Capturar a un contrabandista - Cap. 4

Comienza la convivencia

Capturar a un contrabandista


Título original: To Catch a Smuggler

Autor: BlueWords (bluewords@yahoo.com) Copyright (c) 1999 David Wright

Traducido por GGG, febrero de 2002

Capítulo 4


Rhianna miró a su alrededor en el apartamento. Estaba amueblado agradablemente. Un poco más espartano de cómo lo hubiera hecho ella pero con mucho gusto. Los muebles eran de buena calidad pero sin ostentación. No parecía un calabozo y no encontró ganchos en las paredes o cadenas tiradas por doquier.

Anderson la dejó de pie junto a la puerta y anduvo hasta el bar. "¿Te gustaría beber algo?" le preguntó. Ella entró en la habitación, intentando tomar nota de todo. Aquí estaba, desnuda, con las manos esposadas a la espalda, y él actuando como si fuera normal, lo de cada día. Quizás lo fuera para él.

"Por favor," contestó. Estuvo a punto de pedir vino, si es que había, pero se dio cuenta de que se suponía que no iba a pedir ese tipo de cosas. Ser una sumisa era duro para ella, y constantemente tenía que colocarse en su papel. Sorprendentemente le trajo un vaso de vino tinto. Como no podía coger el vaso se lo colocó en los labios y lo alzó para que pudiera beber.

"Gracias, señor," dijo con amabilidad. Ser extremadamente amable, se dijo a sí misma. Él dejó los vasos.

"Me imagino que te llevará un tiempo acostumbrarte. Te explicaré tus obligaciones más tarde. Tenía planeado esperar una semana o así antes de buscar una esclava, pero, por diferentes razones, decidí hacerlo esta semana. Estoy contento de haberlo hecho," dijo, añadiendo, "podrías haberte ido si hubiera esperado tanto." Le acarició los pechos, la acercó a él, agarrándole el culo con una mano, guiando el cuello con la otra mientras su boca hambrienta la devoraba. Su lengua se encontró con la de ella y Rhianna se quedó sin aliento.

Si hubiera tenido un pensamiento racional podría haber sido, "Dios, que bien besa." Tal como ocurrió, se encontró rindiéndose a su beso, olvidando por un momento por qué estaba allí. Finalmente, la dejó retirarse, y ella se tomó un momento para recuperar la compostura.

"De rodillas, por favor," le dijo. Rhianna se arrodilló en la alfombra. Estuvo a punto de juntar las piernas, pero comprendió que a una esclava como ella no le estaba permitida la modestia. En lugar de ello, se esforzó en separar sus rodillas. Anderson se bajó la cremallera y se sacó la polla semierecta.

Muy brevemente, ella consideró la perversidad completa de la situación. No estaba contenta de estar allí, pero hacerle una mamada iba a ayudar a salvar vidas. No pensaba que debiera tener en cuenta si era una relación normal, así que intentó tenerlo presente cuando empezó. Aquí es donde mi práctica con los dispensadores de alimento y agua me habrán servido, pensó perversamente.

Tomó la cabeza en su boca y la lamió con delicadeza, luego succionó algo más del miembro, ahora duro. Anderson le dejó hacer todo el trabajo y, evidentemente, lo estaba haciendo bien. Le miró, pero tenía la cabeza inclinada hacia atrás con la boca ligeramente abierta. Después de unos minutos le sintió tenso y él soltó su carga dentro de su boca, garganta abajo. Pudo tragarla fácilmente y agradeció el "entrenamiento" que había tenido en el Kennel. Decidió que no había encontrado desagradable la experiencia, dadas las circunstancias.

Anderson se recuperó, la sacó de su boca y se subió la cremallera. Se sentó en el sofá y cogió su bebida. "Elegí bien," le dijo, indicándole que se acercara a él.

Se arrastró de rodillas hasta donde estaba sentado y apoyó la cabeza en su pierna. Anderson le acarició el pelo. Rhianna estaba sorprendida consigo misma por haber adoptado el papel tan fácilmente, por haber hecho lo que hizo tan prestamente, pero sobre todo por haberlo disfrutado tanto como lo hizo. La aversión que había pensado que tendría no apareció. Ser cautiva de Atamo había sido un infierno cada día. Esto era completamente diferente, como la noche y el día. No estaba aquí de forma voluntaria, precisamente, pero no se sentía cautiva. Más bien estaba confusa sobre sus sentimientos.

Decidió disfrutarlo por el momento.

Anderson le explicó sus obligaciones con respecto al apartamento cuando no estuviera ocupada en otras cosas. Debía limpiar y hacer funciones de criada con carácter general. También debía ser la cocinera, aunque tenía gustos sencillos y no esperaba de ella que fuera un chef para gourmets. A Rhianna esto le molestó un poco, era una buena cocinera y se prometió demostrárselo cuando tuviera oportunidad.

La había llevado al dormitorio y le había quitado las esposas, pero inmediatamente las reemplazó por ligaduras de cuero. Ahora llevaba collar, y grilletes en las muñecas y tobillos. Una cadena ligeramente más larga que la que llevaba en el Kennel conectaba sus tobillos y sus muñecas tenían una cadena de seis pulgadas (15 cm) entre ellas. Además, le había puesto tacones de 4 pulgadas (10 cm).

"Afortunadamente tienes casi las mismas medidas que mi última esclava," le dijo. Realmente los zapatos le quedaban un poco prietos y dijo que irían a comprarle su propio par al día siguiente. Rhianna tenía algunos problemas para andar con ellos, nunca había usado unos tacones tan altos, y había estado descalza en el Kennel.

Durante todo el tiempo, parecía que él no podía dejar sus manos fuera de ella. No paraba de acariciarla, de besar sus pezones o su cuello, restregar su mano sobre su culo. Rhianna encontró que tanta atención le dificultaba pensar. Estaba continuamente en estado de excitación. El que él llevara la ropa puesta y ella estuviera siempre desnuda no facilitaba las cosas. Encontró que era más fácil de lo que había pensado fingir interés.

Mientras le estaba poniendo los grilletes, Rhianna decidió preguntarle algunas cosas, para ver si podía hacerse una idea de cómo iban algo.

"Señor, ¿permiso para hablar?" preguntó Rhianna.

La miró un poco burlón. "Oh, sí, por supuesto," le dijo después de un momento. "Escucha, puedo pedir mucho de ti, pero que no hables, bien, no quiero que sea así. Una de las cosas que me gustan es la conversación. Pido silencio a veces, pero en general puedes hablar de lo que se te pase por la cabeza. Habitualmente, si quiero que estés callada te amordazaré. La miró un momento. "Sabes, eres una pieza de un puzzle."

Rhianna se quedó un poco sorprendida. Esperaba que no hubiera hecho algo para ponerse al descubierto. "¿Qué quiere decir, señor?"

"Bien, eres posiblemente la sumisa más amable que he tenido, y todavía parece que te estés esforzando de muchas maneras."

"Soy nueva en esto, señor," contestó con cuidado, "yo... supongo que no estoy segura de cómo debería actuar todo el rato." Entonces añadió, "Quiero aprender, señor."

Anderson la miró de arriba abajo, después le indicó que se abriera de piernas. Poniendo la mano en su cuello la hizo doblarse por la cintura. "Agárrate los tobillos," le dijo. Rhianna lo intentó, pero la cadena de sus muñecas lo impedía. Se las apañó para agarrar la cadena de los tobillos. Sintió su mano recorrer sus nalgas. "¿Eres mía?" le preguntó.

Débilmente contestó "Sí, señor."

"¿Harás lo que yo quiera, y puedo hacer lo que quiera contigo?" Sus manos masajearon ligeramente los carrillos de su culo. La amenaza de azotes que este masaje implicaba la asustó un poco.

"Sí, señor," contestó con más fuerza esta vez. Él dejó a su mano vagar hacia abajo, a su vagina, y, lentamente, introdujo un dedo. Empujó el dedo hacia dentro y hacia fuera unas cuantas veces, después el hábil dedo siguió el surco hacia arriba, hasta el ano, continuó rodeando y bajó por su espalda, casi hasta los omóplatos. De repente la mano volvió a sus nalgas, y Rhianna casi gritó, temerosa de que la azotaina fuera a comenzar.

"Bien, bueno," dijo finalmente él. "Eso es todo lo que necesito saber." Le tiró del collar, indicándole que se levantara de nuevo.

"Rhianna estaba visiblemente aliviada. Se quedó un poco de pie, sin saber si debía moverse o no. Recordó que iba a hacerle alguna pregunta. "Uh, señor, me preguntaba, bien, usted dijo que había varias razones para que tomara una sumisa hoy, y me estaba preguntando precisamente cuales serían."

"Bien, sí, veamos. Tenía una amante muy buena y sumisa hasta hace poco, pero cambió sus sentimientos, algo relacionado con problemas familiares, creo. Sentí ver como se iba, si te digo la verdad, pero estas cosas ocurren, y supongo que, de alguna manera, nos estábamos alejando. Esa era una razón. Otra es que tengo una fiesta en marcha, de hecho mañana, y me gustaría atenderla en pareja. Tendremos que prepararte para mañana.

Rhianna sintió que palidecía. ¿Una fiesta? Se imaginó algún tipo de orgía, de hacer sexo con otros muchos hombres, quizá mujeres. Nunca hubiera aceptado si hubiera sabido eso.

Como si pudiera leer en su mente, Anderson contestó a sus temores. "Oh, dios, no te preocupes por eso, mascota," dijo, cogiéndola por la barbilla y mirándole a los ojos. "Soy un amo egoísta. Los demás pueden mirar, pero no tocar. Te quiero toda para mí solo, ¿de acuerdo?"

Rhianna se calmó rápidamente. Se encontró confiando en este hombre. Un hombre que sabía que introducía de contrabando armas peligrosas en el país. Le costaba reconciliar sus dos puntos de vista sobre él.

"De todas formas," continuó, "necesito realmente alguien aquí durante el día para limpiar. Prefiero a mis criadas desnudas y encadenadas." Le sonrió. "Finalmente, soy un poco manazas y me gusta tener a alguien a mi alrededor." En esto, la cogió del cuello y la besó intensamente. Cuando finalmente, la dejó ir, Rhianna se sintió confusa. Le dio unas palmaditas en el culo. "¿Por qué no haces la cena, y vemos que tal cocinas?" dijo.

Rhianna se colocó, después se arrastró hacia la cocina para ver que tenía que hacer.

Rhianna se apañó para preparar una buena cena con lo que Anderson tenía en la cocina. No era de lujo pero estaba sabroso. Tuvo que acostumbrarse a cocinar con una cadena limitando sus posibilidades, y estando desnuda. Se encontró preguntándose qué iba a pasar aquella noche. Para salvar vidas, se había ofrecido a ser esclava de este hombre. Eso incluía la probable eventualidad de hacer sexo con él. Inicialmente se había blindado sobre la inevitabilidad de este hecho. Había odiado cada día en el barco de Atamo, pero esto era tan diferente que no sabía que pensar. Hasta ahora, lo que había visto de Anderson le llevaba a creer que era, en general, un buen chico. Si se lo hubiera encontrado en otras circunstancias, habría hablado con él probablemente e, incluso, aceptado una invitación a cenar. Era amable y guapo y hasta ahora, un buen amante. Saber que era contrabandista de armas había agriado sus sentimientos hacia él. Esa parte de su vida no cuadraba bien con el resto de lo que sabía de él.

Al fin, se tenía que resignar a hacer lo que él le pidiera, al menos durante el tiempo de la misión.

Iba a servir la cena cuando pensó en otra cosa que le había dicho Tonya. "Intenta no hacer suposiciones." Se arrastró hasta el salón donde Anderson estaba viendo la televisión.

"Señor, la cena está casi lista," le dijo.

"Bueno, bueno. Tomaré una cerveza con ella, además."

"Sí, señor," contestó. "Señor, me preguntaba, ¿preparo un cubierto o dos?"

"Dos estará bien," replicó.

Volvió y preparó la mesa, y colocó los platos cuando él se acercó y tomo asiento. Le llevó la cerveza. Antes de que pudiera sentarse la detuvo.

"Ven aquí," dijo. Estaba de pie a su lado, y él le quitó la cadena de entre las manos. "Date la vuelta, pon las manos atrás." Le colocó la cadena de nuevo, bloqueando las manos a su espalda. "Arrodíllate aquí, con la cara hacia mí." Se arrodilló con las piernas abiertas y el culo descansando sobre los tacones. Él se inclinó sobre la mesa y se colocó el segundo plato cerca de él, después empezó a comer.

Ella se sentó allí varios minutos, mirándole comer, cada minuto más hambrienta. Por su parte él siguió comiendo, sonriéndole, comentándole ocasionalmente que buena estaba la comida. Finalmente, con el estómago gruñendo, ella le pidió algo.

"Por favor, señor, ¿puedo comer algo?"

"Sí, desde luego," contestó divertido. Le cortó unos trozos de su plato y se los dio a comer. La comida estaba realmente buena, y el comer un poco la puso más hambrienta. Después de un intervalo más largo quedó claro para ella que sólo le iba a dar de comer si se lo pedía.

"Por favor, señor, ¿puedo comer algo más?" preguntó de nuevo. Él le dio unos pocos trozos más. Toda la comida se desarrolló en este plan. Ella esperaría hasta que él hubiera terminado varios bocados antes de pedirle algo para ella. Era extraño pero parecía divertirle.

Después de que ambos hubieran terminado, le hizo levantarse y le volvió a colocar la cadena en la parte delantera para que pudiera fregar. Cuando hubo terminado la cocina, fue a reunirse con él, que estaba sentado en el sofá viendo las noticias internacionales. Sin saber qué hacer, se arrodilló en el suelo a su lado. La miró durante una media hora antes de sonreír satisfecho, luego dijo, "Es hora de irse a la cama." Se levantaron los dos y ella le siguió al dormitorio.

Anderson le liberó las manos y los pies de modo que Rhianna pudo prepararse para dormir. Incluso tenía un cepillo de dientes nuevo para ella. Una vez en la cama, le hizo tumbarse boca abajo, y le puso las manos a la espalda. Las enganchó mutuamente y también unió los grilletes de los tobillos. Anderson llevaba la parte de abajo del pijama. Se tumbó a su lado y dijo buenas noches. Rhianna pensaba intentar estar despierta hasta que él se quedara dormido, pero cayó dormida rápidamente.