Carcruising
Poca gente habla de esto. ¿Por qué será?
Carcruising
Siempre es difícil llegar con el coche
-asfalto en mal estado, baches, lluvia...-,
pero es la única forma para hacerlo
porque para estas cosas es mejor irse lejos
y no tener problemas.
Aparco, quito luces, hay ambiente,
son como diez o doce,
la luna me permite ir hasta el fondo
sin miedo a no tener escapatoria
si hubiera que correr. Es tarde, abro la puerta,
unos focos se encienden y me escrutan;
conozco el protocolo en estos casos,
e ignoro a los vehículos
que esconden a quien no quiere acercarse
hacia aquella explanada
donde comenzará a haber movimiento.
Cuando llego, dos tíos
de pie con un tercero que gime arrodillado.
Observo. Uno me mira y besa al otro.
El del suelo prosigue con lo suyo. Buen chico.
Parece que no admiten invitados,
pero no me preocupa:
más allá alguien me mira,
la luna le ilumina,
se hace el interesante, por supuesto,
pero hoy no me apetece perder tiempo.
Me acerco, desabrocho mi bragueta,
pone rodilla en tierra en diez segundos,
noto que quiere hablarme, pero yo se lo impido
llenándole la boca. No le importa.
No quiero oír su voz, sólo su cuerpo,
es bueno, lo hace bien,
le doy su recompensa cogiendo su cabeza
y hundiendo bien mis dedos en sus bucles
me muevo más aprisa.
Alrededor hay otros que nos miran,
me siento deseado, diez minutos de gloria,
él lo sabe, le encanta, alguien se acerca,
nos mira a medio metro,
es un gordo que quiere formar parte,
le aparto la mirada, insiste, al fin comprende
que el otro, desde el suelo, está dispuesto
a hacerlo, no me importa, es sólo cosa de ellos,
si puede con los dos eso que gana.
El gordo le magrea, desabrocha
su pantalón, le baja el calzoncillo
y con dos o tres dedos
provoca unos gemidos que acallo con mi pelvis.
Hay público curioso, que se acerquen
si quieren ver mejor, me falta poco,
aprieto un poco más, el otro está en la gloria,
me mira, me masturbo con su lengua,
el gordo se me acerca
e intenta darme un beso, le retiro,
que siga con lo suyo, yo a lo mío,
un poco más, la luna, las estrellas,
la carretera al fondo, pares de ojos
viciosos se acomodan, humedad clandestina
en el ambiente, es noche abierta, un hombre
busca sexo y lo encuentra y nada más,
voy a correrme, no tengo ni un kleenex,
anuncio con gemidos que ya llego,
el otro va más rápido, ya sabe
lo que tiene que hacer y lo hace bien,
tan bien que lo consigue.
Me abrocho. Le sonrío mientras otros
se acercan sin cautela
ahora que se queda un hueco libre.
El gordo le incorpora y le penetra.
Comienzo a andar. Ya tengo lo que quiero
y me aburre la idea de estar aquí más tiempo:
ahora el placer ajeno no me importa.
Es muy tarde. Recorro la explanada.
Sigue viniendo gente. No los miro,
quizás para otro día. Llego al coche.
Luces. Arranco. Me marcho. Silencio.