Capturar a un contrabandista - Cap. 5

Empieza a conocer las costumbres del Amo y algunas relaciones

Capturar a un contrabandista


Título original: To Catch a Smuggler

Autor: BlueWords (bluewords@yahoo.com) Copyright (c) 1999 David Wright

Traducido por GGG, febrero de 2002

Capítulo 5


Una palmada en el culo despertó a Rhianna algo rudamente. "Baño, después desayuno," le dijo Anderson. Se sorprendió de encontrar que él le había quitado ya las cadenas entre los grilletes. Estaba ligeramente desorientada, pero recordó rápidamente donde estaba y quien se suponía que era. Su desnudez frente a un hombre extraño la molestó durante unos segundos, hasta que se dio cuenta de que había estado desnuda frente a él desde el día anterior, y en realidad desde hacía una semana, cuando entró en el Kennel. Anderson llevaba aún la parte de abajo del pijama, y parecía recién despierto.

Atendió rápidamente sus necesidades de baño, se encaminó luego a la cocina para rebuscar algo para el desayuno. Por alguna razón, pensó, no esperaba llegar a ser una esclava de cocina. La idea le pareció divertida y estaba sonriendo cuando le sirvió el desayuno a Anderson. Él se había hecho con el periódico y estaba sentado a la mesa leyéndolo cuando le sirvió.

"¿Qué es lo que es tan divertido, mascota?" le preguntó dejando el periódico a un lado.

"Oh, señor, no esperaba tener que cocinar tanto. Es casi como si fuera su esclava." Soltó una risilla.

"Ven aquí, tú" dijo, cogiéndola de una muñeca. La sentó en su regazo y empezó a tomar el desayuno. Con el tenedor en una mano alternaba los bocados para él y para ella. Su otra mano acariciaba suavemente su cuerpo.

"Voy a tener que atender algunos negocios esta mañana, así que te dejaré aquí, atada, por supuesto. Más tarde iremos de compras para tu armario y para la reunión de esta noche."

"¿A qué negocios se dedica, señor?"

"Estoy en el negocio de la importación. Todo tipo de cosas, pero principalmente arte, piezas de interés cultural, cosas de esas."

"Suena interesante, me encantaría ver su oficina." No pensaba que la llevara allí pero quería probar y hacerle hablar de su trabajo todo lo que pudiera.

"Bien, no tengo una oficina propiamente, excepto ésta. Necesito hacer algunos arreglos, a veces manejo entregas para clientes selectos. Hago desde aquí la mayoría de las cosas. Milagros de la tecnología moderna," dijo, señalando a su ordenador. "Eso y el teléfono móvil, y no necesito realmente una oficina."

Le hizo más preguntas sobre su trabajo, si tenía algún ejemplar de las cosas que traía, si había en camino algo interesante. Trató de mostrarse interesada y no interrogante. No parecía que él se diera cuenta o se pusiera alerta, pero sólo le daba respuestas vagas a la mayoría de sus preguntas. Finalmente, sonriendo, dijo, "Después de todo voy a tener que amordazarte, ¡vaya con el tercer grado!"

"Lo siento señor, por favor perdone a su... mascota," replicó, intentando parecer contrita.

"Todo va bien." La cogió y empujó su cabeza hacia él, besándola profundamente. Sintió por abajo como se le ponía dura, pero sorprendentemente, no hizo más que besarla. Luego le indicó que dejara su regazo. "Limpia aquí, luego entra al baño." Se levantó y se encaminó al dormitorio, dejándola en la cocina.

Después de terminar, entró al baño. Anderson estaba sacando toallas. Aparentemente había planeado que se ducharan los dos. Abrió el agua, luego le quitó los grilletes, dejándola completamente desnuda. "Después de ti," dijo. Se metió en la ducha y se colocó bajo el agua. Sentaba bien estar tomando una agradable ducha caliente. Anderson entró tras ella, así que se apartó para dejarle paso.

Intentando imaginar que podía hacer una sumisa, Rhianna agarró el jabón y empezó a enjabonarle. Le dejó que le lavara, dándose la vuelta. Ella se arrodilló para llegar a sus piernas y pies, y su pene, todavía medio erecto desde el desayuno, empezó a ponerse tieso. "Creo que olvidas un punto," le dijo, indicando su pene. Ella se lo enjabonó, y acarició, lo mismo que sus testículos. El se retorció un poco, y se giró para aclararse el jabón. "Está pidiendo una limpieza más detallada." Ella asintió, tomándolo en su boca. Evocó otros hombres con los que había intimado. Había disfrutado habitualmente con el sexo oral, especialmente cuando era recíproco. Aquí, tenía que hacer lo que le gustara, sin esperar contrapartida. A pesar de todo sintió que iba excitándose.

No sabía como el alimento que tomaba en el Kennel, era más terroso o algo así, no podía decidir exactamente que. Oh demonios, pensó brevemente, aquí estoy de rodillas comparando el sabor de las corridas.

"Jesús, eres buena," dijo, apoyándose contra la pared de la ducha para recuperarse.

"Gracias, señor," dijo ella, aún de rodillas.

"Aquí, de pie." Cogió el jabón de su mano y le enjabonó el cuerpo. Sus manos hacían bien, y prestó especial atención a sus pechos, pubis y culo. Frotó su clítoris un instante, pero sólo para ponerla caliente. Terminó cuchicheándole al oído, "Esta noche." Ella no estaba segura de lo que quería decir, y él no le ofreció más explicaciones.

Terminaron de ducharse y ella le secó antes de coger su propia toalla para secarse.

"Estoy impresionado. Aprendes deprisa para ser una 'principiante'."

"Gracias, señor," le dijo de nuevo. Una vez que estuvo seca, le volvió a colocar los grilletes y el collar pero sin las cadenas de unión.

"Entra aquí, mascota," le dijo, andando hacia el dormitorio. Había extendido sobre la cama lo que parecían dos cinturones y dos consoladores. Rhianna se dio cuenta que los cinturones podían formar un cinturón de castidad. ¿Irá a ponérmelo por primera vez? se preguntó.

La respuesta era sí. Ajustó un cinturón ancho alrededor de su cintura, tensándolo. "Dóblate, inclínate sobre la cama," le dijo. Sintió que le extendía algún lubricante en su ano, y a continuación le metió un consolador fino. "Relájate ahora, es pequeño," le dijo. Nunca había tenido nada mayor que un dedo en su culo, y lo sintió muy extraño. Luego le metió lentamente el otro consolador en el coño. No era muy grueso, pero era la primera cosa que había tenido dentro en algún tiempo. Cogió el otro cinturón y lo sujetó por delante y detrás, bloqueando los consoladores en su sitio, asegurándolos para que no se cayeran. "En pie," le ordenó.

Rhianna se levantó. Se sentía realmente extraña, siendo doblemente penetrada. Le colocó la cadena separadora de nuevo, y la de 6 pulgadas (15 cm) entre las muñecas. Después enganchó la cadena de las muñecas al cinturón, limitando aún más las posibilidades de las manos. Finalmente fijó la posición de los cinturones con dos candados pequeños. Rhianna no se podría liberar de esto sin una llave.

"Y finalmente," dijo, levantando una mordaza de anillo. Nunca antes había visto una, pero podía suponer para que era. Rhianna frunció el ceño pero abrió la boca. Él le colocó la mordaza. Ahora estaba tan atada como había estado en el Kennel.

"Ahora, mientras estoy fuera, me gustaría que te familiarizaras con el apartamento. Las estanterías y las mesas necesitan que se les limpie el polvo, creo. Encontrarás lo que necesites en la cocina, bajo el fregadero. Cuando vuelva iremos a comprarte algunos vestidos para la fiesta. No estaré fuera más de una o dos horas.

Rhianna asintió, casi como una reverencia, como se había acostumbrado con el collar postural, más restrictivo, en el Kennel.

Anderson se fue a vestir a su gabinete, así que Rhianna fue en busca de un paño para el polvo.

Cuando la dejó estaba intentando limpiar la mesa del café. No era fácil de la forma en que estaba atada y tenía que arrodillarse e inclinarse sobre ella.

"Dios, tienes un magnífico culo," le dijo antes de dejarla. "Y esa mordaza, puede que tenga que probarla cuando vuelva."

Rhianna intentó decir algo, pero sólo un ruido ininteligible salió de la mordaza.

"Oh, ¿qué es eso? ¿que te gustaría mucho?" preguntó en tono de burla. Rhianna sabía que le estaba tomando el pelo, pero no estaba segura de cómo responder. Optó por decir que sí. Era, si pensaba en ello, una respuesta sincera. "Aún con lo caliente que estoy, pienso que me reservaré para la fiesta de esta noche." Rhianna asintió de nuevo, y él se volvió y se encaminó hacia la puerta. "Te veré en un momento," le soltó cuando se iba. Antes de salir activó el sistema de seguridad del apartamento.

Lo primero que revisó Rhianna fue el sistema de seguridad. Por lo que podía decir, era muy bueno. Parecía bastante inviolable. Sabía que, con las herramientas adecuadas, podía superarse, pero estaba diseñado para dilatar todo lo posible ese momento, y parecía que indicaría las violaciones de una forma obvia. Se preguntó como habían podido los agentes entrar al apartamento sin alertar a Anderson. Probablemente porque no habían sido capaces de estar mucho tiempo o conseguir mucha información.

Después de limpiar la mesa y algunas estanterías, Rhianna empezó a mirar a su alrededor para ver si conseguía alguna pista. Miró el escritorio donde estaba el ordenador. Estaba apagado y no tenía ni idea de que tipo de seguridad podía tener. Quizá más adelante, si supiera que tenía más tiempo. Había un teléfono, las típicas plumas, lápices, grapas y suministrador de cinta adhesiva de un despacho de oficina. Había unos pocos montones de papeles en el escritorio, pero nada que pareciera una planificación o una entrega. De hecho no parecían haber, en absoluto, papeles relacionados con el trabajo sobre el escritorio, y los cajones estaban cerrados. Se preguntó si el sistema de seguridad incluiría el escritorio.

Miró las estanterías, pero el polvo indicaba que nada las había alterado en un tiempo. Limpió mientras miraba, sabiendo que tenía que guardar las apariencias. Tras sus primeros esfuerzos, decidió que tenía que acceder al ordenador. Quizá pudiera fingir interés en jugar a algún juego o en mandar correo eléctronico o algo.

Durante su búsqueda, Rhianna era distraída continuamente por los consoladores que llevaba. La mantenían excitada, pero no bastaban para hacerle alcanzar el orgasmo. Esto la molestaba. Se preguntaba si su promesa de "esta noche" significaba que iban a tener sexo. Entonces pensó en la fiesta y se planteó que iría a ocurrir. Es todo tan raro, pensó.

Tras dos horas de búsqueda infructuosa, oyó la llave en la cerradura de la puerta. Se dirigió a una estantería y simuló que precisamente estaba terminando.

"¿Aún en ello? Supongo que es difícil hacerlo con las manos encadenadas como las tuyas." Ella asintió, mostrándole que no podía alcanzar todas las estanterías. "Oh, ¿no llegas, huh? Puedo resolverlo." Cogió de su bolsillo una serie de llaves y liberó la cadena que unía sus manos al cinturón. Luego tomó esa cadena y la fijó al collar. Ahora sus manos podían llegar más alto, pero todavía estaban retenidas. "Termina las estanterías superiores," dijo.

Rhianna vio como andaba y se sentaba frente a su ordenador y lo encendía. Intentó observar lo que hacía pero no tenía un buen ángulo visual. Por lo que podía decir no parecía haber tecleado ninguna clave. Rhianna se encaminó hacia él mientras limpiaba. Cuando pudo ver finalmente lo que había en la pantalla, se sorprendió.

Estaba jugando al solitario. Ni planes secretos ni programas empresariales. Sólo un juego de cartas. La pilló mirándole. "¿Terminaste ya?" preguntó. Ella miró alrededor. Había hecho la mayoría de los sitios a los que podía llegar. Asintió. "Bueno, supongo que ahora podemos ir de compras." Ella intentó enviarle una mirada interrogante, mirando después a la pantalla del ordenador. "¿Sabes? No consigo entender lo que me dices. Ven aquí." Ella anduvo hacia él y él se levantó y le quitó la mordaza.

Movió un poco su mandíbula, luego dijo, "Gracias, señor."

"¿Tenías alguna pregunta? ¿Querías sugerir el 5 de picas sobre el 6 de corazones?"

"Me preguntaba..., bien, pensé que lo utilizaría para cosas de negocios, señor.", expuso.

"Diablos, me considero afortunado si consigo arrancar el solitario. Nunca he sido muy bueno con los ordenadores. Alguien me dijo que necesitaba uno y me hice con él, pero habitualmente sólo lo uso para el correo electrónico."

"¿No lleva las cuentas o la planificación con él?"

"No, me he quedado en el papel." Abrió la cerradura de un cajón y sacó una carpeta. "Como esto. Es más fácil para mí."

"Habría imaginado que tener un sistema de contabilidad sería útil para usted."

"Bien, no lo sé. Me lleva algún tiempo tener las cuentas al día, pero puedo hacerlo bien en papel. ¿Sabes como hacer eso?"

"He hecho algo al respecto," dijo. Rhianna manejaba perfectamente los ordenadores, y pensó que podría darle acceso al suyo. Probablemente estaba diciendo la verdad sobre su desconocimiento de cómo usarlo, pero decidió que no vendría mal echarle un vistazo, y podría leer su correo en busca de pistas.

"Tal vez te deje prepararme algo en una semana o así. De momento vayamos a buscarte un vestido para esta noche."

Le siguió al dormitorio. La hizo estar de pie cerca de la cama, luego fue a su gabinete y revolvió a la búsqueda de alguna ropa. Volvió, tiró la ropa sobre la cama y se puso a quitarle todas las ataduras. "¿Qué tal te parecieron éstos?" le preguntó, refiriéndose a los consoladores.

"Me resultaron... distraídos, señor," replicó.

"¿Eso es todo? La próxima vez tendré que ponerlos en marcha." Rhianna se sorprendió. Le había resultado suficientemente difícil apañarse con aquellas cosas en su interior. Si las ponía en marcha, pensaba que no podría mantenerse en pie.

"Quédate allí," le dijo cuando estuvo de nuevo desnuda. Tomó algunas cosas de un cajón ropero y las llevó consigo. Una era un brazalete, que cerró alrededor de su muñeca. Ella levantó la mano para mirarlo. Parecía ser de plata, de bonito diseño, con un pequeño lazo en un lado. Notó que se bloqueaba. Lo otro era una gargantilla negra que colocó en su cuello. "Sólo es simbólico, pero quiero que lo tengas como recordatorio." Tomó la ropa de la cama. "Ponte esto," le dijo.

Había una blusa blanca aproximadamente de su talla, y una falda negra corta que también le sentaba perfectamente. "Afortunadamente, tienes casi la misma talla que mi anterior mascota," dijo. Le alcanzó los mismos zapatos que se había puesto el día antes. "Conseguiremos una talla más adecuada mientras estemos fuera."

Rhianna se miró en el espejo. Se me ve bien, pensó. Era un atuendo sencillo, pero la hizo sentirse sexy. Se preguntó por un instante que pensarían el agente Wilson o el director auxiliar Vessor. Con la vigilancia de Anderson, probablemente pronto tendrían fotos.

El agente Wilson llamó a Vessor al teléfono móvil. Vessor lo cogió a la primera llamada.

"¿Sí?" dijo.

"Señor, ha sacado a la agente Summer. Han tomado un taxi a Macys, y les hemos perdido en los almacenes. Pensamos que han salido y no estamos seguros a dónde han ido."

"Maldito. Bien, no hay nada que hacer como no sea continuar con la observación del edificio, y esperar que la agente Summer pueda descubrir sus planes."

"Sí, señor."

"¿Por qué todo este rodeo, señor?" preguntó Rhianna a Anderson. Estaban sentados en otro taxi, encaminándose a un sitio desconocido para Rhianna.

"Tengo extraños rivales en mi negocio. Es... bien, difícil de explicar. Soy muy precavido cuando salgo."

Rhianna asintió. Después de que hubieran cogido el segundo taxi, Anderson había colocado una correa corta en el brazalete de su muñeca. Ella la aceptó sencillamente. El taxi les llevó a una tienda pequeña. El cartel decía "Cynthia's", pero Rhianna no podría decir que se vendía allí desde el exterior. Anderson la condujo al interior de la tienda tirando de la correa, lo que le resultó un poco embarazoso.

Era una pequeña tienda de ropa, y tan pronto como entraron una mujer se acercó a Anderson.

"Matthew, qué alegría volver a verte. Llegáis justo a tiempo. ¿Qué tenemos aquí?" preguntó, refiriéndose a Rhianna. La mujer se acercó a Anderson y simuló un beso en cada carrillo. Después miró a Rhianna de arriba abajo. "Oh, qué guapa, Matthew. ¿Qué vamos a hacer por ella hoy?"

"Necesita que le hagan el pelo, zapatos y un vestido nuevo para la fiesta de esta noche."

"Oh, claro, querido. Creo que tengo algunas cosas que le sentarán de maravilla." Se volvió hacia Rhianna. "Sé buena chica y quítate la ropa en el cuarto de cambios. Crúzalo hasta el probador y yo estaré allí, ¿vale?"

Rhianna asintió y fue hacia el cuarto de cambios. Se quitó la blusa y la falda y las colgó. Se deshizo de los zapatos de una patada, contenta de librarse de ellos. Le dolían los pies de andar con ellos, especialmente porque no estaba acostumbrada a llevar tacones. No le apetecía salir de los confines del cuarto de cambios, ahora que, excepto por la gargantilla, estaba desnuda. Se preguntó cuanta gente iría a ver su cuerpo antes de que terminara esta misión.

Salió a regañadientes del cuarto de cambios y encontró el probador. Toda la sala tenía espejos de pared a pared, devolviéndole su cuerpo reflejado. En el centro había una plataforma ligeramente elevada. Rhianna querría irse, pero, en lugar de eso, se quedó de pie cerca de la plataforma y esperó, observando su aspecto. No demasiado malo, pensó. La mujer entró llevando varios vestidos, seguida por Anderson.

"Oh, Matthew, es maravillosa. ¿Dónde demonios la encontraste?"

"En el Kennel, Sylvia. Era una adoptiva." Ambos, Anderson y Sylvia estaban admirando abiertamente el cuerpo de Rhianna, y se sintió consciente de su desnudez.

"¿Quién la habrá donado, Matthew? Vaya loco. Si la hubiera visto allí la habría cogido para mí misma." Sylvia se acercó a Rhianna y la rodeó estudiándola. Rhianna se sobresaltó ligeramente cuando la otra mujer trazó una de las largas cicatrices de su espalda. Rhianna miró a Anderson con ojos implorantes.

"Todo va bien, mascota. A Sylvia le gusta bromear."

"Oh, soy inofensiva, querida, casi siempre. Eres muy afortunada de tener aquí a Matthew como tu amo."

"¿Por qué dice eso, señora?" le preguntó Rhianna.

"Él nunca te hará esto, querida," le contestó, tocando la línea de una cicatriz de su espalda. "Probemos éstos, ¿verdad?"

Rhianna se encontró calentando cada vez más a Sylvia mientras se probaba los vestidos. Todos parecían muy caros, quizá diseños exclusivos. Sylvia siempre tenía un comentario para el vestido y Anderson se sentó detrás observando el espectáculo. Finalmente se decidieron por un vestido plateado, resplandeciente que iba atado por los lados. Era largo, pero abierto por el lateral, y mostraba más piel de lo que jamás había enseñado ningún vestido de fiesta de Rhianna. Pero tenía que admitir que se la veía bien con él. Rhianna se dio cuenta de que le resultaría fácil quitárselo, aunque estuviera atada, y se preguntó si era ese su propósito.

Después de que hubieran decidido el vestido, Anderson dijo que tenía algunas cosas que hacer y que volvería en pocas horas. Besó a Rhianna en el carrillo antes de irse, susurrándole "Estás divina," en la oreja. Un poco mas alto le dijo, "Haz lo que te diga ella, ¿de acuerdo? Volveré pronto."

Cuando se fue, Sylvia le dijo "Quítate el vestido, y ven conmigo."