Capullo de socorrista II (Aumenta la tensión)

Esa misma noche le estuve dando vueltas a todo lo que había pasado. En la piscina estaba tan cachondo que no le di importancia a que se lanzara tan pronto, pero ahora me mosqueaba.

Esa misma noche le estuve dando vueltas a todo lo que había pasado. En la piscina estaba tan cachondo que no le di importancia a que se lanzara tan pronto, pero ahora me mosqueaba. Soy bisexual, no lo escondo y vivo en una ciudad no muy grande, quizá ya sabía que me gustaban los chicos. Lo que de verdad no me dejaba dormir era que ya no estaba tan seguro de haber perdido todo el interés por el

socorrista

. Lo había pasado muy bien y el tío tenía su morbo. En momentos de calentón soy muy pasional, siempre me pasa lo mismo, pero pasado el tiempo no soy vengativo, me considero un chico sensato. Me olvidé de la idea de

joderle

la vida como había pensado en los vestuarios. Disfrutaría y dejaría que las cosas vinieran solas. Me pone la incertidumbre.

Llegó el lunes por la tarde, no tenía nada claro qué hacer. Estaba cachondo, me apetecía volver a verlo. Lo que me frenaba era que no quería que pareciese que iba porque me lo había ordenado. Al final fui a otra piscina que está un poco más lejos de mi casa, le haría sufrir un poco. Nadando me imaginaba la cara que estaría poniendo el

socorrista

con el calentón que seguro que llevaba y yo sin aparecer. Me divertía y nadaba empalmado.

El martes y el miércoles tampoco aparecí. Me lo imaginé furioso y disfrutaba. Amaneció el jueves. En mi ciudad, como en muchas, los jóvenes salimos de fiesta, aquí además la gente mayor también queda a tomar unos vinos por la parte vieja. En la piscina habría poca gente y ya era hora de hacer una visita a mi amigo.

Entré, estaba casi vacío. Cinco personas en un cursillo y dos chicas nadando. El

socorrista

hablaba con el monitor. Conversarían de algo interesante porque hablaban muy bajo, y eso que estaban un poco apartados del agua donde estaba la gente. Al pasar por delante de ellos se callaron, yo saludé con mi mejor sonrisa. El

socorrista

me miró como si me fuera a matar, el monitor con curiosidad. Las nueve y media, hora de salir. El cursillo hacía quince minutos que había terminado. Las chicas y yo vamos en dirección a los vestuarios, me retraso intencionadamente. Cuando estoy a su lado me susurra.

-

Quédate

en las duchas hasta que vaya yo.

Tenía una mezcla de odio y vicio en los ojos. Pasan los minutos y otro día que me quedo solo el último. Mientras me ducho se oye la puerta. Al poco entra desnudo en las duchas. Menuda visión. Aparece con cara de cabreado y la polla dura. ¡Le había hecho esperar tres días! Yo contento de

putearlo

un poco. Vuelvo a sonreír irónico y ostia que me llevo en la cara. No digo nada, veo a lo que quiere jugar y me gusta. Piensa que tiene poder sobre, lo que no sabe es que lo que quiero es que crea que me puede manejar.

  • Llevo tres días esperando. ¿Por qué coño no has venido?

Pretendía intimidarme, pero sonó a reproche de novia celosa. Él también se dio cuenta. Violentamente apretó mi cuello, me obligó a ponerme de rodillas, abrió la ducha, se apoyó contra la pared y de un golpe de cadera me metió la polla en la boca. Estaba fuera de sí. Cogió mi cabeza con fuerza y comenzó a follarme la boca muy rápido, como un salvaje. Me asfixiaba, le empujé las caderas para separarme y respirar. Tosía y ahora era él el que reía. Unos segundos, y de otro golpe de cadera de nuevo toda su polla dentro de mí hasta los huevos. Continuó follando igual de fuerte, así durante un rato. Acabaría enseguida y lo noté. Gemía casi a gritos. De repente, varios chorros de

lefa

espesa y caliente acabaron en mi boca. En esta ocasión no me avisó, se estaba creciendo.

Para mi sorpresa no paró. La seguía teniendo dura. Su

lefa

con mi saliva me caía por las comisuras hasta mi pecho. Con la mezcla del agua caliente de la ducha me pringué entero, tenía medio cuerpo pegajoso. En esos momentos era un auténtico animal. Siguió bombeando a buen ritmo. De vez en cuando le apretaba las caderas para que me dejase respirar, pero el cabrón no siempre me hacía caso. No me tocaba la polla, no hacía falta, la tenía a reventar y quería disfrutar del momento. Sin decir nada para.

  • ¡Siéntate en el suelo contra la pared!

No era muy imaginativo. Lo único que buscaba era que apoyase la cabeza contra la pared para tener las manos libres. Resultaba incómodo.

  • ¡Cuidado imbécil, que me rozas con los dientes!

Más bien su polla rozaba con mis dientes. Carcajada y guantazo en la cara. No repliqué. Gozaba. Se acariciaba la nuca, bajaba por el pecho, el abdomen. Puso una mano a cada lado de su culo y empujó con más fuerza. Su respiración se aceleraba, jadeaba muy alto, ahora sí cogió mi cabeza como si fuera un balón y me encajó su polla todo lo que pudo.

  • ¡Ostia puta! ¡Ah!

Se corrió más en mi garganta que en la boca. Toda su

lefa

bajando directa al estómago. Me daban arcadas y él cómo no, se

descojonaba

una vez más. Su polla comenzó a relajarse. Aún así quiso seguir con la humillación, al menos en su opinión, dándome

pollazos

todavía con restos de

lefa

por toda la cara. Y para acabar se la limpió en mi pelo. Acabé hecho un cerdo, todo pegajoso. Yo me dejaba hacer, hacía lo que quería conmigo, estaba satisfecho y se sentía orgulloso por ello.

Sin venir a cuento me levantó tirándome del pelo y me dio un rodillazo en el estómago. Caí sin respiración. Tras unos segundos me recupero un poco.

  • ¡Qué

cojones

haces!

  • Te dije que vinieras el lunes. Esto es un aviso. Como no me vuelvas a hacer caso te reviento la cabeza. Y date prisa que van a cerrar. No quiero que nos vean.

Volví a no replicarle. Ya se las devolvería todas juntas. Salió de las duchas y a los segundos se oye la puerta. Supuse que iría a su cuarto a cambiarse. Me tuve que duchar otra vez, daba asco.

  • ¿Hay alguien? Voy a cerrar en cinco minutos.

  • Sí, un momento.

Menudo pesado el de mantenimiento. A toda prisa me cambio y salgo a la calle. El monitor está allí fumando, nada raro, todos los días hace lo mismo. Yo también me enciendo un cigarro antes de coger la

bici

para ir a casa. Es de noche, en una calle mal iluminada y aunque está a unos diez metros, noto que no deja de mirarme. No le doy importancia, bastante tenía con la ostia que me había llevado unos minutos antes. Me acerco a la

bici

a

descandarla

...

  • ¡Tú!

Reconozco su voz, me giro y confirmo que es el

socorrista

. A ver qué quiere ahora.

  • ¿Qué?

  • ¿Te vas?

  • Sí, ¿por?

  • Es pronto.

  • ¿Y?

  • Quiero que conozcas a un amigo mío.

Señaló al monitor. Entonces caí en la cuenta. Eran amigos y en la piscina estaban hablando de mí. A saber lo que tenían en mente. No me interesaba demasiado, estaba cansado y dolorido. Lo único que quería era ir a casa y meterme en la cama.

  • Pues yo no quiero.

No le gusta mucho mi respuesta. Pasa su brazo por mis hombros, rodeándome, como si fuéramos amigos y aprieta fuerte. Hasta que nota que me hace daño. Acerca su cara a mi oreja. Noto su aliento cálido, me amenaza.

  • No te lo he pedido. Se ve que antes no te lo he explicado bien. Te vas a ir con él y vas a hacer todo lo que te pida. ¿Has entendido? Si no, lo de antes te va a parecer una broma.

Asentí con la cabeza. Le hizo una señal al otro y vino.

  • Éste es mi amigo Fernando. Por cierto, ¿tú como te llamas?

-

Javi

.

  • Bien

Javi

, yo soy Leo. Ya nos hemos presentado. Para que veas que somo educados.

No podía ser más cínico. Mientras, Fernando sin decir nada no me quitaba el ojo de encima, me miraba con deseo. Hizo sentirme incómodo.

  • Yo me marcho que he quedado para dar una vuelta. Tú,

pórtate

bien o ya sabes lo que te espera. Mañana me cuentas qué tal Fernando, que lo disfrutes.

  • Sí, estoy a tope. Le voy a meter buena caña.

  • Eso espero, pero ten cuidado que éste no se cansa. Hasta mañana.

  • Adiós

Hablaban como si yo no estuviera presente, y si me miraban era para burlarse de mí.

Leo subió a su coche y desapareció al final de la calle. Nos quedamos los dos solos. Se relamía como un gato imaginando lo que tenía pensado hacerme. Era rubio con el pelo un poco largo y rizado, de piel muy blanca, ojos claros, tenía cara de niño aunque sería de la misma edad que Leo, unos veintiséis años. Mediría como yo, un poco menos de 1,8 m.

Delgadito

, parecía tener un cuerpo fibroso. Lo llevaba claro si pretendía hacer algo conmigo. Si el otro me imponía poco, éste menos. Se acerca a un

todoterreno

viejo.

  • Sube al coche que nos vamos.

  • Encantado de conocerte pero yo me marcho a casa.

  • ¡Que subas!

-

Pírate

y

déjame

en paz.

  • ¿Sube o...!

  • ¡O qué! ¿Me vas a pegar?

  • No me provoques o te llevas una ostia.

  • ¡Cállate a ver si vas a recibir tú por gilipollas!

  • Haz lo que te digo o mañana te reventamos a ostias.

A él aquella frase le pareció una amenaza perfecta. A mí patético. Mostró su debilidad, sabía que él solo no podía conmigo. Pensó que amenazándome con darme una paliza con su amigo otro día iba a someterme. Menuda tontería, yo también tengo amigos. Permanecí en silencio unos segundos, se me había ocurrido una idea. No se olvidaría de mí en su puta vida. Iba a sufrir antes de poder disfrutar.

  • Vale, perdona.

  • Así está mejor. Mete la

bici

en el maletero. Vivo en un pueblo y te va a toca volver pedaleando.

Mi cara era de pena, pero por dentro me estaba partiendo el culo. Cuanto más chulo fuera y más me puteara más iba a sufrir. Aunque él no tenía ni idea todavía.