Cara de Puta 4 - Mi primera doble penetración
Mi esposo Tommy me convence de probar una doble penetración y un amigo tatuador es el afortunado a quien elegimos para ser la segunda verga que me va a penetrar. Termino el día con mi panocha y mi culo destrozados.
El día como siempre era un infierno de calor, por lo mismo mi esposo y yo habíamos pasado toda la tarde viendo tv con el aire acondicionado encendido a todo poder. Ya era viernes y habíamos terminado la semana laboral y no había pendiente de amanecer con resaca, así que surtimos la hielera con una buena dotación de cervezas las cuales disfrutábamos al tiempo que veíamos varias movies. No sé como pero del género de horror pasamos a ver porno.
Estuvimos haciendo surf por los canales hasta llegar a una donde a la chica la tenían empalada por ambos lados en una doble penetración. Los tipos estaban demasiado dotados y la cogían con tanta furia, que estaba segura que los gritos de la chica no eran tan actuados como suele suceder.
—Te atreverías a hacer eso? —me preguntó de repente Tommy, tomándome por sorpresa.
—Que? Una doble penetración? No creo que podría aguantarla —le contesté divertida.
—Por qué no? Se ve bien cachondo —dijo Tommy con una sonrisa.
—Naah, no creo que yo aguantaría el dolor. Terminaría toda reventada y cargándolos por todas partes haha —le dije para desanimarlo.
—Pues a ella no parece dolerle mucho —dijo Tommy, refiriéndose a la chica que aparecía en pantalla. Y era cierto, se veía que la gozaba a lo grande y su rostro era una máscara de placer.
—No lo sé, tendría que ser con alguien de muchísima confianza —terminé diciéndole, dándole a entender que quizás lo estaba considerando.
Gracias a la cerveza y las películas porno, esa noche tuvimos una rica sesión de sexo. Mientras Tommy me penetraba con su verga, al mismo tiempo insertaba un pequeño dildo por mi agujero trasero, simulando una doble penetración. No puedo negar que el imaginarme estar siendo penetrada por dos machos me hizo terminar de manera brutal. Después de haber visto a las mujeres en el porno parecer estar en éxtasis durante la doble penetración, mi curiosidad se despertó
No volvimos a tocar el tema hasta una semana después, rumbo a una cita con Raúl, mi tatuador favorito. Debía darle retoques a mi más reciente tattoo.
—Y si invitamos a Raúl a un threesome? —me soltó de repente Tommy.
—Hahaha estás loco! Sigues con esa idea en la mente? —contesté divertida. La súbita pregunta de Tommy me había tomado por sorpresa.
—Por qué no? Acaso piensas que no me he dado cuenta de cómo te mira? —dijo Tommy entre serio y divertido. Y era cierto, varias veces lo había sorprendido mirándome a mi tatuador. Ese tipo de mirada que sabes bien es más allá de una mirada normal. Obviamente yo le gustaba. Eso sí, era completamente profesional a la hora de hacer su trabajo. Nunca se había propasado conmigo. Ni siquiera cuando el tattoo era en alguna de mis partes más íntimas.
—No seas loco. No hagas cosas de las que después podamos arrepentirnos —contesté un poco seria. Para ser sincera, Raúl no me era tan indiferente y no me desagradaba la idea de tener algo con él. Pero jamás había sido infiel y no estaba en mis planes empezar a serlo.
—Chicken —me dijo Tommy, riéndose y dándome un codazo. Recorrimos el resto del camino en silencio. Aunque ya en mi mente formaba escenas de sexo entre los tres, tal cual si fueran escenas de la película porno que viéramos días antes. El muy maldito de Tommy había logrado meterme su idea a la cabeza.
Llegamos a con Raúl, que nos recibió amablemente. Nos ofreció unas cervezas como siempre y se dedicó a trabajar en mi piel. Llevamos la plática de lo más normal, hasta que termino su trabajo. Antes de irnos, Tommy le invitó a la casa a tomar un par de cervezas y ver el juego de football de los domingos, despidiéndose de él y saliendo hacia nuestro carro, dejándome sola con Raúl.
—Sí, me parece bien. Yo llevo unas cervezas y algunas botanas. Necesitas algo más que lleve, Perla? —dijo dirigiéndose a mí.
—Pues... solo ve con muchas ganas, yo me encargo de lo demás —le dije mordiéndome el labio inferior y mirándolo coquetamente. Acercándome a él, me pegué a su cuerpo y le di un pequeño beso en la mejilla, rozando un poco sus labios. Raúl se sacó de onda y solo atinó a decir okay y sonreírme mientras yo salía tratando de mover mi pequeñísimo trasero de forma sexy. Ya había empezado el plan y era demasiado tarde para arrepentirme.
Para no hacerla larga, al día siguiente se presentó Raúl en la casa, por la tarde. Llevaba refrescos, cerveza y algunas botanas. Tommy lo recibió y se fueron a la sala a ver el partido que apenas iniciaba. Yo había preparado algo de comer y me encontraba en la cocina. Ese día había decidido vestirme casual, pero sexy. Llevaba una blusa blanca con los botones superiores desabrochados, de manera que lograba verse un poco de mis pequeños pechos, los cuales lucia con un brassier negro semi transparente de media copa que apenas lograban cubrir mis pezones. Debajo usaba un short de mezclilla color negro que dejaba ver mis largas y delgadas piernas, y una tanga también de color negro que para esas horas la sentía empapada de mis jugos. En parte por la excitación del momento y en parte por los nervios por lo que estaba a punto de hacer. Finalizando con mis zapatos de plataforma que me hacían ver más alta de lo que era, con las cintas desabrochadas para poder quitármelos rápido en caso de ser necesario. Y obviamente mis muchos tattoos, que a diferencia de mi lugar de trabajo donde siempre los ocultaba, aquí en casa los lucia orgullosa.
Vibró mi celular y vi que era un mensaje de mi molestoso vecino adolescente. Si bien al principio me caía mal, con el tiempo habíamos limado asperezas y ahora era un especie de pequeño cómplice.
—Que haces? —me preguntaba en un texto.
—Lo pendejada más grande de mi vida, o lo más cachondo. Aun no sé cómo definirlo —contesté.
—Por quee?? Que vas a hacer?? —me contestó el chaval.
—Espera un poco y lo sabrás —le dije sabiendo que seguramente estaría pegado a la ventana espiándome como siempre lo hacía.
Llegué a la sala y los chicos ya estaban viendo el partido. Me senté en medio de ellos dos, pasándoles a cada uno de ellos una cerveza. Ya para el tercer cuarto del partido estábamos bastante tomados. De estar en medio de ellos, me había pasado más al lado de Raúl, recargándome con el e incluso llegando a subir mis piernas en las suyas. Al principio se sacó de onda, pero al ver que Tommy no decía nada, no hizo ningún movimiento por quitarme.
Había decidido tomar más de lo que siempre tomo. Quería estar bastante ebria para poder darme valor suficiente. Y no lo niego, sentía que Raúl me gustaba bastante. Mi esposo era bastante desaliñado, con el cabello largo y la barba incipiente. Y siempre con sus camisetas de grupos de heavy metal. Raúl por su parte, era muy diferente. Usaba el cabello corto, estilo militar y una barba de candado. Conforme más borracha me sentía, más pensamientos turbios me acosaban. Pensamientos que nada tenían que ver con el trio. Deseaba desaparecer a mi esposo y quedarme sola con Raúl. Que me diera la cogida de mi vida. Me estaba metiendo en la boca del lobo, pero como dije, ya era muy tarde para arrepentirme.
Terminó el partido, y Tommy decidió salirse a fumar un cigarrillo al patio. Lo encaminé al patio y luego regrese sola a la sala de la casa, donde se encontraba Raúl. Me detuve un instante, mi corazón se aceleraba en anticipación de lo que estaba a punto de suceder... sin dar marcha atrás, pensé.
Entré a la sala, donde Raúl estaba sentado en el sofá. Me acerqué a él, y tomando la botella de cerveza que tenía entre sus manos, la levanté y la vacié toda en mi rostro, empapándome toda y logrando atrapar un tanto en mi boca. Raúl se mostró sorprendido, y sin darle tiempo de reaccionar (ni yo de arrepentirme) me abalancé hacia él y lo ataqué con un beso apasionado, compartiendo en su boca la cerveza que guardaba en la mía. Fue un beso salvaje, húmedo, apasionado. Raúl me correspondió, jugando con su lengua dentro de mi boca, derramando la cerveza entre nuestros labios.
No sé si fue por el estado de semi ebriedad en que nos encontrábamos, o simplemente las ganas de coger, pero nos importó poco el lugar donde estábamos. Nos abrazamos y empezamos a recorrer nuestros cuerpos con las manos. El me sobaba las tetas, para luego bajar por mi pequeña cintura hasta terminar apretujando mis nalgas, con fuerza. Yo trataba de hacer lo mismo, aprisionando su verga por encima de su pantalón. Se sentía grande, erecta. Con desesperación desabroché su cinturón y sus jeans, tratando de liberar su pene. Quería verlo, comérmelo, sentirlo dentro de mí. Finalmente pude sacarlo de sus jeans y verlo a mis anchas. Era una verga hermosa, gruesa, llena de venas y coronada por una cabeza enorme, que ya empezaba a soltar líquidos en la punta. La sobé de arriba a abajo. La apretujaba como si de un animal vivo se tratara. Raúl tenía una boa por pene y yo deseaba sentirla dentro de mí. Posiblemente me reventaría meterme todo eso, pero en ese momento nada me importaba más que tener esa hermosa verga ensartada en mi empapada vagina.
Me arrodillé y sin pensarlo me metí ese pedazo de carne a la boca. Había visto algunas películas porno, donde el miembro de los hombres es tan grande que las chicas tienen que abrir la boca en toda su capacidad. Pero era la primera vez que me pasaba en la vida. Abría mi boca desmesuradamente para poder tragarme su fierro, pero me era imposible abarcarla toda completa. Sentía mi boca llena por su pedazo de carne de lo gruesa que estaba, y aparte ni siquiera lograba meterme ni la mitad. Era gruesa y larga como ninguna que hubiera probado antes. Como dije en mis anteriores relatos, en mis tiempos de escuela había tenido mis aventuras, y desde que me casé hace 6 años no había vuelto a estar con otro hombre más que mi esposo. Y ahora, al poder probar otra verga diferente, me tenía loca.
La chupaba y saboreaba tal si fuera una rica paleta de dulce. Y luego me la volvía a meter a la boca, tratando inútilmente de comérmela por completo. No tardé en empezar a soltar gran cantidad de saliva que escurría por mi boca, resbalando por mi cuello hasta empapar mi blusa, todo acompañado de ruidosas arcadas que me tenían al punto del vomito. Sentí una mirada sobre mí y al voltear de reojo pude ver a Tommy que había regresado del patio y estaba ahí, mirándonos. Viendo como su hasta ahora fiel esposa se atragantaba con tremendo pedazo de verga en su boca. No niego que sentí miedo, no sabía cuál sería su reacción.
—Lo siento, comenzamos sin ti —dije con humor.
—No hay problema —dijo Tommy. Simplemente se acercó e inmediatamente se desabotonó los pantalones y sacó su pene sin demora. Yo todavía estaba un poco nerviosa, pero más intrigada con lo que estaba por suceder.
Sin decir una palabra, dejé el pene de Raúl y hundí mi boca sobre el también ya erecto pene de Tommy y comencé a darle una mamada. Raúl fue testigo del placer en mi cara y rápidamente deslizó sus manos por mi short, bajándomelo con todo y tanga. Comencé a gemir mientras la verga de Tommy amortiguaba mis sonidos de placer.
Después de asegurarme de que se lo había chupado lo suficiente, cambié mi boca del pene de Tommy nuevamente al de Raúl. Debo admitirlo que estaba encantada de tener su enorme verga en mi boca, a pesar de sentir como me llegaba hasta lo más profundo de mi garganta, provocándome unas casi dolorosas arcadas. Ahora fue el turno de Tommy de quitarme la parte superior de mi ropa. Ya solo me encontraba con mi brassier de color negro, y mis zapatos de plataforma alta. Agregado a eso, mi largo cabello revuelto y empapado en sudor y cerveza. Mi look era el de una autentica puta, como las que salen en las películas porno. Pensar en la palabra puta me hizo recordar a mi latoso vecino, y como pude volteé hacia mi ventana que daba directo a la ventana de su recamara en la casa contigua. Y si, como lo esperaba, ahí estaba escondido entre sus cortinas, espiándome como era su costumbre.
Tommy aprovechó que yo se la mamaba a Raúl para desnudarse por completo, y luego tomarme por los cabellos para dirigirme a su verga, la cual tragué ansiosa. Fue el momento que Raúl aprovechó para también desnudarse.
Así que ahí estábamos, Tommy y Raúl de pie en la sala de mi casa completamente desnudos con sus vergas totalmente erectas, mientras yo de rodillas pasaba de una verga a la otra, tragándomelas como si no hubiera un mañana. Habíamos perdido completamente el pudor y estábamos decididos a hacer lo que habíamos planeado, una doble penetración. Que fuera yo capaz de aguantarla aún estaba por verse. Pero ya era demasiado tarde para arrepentimientos. Lancé una mirada a Tommy, como diciéndole 'estoy lista'.
Raúl se sentó en el sofá, tomado su enorme falo entre sus manos. Había yo decidido previamente que fuera él quien me diera primero por mi vagina, y Tommy por mi culo. Conocía a mi esposo y sabía que aunque aceptaba compartirme en esta aventura, mi culo era suyo y solo suyo, y el sería el primero en penetrarme por ahí. Aparte que después de ver las dimensiones de tamaño que tenía Raúl, estaba dudosa en dejarlo cogerme analmente. No pensaba terminar mi aventura sexual internada en el hospital con un desgarre anal.
Me senté a horcajadas encima de Raúl y tomando su verga, la dirigí hacia mi empapada y velluda panocha, empalándome poco a poco. Sentí como su miembro iba ganando terreno dentro de mí, abriéndome a su paso, causándome un dolor que la verdad no esperaba, y al instante llenándome por completo. Solté un gemido amortiguado mientras la larga verga de nuestro invitado llegaba hasta el fondo, sintiendo como si me hubiera penetrado hasta el útero. Tomé un poco de tiempo para acostumbrarme a este nuevo miembro dentro de mí, para luego empezar a bombear enseguida y en unos instantes ya estaba chorreando de puro éxtasis.
Pareceré exagerada, pero solo me bastaron un par de sentones en ese enorme miembro para llegar al primer orgasmo. Sentí como mi cuerpo se convulsionaba, poniendo mis ojos en blanco. Perdí el control de mi cuerpo y empecé a soltar chorros de líquidos por mi vagina, dejándole a Raúl su rica verga bañada en mis jugos.
Tommy no me dio tiempo a recuperarme, y se colocó detrás de mí, abriendo mis nalgas y escupiendo en mi ano. El estaba a cargo ahora y había decidido que ya era hora. Raúl continuaba follandome sin parar, y en medio de mi letargo por mi primer orgasmo, sentí la verga de Tommy empujar en mi agujero trasero. No lo niego, sentí miedo. La verga de mi tatuador ya era lo suficientemente grande para llenarme, como para todavía sentir otra más dentro de mí. Aunque Tommy no era tan bien proporcionado como Raúl, tampoco se podía decir que tuviera un pene pequeño. Estaba a punto de ser reventada y nada podía hacer por impedirlo.
La verga de Tommy empezó a presionar en mi ano, obligando a mi esfínter a abrirle paso al intruso. Si bien el sexo anal era algo que practicábamos regularmente, el tener esta vez otra verga dentro de mi vagina al mismo tiempo me hacía sentir la extraña sensación de estar cagando hacia dentro. Raúl me bajó el bra y se apoderó de mis pechos, chupando mis erectos pezones y pasando de uno a otro.
El gran poder de todo esto me obligó a clavar mis uñas en la espalda de Raúl, mientras al mismo tiempo me hacía apretar los dientes. Los dos se detuvieron brevemente para ver si yo estaba bien. Miré por encima del hombro a Tommy y simplemente le gruñí '¡No pares!'
Bueno, las cartas estaban tiradas. Estaba siendo golpeada por dos enormes vergas y mi vida estaba a punto de cambiar absolutamente. No se diga mi vagina y mi culo, que sentía como me los abrían sin misericordia. Para entonces, ya me había vaciado innumerables veces y había empapado a Raúl y a mí desde el estómago hasta los muslos no solo de mis jugos vaginales, si no también de mi caliente orina que ahora expulsaba libremente al perder control de mi vejiga.
Después de un minuto, miré a mi esposo por encima del hombro y con los dientes apretados simplemente pronuncié 'Jódeme el culo'
Tommy no necesitó un segundo aviso, ni sintió un remordimiento ni necesidad de ser amable conmigo. Yo pedía que me trataran como a una prostituta y el estaba feliz de complacerme.
Simplemente empujó mi ano con su miembro mientras la verga de Raúl estaba bombeando mi vagina y con muy poco esfuerzo, su verga sólida ya estaba a medio camino. Lancé un quejido de dolor. Me agarró por el largo de mi cabello y tiró para que mirara hacia el techo y con otro empuje contundente, toda la longitud de su pene irrumpió en mi interior, llenando por completo mi recto.
—Aggghhh... Dios! Me partes en dos, cabrón! —grité al sentir la verga de Tommy entrar en mi culo sin misericordia. Tommy ignoró mi lamento y procedió a bombear mi culo, abriéndome por completo y haciéndome gritar de nuevo cada vez con más agonía.
'Ahhh... fuck! Me estas reventando hijo de tu puta madre! Para... paraaa! —le gritaba a Tommy, en parte para animarlo más y en parte para aliviar mi dolor. Pero de ninguna manera para que se detuviera. Me estaban partiendo por la mitad, era doloroso, pero por nada del mundo quería que terminaran.
Establecimos un ritmo y ahora estaba orgasmeando cada minuto, retorciéndome y chorreando sobre mis dos machos. Incluso creo perdí brevemente el conocimiento un par de veces, pero el estado de ánimo estaba establecido. Mi esposo y nuestro invitado seguían bombeándome y dándome verga por los dos flancos. Y yo sentía como moría en medio de otro orgasmo
Miré a Raúl, esta vez un poco más tranquila. 'Tu turno —le dije.
Tommy salió de mi culo, mientras yo me quité de la verga de nuestro invitado poco a poco, sintiéndolo resbalar fuera de mi vagina. Tommy ahora se acomodó en el sofá y yo salté sobre su duro miembro mientras esperaba que Raúl entrara en mi pozo trasero.
—No tengas piedad, baby —le dije a Raúl, mirándolo a los ojos por encima de mi hombro.
Mientras me montaba sobre Tommy, nos miramos cariñosamente a los ojos cuando de repente mis ojos se abrieron de par en par aún mirando a los de mi esposo. Una mirada de partes iguales de horror y placer sacudió mi rostro. Raúl acababa de forzar su gran verga en mi culo sin advertencia ni sondeo en absoluto.
—Aggghhh... nooo... sacala... sacalaaa!! —grité de nuevo, pero esta vez con más fuerza que la vez anterior. La verga de Tommy no me había abierto ni la mitad de lo que ahora sentía abrirme por el miembro de Raúl. Confieso que por primera vez me arrepentí de lo que estaba haciendo. Y no era que nuestro invitado fuera brusco o apresurado. Simplemente su verga era demasiado grande para mi pequeño agujero anal.
—Para cabrón... paraaa! Dile que pare, Tommy... dile que pare! Me dueleee!! —grité desaforada mientras Raúl reventaba mi culo con su poderosa y enorme verga.
-NO! Dale más! Dale más fuerte! -ordenó Tommy, al tiempo que con sus manos abría mis nalgas, invitando a nuestro amigo a penétrame aún más.
-Nooo... por favor... no, no, no! Aggghhh! Me parteees! —grité de nuevo al sentir la verga de Raúl entrar aún más dentro de mi intestino. Hicieron caso omiso de mis gritos y empezaron a bombearme con furia entre los dos.
Por ahora, no sabía dónde estaba. Solo sentía los embates de mis machos partiéndome cada uno por la cavidad que le había tocado. Poco a poco, el dolor fue transformándose en placer. Me sentía en el cielo. Una sensación que jamás antes había conocido. La verga de Raúl me llenaba como ninguna otra antes, y aunque seguía siendo doloroso el tenerlo llenando mi recto, me mentiría a mí misma si dijera que no buscaría estar de nuevo con él... pero esta vez a solas.
Me movieron tanto las tripas con sus embates, que las ganas de defecar no tardaron en hacerse presentes. Tenía que detenerlos o sucedería un bochornoso accidente.
—Paren! Pareen! —grité desesperada.
—No, no... Por qué? —preguntó Tommy sin detenerse.
—Necesito ir al baño. Paren por favor!'
—Tu hazte, nosotros te limpiamos —me dijo Tommy como si defecar enfrente de la gente fuera lo más normal del mundo.
—Queee? Noo! Estás loco! Necesito ir al baño... ahora! —grité de nuevo sin poder evitar una pequeña carcajada ante la ocurrencia de mi esposo.
—No! No lo harás —dijo Tommy y como si se hubieran puesto de acuerdo, empezaron a darme todavía más duro. Tommy amaba humillarme sexualmente y estaba segura que le excitaba ver mi desesperación y miedo de vaciar el contenido de mis intestinos enfrente de ellos dos.
—Por favooor, necesito ir al baño! Raúl... detente!! Me la estás metiendo más! Detenteee! —le grité a nuestro invitado con desesperación al sentir como me empujaba mis desechos con su verga.
Cerré mis ojos, rogando por que no sucediera lo que tanto temía. Pero un nuevo orgasmo me llegó, haciéndome olvidar de todo y de todos. La sensación de tener dos miembros dentro de mí, más el saber que de alguna forma y a pesar de contar obviamente con el permiso de mi esposo, estaba haciendo algo prohibido, no se comparaba con nada que hubiera experimentado hasta ahora. No sé qué pasaría después de esto y no sé si sería la única y última vez que lo hiciera, pero para nada me arrepentía de esta experiencia.
Mis hombres volvieron a arremeter contra mis maltrechos agujeros, usándome cual si fuera una muñeca de trapo. Jamás había sentido tanto placer y la cantidad de orgasmos nublaron de nuevo mi mente.
—Así baby... así! Métela más, Raúl! Mételo todo!! Empújame la mierda! —le gritaba a mi amigo fuera de mis cabales, desprovista de todo pudor y animándolo a hacerme lo que apenas hace unos minutos me llenaba de miedo.
Sentí como mis machos empezaron a tensar sus cuerpos, primero Raúl y luego Tommy, en señal de que estaban por venirse. Ignorando mis ganas de ir al baño, yo misma empecé a moverme más para acelerar su corrida y la mía.
—Así, así... denme su leche. Llénenme toda por dentro. Quiero sentir sus mecos llenándome toda —les decía en medio de mi éxtasis para animarlos a correrse dentro de mí.
—Ahhhh... me vengo... me vengooo bebé, me vengoo!! —gritó Tommy al tiempo que sentí sus disparos de semen dentro de mi remojada vagina. Dos segundos después Raúl hacia lo mismo, dándome un último empujón con su verga que me arrancó un grito de dolor y alojándose en el fondo de mi recto donde descargó lo que sentí eran litros de caliente semen. Definitivamente su falo no iba a salir del todo limpio de mi ano. Empecé a retorcerme en medio de los dos, envuelta también en mi propio orgasmo.
Duramos un par de minutos en esa posición. Tommy acostado en el sofá, yo encima de él y Raúl encima de mí, con ambos penes aún dentro de mis agujeros. Poco a poco, sentí como sus miembros fueron perdiendo dureza y salieron de mis adentros. Como pude me levanté y caminando como Bambi, me dirigí al baño. Sentía mi culo completamente abierto y como un par de hilos de semen empezaban a correr por mis piernas, saliendo de mi vagina y mi antes mencionado agujero trasero.
Levantando la taza del sanitario, me senté e inmediatamente empecé a soltar el contenido de mis 2 maltrechos agujeros. Sentía como si fueran litros de esperma los que escapaban de mi cuerpo, para caer ruidosamente en el agua del escusado. Un instante después entraba Raúl dirigiéndose al shower, encendiendo las llaves del agua para luego entrar y lavarse vigorosamente su miembro. Aún así en descanso, se le veía enorme su verga.
—Te lo ensucié mucho? —le pregunté a Raúl entre apenada y curiosa.
—Bastante —contestó, volteando a mirarme y sonriendo.
—Perdón, creo que perdí un poco el control de las cosas haha —le dije devolviéndole la sonrisa.
—Nunca te había visto sonreír, Perla. Deberías hacerlo más seguido, tienes linda sonrisa —dijo.
—Diablos, no! Mi sonrisa es horrible y lo sabes —dije tratando de ser coqueta. Suponiendo que se puede ser coqueta mientras estas sentada en la taza de baño cagando enfrente de un hombre que no es tu esposo.
—A mí me gusta tu sonrisa. Sonríe para mí —dijo mientras salía del shower y se secaba con una de nuestras toallas.
—Prométeme que me volverás a dar ese animal que tienes entre las piernas y prometo sonreírte todas las veces que quieras —respondí.
—Trato hecho —dijo Raúl, al tiempo que se agachaba para besarme en los labios. Beso que yo le respondí apasionadamente.
Raúl salió del baño, dejándome a solas con mis pensamientos. Era la emoción del momento solamente, o esta aventura había encendido algo más en mí? Algo que obviamente no había considerado: ser infiel a mi esposo Tommy.
Permanecí sentada en la taza unos 10 minutos más, sin querer levantarme. El escozor en mi vagina y sobre todo en mi ano me impedía hacerlo. Escuché la puerta principal de la casa abrirse para luego después escuchar como un auto se encendía y el sonido de cómo se alejaba. Supuse que era Raúl que se iba a su casa. Un segundo después Tommy entraba también al sanitario, para pasar al shower. Con algo de dolor todavía, me levanté para hacerle compañía. Nos bañamos en silencio, enjabonándonos mutuamente, cada uno encerrado en sus propios pensamientos.
Una hora más tarde ya estábamos en cama, abrazados. La experiencia nos había dejado fatigados. Aún nos encontrábamos un poco silenciosos, algo que era inusual entre nosotros dos. Quizás necesitábamos tiempo para asimilar lo que acabábamos de hacer.
—Te amo Perla —dijo Tommy, rompiendo el silencio.
—Te amo Tommy. Buenas noches —respondí, sintiendo como me abrazaba por la espalda.
Había tenido una doble penetración por primera vez en mi vida y a pesar del dolor inicial, me había encantado. Había gozado como nunca. Esa mezcla de dolor y placer que tanto me gustaba sentir. Y aunque algo me decía que era una experiencia que Tommy no me dejaría volver a repetir, no perdía la esperanza de algún día, ojala no muy lejano, pudiera volver a tener dos vergas dentro de mí.
Todo sería perfecto, si no fuera porque la espinita de la infidelidad ya se había sembrado en mi mente.
FIN DEL RELATO.