Cara oculta de una madre cachonda. Cap. 3
Es mi turno. De nuevo es la casualidad la que hace posible disfrutar de forma directa de mi madre y también de su cachonda amiga.
Cara oculta de una madre cachonda. Cap. 3
Mi madre y su amiga acababan de despedir a sus amantes y yo, empalmado y cachondo como no lo había estado en mi vida tras el tremendo espectáculo protagonizado por mi madre del que había sido testigo, me había ocultado en la habitación contigua al salón para evitar que ellas me vieran. Cuando ya volvían a la sala Martina, la amiga de mi madre, iba diciendo:
-Pues a mí tampoco me importaría echar otro polvo; la verdad es que he tenido un orgasmo como dicen éstos, pero todavía tengo la castaña bien caliente. Y es que me pongo como una burra de cachonda cuando estamos con estos tíos. Yo creo
que me pasaría jodiendo toda la tarde.
-Sí, hija, yo también -le contestaba mi madre-, que cada día soy más cachonda y más viciosa. Parece que de los 50 en adelante estoy emputeciéndome como nunca hubiera pensado. -Y las dos mujeres soltaron una sonora carcajada con las palabras de mi madre. Luego ésta siguió diciendo-: Pero para que nos jodieran bien jodidas hasta dejarnos bien hartas de polla necesitaríamos disponer de más tiempo con éstos o ligar con un jovencito que la tenga todo el rato bien dura y eso va a ser difícil, ¿no crees?.
-Pues mira, chica, si nos hubiéramos ligado a tu hijo como decíamos antes... Ese sí que nos jodería hasta dejarnos bien satisfechas a las dos-. Apuntó Martina riendo.
-Oye, golfona, que es mi hijo... -replicó mi madre riendo con gracia-. Que no me importa que te lo ligues y le eches un buen polvo, ya te lo he dicho, pero que me joda a mí como dices igual es demasiado fuerte, ¿no?
Martina se echó a reír dándose cuenta de lo que había dicho y aclaró:
-Hija, es que en este plan que estamos últimamente, que no queremos más que polla y no precisamente la de nuestros maridos, aunque sea algo prohibido, al pensar en joder con tu hijo no se por qué te vi a ti también en el ajo.
-Quizá por eso, porque de tan zorra que me vuelto, tú también piensas que lo de follar con mi hijo me parecería otra golfería más y de las más excitantes.
-¿Y no te lo parece? Seguro que sí, marranaza. –Le decía su amiga a mi madre.
-¡Qué bien me conoces! Bien sabes que soy una buena zorra, ja, ja, ja... Pero hacerlo con mi propio hijo ya me parece demasiado incluso para una viciosa como yo. Aunque, si te digo la verdad, tengo que reconocer que me pone cachonda pensar en él en plan... ya sabes. Total, si somos unas buenas putas... Hacerlo con mi propio hijo tiene que ser el colmo del zorrerío, ja, ja, ja…
Yo, que de nuevo había salido de la habitación y espiaba a las dos mujeres desde la puerta del salón, no daba crédito a lo que estaba oyendo. Mi madre y su amiga estaban hablando nada más y nada menos que de follar conmigo y lo mejor de todo es que mi madre no contemplaba aquella posibilidad como algo inaceptable o imposible sino como algo excitante, y a juzgar por sus palabras, incluso plausible. También debo aclarara aquí que a mí, por supuesto, ya a aquellas alturas y tras haber visto todo lo que había visto aquella tarde y con la calentura que llevaba, provocada precisamente por mi madre de manera muy principal, la idea de follarme a mi madre me parecía la más morbosa y excitante de cuantas me pudieran pasar por la cabeza en asunto de folleteo. Y si al cóctel añadimos a su amiga Martina, aquella madurita jamona a la que ya le había dedicado alguna que otra paja solitaria, ya qué más queda por decir.
-Di que sí. –Animaba precisamente Martina a mi madre en sus declaraciones favorables a la idea de tener un lío sexual incluso conmigo-. ¿Pero tú crees que le gustaríamos con estos cuerpos gordos y de vieja que tenemos?
-Bueno, tan mal no estamos ¿no? A mí antes es cierto que me acomplejaba este culazo tan gordo que tengo pero a éstos con los que hemos estado esta tarde, bien cachondos que los ponemos con nuestras redondeces...
-Es verdad, las rellenitas tenemos nuestros encanto –corroboró Martina agarrándose sus inmensas tetazas mientras reía.
- Un poco gordas y maduras ya somos pero un polvete todavía tenemos; ja, ja, ja... –Decía mi madre también divertida. Y entonces de repente, uniendo la palabra a la acción, añadió-: Mira, vamos a vernos en el espejo de la entrada, que es de cuerpo entero.
Y en ese momento mi madre abrió la puerta del salón para ir a verse en el espejo de cuerpo entero que hay en la entrada y al abrir, lógicamente y sin que yo pudiera hacer nada por ocultarme porque me pilló de improviso su acción, me fueron a encontrar allí, espiándolas y además con la polla dura y empinada asomando por la bragueta de mi pantalón. Ambas mujeres soltaron una exclamación mezcla de sorpresa y de temor. Tomaron conciencia rápidamente de que sin duda yo había sido testigo de su orgía y eso las asustó pero enseguida ambas, y especialmente mi madre, repararon en que yo estaba con la polla al aire y completamente empinada y un ligero brillo de picardía apareció en sus ojos.
-¡Pero hijo, qué haces aquí! –Dijo mi madre aún con el susto en el cuerpo.
-Pues he venido por casualidad antes de tiempo y por eso he podido ver a las dos mujeres más atractivas que conozco en el espectáculo más excitante que he visto en mi vida.
Viendo mi tranquilizadora sonrisa mi madre preguntó, aún con cierto temor en su tono de voz:
-¿No te parece mal entonces que nosotras…? ¿No estás enfadado con mamá?
-¿Cómo voy a estar enfadado contigo, mamá? ¿Y cómo va a parecerme mal que lo paséis así de bien? Todo lo contrario. Estoy orgulloso de que seáis así de atrevidas y por otro lado contento de haberos visto, que dicho sea de paso, da gusto veros así… desnudas y tan guapas.
-Es que te podía parecer mal –seguía mi madre con cierta aprensión en su tono de voz- que estando casadas, ya sabes…
-Yo no pienso que hagáis nada malo poniéndoles los cuernos a vuestros maridos. Si no se enteran, y por mí no va a ser…
Mi madre ya sonrió con tranquilidad y dándome un piquito que me supo a gloria, me dijo:
-Hijo, eres un cielo.
Entonces yo, viendo que el ambiente estaba definitivamente relajado, decidí poner en marcha la posibilidad de sacar partido sexual de aquella situación con aquel par de calentorras, una de las cuales era además, para mayor excitación, mi madre. Cargándome de aplomo, con una amplia sonrisa y dándoles unas palmadas en los hombros a las dos, me atreví a decirles jugándome una carta definitiva:
-Así que, chicas; pido disculpas por el susto que os haya podido dar al encontrarme aquí pero… ¿no decíais que necesitaríais otra polla? Pues aquí tengo yo una, así que… ¿si os vale? Por lo que os he oído creo que a Martina no le disgusta la idea ¿no?
-Ni a Martina ni a mí, cariño- dijo mi madre riendo con humor y más tranquila para a continuación preguntar:
-Nos has estado viendo todo el rato, desde el principio, ¿no?
-Ya lo creo, y menudo bien que me lo he pasado, aunque claro, mejor os lo habéis pasado vosotras, y esos dos.
-¿Y qué te parece haber descubierto que tu madre es una buena zorra, hijo? No sabes el susto que se me ha metido en el cuerpo en cuanto te he visto. ¡Cómo me alegro de que no estés enfadado!
-¿Cómo iba a estarlo, mamá? A mí, la verdad, me parece estupendo que seáis tan lanzadas y abiertas. Yo lo que quiero es que tú disfrutes de la vida y parece que sabes hacerlo. No me parece mal en absoluto, todo lo contrario, de verdad; ya te lo he dicho antes y lo digo sinceramente. El sexo es para disfrutar y me parece estupendo que lo hagáis, y más estupendo todavía si, como he creído entender por cosas que os he oído, nos os importaría que yo tuviera algo que ver en ello.
-Menudo picarón estás tú hecho –Intervino Martina riendo con picardía-. Me parece que contigo nos vamos a entender muy bien tu madre y yo… -Y apostilló con intención-: Las dos.
-Así que no sólo no te importa sino que te ha gustado vernos golfeando con esos amigos, ¿eh, hijo?
-A mi me ha gustado mucho veros en acción pero seguro que aún se pueden hacer cosas que me gusten mucho más... Y más viendo este panorama tan estupendo. - Acabé yo aludiendo a su desnudez.
-Entonces algo te gustamos aunque seamos ya un par de viejas gordas, ¿no, hijo? -Dijo mi madre guiñándome un ojo con malicia.
-¿Viejas gordas? –dije yo- Lo que sois es dos maduritas rellenitas de lo más deseables y atractivas.
Ambas mujeres sonrieron visiblemente aliviadas por mi planteamiento. Además las tranquilicé completamente sobre mi discreción con respecto a todo lo que sabía y finalmente les dije que yo también estaba excitado como un burro, como era notorio, después de todo lo que había visto y que me apetecía un montón continuar la fiesta que ellas habían iniciado pero que aunque ellas no quisieran nada conmigo por mí no tenían que preocuparse y que podían estar completamente tranquilas con respecto a mi discreción.
-¿Cómo no vamos a querer nada? Si ya nos has oído que tenemos ganas de polla hasta reventar y yo estoy como loca por meterme eso en todo el conejo. -Dijo Martina con todo el desparpajo.
-Venga, hijo; si a ti también te apetece jódete a la zorra de Martina. Y si no te importa que yo lo vea...
-Me encantará que tú nos veas, mamá. Yo también te he visto a ti follando y te puedo asegurar que me ha gustado mucho verte... Es muy excitante ver a mi madre portándose como una golfa, te lo aseguro. –Y entonces me incliné sobre ella y ahora fui yo el que le dio un piquito en los labios al que ella respondió abriéndolos ligeramente y dejando asomar su lengua para tocarme con ella mis propios labios.
Cuando mi madre y yo nos separamos sonriendo ambos con complicidad, fue Martina la que me agarró la cara y me plantó un morreo tremendo metiéndome la lengua en la boca hasta llegar con ella casi a mi garganta.
-Ahora ya estamos convenientemente presentados en asunto de folleteo –dijo la caliente amiga de mi madre haciendo que los tres riéramos.
Entramos entonces los tres en el salón y Martina, tras darme otro morreo impresionante, me quitó los pantalones y los boxers y enseguida se arrodilló delante de mí para empezar a chupármela. Mientras recibía los lametazos de Martina, mi madre, que estaba a mi lado, colocando una mano en mi muslo muy cerca de la ingle, me dijo con un tono no exento de picardía y hasta de coquetería:
-¿De verdad no te importa que mamá sea un poco viciosilla, hijo?
-Todo lo contrario, me encanta. Si no fueras así de cachondona ahora no estaría aquí con la polla en la boca de una macizorra como Martina y con otra hembra tan atractiva
como tú a mi lado completamente en pelotas y mostrándome sus encantos.
-¿Te gusta entonces verme así, desnuda? ¿Crees que soy atractiva? ¿Te gusto como mujer, hijo?
-Mamá, estás para comerte. Tienes unas tetas estupendas –y me atreví entonces a tocarle brevemente una de sus colgonas mamas sin que ella se molestara lo más mínimo por mi caricia-; tienes unos muslazos estupendos –y le sobé con ganas uno de sus rollizos muslos-; y tienes un culo cojonudo –y entonces, metiendo la mano por debajo de su culo según estaba sentada, le amasé con ganas una de sus enormes nalgas mientras ella sonreía complacida.
-Ya veo que te gusta tu madre, ya. –Dijo ella riendo divertida y excitada.
-Me gustas mucho, mamá; estás muy buena y eres una hembra cojonuda. -Y acabé diciéndole-: ¡Cómo he envidiado a esos dos que tan bien se lo han pasado con vosotras!
-Pues si crees que estoy para comerme puedes darme un mordisquito cuando quieras, cariño. -Me dijo mi madre con coquetería y de forma insinuante. A sus palabras acompañó el gesto de ofrecerme sus labios para darme un beso. Yo dudé un instante al tratarse de mi madre pero enseguida olvidé todo prejuicio pues de hecho mi madre me gustaba y me atraía y allí la tenía en pelotas e incitándome a que la besara. Ya me había dado además antes unos piquitos con ella, uno incluso con algo de lengua por su parte, así que no lo dudé más y acerqué mi boca a la suya para besarnos. Mi madre recibió el beso con entusiasmo y enseguida sacó su lengua para chuparme la mía; luego metió su lengua en mi boca y nos dimos un morreo lleno de vicio y lujuria. Cuando dejamos de besarnos, y mientras seguía sintiendo las estupendas lamidas de Martina en mi polla y huevos, le dije a mi madre:
-Mamá, me ha encantado besarte. Manejas la lengua realmente bien. Me gusta mucho darle estos morreos a mi madre.
Mi madre sonrió con malicia y apretando sus tetas contra mi pecho dijo:
-Pues también se usar la lengua y dar mordisquitos en más sitios... Si quieres te lo demuestro, si no te parece mal, claro.
Entonces mi madre, sin esperar mi respuesta, también se arrodilló al lado de Martina y ambas empezaron a turnarse dándome lametazos en la polla.
-Pues sí, como para parecerme mal. Lo que me parece es que me vais a matar de gusto entre las dos, zorras.
-¿Sí, hijo? ¿Te gusta lo que te hace la golfa de mamá? -me preguntó ésta con lujuria mientras era Martina en ese momento la encargada de devorarme la polla.
-Me encanta todo lo que haces cuando te portas como una putona, mamá. Así de claro te lo digo. Me encanta verte desnuda con ese cuerpazo tan macizo que tienes, me encanta verte mamando pollas y verte follando y disfrutando como una buena zorra, me encanta, de verdad, tanto si es conmigo como si es con otros. Y de Martina digo lo mismo, claro.
-No sabes cómo me alegro de que pienses así, hijo. -Mi madre rió complacida y volvió a amorrarse a mi verga. Entonces ya no pude aguantar más y me empecé a correr soltando toda la lefa acumulada en aquella tarde de calentura. Mi madre se afanó por tragársela toda pero enseguida rebosó su boca y Martina le ayudó chupándome también todo el tallo de la polla por donde resbalaba mi más que abundante corrida. A continuación mi madre abrió su boca mostrando como sobre su lengua se almacenaba una espesa dosis de mi semen; luego cerró la boca y tras hacer un evidente gesto de tragar, volvió a abrir su boquita mostrándola esta vez vacía. Luego me dijo:
-No me gusta tragarme la leche de los hombres pero contigo es diferente, cariño -mientras con un brillo de lujuria en los ojos mientras volvía a abrir la boca y tras mostrar de nuevo cómo toda la lefa que había recogido en ella ya no estaba en su boca sino que se la había tragado, se pasaba la lengua por los labios en un gesto de extrema sensualidad, recogiendo todos los restos de semen y líquidos preseminales que se habían acumulado en torno a su boca durante la mamada que me había estado haciendo. Y tras relamerse de nuevo me dijo guiñándome un ojo-: La verdad es que me excita tanto estar haciendo estas cochinadas contigo que te comería lo que fuera, cariño.
-Me parece muy bien, mamá, y lo tendré en cuenta pero ahora soy yo el que va a comeros un poco. Venga sentaros bien espatarradas en el sofá que me voy a dar un atracón de chocho. Ellas sonrieron excitadas y lujuriosas y siguieron mis
indicaciones, no sin que antes Martina, la amiga de mi madre, me diera un soberbio morreo en el que pude saborear también incluso los restos de mi semen que quedaban en su boca. Nunca hubiera pensado que eso me iba a gustar o excitar pero puedo jurar que lo hizo y muy notablemente. Tras el excitante morreo con Martina, ésta se sentó en el sofá con las piernas abiertas. Le hice un gesto a mi madre para que se sentara de la misma manera al lado de su amiga pero ella dijo:
-Espera que nos lavemos, que lo tendremos todo sucio y lleno de.... -Explicó entonces mi madre aludiendo a sus folladas previas con sus amigos. Pero yo le interrumpí con decisión:
-No hace falta; tenéis el coño como lo tienen que tener un buen par de putonas que es lo que sois vosotras y así me gustáis y así me apetece coméroslo, zorronas.
Volvieron a brillar sus ojos de lujuria y al instante estaba yo comiéndoles el coño alternativamente y metiéndole los dedos en la castaña a la que en ese momento no le prodigaba mis atenciones bucales. Me gustó y excitó muy especialmente comerme aquellos coños que minutos antes habían sido follados por las pollas de aquellos otros tipos. Quizá tenga algo de cornudo en el fondo pero lo cierto es que disfruté especialmente con aquella comida de los coños de mi madre y su amiga recién usados por otros hombres. Era como una constatación más de lo zorras que eran ambas y esa idea de gustaba y excitaba tremendamente.
En un momento dado, cuando le estaba lamiendo la raja a mi madre, le levanté a esta los muslos haciendo que elevara sus posaderas para que su culo quedara más expuesto y entonces, rememorando cómo ella antes le había chupado el culo a uno de sus amantes, fui yo el que le empezó a dar lamidas en el ano a mi madre y a meterle la lengua en su agujerito marrón.
-¡Ahí, ahí, cabronazo, así, así. Cómele el culo a mamá, hijo! –Decía ella excitadísima-. ¡Dios, qué gustazo!
Cuando cambié de hembra, y mientras le manoseaba a mi madre su empapadísima raja, también le lamí el culo a Martina haciendo que ésta dijera:
-¡Joder, pero qué cerdo es este chaval! Así, así me gusta a mí; un marranazo a la altura de dos putas como nosotras.
Ellas estaban tan cachondas, tan salidas y tan excitadas con todo lo que estaba aconteciendo que no tardaron en alcanzar sendos orgasmos las dos, sobre todo cuando mis caricias, tanto manuales como bucales, empezaron a centrarse de nuevo de manera esencial en sus clítoris. Ambas chillaron sus orgasmos, especialmente mi madre, que prorrumpió un sonoro “¡Pero qué gustazo le has dado a mamá en su culo y en su chochazo de golfa, cariño”!
Tras sus estruendosos orgasmos me incorporé y me senté entre las dos jamonas en el sofá. Ambas me dieron entonces unos tremendos morreos y ambas parecían ávidas de mi lengua, que degustaron con mucho placer y mucha saliva de por medio. Tras la tanda de morreos, mientras todos nos reponíamos de nuestros recientes orgasmos, comentamos lo sucedido. Cuando hubo quedado claro que a mí su actitud de guarras me parecía ideal y que por mi discreción no tendrían que preocuparse, fue mi madre la que sugirió que había llegado el momento de follar.
-Y después de todo este chupeteo de sexos, te apetecerá echar un polvete, ¿no, hijo?
-La verdad es que sí, mamá.
-Pues venga, hijo; cepíllate a la golfa de Martina, que lo está deseando.
-Yo no voy a decir que no –intervino Martina con simpatía. –Hay que aprovechar la energía de estos jovencitos, que la siguen teniendo bien empinada después de una buena corrida.
Los tres reímos divertidos y ya me dispuse a follarme a Martina en el sofá mientras mi madre volvía a animarme obscenamente.
-Claro que sí, hijo; fóllate a la zorra de Martina, que es una putona que nunca se cansa de tener polla en el chocho, sobre todo si no es la de su marido, ja, ja, ja…
Los tres reímos una vez más y entonces ya me dispuse a joderme a la maciza y tetona amiga de mi madre. Ella se recostó en el sofá y yo me tumbe encima de su relleno cuerpo de jamona cincuentona. Nos dimos un par de morreos y luego, mientras le comía los pezones, se la metí en el conejo empezando a follarla salvajemente.
-Esto sí que es una polla -decía cachonda perdida ante mis acometidas-. Julia, esta polla es cojonuda. ¡Cómo estoy gozando! -Y vaya si gozaba la muy cerda. Estuve follándola un buen rato pero no habrían pasado ni tres minutos de folleteo cuando la golfona amiga de mi madre alcanzó un primer y estruendoso orgasmo que celebró con un alarido que sin duda pudieron oír los vecinos. Pero yo seguía bombeando su caldoso conejazo de hembra madura y así fue como ella, presa de una excitación incontenible, tuvo otros dos tremendos orgasmos antes de que yo soltara mi descarga de lefa en su caliente conejo de jamona viciosa.
-Te ha gustado follar con mi hijo, ¿eh, viciosona? -le decía mi madre con ojos de lujuria mientras Martina se reponía entre jadeos de la tremenda follada que acabábamos de protagonizar.
-Ya lo creo, Julia. ¡Vaya polla! Aunque sea tu hijo, tienes que probarla. Qué dura, qué gorda y cómo aguanta. ¡Qué vicio, qué lujuria, que calentura me da ponerle los cuernos a mi marido con el viciosón de tu hijo! Es la mejor polla que nos hemos metido en el coño, te lo juro, Julia. Tienes que probarla, tienes que probarla.
Continará.