
Él se dio cuenta de inmediato, y eso lo note en por la forma que se me pegó a mí. Atrás quedaron los sutiles roces para darle paso a pegarse literalmente a mi culo.
Las sensaciones que sentía son indescriptibles con la imponente calentura que sentía dentro de mi diminuta tanguita negra pues desde chica me gustaba la ropa interior sexy y ese día llevaba puesta una de mis preferidas en negro diminutas y semitransparente. Eso sí, siempre brasilera o hilo que llaman.
Cada vez lo sentía más rico, quizás porque su verga ganaba en tamaño y grosor, amenazando con hurgar entre mis nalgas al escapar de la prisión de su pantalón.
Estábamos en el peor trancón en una de las zonas más oscuras, por lo que él se estaba dando total gusto, pero quería más.
Así, sentí como su mano buscaba meterse entre mi faldita acariciar mis piernas, encontrarse con mi tanguita para acariciarme por encima de ella y sentir la humedad y calentura que me producía su verga entre mis nalgas.
De manera ágil y gracias a lo diminuta de mi tanguita, la rompió de un costado para así darse gusto y posar su mano directamente en mi conchita.
Fue una sensación genial porque se tomó su tiempo para dejar su mano allí y hacer un poco de presión para que sintiera aún más su falo entre mis nalgas mientras sus dedos empezaban a ser humedecidos por mis flujos calientes.
Ahí empezó a mover dos de sus dedos a lo largo de mi rajita. La sensación de sentir esas yemas toscas de esos dedos desconocidos era única, por lo que solo pude cerrar mis ojos y morder mis labios para evitar mis gemidos delatores.
Cada vez iba profundizando más sus caricias, abriendo los calientes labios de mi vagina que quería más y más y el me lo dio pues me otorgó la masturbada más caliente que hasta ese entonces me habían dado hasta que me hizo venir de una forma maravillosa con 3 dedos dentro de mí.
Sin dejar de frotarme su rico pene en mi culo, rompió el otro lado de mí tanguita para quedarse con ella, pues casi de inmediato se bajó del bus.
Solo allí, cuando caminaba por la calle, pude ver con claridad el rostro de mi perpetrador. Era un cincuentón canoso que caminando me veía mientras se frotaba mi tanga por su rostro. No me quedo otro remedio que llegar a casa y darme una rica masturbada.