Capturar a un contrabandista - Cap. 8

La fiesta continúa

Capturar a un contrabandista


Título original: To Catch a Smuggler

Autor: BlueWords (bluewords@yahoo.com) Copyright (c) 1999 David Wright

Traducido por GGG, febrero de 2002

Capítulo 8


La llevó de la correa al otro lado de la sala. Rhianna estaba un poco avergonzada por tener que caminar desnuda entre la multitud, tras una correa. Notó que era el blanco de las miradas, además. No era capaz de decidir qué hacer con las manos. Quería cubrirse con ellas, pero sabía que no resultaría apropiado. Casi deseaba que él se las hubiera atado a la espalda, al menos no tendría la tentación de llevarlas a sus pechos. Finalmente decidió mantenerlas juntas tras la espalda, sintiendo que este era un gesto apropiadamente sumiso.

Anderson la llevó a otro hueco que estaba libre en aquel momento. Había allí una otomana ancha y baja de cuero. Había sido modificada con sitios para enganchar cadenas o cuerdas en los laterales. Anderson hizo sentarse a Rhianna en el borde del sofá mientras dejaba su vestido y conseguía alguna cuerda.

"Túmbate, mascota, sobre la espalda," le dijo. Así lo hizo ella y empezó a atarla al sofá. Usando sus grilletes y los ganchos de los lados de la otomana le ató los brazos, luego las piernas, de modo que tenía pocas posibilidades de movimiento. Cuando terminó sus piernas estaban abiertas ampliamente, dobladas por la rodilla. Podía levantar la cabeza, pero por lo demás estaba indefensa.

Él tomó un juego de pinzas para pezones y se lo mostró. "No aprietan mucho, es más un beso que un pellizco." Se dobló hacia abajo y le chupó el pezón derecho, haciendo que se pusiera muy duro. Luego aplicó suavemente una de las pinzas. Estaba lo suficientemente prieta como para sujetar el pezón cuando se tiraba de ella, pero no dolía en absoluto. Hizo lo mismo con el pezón izquierdo. Ahora Rhianna se retorció ligeramente. Nunca antes había llevado pinzas en los pezones, y se encontraba muy aturdida, le producían toda clase de sensaciones extrañas. Anderson levantó un poco la cadena que había entre las pinzas, y Rhianna dejó escapar un gemido apagado.

Anderson soltó la cadena y fue a buscar alguna otra cosa. Se dobló frente a ella y se tomó un buen tiempo mirando su obra. Ella volvió la cabeza y miró a la multitud. Unas cuantas personas se habían reunido para ver como Anderson hacía lo que estuviera haciendo, y Rhianna sintió que su piel enrojecía de vergüenza.

Sintió sus dedos entre las piernas, tocando su ano. "Oh, señor," dijo ella sin aliento.

"Relájate, mascota. Relájate y disfruta." Su voz era tranquila y tranquilizadora, y Rhianna se sintió un poco mejor con todo aquello, sabiendo que era el único allí que le iba a hacer todas esas cosas a ella.

Anderson metió lentamente un dedo lubrificado en su ano, y lo movió en redondo. Rhianna gimió de nuevo. Él retiró el dedo, pero lo reemplazó por algo ligeramente más duro y ligeramente más grande. Rhianna nunca antes había visto un consolador anal, y ahora tenía uno delgado dentro de ella.

Anderson recorrió con un dedo su raja hacia arriba y rozó ligeramente su clítoris. "Oh, dios," dijo ella involuntariamente. Su raciocinio la estaba abandonando rápidamente. Aunque estuviera atada, lo que él le estaba haciendo la estaba excitando de verdad. Quizás incluso por estar atada. Un dedo entró en su coño y ella se dio cuenta de que estaba muy húmeda. Soy agente del FBI, intentó pensar, pero no pareció funcionar. Quería que él siguiera haciendo lo que estaba haciendo.

Él siguió atormentándola con un único dedo cada vez, metiéndolo en su ansioso coño, tocándole ligeramente el clítoris de vez en cuando. Se enderezó y se quitó la chaqueta, luego se volvió a arrodillar y siguió con su enloquecedor asalto. Cuando su lengua pasó sobre los labios de coño, ahora hinchados, se le cortó la respiración.

"¡Oh, señor, uh, amo!" gimió. Quería rogarle que siguiera, pero él se limitó a excitarla un poco más. Las sensaciones se incrementaban en ella, pero nunca alcanzaban el punto de ebullición. Finalmente no pudo aguantar más.

"Por favor, amo," dijo.

"¿Qué, esclava?" preguntó.

Agitó la cabeza de un lado a otro. ¿Por qué no podía dejar que se corriera? "Por favor, amo, deje a su esclava que se corra. Por favor." Sonaba tan lastimero, incluso para ella misma, pero no le importaba.

Él no contestó, sino que mantuvo su lenta tortura. De algún sitio había sacado un vibrador fino y estaba zumbando en sus manos. Se lo pasó suavemente de arriba abajo por los labios y lo metió un poco en su vagina, pero evitando tocarle el clítoris. Rhianna sentía que estaba tan cerca. No pensaba mucho en su papel, solo en su necesidad de correrse. En alguna parte al fondo de su memoria oía a Tonya diciéndole que se suponía que las esclavas no se corrían hasta que su amo se lo permitiera.

"Por favor, amo," volvió a suplicar, "por favor, deje que me corra."

"Puedes hacerlo, cuando yo te lo diga," replicó él. Siguió atormentándola con el vibrador. Luego lo mantuvo directamente sobre su clítoris. "De acuerdo, mascota, ahora," y colocó el vibrador directamente sobre su botón ahora hinchado.

El orgasmo la sacudió inmediatamente y pareció explotar en su interior. Rhianna gritó y se revolvió contra el sofá. Anderson no la dejó levantarse, y su orgasmo barrió todos los pensamientos que pudiera tener.

Finalmente la dejó bajarse. Las lágrimas corrían por su rostro arrastrando su maquillaje. Cuando pudo pensar de nuevo se sintió como si acabara de correr varias millas. El fluido de su coño se había deslizado por sus piernas y manchaba la piel del sofá. Rhianna se sentía divinamente, pero exhausta.

"¿Cómo te sentó el primer orgasmo de la noche, mascota?"

Rhianna iba a contestar que le había encantado cuando se dio cuenta de lo que le había dicho. "¿Primero, amo?" Él se limitó a reírse.

Anderson cogió alguna otra cosa, y Rhianna se preguntó cuanto más podría aguantar ella. Le enganchó una correa a cada pierna, a la altura del muslo. Luego situó sobre su clítoris algo que estaba sujeto a las correas, ajustándolo entre sus labios. Le retiró el consolador anal y lentamente deslizó en su lugar un delgado vibrador. Luego puso en marcha ambos artilugios.

La boca de Rhianna adoptó la forma de una 'O', pero no emitió ningún sonido hasta después de que el orgasmo la asaltara unos segundos más tarde. Este pareció durar eternamente. Rhianna pensó que debía haber perdido el conocimiento brevemente, porque cuando recupero el control de sus sentidos los dos vibradores habían desaparecido.

Anderson jugó con ella un buen rato. Perdió la noción de cuantos orgasmos le provocó. A veces suplicaba correrse, pero la mayor parte del tiempo se limitaba a gritar de placer. En una ocasión le dio a beber un sorbo de agua para ayudarla a humedecerse la boca. En un punto le retiró las pinzas de los pezones y eso le provocó otro orgasmo. Se las volvió a poner, ahora un poco más apretadas. El pequeño consolador anal fue sustituido por uno un poco más grande, y tuvo diferentes tipos de consoladores y vibradores sobre ella y en su interior.

A Rhianna le parecieron días, pero en realidad solo fue del orden de una hora. Anderson la había atormentado sin piedad durante un rato, sin permitirle llegar al orgasmo, pero llevándola una y otra vez hasta el borde. Finalmente pensó que entendía lo que él quería, lo que quería de ella, lo que quería que ella dijera. Y supo que ella también lo quería.

"Por favor, amo, por favor, hágame el amor," le pidió entre gemidos.

Sin detener lo que estaba haciendo, la provocó. "¿Qué?"

"Por favor, amo," pidió de nuevo, casi susurrando, "por favor, fólleme."

"¿Qué?" le volvió a preguntar, pretendiendo no haberla oído.

"Por favor," suplicó, perdida ahora la vergüenza, su mundo reducido a un punto ardiente entre sus piernas. "Por favor, amo, fóllese a su... esclava."

Para entonces él ya no podía aguantar más. Originalmente no había planeado hacer nada salvo volverla loca, una y otra vez. Se encontró con que estaba tan empalmado que ya no podía soportarlo. Se puso en pie y se desabrochó los pantalones y se los bajó ligeramente, dejando salir su polla enhiesta. Se le echó encima y la sobó un poco más, provocando más gemidos. Tiró suavemente de la cadena enganchada a sus pechos, provocándole gemidos más acusados.

"Fólleme amo, fóllese a su esclava, fólleme," suplicó en voz alta, desvergonzada.

Era lo que había estado esperando. Se arrodilló frente a ella y rápidamente metió su pene en su húmedo coño. Rhianna ya no pensó en nada salvo en lo bien que se encontraba. "Oh, dios, amo," gritó suavemente mientras él empezaba a marcar el ritmo. Se inclinó sobre ella, las manos en el taburete a sus costados, los brazos sujetándole en alto. Rhianna no podía recordar que hubiera hecho el amor como esta vez, si alguna vez lo había hecho. Vio y sintió la atracción de estar atada, incapaz de hacer nada salvo sentir el placer.

Miró hacia arriba y le vio sobre ella. La estaba mirando intensamente y deseó poder besarle. Recordó vagamente que estaba actuando en algo, que se suponía que era una sumisa.

"Amo," dijo sin aliento, "Yo... ¿puedo correrme?"

Como respuesta se inclinó hacia abajo para besarla profundamente en los labios. Entonces la mente de Rhianna la abandonó, barrida por otro poderoso orgasmo. Oleadas de placer la recorrían. El único pensamiento que tenía era lo contenta que estaba cuando notó que en la cara de él se formaba una mueca sensual, indicando su orgasmo. Sintió sus pulsos en su interior.

Rhianna estaba volviendo en sí lentamente, recreándose en las maravillosas sensaciones que recorrían su cuerpo. Anderson había bajado el ritmo pero todavía no había detenido sus embestidas.

"Oh, Matthew," dijo.

"De nada, mascota," le susurró, besándola, sin que ninguno de los dos notara el fallo de protocolo que ella había cometido, o ignorándolo.

Para sorpresa suya, él empezó a recuperar de nuevo su ritmo. Le miró, con los ojos muy abiertos, mientras empezaba a notar otro orgasmo. "¿Amo?" preguntó, y él se rió, y empezó a follarla con más fuerza.

"Oh dios, amo," fue todo lo que pudo decir antes de que sus palabras se convirtieran en continuos gemidos.

La había desatado, y a duras penas había sido capaz de sentarse. Nunca se había sentido tan... tan bien follada. Su cuerpo entero se estremecía, y estaba cubierta por el brillo de la transpiración. No, pensó, sudor. Su coño todavía estaba palpitando, y se sorprendió al comprobar cómo se había puesto de húmedo el sofá. Levantó la vista para ver que Matthew volvía con dos copas de champán. Le pasó una y se colocó delante de ella.

"Gracias, amo," dijo.

"¿Cómo te sientes, mascota, después de tu primera vez en una fiesta?" le preguntó.

Estaba segura de estar hecha un asco, el maquillaje corrido seguro, el peinado arruinado, fluidos goteando de su coño por sus piernas abajo. Miró a su alrededor. Había habido una multitud de personas observando su actuación, pero ahora la mayoría de los mirones se habían ido, y solo recibía miradas ocasionales de la gente que pasaba. Estaba cansada y un poco dolorida, y todavía tenía las pinzas colgando de sus pezones, por no hablar del consolador anal.

"Me siento divinamente, amo," dijo sinceramente. Podía ser un contrabandista, pero era un amante endiabladamente bueno, pensó. Le echaría de menos cuando estuviera en la cárcel. Frunció el ceño momentáneamente.

Matthew lo notó. "¿Algo va mal, mascota?" Parecía preocupado.

Rhianna forzó una sonrisa. "No, amo. Yo... no estoy acostumbrada a todo esto, señor. Y creo que estoy un poco mareada." Bebió un sorbo de champán y soltó una risita.

"Bueno, supongo que esto es un poco excesivo para una primera cita, pero lo hiciste maravillosamente, mascota. Estoy muy satisfecho de ti." Rhianna se sintió orgullosa ante esta aseveración antes de darse cuenta de lo que significaba. Luego se sintió confundida. "Hay algo más que debes hacer, luego daremos alguna vuelta más por aquí, tal vez consigamos algo de comer."

"¿Señor?"

"Tienes que limpiarme, mascota," le dijo.

Rhianna miró alrededor en busca de una toalla antes de caer en lo que quería decir. Dejó el vaso, se puso de rodillas frente a él, volvió a sacar su pene ahora flácido de sus pantalones y empezó a lamerlo. Así es como sabe el sexo, pensó, mientras chupaba ambos fluidos sobre él. Se dio cuenta de que no le importaba el sabor. Le recordó que tenía hambre.

Cuando ella terminó él estaba de nuevo a media erección. "Tendremos que esperar hasta más tarde," rió él. Se volvió a abrochar mientras seguía de rodillas. Una vez vestido le pidió que se levantara. "Date la vuelta," le dijo. Enganchó sus manos entre sí tras la espalda, luego tomó de nuevo la correa. Antes de irse cogió las pinzas de sus pezones y giró la ruedecilla del tornillo, apretándolas un poco más. "Es solo para asegurarme de que no se caerán," dijo.

Rhianna sintió la ligera presión adicional. No dolía mucho, pero se dio cuenta de que servía para mantenerla estimulada, aún después de que hubiera pasado todo. De un tirón a la correa echaron a andar en busca del buffet.

Matthew había conseguido una gran bandeja de comida del buffet, y habían encontrado una silla en la que él podía sentarse mientras comían. Rhianna se arrodilló cerca de la silla, esperando que él le diera partes de comida. Por su parte él se aseguró de que todavía estuviera más hecha un asco que antes. 'Accidentalmente' fallaba al acercarse a su boca esparciendo salsa por su cara, o haciendo que goteara en sus pechos. No le importó mucho, estaba muy hambrienta. La mayor parte de la comida era para comer con los dedos, perfecta para alimentar a tu esclava, pensó ella.

Incluso en el buffet las cosas eran extrañas. Había dos personas atadas a la mesa, un hombre y una mujer. Buena parte de la comida estaba colocada alrededor y encima de ellos. La pareja de la mesa no podía comer, porque además estaban amordazados. Rhianna se maravillaba de lo extraña que podía resultar la fiesta. Estaba a punto de saberlo.

Cuando ya se habían llenado, Rhianna necesitó ir al baño. "Amo, necesito, esto..., usar la habitación de señoras, por favor."

Anderson sonrió. "Probablemente lo que quieres es una excusa para quitarte el consolador anal," se rió.

"No, señor, yo, está perfecto, quiero decir..." se detuvo, confundida. Ni siquiera había pensado en el consolador, ya no parecía muy grande, y casi se había olvidado de él. No quería que pareciera que se estaba quejando de él, puesto que eso no parecía algo que debiera hacer una sumisa.

"Está bien, mascota, solo te estaba tomando el pelo. Vamos a buscar el baño." Se levantaron y salieron por una puerta y bajaron a un recibidor pequeño. Anderson la llevó directamente al baño. Dentro había una asistenta.

La asistenta era una mujer vestida de caucho. Desde las botas de tacón alto, hasta la punta de la cabeza estaba embutida en caucho. Una cadena corta trababa sus botas, pero tenía las manos libres. La única piel que se veía era un pequeño círculo alrededor de los ojos. Saliendo de la boca, que parecía amordazada, había un tubo delgado con un bulto en el extremo. Dos más de estos colgaban entre las piernas, y uno colgaba del centro de su pecho un poco abundante. La mujer estaba de pie pero se enderezó cuando entraron.

Anderson hizo que Rhianna se doblara y le quitó el consolador y lo echó en un lavabo. Luego le hizo una indicación a Rhianna para que usara una de las cabinas.

Había dos lavabos, pero sin paneles que dieran intimidad. Desde luego que no, pensó Rhianna. Anderson se detuvo frente a la mujer cubierta de caucho y asintió con la cabeza. La mujer llevó a Rhianna a uno de los lavabos y la ayudó a sentarse. La mujer de caucho se quedó en pie cerca de ella mientras Rhianna estuvo allí sentada. Cuando terminó la otra mujer la limpió y la ayudó a levantarse. Anderson recogió la correa de Rhianna y la llevó fuera del baño.

"¿Para qué eran esos bultos, amo," preguntó a Anderson.

"Se usan para bombear sus diferentes, esto..., dispositivos. Llevaba una mordaza, y dos consoladores, y el sostén. Todos inflables. Estaban todos bastante inflados por lo que yo puedo decir." Había un ligero tono de incredulidad en su voz, como si no pudiera entender bien ese tipo de cosas. Antes de volver a la 'sala de baile' principal, Anderson se volvió a Rhianna.

"Mascota, ¿te sentirías terriblemente decepcionada si nos vamos pronto al apartamento? Creo que preferiría estar a solas contigo el resto de la noche."

Rhianna sintió que se le formaba una sonrisa en los labios. "Amo, lo que usted decida. Haré lo que desee." Se encontró deseando que se fueran de la fiesta, y no porque encontrara terrible el asunto.

Anderson le devolvió la sonrisa. "Buena respuesta, mascota, pero dime, ¿qué te gustaría realmente?"

Rhianna no tuvo que pensar mucho la respuesta. "Esta fiesta es un poco más rara de lo que había imaginado, pero realmente señor, mientras estemos juntos, estaré bien."

Anderson meditó sus palabras. "Bueno, vamos a dar una vuelta más y luego nos podemos marchar a casa."