Caribe en casa (2)

Segunda parte del caribe en casa.

Bueno, el sexo con Isabel y Elisa era fantástico, follábamos todo el tiempo que nos dejaban la casa para nosotros e, incluso, cuando salíamos por ahí, íbamos a la playa o al campo para follar un rato. Era el mejor verano de mi vida, mi padre contento de que, por fin, le diera uso a mi carné de conducir. Pero, como a todo lo bueno, le llegó el fin; un mal día, María les anunció a sus hijas que se iban a pasar una temporada a casa de la abuela y, a pesar de los llantos de éstas, no cambió de opinión.

Mi vida, con el cambio, volvió a su rutina anterior: los partidillos de fútbol, la tele, las siestas y espiar por el ordenador a María. Fútbol, tele y pajas.

Un día, que María se había quedado en casa y mis padres trabajaban, María apareció en mi cuarto mientras yo leía un libro.

-Hola, Alejo, tenemos que hablar de un asunto.

-Sí, pasa. ¿Qué es?

-Verás, he visto que cuando me ducho hay un reflejo en la pared así que me he acercado y mira lo que he encontrado, mientras limpiaba el baño.- dijo María a la vez que me tiraba la camara.

-Bueno, yo es que

-Verás, sólo quería saber si de verdad te gusto tanto como mis niñas.

-No, yo no he hecho nada con tus hijas.

-¿No te creerás que no sé lo que pasaba entre mis nenas y tú? Las mandé con la abuela para que no me las dejaras preñadas. Pero, volvamos al asunto si de verdad te gustan estas- dijo quitándose la blusa y mostrando sus enormes pechos- podemos llegar a un acuerdo. Yo sé que eres un buen semental y tienes tus necesidades.

Yo ya no podía más, me había malacostumbrado a follar y las pajas me sabían a poco. Me lancé sobre ella, la empujé contra la puerta y comencé a lamer los gigantescos pechos de la belleza negra, mientras le bajaba los ajustados vaqueros que llevaba.

Cuando llegué a sus zapatos, me empujó al suelo, se desvistió y me quitó la camisa. Se puso de cuclillas frente a mí y me besó con sus gruesos labios, metiendo la lengua en mi boca. Yo, con celeridad, me bajé los pantalones y ella comenzó a chuparme el rabo entre mis piernas. Yo tirado en el suelo disfrutaba de las húmedas caricias de María, joder, la chupaba mucho mejor que sus hijas. Me puso un preservativo y se puso de pie contra la pared de espaldas a mí. Yo agarré sus nalgas, macizas, negras, un culo de campeona y la penetré con rudeza, una y otra vez. “Méteme un dedito por el culo”, me pidió y así lo hice. María gimió y llegó una y otra vez al orgasmo. Luego, la puse frente a mí y alzándola del culo la penetré en volandas apoyando su espalda contra la pared, mientras chupaba sus enormes pechos que me tenían muy caliente.

Ella me tiró sobre la cama, se montó sobre mí y comenzó a follarme, lento, rápido, pero haciendo un extraño efecto con su sexo que parecía como si agarrase mi rabo cuando este salía de su sexo. No pude aguantar y eyaculé en su interior.

-Ya estás saciado, ¿no?- me dijo, levantándose para marcharse.

-Si me la chupas, tengo otra erección- respondí.

-Vamos a verlo.-dijo sonriente, mientras se acercaba con la boca abierta a mi fláccido y húmedo miembro.

Y es que yo en dos minutos recupero la erección si las caricias son agradables.

No tardó más en recuperarse mi herramienta. María se maravilló y comenzó a montarme una vez más. Follamos una y otra vez hasta que eyaculé otra vez, pero esta en su boca, tragándose mi semen.

Hubiéramos seguido si no fuera porque oímos la llegada de mi padre en su coche, al abrirse la puerta del garaje, pues María descubrió que yo no me agotaba nunca.

Fueron días felices de nuevo, retiré las camaras para que mis padres no las fueran a encontrar. Tenía todo el sexo que quería, hasta por las noches tenía a María a mi disposición, pero unas semanas después, me enteré que María había decidido regresar a su país con sus hijas. No me quedó otra que regresar a mis pajas y mis partidos de fútbol.

Pero, siempre me quedarán, los videos que grabé del verano más fantástico que he pasado en mi vida en el que hice realidad la ilusión de todo hombre heterosexual, tener sexo con dos mujeres a la vez, desvirgar a una jovencita y acostarte con la madre y con la hija. No sé si será que no he dado con las mujeres adecuadas, pero tengo la impresión desde entonces que las negras tienen más ansia de sexo que las blancas. Pues como María y sus hijas no he vuelto a encontrar mujeres tan dispuestas al sexo.

Sé que dirán que el relato está alterado y, probablemente, es verdad pues uno recuerda lo bueno y con el tiempo idealiza lo que no era tan bueno. Esto sólo es un ejercicio para rememorar un tiempo que fue feliz para mí dentro de etapas que no eran tan alegres.

Fin