Capturar a un contrabandista - Cap. 9

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Capturar a un contrabandista


Título original: To Catch a Smuggler

Autor: BlueWords (bluewords@yahoo.com) Copyright (c) 1999 David Wright

Traducido por GGG, febrero de 2002

Capítulo 9


Deambularon por la fiesta durante un rato más. Matthew le dijo que la fiesta abarcaba muchas cosas. Era algo más que un "manojo de pervertidos colocados juntos y atándose unos a otros." A alguna gente le gustaban las actuaciones. A otros la notoriedad de encontrarse entre otros que podían apreciar sus trabajos manuales. Al propio Anderson no le gustaba realmente "actuar" ante una multitud, pero le gustaba exhibir a su mascota. Le dijo a Rhianna que lo había hecho mejor de lo que hubiera esperado, y que mucha gente entre la multitud que observaba como él la llevaba una y otra vez al orgasmo, se había retirado bruscamente para 'aliviarse' a sí mismos. Rhianna sintió el rubor por todo su cuerpo, pero, al mismo tiempo, una extraña sensación de orgullo por haberlo hecho bien y complacido a Matthew. Estaba confundida ante estos sentimientos.

Anderson continuó, diciendo que puesto que la mayoría de la gente que estaba allí era en general rica, se realizaban muchos acuerdos de negocios. Él mismo había hecho planes para encontrarse de nuevo con Mulata y discutir algunas transferencias de arte. Y finalmente, era un fiesta en el mejor sentido de la palabra, y la gente venía a bailar y comer y beber. Incluso había un pase de modelos en otra sala, que se habían perdido por haber estado ocupados en otras cosas.

Rhianna notó, mientras seguían viendo otras escenas, que evitaba las que parecían tener un fuerte componente de castigo corporal. Al principio estaba contenta de ello, pero al cabo de un rato sintió que podía estar evitando un problema que necesitaba afrontar. Llegaron donde estaba Gwen, que había cambiado su vestido de fiesta por uno de dominante de ensueño en cuero. Anderson hizo amago de dar la vuelta, pero Rhianna le habló.

"¿Amo?" le preguntó reclamando su atención. "¿Podemos, podemos quedarnos a mirar?"

Anderson la estudió un momento. Pareció entender de inmediato sus razones. "¿Estás segura, mascota?"

"Sí, amo, lo estoy." Él asintió y se acercaron para tener mejor vista. Anderson la hizo que se arrodillara delante de él y empezó a darle masajes en los hombros, con expresión ausente, mientras veían la escena.

Gwen les vio y pareció perpleja durante un instante, pero luego siguió con sus preparativos. Cerca de Gwen había otra mujer, vestida solo con grilletes en los tobillos y zapatos de tacón alto. La mujer era ligeramente más grande que Gwen, y sus pechos podían considerarse 'abundantes'. Gwen se volvió a ella, haciendo un poco de alarde del asunto. Rhianna pensó que parecía un poco tonta.

"¿Te entregas a mí, esclava?" Preguntó Gwen a la otra mujer.

"Sí, ama, me entrego," contestó.

"Colócate en posición." La representación era infame y sobreactuada, pero aparentemente sentida. La otra mujer se subió a horcajadas sobre el dispositivo que estaba en la plataforma. Un gran caballete al que estaban enganchados una serie de cepos. La mujer se tumbó boca abajo sobre la barra acolchada del caballete y dejó que Gwen le pusiera los brazos y la cabeza en los cepos y los cerrara con la parte superior. Luego Gwen enganchó los grilletes de los tobillos a la parte trasera en 'A' del caballete. Ahora la mujer estaba atrapada, con el culo sobresaliendo prominente, los pechos colgando. Tampoco podía ver lo que ocurría tras ella.

Gwen tomó una paleta larga y plana, cubierta de cuero. No se doblaba, así que Rhianna supuso que había madera bajo la piel. Gwen no dudó, se inclinó hacia el blanco que tan bien se le presentaba. Hubo un chasquido sonoro, y una ancha marca roja apareció en el culo de la mujer.

Para su honra, la esclava no gritó. En vez de ello, gruñó ligeramente, y dijo, "Uno, gracias ama."

Rhianna se estremeció ligeramente, y Anderson se inclinó hacia ella y le preguntó si todo iba bien.

"Estoy perfectamente, amo," replicó con un susurro.

La azotaina continuó, y después de unos 30 azotes la esclava ya no era capaz de contar. Todo el tiempo Rhianna intentó por todos los medios permanecer tranquila. Al principio estaba horrorizada, pero al cabo de un rato notó que la humedad cubría la parte interna de los muslos de la esclava. Esto la confundió, porque solo podía pensar en el dolor que había soportado mientras la azotaban. Aquí había una mujer que no solo lo pedía, sino que le gustaba además.

A Gwen no pareció importarle que la esclava no siguiera contando. Después de unos cuantos golpes más la mujer gritó, "Ama, por favor, ¿puedo correrme?"

La sonrisa de Gwen se hizo aún mayor. "Desde luego, esclava," y siguió con su balanceo aún más rápido, aunque con menos fuerza. Tres azotes más tarde la esclava estaba gritando, agitándose en sus sujeciones, poseída por el orgasmo. Aquí detuvo Gwen la azotaina. Liberó los tobillos de la otra mujer y abrió los cepos. La esclava estaba un poco agitada, pero se arrodilló frente a Gwen.

"Gracias, ama," dijo, esta vez, definitivamente, sin actuar.

En ese punto, Anderson ordenó a Rhianna que se levantara y se retiraron de la escena.

"A ella le gusta, ¿verdad, amo?" preguntó Rhianna.

"Sí, y a Gwen le encanta azotarla. No me extrañaría que Gwen se la llevara en un momentito a una de las habitaciones de aquí e hiciera el amor con ella."

"¿Hay habitaciones privadas aquí?"

"Sí. Deberíamos habernos retirado a una de ellas antes, pero de la manera que lo estabas suplicando, no pude esperar más. Normalmente no follo delante de la gente como esa vez. Estabas tan excitante que no pude aguantar más."

Rhianna pensó en la pinta que debía tener entonces y ahora. Con el maquillaje y el pelo hechos un asco, cubierta de sudor, con los flujos goteando por las piernas. Y él pensaba que era excitante. Se dio cuenta de que no podía entender la escena de la que acababan de ser testigos, pero ya no la asustaba.

"Gracias, amo, por dejarme ver a Gwen," dijo.

"Bueno, está bien, mascota. No estoy de lado de los corporales, pero Gwen hizo un buen espectáculo."

Decidió que se irían en ese momento. Rhianna se sorprendió al comprobar que era la una de la madrugada. Anderson había recogido su vestido y la llevó de la correa hasta la puerta. Ella se preguntó porque se había tomado tanta molestia para buscarle un vestido, para el poco tiempo que lo había llevado puesto. Justo antes de que salieran le retiró las pinzas de los pezones y las soltó en una mesa al lado de la puerta. El dolor/placer que asaltó sus pechos hizo que le temblaran las rodillas. Él la sujetó durante un minuto, hasta que se recuperó.

"Lo siento, amo, yo... acabo de tener otro orgasmo, y no pedí permiso antes." Rhianna le miró con una expresión ligeramente dolida. Realmente lo lamentaba.

"Está bien, mascota. No te castigaré," le dijo, añadiendo, "esta vez." Rhianna no sabía cómo sentirse. Le resultaba demasiado fácil adoptar su papel, pensó. Se preguntaba que podría hacer él para castigarla.

Durante el camino de vuelta a casa en la limusina, se abrazaron y besaron, pero no fueron más allá. Anderson la dejó que se sentara en el asiento con él, y Rhianna casi se sintió como una chica en una cita después del baile de fin de curso. Casi no notaba que todavía estaba desnuda cuando subieron en el ascensor.

Anderson le dijo que se diera una ducha rápida antes de meterse en la cama, ya que estaba tan hecha un asco. Primero le soltó los grilletes y el collar. Cuando volvió él ya estaba metido en cama y dormido, con su collar en la mano. 'Supongo que iba a atarme de nuevo, pero se quedó dormido.' Soltó suavemente el collar de sus dedos y le desplazó para colocarle más cómodo. No se levantó ni se despertó.

La propia Rhianna estaba terriblemente cansada, pero se daba cuenta que podía ser una oportunidad para echar un vistazo. Sin saber qué hacer con el collar se lo enganchó al cuello, luego salió al cuarto de estar para buscar un poco más.

Inmediatamente vio la carpeta que se había quedado fuera, así que empezó con ella. Contenía recibos, documentos de embarque, facturas, listas de ventas, una buena muestra de a lo que Anderson se había dedicado los últimos seis meses o así, además de las actividades de los próximos meses. Se enteró de que el arte procedía de Europa, África e incluso un embarque de México que llegaba al día siguiente. No, llegaba hoy, pensó, ya han pasado las doce. Demonios, son más de las 2, mañana voy a estar muerta. Las palabras de los papeles le resultaban borrosas, supo que necesitaba dormir, apenas podía mantener los ojos abiertos.

De vuelta al dormitorio, Anderson estaba roncando. Vio sus grilletes tirados en el suelo y decidió que probablemente se los hubiera puesto si hubiera estado despierto. Los cogió y se los puso. Casi se sentía normal, había pasado atada la mayor parte de la última semana. Echó un vistazo alrededor pero no pudo encontrar cadenas para unirlos entre sí, así que se tumbó y se quedó dormida enseguida.


Se levantó justo después de las 9. Para sorpresa suya Anderson todavía estaba dormido. Se ocupó de sus asuntos del baño, luego decidió hacer el desayuno antes de que se levantara él. Antes de empezar encontró una cadena para trabar sus pies y otra más larga para las manos y las enganchó. Esperaba que eso le gustaría a Anderson, pero no estaba segura de lo que podría pensar. Podría parecerle mal que se lo hubiera puesto ella misma. No quedaba más remedio que esperar a ver lo que ocurría cuando se levantara.

Casi había terminado de preparar el desayuno cuando él entró en la habitación, llevando una bata apenas atada. Entró y se quedó en pie cerca de la mesa, ligeramente confuso sobre lo que estaba ocurriendo. Rhianna decidió ir a arrodillarse delante de él, y eso es lo que hizo.

"Buenos días, señor, el desayuno ya está casi listo."

Anderson bostezó. La miró burlonamente. "Yo no hice eso, ¿verdad?" preguntó refiriéndose a sus ataduras.

"No, señor. Me puse los grilletes la noche pasada, las cadenas esta mañana. Espero que no le importe, señor, pensé que sería lo que usted querría."

"Supongo que sí. Lo habría hecho si hubiera estado despierto, supongo. La próxima vez lo preguntas ¿vale? Si no te doy instrucciones explícitas, pregunta. Está bien, incluso es lo correcto, salvo por no haber preguntado. ¿Entendido?"

Rhianna asintió, ligeramente confundida. "Sí señor, perdone señor."

"Ven aquí," le dijo, forzándola a levantarse. La rodeó con sus brazos y la besó profundamente durante algunos minutos, dejándola sin aliento. Luego le dio una palmada en el trasero. "Sírveme un poco de café, mascota."

Rhianna se sintió muy animada. "¡Sí señor!" dijo sonriendo.

Él le dio de comer de su plato mientras estaba de rodillas delante. Esta vez no había tenido que pedir, le daba un poco después de tomar él otro poco. Cuando ella hubo fregado los platos, volvieron al dormitorio.

"Túmbate en la cama, sobre el estómago," le dijo, soltando las cadenas de la traba. Enganchó sus grilletes a las esquinas de la cama con un poco de cuerda, dejándola abierta en X. Luego le puso una venda. "Voy a darme una ducha, volveré enseguida."

Rhianna comprobó sus ligaduras. No estaban muy tensas, tenía espacio para maniobrar, pero no iba a ir a ninguna parte.

La ducha de Anderson duró poco. Rhianna pudo oírle cuando se acercaba, suponía que todavía estaría desnudo. Le pasó la mano ligeramente húmeda por la espalda, las nalgas y las piernas. Rhianna se estremeció de placer ante las caricias. Él se detuvo un instante, y cuando volvió, sus dedos estaban en su ano. Sintió como esparcía un lubrificante frío sobre su orificio trasero, luego metía suavemente un dedo dentro. Nunca le había entrado nada allí antes de esta misión, ni siquiera en el barco de Atamo, y encontró que se sentía bien. Quería que él le tocara también la vagina y el clítoris, pero los dejó abandonados.

Le sobó los carrillos del culo con una mano y siguió empujando lentamente el dedo hacia dentro de su ano. Muy de vez en cuando arrastraba un dedo sobre sus labios, pero estaba concentrado en su trasero. Rhianna se encontró entregada a las sensaciones, disfrutando de sus caricias. Suponía que le iba a poner otro consolador anal como la noche anterior y luego se la follaría, y francamente no podía esperar. Un extraño pensamiento se le presentó justo entonces e intentó no reírse con él. Se preguntaba si les permitirían visitas conyugales en la cárcel donde estuviera él.

Anderson cesó en sus servicios el tiempo suficiente para saltar a la cama entre sus piernas. Se tumbó encima de ella y pudo sentir su pene duro en su espalda. "Nada de ruidos, mascota, quiero que estés tan silenciosa como puedas," le susurró al oído. "No te corras hasta que te dé permiso. ¿Entendido?" Rhianna asintió. Anderson se incorporó sobre sus rodillas e hizo algo pero Rhianna no podría decir que era lo que hacía. Luego se tumbó arrastrando su pene por la raja de su culo. Rhianna estaba ansiosa esperando que se dirigiera a su vagina, que todavía no estaba muy húmeda.

Se detuvo en su agujero, y empujó levemente. Oh dios, pensó Rhianna, va a darme por el culo. Se asustó un poco. Anderson le susurró palabras tranquilizadoras al oído. "Está bien, mascota, relájate. Eso es, todo va bien." Rhianna se calmó un poco al escuchar su voz. "Voy a tomármelo con calma y gusto, mascota." La cabeza de su pene se deslizó más allá de su esfínter. Se notaba más grande que cualquiera de los consoladores que había utilizado. Intentó relajarse.

Anderson siguió empujando hacia dentro de ella. Rhianna no sabía que pensar. Se sentía llena/dilatada/rara/bien. Acomodó su ritmo un poco, y ahora se la estaba follando. Lo deseaba - no estaba segura. Parte de ella quería parar, parte quería más. Le pasó la mano por debajo y le acarició ligeramente el clítoris. Rhianna casi se perdió entonces. Estaba sorprendida de la facilidad con que podía llevarla al orgasmo. Su mente se puso rápidamente a la deriva. Quería suplicarle, pero si era para que parara o para que fuera más deprisa, no lo sabía. En todo caso no podía hacer eso. Ella estaba bajo su control.

"Fólleme, por favor" musitó.

"Shh, mascota," dijo Anderson, atusando su pelo con su mano libre. Mantuvo el ritmo lento, sin dejarla recorrer el camino hasta el orgasmo. Estaba en un aprieto, y él quería también controlarse. Sin embargo pronto empezó a acercarse a su propio orgasmo. "Está bien, mascota, córrete, ahora," le susurró.

Rhianna se dio cuenta de que no hubiera podido parar si lo hubiera querido. El orgasmo explotó en su interior, y pareció que todos sus músculos estuvieran comprimiéndose y expandiéndose. Podía sentir los espasmos de su pene dentro de ella, podía sentir el cálido fluido dispararse en su interior. Gruñó ruidosamente entonces, a través de sus dientes apretados.

Anderson se tumbó sobre ella, dejando que se pusiera flácida en su interior. Los dos siguieron tumbados muchos minutos, escuchando mutuamente sus respiraciones.

"¿Te gustó esto, mascota?"

Rhianna asintió. "Sí señor," dijo. Había pensado que dolería más, pero había sido tan delicado con ella. No había sido como nada que hubiera sentido antes. Se dio cuenta que prefería el coito normal, pero no había estado mal. No podía verle, pero de alguna forma sabía que estaba sonriendo. Se levantó de encima de ella y la dejó allí unos minutos.

Reflexionó sobre todas las cosas raras que había tenido que probar durante esta misión. No podía decir que le disgustara ninguna.


Rhianna se sentía muy bien follada. Matthew había vuelto y esta vez usado su vagina, penetrándola durante mucho, mucho tiempo. Solo le había permitido tener dos orgasmos más, pero habían sido espectaculares. Había habido mucho trabajo previo hasta darle permiso, pero se había añadido también a las sensaciones. Ahora estaba de pie en la sala de estar, con una traba corta que le obligaba a dar pasitos ridículos. Sus manos estaban enganchadas juntas por las muñecas y una corta cadena enganchada a su collar las mantenía en alto, casi como si estuviera intentado modestamente cubrir sus pechos. Pinzas pellizcando sus pezones, lo suficientemente prietas para impedir que se cayeran. Sobre la cabeza las correas de un arnés que retenía en su boca una mordaza de anillo.

"Necesito preparar algunas cosas para una entrega esta noche. Solo estaré fuera hora y media, dos a lo sumo. Creo que el baño necesita limpieza," dijo con una sonrisa.

Rhianna asintió, e inmediatamente se arrepintió. Un añadido final a su "atuendo" había sido una cadena fina que bajaba desde la parte de atrás de las correas de su cabeza, por entre las piernas y los labios, y subía hasta la cadena entre las pinzas de sus pezones. Si movía la cabeza demasiado en cualquier dirección salvo hacia atrás, le tiraba de los pezones. Se preguntaba cómo iba a doblarse lo suficiente para limpiar nada. Anderson se levantó y la besó en la mejilla, luego sacó algo de su bolsillo.

"Por si me echas de menos," le dijo. Era una mordaza con la forma de un pequeño pene que encajaba en el anillo que mantenía su boca abierta. Lo metió dentro, silenciándola. La dejó en pie, sola en el apartamento.