Cara y cuz
Y pienso si la próxima vez será mi esposa la puta que le diga lo mismo a otro extraño.
Cara y Cruz :
¿Nos impulsó el miedo? ¿La situación en sí? No lo neguemos, nada de eso. Si hubiéramos dicho la curiosidad o la total irresponsabilidad puede que hubiéramos acertado. Conforme: no lo sabíamos, pero se veía venir. Sus modales. Su lenguaje. Si no teníamos suficiente, bastaba con mirar sus ropas. La forma en que las trataban.
Son proxenetas, chulos, me dijiste. Algunos comparten a la misma mujer. O "la escoltan" más bien, de cualquier modo son más hombres que mujeres. Algunos se saludan. Parece que se conocen entre ellos. Son groseros, arrogantes, zafios, pero cómo decirlo... sencillos, naturales al tiempo. Llaman a las cosas por su nombre, no se andan con rodeos. Las tratan con desdén, casi ignorándolas, como si no estuvieran delante. Puta en su boca no suena a insulto.
Por fuera la casa parece un chalet normal y corriente. Pasamos al salón. Una mesa enorme. Sofás pegados a las paredes. Una decoración muy "de revista de decoración". Con gusto, pero impersonal completamente. Me recuerda a las paredes de los hoteles.
En cuanto te quitas la chaqueta unas manos toquetean tu cuerpo. Casi ni me han saludado. Desde atrás agarran tus tetas. No pierden el tiempo. Miras hacia los lados preguntándote si eso es normal, si a las otras también se lo están haciendo.
Se me hace raro que otras manos calibren y comparen tu cuerpo. A ti también te resulta extraño. Lo veo en tu cara. Me hace gracia, sobre todo por tus expresiones, por tus gestos. Les miras con desprecio, con cierto orgullo, diría que hasta con cierta furia contenida. En circunstancias normales no se lo hubieras consentido. Altiva, les das a entender que les dejas porque no te queda otro remedio. A ellos parece que les da igual, que tus miradas no les incomodan. Desde luego no les intimidan ni yo tampoco-. Te pasan de uno a otro. No parece que pongan mucho interés en los sobeteos. Da la impresión de que te magrean las tetas mecánicamente, casi con indiferencia.
Sin quererlo me alejo de ti. Yo hago lo mismo con una morenita. Tiene buenos pechos. Sí señor. Yo si se los toco a conciencia. Como un viejo salido.
Tú estás al lado del perchero. Ése te tiene bien agarrada. Suelta los botones de tu falda. Cae al suelo. Te manda que las recojas, pero no te deja agacharte. Tienes que inclinarte. Según te inclinas, te da un azote en las nalgas, de los que no duelen de los que sólo hacen ruido. De los que marcan territorio.
- Venga, puta, vete a ponernos unas copas, te ordena empujándote hacia donde están un grupo de mujeres. Las otras van entrando y de una en una van pasando por sus manos.
Charlamos en corrillos. Otros están sentados en los sillones mirando lujuriosamente cómo vais de un lado hacia otro. Te veo caminar con la bandeja de la mano. Al agacharte para servirles las bebidas seguro que se te ve un buen escote. Te han hecho recoger un poco la blusa, a la altura del ombligo. Me excita cómo se menean tus nalgas.
La mesa está dispuesta. Las demás están casi como tú. Todas sin faldas, medio desnudas. Algunas están con la blusa abierta. Ahora que me fijo más. Tres o cuatro tan sólo en ropa interior, sujetador y bragas. La del fondo tiene un liguero blanco, a juego con el resto de su lencería.
A la morena, la que parece que tiene los pechos más grandes, ya la han quitado el sujetador. Sus tetazas bailan según va sirviendo los platos. Todos se las tocamos cuando nos sirve.
- Joder, ¡qué melonazos! -dice uno.
Un corte con el cuchillo y el elástico de los laterales de las bragas, el de las perneras, cede. No se rompe del todo. Tan solo queda fofo, laxo. Su coño está completamente accesible. No lo entiendo muy bien, podría haberla arrancado las bragas. Por los laterales asoma su pelambrera. Burlonamente lo comentan en voz alta. Tú lo tienes más peludo. Sólo por el "bulto" que dibujan tus bragas es más que evidente. Sabes que pronto te tocará a ti. Me hace gracia pensar qué pinta tendrás.
Me sirves los entrantes con lentitud. Los demás las están sobando a conciencia. De momento no te separas mucho de mí. Prefieres que sea yo, tu marido, el que sobetee obscenamente tu cuerpo.
Recojo la tela de tus bragas por delante y las meto entre los labios. Te giro. También por detrás te las meto entre las nalgas. Tenso las bragas tirando desde arriba. Aprietan tu entrepierna. Los labios aparecen nítidamente separados por la arrugada tela. El paño casi desaparece oculto bajo tu pelambrera. El de delante arruga la boca frunciendo el ceño en un gesto de clara aprobación.
Me gusta exhibirte. Disfruto mostrando cómo profano tu cuerpo ante sus miradas. A veces distraídas, otras atentas hasta los mínimos detalles. El de las barbas parece que disfruta mirando qué caritas pones cuando estimulo tus pezones tocándote por encima de la blusa.
Van sirviendo los platos. Tú retiras los servicios usados. Uno de ellos pone la copa. Quiere vino. Moja su dedo índice. Manchado de vino toca tu pezón. El dedo índice lo presiona. Lo presiona como si fuera un timbre. Lo moja hasta que la blusa se trasparenta. Se ríe. Lo lame aun con toda la tela puesta. Muerde. Intenta atraparlo entre los dientes.
Para que no te retires, rodea tus caderas. Su manaza casi abarca toda tu nalga. No te mueves. No te deja. Una mano sobando tu culito, la otra agarrándote un pecho. Consigue que se asome por encima del sujetador. Abre un poco más la blusa. Se detiene. Te mira. No es suficiente. Acaba soltando todos tus botones y abriendo la blusa de par en par. No te la quita. Deja que se sostenga por los hombros. Estás sexy. Me gusta.
Vuelve a jugar con tus tetas. A magrearlas con energía. Saca el otro pecho por encima del sujetador. Su boca sigue succionando el pezón. Ahora juega con su lengua. Lo rodea, le toca con la punta. Le lame. Chupa, muerde, estira,... Lo deja descansar unos segundos. Se retira hacia atrás y observa. Te lo ha puesto de punta. Se ríe. Ahora le toca al otro pecho.
Esa mirada cargada de lujuria no te presagia nada bueno.
Te arrastra hasta el diván. Te obliga a sentarte a su lado. Tienes carita de susto. Me miras con gesto de asombro. Tus dos pechos salen por encima del sostén. Tienes los dos pezones de punta. Mete la mano por dentro de las copas. Quiere que estén aun más accesibles. Casi te rompe el sujetador. No lo entiendo. Tus pechos aprisionados. Sería más fácil soltarlo o directamente quitártelo. Sujeta tu cabeza y te obliga a volver la cara hacia él. Aun mantienes algo de tu asombro, de inceritumbre. Un buen morreo.
No ves lo que hace. Está manipulando su bragueta. Un buen rabo sale disparado del pantalón. Te empuja hacia su entrepierna. Su fuerte mano te sujeta la cabeza por la nuca. No hay preguntas, no pide tu consentimiento, te empuja directamente. Tienes que doblar tu cuerpo. La postura no parece muy cómoda.
Arriba y abajo, arriba y abajo... Dirige tu cabeza. Arriba y abajo, a distinto ritmo, con mayor o menor velocidad, con mayor o menor profundidad. No puedes resistirte. Apenas puedes colocar tus manos sobre sus piernas para evitar que te la incruste del todo. Cuando te retiene la cabeza, con todo su miembro dentro te ahoga, te asfixia. Ahora comprendo la postura y el por qué no te ha soltado el sujetador. Así no puedes hinchar a tope el pecho. Parece que le divierte asfixiarte con su rabo y soltarte de repente. Subes como un cohete inspirando ansiosa bocanadas de aire. Con la cara roja, la boca abierta de par en par, atrapando el aire a bocados.
Su pene está completamente cubierto, embadurnado diría yo, con tu saliva. Desde luego tiene un buen cipote. Otra vez la mano en tu nuca. Solo un par de segundos de respiro. Otra vez el mismo juego. Tus gemidos se convierten en simples ruidos guturales silenciados por su pene. Alguna arcada que otra. Te la debe estar metiendo hasta la campanilla.
Ahora te tiene literalmente aplastada la cabeza contra su entrepierna. Sujeta la cabeza con las dos manos. Acompaña los movimientos con sus caderas. Te está follando la boca, cariño. Me hace gracia. Que yo sepa, creo que es la primera vez que te hacen algo así. Claro que has chupado pollas. Esta no es la primera. Supongo que te estrenarías con la de alguno de tus novietes. La mía la has chupado muchas veces, pero de esta forma no. Es brutal. Desde luego eso si es una súper mamada.
Unas convulsiones, unos gemidos. Acelera el ritmo. Tu cabeza en sus manos parece una coctelera. Sin soltarte se levanta. Empuja tu espalda contra el respaldo y se sube encima del sofá. Mueve sus caderas. ¡Lástima no poder ver tu carita! Ahora sí te está ahogando, ahora sí te la está metiendo entera. Se ve cómo tratas de luchar contra sus arremetidas, cómo intentas con las manos frenar sus embestidas. Tus gemidos parecen auténticos gruñidos.
Se va a correr. Sus aspavientos ahora son exagerados, casi teatrales diría. Quiere que todos sepamos que se está corriendo en tu boca.
- ¡Toma, guarra!... ¡Traga, puta!... -grita enloquecido.
Por fin te suelta. Toses, te atragantas un poco. Te azoras. Una pequeña arcada y tu carita colorada. Los ojos de par en par. En cierto modo, diría que me miras con cara de sorpresa. Acabas de tragarte toda la corrida de un desconocido. Enterita. No has derramado ni una sola gota. Lo que escurre por la comisura de tus labios es tu saliva. Una náusea convulsiona tu cuerpo. Contienes el vómito. Tu cara cambia completamente. Con el asco que te da, jamás lo habrías hecho. En cierto modo me fastidia que no haya sido yo el que te forzara a tragártela.
Te levantas. Vuelves a toser. Aun notas su sabor. Pones cara de asco. Le miras con cara de mala leche.
- ¿No te gusta? Ya te irás acostumbrando, dice, rematando la frase con un contundente "so puta".
No sé qué te ha cabreado más, si el que forzara tu boca de esa forma, si el tragarte toda la corrida o el tener que limpiársela y volver a colocársela dentro de sus pantalones.
- ¡Anda que no te queda...! -susurra la que tengo a mi lado acariciando el pene al que está sentado a mi derecha.
Cuando estás aun arrodillada a sus pies, sin que me veas, le animo al de al lado con un gesto. Le insisto. Sin renunciar a la que le está acariciando el rabo, te reclama:
- Ven aquí so cerda, vas a aprender a tragar leche. Más de uno sonríe malicioso. Yo también.
Un azote en las nalgas y te aparta de su lado, te echa con un gesto despectivo del dorso de la mano. No busca humillarte, no, simplemente recordarte a ti y a todas que estáis aquí para lo que estáis. Así de fácil.
Te hace arrodillar frente a él. Su pene rígido, con las venas hinchadas a tope. Se le sujeta por la base. Retira la piel hacia atrás. Descubre completamente su capullo. Sin ningún pudor nos enseña a todos que le tiene preparado. Tal y como está de hinchado no sé si tardará.
Te fuerza a rodearlo con los labios. Tienes que menearla. Levantas la mirada cuando la tienes "instalada" dentro de la boca. Asiente. Comienzas sumisa tu tarea. Está sobando los pechos a otra.
Está muy excitado. No tarda apenas. Sus convulsiones. Oigo perfectamente tus ruidos guturales. Cada uno de sus espasmos va a acompañado de tu peculiar glub glub. Mientras te la tragas, tienes los ojos cerrados. Supongo que tratando así de no sentir tanto asco.
Sólo cuando está fofa te permite sacar su polla de la boca. Te fuerza a abrirla. Sé que estás aguantando las náuseas. Quiere comprobar que no tienes nada, que te la has tragado toda.
- Muy bien. Así me gusta, zorra.
Me miras. Por mi sonrisa sabes que he sido yo quien lo ha ordenado. Te levantas con cierto gesto de enfado, de furia.
¿Satisfecho el señor? -preguntas con cierta sorna. Y no lo niego, me ha gustado verte con un rabo en la boca. Sobre todo porque ahora no te sujetaban por la cabeza, no te forzaban cariño, eras tú quien se movía. Era más natural. Tú te movías a tu capricho, y aunque no te gustara, ponías los cinco sentidos para que se corriera. Y cuanto antes mejor. Aun sabiendo que te lo ibas a tragar todo. Por cierto, él te ha mandado que se la chupes, que yo recuerde en ningún momento te ha ordenado que te la tragues. Ni te ha sujetado. Has sido tú solita quien se ha comido.
¿No me digas que te va gustando? -te pregunto burlón.
Me vuelves la cara enfadada. Te das cuenta de que es verdad, te das cuenta de la burla en sí.
Vas a decirme algo pero dos palmadas en el centro del salón te hacen volver la cabeza. Tenéis que ir todas allí.
Os hacen pasear por la habitación. Os devoran con los ojos. Con cualquier excusa os tocan. Comparan, los cuerpos. Contrastan el diferente tacto de cada piel. La turgencia de los pechos. Las formas de las nalgas. Y por supuesto -cómo no- vuestros coños.
Y yo participo en el juego. Me gusta. Disfruto tocando a otras mujeres. Disfruto sabiendo que te tocan. Disfruto mirando cómo lo hacen. Ciertas miradas de orgullo me delatan. Ellos creen que estoy orgulloso de la puta que tengo. Como en una silenciosa competición se esfuerzan por mostrar los encantos, las cualidades de las suyas.
Luego viene la camaradería. " Prueba la mía ", oigo. " No te cortes, jódela, métesela ". La miro. La observo. Tal vez sus reacciones sean luego las tuyas. Ella espera resignada en un rincón a que alguno de los dos hombres la llame. Una seña y se acerca sumisa. Ni siquiera luce sus encantos. Sabe que da lo mismo. La van a follar haga lo que haga. La decisión ya está tomada. Podría ser fea o guapa. Da igual. Se la van a cepillar porque él lo dice y punto.
Una mirada lujuriosa. Una mano que agarra con fuerza el vello de su coño. Se la va a llevar a la habitación. Lástima. Espero que contigo no lo hagan. Pero aun tiene que esperar a que acabe su cigarrillo. Parece que le da más importancia a un simple cigarro que a acostarse con ella. Yo no lo haré así contigo.
Lentamente, una a una vais siendo escogidas. Las parejas se van a ir formando. Tú también estarás entre ellas. Sé que te van a follar. Y no sólo una vez. Hay más hombres que mujeres. Te van a dar más de un repaso. Sale de ojo. Desde luego que podría anticiparme y ser yo quien lo hiciera. Pero no haré nada. Permaneceré impasible.
Me miras. No sé si asustada o sorprendida. No esperabas que esto llegara tan lejos. Que te tocaran, que te sobaran, vale. Sexo oral... pero pensaste que de ahí no pasaría. Sí, conforme en hacerlo delante de los demás, en que te vieran, en que pensaran de todo de ti. Sé que en cierto modo te excitaba la idea de follar en público. Pero no pensaste que pudieran follarte otros, que yo lo permitiera, que te ofreciera. Y ahora eres consciente de lo que va a pasar. No hay marcha atrás. No puede haberla.
Fuera la blusa. Dentro de nada estarás completamente desnuda. Me da morbo, mucho morbo. El momento se aproxima. Ya sé que no debería ser así, que eres mi mujer y no una puta como las otras, pero... en cierto modo lo estoy deseando. No solamente tengo curiosidad por ver qué cara pones cuando te la metan, cuando tu cuerpo sienta otra polla. Es más que eso. Quiero verte follada. Ensartada. Sometida por otro rabo. Sí, he pensado la palabra terrible: "sometida" y el eco de esa palabra resuena en mi cabeza.
El juego ha comenzado. Yo mismo te suelto el sujetador en cuanto acabamos de comer el postre. Ya estás desnuda. Te están tocando. Yo hago lo mismo con las otras mujeres. Pruebo sus tetas. Busco las tetas de las que las tengan más grandes que las tuyas.
Buen culo. Ésta tiene un buen culito. Toco el coño de cada una. Ellas mi rabo cuando se lo mando. Obedientes nos vais desnudando. Pensé que mi pene sería el más pequeño. No, menos mal. Diría que es mediano, si tirando hacia abajo, pero los hay más pequeños. Una estupidez. Van a joder a mi mujer por todos los sitios y sólo se me ocurre pensar en el tamaño de mi polla.
Agarro a una. Me siento en un sillón y me espatarro avanzando el cuerpo hacia delante. Me cuelgan los genitales. Le hago arrodillarse frente a mí. Le ordeno soezmente lamer mis huevos. Los que están a mi lado miran atentos. Les hace gracia mi idea. Es una forma de obtener placer, de disfrutar, en cierto modo es otra forma más de dominar . porque el juego es ése.
A veces empujo su cabeza hasta que su lengua llega a mi ano. Me gusta. Contigo nunca lo he hecho, no me has dejado. Sé que te lo van a hacer. Sé que tú también tendrás que obedecer. Cuando vuelvo hacia ti la mirada para reclamarte, te veo arrodillada lamiendo los huevos a otro. Se me han adelantado. Te van a estrenar. Tu lengua va a lamer otro ojete. Te resistes. Un gesto de rebelión. Un buen azote. Desde atrás sujetan tu cabeza. Te fuerzan, te obligan a hacerlo. Sabes que te va a dar igual resistirte. Acabarás cediendo. No te queda otro remedio.
Me gusta verte así, desnuda, arrodillada, forzada, sometida. Desde atrás se vislumbran los labios de tu coño. Me excita. Jamás lo hubiera creído. Me estás poniendo a mil. Evito correrme. Me reservo.
Tu cara está manchada de semen. No te he visto, estaba ocupado con la mía. Te reclamo y te tumbo de bruces sobre la mesa. Tus piernas colgando. Casi en ángulo recto. Tu culito en pompa. Separo tus nalgas. Arranco lo que queda de tus bragas, ya simples harapos. Separo tus labios. Les muestro tus agujeros. A todos y a ninguno, a quien quiera verlos. Lo que me gusta es mostrar, desvelar tus entradas secretas.
- Tienes el coño calado, so guarra -digo en voz alta. No les importa o parece que no les importa el comentario. No hay juegos. No hay preliminares. Simplemente la coloco y empujo. Empujo. Hago que te acaricies el clítoris.
No quieres, pero estás apunto de correrte. Vuelves la cara. Interrogante. No sabes qué hacer. Te lo mando con la mirada.
¿Disfrutas, guarra? te lo pregunto susurrando al oído. Tu negativa a contestar me responde por ti. Muerdes la muñeca. No quieres que se te oiga gemir.
Joder que caliente estás, so puta. Parece que aun te excita más que te lo llame. Cierras los ojos. Te veo temblar. Siento tus convulsiones. Como si no te conociera.
El orgasmo no ha estado mal reconoces-, pero lo has hecho bajito, casi en silencio, susurrando. Te avergüenza que ellos sepan que has gozado.
He conseguido no correrme. De milagro, ya lo sé, me estoy reservado para otra cosa.
No me has visto, pero mientras te jodía he buscado con la mirada al del rabo más grande. Te he ofrecido. Tu corriéndote con los ojos cerrados y yo reclamándole con la mano, invitándole a poseerte, apuntando a tu coño con mi dedo.
Delicado pero enérgico te sujeta por la muñeca y te arrastra. Miras su rabo y me miras a mí. ¿Sorprendida? ¿Asustada? ¿Lo voy a permitir? ¿No voy a hacer nada?
Te sigo. Voy detrás de ti. No quiero perderme ni un solo detalle.
Parece muy seguro de lo que hace. Te veo tumbada de frente en un sofá. Te gira hacia él. Tira de un resorte y reclina el respaldo. Recoge tus piernas. Las eleva. Te abre el sexo con las manos buscando tu agujero. Examinándote. Me acerco a ver un primer plano de tu coño peludo totalmente expuesto.
Te escupe allí. Es un gesto estúpido de chulería, se ve perfectamente que estás mojada. Brillan tus jugos. Su pollón te apunta. Sujeta las piernas por debajo de las rodillas y teatralmente apunta. Su cabezota se restriega contra tu excitada vulva. Un empujón. Un grito. No hay delicadeza. Todo es brutalidad. Tu cuerpo se tensa. Se pone rígido. No creo que sea por el dolor. Expulsas el aire. Le acompaña un gemido. Yo diría que de aprobación. Sí de aprobación. Su sonrisa burlona. Otro viaje. Otro gemido.
Te la saca del todo. Sujeta tu cabeza y te fuerza a mirarla. Veo tensar sus músculos. Tarda menos de un segundo en hacerla desaparecer en tu interior. Ahora sí que se tensa tu cuerpo. Se estira. Como si acabaras de recibir una descarga de un millón de voltios. Menudo chillido. Bestial. Cuando te la tiene bien incrustada. Se agarra a ti y a moverse. Aquí no hay filigranas, ni posturitas raras. Al tajo directamente, a follar y punto. Pero a follar a lo bestia, a lo primitivo.
Las risas de ellos, las sonrisas de complicidad de ellas. Mi mirada de excitación. Tú no miras, no puedes. Tú solo chillas y aprietas con fuerza los ojos cerrados cada vez que te ensarta. En cuanto los abres me miras furiosa. Señalándome acusadora como el culpable de lo que te están haciendo. Yo soy el causante de tus gritos.
Me asombra la fuerza con la que te penetra. Menea todo tu cuerpo, hace bailar tus tetas. Literalmente te está perforando el coño. Te la mete entera, hasta los huevos. La retiene unos segundos dentro, presionando en tus entrañas. La retira con calma, chulo, prepotente. Quiere hacértela sentir en toda su extensión. Quiere que notes toda su envergadura. Que tiembles antes de cada embestida.
Su tamaño, su diámetro parece agrandarse por segundos, en cada empujón. De vez en cuando me miras de reojo. No es la mirada suplicante del principio, no. Tampoco es la que me recriminaba lo que estábamos haciendo. ¿Resignación? No, no es esa mirada. Me miras como pidiéndome que entienda que te está gustando; como disculpándote porque el placer salvaje se está apoderando de ti, te está embriagando. Tanto que tu mirada me previene de lo que va a pasar.
Ni tú misma te reconoces. Te gusta. Gimes. Te mueves a su compás. Hasta le ofreces desenfrenada las tetas para que juegue con ellas, para que te las acaricie o te las toque. Para que te las estruje o para que te las muerda... Quieres que aun te de más placer. Le estás entregando todo tu cuerpo.
Te vas a correr, te está haciendo disfrutar de lo lindo, y él no muestra ni un solo signo de placer. Te está derrotando. Su sexo está ganado esta batalla. Tú estás acostumbrada a que sea al contrario.
Tus caderas comienzan a acompasarse a sus embestidas. Cierras los ojos, jadeas intensamente, te abrazas a él, tus piernas rodean sus caderas forzándole a una penetración más intensa. Estás completamente entregada a su polla, rendida a su voluntad.
Has conseguido que tus gemidos ya sean gritos y todos miremos. Eres un buen espectáculo.
- Joder, tío esa puta te está follando a ti y no tu a ella -dice uno que pasa a vuestro lado. Todos ríen, yo también. Es cierto. Es tu coño el que busca su rabo. Tu cuerpo el que se mueve persiguiendo su contacto.
Menudo polvo -se escucha- le están reventando el coño. Como goza esa zorra.
Todo son groserías del estilo. Pero ciertas. Te vuelve loca. Te está haciendo gozar de lo lindo. Tal vez sea el orgasmo más intenso y prolongado de tu vida. Desde luego yo nunca te he visto disfrutar así. No he conseguido ni la décima parte.
Y sigues. Sólo estás concentrada en tu placer. No te importa que otro sujete tu cabeza y te ponga su polla en la boca. Te da igual que se la menee mirando cómo entran en tu coño. Está excitado. Su polla ya tiembla. Llama a una putita. La da instrucciones. No hace falta, todos sabemos dónde quiere correrse. Ella lo sabe también, y la menea con suavidad. Espera a tu gemido y apunta. El primer chorro impacta en su destino. El resto te cruza la cara. Estas llena de semen. Por todo el rostro. No te importa, tú sigues chillando como loca. Parece que te vas a morir; llenas tus pulmones como si fueran a explotar, y expiras con un tremendo gemido. Le clavas las uñas en las nalgas... y él también comienza a excitarse. Por un lado, quiero que se corra en tu coño, que te le inunde; por otro me gustaría volver a ver como lo hacen en tu cara, o en tus tetas, como en las películas. esas que hemos visto muchas veces juntos-.
Pero esto no es una película. Te tengo delante. Estoy viendo cómo todo tu cuerpo tiembla cuando te mete una y otra vez ese pollón, cuando sus huevos golpean tu entrada, como tu cuerpo le recibe encantada, como tu boca pide a gritos más y más. Te has entregado a él totalmente.
Él lo anuncia, va a regar tu coño, se va a correr dentro. " Prepárate para la ducha ", te avisa. ¡ Pídemelo so zorra ! Tú asientes. Aceptas eso y más. Todo lo que quiera hacerte. Hasta se lo suplicas. Una vez me constates que eso era humillante, que jamás pedirías a un hombre que te follara. Ni loca, me decías. Y mírate ahora. Gritando, suplicando, rogando que siga penetrándote, diciéndoselo de mil formas distintas.
No te culpo. Desde luego que no. Lo comprendo perfectamente. No puedes resistirte a tanto placer y le obedeces. Así de simple.
- Por favor gritas-, sigue, sigue. Por lo que más quieras, no pares... Necesito tu polla, destrózame el coño, párteme al medio, sácamela por la boca. Chillas y gritas sin parar... Me excita verte así, dominada, rendida, escuchando la facilidad con la que todas las obscenidades del mundo salen de tu boca.
Ya no dices nada más. Él tampoco. Sus convulsiones. Las tuyas. Todos sabemos lo que está pasando en vuestros cuerpos.
Aun sigues jadeante cuando se retira de ti. Estás agotada. Sucia. Tu sexo gotea semen.
- Ten cuidado, zorra, a ver si te vas a quedar preñada -te dice uno burlón.
Te miro y te sonrío. Escojo a otra mujer. Yo necesito descargar. Prefiero hacerlo con rapidez. Quiero volver a tocar tu cuerpo, ahora sucio. Seguramente tarde poco en recuperarme. Mientras sé que te seguirán usando. Quiero follarte con tu coño encharcado. Quiero que mi polla nade en el semen de otro hombre.
Tú sigues en el sofá, abierta de piernas, mirando cómo rezuma tu irritado coño. Tienes cierto atractivo, un encanto peculiar, con la cara aun sucia, con los chorretones de semen secos en tu rostro. El rímel un poco corrido. Te da aspecto de desamparo. En cierto modo es excitante.
Le veo acercarse con la polla rígida. Goteante. Te mira. Mira a la otra. Creo que a él también le resultas atractiva. No te cambia la postura. Solo te vuelve la cara hacia él. No tiene que indicarte nada. Abres la boca y sumisa con su capullo adentro, comienzas el exquisito vaivén. Delicada, acaricias sus testículos. Me miras de reojo. No sé interpretar tu mirada. Otros dos esperan su turno a tu lado. Te veo caminar hacia la habitación.
No puedo correrme. Es tanto el placer, las ganas de correrme que estoy como bloqueado. Y mira que se esmera, me encanta cómo esta puta salta sobre mi polla. Pero no puedo.
Un grito tremendo. Sé que es tuyo. Me alarmo.
Tranquilo, no pasa nada... eso es que a tu mujer la acaban de romper el culete.
¿Qué?
Que te la están dando por el culo, tontorrón... No pasa nada... A mí también me lo hicieron el primer día... Todas pasamos por ello... Además, el Rizos es especialista... vamos todo un experto...
Mi mirada interrogante. Su mirada distraída evitando explicar por qué lo sabe...
Otro grito. Te imagino tumbada de bruces, aplastada bajo su peso mientras te sodomiza. Ya es demasiado para mí. Exploto. Literalmente. Mi semen brota incontenible. Mi orgasmo es fortísimo, brutal.
- ¿Por qué no me avisaste? Me lo habría tragado todo... -dice ronroneando y lamiendo mimosamente mi oreja. Y pienso si la próxima vez será mi esposa la puta que le diga lo mismo a otro extraño.
Son casi las cinco de la madrugada. Estoy agotado...
Te veo venir por el pasillo. Caminas agarrada a la cintura de un hombre. Los dos estáis algo mojados. Sé de donde venís. Sonríes. Me miras picarona. Te abrazas a él girando todo tu cuerpo. Prácticamente te cuelgas de su cuello. Morreas intensamente. Su cabello aun mojado, conserva parte de sus rizos.
Me muestras tu espalda, meneas un poco tu culito. Sé lo que quieres decirme.
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