Caravana (2)

Como inicié ami hijo... sin complejos!

Yo lo hice con mi hijo… sin complejos!

2ª parte

El verano estaba comenzando y mi hijo tan solo tenía una asignatura que preparar para septiembre. Yo, por mi parte, había renunciado a las vacaciones de verano a cambio de una paga extra y media mas, dinero que nos venía muy bien y del que hubiese tenido que prescindir si cojo vacaciones con el inconveniente adicional del gasto que supone unas vacaciones. Por otra parte, no teníamos interés alguno en salir de nuestro pequeño hábitat ni mi hijo ni yo. El camping, en verano, se pone estupendo; hay espectáculos de todo tipo, gente que viene y que van de paso, actividades gastronómicas, deportivas… en fin, un sin número de atractivos que nos quitaban la gana de salir de aquí.

Nuestra rutina era la comentada anteriormente: yo salía de trabajar a las 1500h y llegaba a casa sobre las 1530, en donde me esperaba mi hijo con algo de comida preparada. Luego me solía echar un ratito de siesta y él jugaba con su ordenador o veía la TV, hasta que el calor disminuía algo para ir después a la piscina a hacer un poco de deporte y charlar con nuestros respectivos amigos. Por la mañana él hacía algo de compra si necesitábamos y salía por el camping o la ciudad cercana en el bus, a visitar algún lugar o con sus amigos.

De nuestra, o mas bien debo que decir de mí experiencia de la semana anterior con mi hijo, no había quedado nada. Yo lo recordaba con enorme excitación aún, pero él no hacía el menor comentario al respecto. Todo había vuelto a una normalidad tranquilizadora para mí.

Las calurosas noches y la siesta me provocaban algo de insomnio y mi cabeza no paraba de dar vueltas sobre la posibilidad de que se produjese una relación incestuosa con mi hijo; el terror y el placer se apoderaban de mí y, en ocasiones, terminaba masturbándome en mi propia cama, con cuidado de asegurarme de que mi hijo dormía profundamente. Pensaba que él podría hacer lo mismo que yo, aunque su temprana edad me confundía. Si por un lado presentaba toda la anatomía de un hombre, su mentalidad aún la veía un poco inmadura; me costaba trabajo aceptar que mi hijo ya tendría un instinto sexual perfectamente definido y desarrollado y total capacidad para mantener relaciones sexuales plenas con una mujer.… sería conmigo?? No, no podía admitir esa posibilidad. Si la admitía, aunque fuese en teoría, podría darse en la realidad, más aún con la intimidad que teníamos entre nosotros. No debía propiciar estas situaciones de riesgo con él. No debía salirme de la normalidad mas absoluta. Tan solo viviría esas experiencias como meras fantasías sexuales de autogratificación, aunque fuese una degeneración.

Los acontecimientos vendrían a corregir mis intenciones y una de esas noches de calor insoportable, cuando yo aún gozaba de mis eróticos pensamientos, sentí la presencia de mi hijo que se apoyaba en mi cama llamándome. Me sobresalté pues no le oí llegar y le pregunté si le ocurría algo. Me dijo que no podía dormir de calor y que pensaba salir fuera un ratito. Yo me ofrecí a acompañarle y salimos al avance -pequeño porche exterior de lonas adaptadas a la forma y tamaño de la caravana- y comenzó a balbucear unas disculpas que yo no comprendía al principio.

Me dijo que desde el día en que sucedió el acontecimiento que relaté anteriormente, se sentía culpable, pues cuando le dije que me dolía el vientre y le pedí que me soltase, en realidad, lo que me había sucedido, es que había alcanzado un orgasmo provocado por la excitación del rozamiento de los genitales de mi hijo sobre los míos en el juego que manteníamos y me avergoncé profundamente al ver que mi hijo estaba totalmente ajeno a mi situación real, pero la realidad es que él sacó una interpretación equivocada completamente.

Comenzó diciéndome que le perdonase, pues se sentía responsable de mi dolor de vientre debido a la presión que ejercía su erecto pene sobre mi cuerpo, algo que le costó tanto decir que tuve que ayudarle yo indicándole que ya había observado esta situación en él y que no debía preocuparse, pues era algo normal a su edad.

Ya, con algo mas de confianza, me confesó que adquiere tal dureza su pene en esas situaciones, que pensaba que me había causado algún daño al apoyarse sobre mí y quería pedirme disculpas, pero que no podía evitar ponerse así cada vez que jugaba conmigo, aunque me aseguró que hacía todo lo posible y que en ningún caso, tenía mala intención.

Yo le tranquilizaba tratando tambien de no provocar la suspensión total de aquellos juegos eróticos que tanto me gustaban y creo que a él tambien, y le exculpé diciéndole que había tenido la menstruación en esos días y esa era la causa de mis dolores.. la verdad es que fue lo primero que se me ocurrió, pero resultó convincente y salvé la situación con garantías de que todo seguiría igual, algo que deseaba cada día mas y más ahora que esta conversación había liberado parte de nuestras inhibiciones para con alguien tan cercano y cuya temática, resulta siempre violenta entre padres e hijos. Esto había roto ese hielo que, sin duda, habría de propiciar otras fases de acercamiento mas íntimas aún

Después de un rato de conversación sobre otros temas relacionados con el sexo tales como sus relaciones con amigas o yo con otros hombres, quedando claro que ninguno de los dos manteníamos relación alguna con nadie, nos fuimos a acostar y digo bien a acostar pues a dormir no fue.

Aquella noche, alrededor de la 1 de la madrugada, mi hijo me pidió acompañarme un rato a mi cama para jugar conmigo, pues ninguno teníamos sueño y al día siguiente era sábado y ninguno teníamos que madrugar. Por supuesto, le concedí autorización y en un minuto estábamos en mi cama jugando como siempre y mi hijo a subirse sobre mí que era lo que mas le gustaba. Pronto observé que nuevamente su pene alcanzaba un tamaño espléndido y ya no se reprimió mucho para evitar un contacto directo que antes sí parecía violentarle. Yo me zafaba en lo posible dándole a entender que no estaba dispuesta a aceptar esas provocaciones, pero sin darle a entender que le rechazaba de plano. Estando sobre mí, me dijo que si me molestaba su pene sobre mi vientre, bajaría un poquito, de tal modo que se situó exactamente donde están vds. pensando, donde él buscaba y donde yo esperaba deseosa.

El mostró una excitación especial y yo también, y ambos fuimos conscientes de la situación absolutamente anormal que estábamos viviendo, pero salvo pedirle tímidamente que me dejase, ninguno de los dos atendimos a la razón y nos dejamos llevar por una pasión difícil de contener en ambos que, por distintas razones, los dos necesitábamos.

No puedo negar que pasó por mi mente todo tipo de prejuicios: la edad de mi hijo, esta relación antinatural, las consecuencias posteriores, la posibilidad de que trascendiese.. en fin, estaba del todo acobardada pero impotente para tomar una decisión consciente sintiendo sobre mi sexo ese pene erecto que forzaba la ropa interior nuestra para penetrar en mis entrañas.

Al cabo de unos segundos mi hijo comenzó a lanzar quejidos ahogados de placer y a convulsionarse sobre mí con unos empujones intermitentes que delataban el orgasmo que estaba sintiendo. Yo le abracé tiernamente y le apreté contra mi cuerpo, sintiendo enseguida un calor y humedad típicos del semen que estaba derramando sobre mí y que traspasaba su calzoncillo y mi braguita. Yo, he de reconocerlo, también alcancé ese tipo de orgasmo incompleto que solemos sentir las mujeres pero que no llega a consumar el cenit del placer. El típico olor a semen ardiente llegó a mi olfato y no pude contener un abrazo intenso a mi hijo elevando mis caderas ligeramente para sentir mas directamente el objeto de mi placer entre mis piernas.

Mi hijo se levantó tremendamente violento por lo que había ocurrido y como confuso y mareado me pidió mil veces perdón por lo que había hecho y por haberme manchado y se fue al baño a ducharse y cambiarse mientras yo me limpiaba a mi vez y aprovechaba su ausencia para cambiarme también.

Yo me resignaba a las consecuencias que no era capaz de calcular en aquel momento, pero las acepté de inmediato y traté de afrontarlo con serenidad y sin provocar en mi hijo un pánico injustificado. Trataría de reconducir la relación hacia una normalidad mas acorde con los moldes sociales y, con el tiempo, todo se olvida.

Eso no sería fácil.