Captura y Venta de Esclavas (9: Final)
Rogelio goza de ambas, pero una falta de Pilar lo obliga a castigar a ambas
Captura y Venta de Esclavas (IX). Usando a Julieta y Pilar
Antes de acostarse a dormir, ambas mujeres se dirigieron al dormitorio de Rogelio. Como de costumbre, ambas estaban desnudas, recién bañadas, perfumadas y con sus conchas recién afeitadas. Julieta fue la primera en hablar.
-Señor Rogelio, venimos a ofrecer nuestros cuerpos para su deleite. Díganos cómo nos quiere usar.-
Luego fue Pilar, que instruida por Julieta dijo, entre sollozos:
-La esclava Julieta me ha indicado cómo debemos comportarnos para su placer. Pensando que podía querer disfrutar de mí de mi culito, he tomado las precauciones necesarias por si quiere penetrarme por allí. Todavía me duelen las marcas de su cinturón y mi agujerito de atrás por la penetración, pero me pongo a su disposición.-
-Pilar. Veo que la conversación con Julieta ha sido efectiva. Justamente quería tener a ambas aquí para decidir qué parte de ustedes usar y sin duda tu culito es apetecible, pero esta noche creo prefiero tu conchita. Comienza tú, Julieta, con una buena mamada y le enseñas a Pilar cómo debe hacerlo una puta como ella.-
Pilar quedó impactada por la forma de nombrarla " cómo debe hacerlo una puta como ella". Le resultaba difícil en tan poco tiempo asimilar esta condición, que pese a su resistencia, debía aceptar. Dejó de sollozar y observó los movimientos de su compañera de cautiverio.
De inmediato Julieta se inclinó sobre el pene algo flácido de Rogelio y se lo puso en la boca. Con la habilidad que la caracterizaba, succionando y pasando la lengua por todo el glande, logró una erección bien importante. Rogelio ordenó a Pilar que se montara sobre él y se introdujera la pija en su concha. En cuanto a Julieta le indicó que se acercara para manosearle las tetas y los pezones.
Los tres cuerpos, algo entremezclados, se movían acompasados. Rogelio nunca había intervenido en un trío pero estaba gozando tanto de la conchita de Pilar como de las tetas de Julieta.
Pilar no se resignaba totalmente a la situación pero Julieta había sido bien clara."Si no complaces adecuadamente al Señor Rogelio, seguramente serás castigada y puede ser muy doloroso" Entonces a pesar se haberse ofrecido, de poner su culito a disposición de Rogelio, no podía superar su angustia y desazón que le producía ser ella misma la que se introducía la verga en la concha.
Antes de correrse Rogelio le indicó a Pilar que se detuviera.
-Antes de dejarte mi leche en tu concha quiero divertirme un poco más. Ahora que la tengo mojada con tus jugos, quiero que me la chupes tú, pera ver cómo te portas.-
Pilar salió de la posición que tenía y a pesar del asco que le daba ponerse la pija húmeda de su propio flujo más restos de semen en la boca, lo hizo. La introdujo todo lo posible hasta casi tocar su garganta y la retiraba con los labios ajustados. Sentía al mismo tiempo el gusto de jugos nunca probados hasta entonces. Rogelio comenzó a morder las tetas de Julieta mientras le metía el dedo índice en el culo.
Pilar hizo la mamada como mejor lo sabía, pero estaba lejos de igualar a Julieta, por lo que luego de unos minutos Rogelio le indicó que cesara de chuparla. Al mismo tiempo y luego de sacarle el dedo del culo, le dijo a Julieta que se incorporara.
-Ahora ti Pilar te pondrás arriba mí con la pija bien adentro de tu concha y mientras juego con tu culo, te mueves hasta que me corra en esa vagina apretada que tienes.-
Pilar se arrodilló con una pierna a cada lado de Rogelio y abriéndose los labios vaginales se acercó al pene erecto de hombre. Luego lentamente la fue introduciendo hasta que estuvo toda adentro para luego estirarse sobre Rogelio, que llevó sus manos al culo de Pilar para masajearlo, amasarlo y luego introducir un dedo en el ano.
La muchacha se movía todo lo que podía y no demoró mucho en sentir la leche de su amo en el interior. Julieta observaba la escena mientras se tocaba el clítoris induciendo un orgasmo que la calmara.
Terminada esta sesión de sexo, Rogelio pidió a ambas mujeres que se acostaran en la cama boca abajo. Ambas obedecieron de inmediato.
-Por un lado quería comparar el culo de ambas. Creo que el de Pilar gana. Es más firme y de mejor forma.-
-Por otra parte quiero ver cómo se colorea la piel al recibir unos azotes con mi cinturón. Le daré cuatro lonjazos en cada culo y veremos cómo quedan. No se muevan.-
-Señor Rogelio. Esta mañana ya me marcó el culo con su cinturón. No creo que sea necesario hacerlo de nuevo. Todavía tengo las marcas-, dijo Pilar.
-No importa si esta mañana te marqué el culo o no. Ahora quiero hacerlo sobre ambas. Obedezcan.-
Rogelio tomó un cinturón, enrolló parte en su mano y con fuerza lo descargó en culo de Pilar. Ésta esperaba un dolor en sus nalgas pero fue mayor que el de la mañana y no pudo contener un largo gemido. Rogelio no se inmutó y levantando nuevamente la cinta de cuero lo dirigió al culo de Julieta.
Esta muchacha estaba más acostumbrada a ciertos castigos y esperaba un dolor intenso, por lo que haciendo un esfuerzo permaneció callada. La operación se repitió hasta que cuatro marcas quedaron nítidamente reflejadas en los culos de las mujeres.
-Parece que el culito de Pilar es más sensible. Las marcas se han tornado más intensas y más contrastantes contra su piel tan blanca.-
Rogelio se acercó y comenzó a mirar con detenimiento ambos traseros. Separó los glúteos de Pilar para observar el ano. Estaba muy cerrado y parecía relajado. ¿Y si la sodomizaba, aunque no era su plan inicial? Sería una manera de someterla a sus caprichos.
-Julieta, debes ponérmela dura otra vez que quiero usarla nuevamente.-
Julieta se incorporó de la cama y arrodillándose frente a Rogelio se puso la pija en la boca y comenzó la tarea de su especialidad. No demoró mucho en excitar a Rogelio que rápidamente tenía su pene erecto y duro listo a penetrar cualquier agujero que se encontrara cerca.
-Pilar, ponte en posición para que te la meta hasta el fondo.-
Pilar se puso en cuatro y con sus manos se separó los cachetes. Rogelio tomó crema lubricante y untó el ano de Pilar. Luego se ubicó detrás de ella para comenzar a penetrarla.
Nuevamente Julieta se veía privada de coger. La escena la calentaba pero la protagonista era otra y si bien nunca le gustó y le resultaba doloroso la penetración anal, hubiera preferido el dolor y ser penetrada que ser una simple espectadora.
Por su parte Rogelio comenzó a empujar para clavársela por el estrecho agujero. Pilar, mientras tanto, hacía esfuerzos para no llorar o gemir de dolor. La pija de Rogelio era muy gruesa
Finalmente la tuvo toda adentro y mientras que con una mano le sobaba las tetas con la otra jugaba con su clítoris. Pilar poco a poco también se fue calentando y antes que Rogelio, tembló por un orgasmo que agitó todo su cuerpo. Julieta aceleraba la manipulación de su concha, metiéndose dos dedos en la vagina y moviéndolos, tratando de hacerse una paja.
Ambas mujeres habían olvidado los azotes recibidos en el culo y las marcas que habían quedado. Ahora sus mentes se ocupaban de otra cosa. Rogelio continuaba con su sodomización y poco después descargaba semen en el recto de Pilar.
Nuevamente Pilar se sentía humillada y hubiera deseado rebelarse. No aceptaba ni ser violada, ni ser azotada, ni ser tratada como una puta, pero entendía que no había solución y eso la decepcionaba. No quedaba otro camino que someterse a la voluntad de Rogelio.
Terminado este segundo polvo, pasaron los tres a la ducha. El reducido tamaño del lugar, para tres personas, hacía que los cuerpos se tocaran una y otra vez, pero Rogelio solamente tuvo un ligero endurecimiento de su pija a pesar que aprovechó la cercanía de los cuerpos para tocar distintas partes de los cuerpos de las jóvenes, incluyendo la introducción de los dedos en las conchas.
Terminada la ducha se secaron y Rogelio continuó acariciando y magreando las tetas y los labios vaginales de ambas, que a pesar del disgusto de ser usadas de esa manera se mantenían quietas y dejaban hacer aparentando estar tranquilas y bien dispuestas aunque internamente deseaban que pasara ese momento como un mal sueño
Luego Rogelio les indicó a ambas que se retiraran a sus dormitorios, pero antes le colocó a Pilar un par de pinzas cocodrilo, bien apretadas en los pezones. Quería que luego se encadenara a sí misma de pies, con las manos en la espalda y con un collar de cadena, ordenándole que se dejara las pinzas en los pezones toda la noche.
No temía que escapara, sino solamente quería dar muestras que él era quién mandaba y ella una esclava obediente y dispuesta a ser humillada en todo momento.
Sospechando que no soportaría las pinzas en las tetas, luego de una hora se dirigió a la celda de Pilar e iluminó con una linterna los pezones. Tal como suponía, si bien estaba encadenada como le había indicado, las pinzas no estaban colocadas. Sería una buena oportunidad para castigarla.
Dirigió el haz de luz hacia la cara de Pilar, la cual despertó.
-Veo que no tienes las pinzas en las tetas. Me has desobedecido.-
-No podía soportar el dolor.-
Le pidió perdón pero insistió en que no podía soportarlos.
-Mis órdenes deben cumplirse. Por rebelarte mañana serás castigada. Ahora duerme que te hará falta.-
Rogelio se retiró con una sonrisa. Le aplicaría él personalmente el castigo. Mientras tanto Pilar quedó despierta largo rato, pensando en el castigo que recibiría al día siguiente.
En la mañana siguiente Rogelio le indicó a Luciana que llevara a Pilar a la sala de castigos y la suspendiera de sus muñecas, sin apoyas los pies en el piso.
Dirigiéndose a Julieta, mientras desayunaba, la increpó por la desobediencia de Pilar.
-No has sido efectiva en indicarle a Pilar que debe obedecerme. Anoche se quitó las pinzas de los pezones.-
-Yo le insistí en que debía obedecer todas las órdenes.-
-Pero me ha desobedecido y eres responsable de no haber sido suficientemente enfática.-
-Supongo que merezco un castigo por eso. Mi cuerpo está a su disposición para que haga lo que crea conveniente con él.-
-¿Y cual sería un castigo apropiado, según tu entender?-
-Posiblemente diez azotes en las tetas y la colocación de pinzas cocodrilo en los pezones, como se le había indicado a Pilar.-
-Es un castigo justo. Dile a Luciana que te azote en tu celda y te coloque las pinzas. Yo debe ocuparme de Pilar.-
-Sí señor, ya le aviso a Luciana para que me castigue. ¿Con qué látigo debe hacerlo?-
-Con las disciplinas de siete colas anudadas y que los azotes sean bien fuertes sobre tus tetas.-
-Así se lo indicaré a Luciana.-
Rogelio ingresó en la sala donde Pilar estaba suspendida de sus muñecas. La expresión de su cara era de terror pensando en el castigo que iba a recibir.
-Tal como te anuncié anoche, voy a castigarte por haberte sacado las pinzas de tus pezones.-
-Señor Rogelio, es que me dolía tanto que no lo podía soportar.-
-Esa no es ninguna razón. Si yo te ordeno que las pinzas deban permanecer apretando los pezones, debes obedecer. No tienes permiso para otra cosa.-
Sin mediar más palabras, Rogelio tomó un látigo de cuero con una cola de más de un metro y dirigió el primer azote a la espalda de Pilar. Por la longitud de la cola del látigo, ésta rodeó todo el cuerpo de la joven impactando no solamente en la espalda sino también en el vientre de la muchacha.
Un grito, mezcla de terror y dolor, partió de su garganta. No se había calmado cuando un segundo impacto dio de lleno sobre su cuerpo. Se sucedieron varios azotes, todos muy fuertes que dejaban gruesas marcas rojas sobre la delicada piel de Pilar.
La joven lloraba e imploraba mientras hacía esfuerzos por evitar los azotes que hacían que su cuerpo se balanceara en una danza que excitaba a Rogelio.
En total recibió una veintena de latigazos te tomaban desde la parte alta de la espalda hasta el culo, pero por la longitud del látigo también había hecha impacto desde las tetas hasta el pubis.
Las lágrimas de la joven corrían por su cara y se deslizaban por los pechos. Su expresión era de dolor no solamente por los azotes sino también por verse suspendida por sus muñecas.
Rogelio la bajó de la posición en que estaba y la obligó a acostarse sobre la mesa de un potro. Ató sus extremidades, cuidando que sus piernas quedaran separadas y tensó las cuerdas solamente para limitarle los movimientos. Le cubrió luego los ojos con un pañuelo negro.
Fue en busca de una caja de agujas y tomando un pezón lo estiró para comenzar a atravesarlo con el filoso acero. Nuevamente Pilar, sin saber exactamente qué le estaba haciendo, sintió un intenso dolor que se repitió luego en el otro pezón.
No conforme con haberle clavado dos agujas, le atravesó los pezones con dos en cada uno y luego dirigió su atención a la concha. Efectivamente tomó uno de los labios y lo atravesó con dos agujas, operación que repitió en el otro labio vaginal.
Mientras tanto Pilar gemía, lloraba e imploraba para que cesara el castigo, cosa que Rogelio ignoró en todo momento.
-Creo que así aprenderás que debes obedecerme. Casi no se puede creer que una puta como tú entienda sus obligaciones de obediencia solamente cuando es castigada.-
-Señor, no lo voy a desobedecer más. Se lo juro, no lo voy a desobedecer. No me castigue más.-
-Quedarás así por una hora y llego podrás volver a tu celda. Espero que hayas aprendido la lección.-
Luego de una hora Rogelio, acompañado por Julieta, entraron a la sala en la cual esta Pilar. Luego de desatarla y permitirle que se incorporara. Ambas debieron sentarse en el suelo.
-Ambas han sido castigadas. Una por desobedecer mis órdenes y otra por no haber sido capaz de transmitir cómo debe comportarse. Ahora cada una se sacará las pinzas de sus propios pezones y me los entregarán en la mano de manera sumisa.-
Ambas jóvenes se quitaron las pinzas de sus pechos y los entregaron a Rogelio. Se había hecho mediodía y fueron a almorzar. Pilar apenas podía sentarse. El culo, marcado por varias rayas, le ardía, pero hizo un esfuerzo por sentarse normalmente. Por su lado Julieta, no acostumbrada a esos castigos, se acariciaba las tetas en un esfuerzo por calmar el dolor.
A partir de ese día no hubo necesidad de castigar a ninguna de las dos. Ambas, concientes de lo que podía ocurrir, se dedicaron exclusivamente a dar placer a Rogelio y podían tener como premio algunos orgasmos, aunque algunas veces debieron recurrir a sus propios dedos.
FIN