Capitulo VIII SONIA SE VICIA CON YOLANDA

Tras la casa de citas Sonia es introducida en el vicio continuo

La esquina superior del póster de la rave party a la que un amigo de mi hermana nos había llevado hacía algunas semanas se despegó de la pared, quedándose colgado como si estuviera bajando la cabeza. Por tercera vez me acerqué subiéndome en la cama pisando con mis pies descalzos la almohada y lo intenté pegar de nuevo. El calor agobiante que desde hacía tres días se había adueñado de la ciudad me estaba volviendo loco y de paso, despegando todas las fotos de mi hermana y Sonia que tenía pegadas cerca de la cama. Tras luchar con el póster durante cinco minutos lo di por imposible, maldije por lo bajo y me senté encima de un cojín rojo con forma de corazón que Sonia me había regalado.

Suspiré quitándome el sudor que caía de mi pelo negro, largo y rizado. Me miré las uñas de los pies pintadas de rojo y después las de mis manos en un gesto ya muy común en mí. Había conseguido que me crecieran mucho, y a base de limarlas las tenía perfectas, algo de mucho mérito porque desde muy pequeño las había devorado. La uñas me las había pintado de blanco solo en las partes que sobresalían de mis dedos, tal y como había visto que las tenía aquella mujer de la casa de intercambios el primer día que fui con Sonia. Me parecían muy excitantes y además alargaba mis dedos un tanto pequeños. Suspiré de nuevo y me encendí un cigarrillo dejando que el humo se adentrara hasta el fondo de mis pulmones.

No había día que pensara que hacer con mi vida. Estaba claro que yo ya era una mujer y mi hermana Belén y Sonia también lo daban por hecho, pero todavía tenía que pensar cómo hacer que mi vida con mi hermana y Sonia fuera tan libre como yo quería. Tal como había hecho Tania con la suya. Tania vivía con Julián, su novio, y este le había pagado las operaciones dejándola como una diosa. Después se habían ido juntos a un piso de las afueras. A veces pensaba que debería hacer lo mismo que ella, encontrar a alguien que me quisiera y me apoyara a cambiar de verdad mi aspecto… pero todavía me daba bastante miedo que la familia lo supiera.

Mi hermana entró en la habitación quejándose del calor que hacía. Solo llevaba unas braguitas blancas y las uñas de los pies pintadas de negro. Se tumbó en la cama y me quitó el cigarrillo para darle una calada. Aun sin arreglarse mi hermana era como una diosa para mí, era exactamente como yo me esforzaba en ser, o como ella se esforzaba en moldearme… Ella expulsó el humo lentamente y me sonrió poniendo sus manos sobre las mías.

  • Joder, las uñas te han quedado ideales… ¿no te dije yo que me hicieras caso y te las dejaras largas?

Se tumbo mostrándome todo su pecho desnudo, con los pechos durísimos por el calor que hacía. Expulsó el aire tirando la ceniza en la papelera. Cogió otra de las fotos que se habían despegado y la miró. Era una foto de Sonia, Yo y ella en los primeros días de mi transformación. Sonrió.

  • Todavía me sorprendo de que seas mi hermano… es que cada día estas más buena, cabrona. ¿Bueno, y que te apetece hacer hoy?

Me preguntó pegando la foto de nuevo en la pared.

Todavía teníamos una semana entera por delante de vacaciones, una semana entera sin nadie en casa y lo más importante: todavía me quedaba una semana entera para poder ser una mujer en mi propia casa sin tener que esconderme.

Me levanté poniendo las manos en mis rodillas. Mis piernas estaban recién depiladas y las braguitas blancas elásticas me daban calor, casi tanto como el sujetador relleno que tenía puesto incluso de noche. Como siempre mi hermana se había quedado con el cigarro, así que me encendí otro y fui hasta la ventana abierta de par en par moviendo la cabeza para que el pelo me cayera por los hombros. Miré como el sol comenzaba a esconderse detrás de los edificios de enfrente.

  • Pues no tengo ni idea… nos hemos visto todo lo que ponen en el cine… no hay fiestas esta semana… joder…

Dije sin mucho entusiasmo metiendo mi cd favorito de música techno en la cadena y subiendo el volumen lo suficiente para que sonara por toda la casa. El verano era así, igual una semana te morías de fiesta en fiesta y otras donde la ciudad parecía vacía. Sonó el telefonillo. Mi hermana y yo nos miramos y también, como casi siempre, tuve que ir yo a abrir.

  • Es Sonia, que sube…

Sonia y yo no le habíamos contado a mi hermana lo que nos traíamos entre manos. Desde que fuimos a la casa de intercambios unas semanas antes Sonia y yo nos habíamos… como decirlo, liado juntos. Ella estaba excitadísima por liarse con una chica, y cuando el remordimiento de sentirse lesbiana la ponía neurótica, yo la recordaba que la chica con la que estaba liada no era una "chica de verdad", entonces asentía y se lo volvía a pensar. Para mí era como conseguir el sueño que tenía cuando todavía Belén no me había transformado en su muñequita particular, y era el de liarme con alguna amiga de mi hermana. Por supuesto, el cuerpo de un hombre penetrándome era lo que ahora más disfrutaba, pero el cuerpo de Sonia era tan suave y aerodinámico que me hipnotizaba. Además, ella era insaciable cuando estábamos solas y me encantaba ver su cara hinchada de placer.

  • Últimamente estáis siempre juntitas las dos… joder, me voy a poner celosa…

Mi hermana apagó el cigarrillo en el cenicero rojo y se sentó en la cama tirando a la mesa otra maldita foto que se había despegado. Sonia entró haciendo ruido con sus tacones. El calor la ponía escandalosamente excitante aquella tarde. Tenía su pelo rubio agarrado en una cola, un mini top morado abierto por detrás estirando sus pechos, su piercing en el ombligo, un pantalón blanco que se ajustaba a su piel como si fuera de látex y unas botas negras de tacón ancho que se perdían cerca de las rodillas.

  • Joder, Sonia, tía, ¿no tienes calor con esas botas?

Sonia me miró sonriendo. Dejó su bolsito blanco Adidas en la silla y se sentó en la otra.

  • Pues sí, pero así ya estoy vestida para salir, ¿no?… ¿Qué hacemos hoy?

La misma pregunta de todo el verano. Mi hermana subió los brazos y salió de la habitación.

  • Yo de momento me voy a pegar una ducha que te cagas y después decidimos… podemos llamar a Fer y que nos suba a la sierra… seguro que hay más marcha que aquí…

Era un plan, me dije. En cuanto mi hermana salió por la puerta Sonia se pegó contra mí. Me tocó el culo y me metió la lengua hasta la campanilla. Cerré los ojos y disfruté del sabor de su saliva. Su perfume era una bocanada de aire fresco y el otro piercing de su lengua jugó dentro de mi boca hasta que ella dio un paso atrás.

  • Joder, este calorro me pone súper excitada, tía…

Yo la toqué el culo con mis uñas largas sintiendo el tacto de pantalón elástico.

  • Sonia, vamos a decírselo a mi hermana…

Ella me miró. Siempre hablábamos de lo mismo. Ella metió sus manos finas entre mi pelo y juntamos más nuestros cuerpos. Mi polla comenzaba a rebelarse, así que la saqué de las braguitas. Con cuidado, Sonia bajó sus manos por mi espalda desnuda y se agachó. Yo cerré los ojos y dejé caer mi cabeza con mi pelo negro colgando. Notaba que Sonia agarraba mi polla con sus labios. Comenzó a hacerme una mamada sin tocármela más que con sus labios cremosos. Tras unos minutos sentí que me corría. Que Sonia me hiciera una mamada me ponía casi tanto como que alguien usara mi culo. Al principio le avisaba que me iba a correr, pero ella siempre abría más la boca. Creo que desde que aquel hombre la lleno la boca con su leche, Sonia le había cogido vicio a eso de tragarse el semen.

Descargué todo rápido y fuerte, y escuche como las pequeñas pompas de aire que se creaban entre sus labios explotaban haciendo sonidos opacos. Abrí los ojos. Sonia se relamía con su lengua rojiza. Me miró desde abajo con sus ojos pintados de azul claro.

  • Es el calor, Yola… tía, llevaba pensando en esto desde esta mañana, te lo juro…

La besé saboreando mi propio semen y después me senté en la cama muerta de calor. Ella cogió dos cigarrillos y me pasó uno mientras buscaba un mechero por la mesa. Yo estaba todavía a mil, y quería que ella no se quedara como estaba. Al acercarme a coger el cigarrillo le puse la mano en el coño.

Sin decir nada ella cerró también los ojos. Comencé a besarle las botas desde abajo hasta donde su pantalón comenzaba. Después le subí con cuidado el top y mi lengua le dio un masaje en las puntas de sus pezones, gorditos y muy rojos. Mi mano se introdujo en su coño y mi dedo buscó su clítoris muy despacio, como mi hermana me explicó aquellos primeros días que nos gustaba a las mujeres. La bajé el pantalón hasta los tobillos y le chupé el lóbulo de su oreja con sus pendientes de anillo.

Sonia comenzó a moverse inquieta en la silla, ofreciéndome su vulva y con sus manos apretando sus pechos. Mi polla volvía a ponerse como una piedra por culpa del calor que todo lo trastocaba, y aprovechando mi segunda erección cogí a Sonia entre mis brazos dejando que su peso introdujera mi polla hasta el fondo de su coño. Ella soltó un gritito muy agudo. Nos tumbamos en la cama y allí comenzó el baile una y otra vez. Ella me agarró de las braguitas haciendo más fuerza. No era suficiente.

Le dije al oído que si quería darse la vuelta para disfrutar por detrás como lo hacía yo. Se lo dije muy suave y en voz baja para que no tuviera miedo. Ella se dio la vuelta y me ofreció todo su culo. Otra cosa que supuse había aprendido tras la visita a la casa de intercambios era que su culo era una fuente de placer inimaginable, como les pasaba a todos cuando probaban. Hecho una vez y se convierte en un vicio para siempre. Busqué por la mesa el bote de vaselina que usaba por las noches y le unté un poco en el centro de su agujerito. Tuve que apartar su dedo índice que ya se lo introducía ella misma.

  • Espera, viciosa…

La dije quitando con fuerza su mano.

Mi pene entró despacio pero no hasta el fondo, porque ella todavía no podía albergar una polla entera. Gritó bajo, pero de forma salvaje. La cogí de los hombros y la metí un poco más fuerte. Cada vez más fuerte y cada vez más parecía disfrutar ella. Me chupé la mano derecha y le introduje mi dedo por su coño a la vez. Mis uñas la arañaban de forma suave y ella comenzó a tener espasmos. Tuve que agarrarla fuerte para que no desmontara la cama. Después oí un grito alargado y muy débil y su cuerpo se abrazó a la almohada.

Suspiré. Sonia y el calor me iban a matar de gusto. Me acerqué a su cara y sonriendo la susurré.

  • ¿Estas bien, tía?

Ella movió la cabeza soltando un débil

  • Siiii

Tras cinco minutos mirando por la ventana, Sonia se levantó con los ojos medio entornados. Su cara seguía hinchada de placer. Se subió los pantalones y se colocó el top morado por encima de sus pechos como dos globos a punto de explotar. Aún con el sujetador apretado que llevaba sus pezones se mostraban como si estuvieran desnudos. En ese momento entró mi hermana moviendo su pelo con la mano. Ya estaba vestida con una minifalda negra, unas botas blancas y una camisa azulón fuerte con unos rayos amarillos en la zona de arriba de la espalda. Aquella camisa era mía, pero como siempre, ella podía coger lo que quisiera de mi ropa. Estaba espectacular, y el calor la hacía más exuberante. Nos miró extrañada.

  • ¿Y este silencio?

  • ¿Cómo?

Preguntó Sonia expulsando el humo de otro cigarrillo tras otro momento de placer buscando el móvil por su bolso pequeño.

Mi hermana se puso una cinta negra en el pelo que le estiraba la frente y mientras se pintaba los labios de un negro espeso nos miró por el espejo.

  • No es que me joda que no me lo digáis, pero si queréis follar sin que me entere podíais por lo menos disimularlo un poco más, ¿no?

Yo miré a Sonia y me puse rojo. Mi hermana siempre, y cuando digo siempre es siempre, sabía lo que pasaba en casa. Me pasó cuando todavía le robaba su ropa para ponérmela escondido en el baño y ahora que ya no me tenía que esconder, también. Cuanto más lo pensaba más me preguntaba si ella siempre había sabido lo que yo necesitaba.

  • Ehh…

Comencé a decir.

  • Belén… es… es que…

Mi hermana se dio la vuelta dejando el lápiz de ojos en mi mesa, al lado del bote de vaselina. Lo cogió y cerró el tapón. Miró a Sonia.

  • No sabía que disfrutaras también de tu culito, tía… en fin, no pasa nada, después de que mi hermanito se haya convertido en toda una putita, que tu lesbiana es… bueno, ya no me sorprende nada.

Lo dijo con tono serio, pero a la vez como si de verdad no le importara nada.

  • Yo no soy lesbiana.

Dijo Sonia levantándose.

  • A mí como si te excitan los limones… haz lo que quieras…

Cogió un paquete de Marlboro Light de la mesa y después lo lanzó a la papelera arrugándolo.

  • Joder, voy a comprar tabaco abajo que os lo habéis fumado entero, e ir pensando a quien llamamos para que nos suba a la sierra, estoy harta de estar aquí encerrada…

Salió por la puerta con cara seria. El sonido de sus botas fue desapareciendo en nuestro silencio.

  • ¿Desde cuándo lo sabe?

Me preguntó Sonia en cuanto oímos la puerta cerrarse.

  • Y yo que se… mi hermana es así… ¿se habrá enfadado?

Sonia movió los hombros apagando el cigarrillo.

  • Ni idea,

Me dijo colocándose las tetas más apretadas que nunca.

  • Pero necesito mucha marcha esta noche… ¿y tú?, este calor me tiene súper rara.

Añadió apretando los labios, poniendo cara de mala.

  • Yo también, tía, Vámonos a la sierra y que mi hermana se ligue a alguien… creo que necesita que alguien le eche un buen polvo. ¿Llamamos a Fer?

Cuando mi hermana subió de la calle, Sonia y yo la estábamos esperando en la puerta. Yo me había puesto una falda blanca que Sonia me había dejado con una abertura lateral hasta casi la cadera, y mis nuevas sandalias negras de tacón alto me hacían una figurita muy sensual. Arriba me había puesto una camisa negra abierta y atada en los últimos botones por encima de mi ombligo con un collar dorado muy pequeño alrededor de mi cuello. Estaba muy maquillada y tenía brillo los labios. Me puse las gafas alargadas de sol de peineta para que mi pelo se mantuviera hacía atrás y agarré mi bolso negro que se ajustaba debajo de mi brazo por encima del nivel de mis pechos. Como solía decir antes, estaba pechugona.

  • Hemos llamado a Fer, dice que en veinte minutos le esperemos en la salida del metro.

Mi hermana nos sonrió desde la puerta del ascensor.

  • Oye… siento haberme puesto tan borde antes… joder, es que hace mucho que no… que no me echan un polvo, vaya, y veros a las dos tan excitadas me ha cabreado un huevo.

Mi hermana se me acercó y me beso en la mejilla.

  • Eres una guarra, has convertido a mi mejor amiga en una lesbiana… y seguro que has sido tú quien le ha enseñado a disfrutar de su culito…

Me susurró sonriendo.

Yo la guiñé un ojo y la cogí de la mano mientras entrábamos en el ascensor camino de la salida del metro. Las tres estábamos a puntito de pasar una de las mejores noches de nuestra vida, y por primera vez, las tres disfrutaríamos de lo mismo como buenas amigas que éramos.

tsver00@gmail.com

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