Capullo de socorrista III (Por listo)

Metí la bici en el maletero y nos subimos al coche. Espero que viva cerca, aunque en realidad no me importa demasiado, si todo sale bien me llevará de vuelta.

Metí la bici en el maletero y nos subimos al coche. Espero que viva cerca, aunque en realidad no me importa demasiado, si todo sale bien me llevará de vuelta. Los alrededores de mi ciudad están llenos de pueblos pequeños, no me quiso decir cuál era el suyo y yo no pregunté. Andamos unos minutos, toma una salida y llegamos. Conozco el pueblo, me tranquiliza saber dónde estoy. El centro de la ciudad queda a unos 15 km. Una putada si tengo que volver de noche en bici. Entramos en una parcela y veo una típica casa rural de piedra muy bonita con su huerta bien cuidada. Aparca en el garaje y nos bajamos.

  • Saca la bici.

  • No, por favor. Llévame luego de vuelta. Estamos muy lejos.

  • ¿Ahora no eres tan gallito eh? Te jodes y haces deporte, que no tengo mucho tiempo y no lo voy a perder en viajes.

Ya eran las once, no sabía a qué hora acabaríamos y era probable que empezara a llover. Mi plan no podía fallar o me congelaría de camino a casa. Callé, ya veríamos cómo volvía. Seguí sus pasos, era una casa amplia y poco amueblada. Lo único que pude apreciar, porque no dio las luces. Se guiaba por la poca luz que entraba de las farolas del exterior. Iba pegado a él para no tropezar con nada.

Subimos al primer piso y enciende la luz de su habitación. Muy moderna y amplia, me gusta. Las ventanas están empañadas por el frío de la calle, el ambiente es acogedor, huele bien, a campo húmedo, está todo muy ordenado y limpio. Deja sus cosas y sin más empieza a desnudarse.

  • ¡Desnúdate!

El tacto no es lo suyo. Obedezco, dejo la mochila en una esquina y me suelto los cordones, levanto la vista. Sí que tiene prisa. A mí únicamente me ha dado tiempo a quitarme las botas y él ya está completamente desnudo. Está fibrado como ya me había imaginado y muy blanco, con el vello de los sobacos y de la polla fino y rubio tirando a rojizo. Y menuda polla. Recta, blanca, con el capullo morado. Solo la tiene morcillona y ya promete.

  • Dice Leo que la mamas de puta madre. Más te vale que sea cierto.

De pie se apoya en el escritorio, con un gesto me invita a que empiece. Qué amable. Otra vez de rodillas, la tercera mamada del día. La que más me está gustando pensando en mi venganza. Con la emoción yo también disfruto, así que me esmero. Se la babeo bien, recorro con mi lengua toda su polla centrándome en su capullo mientras con mis manos acaricio sus piernas, su abdomen, pezones... No dice nada. Tiene los ojos cerrados, con la cabeza echada hacia atrás. La cara roja contrasta con el resto de su piel blanca. Buena señal, lo está pasando bien. Decido arriesgarme un poco, paso a acariciarle el culo. Mete su polla en mi boca despacito, toda entera, cuando su capullo toca mi garganta y con una mano le hago cosquillas en los huevos, el tío tiembla de placer. Aprovecho y voy acariciando su culo cada vez por partes mas íntimas. No protesta, al contrario.

  • Quiero que me comas el culo.

No se molesta ni en parecer autoritario. Cree que bastan sus palabras para que cumpla con sus deseos.

  • Como quieras.

Lo dije asustado. Disfrutaba viéndome a su merced. A ver si dentro de unos minutos seguía igual de chulo. Cada vez me costaba más disimular. Pensé que se sentaría con las piernas levantadas. En lugar de eso se puso a cuatro patas sobre la cama. Su culo en pompa, sin un pelo, terso y rosadito. Pensaba que me tenía tan sometido que sin querer me lo estaba poniendo muy fácil. Disimuladamente al subir a la cama di una patada a mis vaqueros, como si tropezase. Los dejé junto a una de las patas de la cama.

  • ¡Vamos joder!

Lo tenía muy limpito. Qué sensación. Pasé mi lengua por toda su raja, mordí su culo, lo besé, acaricié sus huevos... Él se pajeaba y gemía. Me centré en dilatarlo, no sabía qué hacía, solo gozaba. Poco a poco mi lengua entró dentro de él, y le encantaba. No podía más. Suspiró de placer, los músculos no le sujetaban.

Dejó de apoyarse en su brazo, bajó la cabeza y la puso de medio lado sobre la almohada. Esa era mi ocasión. Ya no estaba a cuatro patas sino sobre sus rodillas con el culo en pompa, la cabeza hundida en la almohada, con su mano derecha pajeándose y el brazo izquierdo que se le había quedado entumecido de estar tanto tiempo apoyado sobre él, lo tenía sobre las sábanas en paralelo a su cuerpo. Yo tenía una posición perfecta, de rodillas inclinado hacia delante comiéndole el culo. Los dos gozábamos pero eso se iba a acabar pronto, al menos para él. En un instante me incorporé, cogí su brazo izquierdo y se lo doblé a la espalda. Inmovilizado. Ya era mío.

  • ¡Ah! ¡Qué coño haces!

  • A ti qué te parece.

Intentaba darme patadas y puñetazos con el brazo derecho para soltarse. Era imposible que escapara. Yo ya estaba sobre él, cuanto más se movía más subía el brazo haciéndole gritar de dolor.

  • ¡Ah! ¡Suéltame hijo de puta!

  • No grites, relájate, que esto no ha hecho más que empezar.

  • ¡Que me sueltes!

Tendría que hacerle sufrir un poco más para que se callara.

  • ¡Ah! ¡Te voy a dar una paliza que no te va a reconocer ni tu puta madre!

No paraba de reírme.

  • ¡Cabrón de mierda! ¡Maricón!

No lo soporté, cómo podía ser tan hipócrita, hasta hacía unos segundos le estaba comiendo el culo. Qué era él. Reconozco que me pasé, subí tanto el brazo que pensé que se lo había roto.

  • ¡Ah!

  • ¿Estás bien?

  • Te voy a matar cabrón.

  • Jajaja. Eso es que estás bien.

Cogí los pantalones y saqué el móvil. Él no podía girar la cabeza y ver lo que hacía.

  • ¿Qué haces?

  • Si te mueves te aprieto más.

Del dolor y el miedo ni contestó. Me eché hacia atrás, tiré de sus caderas hacia arriba para que quedara su culo en pompa y yo de rodillas. Otra vez como antes, pero ahora él estaba inmovilizado. Puse mi capullo en la entrada de su culo. Intentó escapar de nuevo pero le sirvió de poco.

  • ¡No, no! ¡Para!

  • Tranquilo que lo vas a pasar bien.

  • ¡Suéltame cabrón!

Mi polla ya babeaba, se la restregué de arriba abajo pringádolo bien. Tiene el culo dilatado por el trabajo de antes. Empiezo a apretar mi capullo, está muy lubricado, por ganas se la metería de una vez, pero no. A ver si es tan bocazas ahora.

  • Para. Me la estás metiendo. ¡Para!

  • ¡Cállate!

Solo le aprieto un poco con mi capullo pero se pone a chillar.

  • ¡Para! ¡Ponte un condón!

  • Yo follo a pelo.

Se lo dije solo por joder.

  • Hago lo que quieras pero no me folles a pelo, tengo condones en ese cajón.

No digo nada y aflojo un poco el brazo. Se tranquiliza. Desbloqueo el móvil, me aseguro de poner el flash. Esta vez dejo mi polla en la entrada de su culo, no le fuerzo lo más mínimo, pero otra vez se queja.

  • Cállate que me aburres.

Encuadro bien para que salga mi polla en su culo, su espalda. Necesito su cara. Aflojo más el brazo, se confía.

  • ¡Mírame!

Aflojo un poco más para que pueda girar bien el cuello.

  • ¡Sonríe!

No se lo espera, la foto ya está hecha, le vuelvo a subir el brazo con fuerza.

  • ¡Ah! ¡Hijo de puta! ¡Borra esa foto! ¡Cabrón! ¡Te voy a matar! ¡Ah!

Acerco el móvil a su cara. Mira cómo se envía a mi correo. Le suelto el brazo y me levanto. No se puede ni mover del dolor, se levanta poco a poco.

  • Dame el puto móvil. Borra eso.

  • Relájate, la foto está en una cuenta de correo, y a no ser que sepas la clave ahí se va a quedar.

Esas palabras fueron un mazazo para él, aún así no se vino abajo.

  • Pírate. Con la de ostias que te vamos a dar mañana, la vas a borrar y me vas a suplicar para que no te mate.

Se le iba la fuerza por la boca.

  • Bonita foto. ¿Quién es? ¿Tu novia?

Vi la foto nada más entrar en la habitación, era una chica muy guapa. Salían los dos juntos en actitud cariñosa.

  • A ti qué más te da.

  • ¿Sabe que le pones lo cuernos con tíos que te dan por culo?

  • Tú de qué vas. ¡Fuera!

  • Relájate. Nos vamos a divertir un rato.

  • Jajaja. Tú no me tocas imbécil.

  • Si prefieres que enseñe la foto por ahí. Sales bien.

No soportó aquellas palabras. Su mirada cambió. Me pilló desprevenido y recibí un puñetazo sin verlo venir. De la fuerza me empotré contra la pared. Sangraba, me había partido el labio. Reaccioné inmediatamente. Le devolví otro puñetazo en la nariz, perdió el equilibrio y cayó al suelo golpeándose la cabeza contra la mesa. Estaba furioso. Tirado sobre la alfombra con las manos palpándose la nariz, le di dos patadas en el estómago. En unos segundos lo había dejado medio inconsciente. Se movía lentamente con las manos en el vientre. La situación cambió totalmente en muy poco tiempo.

  • A ver gilipollas. Te voy a follar cuando me apetezca. Prefiero a buenas, pero como te pases de listo te inflo a ostias. ¿Te ha quedado claro?

  • Sí.

  • ¡Que si te ha quedado claro!

  • ¡Sí!

  • Siéntate en la cama.

Se incorpora y se sienta despacio, dolorido. Yo abro el cajón y saco un condón. Con lo que había pasado y seguía empalmado. Los dos sangrábamos, él de la nariz, yo del labio. Su cara de miedo, su cuerpo encogido. Saber lo que iba a hacer y que no podía impedirlo. La situación me excitaba mucho.

Me puse el condón, cogí su camiseta y me limpié la sangre que caía por mi pecho. Al acabar le tiré la camiseta a la cara para que también se limpiara. Agarré sus tobillos y levanté sus piernas. Ahí tenía ese bonito culo para mí. No se movía, estaba derrotado, ni siquiera se quitó la camiseta de la cara. Acerqué mi capullo a la entrada de su culo. Lo tenía totalmente cerrado, estaba tenso. Pero en aquella posición lo tenía fácil para metérsela.

Apreté poco a poco, firme. En unos segundos tenía toda mi polla dentro. Me extrañó, no dijo nada, a penas se movía ligeramente. Solo pequeños gemidos de dolor. Parecía que lloraba. Se sentía mejor con la camiseta tapándole los ojos sin ver lo que le estaba haciendo. A mí ponía mucho follármelo sin ver su cara, pero sintiendo que sufría.

Empecé a mover mis caderas más rápido, el respondió con más sollozos. Ahora sí que lloraba claramente. Me tumbé sobre él. Apoyándome sobre sus piernas mi polla entraba completamente en cada embestida. Nuestras caras estaban a escasos centímetros, únicamente nos separaba la camiseta manchada de sangre.

Yo estaba como loco, fuera de mí. Pensé que acabaría enseguida por la calentura de las últimas horas, pero aguanté, disfrutando cada segundo. Él no opinaría lo mismo, pero poco me importaba. Cuando notaba que me iba a correr, se la sacaba, paraba unos segundos y se la metía de una vez hasta los huevos. Se lo hice tres veces, me gustaban sus gemidos de dolor cuando entraba mi polla y sentía que le partía. Su respiración era ronca por los llantos y la sangre. Sus sollozos eran como los de un niño.

Noto que me voy a correr. Quito la camiseta de su cara. Saco mi polla bruscamente, me quito el condón. Nos miramos. Su expresión me excitó aún más. Los ojos rojos, llenos de lágrimas. Su respiración entrecortada de llorar. La nariz hinchada, media cara manchada de sangre seca. Y su mirada. Mezcla de tristeza y terror. Aquello fue demasiado para mí. Me sorprendí a mí mismo. Me estaba riendo

Unos segundos pajeándome y varios chorros de lefa fueron a parar a su pecho y a su cara. La mejor follada en mucho tiempo. Él seguía callado sin moverse. Cogí la camiseta de su lado, me limpié la polla y luego limpié su cara y su pecho.

  • Vístete que me llevas a casa.

No reacciona.

  • ¿Me oyes?

  • Sí.

  • Pues date prisa.