Caramelo

Llevaba dos días conociendo la ciudad, y buscaba a alguien que le enseñara algo más...

Conocí a Y por internet; era una turista neoyorquina de origen puertorriqueño sola en Barcelona, que quería que algún lugareño le enseñara la ciudad. Por la foto vi que era realmente atractiva… ¿qué pensaría al cruzarse con un tipo como yo?

Quedamos en una esquina de las Ramblas y cuando apareció pensé “¡qué alta!” (aclaración: soy entre otras cosas bajito, peludo, inoportuno y desaliñado), sí, además con esos tacones me sacaba más de 10 centímetros… es igual, jamás se fijaría en mí. Dos besos, primeras palabras nerviosas, a tropezones, empezamos a aprendernos y, perdiéndonos entre callejuelas de Ciutat Vella, me permití quedarme atontado mirándola por primera vez. Y tiene los ojos más grandes que he visto en mi vida, de un marrón oscuro, alegres; figura envidiable, labios carnosos, dientes perfectos y la piel más bonita que he tocado jamás…

Paseo por Barcelona, tapas, sangría, risas, complicidad… en un momento de la noche, vi como un tipo de la mesa de al lado la miraba con deseo y dije:

-Hay un tipo en la mesa de al lado a quien le encantas.

-¿Cómo lo sabes?

-Por cómo te mira…

-Pues hay alguien en este bar -añadió Y- a quien le gustas tú.

Jamás habían sido tan directos conmigo y me costó creerlo, seguro que puse una cara de tonto histórica, pero a partir de aquel momento la noche no hizo más que mejorar. Lambrusco, una rosa de Sant Jordi, la plaça Sant Felip Neri, compramos cava y vino y me llevó a su hotel (renunciando a mi condición humilde y republicana entré al Reina Sofía, 5 estrellas, 4 para su gusto).

Me dijo que fumar hierba le ponía muy cachonda, y nos fuimos acomodando mientras subía alguien del hotel con hielo para el vino… fumamos, bebimos, nos besamos, nos mordimos, sin desnudarnos recorrí toda la piel que me permitía su vestido. Toda su piel era cálida, y me dijo que es así por su origen, y que lo era por dentro y por fuera… desnudos ya seguimos comiéndonos enteros, aquellos labios únicos fueron para mi, su cuello, su pecho, su vientre. Jugamos con el cuerpo del otro, excitados pero pacientes, Y era un torbellino enérgico pero dulce. Perdí mi cara entre sus muslos, algo generosos, de aquella proporción única cómo solo una mujer caribeña puede guardar; su sexo era dulce, toda su piel aromática, y su cuerpo dibujaba olas al ritmo que le imponía mi boca, mientras mis manos se clavaban en sus muslos. Cuando me chupó a mi se detuvo el mundo, fue paciente, dulce, me miraba a los ojos, me tocaba, como si se pudiera comer una polla con todo el cuerpo, me lo daba todo en una ceremonia balsámica… Se corrió por primera vez en mi mano; la probé, mojada como estaba, jugando con mi polla en su sexo, sin entrar, solo tentándonos, hasta que por fin, entré totalmente en ella hasta el fondo, lentamente pero con mucha fuerza… un suspiro. Nuestras cinturas empezaron a bailar sin dejar de besarnos, de mordernos, de chuparnos; nuestras piernas se ataban y nos apresábamos mutuamente, contoneándonos el uno contra el otro porque no existía nada más que nosotros. Probamos muchas formas, y conocimos algunas nuevas, y después de varios orgasmos suyos y alrededor de una hora de sexo, me pidió mi leche y se la di. Jamás he vivido un polvo tan dulce.

Nos quedamos traspuestos hasta las 3 y nuestros cuerpos empezaron a vibrar otra vez, pero esta vez todo fue distinto. Apenas hubo caricias, apenas la chupé; quiso que esta vez fuera duro. Se tumbó boca abajo, con las piernas cerradas; la penetré hasta el fondo y con puse mis muslos a ambos lados de sus piernas, apresándola, clavando mis rodillas para joderla con fuerza; ella gemía contra la almohada mientras le agarraba el pelo con un puño. Terminó su dulzura, Y me pidió que le azotara y no lo dudé ni un instante; sin dejar de embestirla empecé a palmear su culo con fuerza, motivado por los gemidos que tras cada azote escapaban de su boca. Mi mente dejó de regir y la seguí cabalgando hasta que se corrió un par de veces. Boca arriba continué embistiendola, tomando su cuello con una de mis manos y agarrando fuertemente su pechos con la otra; tiraba de su pelo hacia abajo, de modo que su barbilla apuntaba al techo y todo su cuello quedaba a la merced de mi mano… lejos de hacerle daño, notaba que disfrutaba cada vez más, y cada vez me pedía más fuerza, como si tras pasar un límite no fuera a sentir dolor por más que le diera, y fuera a recibir toda mi rabia contra sus huesos sin protestar. Me tumbé sobre la cama, con la espalda apoyada contra el cabecero y empezó su baile: clavando sus dedos en mis costados empezó a dibujar círculos violentos con su cadera, en mi ingle su humedad, nuestro sudor; todo nuestro alrededor ardía y palpitaba al ritmo que marcaba su vientre. Se corrió alguna vez más, antes de ponerse a 4 patas para mi. Seguimos jodiendo hasta ver el sol salir de nuevo y ya agotados, me pidió que me corriera. Rodeé su cintura con mis rodillas, apresándola. Tomó mi polla con su mano, muy fuerte, y con la mía rodeé la suya; me masturbamos muy duro hasta que exploté contra su vientre, sus pechos, su cara, emitiendo un último gemido de excitación al derramarme. Caí derrotado.

Fue único.

A la mañana siguiente, le acompañé al aeropuerto, desayunamos, le regalé un libro por Sant Jordi, y decidimos que nuestra despedida no iba a ser larga; al llegar a la cola nos besamos, me giré rápidamente y me fui. Cuando giré la vista se había perdido en el zigzag de la cola y jamás la he vuelto a ver en persona. Cansado, hambriento, postcoital, alegre pero de alguna manera, vacío…

Gracias Y por dejarme escribir tu historia, espero que te guste leerla. Eres luz, y hay millones de personas luminosas como tú… debes ponerte buena, te lo debes, se lo debes a todas ellas. Hasta pronto.